Reggio’s Weblog

Si tú no vas, ellos (y Patxi) vuelven, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 3 marzo, 2009

EL ESPECTADOR

Estoy deseando que Zapatero empiece a dejarse ver por Catalunya para calentar motores en apoyo del president Montilla de cara a los próximos comicios catalanes, previstos para el 2010. ¿Cómo se lo hará el presidente español para justificar ante los catalanes el previsible pacto PSE-PP para investir a Patxi López como lehendakari? Recuerden que fue gracias a alimentar el miedo al PP que el PSOE arrasó en las últimas generales en Catalunya. «Si tú no vas, ellos vuelven» fue el lema de la calle Nicaragua para movilizar a la parroquia y hacer olvidar las mentiras de Zapatero y el menosprecio exhibido por Maleni,Solbes y demás fenómenos. Los socialistas son como Mortadelo, el personaje de los mil disfraces: pueden presidir

Euskadi con la ayuda del españolismo del PP y UPyD y, a la vez, pueden presidir Catalunya con el independentismo de ERC. Lo que no mata engorda. ¿No habíamos quedado en que los populares son la encarnación del mal? Al parecer, en Euskadi son menos malos.

Los rebotes catalanes de un escenario vasco de cambio prometen diversión a raudales. Con López de lehendakari gracias a una coalición de perdedores contra Ibarretxe, será interesante ver cómo el PSC trata de hacer creíble su catalanismo federalista. No es de prever que el resultado de la financiación y el fallo del Estatut en el Tribunal Constitucional sean de mucha ayuda para Montilla. También serán dignos de estudio, en este contexto, los mensajes que ERC difunda para motivar a sus desorientados votantes. Los de Puigcercós no podrán criticar en ningún momento el acuerdo PSE-PP en Euskadi porque es similar a la suma que hace posible el tripartito. Sólo cambian los motivos: supuestas políticas de izquierdas aquí, políticas constitucionalistas allí. Si legítimo es lo primero, legítimo es lo segundo. Seguro que los dirigentes de ERC, aquejados de vasquitis, sabrán explicárselo a sus amigos de EA, que se han pegado el batacazo padre. De paso, se pueden llegar a Santiago y aprender del BNG una lección: ser muleta del socialismo gris sale muy caro.

Rajoy gana, a Zapatero le abandona la suerte y caen algunas caretas. Lo que más se parece a un español de izquierdas es un español de derechas, decía Josep Pla, extremo que la operación Patxi López confirmará con claridad. La Moncloa preparó con cuidado esta arquitectura cuando impidió que, en Navarra, los socialistas pactaran con los nacionalistas. ¿Y qué hará Zapatero en Madrid para sostenerse sin vascos ni gallegos? Le queda Duran Lleida, que debería triplicar el precio de cualquier apoyo. Y le queda un revigorizado Rajoy, opción que -tal como está el patio- tampoco debe descartarse.

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Corrupción, lecciones olvidadas, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Justicia, Política by reggio on 16 febrero, 2009

El descubrimiento de una trama de corrupción relacionada con personajes pertenecientes o cercanos a la esfera institucional del PP nos enseña hasta qué punto el olvido de la historia más reciente se puede llevar por delante el crédito que resta del sistema democrático. Si el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, el político es la única criatura capaz de dejarse atrapar por los vicios y errores que denuncia airadamente en el contrario. ¿Cuál fue el talón de Aquiles de los últimos gobiernos del PSOE? En 1994, de eso hace sólo quince años, los casos de corrupción explotaron como una pandemia en la agenda política y el sistema se sometió a una prueba de fuego que, como todos ustedes saben, se cerró, en 1996, con la llegada de un reformulado centroderecha al poder y la caída de Felipe González.

¿Quién se acuerda hoy de Juan Guerra, hermano del que fue vicepresidente y protomártir de un mal entendido método de atención directa a los descamisados? ¿Quién se acuerda hoy de Luis Roldán, que dirigió la Guardia Civil y encarnó la versión posmoderna del pícaro hispánico con grandes ambiciones? ¿Quién se acuerda hoy del desaparecido Mariano Rubio, gobernador del Banco de España, que dimitió por el llamado caso Ibercorp? La arqueología de la corrupción daría para muchos artículos, en los cuales no deberían faltar otras referencias, como el caso Casinos, que apareció en los entornos de Convergència, el caso de los fondos de la Conselleria de Treball, en los entornos de Unió, y el caso Filesa, que supuso la condena y la cárcel para dirigentes destacados del PSC. Algún universitario inquieto debería escribir una tesis doctoral sobre corrupción política y olvido en las Españas.

Luchar contra la corrupción es un imperativo para la salvaguarda de las instituciones y el bien común y, a la vez, forma parte de la competencia electoral entre partidos aunque -ahí va la paradoja-ninguna opción política queda a salvo de este virus. Lo noblemente cívico y lo más sectario caminan de la mano, quiérase o no. Además, cada nuevo escándalo confirma el prejuicio según el cual «todo apesta» o, como decimos en catalán, «no hi ha un pam de net«. Aznar, de acuerdo con el manual, utilizó, en su momento, los casos de corrupción en el campo adversario para propagar su alternativa. A pesar del caso Naseiro y otros pantanos, el aznarismo que atacaba la fortaleza pegó cada día en la herida abierta de la corrupción socialista, poniendo a velocidad máxima el ventilador de la porquería, para romper así el pedestal de la credibilidad de González, y de igual manera procedió con el asunto de los GAL y la guerra sucia contra ETA. Ello le dio resultado, aunque no hay que olvidar que el PSOE abandonó la Moncloa con una «dulce derrota».

La fábula es bella y atroz. Aznar, el campeón en la denuncia de la corrupción nacida en el lado oscuro de un felipismo que se presumía intocable y omnipotente, se ve hoy más cerca de comprender el drama de su rival de otrora. Lo que la operación Gürtel investiga tuvo lugar, sobre todo, durante la etapa del Aznar gobernante. Y el círculo más cercano del ex presidente, como prueban las imágenes de la boda de su hija, no fue precisamente ajeno a este lío. Estoy seguro de que, si Aznar acaba hablando, dirá algo muy parecido a lo que González dijo sobre los Roldanes de turno: el príncipe no puede estar en el detalle de todo y, al final, siempre hay quien cruza la raya.

La historia no sólo se repite, a veces incluso se clona. Ya no lo hace en formato de tragedia ni comedia, sólo como parodia. El lugar que antes ocupó el PSOE ahora lo ocupa el PP, con la diferencia -no menor- que los populares están hoy en la oposición y que, en lugar de perder el poder, corren el riesgo de caer en barrena. Todo lo demás es muy parecido. Por ejemplo, lo de la cacería en la que andaban el juez Garzón y el ministro Fernández Bermejo suscita las mismas dudas que tuvimos, hace quince años, sobre la separación real entre el poder ejecutivo y el judicial, extremo que nos remite a aquello de «Montesquieu ha muerto«, frase que Alfonso Guerra dejó estampada hace tiempo. Salvando la profesionalidad y ética de muchos excelentes servidores de la justicia, ciertos episodios, como la pelea partidista por el control del Tribunal Constitucional, agrandan la desconfianza del ciudadano.

Visto lo ocurrido hoy con el PP, que en Madrid acumula tanta influencia y poder, está claro que la concentración de muchas palancas en un solo partido debilita la vigilancia necesaria entre instituciones. De la omnipotencia a la impunidad hay pocos pasos. El mucho mando en pocas manos genera, siempre, un campo de atracción de corruptores y corruptos. Tomemos buena nota de ello, también los catalanes.

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Sin empatía, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Economía, Política by reggio on 3 febrero, 2009

Como hacía Jesulín de Ubrique rodeado de morlacos y ante un público únicamente de señoras, ayer Zapatero se encerró con los principales banqueros del reino. Toreo de salón. Este tipo de fotos y la tele emocional son la quintaesencia del personaje. Las enseñanzas de Barroso han cundido. El líder que repartió 400 euros por familia en plan peronista (negando la crisis que se avecinaba por simple cálculo electoral) se disfrazó ayer con el traje de hombre de la calle, para que fluya el crédito, tan necesario. El Superman de las familias españolas vive en la Moncloa y toma café de comercio justo. Al menos, el cinematográfico Juan Nadie, del genial Capra, tendía al pesimismo, lo cual le hacía humano y creíble. Pero Zapatero nunca tendría inclinaciones suicidas, él encarna el activismo vitaminado: antes equivocado que mentiroso, así lo proclamó en TVE, ante millones de almas. Aleluya.

Robert S. McNamara, el que fue secretario de Defensa con los presidentes Kennedy y Johnson, consideraba que la primera regla de la política y de la guerra es «tener empatía con el enemigo». Así lo cuenta en el documental The fog of war, de Errol Morris. Zapatero, sin ir más lejos, no tiene empatía con el enemigo ni con el correligionario, y ahí está Montilla (y los socialistas navarros) para acreditarlo. Cuando algunos intentan comparar al jefe del Gobierno español con el presidente Obama este punto es clave. Además, como es evidente, hay otros cien aspectos que certifican que el de Hawái se parece al de León como un huevo a una castaña. Pero la empatía es capital para que los gestos y los discursos transmitan vigor y verdad. ¿Quién es el enemigo de Zapatero? No se equivoquen. El enemigo no es Rajoy, no es el PP. El único enemigo de Zapatero es Zapatero.

¿Empatía con uno mismo? Sería como si alguien adoptara los gestos del cómico que le imita, extremo que -según dicen- hacen algunos de nuestros políticos parodiados en el Polònia.Sería como tomar por ciertas las mentiras que uno ha contado y, a la postre, olvidar que son falsedades. Y por ahí va la cosa, que de esto Mc-Namara, Vietnam mediante, sabía un rato largo. ¿Se cree Zapatero sus propias fábulas? He hecho una encuesta cualitativa (entre socialistas con contactos en Madrid) y la mayoría sostiene que sí. No hay distancia de seguridad con el propio personaje y, por tanto, no hay autoempatía. Zapatero nunca ha visto desde fuera el gran guiñol que ejecuta cuando da énfasis, con sus brazos arriba y abajo, a sus divinas palabras. A Zapatero se le puede aplicar lo que se contaba de Bill Clinton en la época del caso Lewinsky: «Lincoln era incapaz de mentir; Nixon era incapaz de decir la verdad; y Clinton no puede distinguir entre verdad y mentira».

El amigo McNamara tenía otra regla, creo que es la 11. ª y última, que reza lo siguiente: «No se puede cambiar la naturaleza humana». Ayer, mientras Zapatero y los banqueros contentaban a sus respectivas parroquias, tal vez alguien se acordó de ello.

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Responsabilidad y respeto, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 2 febrero, 2009

Hay dos principios que son incuestionables, axiomáticos: a) el nivel 0 de riesgo es imposible de alcanzar por muy desarrollada que sea una sociedad; b) todos los gobernantes democráticos tienen como uno de sus mandatos principales el garantizar la seguridad y la vida de los ciudadanos. Entre ambas afirmaciones se establece una dialéctica compleja que ilumina toda la casuística relacionada con las catástrofes y emergencias que se dan en entornos como el nuestro, marcados por un alto nivel de desarrollo y libertad. El excepcional temporal de viento que ha azotado recientemente diversos territorios de la Península ha puesto a prueba a las administraciones y a las empresas de servicios básicos. Y también ha examinado a los políticos que nos gobiernan.

Algunos han aprobado y otros han suspendido. El Gobierno de Euskadi, por ejemplo, supo prevenir con firmeza y comunicar con eficacia los peligros que se avecinaban. El Govern de Catalunya, en cambio, erró de manera evidente, aunque se haya autocalificado con buena nota. ¿Podemos hablar de todo esto sin que el conseller Saura y su partido se pongan histéricos y denuncien campañas de asedio por doquier? ¿Podemos criticar una gestión gubernamental, como se hace en cualquier país normal, sin que el debate acabe siendo sobre la bondad o maldad de la prensa en vez de sobre la incompetencia de algunos cargos? Que algunos personajes vayan encadenando actuaciones penosas no debe frenar (ni por cansancio ni por miedo a las amenazas) la labor de levantar acta de lo que no funciona. Así debe ser, gobiernen unos u otros. Por sectarismo, algunos prefieren defender siempre a los políticos que coinciden con su punto de vista, lo hagan bien o mal, extremo que también hemos visto ahora. Allá cada cual con su credibilidad.

Hay dos palabras que articulan, me parece, el debate imprescindible sobre las repercusiones políticas del vendaval en Catalunya: responsabilidad y respeto. Detengámonos en cada una de ellas.

¿Qué es la responsabilidad en política? Responder de las decisiones que se toman y también de aquellas que no se toman y deberían haberse tomado, y actuar, luego, en consecuencia. En casos de error manifiesto, en los países serios, la responsabilidad significa presentar la dimisión o destituir a alguien. Pero, si hablamos del tripartito catalán, ya sabemos que existe una cláusula no escrita del pacto entre PSC, ERC e ICV: el president no puede tocar a nadie. La arquitectura del actual Govern es tan precaria que la autoridad de Montilla sólo existe si no la ejerce hasta sus últimas consecuencias.

El Departament d´Interior no actuó con suficiente responsabilidad porque no hizo todo lo que podía hacer ni lo hizo a tiempo. Las pruebas concretas de ello ya se han divulgado. Desplazar la responsabilidad hacia los particulares o hacia los ayuntamientos, como ha hecho Joan Boada, secretario general de Interior, es impresentable. Además, para una fuerza que se reclama municipalista, este ardid resulta grotesco.

Todo puede entenderse mediante la metáfora de las banderas que se usan en las playas: cuando las autoridades izan la amarilla, reclaman precaución al bañista; si izan la roja, el baño queda prohibido y, por tanto, la responsabilidad de lo que ocurra será únicamente del que, desoyendo el aviso, se meta en el mar. Ante unos vientos nunca vistos por aquí, la Conselleria d´Interior se limitó a mostrar la bandera amarilla y cuando sacó la roja ya era demasiado tarde.

¿Qué es el respeto en política? Entre otras cosas, respeto es dar la cara ante los ciudadanos sin menospreciarlos con excusas peregrinas. Sobre todo cuando ha habido personas muertas y heridas. Alguien con cargo incluso tuvo la desfachatez de aludir al cambio climático para protegerse de las críticas. Asimismo, desde el PSC, movidos por el nerviosismo que les domina, han rebuscado en los gobiernos anteriores para escapar de la polémica, lo cual sólo viene a demostrar que la incompetencia está muy repartida por todas las siglas. Montilla copia lo peor de Pujol, como eso de autofelicitarse por la respuesta dada ante las emergencias. Vale perfectamente para hoy lo que escribí en estas páginas el 24 de diciembre del 2001, cuando CiU erró en la prevención y respuesta a las nevadas de aquel año: «Desde el Govern de la Generalitat ha sido escandalosamente escasa la autocrítica». También anoté algo que iba para Artur Mas, entonces conseller en cap, y que hoy dirijo a Montilla, Saura y Carod-Rovira: «Para mandar de verdad, hay que exponerse valiente al fuego de las crisis».

Antes y ahora, el respeto mínimo al ciudadano exige tener el coraje de asumir responsabilidades. Esos millones que Saura se ha gastado estudiando las causas de la desafección política se podrían ahorrar. Le bastaría con analizar con sinceridad varias de sus propias actuaciones.

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Ciudadanías varias, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Derechos, Educación by reggio on 30 enero, 2009

Según el fallo del Tribunal Supremo, no es válida la objeción de conciencia contra la asignatura denominada educación para la ciudadanía. Los magistrados dejan claro que, a efectos legales, esta materia es igual que matemáticas, lengua o ciencias, ni más ni menos. Ningún tribunal aceptaría que los padres de una criatura objetaran contra las clases de aritmética u ortografía, pues se entiende que la instrucción básica de los ciudadanos es un bien superior que debe ser protegido contra los intereses particulares, incluso si estos son los de la familia del estudiante. Pero, si el debate existe y ha llegado tan lejos, más allá del partidismo de unos y otros, es porque esa asignatura entra de lleno en una serie de realidades que van unidas a los valores, ideologías, puntos de vista y creencias que conviven en una sociedad. Y esta convivencia de criterios y sensibilidades se articula tanto sobre el consenso como el disenso, de otro modo no hablaríamos de una sociedad realmente plural y democrática.

Si educación para la ciudadanía fuera únicamente una explicación del marco legal del Estado y sus leyes básicas, tal vez no quedaría mucho espacio para la controversia. Pero esta materia propone el estudio de una serie de fenómenos y tendencias cuya descripción y análisis es inseparable de la política en su sentido primigenio: no hay una única respuesta ante la mayoría de los problemas y desafíos del mundo contemporáneo. Nada tiene que ver el consenso tácito en los valores básicos enunciados de forma abstracta (por ejemplo, el respeto a la vida) con su concreción en una agenda gubernamental de prioridades (por ejemplo, reformar la ley de interrupción del embarazo o tener una actitud más o menos vigilante y estricta acerca de la tortura). La Constitución española de 1978 asume la Declaración de los Derechos Humanos, pero su despliegue en leyes y normas no está sujeto a unanimidades incuestionables. Al contrario. De otro modo, por citar dos casos que han sido ampliamente discutidos en el plano legal y parlamentario, prohibir partidos o cerrar publicaciones sería algo sobre lo que nadie discreparía.

La izquierda más combativa ve esta asignatura como una forma feliz de asegurarse la hegemonía cultural por ley, extremo que la derecha y la Iglesia más movilizadas leen de la misma manera, pero en sentido negativo. En medio, los pragmáticos aceptan esta nueva materia, pero subrayan que cada centro puede adaptarla a su ideario. ¿Quién se engaña más? Si la solución para que todo el mundo esté contento es hacer una educación de ciudadanías varias (incluso en abierto choque entre sí), está claro que esta asignatura es un camelo propagandístico innecesario, una mera reedición posmoderna de eso que llamaban formación del espíritu nacional, ahora en versión roja o azul, según los barrios y el gusto del consumidor.

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Lo que Obama ha unido…, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 26 enero, 2009

Aquí no hay dirigente o partido que no se reclame de la cuerda de Barack Obama, el flamante presidente de Estados Unidos. En la política española, los jefes del PSOE y del PP hablan como si el nuevo inquilino de la Casa Blanca fuera uno más de su familia ideológica, lo cual produce mucha risa. En la política catalana, todas las siglas parlamentarias, sin excepción, sienten y proclaman que Obama, de algún modo, les da la razón, extremo tan imposible como absurdo. A la vista de las declaraciones oídas estos días en nuestros predios, no puedo más que pedir humildemente que lo que Obama ha unido no lo separe la financiación autonómica o la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut.

Soñemos un poquito: ¿Por qué no gobiernan todos juntos, cogidos de la mano, con el programa de Barack Obama adaptado a los problemas de este rincón del mundo? Si tanto coinciden todos en su entusiasmo por las palabras del nuevo presidente, desde los poscomunistas de ICV-EUiA a los conservadores centralistas del PP, sólo es cuestión de importar las recetas del hombre de moda. Pero ustedes y yo sabemos que las cosas no funcionan así. Una cosa es compartir alegrías y esperanzas por el ascenso democrático del nuevo primer líder mundial y otra, muy distinta, es ponerse de acuerdo para abordar los problemas concretos de nuestra sociedad, que poco tiene que ver con la de los Estados Unidos.

Dos fenómenos desenfocan la mirada de nuestros políticos cuando tratan de asociarse a la estampa deslumbrante de Obama. Por un lado, prescinden de las insalvables diferencias entre la cultura política estadounidense y la nuestra. A veces, sólo es pura ignorancia, como cuando alguien se escandaliza de que Obama citara varias veces a Dios y las Sagradas Escrituras en su discurso de toma de posesión. Algunos indocumentados sostenían que las referencias religiosas eran una mera extravagancia propia de Bush y los neoconservadores, sin tener en cuenta que el deísmo de raíz masónica de los padres de la revolución americana impregnó la sociedad y las liturgias civiles de la república hasta hoy, y que ello nada tiene que ver con las iglesias oficiales del Viejo Continente.

Por otro lado, cada cual quiere hacerse un Obama a la medida de sus ideas, a partir del fragmento de discurso que más fácilmente casa con sus valores e intereses. Así, desde el liberalismo europeo, se destaca que Obama afirma que «no nos planteamos si el mercado es una fuerza para el bien o para el mal; su poder de crear riqueza y expandir la libertad no tiene igual». Mientras, la socialdemocracia europea subraya las palabras posteriores: «Pero esta crisis nos ha recordado a todos que, sin vigilancia, el mercado puede escapar al control; una nación no puede prosperar durante mucho tiempo si sólo favorece a los ricos». Nos cuesta asumir la síntesis de ambos enfoques, que es lo importante. Lo cierto es que nuestras coordenadas, tan alejadas de la tradición de la que surge Obama, nos impiden comprender todo el alcance de su mensaje.

Pero no son las respuestas lo que separa más acusadamente a Obama de nuestros políticos, sino las cuestiones. Hay una manera práctica de abordar los desafíos, que no confunde la fidelidad a los principios con la rigidez de lo dogmático: «La pregunta que hoy planteamos – señaló Obama en su discurso del martes pasado-no es si nuestro gobierno es demasiado grande o demasiado pequeño, sino si funciona». En Europa, salvo en el Reino Unido, el imprescindible debate sobre los límites del Estado de bienestar y su sostenibilidad se produce, a menudo, sólo en términos de mayor o menor intervencionismo, de más o menos peso y dimensión del sector público y la iniciativa privada, dejando como algo secundario la eficiencia de los servicios prestados al ciudadano. Como explica muy bien Xavier Roig en su higiénico libro La dictadura de la incompetència,»ni las derechas ni las izquierdas políticas denuncian la burocracia de Estado en ninguna campaña electoral». En Catalunya, por ejemplo, el sector sanitario se fundamenta en una colaboración responsable y acreditada entre administración y operadores privados, públicos y mixtos. En cambio, demasiados prejuicios doctrinales y corporativismos frenan las reformas en el sector educativo, lastrado por aquellos que confunden la defensa de la escuela pública con la demonización de los centros concertados, cuya función social nadie puede negar, también en barrios que presentan dificultades especiales.

Obama es un reformista que no encaja en las etiquetas europeas al uso. Responsabilidad y transparencia son grandes lemas de su comienzo, y hay un esfuerzo por acompasar los ecos idealistas con la contención pragmática. Rahm Emanuel, su jefe de Gabinete, está ahí para que la prosa del día a día no se extravíe. Nada de buenismo que pueda confundirse con debilidad, de lo cual Zapatero debería tomar nota. Todo lo demás, y a la espera de los cien primeros días de Obama, es la chispa de un estilo: seguridad, naturalidad, flexibilidad, apertura y firmeza. Y, por encima de todo, algo que está en el corazón de la política estadounidense: el patriotismo inclusivo, difícil de entender en clave europea, imposible de trasladar a España, e indigerible para cierta progresía catalana de todo a cien. El nacionalismo español, tanto en la derecha como en la izquierda, se inspira hoy en el jacobinismo francés más rancio y está a años luz del sueño americano. Allí, como ha proclamado Obama, la unidad no es uniformismo ni la diferencia es anomalía sospechosa.

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Europa y Guantánamo, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Internacional, Política by reggio on 23 enero, 2009

A menudo, desde Europa, nos preguntamos por qué los norteamericanos -republicanos y demócratas, antes y ahora- nos miran raro. «No acaban de entender nuestro sistema», despachamos para quedarnos tranquilos. La Europa comunitaria y civilizada que emite directivas cada día, la que tanto denunció los vuelos secretos de la CIA, la que reclama un retorno al multilateralismo, la misma que se ha visto sumida en los peores totalitarismos de la historia y ha necesitado al Tío Sam para salvarse, la que hace gran bandera del pacifismo, esta Europa feliz no está muy dispuesta a ayudar a Barack Obama a desmantelar la prisión de Guantánamo. El español y socialista Javier Solana, alto representante de Política Exterior de la Unión Europea, ha declarado que «el problema de Guantánamo es un problema americano». Asimismo, muy pocos son los estados europeos que consideran la posibilidad de acoger a estos presos. Las cabezas pensantes de Bruselas reciben de este modo al líder mundial.

Queremos que Obama haga su magia deprisa, pero a los europeos nos cuesta arrimar el hombro, preferimos usar el papel de fumar para lo que ustedes ya saben. Nos chifla Obama pero no queremos hacer nada que pueda complicarnos mucho la vida. Es esa actitud infantiloide, presente en partidos de derecha y de izquierda, que emite quejas de oficio por la presencia militar estadounidense en nuestro suelo, pero nunca se atreverá a explicar a los ciudadanos que, si el paraguas militar yanqui se cierra, habría que triplicar los presupuestos dedicados a defensa. Es esa actitud cínica y moralizante a la vez que olvida que, dos veces durante el siglo XX, los jóvenes norteamericanos vinieron a morir a Europa para frenar el peor mal. Es esa actitud irresponsable y miope que, finalmente, tuvo que contar con los bombardeos de la OTAN impulsados por Clinton para poner fin al genocidio planificado por Milosevic.

No nos gusta el limbo penal de Guantánamo pero le decimos a Obama que esa patata caliente se la coma él solito. Anhelamos los milagros. Es normal, en Europa todavía hay mucha gente que cree, erróneamente, que los atentados islamistas de Madrid y Londres sólo fueron una «reacción lógica» contra Aznar y Blair por la invasión de Iraq. Como si la obsesión de Al Qaeda con Al Ándalus fuera lo mismo que la patraña del PP sobre ETA y el 11-M. Una mentira no debería combatirse con otra mentira.

¿Qué pasará cuando Obama nos pida más tropas para Afganistán? Empiezan a surgir las voces que repiten la inutilidad de luchar contra los talibanes, por no mentar a los que -obviando el mandato de la ONU- ponen esta campaña militar al mismo nivel que la de Iraq. Veremos si Zapatero, tan provincianamente ansioso de ser el mejor amigo de Obama, se compromete de verdad o prefiere tocar el pífano de su alianza de civilizaciones.

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La sra. Pérez y R. Tremosa, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 20 enero, 2009

A la señora Pérez, votante de CiU porque sigue pensando que es la formación que «defiende lo nuestro» mejor que otras, las elecciones europeas no le interesan mucho ni poco. Como a la mayoría de ciudadanos catalanes, la verdad sea dicha. A la señora Pérez, en cambio, le preocupa saber cómo y cuándo le llegarán los recursos oficiales que, en virtud de la famosa ley de Dependencia, le prometieron para poder cuidar mejor a su madre. Por ahora, sólo le dan largas. Gobiernan las izquierdas por doquier, pero las promesas sociales no se cumplen y las tarifas de la luz, del agua y de los transportes se disparan a lo bestia.

La señora Pérez no sabe muy bien quién es Ramon Tremosa, el prestigioso profesor de Economía que Artur Mas ha fichado para encabezar la candidatura a los próximos comicios europeos. La señora Pérez tampoco conocía, hasta hace poco, a Ignasi Guardans, el eficaz y preparado eurodiputado convergente que, durante los últimos años, ha sido la voz del partido nacionalista en el Parlamento de Estrasburgo. Como tanta gente, la señora Pérez supo de Guardans a raíz de los atentados en Bombay. Si finalmente vota en las europeas, la señora Pérez lo hará a las siglas y no a una persona en concreto. Pero a Tremosa no le han puesto ahí para que movilice a la señora Pérez, sino para enviar señales a esos votantes nacionalistas de orden que probaron suerte apoyando a ERC en el 2003 y 2004, y que, luego, desengañados, se largaron al triste páramo de la abstención, lamentándose y pasando un poco de todo.

Cuando José Zaragoza declara, como hizo el sábado en La Vanguardia,que Tremosa es como la ultraconservadora Sarah Palin deja entrever muchos nervios y muy poca fe en su líder Montilla. El secretario de organización del PSC recurre al disparate y a la desfiguración porque en la calle Nicaragua no les salen los números de ningún modo. Los jefes del PSC desean que todas las señoras Pérez que siguen votando a CiU se traguen el cuento chino de la terrible radicalización de Mas para lograr que, de una vez por todas, esas papeletas decisivas cambien de color y eviten, así, el segundo batacazo de Montilla en unas autonómicas. De nuevo, Zaragoza utiliza el miedo como propaganda, pero esta vez lo tiene más difícil: CiU no es el PP y los comicios al Parlament no son unas generales.

El problema gordo es que el socialismo catalán todavía no ha demostrado que sea cierto y real el único argumento que, tal vez, haría cambiar de opción a la señora Pérez: «Si gana Zapatero, gana Catalunya». Al contrario, el escaqueo de la financiación y el bloqueo del Estatut indican descarnadamente lo poco que un president de la Generalitat socialista puede hacer ante un presidente del Gobierno del PSOE. Por lo demás, las claras explicaciones de Tremosa sobre el déficit fiscal siempre le irán bien a la señora Pérez cuando sus primos extremeños le echen en cara, como hacen cada verano, que ella es «tan insolidaria y avara como todos los catalanes».

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Los pantanos de la opinión, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Internacional, Política by reggio on 19 enero, 2009

Los que nos dedicamos a escribir nuestra opinión en la prensa tenemos un gran privilegio y una alta responsabilidad. Practicamos un oficio tan atractivo y excitante como arriesgado. Nuestra actividad es polémica por definición, pues somos un vehículo de expresión de la pluralidad de cualquier sociedad democrática. Estos últimos días, a raíz de la guerra entre Israel y Hamas, se ha producido un inusual debate metaperiodístico en Catalunya sobre el papel de los opinadores y sobre los límites en la confrontación de ideas. El hecho de que varios colegas hayan sido criminalizados por sus tesis sobre la crisis de Gaza ha puesto el foco sobre lo que podríamos llamar los pantanos de la opinión.

¿Qué se espera de nosotros los que escribimos opinión? Que aportemos nuestro punto de vista de manera eficaz, documentada, original y clara, que demos la cara cuando un asunto está en boca de todos, sobre todo si nos ocupamos de lo explícitamente político, aunque -Hannah Arendt dixit- «la política está en todo». Nuestro deber es mojarnos ante el público, de otra forma somos un fraude. Mojarse no quiere decir repetir consignas como un loro o emular a los hinchas del fútbol. Mojarse implica también matizar, ofrecer argumentos sólidos, aportar pruebas y ejemplos plausibles, y aceptar que todo lo que decimos es provisional. Lo que no vale es tocar el violón. El lector ya sabe que no somos vírgenes vestales. Además, el lector tiene sus preferencias. Todos, emisores y receptores de opiniones, tenemos convicciones, valores e intereses, vemos el mundo de un modo determinado. En cada frase vamos mostrando quién somos y qué defendemos. ¿Podría ser de otro modo viviendo en sociedad? Sólo los cínicos y los fanáticos niegan esta evidencia, pero ambos son la peor corrupción del oficio.

Un artículo de opinión no tiene por objeto el conocimiento científico de la realidad. Esto no quiere decir que todas las opiniones valgan lo mismo, como pretende el sofista. Los mejores argumentos son aquellos que guardan una relación fuerte con premisas de hecho irrefutables, del tipo «la Tierra gira alrededor del Sol». No obstante, nuestro cometido se complica cuando una parte del público rechaza principios que, para nosotros, son indiscutibles. Así, ante un auditorio racista, será imposible sostener cualquier argumentación que parta de la premisa «el color de la piel no nos hace superiores ni inferiores». La ignorancia, a veces, deviene trinchera. Por ejemplo, hay quienes niegan las teorías de Darwin o quienes niegan que valenciano y catalán sean la misma lengua. Sin necesidad de llegar a estos extremos delirantes, es obvio que ningún opinador puede esperar el aplauso unánime del público, ello es ontológicamente imposible. Si nuestra labor es la crítica de la actualidad, justo es que haya lectores que critiquen y rebatan también nuestras posiciones.

Pero no todo vale. No vale expulsar del debate al que piensa diferente mediante una treta que hemos visto profusamente estos días: «Usted opina esto porque cobra bajo mano». Nunca se aportan pruebas concretas, lo cual es difamación. Cuando alguien, en Catalunya, se aparta de la opinión dominante sobre Oriente Medio es porque «está a sueldo de Israel». No falla. No se concede que se pueda pensar distinto por criterios puramente intelectuales y morales, el adversario es demonizado como un mercenario de la opinión. La argucia no es nueva. A los que defendimos el sí al Estatut nos acusaron de «vendidos a la sociovergencia». Más ejemplos: a los que criticamos la ley de partidos nos acusan de ser «paniaguados de ETA»; a los que consideramos que los etarras no son héroes sino asesinos nos acusan de «recibir sobres del Ministerio del Interior»; a los que señalamos la falta de libertades en Rusia y China nos acusan de estar «en nómina de la CIA»; a los que mantenemos que la Iglesia no puede imponer su norma al Parlamento nos acusan de estar «subvencionados por los masones»… La lista sería larga.

En segundo lugar, nunca vale el ataque anónimo y cobarde. Los que firmamos con nombre y apellidos nos colocamos a la intemperie y quien quiera replicar debería hacerlo en las mismas condiciones, como se hace en las cartas al director. Internet, extraordinaria herramienta de comunicación, se ha convertido también, desgraciadamente, en la cloaca de millones de mensajes que, agazapados en el pseudónimo, expresan, con total impunidad, odio irracional, resentimiento, frustración y estupidez, hasta límites manicomiales. Demasiados comentarios en muchas publicaciones digitales ilustran esta deriva que, tarde o temprano, deberá ser atajada para evitar la desvirtuación del debate democrático. Mientras, seguiremos al pie del cañón, vacunados con estoicismo contra los previsibles enemigos de la libertad.

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Trabajar para Obama, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 16 enero, 2009

Mucho más que hacer de único vigilante y cuidador de una isla paradisiaca en las antípodas, lo que a la gente le pone de verdad es ir a trabajar para Barack Obama, que el próximo martes jurará el cargo de presidente de Estados Unidos. A finales de diciembre, ya se habían inscrito más de 300.000 personas para ocupar alguno de los 8.000 puestos de trabajo que dependerán de la nueva administración y que cesarán cuando el inquilino de la Casa Blanca concluya su etapa. En su día, Bill Clinton recibió 125.000 solicitudes y George W. Bush tan sólo 44.000, lo cual señala la gran popularidad de que goza el nuevo líder mundial. Los que pretenden lograr una colocación a las órdenes de Obama deben rellenar un cuestionario con más de sesenta preguntas que -como es de prever- abordan hasta los detalles más nimios de la vida de cualquier hijo de vecino. Dicen los que saben de qué va el asunto que las probabilidades de acceder al nuevo Camelot mediante esta vía son más que remotas, así que tampoco hay que hacerse muchas ilusiones.

No consta que aquí, ni en tiempos de líderes de peso como Felipe González y Jordi Pujol, la fiebre por tomar parte en la gran historia del momento fuera tan alta. En nuestros pagos, los resabios antipolíticos y la tradición cerril pesan mucho, yni tan sólo las liturgias del poder son comparables a las del otro lado del Atlántico. Por ejemplo, aquí, cuando el presidente de la Generalitat entra o sale de una rueda de prensa, los periodistas no hacen ningún gesto de respeto hacia la máxima autoridad democrática. Es penoso. Este tipo de cosas conforman la calidad de una cultura política. Ni las autoridades ni los ciudadanos se sienten obligados por las formas y, entonces, es normal que la vida imite al programa Polònia y no al revés. El relajamiento general se produce por ambas partes, todo hay que decirlo, y no se reduce a ir sin corbata. Durante años, Jordi Pujol se permitía repetir aquello tan poco presentable de «avui, no toca«, cuando no quería responder a un periodista. Aquella actitud, al final, se aceptó como normal, algo que en Estados Unidos no se toleraría. Hoy por hoy, en Catalunya y en toda España, son docenas los personajes que van más allá del avui, no toca y que se limitan a leer una declaración sin aceptar ni una sola cuestión. Después del portero del Espanyol, la última en hacer esta performance (¡cómo me gusta esta palabra!) ha sido Dolors Camats, la portavoz de Iniciativa, un partido que, siendo oposición, reclamaba más transparencia y más cercanía. Seguro que prohibir preguntas se trata de una opción «ética», y el que diga lo contrario es que participa en una terrible conspiración. Lo mejor de ir a trabajar para Obama es como lo del chiste aquel: poder contarlo después con todo lujo de detalles, sobre todo a los nietos, poniendo incluso un poco de salsa para mejorar el recuerdo.

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El diplomático y el nativo, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Política, Sociedad by reggio on 12 enero, 2009

Hace algunas semanas, almorcé con un diplomático extranjero que tenía interés en comprender un poco las relaciones entre Catalunya y Madrid así como los singulares contornos de la política y la sociedad catalanas. Esta persona, representante de un país rico y desarrollado, con una acreditada cultura democrática a años luz de la española, hizo algo que resulta muy sensato pero que no es, me temo, demasiado frecuente: quiso saber de primera mano qué es Catalunya, más allá de lo que los medios madrileños de comunicación recogen y difunden, más allá también del clima político propio de la capital del Estado. Este diplomático no se desplazó a Barcelona para confirmar una tesis preestablecida ni lo hizo para documentar sus prejuicios. Tan sólo buscaba romper la burbuja y acceder directamente a una realidad distinta, hablando con personas de perfiles profesionales e ideológicos diversos. Sus preguntas eran inteligentes y su actitud abierta, como corresponde a un profesional de la diplomacia. El encuentro fue muy agradable e, inmediatamente, pensé lo siguiente: ¿por qué es tan difícil, por no decir imposible, mantener una charla tranquila y franca sobre estos asuntos con españoles de fuera de Catalunya, incluso con personas cultas, informadas y tolerantes?

El nativo catalán acostumbra a hacerse esta pregunta varias veces al año. Incluso si el nativo catalán es ajeno a toda militancia o sentimiento catalanista, como le ocurrió a un amigo que, durante las pasadas vacaciones navideñas, se lo pasó en grande con unas chicas que viven en Madrid y proceden de varias provincias. Todo fue como una seda hasta que se mentó a las bichas habituales: el Estatut, la financiación y la lengua catalana. Aquellas muchachas, con empleos de alto nivel y acostumbradas a moverse en un mundo marcado por la globalización y la diversidad de mentalidades y culturas, se transformaron en fanáticas juezas de la Santa Inquisición, capaces de condenar en cinco minutos a todo aquel que no encaje en su esquema sagrado, inmutable y único de lo que debe ser España. ¿Por qué resulta imposible hablar con esas chicas como hablé yo con el diplomático extranjero? La respuesta tiene que ver con el respeto. Y el respeto tiene que ver con la percepción del otro. ¿Podemos aceptar que el otro no sea ni se conduzca según el patrón que se trata de imponer? Al final del debate, siempre aparece lo mismo: lo catalán como anomalía sospechosa, insoportable. De ahí derivan opiniones muy arraigadas que sirven de poderoso filtro a todas las noticias: hablan catalán para que no les entendamos, quieren quedarse con todo el dinero, se creen superiores a los demás…

El encuentro con el diplomático extranjero, más allá de constatar lo impracticable de un diálogo civil atenazado por una cultura política reaccionaria basada en el uniformismo, me llevó a otra conclusión. Estamos tan cansados de hablar de ciertas cosas que sólo nos anima hacerlo con aquellos que, observando el problema desde lejos, consiguen aportar preguntas nuevas y observaciones originales que airean el debate. El proceso del nuevo Estatut y la inacabable negociación de la financiación autonómica nos han aburrido a todos, incluso a los que, por convicción y profesión, no podemos desconectar. Esta fatiga del catalanismo, que algunos van anunciando como un mantra cada cierto tiempo, esta vez es más real que nunca, lo cual es paradójico: Catalunya necesita hoy disponer con urgencia de instrumentos legales y recursos suficientes para impedir el colapso de una sociedad que ha crecido por encima de toda previsión y que, además, es un destino preferido de la nueva inmigración que llega a España. Pero este cansancio catalanista, que es más propio del mundo de las ideas que otra cosa, no debería bloquear la toma de decisiones políticas ante los retos que se nos avecinan. Y no lo digo tanto por la inexistencia de un plan B si nos recortan el Estatut o nos ofrecen una financiación de pena. Lo digo por lo previsible y mediocre del juego táctico diario de los partidos, donde sobran defensas que sólo saben romper piernas y faltan delanteros goleadores.

Con todo, y a pesar de lo dicho, hay algo peor que la sensación de estar removiendo cada día las mismas expectativas frustrantes. Es mucho más preocupante ese tipo de derrotismo indiscriminado que sentencia, malhumorado, que «tot és una merda». Desde hace algunos meses, he escuchado esta frase a catalanistas y a no catalanistas, y a votantes de varios partidos, tanto de los que están en el Govern como en la oposición. Los primeros que adoptaron esta frase fueron los que confundieron su suerte personal con la del conjunto del país. Luego, otros muchos, de buena fe, también han repetido y repiten que todo es un desastre. La tentación de sumarse a esta opinión es alta, ciertamente. Pero este diagnóstico no sirve de nada. Para poner fin a la mediocridad política hace falta distinguir y matizar en la crítica.

Cuando ya tomábamos el café, el diplomático me preguntó por mi familia. Le conté que mi abuelo paterno había nacido en Torre Pacheco, en Murcia, y que había venido a Catalunya para trabajar en las obras de la Exposición Internacional de 1929. Marcos Álvaro Hortelano, mi abuelo, si todavía viviera, no me permitiría decir que «tot és una merda». Tal vez me preguntaría qué es lo que yo estoy dispuesto a hacer para cambiar este panorama.

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El nuevo PNE, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 6 enero, 2009

Antes de las elecciones de marzo del 2008, todos los sondeos que se publicaron arrojaron un dato que, a menudo, se olvida demasiado a la hora de analizar los movimientos de Zapatero: la opción que menos gusta a los votantes socialistas en toda España es un eventual acuerdo de gobernabilidad con nacionalistas catalanes y vascos (aunque estos hayan demostrado su moderación y responsabilidad sobradamente desde 1977), incluso muy por detrás de una hipotética gran coalición entre PSOE y PP, al estilo alemán. José Bono, atento al mar de fondo y especializado en tender puentes entre la buena gente socialista y la buena gente popular, repite cosas como que «los votantes del PSOE y del PP que no estén inoculados de veneno tienen menos diferencias que las que afloran en los dirigentes más extremistas». Detrás de la cansina negociación de la financiación también hay mucho de esto. De ahí que socialistas y populares hayan convertido Andalucía en la mágica vara que mide la mezcla más digerible de españolismo oficial y subsidio autonomista. De ahí que ambas siglas utilicen, para hacer oposición, el espantajo de una Catalunya voraz y avara.

Este cuadro es relevante para poder comprender algo que aparece en la última encuesta que ha publicado La Vanguardia: el crecimiento de Unión, Progreso y Democracia, de Rosa Díez, que podría pasar de uno a cinco o seis diputados en los próximos comicios legislativos. Aunque esta formación concentra la mayor parte de sus votos en Madrid y lo hace a costa, mayormente, de los populares, el efecto de su posible avance se leería en toda España como la mayoría de edad de un auténtico Partido Nacionalista Español, opción que -a tenor de lo observado- echan en falta, precisamente, los más entusiastas de un gran acuerdo entre PP y PSOE que pusiera las bases para acabar con el protagonismo en las Cortes del PNV y, sobre todo, de CiU. La monotemática agenda de Díez pone mucho énfasis en este punto, así como en la necesidad de reformar el sistema electoral para que tal objetivo fuera irreversible.

UPyD encarna el recetario jacobino en estado puro, con algunos siglos de retraso y con el convencimiento de que todos los males de España nacen de lo que llaman «nacionalismos periféricos» y de la inacabada vertebración del Estado-nación a imitación del esquema francés. Ni Alfonso Guerra por la izquierda ni los ideólogos de la FAES por la derecha habían llegado nunca tan lejos. ¿Por qué? Porque al final, tanto PSOE como PP, suavizados por el forzoso pragmatismo del que gobierna o aspira a hacerlo, saben que, a falta de mayorías absolutas, los apoyos más acreditados tienen siempre acento vasco y/ o catalán. En cambio, Díez puede permitirse el lujo de vender la gran utopía del nacionalismo español: acabar con la anomalía histórica. La mercancía es atractiva para muchos votantes de Rajoy y Zapatero. Lo mejor de esta broma es que UPyD no sería hoy nada sin el apoyo de varios entornos populares y socialistas.

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