Reggio’s Weblog

Diez consejos a Mariano Rajoy ante el debate, de Pedro J. Ramírez en El Mundo

Posted in Política by reggio on 24 febrero, 2008

CARTA DEL DIRECTOR

Apreciado amigo, desde que en la megaentrevista que me concedió hace cinco semanas usted lanzó su ofensiva de egotrip y descompresión personal -«Ahora me siento mucho más yo mismo»-, las cosas le han ido de bien en mejor. Tras desmarcarse con moderación y respeto tanto de la foto de las Azores como de las posiciones más duras de la Iglesia en asuntos morales, ha llevado la iniciativa de las propuestas concretas durante toda la precampaña y sus expectativas no han dejado de crecer en casi todas las encuestas.

Nadie le quitará ya el mérito de haber logrado invertir la tendencia dominante en el otoño y haber inducido al CIS a pronosticar el resultado más apretado de las 10 elecciones generales de la democracia. Pero no debemos permitir que algunos árboles engañosos, oportunamente situados por el Gobierno en nuestro eje óptico, nos impidan ver el bosque de una realidad demoscópica que, por injusto e inmerecido que parezca, continúa siendo muy favorable a los socialistas. Como bien subrayaba el jueves en nuestro periódico el profesor Juan Carlos Rodríguez, sigue habiendo 15 puntos de diferencia entre quienes dicen que les gustaría que ganara el PSOE y quienes afirman preferir que lo haga el PP.

Puesto que su única oportunidad real de poder cantar victoria el 9-M pasa por obtener primero un triunfo claro en los dos debates televisados, no tanto ante el conjunto del electorado como ante los ojos de esa cuarta parte de votantes que aún se declaran indecisos, permítame transmitirle hoy un ramillete de sugerencias, fruto de muchos años de observación y seguimiento de este híbrido de la esgrima y la lucha grecorromana que son los cara a cara presidenciales en la pequeña pantalla.

1. Prepare el debate meticulosamente. Aún le quedan casi dos días completos para planificar cada detalle. Ya sabe que Zapatero lleva entrenándose desde Navidad, utilizando a un primo suyo -él también tiene de eso- como sparring. Para usted es esencial que, pase lo que pase, nadie pueda reprocharle que pecó de exceso de confianza como le ocurrió a Felipe González en su primer debate con Aznar o, sobre todo, a Richard Nixon en Chicago el 26 de septiembre de 1960, en aquel primer encuentro con Kennedy que cambió la historia de las campañas electorales en el mundo.

No cometa el error de pensar que es suficiente tener buenos argumentos y ser capaz de exponerlos con claridad. La mayoría de los que oyeron el debate por la radio opinaron que había ganado Nixon, pero la mayoría de los sesenta y pico millones de norteamericanos que lo siguieron a través de la televisión se inclinaron por Kennedy. Asegúrese de que le maquillan bien, no vayan a tener luego sus colaboradores que atribuir el trabajo -como en el caso de Nixon- a un infiltrado del bando contrario. Elija bien la camisa y la corbata. No lleve un traje gris como el de Nixon porque, además, ahora todos le veremos en color. Y, por favor, si exhibe algún gráfico o estadística ocúpese de que el mensaje parezca estar tan clarito como en los que el jueves manejó Solbes -banderitas españolas incluidas- y no tan opaco como en los que enarboló Pizarro.

2. No prepare el debate demasiado meticulosamente. No dé la impresión de que afronta el envite de mañana como una repetición de sus oposiciones a registrador de la propiedad, cuando todo dependía del número de horas hincando los codos. Ya sabemos que usted se sabe los temas. No parezca un empollón aburrido que tiene preparada al dedillo una respuesta para cada pregunta. Hace 15 años que no se celebran debates en España y el público espera la espontaneidad del toma y daca. Eso mismo ocurría en los Estados Unidos cuando, después de una sequía de casi igual duración -16 años sin debates-, llegó el cara a cara de 1976, en el que Gerald Ford se las tenía que ver con Jimmy Carter. A Ford le prepararon un guión, le hicieron memorizar cuanto debía decir e incluso le pusieron por escrito que tuviera en cuenta en todo momento que el micrófono que llevaba puesto estaba unido por un cable a la base del atril. Durante todo el debate pareció un replicante de los de Blade Runner. Al final hubo un problema con el sonido que obligó a interrumpir la emisión durante nada menos que 27 minutos y Ford se quedó como petrificado sin saber qué hacer, mientras Carter repartía sonrisas y comentarios ingeniosos.

Peor aun fue la sensación de agarrotamiento que transmitió George W. Bush hace cuatro años en su primer debate con John Kerry. Hablaba despacio, como leyendo una lección. Cuando el candidato demócrata le echó en cara que sólo el Reino Unido y Australia hubieran colaborado en la invasión de Irak, lo único que Bush fue capaz de replicarle -para choteo general- es que se había olvidado de Polonia. Como además se le notaba un bulto en la chaqueta, muchos norteamericanos pensaron que el presidente estaba tan controlado por las fuerzas oscuras de su Administración como para recibir instrucciones sobre la marcha a través de un receptor camuflado. Al final la verdad resultó ser todavía peor para su imagen: llevaba un desfibrilador por si acaso volvía a atragantarse, como le había ocurrido pocos días antes con un pretzel, y se quedaba sin respiración al borde del ahogo.

3. No aparezca como un hombre distante y sin corazón. Los votantes anhelan reconocerse en personas de carne y hueso, capaces de dar paso a reacciones emocionales como las suyas. Por eso Zapatero alardeó el otro día de tener «sangre en las venas», sugiriendo así que lo que circula por las suyas es más bien horchata. El «aceptamos cualquier cosa» ante el hecho de que el árbitro del primer debate pertenezca al Colegio Socialista parece corroborarlo. Sin embargo, en la redacción de EL MUNDO aún recordamos aquel estupendo discurso suyo en la entrega de nuestros primeros Premios Internacionales de Periodismo, cuando siendo vicepresidente del Gobierno comenzó diciendo: «Los políticos también tenemos corazón». Demuéstrelo. Diga lo que siente, tal y como hizo el día de Tengo una pregunta para usted. No haga como Michael Dukakis cuando en el segundo debate de 1988 el moderador le preguntó cómo reaccionaría si violaran y asesinaran a su esposa y contestó con un frío resumen de su programa electoral en materia de derecho penal. Hasta Bush padre pareció esa noche mucho más humano.

4. No exagere su cercanía ni aparezca como un hombre todo corazón. Los votantes desean depositar su confianza en alguien que les inspire respeto y el respeto, como bien explicaba De Gaulle, es fruto de una cierta distancia. Sobre todo cuando vienen tiempos difíciles, los que dudan por qué bando inclinarse terminarán haciéndolo por aquel contrincante que infunda una mayor sensación de autoridad y proyecte una visión de los problemas nacionales más sólida y completa. Por lo tanto, ante todo, no trivialice. Que no le pase lo que le ocurrió a Carter cuando, siendo ya presidente, en uno de sus debates de 1980 con Reagan, se le ocurrió recurrir a su hija de 13 años para enfatizar los riesgos de la carrera de armas nucleares: «El otro día tuve una discusión con Amy, le pregunté cuál creía que era el problema más importante de nuestro país y ella me contestó que el control de las armas nucleares». Entre el auditorio del teatro de Cleveland en el que se celebraba el acto cundieron las risitas y los carraspeos y otro tanto ocurrió en muchos hogares norteamericanos. Al día siguiente el propio Carter reconocía, con la derrota pintada en el semblante, «tener la sensación» de que su rival había causado «mejor impresión» que él a la audiencia. Reagan, por su parte, comentaba con toda su sorna que, cuando sus hijos Patty y Ron eran pequeños, «también solíamos hablar en casa sobre los problemas de las armas nucleares».

5. No se pase de agresivo. Acuérdese del pésimo efecto que tuvo para Ségolène Royal su exagerada reacción a un comentario de Sarkozy sobre la integración de los niños discapacitados en las escuelas. Las acusaciones de «inmoralidad» y la teatralización de su enfado -«Je suis en colère»- se volvieron contra ella y el hoy presidente pudo darle la puntilla pidiéndole que se calmara. Robert Dole fue aún más lejos en el primer debate entre aspirantes a la vicepresidencia, celebrado en 1976, cuando -refiriéndose a la II Guerra Mundial y a Vietnam- le puso sobre la mesa a Walter Mondale «el millón y medio de norteamericanos muertos en las guerras de los demócratas». Al día siguiente la prensa le llamó casi unánimemente de todo menos bonito. Mucho cuidado con las referencias truculentas porque a usted ya le salió mal aquello de la «traición a los muertos» en el debate del Estado de la Nación del 2005 y Pizarro bordeó el jueves el abismo cuando propuso «dejar de pagar a los terroristas» como forma de recortar el gasto público.

6. No se pase de mansurrón. «Si usted dice que yo soy el hombre del pasado, yo le digo que usted es el hombre del pasivo». La falta de respuesta de Giscard a este misil envenenado con el que Mitterrand apuntaba a sus relaciones peligrosas con los poderes económicos y al escándalo de los diamantes regalados por Bokassa marcó la suerte de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas de 1981. La insuficiente réplica de Aznar a la acusación de González de pretender reducir en 8.000 pesetas las pensiones de cada jubilado contribuyó decisivamente a que se frustraran sus posibilidades de victoria en 1993. No se le ocurra desde luego a usted piropear a Zapatero. En un formato tan acotado como el de los debates no cabe peor muestra de debilidad que el elogio al contrario, excepto que sea un regalo impregnado de ponzoña. ¿Si Solbes ha sido «un gran ministro de Hacienda», si merece ser felicitado una y otra vez por la eliminación del déficit público y si siente por él un «antiguo respeto», cómo diablos pretende Pizarro convencernos de que su continuidad en el cargo supone un «gran riesgo» para la economía española?

7. Diríjase al público ignorando al contrario. Enlazando con la elocuente anécdota de nuestro añorado amigo que usted evoca con frecuencia desde hace unos días, a lo que va mañana a la tele es sobre todo a hablar de su libro. Los «males de la patria» son ya de sobra conocidos por los ciudadanos. También sus causas y su causante. Lo que esperan los indecisos es que usted les convenza de que tiene soluciones, de que es capaz de aplicarlas y de que luego todo volverá a ser de color de rosa. Cruce la cuarta pared de la pantalla y hábleles directamente a los ciudadanos. Le recomiendo que se inspire en dos espectaculares finales de Reagan en sus debates de 1980. Su cómoda victoria sobre el congresista John Anderson -una especie de Barack Obama del Partido Republicano que terminó compitiendo como independiente con el apoyo de los universitarios- se cimentó en su emotiva descripción de los Estados Unidos como «una nación que para toda la humanidad representa una ciudad deslumbrante en la colina». Y su triunfo por KO sobre Carter quedó consumado cuando acabó preguntándole a cada norteamericano «¿Está usted mejor de lo que lo estaba hace cuatro años?».

8. No se dirija al público ignorando al contrario. En el debate que zanjó el resultado de las elecciones israelíes de 1996 Simon Peres cometió el error garrafal de desdeñar a Benjamin Netanyahu hasta el extremo de no interpelarle, mencionar su nombre o tan siquiera referirse a él ni una sola vez en toda la noche. Como si no estuviera allí sentado, como si fuera transparente. El era un padre de la patria, artífice de los acuerdos de Camp David y el heredero designado por Isaac Rabin antes de su martirio. Sólo tenía por lo tanto que rendir cuentas al pueblo. Por el contrario Netanyahu, fiel a su condición de aspirante y a su acreditada fama de gallo de pelea, se dirigió directamente a él nada menos que en 34 ocasiones, golpeándole una y otra vez el hígado de la inseguridad y el terrorismo. Hasta tal extremo el nuevo líder del Likud aplicó su receta a rajatabla, que cuando el moderador le preguntó por su reciente escándalo extramatrimonial, él respondió: «Reconozco que eso fue una equivocación, pero hablando de equivocaciones, qué mayor equivocación que la del señor Peres cuando…». Netanyahu demostró que era el que de verdad quería ganar… y ganó.

9. No se muestre demasiado ansioso de que se reconozcan sus méritos. Cuidado con esos yo, mi, me, conmigo de los últimos días. Oiga, que a la televisión no se viene a fardar ni a sacar pecho porque el que lo haga corre el riesgo de encontrarse con un planchazo del calibre del que recibió el senador Dan Quayle en el debate entre aspirantes a la vicepresidencia de 1988, cuando no se le ocurrió otra cosa que alardear de que su trayectoria era todavía mejor que la del mismísimo John Kennedy a su edad. Su contrincante, el viejo zorro tejano Lloyd Bentsen, le estaba esperando. De hecho, al observar las poses de guaperas y los alardes de líder carismático del running mate de Bush padre, uno de sus asesores le había comentado: «Oye, que este tío se cree Kennedy». Para la mayoría de los norteamericanos aquello era como comparar a Marilyn Monroe con la última pelandusca. Y el efecto boomerang fue terrible. «Senador, yo tuve el orgullo de servir con Jack Kennedy», le dijo pausadamente Bentsen. «Yo conocí a Jack Kennedy. Jack Kennedy fue amigo mío. Senador… usted no es Jack Kennedy». Los camilleros aún andan recogiendo los restos del pobre Quayle.

10. No se muestre desdeñoso ante la posibilidad de que se reconozcan sus méritos. Tenga en cuenta que para muchos ciudadanos preocupados, escandalizados y ofendidos por muchas de las cosas que han sucedido durante los últimos cuatro años usted es la última Coca Cola del desierto. No tenga el arrogante pudor de Coriolano y muestre al público sus condecoraciones y heridas. Usted es el español vivo con más completa y variada experiencia en la administración pública y ha tomado parte en todas las grandes batallas de la Transición y la democracia. No se presente como un mero superviviente sino como un gran general. Demuestre que no tiene razón Bono cuando pronostica que usted «se asfixiará en su propia ironía». No se le ocurra mirar el reloj con impaciencia en ningún momento, como hizo Bush padre en uno de sus debates con Clinton. Si Zapatero se queda después del debate a departir con los periodistas -esto lo hacía siempre el ex gobernador de Arkansas-, quédese usted también y muéstrese más satisfecho que él.

Postdata. Como todos sabemos que, aunque vayan formalmente dirigidos a usted, quien va a leer con más fruición estos consejos es, por usar su propia expresión, «el señor Rodríguez Zapatero», yo lo que en definitiva le recomiendo es que haga lo mismo que Giscard en el debate de 1974 -esa vez le ganó él a Mitterrand- y acuda al plató provisto de una buena hoja de ruta en la que, en unos cuantos folios o incluso en un puñado de cuartillas, queden resumidas tanto estas sugerencias como otras parecidas que vaya recibiendo durante estos días de Acebes, Arriola, Astarloa, Costa, Cañete, Elorriaga, García Escudero, Pastor, Zaplana o del mariachi mejicano ése. Es clave que a lo largo del debate, durante las intervenciones de su contrincante, vaya cotejando esas cuartillas, punteándolas con un bolígrafo y poniendo caras de repulsa, indignación o asombro. Seguro que en algún momento las cámaras enfocan su rostro mientras habla su adversario. Usted sabe lo importante que en el fútbol es jugar sin balón. Y cuando le toque hablar vuelva a apoyarse en las cuartillas. Enarbólelas. Demuestre que detrás de usted hay todo un equipo de asesores, especialistas y politólogos. Que sus posiciones son fruto de muchas horas de reflexión y estudio. Y que por eso usted lo tiene todo muy claro y el otro no. Pero procure, naturalmente, que ningún ayudante de producción tenga la oportunidad de descubrir durante el descanso, como le ocurrió a Giscard, que esas cuartillas están, por supuesto, completamente en blanco. Buenas noches y buena suerte.

pedroj.ramirez@el-mundo.es

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Euforia del PSOE en espera del gran debate, de Casimiro García-Abadillo en El Mundo

Posted in Política by reggio on 24 febrero, 2008

ELECCIONES 9M: XV ASALTOS

Euforia en el PSOE. El presidente del Gobierno respira tranquilo a sólo unas horas de su primer debate con Mariano Rajoy. Zapatero estaba muy preocupado con la economía, materia a la que apenas ha prestado atención durante toda la legislatura. Ya saben: «¿La economía? La lleva Solbes». Pero la economía, de repente para él, comenzó a ser una fuente inagotable de malas noticias: paro, inflación, subida de tipos, caída de la confianza, etcétera.

Zapatero temía el resultado del debate de su vicepresidente con Pizarro. Pero, mira por dónde, ganó Solbes. Y ahora, el presidente, optimista por naturaleza, va sobrado. Para muestra, su mitin de ayer en Valencia: «Las mentiras del PP sobre la economía le han durado lo que el debate de Solbes con Pizarro: hora y media».

Grave error. El debate no va a cambiar lo sustancial. La economía seguirá siendo una fuente de problemas para el PSOE porque sigue siendo la principal preocupación de los ciudadanos, junto con el terrorismo (ayer, ETA intentó asesinar con una bomba trampa cerca de Bilbao).

En fin, que en Ferraz ha vuelto la sonrisa. Ahora, la corriente mayoritaria de opinión en el cuartel general socialista es que, si Zapatero derrota a Rajoy el lunes, las elecciones se ganan de calle. «¡Y hasta podemos alcanzar la mayoría absoluta si no se cometen errores!», dicen los más afectados por el efecto del revolcón a Pizarro.

A Rajoy ayer no se le notó deprimido por el traspié del jueves. Es más, dio una lección mitinera en Málaga. Se quitó la corbata, gritó, susurró, imitó a Zapatero… En fin, que parece que le ha cogido el gusto a la arenga. Cuanto menos se parezca a un registrador de la propiedad, mejor para él. Hace bien el líder del PP en cuidar Andalucía. Allí se juega gran parte de sus opciones a la Presidencia del Gobierno.

En Andalucía gobiernan los socialistas desde que murió Franco. Y según la encuesta que publica hoy nuestro diario, Chaves volverá a ganar por mayoría absoluta, con el 46,8% de los votos. ¡Y eso que casi el 70% de los encuestados es partidario de limitar los mandatos en la Presidencia de la Junta! El presidente del PSOE lleva ya 18 años gobernando y le esperan otros cuatro, por lo menos. El PP, comandado por Arenas, puede subir 10 escaños sobre los obtenidos en 2004, con el 38,4% de los votos.

Si los populares suben en paralelo en las generales, arrancando cuatro escaños más, darían un gran paso hacia la victoria.

Pero ahora, todo depende del lunes. Toda la presión es para Rajoy. Nunca un partido se ha jugado tanto en un solo asalto.

casimiro.g.abadillo@elmundo.es

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La magia de Obama, de Walter Laqueur en La Vanguardia

Posted in Internacional, Política by reggio on 24 febrero, 2008

En este mundo no hay certezas, y menos aún en la política interna estadounidense. Sin embargo, Barack Obama parece contar con buenas posibilidades de ser el próximo presidente de Estados Unidos. Su ascenso espectacular, la admiración por su persona y el entusiasmo que despierta conforman una de las crónicas más fascinantes de la política estadounidense de los últimos tiempos. Obama, excelente orador cuando ya quedan muy pocos, posee en su haber un historial de hombre de izquierdas, lo que convendrán conmigo que en el contexto estadounidense tampoco aclara mucho las cosas; sin embargo, entre los muy ricos cuenta, proporcionalmente, con un apoyo mucho más intenso que el que recibe entre la clase trabajadora y, de hecho, ha reunido fondos muy superiores a los de todos sus rivales.

Los medios de comunicación y los estudiantes universitarios son tradicionalmente las voces más críticas en las sociedades democráticas, pero no así en Estados Unidos, donde escuchan a Obama con veneración y fervor y le ven como al salvador que los sacará del agujero. En una época en que la política estadounidense ha adquirido tintes estridentes y muy agresivos, Obama adopta mayor prestancia de caballero que sus competidores: sin palabras ásperas, sin denuncias, sin ataques personales. No divide, une.

Barack Obama, sin gran experiencia, posee ciertamente una gran comprensión intuitiva de las cosas: sabe lo que quiere la gente y lo que esta quiere oír sobre la esperanza y el cambio; encarna la fuerza de la mentalidad positiva.

No obstante, ello no explica la magia de Obama y su éxito. Algunos de sus críticos han comparado el culto a Obama con el tributado a Diana Spencer, princesa de Gales, e incluso al presidente Kennedy. De todos modos, la princesa de Gales no era una figura especialmente carismática, más bien lo fue en la imaginación de las masas. Kennedy fue una figura carismática. Como Obama, simbolizó la juventud, la energía y el cambio; su trágica muerte lo convirtió en un mártir. Pero Kennedy no fue un gran éxito en política; cometió errores en política exterior y el gran logro en materia de derechos civiles tuvo lugar bajo su sucesor, el presidente Johnson, que fue cualquier cosa menos una figura carismática: político de la vieja escuela, escasamente de fiar, brutal y manipulador.

Estados Unidos afronta serios problemas económicos y de política exterior. ¿Cuenta Obama con buenos asesores? No, por desgracia; expertos imparciales le dirían que urgen dolorosas reformas para que la economía siga funcionando y baje el déficit presupuestario. Pero mencionarlas (como, por ejemplo, la necesidad de una edad de jubilación más avanzada) no sería popular. Puede ser menester, como propone, subir los impuestos a los muy ricos, pero ello no bastará para solucionar el grueso del problema. Tal vez convenga proteger a la industria estadounidense más que ahora, pero el proteccionismo que sugiere Obama no beneficiará al país a largo plazo ni le proporcionará popularidad en el extranjero.

Los consejos que recibe Obama en materia de política exterior son aún más preocupantes. Su principal asesor en el tema, un profesor de Harvard, apunta que las Naciones Unidas solucionarán, en definitiva, los problemas de la política exterior estadounidense. Otros juzgan que si al menos se solucionara el conflicto palestinoisraelí, todas las crisis de Oriente Medio hallarían, de un modo u otro, su vía de solución. Debería hallarse una solución al conflicto palestino basada en la existencia de dos estados; Estados Unidos debería esforzarse más que en el pasado para alcanzarla. Pero la idea de que ello ejercería un efecto decisivo sobre las crisis y peligros que se ciernen sobre la región, sobre la situación iraní y pakistaní, sobre la proliferación de armas nucleares, sobre la yihad y el terrorismo da muestra de una tal ignorancia abismal sobre el estado del mundo que basta para provocar la estupefacción. Seamos sinceros: no cabe envidiar al próximo presidente de Estados Unidos, sea quien sea. Las tareas con que se topará serán de enorme magnitud. Y no hay seguridad alguna de que se alce con el triunfo.

¿Qué pasaría si Obama es elegido? Todo nuevo presidente cuenta con un periodo de gracia, de tres o cuatro meses, pero a continuación podría sobrevenir un amargo despertar, sobre todo a la vista de las expectativas inspiradas por el culto a Obama: cuanto mayor la esperanza, mayor la decepción. No hemos de temer nada salvo al propio temor, dijo Roosevelt, idea que ha reiterado Obama. Sin embargo, Roosevelt y el new deal no solucionaron la crisis económica de los años treinta. Sólo lo hizo la Segunda Guerra Mundial.

La seducción y el carisma no solucionarán los problemas económicos y la magia de Obama no funcionará en Moscú y Pekín, por no hablar de Teherán y Damasco. ¿Qué habrá que hacer, pues? El daño ya se habrá hecho, un daño tal vez irreparable, susceptible de conducir a una crisis auténtica y profunda. Todo dependerá de la buena disposición y capacidad del presidente a la hora de entender por qué se han torcido las cosas y modificar el rumbo en consecuencia.

Repito: en este mundo no existen certezas y tal vez he expresado exagerados temores. Sea como fuere, sigue dando la sensación de que numerosos estadounidenses están dispuestos a correr riesgos mucho mayores en su vida política que en sus asuntos personales.

WALTER LAQUEUR, director del Instituto de Estudios Estratégicos de Washington Traducción: José María Puig de la Bellacasa.

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Las banderas del Kosovo libre, de Carlos Nadal en La Vanguardia

Posted in Internacional, Política by reggio on 24 febrero, 2008

WEEK-END POLÍTICO MUNDIAL

Las muchedumbres que celebraban la declaración de independencia en Kosovo enarbolaban banderas. Las había -muchas- albanesas; algunas -bastantes menos- de la Unión Europea y en abundante y vistoso número, norteamericanas. No cabe duda: por gratitud. Y tanto o más por aquello de que no hay como tener padrinos poderosos si quieres algo. En este caso, la independencia. Los kosovares se disponen a dotarse de una enseña nacional propia. Pero a falta de tenerla, lo que les ha salido del corazón a quienes celebraban la secesión de Serbia es sacar a la calle con entusiasmo las del más poderoso Estado del mundo, que se encuentra muy lejos pero tiene largos brazos; la de una deseada UE; después, claro, la del águila negra sobre fondo rojo de la vecina y hermana Albania.

Todo tiene su porqué. Sin los bombardeos norteamericanos que convencieron a Milosevic de que tenía perdida la partida no se habría llegado a los fastos independentistas kosovares de estos días. Sin la voluntad de los grandes de la UE, tampoco. Y Albania acogió generosamente a casi un millón de kosovares cuando las tropas serbias se entregaron al delirio de perseguirlos sin piedad. De ahí el agradecimiento.

Hay, claro, otra cara de la moneda. Estados Unidos no quiere una Serbia de poco fiar por sus tendencias prorrusas. Contribuyó con algunos socios de la OTAN a rematar la escisión de Eslovenia, Croacia y Bosnia, a las que siguieron Macedonia y Montenegro. Se creaba así un conjunto de minúsculos estados que lo esperan todo del oeste. Kosovo es bien poca cosa. Pero allí está la KFOR. Con una base militar estadounidense. Miremos a Rumanía, Polonia, la República Checa, que tanto irritan al presidente ruso, Vladimir Putin, porque tienen ya o se disponen a albergar instalaciones militares norteamericanas.

Pero quedan muchos cabos por atar. Se ha sentado un principio más que discutible: que EE. UU. y la UE pueden decidir la secesión de un territorio mientras la ONU se retira de la escena, previo un lavado de manos. El hecho es a todas luces ilegal y unilateral. Lo cual se justifica con antecedentes que, a su vez, se adentran en terreno movedizo. Uno es el precedente plenamente justificado de la guerra por razones humanitarias con que EE. UU. y algunos de sus aliados terminaron con el genocidio serbio en Kosovo. Otro, que esto impuso forzosa y adecuadamente una misión de tutela occidental sobre territorio kosovar bajo los auspicios de la ONU. En fin, la consideración de que la declaración de independencia era «inevitable».

¿Se ha hecho lo apropiado? En poco tiempo han coincidido elecciones presidenciales en Serbia y en Kosovo. Las primeras las ganó Tadic, disidente de los tiempos de Milosevic, nacionalista moderado y europeísta, presionado ahora por los radicales del primer ministro Kostunica y el que fue su contrincante ultranacionalista para la presidencia, Nikolic. En las presidenciales kosovares venció Hashim Thaci, que obtuvo fama en los años noventa como dirigente de la organización terrorista UCK, responsable de atentados criminales contra bienes y personas no sólo serbios y serbokosovares, sino de colaboracionistas albanokosovares. Ibrahim Rugova, apreciado líder albanokosovar que negoció una república de Kosovo en el marco de la federación yugoslava fue colocado entre el terrorismo de la UCK de Thaci por un lado y por otro la bárbara y genocida represión del ultranacionalismo serbio bajo la presidencia del psicópata y megalómano Milosevic.

¿Lo hecho es ponderado, estabilizador? Queda un Kosovo más que difícilmente viable sin la tutela internacional, probablemente por mucho tiempo. Una filigrana sólo superada en su imaginativa ingeniería institucional por el engendro de la Bosnia una y trina, donde un eclipsado gobierno central convive apenas con las tres repúblicas federadas de bosnios croatas, musulmanes y serbios. Kosovo es un nuevo parche de urgencia en los pedazos de la antigua Yugoslavia, que repiten, cada uno, la convivencia de las etnias que fue imposible en aquella. ¿Y si un día, ateniéndose al precedente de Kosovo, los albaneses quieren sólo ser albaneses, los croatas unirse a Croacia, los serbios a Serbia y los macedonios a Grecia?

Con estas preguntas levantan la cabeza varios y muy antiguos fantasmas. Se insiste en estos días en el miedo de que el precedente de Kosovo ocasione un efecto dominó a lo largo y ancho de toda Europa. Nada raro, porque nuestro continente ha sido siempre campo abierto de turbadora y constante geometría variable histórica, territorial, demográfica, étnica y religiosa. Que en los Balcanes ha tenido siempre espejos cóncavos y convexos donde mirarse.

Tratándose de los Balcanes, y concretamente de lo que fue Yugoslavia, la historia de las discordias violentas está viva en cada uno de los metros cuadrados de su tierra y su gente. Casi toda Europa ha estado metida repetidamente en ello. Como si viera en los Balcanes una réplica en miniatura de su constante hacerse y deshacerse. Y actualmente, cuando más avanza en su Unión, más existe el temor de que interiormente se convierta en un mosaico de múltiples y pequeños o grandes y preponderantes repliegues identitarios.

Macroestados, microestados, naciones sin Estado, estados plurinacionales.

Mayorías, minorías ¿En nombre de qué unirse o separarse teniendo – aun sin decirlo- el espejismo del Estado nación soberano como un valor absoluto con sus mismas compensaciones y también sus muchos vicios de formato y proyecto?

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El secreto mejor guardado, de Soledad Gallego-Díaz en Domingo de El País

Posted in Política by reggio on 24 febrero, 2008

Muchos expertos en comunicación política y técnicas electorales creen que lo único realmente útil en el campo de los sondeos son los trackings, las pequeñas encuestas que se hacen día a día durante la duración de la campaña, que se consideran como el mejor método para identificar la tendencia, subida o bajada, del respectivo candidato. Los trackings de 2004, reconocen incluso en el Partido Popular, marcaron la tendencia a la baja del PP antes incluso de que ocurriera el 11-M. Quizá fue precisamente este hecho el que provocó la descabellada reacción del aparato popular y el intento de ocultar el auténtico origen del atentado islamista.

En principio, es el análisis de esos pequeños sondeos lo que marca el desarrollo de las campañas, la insistencia o el abandono de determinados temas o puntos de discusión concretos, o el que obliga a realizar, incluso, importantes correcciones de rumbo a mitad del camino. En Estados Unidos, donde los candidatos manejan enormes cantidades de dinero, los trackings diarios son de unas 1.200 encuestas, como mínimo; pero en España ningún partido encarga más de 300 ó 400 al día, lo que baja el nivel de fiabilidad, incluso cuando se analizan juntas cada tres días. En cualquier caso, los datos de estos trackings serán durante los próximos días el secreto mejor guardado, los verdaderos lingotes de oro, de cada comité electoral y de cada candidato.

Salvo los debates televisados, cara a cara, que son una apreciada novedad, en la campaña recién inaugurada todo suena a bastante oído y conocido. José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy son bien identificados y reconocidos por el electorado español (los dos líderes han tenido cuatro años para enfrentarse una y otra vez en el Parlamento). Prácticamente todos esos debates fueron ganados por el presidente del Gobierno, pero eso no quiere decir que ahora los tenga también ganados. Sobre todo porque la mayoría de las veces la victoria parlamentaria de Rodríguez Zapatero se asentó en la presentación de unos datos económicos espectaculares, optimistas e irrebatibles. Ahora, el presidente tiene que hacer frente a la percepción ciudadana, justificada o no, de que se avecina una crisis en el crecimiento, algo que el PP ha convertido rápidamente en uno de sus principales argumentos de campaña.

Las campañas son los momentos intensos en los que todo el mundo se acuerda de los especialistas en comunicación política y en técnicas electorales, pero la verdad es que su influencia comienza, cada vez más, justo cuatro años antes, cuando arranca una legislatura. Es entonces cuando los primeros ministros y presidentes de gobierno, y cuando los jefes de la oposición (en los países donde existe esa figura), se plantean, o al menos deberían plantearse, cómo mantener la comunicación con los ciudadanos, cómo asentar su liderazgo al frente de la institución publica que dirigen o protagonizan, y cómo desarrollar las estrategias de comunicación entre las políticas que desarrollan o preconizan y la imagen que se tiene de ellas.

El último libro de la profesora María José Canel, una de las más conocidas expertas españolas en comunicación política, trata precisamente de estos temas (Comunicación de las instituciones públicas. Editorial Tecnos) y de la necesidad de no dejar ese trabajo para el último minuto. Cuenta que en los diccionarios de lengua inglesa hay 18.000 términos que hacen referencia a los rasgos personales aplicables a un líder. «Pero todos los expertos», asegura Canel, «coinciden en afirmar que el público juzga fundamentalmente respecto a dos rasgos: competencia profesional y la personalidad o carácter». En lo que se refiere a la competencia profesional, explica, se hace referencia al conocimiento, las capacidades de gestión, la sabiduría, la eficiencia, el criterio y la firmeza en la toma de decisiones. En cuanto al carácter, puede venir medido en los términos de honestidad, fiabilidad, simpatía, capacidad para compartir valores, capacidad para cumplir lo prometido, comprensión y cercanía.

Toda esta larga lista no debiera depender de un solo acontecimiento, como dos únicos debates televisivos, sino haberse construido paciente y profesionalmente a lo largo de los años. Sea como sea, la experiencia demuestra que un debate sí puede destruir uno de los aspectos de la lista y provocar un daño que ya no hay tiempo para reparar. En esos casos es probable que ya no sirva tampoco de mucho la idea de otros expertos de que el liderazgo no es sólo consecuencia de los rasgos individuales del líder, sino que depende también del comportamiento de otras personas y de elementos contextuales.

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Contratos, de Joan Subirats en El País de Cataluña

Posted in Política by reggio on 24 febrero, 2008

Es curiosa la reciente incorporación de la dinámica contractual en las campañas electorales. En las pasadas elecciones al Parlament de Catalunya, Artur Mas protagonizó ya el affaire del notario, por el que pretendía escenificar en forma de contrato sus compromisos con la ciudadanía, incluyendo el rechazo a pactar con el PP tras las elecciones. Hace unos días, Mariano Rajoy proponía un contrato a los inmigrantes por el que se comprometieran a respetar «usos y costumbres españolas», que en general ya figuran en las leyes vigentes de obligado cumplimiento. El dirigente de Convergència Democràtica ha vuelto a las andadas. En el Día del Militante (sic), Mas afirmó: «Si CiU, y se lo digo a los socialistas catalanes, tiene la sartén por el mango el 9 de marzo, obligará a los socialistas catalanes y españoles a firmar un contrato público con luces y taquígrafos delante de todo el país que dirá que a partir de este momento en Cataluña se respeta la lista más votada».

No acabo de entender la propuesta, y si la entiendo mi confusión aumenta. Un contrato es un acuerdo de voluntades que genera derechos y obligaciones para las partes. Es evidente que no se firma un contrato para expresar deseos o para ejercitar la retórica. La función del contrato es producir efectos jurídicos. Parece también claro que el contrato no puede proponer que se realicen actos que van en contra del ordenamiento jurídico. Mas sigue agitando el fantasma del robo que se habría producido tras las elecciones autonómicas, según el cual, a pesar de haber obtenido más votos populares que los demás candidatos, ello no le condujo automáticamente a la presidencia de la Generalitat. Podemos comprender su frustración, pero la culpa la tiene el ordenamiento jurídico del sistema político que, como seguramente todos sabemos, establece un sistema parlamentario de gobierno por el cual la Presidencia de la Generalitat se decide en sede parlamentaria y no por atribución directa del electorado. ¿Puede Zapatero, en el caso de salir reelegido en sede parlamentaria, firmar un contrato con Mas por el cual se modifique la norma estatutaria? ¿Tendría ello validez? Propongo firmar un contrato por el que nos obliguemos todos a no proponer contratos en vano.

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Hipótesis Rajoy, de Benigno Pendás en ABC

Posted in Política by reggio on 24 febrero, 2008

LA TERCERA DE ABC

Si gana Zapatero… remito al lector a mi Tercera reciente. En síntesis: más de lo mismo, con el peligroso refuerzo que otorga un «plus» de legitimidad. Hoy toca hablar de Rajoy. La niebla envuelve la bola de cristal. Los augures más avezados arrojan la toalla. Escribe T. S. Eliot: «¿no sabes nada?, ¿no ves nada?, ¿no recuerdas nada?». Vayamos por partes. Noche larga del 9-M. Euforia popular en Génova. El milagro era posible. Agonía hasta el recuento final y «sorpasso» en el último minuto. Aquella encuesta del CIS, y después los debates en televisión, las maniobras fallidas del PSOE… Hemos ganado por un puñado de votos y por unos cuantos escaños. Prudencia en la séptima planta: una mayoría «que puede ser suficiente», dijo Aznar en 1996. ¿Y ahora qué?

Proceso de investidura más largo que nunca. Unos pocos canarios, acaso algún «ciudadano» y a ver quién convence a CiU. Otra vez vista al pasado. A pesar de la OPA y del apagón eléctrico, la memoria no falla. ¿Quién fue el anfitrión de Aznar y Pujol en aquellas horas inciertas? Cosas de la vida: Pizarro es el único que no está jubilado. Un gran fichaje, por muchos motivos. Otros protagonistas: Rato y Cascos ya no están, pero tampoco andan lejos… Disminuido, sin duda, pero ahí sigue Durán, un democristiano incombustible. Las puertas están abiertas. El problema se llama Artur Mas, político de diseño sin experiencia de poder: esta vez no fue al notario, pero el voto sale caro. ¿Imposible? En política no existe tal cosa. ¿Retirar el recurso contra el Estatuto? Mejor dejamos al TC que termine el trabajo ya iniciado. ¿Y si al bloque progresista le inunda ahora el fervor patriótico? Hablemos de dinero, siempre que sea mucho. Fin del «expolio» fiscal de Cataluña, dirán en Barcelona, mientras el PSC se desespera. Resignación en Madrid: el que algo quiere, algo le cuesta. Al final llegan los apoyos imprescindibles, mientras el PSOE sigue mirando a la luna. Zapatero y los suyos están ocupados tapando grietas y afilando agravios. En mayo, Mariano Rajoy ejerce como presidente del Gobierno, cuatro años más tarde de lo previsto.

El Consejo de Ministros ofrece una impresión confusa. Algunos no estaban en la quiniela y aparecen en la foto. ¿Quién dijo que Mariano no tenía equipo propio? Escuchemos al sutil Roger Martin du Gard: «El secreto está en elegir bien qué asuntos deben olvidarse». De pronto, algunos descubren que existen embajadas brillantes y altos cargos institucionales. Muchos líderes del PP, incluido el presidente, pertenecen a los cuerpos jurídicos del Estado. Todos recuerdan, supongo, cómo empieza el tema de la prescripción en el Castán: «El tiempo, que todo lo muda…». Léase: 2008 no es 2004 más la prorroga. Por cierto, empieza un tiempo de silencio para sucesores, aspirantes y pretendientes varios. En todo caso, a la gente le importan los contenidos mucho más que los nombres. ¿Qué podrá hacer Rajoy? En política antiterrorista depende… del PSOE. Es muy sencillo: si renace el Pacto moribundo, prueba improbable de sensatez, empezará un tiempo nuevo. Como no sucederá tal cosa, habrá que confiar en la eficacia policial y poner la vista en un horizonte lejano. El mapa vasco no puede cambiar de un día para otro. Firmeza y buen sentido suelen producir resultados favorables. Hay que tener prevista la hoja de ruta ante el 25 de octubre. Solos ante el peligro. Referéndum ilegal e ilegítimo exige reacción concluyente, y no vale confiar en el sentido de Estado de un socialismo en plena crisis interna. Eso sí, los españoles tienen muy claro quién debe gobernar para hacer frente a un desafío de consecuencias imprevisibles. Por fortuna, Ibarretxe titubea ante su propia desmesura y cualquier salida le sirve para dar un paso atrás.

Al margen del País Vasco, la política territorial parte de ese handicap derivado del pacto a medias con CiU. Ni soñar con reformas de la Constitución, blindajes del Estado o refuerzos de nuestro lánguido seudofederalismo cooperativo. Pero el PP ha trabajado mucho y bien en esta legislatura sobre organización territorial del Estado. Hay ideas muy aprovechables y cualquier resquicio puede ser oportuno para llevarlas a la práctica. Economía, cuestión prioritaria. Al fin y al cabo, según esta hipótesis, Zapatero pierde porque no se atrevió a disolver las Cortes después del verano. El discurso económico, pura teoría racional, ocupa siempre el centro político; las pasiones irracionales, núcleo duro sentimental, juegan por definición en los extremos. Rajoy sabe mejor que nadie que ganó gracias al bolsillo de los ciudadanos y no al griterío sobre las esencias.

En este punto, el efecto Pizarro pudo ser determinante. Reformas estructurales y ajustes fiscales ayudarán a capear un temporal que viene de lejos. Por descontado, no será posible cumplir todas las promesas de un día para otro. No obstante, pese a los malos augurios, habrá cuentas claras y despensa casi llena. La gente confía en el «know-how» del centro derecha para afrontar las turbulencias y el PP no debe fallar por este flanco. Ciertos compromisos tienen que llegar cuanto antes al Boletín oficial: por ejemplo, fuera el «canon digital», sin olvidar la protección que merece la propiedad intelectual. Ya de paso, he aquí un reto que los populares eluden siempre que pueden: ganar la batalla de las ideas, recuperar la universidad, practicar una política cultural inteligente. Esto es, invertir a medio plazo en capital ideológico conservador y liberal. A lo mejor, esta vez…

Política social. Paz con la Iglesia, claro, pero sin provocar tensiones sociales estériles. Esas leyes -el lector ya sabe cuáles- están ahí. Deben cumplirse con absoluto rigor. Sin embargo, un triunfo electoral no habilita para desconocer la evidencia: la sociedad española ha saltado sin red desde la era «premoderna» a la «posmoderna», y por ahora no piensa cambiar. Rajoy tiene olfato para estas cosas, y no es probable que se equivoque. Además, el TC tal vez recupere la brújula perdida y entonces… Contrato de inmigración. Idea atractiva, práctica difícil. Lo mejor: el tabú ya no vence al tótem, como diría S. Freud. Rompe así la imagen de España como destino asequible. Primer paso para dibujar una política coherente. Un gran avance, si se consigue. ¿Qué más cabe esperar de un Gobierno sensato? Política exterior, otro buen ejemplo. Amigos naturales: Merkel y Sarkozy, aunque con el vecino hiperactivo pueden chocar los intereses legítimos de ambas partes. Gane quien gane en Estados Unidos, habrá relación cordial y poco más. Por suerte o por desgracia, también allí los neocons ceden su lugar a los realistas pragmáticos. En ese terreno estaremos cómodos. ¿Sorpresas al frente del Ministerio? Algunos analistas apuestan por ello. Puede haber emociones fuertes en Justicia. La crisis del modelo actual exige ya de una vez soluciones creativas. O sea, menos política con las togas y más eficacia jurisdiccional: justicia tardía no es justicia, para empezar a buscar remedios.

Si se cumple la hipótesis, Rajoy habrá ganado sin hipotecas. Una oportunidad histórica para poner unas cuantas cosas en su sitio. Esperar y ver, porque otra vez se nubla la bola de cristal. Ya sé que los politólogos somos malos profetas, pero lo mismo sucede con los demás gremios. Es mejor acudir al arte razonable de la conjetura. No es tan difícil con Rajoy. Es un personaje previsible. No pretende descubrir la pólvora. Practica la política del sentido común.

Benigno Pendás. Profesor de Historia de las Ideas Políticas.

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Cruzado de la causa y consejero de la cosa (Sobre el consejero Iglesias Riopedre y sus oráculos), de Luis Arias Argüelles-Meres en La Nueva España

Posted in Educación, Política by reggio on 24 febrero, 2008

Cruzado de la causa (parodiando el título de una novela valleinclanesca) en pro de la asignatura que tiene por nombre Educación de la Ciudadanía y principal mandatario de una Consejería con abultado número de asesores sobre cuyo argumentario para sus nombramientos no quiere usted pronunciarse. Entusiasta defensor de una materia que, sobre el papel, quiere forjar ciudadanos para la democracia y, al mismo tiempo, empecinado en guardar silencio acerca de su política de designaciones en el ámbito político del que es usted principal responsable.

No estamos hablando de un gabinete que le ayude en su tarea al frente de la enseñanza en el Gobierno de Asturias, sino de un amplísimo equipo de personas que fueron nombradas conforme a criterios que usted no tuvo a bien explicar desde que el diputado Valledor le interpeló al respecto en el Parlamento asturiano. En días muy recientes, se han publicado dos cartas al director en este periódico que, hasta el momento, tampoco han tenido respuesta.

Quiero ser ecuánime, pero también claro. No pongo en duda ni por un instante que entre esos 67 o 69 asesores (el número exacto lo desconozco), aunque es, vive el cielo, desproporcionado, hay personas cuya tarea es encomiable y cuya valía está contrastada a lo largo de su carrera profesional. Estamos hablando de compañeros de profesión (suyos y míos). Y no seré yo quien les dirija ataque alguno. El problema no está en ellos, sino en usted como principal dirigente de la Consejería de Educación.

Para empezar, aun en el supuesto de que fuesen necesarios tantos asesores, no podemos no preguntarnos por qué no se actuó de otra forma a la hora de decidir los nombramientos. Seamos claros, señor consejero, si sus sueldos son mayores que los que percibirían impartiendo clase y si, además, a la hora del concurso de traslados, el hecho de ser asesores les facilita mayor puntuación que la docencia propiamente dicha, es inevitable preguntarse, y sobre todo preguntarle a usted, por qué no se ha habilitado para ello un sistema al que pudieran concurrir todos los docentes a quienes les interesase desempeñar esa tarea, dadas las ventajas que ello acarrea. De muy distinta cosa estaríamos hablando si esas plazas de asesores riopedrianos salieran a concurso público entre docentes. Pero no se ha seguido esa política.

¿Qué razones hay para que usted no se tome la molestia de dar cuenta a la ciudadanía, por cuya formación democrática tanto se afana y se desvela, de su modo de proceder en los referidos nombramientos? Y también habría que saber por qué los sindicatos de enseñanza, que luchan por nuestros derechos profesionales (ji, ji), no han dicho ni palabra. ¿Quiere esto decir que «nuestros representantes» están a favor de la forma en que usted nombró a sus asesores? Si es así, ¿por qué no se toman la molestia de visitar los centros antes de la acostumbrada cita navideña con su consuetudinaria venta de lotería a contarnos lo que piensan al respecto?

¡En qué encrucijada se encuentra usted, don José Luis! ¡Defensor a ultranza de la formación de ciudadanos para la democracia, que no tiene a bien dar cuenta de sus decisiones más controvertidas en el Parlamento, ni tampoco en la prensa!

Si usted quiere fomentar una ciudadanía beligerante en pro de los derechos democráticos, no podrá pretender que los docentes, encargados, como ustedes dicen, de «educar en valores», sean gentes, parodiando a Ortega, «mansurronas y lanares», porque así difícilmente podrán forjar ciudadanos que hagan de la dignidad democrática bandera.

Una de las peores cosas que podrían ocurrirnos sería que cundiese la sospecha de que aquí hay una «gauche divine» en el sector de la tiza que está por encima de todo, incluso de ese principio de igualdad que, en términos leguleyos, hasta el derecho administrativo consagra. ¿Por qué no tenemos todos los docentes las mismas posibilidades de ser asesores riopedrianos, cuando hablamos del mismo trabajo y de idéntica titulación académica? ¿De qué estamos tratando: de oráculos o de chiringuitos?

Y, mire usted, a pesar de la indefensión en la que estamos, a pesar de nuestras condiciones de trabajo, manifiestamente mejorables, somos muchos los que nos pasamos la vida en las aulas y estamos orgullosos de ello.

Pensando en esto, en el tránsito por el pasillo del instituto, me sentí humillado y ofendido al tener la sospecha de vivir la paradoja que sigue. Se nos paga, entre otras cosas, por ser y parecer justos y ecuánimes a la hora de calificar al alumnado y, al mismo tiempo, nuestros «superiores» políticos no lo son con nosotros.

¿La «gauche divine», usted y otros desertores de la tiza, derivan en esto? Si no fuera tan triste, sería para reírse al quevediano modo, o, como diría el Ortega de 1930, para vomitar encima de lo que viene siendo su proceder como consejero.

Cruzado de la causa de forjar ciudadanía democrática y consejero que parece conducirse al nepótico modo. ¡Qué contradictoria su cruzada y qué agónicos los trabajos y los días de los que seguimos utilizando la tiza!

Luz y taquigrafos, de Víctor Fernández Salinas en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Cultura, Política by reggio on 24 febrero, 2008

No hay odio en el informe de Icomos y los argumentos científicos que desaconsejan las ´trillizas´.

Durante los últimos días se ha vertido una serie de descalificaciones sobre mí persona que se mezclan con las lanzadas contra el informe del Comité Nacional Español de Icomos sobre el proyecto de Santiago Calatrava. Al respecto, es importante subrayar que el informe de Icomos es, como todos los de esta organización, de autoría colegiada. Yo he participado en él y he adquirido más visibilidad al haber hecho la visita de reconocimiento, pero eso no me convierte en su único autor. Otros miembros del Comité han redactado, revisado, aportado y completado las impresiones que en él se expresan. Yo no voy a entrar en una dinámica de descalificaciones con el concejal don Alberto Mortera; en primer lugar porque a mí no me educaron así, por cierto que he sido educado en Asturias, y en segundo lugar porque en el ámbito académico al que pertenezco, y para el que fui formado en la Universidad de Oviedo, todos saben que recurrir a la descalificación es admitir que no se poseen argumentos ni criterios en los que apoyar una idea o propuesta. El único descalificado es el descalificador.Es cierto que me ha sorprendido desde el principio esta actitud por parte del concejal. No me pareció lógico que, tras una entrevista cordial, él hiciese una rueda de prensa bien surtida de improperios a la que no fui invitado: si se me apartaba es que no había seguridad sobre el proyecto de Calatrava. También me confirmaron esta inseguridad el hecho de que no se enviase el proyecto a Unesco, tal y como invita a hacer el Comité del Patrimonio Mundial, o la convicción de que los tres rascacielos no mereciesen un estudio de impacto paisajístico. Sin embargo el motivo real y de fondo de este escrito personal es la acusación de un pretendido odio a Oviedo. El concejal denunció el desconocimiento de la ciudad y afirmó que en veinticuatro horas de visita yo resolví el informe. Veinticuatro horas, sí… y muchos años. No sólo es que mi última visita a Oviedo durase cuatro días, algo anecdótico, sino que conozco esta ciudad desde que un día de primavera de 1967 una excursión del colegio nos llevase a Covadonga y terminase elevando al cielo un pequeño globo frente a la torre de la catedral. Quiero a Oviedo y me ha dolido esta ciudad como a tantos de sus habitantes cuando pasaron un día por delante del Vasco y vieron que con la desaparición de la estación se les había robado parte de la memoria; como cuando un día el Fontán dejo de estar y parecía que la misma catedral se hubiese venido abajo; como cuando se derribó el chalé de Concha Heres, probablemente y pese a mi juventud, el arranque de mi interés por la protección del patrimonio. Amo Oviedo porque en esta ciudad viví (en la calle San Mateo, en Trascorrales, en la calle Gascona) y pasé los mejores años de mi vida, ahí conocí a algunas de las personas que más quiero y en ella estudié mi carrera e inicié mi vida como investigador. A partir de la estructura y personalidad urbanas de Oviedo aprendí a valorar la ciudad, sobre todo la ciudad europea, culta, armoniosa, equilibrada y orgullosa de sí misma. Si defiendo el paisaje de su centro histórico es porque he sentido muchas veces, como la habrán sentido muchos ovetenses cuando han vuelto a la ciudad después de pasar un tiempo fuera de ella, la alegría de estar en casa al ver imponerse rotunda esa imagen de la catedral al aproximarse por la autopista.No hay odio en el informe de Icomos y los argumentos científicos que desaconsejan el proyecto, luz y taquígrafos, están a la vista de todos después de que ha sido colgado en la página del Observatorio del Patrimonio Histórico Español . Tampoco creo que se pueda colegir mucho odio de estas líneas. Para mí Oviedo no es un mapa en el que aparecen, de un lado, los elementos de su patrimonio histórico y, de otro, los aprovechamientos urbanísticos que dicta un PGOU. Oviedo es un mapa que está hecho de descubrimientos, de experiencias propias y sobre todo de afectos. Al iniciarse el informe, tenía la honesta convicción de que tal vez no conocería la ciudad igual que el señor Mortera, pero sin duda sí mucho mejor que Santiago Calatrava. Ahora tengo también la honesta convicción de que no quiero menos a la ciudad que su concejal de Urbanismo y Licencias.

Víctor Fernández Salinas. Geógrafo y profesor universitario.

Obras son amores (y 2), de Javier Ortiz en Público

Posted in Política by reggio on 24 febrero, 2008

En sus cuatro años de gobernanza, juzgados con los sucesivos Presupuestos Generales del Estado en mano, Rodríguez Zapatero no ha hecho nada que estuviera fuera del alcance de cualquier Gobierno de derecha medianamente sensata, de los que a veces se ven por la Europa rica. O sea, de un Gobierno amigo de las oligarquías financieras e industriales, locales y foráneas, pero sin ganas de irritar al pueblo llano más allá de lo imprescindible.

El trato benevolente que el Ejecutivo del PSOE ha recibido del Fondo Monetario Internacional sirve de prueba concluyente: imagino que pocos estarán dispuestos a discutir que, si algo no cabe reprochar al FMI, es que sienta debilidad por las veleidades socializantes.

No dispuesto a dejarse muchos más dineros en la promoción de la Educación y la Sanidad públicas, en la dignificación real de las jubilaciones y las pensiones, en la vivienda social, en el apoyo a las familias con prole y demás capítulos característicos de los estados del bienestar a la vieja usanza,  el Gobierno de Zapatero se ha esforzado por aparecer como “de izquierda” por su contribución a la adopción de algunas iniciativas legales bastante llamativas, pero de bajo coste monetario. Algunas llevadas a término de manera asaz congruente con su planteamiento inicial (la aceptación del matrimonio entre personas del mismo sexo, por ejemplo) pero otras –las más– aguadas y desnaturalizadas durante su tramitación (caso del Estatut de Cataluña o de la llamada “Ley de la Memoria Histórica”). La constante falta de temple demostrada por el Ejecutivo socialista en sus relaciones con la jerarquía católica ha sido un muy buen ejemplo de cómo, ni siquiera a la hora de hacer valer la preponderancia civil del poder electo sobre el religioso, el Gobierno de Zapatero ha sabido responder a las expectativas de izquierda que él mismo se había empeñado en alimentar.

Si lo que trata de demostrarnos ahora es que él resulta menos peligroso que Rajoy, haría bien en plantearlo más o menos tal cual: “Vale; yo, mal, pero el otro, peor”. No animaría a “votar con todas las fuerzas”, pero al menos plantearía las cosas tal cual son. De tristes.

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