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Discurso de Barack H. Obama ante Sesión Conjunta del Congreso, del Martes 24 de febrero de 2009, en la Revista de la Embajada de Los Estados Unidos de América en Bogota

Posted in Economía, Educación, Energia, Laboral, Política, Sanidad by reggio on 28 febrero, 2009

Señora Presidenta de la Cámara de Representantes, Sr. Vicepresidente, miembros del Congreso:

Estoy aquí esta noche no sólo para dirigirme a las distinguidas damas y caballeros en este gran recinto, sino para hablar directa y francamente con los hombres y mujeres que nos trajeron aquí.

Sé que para muchos estadounidenses que nos observan en este momento, el estado de nuestra economía es una inquietud mayor que todas las demás. Y con toda razón. Si no han sido afectados personalmente por esta recesión, probablemente conocen a alguien que ha sido afectado: un amigo, un vecino, un miembro de su familia. No necesitan escuchar otra lista de datos para saber que nuestra economía se encuentra en crisis, porque la viven todos los días. Es la preocupación con la que se despiertan y motivo de desvelo de noche. Es el empleo que pensaron que tendrían hasta jubilarse, pero que ahora han perdido; el negocio con el que soñaron y que ahora pende de un hilo; la carta de aceptación a la universidad que su hijo tuvo que volver a guardar en el sobre. El impacto de esta recesión es real y está por todas partes.

Pero a pesar de que nuestra economía se haya debilitado y nuestra confianza se vea afectada; a pesar de que estamos viviendo en tiempos difíciles e inciertos, esta noche quiero que todo estadounidense sepa lo siguiente:

Reconstruiremos, nos recuperaremos, y Estados Unidos saldrá de esto más fuerte que nunca.

El peso de esta crisis no determinará el destino de esta nación. Las respuestas a nuestros problemas no están fuera de nuestro alcance. Están en nuestros laboratorios y universidades; en nuestros campos y nuestras fábricas; en la imaginación de nuestros empresarios y el orgullo del pueblo más trabajador en la faz de la Tierra. Aún poseemos a manos llenas las cualidades que han hecho de Estados Unidos la mayor fuerza de progreso y prosperidad en la historia de la humanidad. Lo que se requiere ahora es que este país se una, que encaremos audazmente los desafíos que enfrentamos y asumamos la responsabilidad por nuestro futuro una vez más.

Ahora, si somos francos con nosotros mismos, admitiremos que durante demasiado tiempo, no siempre hemos cumplido con estas responsabilidades, ya sea como gobierno o como pueblo. Digo esto no para designar culpables ni mirar hacia atrás, sino porque sólo al comprender cómo llegamos a este momento podremos salir de este aprieto.

El hecho es que nuestra economía no comenzó a deteriorarse de la noche a la mañana. Tampoco se iniciaron todos nuestros problemas cuando el mercado de vivienda colapsó o la bolsa de valores se desplomó. Sabemos desde hace décadas que nuestra supervivencia depende de encontrar nuevas fuentes de energía. Sin embargo, importamos más petróleo ahora que nunca antes. El costo del cuidado de salud devora más y más de nuestros ahorros todos los años, sin embargo continuamos retrasando reformas. Nuestros niños competirán por empleos en una economía mundial para la cual demasiadas de nuestras escuelas no los preparan. Y aunque todos estos desafíos continuaron sin solución, logramos gastar más dinero y acumular más deudas, tanto como personas y como gobierno, que nunca antes.

En otras palabras, hemos vivido una era en la que demasiado a menudo, las ganancias a corto plazo eran apreciadas más que la prosperidad a largo plazo; en la que no miramos más allá del próximo pago, el próximo trimestre o las próximas elecciones. Un superávit se convirtió en excusa para transferir riqueza a los acaudalados en vez de una oportunidad de invertir en nuestro futuro. Se desmanteló la reglamentación a favor de utilidades rápidas y a costa de un mercado saludable. Sabiendo que no estaban a su alcance, las personas compraron casas de bancos y prestamistas que, de cualquier manera, querían colocar esos malos préstamos. Y mientras tanto, se pospusieron debates cruciales y decisiones difíciles hasta otro momento, otro día.

Bueno, ha llegado el día del ajuste de cuentas, y éste es el momento de hacernos cargo de nuestro futuro.

Éste es el momento de actuar de forma audaz y sensata, no sólo para reactivar esta economía, sino para sentar nuevas bases para una prosperidad perdurable. Éste es el momento de impulsar la generación de empleo, reactivar los préstamos e invertir en sectores como el de energía, cuidado de salud y educación, que harán que nuestra economía crezca, incluso a la vez que tomamos las difíciles decisiones de reducir nuestro déficit. Ése es el propósito de mi plan económico, y de eso me gustaría hablarles esta noche.

Es un plan que comienza con el empleo.

Tan pronto asumí el cargo, le pedí a este Congreso que para el Día del Presidente, tuviera listo un plan que volviera a poner a la gente a trabajar y que le pusiera dinero en el bolsillo. No porque creo en aumentar la burocracia. No creo en eso. No porque no me importe la deuda masiva que hemos heredado. Sí me importa. Hice un llamado a la acción porque no hacerlo hubiera significado perder más empleos y hubiera causado más dificultades. De hecho, no actuar habría empeorado nuestro déficit a largo plazo al asegurar poco crecimiento económico durante años. Por eso fue que presioné para actuar rápidamente. Y esta noche, me siento agradecido porque este Congreso hizo su trabajo, y me complace decirles que la Ley para la Recuperación y Reinversión en Estados Unidos ya fue promulgada.

En los próximos dos años, este plan preservará o creará 3.5 millones de empleos. Más de 90% de estos puestos de trabajo estarán en el sector privado: empleos para reconstruir carreteras y puentes, para fabricar turbinas de viento y paneles solares, para tender banda ancha y expandir el sistema de transporte público.

Debido a este plan, hay maestros que ahora pueden conservar sus puestos y educar a nuestros hijos. Los profesionales de la salud pueden seguir cuidando de los enfermos. Esta noche, 57 oficiales de policía pueden seguir patrullando las calles de Mineápolis, porque su departamento estaba a punto de despedirlos, y este plan lo evitó.

Debido a este plan, 95% de las familias trabajadores en Estados Unidos recibirán un recorte tributario… un recorte tributario que verán en sus talones de pago desde el 1º de abril.

Debido a este plan, las familias que tienen dificultades para cubrir los costos de la educación superior recibirán un crédito tributario de $2,500 para los cuatro años de universidad. Y los estadounidenses que han perdido su empleo en esta recesión podrán recibir una extensión en los beneficios por desempleo y cobertura para cuidados de salud que los ayudará a resistir esta tormenta.

Sé que hay algunos en este recinto y otros que nos ven desde sus hogares que no creen que este plan funcione. Y entiendo ese escepticismo. Aquí en Washington, hemos visto lo rápido que las buenas intenciones se vuelven promesas incumplidas y despilfarro. Y un plan a esta escala implica enorme responsabilidad y la necesidad de hacerlo correctamente.

Por eso le pedí al Vicepresidente Biden que encabezara un esfuerzo de supervisión estricta sin precedente, porque a Joe no se le escapa una. Y les he dicho a todos y cada uno de los miembros de mi gabinete, así como a los alcaldes y gobernadores de todo el país, que a mí y al pueblo estadounidense nos tendrán que rendir cuentas por cada dólar que gasten. Y he designado a un Inspector General de comprobada capacidad y dinamismo para identificar todos los casos de despilfarro y fraude. Y hemos creado una nueva página web llamada recovery.gov para que todos los estadounidenses puedan saber cómo y dónde se gasta su dinero.

Por lo tanto, el plan de recuperación que aprobamos es el primer paso para lograr que nuestra economía vuelva a encaminarse. Pero es sólo el primer paso. Porque incluso si no cometemos ningún error al administrar este plan, no habrá una recuperación real a menos que solucionemos la crisis de crédito que ha debilitado seriamente a nuestro sistema financiero.

Y esta noche quiero hablarles simple y sinceramente sobre este tema, porque todo estadounidense debe saber que eso afecta directamente su bienestar y el de su familia. También quiero que sepan que el dinero que han depositado en los bancos de todo el país está a salvo, que su seguro no está en peligro y que pueden confiar en que nuestro sistema financiero continuará funcionando. Esto no debe ser causa de preocupación alguna.

Lo que nos inquieta es que si no reanudamos los préstamos en este país, nuestro plan de recuperación estará destinado a fallar sin siquiera haber empezado.

Vean, el flujo de crédito es lo que le da vida a nuestra economía. La capacidad de conseguir un préstamo determina la posibilidad de financiar todo, desde una casa hasta un auto y los estudios universitarios; es la manera en que las tiendas renuevan su inventario, las granjas compran equipo y las empresas pagan sus planillas.

Pero el crédito ya no fluye como debería. Demasiados préstamos impagos resultantes de la crisis hipotecaria han afectado los balances contables de demasiados bancos. Con tanta deuda y tan poca confianza, ahora estos bancos temen prestar más dinero a familias, empresas y a otros bancos. Cuando no hay préstamos, las familias no pueden comprar casas ni autos. Entonces las empresas se ven forzadas a hacer despidos. Luego nuestra economía sufre aun más, y hay menos crédito disponible.

Por eso, este gobierno está actuando rápida y enérgicamente para romper este ciclo destructivo, restaurar la confianza y reanudar los préstamos.

Lo haremos de varias maneras. En primer lugar, crearemos un nuevo fondo de préstamos que representa el mayor esfuerzo jamás creado a fin de ayudar a proporcionar financiamiento para vehículos, estudios universitarios, préstamos a pequeñas empresas para los consumidores y empresarios que hacen que esta economía funcione.

En segundo lugar, he propuesto un plan de vivienda que ayudará a las familias responsables pero en peligro de una ejecución hipotecaria a reducir sus pagos mensuales y refinanciar sus préstamos hipotecarios. Es un plan que no ayudará a especuladores ni a ese vecino en su misma cuadra que compró una casa totalmente fuera de su alcance, pero sí ayudará a millones de estadounidenses que están teniendo dificultades debido a la devaluación inmobiliaria… estadounidenses que ahora podrán aprovechar tasas de interés más bajas que este plan ya ha ayudado a establecer. De hecho, la familia promedio que refinancie hoy puede ahorrar casi $2000 al año en su hipoteca.

En tercer lugar, actuaremos con toda la fuerza del gobierno federal para asegurar que los principales bancos de los que dependen los estadounidenses tengan suficiente confianza y suficiente dinero para otorgar préstamos incluso en tiempos más difíciles. Y cuando nos enteremos de que uno de los principales bancos tiene serios problemas, les pediremos cuentas a los responsables, los obligaremos a hacer los ajustes necesarios, les proporcionaremos apoyo para sanear sus balances contables y aseguraremos la continuidad de una institución sólida y viable que pueda beneficiar a nuestra gente y a nuestra economía.

Comprendo bien que Wall Street preferiría un enfoque que les diera a los bancos dinero para rescatarlos sin imponerles condiciones, sin pedirle a nadie que rinda cuentas por sus irresponsables decisiones. Pero un enfoque así no resolvería el problema. Y nuestro objetivo es hacer que pronto llegue el día en que volvamos a otorgar préstamos al pueblo estadounidense y a las empresas estadounidenses, lo cual acabará con esta crisis de una vez por todas.

Tengo la intención de pedirles a estos bancos que rindan cuentas de toda la ayuda que reciban, y esta vez, deberán demostrar claramente cómo se usan los dólares de los contribuyentes a fin de generar más préstamos para el contribuyente estadounidense. Esta vez, los directores generales no podrán usar el dinero de los contribuyentes para engrosar sus talones de pago ni comprar costosas cortinas o desaparecer en un avión privado. Eso no volverá a suceder.

Sin embargo, este plan requerirá recursos significativos del gobierno federal, y sí, probablemente más de lo que ya hemos destinado para esto. Pero aunque el costo va a ser alto, les puedo asegurar que el costo de la inacción sería mucho mayor, porque podría tener como consecuencia una economía débil no sólo por meses o años, sino tal vez por una década. Eso sería peor que nuestro déficit, peor para las empresas, peor para el pueblo y peor para la siguiente generación. Y me resisto a permitir que eso pase.

Y comprendo que cuando el gobierno pasado le pidió ayuda al Congreso para que proporcionara ayuda a los bancos en dificultades, tanto los demócratas como los republicanos estaban furiosos por el mal manejo y lo que ocurrió a continuación. Los contribuyentes estadounidenses sintieron lo mismo. Y yo también.

Así que sé lo poco popular que es ayudar a los bancos en este momento, especialmente porque sus malas decisiones causaron, en parte, que todos los estadounidenses se vieran afectados. Les aseguro que lo entiendo.

Pero también sé que en épocas de crisis, no podemos darnos el lujo de gobernar con ira o hacer concesiones a la politiquería del momento. Mi trabajo, nuestro trabajo, es resolver el problema. Nuestro trabajo es gobernar con sentido de responsabilidad. No voy a gastar ni un centavo con el objetivo de recompensar a ejecutivos de Wall Street, pero haré todo lo que sea necesario para ayudar a la pequeña empresa que no puede pagar a sus trabajadores o a la familia que ha ahorrado, pero que todavía no puede conseguir un préstamo hipotecario.

De eso se trata. No se trata de ayudar a los bancos; se trata de ayudar a la gente. Cuando haya crédito disponible nuevamente, las familias jóvenes finalmente podrán comprar una nueva vivienda. Y luego alguna compañía contratará empleados para construirla. Y luego esos trabajadores tendrán dinero para gastar, y si también pueden conseguir un préstamo, tal vez, finalmente, se podrán comprar un auto o abrir su propio negocio. Los inversionistas volverán al mercado y las familias estadounidenses verán que ya tienen fondos suficientes para la jubilación. Y poco a poco, la confianza retornará, y nuestra economía se recuperará.

Así que le pedí a este Congreso que me apoyara para hacer todo lo que fuera necesario. Porque no podemos abandonar a nuestra nación a un destino de recesión continua. Y para asegurar que una crisis de esta magnitud no vuelva a suceder, le he pedido al Congreso que apruebe rápidamente una ley que finalmente reforme nuestro obsoleto sistema regulatorio. Es hora de poner en vigor normas nuevas, estrictas y razonables para que nuestro mercado financiero recompense el dinamismo y la innovación, y que sancione los atajos y los abusos.

El plan para la recuperación y el plan para la estabilidad financiera son los pasos inmediatos que estamos dando para reactivar nuestra economía a corto plazo. Pero la única manera de restaurar plenamente la solidez económica de Estados Unidos es hacer las inversiones a largo plazo que generarán nuevos empleos, estimularán nuevas industrias y promoverán un renovado ímpetu para competir con el resto del mundo. La única manera de que este siglo sea otro siglo de liderazgo para Estados Unidos es que finalmente le hagamos frente al precio que pagamos por nuestra dependencia de petróleo y al alto costo de los cuidados de salud; al hecho de que las escuelas no estén preparando a nuestros hijos y la montaña de deuda que van a heredar. Ésa es nuestra responsabilidad.

En los próximos días, presentaré un presupuesto ante el Congreso. Con demasiada frecuencia, hemos visto estos documentos como simples números en un papel o una lista detallada de programas. Veo este documento de forma diferente. Lo veo como una visión para Estados Unidos: un plan de acción para nuestro futuro.

Mi presupuesto no trata de resolver todo problema ni abordar cada tema. Refleja la dura realidad que hemos heredado: un déficit de un billón de dólares, una crisis financiera y una recesión costosa.

Dada la situación, todos en este recinto –demócratas y republicanos– tendrán que sacrificar algunas prioridades loables para las cuales no hay dinero. Y también me incluyo.

Pero eso no significa que podemos darnos el lujo de ignorar nuestros desafíos a largo plazo. Rechazo el punto de vista que dice que nuestros problemas simplemente se resolverán por sí solos, que el gobierno no tiene función alguna en sentar las bases de nuestra prosperidad común.

Porque la historia dice lo contrario. La historia nos recuerda que en toda ocasión de conmoción y trasformación económica, esta nación ha respondido con medidas audaces y grandes ideas. En plena guerra civil, instalamos vías férreas de costa a costa, las cuales fomentaron el comercio y la industria. De la agitación de la Revolución Industrial salió un sistema de escuelas secundarias públicas que preparó a nuestros ciudadanos para una nueva era. Tras la guerra y depresión, el GI Bill [ley para la educación de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial] envió a una generación a la universidad y creó la clase media más numerosa de la historia. Y una lucha difusa por la libertad tuvo como resultado un país de carreteras, un estadounidense en la luna y una explosión de tecnología que sigue transformando a nuestro planeta.

En ninguno de los casos el gobierno sustituyó a la empresa privada; fue un catalizador de la empresa privada. Creó las condiciones para que miles de empresarios y nuevas empresas se adaptaran y prosperaran.

Somos una nación que siempre ha visto oportunidades en medio del peligro y ha logrado sacar provecho y salir airosa de experiencias terribles. Ahora debemos volver a ser esa nación. Es por eso que el presupuesto que estoy presentando, incluso al recortar programas que no necesitamos, invertirá en tres sectores que son absolutamente cruciales para nuestro futuro económico: energía, cuidados de salud y educación.

Comienzo con la energía.

Sabemos que el país que aproveche el poder de la energía renovable y no contaminante será el líder del siglo XXI. Sin embargo, es la China la que ha lanzado el mayor esfuerzo en la historia para hacer que su economía sea eficiente en términos energéticos. Nosotros inventamos la tecnología solar, pero estamos rezagados en su producción con respecto a países como Alemania y el Japón. Nuevos vehículos eléctricos híbridos salen de nuestras cadenas de montaje, pero operarán con baterías hechas en Corea.

Pues, no acepto un futuro en el que los empleos y las industrias del futuro se originen al otro lado de nuestras fronteras, y sé que ustedes tampoco. Es hora de que Estados Unidos vuelva a ser líder.

Gracias a nuestro plan para la recuperación, aumentaremos al doble el suministro de energía renovable de esta nación en los próximos tres años. También hemos hecho la mayor inversión en fondos para la investigación de base en la historia de Estados Unidos, una inversión que propiciará no sólo nuevos descubrimientos en el sector de energía, sino avances en la medicina, ciencias y tecnología.

Pronto tenderemos miles de millas de cables eléctricos que podrán llevar nueva energía a ciudades y pueblos en todo el país. Y pondremos a los estadounidenses a trabajar haciendo más eficientes nuestros edificios y casas para que podamos ahorrar miles de millones de dólares en nuestras cuentas de energía.

Pero para transformar realmente nuestra economía, para resguardar nuestra seguridad y salvar a nuestro planeta de los estragos del cambio climático, es necesario que a fin de cuentas hagamos de la energía renovable y no contaminante el tipo lucrativo de energía. Por lo tanto, le pido a este Congreso que me remita legislación que imponga un límite basado en el mercado para la contaminación derivada del carbono y que impulse la producción de más energía renovable en Estados Unidos. Y a fin de apoyar esa innovación, invertiremos 15,000 millones de dólares al año para desarrollar tecnología como la energía eólica y la energía solar; biocombustibles avanzados, carbón no contaminante y más autos y camiones de consumo eficiente de combustible, construidos aquí mismo en Estados Unidos.

En cuanto a nuestro sector automovilístico, todos reconocen que años de malas decisiones y una recesión mundial han llevado a nuestros fabricantes de autos al borde del abismo. No debemos protegerlos de sus propias prácticas malas, ni lo haremos. Pero nos hemos comprometido con el objetivo de un sector automotor reequipado y reinventado que pueda competir y ganar. Millones de empleos dependen de ello. Muchísimas comunidades dependen de ello. Y creo que la nación que inventó el automóvil no puede abandonarlo.

Nada de esto sucederá sin un precio ni será fácil. Pero éste es Estados Unidos. No hacemos lo que es fácil. Hacemos lo que es necesario para hacer que este país avance.

Por esa misma razón, debemos también abordar el agobiante costo del cuidado de salud.

Se trata de un costo que ahora causa una bancarrota en Estados Unidos cada treinta segundos. Para fines de año, podría causar que 1.5 millones de estadounidenses pierdan su casa. En los últimos ocho años, las primas han aumentado cuatro veces más que los salarios. Y en cada uno de esos ocho años, un millón adicional de estadounidenses perdió su seguro médico. Es una de las principales razones por las que las pequeñas empresas cierran sus puertas y las corporaciones mandan empleos al extranjero. Y es uno de los rubros más costosos y de más rápido crecimiento en nuestro presupuesto.

Dado todo esto, ya no podemos darnos el lujo de posponer la reforma del cuidado de salud.

En tan sólo los últimos treinta días, hemos hecho más que en la última década por hacer que avance la causa de la reforma del cuidado de salud. A pocos días del inicio de sesiones, este Congreso aprobó una ley para otorgar y proteger el seguro médico de once millones de niños estadounidenses cuyos padres trabajan a tiempo completo. Nuestro plan para la recuperación invertirá en historias médicas electrónicas y nueva tecnología que disminuirá errores, reducirá los costos, asegurará la confidencialidad y salvará vidas. Lanzará un nuevo esfuerzo por buscar la cura del cáncer, una enfermedad que ha afectado la vida de casi todos los estadounidenses en nuestros tiempos. Y hace la mayor inversión en cuidado preventivo en la historia, porque ésa es una de las mejores maneras de mantener a nuestro pueblo sano y nuestros costos bajo control.

Este presupuesto lleva estas reformas un paso adelante. Incluye un histórico compromiso con la reforma integral del cuidado de salud; una cuota inicial siguiendo el principio de que debemos tener cuidado de salud económico y de calidad para todo estadounidense. Es un compromiso que se paga en parte por medidas eficientes que esperamos desde hace tiempo. Y es un paso que debemos dar si esperamos reducir nuestro déficit en los próximos años.

Ahora, habrá muchas opiniones e ideas diferentes sobre cómo lograr la reforma, y es por eso que estoy congregando a personas de negocios y trabajadores, médicos y proveedores de salud, demócratas y republicanos, para que comiencen a trabajar la próxima semana en este asunto.

No soy un iluso. Sé que no será un proceso fácil. Será difícil. Pero también sé que casi un siglo después de que Teddy Roosevelt propusiera las primeras reformas, el costo de nuestro cuidado de salud ha agobiado nuestra economía y la conciencia de nuestra nación durante demasiado tiempo. Entonces, que no quepa duda alguna: la reforma del cuidado de salud no puede esperar, no debe esperar, ni esperará un año más.

El tercer desafío que debemos abordar es la urgente necesidad de extender la promesa de la educación en Estados Unidos.

En una economía mundial en la que la destreza más valiosa que se puede vender son los conocimientos propios, una buena educación ya no es simplemente una forma de acceder a las oportunidades; es un prerrequisito.

En este momento, dos tercios de las ocupaciones de más rápido crecimiento requieren más que un diploma de secundaria. Sin embargo, poco más de la mitad de nuestros ciudadanos tiene ese nivel de educación. Entre los países industrializados, tenemos una de las más altas tasas de estudiantes que no terminan la escuela secundaria. Y la mitad de los estudiantes que comienzan sus estudios universitarios no los terminan.

Ésta es una receta para el declive económico, porque sabemos que los países que enseñan mejor que nosotros hoy en día nos superarán el día de mañana. Es por eso que será un objetivo de este gobierno asegurar que todo niño tenga acceso a una educación completa y competitiva, desde el día que nazca hasta el día que inicie una carrera.

Ya hemos hecho una inversión histórica en la educación por medio del plan para la recuperación económica. Hemos ampliado considerablemente la educación inicial y continuaremos mejorando su calidad, porque sabemos que el aprendizaje más formativo tiene lugar en esos primeros años de vida. Hemos puesto los estudios universitarios al alcance de casi siete millones de estudiantes adicionales. Y hemos proporcionado los recursos necesarios para evitar dolorosos recortes y despidos de maestros que detendrían el progreso de nuestros niños.

Pero sabemos que nuestras escuelas no sólo necesitan más recursos. Necesitan más reformas. Es por eso que este presupuesto crea nuevos incentivos para el desempeño de los maestros; vías para ascender y recompensas para el éxito. Invertiremos en programas innovadores que ya están ayudando a las escuelas a cumplir con altos estándares y disminuir las diferencias en el rendimiento. Y aumentaremos nuestro compromiso con las escuelas públicas independientes (charter schools).

Es nuestra responsabilidad como legisladores y educadores hacer que este sistema funcione. Pero es la responsabilidad de cada ciudadano participar en él. Y entonces, esta noche, le pido a todo estadounidense que se comprometa por lo menos a un año o más de educación superior o capacitación laboral. Esto puede ser en una institución comunitaria de enseñanza superior o una universidad de cuatro años; capacitación vocacional o pasantía. Pero independientemente de la capacitación, todo estadounidense deberá contar con algo más que el diploma de la secundaria. Y abandonar la escuela secundaria ya no es una opción. No es solamente darse por vencido, es fallarle al país, y este país necesita y valora el talento de todo estadounidense. Es por eso que proporcionaremos la ayuda necesaria para que concluyan sus estudios universitarios y logren un nuevo objetivo: para el 2020, Estados Unidos volverá a tener la más alta tasa mundial de personas con grado universitario.

Sé que el precio de las matrículas es más alto que nunca, por lo que si están dispuestos a ofrecerse de voluntarios en sus vecindarios y hacer aportes a su comunidad o ponerse al servicio de su país, nos aseguraremos de que pueda pagar una educación universitaria. Y para alentar un espíritu renovado de servicio nacional para esta generación y las futuras, le pido a este Congreso que me remita la legislación respaldada por ambos partidos que tiene el nombre del senador Orrin Hatch, como también el de un estadounidense que nunca ha dejado de preguntar qué puede hacer por su país: el senador Edward Kennedy.

Esta política educativa les abrirá las puertas a nuestros hijos. Pero depende de nosotros el asegurarnos de que pasen por ellas. A fin de cuentas, no existe programa ni política que pueda sustituir a una madre o un padre que vaya a las reuniones con los maestros o que ayude con los deberes después de la cena o que apague el televisor, guarde los videojuegos y le lea a sus hijos. Les hablo no sólo como Presidente, sino como padre cuando les digo que la responsabilidad por la educación de nuestros hijos debe comenzar en casa.

Tenemos, por supuesto, otra responsabilidad con nuestros hijos. Y ésa es la responsabilidad de asegurarnos de que no hereden una deuda que no puedan pagar. Con el déficit que nosotros heredamos, el costo de la crisis que enfrentamos y los desafíos a largo plazo que debemos afrontar, nunca ha sido más importante asegurar que a medida que nuestra economía se recupere, hagamos lo necesario para reducir este déficit.

Es un orgullo para mí que aprobáramos el plan para la recuperación sin asignaciones para proyectos particulares (earmarks), y deseo que se apruebe un presupuesto el próximo año que asegure que cada dólar gastado refleje sólo nuestras más importantes prioridades nacionales.

Ayer tuve una cumbre fiscal en la que prometí reducir el déficit a la mitad para fines de mi primer periodo como Presidente. Mi gobierno también comenzó a analizar el presupuesto federal rubro por rubro para eliminar los programas ineficientes y que desperdician dinero. Como se pueden imaginar, éste es un proceso que tomará tiempo. Pero estamos comenzando con las partidas más grandes. Ya hemos identificado ahorros por dos billones de dólares en la próxima década.

En este presupuesto, acabaremos con programas educativos que no funcionan y con pagos directos a agroempresas grandes que no los necesitan. Eliminaremos los contratos otorgados sin licitación que han malgastado miles de millones en Irak, y reformaremos nuestro presupuesto de defensa para que no paguemos por armamento de la época de la Guerra Fría que no usamos. Eliminaremos el despilfarro, fraude y abuso en nuestro programa de Medicare que no mejore la salud de las personas mayores, y devolveremos un sentido de equidad y equilibrio a nuestro código tributario acabando por fin con los recortes tributarios a corporaciones que envían nuestros empleos al extranjero.

Para rescatar a nuestros niños de un futuro con endeudamiento, también acabaremos con los recortes tributarios del 2% más acaudalado entre los estadounidenses. Pero permítanme ser perfectamente claro, porque sé que escucharán las mismas afirmaciones de siempre que dicen que acabar con esos recortes significa un aumento masivo en los impuestos del pueblo estadounidense: si su familia gana menos de $250,000 al año, sus impuestos no aumentarán ni diez centavos. Les repito: ni diez centavos. De hecho, el plan para la recuperación otorga un recorte tributario –correcto, un recorte tributario– para 95% de las familias trabajadoras. Y esos cheques están en camino.

A fin de mantener nuestro bienestar fiscal a largo plazo, también debemos abordar los costos en aumento de Medicare y el Seguro Social. La reforma integral del cuidado de salud es la mejor manera de afianzar el Medicare para el futuro. Y también debemos dar inicio a la conversación sobre maneras de hacer lo mismo con el Seguro Social y a la vez, crear cuentas de ahorro universales y libres de impuestos para todos los estadounidenses.

Finalmente, ya que también padecemos de una falta de confianza, me he comprometido a restaurar un sentido de honradez y responsabilidad en nuestro presupuesto. Es por eso que este presupuesto mira diez años hacia el futuro y da cuenta de gastos que se omitían conforme a las viejas normas, y por primera vez, eso incluye el costo total de luchar en Irak y Afganistán. Durante siete años, la nuestra ha sido una nación en guerra. Dejaremos de esconder su precio.

Estamos examinando detenidamente nuestra política en ambas guerras, y pronto anunciaré un camino a seguir en Irak que deje a Irak en manos de su pueblo y acabe con esta guerra de forma responsable.

Y con nuestros amigos y aliados, dictaremos una nueva estrategia integral para Afganistán y Pakistán a fin de vencer a Al Qaida y combatir el extremismo. Porque no permitiré que los terroristas confabulen contra el pueblo estadounidense desde refugios al otro lado del mundo.

Mientras nos reunimos esta noche, nuestros hombres y mujeres de uniforme hacen guardia en el extranjero y otros más se alistan para su movilización. A todos y cada uno de ellos, y a las familias que sobrellevan la carga silenciosa de su ausencia, los estadounidenses se unen para enviarles un mensaje: respetamos su servicio, nos inspiran sus sacrificios, y cuentan con nuestro apoyo inquebrantable. Para aliviar la carga de nuestras fuerzas armadas, mi presupuesto aumenta el número de soldados e infantes de Marina. Y a fin de cumplir con nuestras sagradas obligaciones para con quienes están en el servicio, aumentaremos su paga y les otorgaremos a nuestros veteranos la expansión del cuidado de salud y los beneficios que se merecen.

Para derrotar al extremismo, debemos también estar alerta y respaldar los valores que nuestras tropas defienden, porque no existe fuerza más poderosa en el mundo que el ejemplo de Estados Unidos. Es por eso que he ordenado que se cierre el centro de detención de la Bahía de Guantánamo, y procuraremos que se lleve ante la justicia, de forma rápida y segura, a los terroristas capturados, porque vivir conforme a nuestros valores no nos hace más débiles; nos da mayor seguridad y nos da mayor fuerza. Y es por eso que puedo pararme aquí esta noche y decir, sin excepciones ni evasivas, que Estados Unidos no tortura.

En nuestras palabras y acciones, estamos mostrándole al mundo que se ha iniciado una nueva era de participación, pues sabemos que Estados Unidos no puede hacerle frente solo a las amenazas de este siglo, pero el mundo no puede afrontarlas sin Estados Unidos. No podemos eludir la mesa de negociación ni ignorar a los enemigos o las fuerzas que podrían causarnos daño. En vez, se nos llama a proseguir con el sentido de confianza y franqueza que exige la seriedad de los tiempos.

Para procurar el progreso hacia una paz segura y perdurable entre Israel y sus vecinos, hemos designado a un enviado para apoyar nuestros esfuerzos. Para hacerle frente a los desafíos del siglo XXI –desde el terrorismo hasta la proliferación nuclear; desde las enfermedades pandémicas hasta las amenazas cibernéticas y la pobreza agobiante– afianzaremos viejas alianzas, forjaremos nuevas y usaremos todos los elementos de nuestro poder nacional.

Y para responder a una crisis económica que es mundial en su alcance, estamos colaborando con los países del G-20 a fin de restaurar la confianza en nuestro sistema financiero, evitar la posibilidad de un aumento en el proteccionismo y estimular la demanda de productos estadounidenses en mercados de todo el mundo; porque el mundo depende de que tengamos una economía sólida, así como nuestra economía depende de la solidez de la internacional.

Ahora que nos encontramos en un momento decisivo de la historia, los ojos de todas las personas en todas las naciones se posan en nosotros una vez más, y nos observan para ver qué hacemos en este momento; aguardan nuestra dirección.

Los que estamos aquí reunidos esta noche hemos sido escogidos para gobernar en tiempos extraordinarios. Es una gran carga, pero también un gran privilegio que se ha confiado a pocas generaciones de estadounidenses; porque en nuestras manos recae la capacidad de influir en nuestro mundo para bien o para mal.

Sé que es fácil perder de vista este hecho, caer en el cinismo y en la duda, dejarnos consumir por lo mezquino y lo trivial.

Pero en mi vida, también he aprendido que la esperanza se encuentra en lugares poco probables; que la inspiración proviene no de quienes son más poderosos o célebres, sino de los sueños y las aspiraciones de los estadounidenses que no tienen nada de comunes y corrientes.

Pienso en Leonard Abess, el presidente de un banco en Miami quien, según se reportó, vendió su parte de su compañía, recibió una bonificación de $60 millones y se la dio a todas las 399 personas que trabajaron para él y a otras 72 que solían hacerlo. No se lo dijo a nadie, pero cuando un diario local lo averiguó, simplemente dijo, »Conozco a algunas de esas personas desde que tengo 7 años. No me pareció correcto que sólo yo recibiera el dinero».

Pienso en Greensburg, Kansas, un pueblo que fue destruido totalmente por un tornado, pero que está siendo reconstruido por sus residentes, en un ejemplo global de cómo toda una comunidad puede funcionar con energía no contaminante, cómo ésta puede llevar empleos y actividad comercial a un lugar donde alguna vez yacían rumas de ladrillos y escombros. «La tragedia fue terrible», dijo uno de los hombres que ayudó en la reconstrucción. «Pero la gente de acá sabe que también les brindó una oportunidad increíble».

Y pienso en Ty’Sheoma Bethea, la niñita de esa escuela que visité en Dillon, Carolina del Sur, un lugar donde los techos gotean, la pintura se pela de las paredes y tienen que dejar de enseñar seis veces al día porque el tren pasa a toda velocidad cerca de su aula. Le dijeron que su escuela no tiene esperanza, pero el otro día después de clases fue a la biblioteca pública y les escribió una carta a las personas sentadas en este recinto. Incluso le pidió dinero a su director para comprar una estampilla. La carta nos pide ayuda y dice, «Somos simplemente estudiantes tratando de ser abogados, médicos, congresistas como ustedes y algún día, presidentes, para que podamos producir un cambio no sólo en el estado de Carolina del Sur sino también en el mundo. No somos de los que se dan por vencidos».

No somos de los que se dan por vencidos.

Estas palabras y estos casos nos dicen algo sobre el espíritu de las personas que nos trajeron aquí. Nos dicen que incluso en los momentos más duros, en medio de las circunstancias más difíciles, existe una generosidad, una adaptabilidad, una decencia y una determinación que perseveran; una voluntad de asumir responsabilidad por nuestro futuro y por la posteridad.

Su determinación debe ser nuestra inspiración. Sus inquietudes deben ser nuestra causa. Y debemos mostrarles a ellos y a todo nuestro pueblo que estamos a la altura de la tarea ante nosotros.

Sé que hasta ahora no hemos estado de acuerdo en todo, y no hay duda de que en el futuro habrá ocasiones en las que discreparemos. Pero también sé que todo estadounidense sentado aquí esta noche ama a este país y quiere que tenga éxito. Ése debe ser el punto de partida para cada debate que tengamos en los próximos meses y el punto de retorno cuando concluyan dichos debates. Ésa es la base sobre la cual el pueblo estadounidense espera que encontremos terreno común.

Y si lo hacemos, si nos unimos y sacamos a este país de la profundidad de esta crisis; si hacemos que nuestra gente vuelva a trabajar y volvemos a poner en marcha el motor de nuestra prosperidad; si enfrentamos los desafíos de nuestros tiempos y hacemos un llamado a ese espíritu perdurable de un estadounidense que no se da por vencido, entonces algún día, dentro de muchos años, nuestros hijos podrán decirles a sus hijos que éste fue el momento en que hicimos, en palabras que están talladas en este recinto, «algo digno de ser recordado». Gracias, que Dios los bendiga y que Dios bendiga a Estados Unidos de América.

http://spanish.bogota.usembassy.gov/pr_16_250209.html

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Eluana: derechos frente a despotismo, de Margarita Boladeras en El País

Posted in Derechos, Justicia, Libertades, Política, Sanidad by reggio on 11 febrero, 2009

Berlusconi y la Iglesia se han aliado para violar tanto los deseos de una paciente y su familia como las decisiones de los tribunales italianos. Querían mantener indefinidamente un estado vegetativo irreversible

El día 9 de febrero, a las 20.10 horas, murió en la clínica La Quiete, de Udine, Eluana Englaro, la italiana de 38 años que estaba en estado vegetativo irreversible desde 1992, cuando sufrió un accidente de tráfico. Esta dramática situación ha llegado al extremo de la mayor injusticia y crueldad por la actuación de algunos médicos y fiscales, así como por un Gobierno que ha desafiado los derechos de los ciudadanos y las sentencias judiciales, para proclamarse protector de los dogmas de una Iglesia, hasta el punto de intentar legislar de forma inconstitucional. El pulso entre el Gobierno italiano y los jueces ha alcanzado niveles tan grotescos como dolorosos para la sociedad de aquel país.

Durante los últimos 11 años, el padre de Eluana venía reclamando el derecho de su hija a rechazar un tratamiento médico que no podía aportar ninguna mejora y que era fútil. En estas situaciones aparece el poder actual de la medicina y sus flaquezas: puede mantener la vida vegetativa de una persona durante años, algo impensable en otras épocas, pero es incapaz de restablecer la vida psíquica y personal, y algunos grupos confesionales se resisten a admitir que la obstinación terapéutica es mala praxis médica.

Ella no podía hablar, pero su familia sabía que no hubiera querido permanecer en esta situación. Como tutor, el padre podía reivindicar la voluntad de Eluana y tomar la decisión de interrumpir la hidratación y la alimentación artificial, pero las denuncias de médicos y fiscales lo impidieron. Once años de pleitos y debate público; todo lo contrario del respeto a la intimidad y a la autonomía personal.

Por fin, en 2007, los jueces determinaron que Beppino Englaro, como tutor, tenía el derecho de aceptar o rechazar los tratamientos propuestos, a pesar de que «actualmente hay una carencia legislativa que proporcione las indicaciones en casos de petición de suspensión de tratamientos médicos por parte de los tutores de personas en coma y sin esperanzas de mejoría» (Tribunal de Apelación de Milán). En 2008, la Audiencia de Milán falló a favor de la interrupción de la hidratación y la alimentación artificial.

Cuando parecía que se habían aclarado las cuestiones fundamentales del caso, es decir, que, por el principio ético y constitucional de respeto a su autonomía y a su dignidad, toda persona tiene el derecho de aceptar o rechazar los tratamientos médicos que se le proponen -por sí misma si es capaz y, si no lo es, a través de su representante legal-, la fiscalía de nuevo recurrió la sentencia porque consideraba que no se había comprobado con suficiente objetividad la irreversibilidad del estado vegetativo persistente. En noviembre de 2008, el Tribunal Supremo italiano zanjó esta cuestión, amparando la petición de la familia Englaro.

En lugar de permitir un desenlace discreto, respetando la intimidad y el dolor de estas personas, una vez más los políticos de la derecha manipuladora y despótica entraron a saco, instrumentalizando el caso y masacrando los sentimientos y las convicciones más personales de la familia Englaro y de todos los que piensan como ellos, en aras de la defensa de una forma de entender la vida que no tiene respaldo constitucional ni ético racional. Han llegado a prohibir las actuaciones autorizadas por los jueces en los centros sanitarios públicos y a amenazar a los posibles colaboradores. Muchos hemos contemplado estupefactos, indignados y tristes cómo se tergiversan los hechos y los argumentos para imponer el control del Gobierno sobre el dominio de la vida y de la muerte, en contra de los derechos ciudadanos.

El punto culminante de las medidas del Gobierno de Berlusconi ha sido su intento de promulgar una ley para prohibir la muerte de Eluana, y ello no ha creado más que confusión, crispación y temor. ¡Hasta el presidente de la República Italiana la ha calificado de inconstitucional! No podía ser de otra manera, pues la judicatura había aclarado suficientemente las cuestiones de principios fundamentales. Giorgio Napolitano ha declarado: «El monopolio de la solidaridad y la autoridad moral no es patrimonio de nadie. Tampoco el fin de la vida».

Esta apuesta tan decidida del Gobierno italiano de Berlusconi indica la dureza que están dispuestos a emplear los que se oponen a la ética racional. Hace siglos que el poder político y el dogma religioso se apoyan para tener el dominio de la vida y la muerte de las personas. Dicen que defienden la vida humana, pero no respetan los derechos humanos ni la legislación europea sobre el derecho a la autonomía del paciente y el consentimiento informado.

El señor Englaro ha manifestado: «Espero que su historia sirva para que la gente entienda que la medicina debe pensar mil veces antes de crear situaciones que no existen en la naturaleza. Eso es de locos. La vida es vida, la muerte es muerte. Blanco o negro. Las personas vivas son capaces de entender y decidir por sí mismas. Yo he pedido por caridad que dejen morir a mi hija Eluana. La condena a vivir sin límites es peor que la condena a muerte. En la familia, los tres habíamos dejado clara nuestra posición. Lo hablamos muchas veces. Vida, muerte, libertad, dignidad. Somos tres purasangre de la libertad. No necesitamos escuchar letanías. Ni culturales, ni religiosas, ni políticas».

Esta libertad que reclama la familia Englaro es lo que el actual Gobierno paternalista y demagógico de Italia no está dispuesto a tolerar. Quiere mantener la vida vegetativa irreversible pero no respeta la integridad de la vida física, psíquica y moral, ni la dignidad de cada persona de acuerdo con sus convicciones.

¿Cuántos años necesitará Italia para tener una legislación acorde con los derechos fundamentales de las personas en este ámbito, que impida las intromisiones partidistas y sectarias?

En España la situación es clara para los casos de interrupción del tratamiento médico. La Ley 41/2002, de 14 de noviembre, Básica Reguladora de la Autonomía del Paciente, reconoce el derecho de los pacientes y de sus tutores a solicitar la interrupción de un tratamiento médico. Inmaculada Echevarría, de Granada, se acogió a esta norma; el dictamen que elaboró la Comisión Permanente del Consejo Consultivo de Andalucía reconoció que «el ordenamiento aplicable permite que cualquier paciente que padezca una enfermedad irreversible y mortal pueda tomar una decisión como la que ha adoptado doña I. E. […] Se trata de una petición amparada por el derecho a rehusar el tratamiento y su derecho a vivir dignamente». El fin de Inmaculada, igual que el de Eluana, no debe calificarse de eutanasia, sino de suspensión de un tratamiento médico.

Con todo, nuestro país también ha sufrido la irresponsabilidad política en casos tan graves como el de Leganés, que ha tenido consecuencias negativas en la administración de la sedación terminal a los enfermos y en la seguridad de los profesionales que deben tratarlos.

Queda mucho trabajo que hacer para lograr claridad de ideas en todos los que tienen responsabilidades en estas cuestiones y en las personas en general. El debate público es importante y debería ayudarnos a superar la manipulación que algunos sectores pretenden. La preservación del verdadero sentido de la vida y de la dignidad humanas dependen de ello, así como la evitación de mucho sufrimiento innecesario.

Margarita Boladeras es catedrática de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Barcelona. Su último libro publicado es El derecho a no sufrir (Los Libros del Lince).

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¡Feliz año, reumáticos…!, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Derechos, Economía, Política, Sanidad by reggio on 31 diciembre, 2008

El ojo del tigre

Se cuenta que Jimmy Carter, cuando se sentó por primera vez en el sillón del Despacho Oval en la Casa Blanca, les dijo a los presentes: No soy más que un hombre como todo el mundo… Ser un hombre como los demás es lo más normal que le puede suceder a un ser humano en este mundo. Sin embargo, reconocerlo -si no con humildad, sí por lo menos con sinceridad- ya no lo es tanto. Desde hace muchos años, tantos como los que uno disfruta de la ventaja de ser autónomo como individuo pensante, no he conocido a nadie en este país que haya tenido la gallardía de reconocerlo, como hizo Jimmy Carter, en el momento de sentarse por encima de todos los demás. Que yo recuerde, antes de que la dictadura fuera reconvertida en una democracia inorgánica, todos aquellos que, por una u otra circunstancia -generalmente, digital- flotaban en las alturas orgánicas del sistema (desde el Municipio, el Sindicato. o el Gobierno Civil y la Jefatura Provincial del Movimiento), en esta antigua provincia tales personajes se consideraban a sí mismos políticos hiperrepresentativos: superaban al hombre común; eran la fuente clara de la que manaba la opinión pública fundamentada; representaban la autoritas como si se tratara de un oficio divino.

Transcurrido todo el tiempo que quisieron darse los superhombres de aquel régimen determinado por la Divina Providencia, para asumir la responsabilidad de transmudar la dictadura en una democracia, y cuando ésta fue impartida urbi et orbe desde el sillón más elevado de las antiguas Cortes, los nuevos políticos, que sucedieron a los anteriores, continuaron siendo hiperrepresentativos. Es decir, se olvidaron de que provenían  la base social sobre la que se supone que reposa la democracia popular (la del pueblo, no la del PP…), e ignoraron que su elevada posición jerárquica en la sociedad se la debían a quienes desde el subsuelo de la democracia -que es el estrato más viejo en donde se encuentran los electores -les habían votado para que los gobiernen y no para que los dominen. Es decir: simplemente para  gobernar; no para hiperrepresentar…

Lamentablemente, Asturias es uno de los más viejos ejemplos de esa hiperrepresentatividad. Ya lo fue cuando a quienes se les había requerido para prestar sus servicios a la sociedad, bajo la constante tutela del dictador; entonces, los elegidos digitalmente se comportaban ya como si fueran los dueños del sistema. En aquel tiempo, España estaba a merced de los efectos mecánico-políticos del sagrado Movimiento continuo. Después, cuando ya había cesado el Movimiento se puso en marcha otro de nueva factura mecánica: el de la Monarquía pendular democrática; el cual abarca desde la socialdemocracia moderna, hasta la derechocracia clásica. O sea, desde el PS(O)E hasta el PP. Con lo cual, el país siguió funcionando exactamente igual que había funcionado hasta entonces: a base de personajes hiperrepresentativos. Los asturianos de a pie -supongo que como los demás españoles- están sometidos a los desahogos del arte burocrático que de manera magistral dominan quienes los hiperrepresentan, y el artificio político de los que piensan por ellos. Unos y otros son los mismos. Es muy difícil distinguir entre la porción de sinceridad que inspira a estos superpolíticos y la parte de hipocresía que los empuja para que actúen como lo hacen. No olvidemos que la hipocresía es una parte importante del talento del actor: es el arte de saber fingir.

Al parecer Asturias es en este momento una de las más vulnerables regiones de la etérea Unión Europea, por el envejecimiento de su población. Desde que la democracia es el régimen que nos identifica con el resto del mundo continental, las encuestas han sustituido a las ideologías. Dicen que Asturias ocupa el número 12 entre las regiones más debilitadas de Europa, porque su población la componen mayoritariamente viejos. Hace cuarenta años, el problema era otro: la distribución de la renta per cápita nos había hundido desde el lugar ocho, que ocupábamos en el mediterráneo de las provincias españolas, hasta el 19. Pero ahora la historia es otra. Y lo que les interesa a quienes teatralizan la vida político-social asturiana es demostrar que los viejos son una carga pesadísima y amenazan con hundir la región.

Cada vez es más clara la consigna que nos llega desde las alturas: hay que echarle una mano a la sanidad pública. Lo cual no quiere decir que la mano haya que echársela al cuello de sus burócratas hiperrepresentativos, sino al bolsillo de los viejos… Que son los que se benefician con la gratuidad universal del sistema de salud público. Dicho de otra manera: hay que renunciar a una de las conquistas sociales que le costó a la clase obrera sangre, sudor y lágrimas desde hace más de un siglo. Ahora, intentan convencer de que hay que pagar para que la sanidad pública siga funcionando, y el negocio privado de la misma sea más negocio…

Esto te lo van diciendo poquito a poco, desde la distancia majestuosa que les separa de la plebe que les vota cada cuatro años. Ahora, en Asturias, ya no es la industria pública la que agota el modelo socioeconómico de la región. Son los asturianos viejos, con su achaques crónicos. Son los abueletes de nietos que han nacido en Madrid, en Barcelona… O en Londres. Porque sus jóvenes papás tuvieron que buscarse la manera e vivir decentemente de su profesión lejos de esta región. Es verdad que podrían haber intentado vivir de la política, pero en este oficio -solicitadísimo- hay overbooking. También predominan los viejos…

Si hace medio siglo, los hiperrepresentativos de esta débil región se hubieran dedicado a aprovechar los recursos económicos existentes para modernizar sus históricas estructuras industriales, en vez de afanarse en liquidarlas a precios de saldo -hubo un momento en el que los asturianos temieron que los socialdemócratas regalaran Ensidesa a los franceses. No es broma-; a lo mejor ahora los viejos no pesaban tanto en la balanza de los burócratas de la política sanitaria. Pero, entonces como ahora, les importó un comino el asunto. En fin, feliz año nuevo, reumáticos…

Lorenzo Cordero. Periodista.

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La ‘o’ con un canuto, de David Torres en El Mundo

Posted in Sanidad by reggio on 23 diciembre, 2008

A DIESTRA Y SINIESTRA

Uno ha hecho la carrera de Filología pero no ha sido hasta ayer que, gracias al Ministerio de Sanidad, se ha enterado de una figura retórica con nombre de enfermedad degenerativa. El lipograma vocálico (recurso poético particularmente idiota que consiste en la formación de palabras que contienen una sola vocal) es el esqueleto que sostiene el hip hop con el que Bernat Soria advierte a los chavales que se encasqueten el condón antes de pasar a mayores.

La vocal elegida ha sido la o, letra cuya grafía es la descripción de un hoyo y cuya pronunciación supone un convite a la felación. Si uno pronuncia una o cuidadosamente se queda con cara de muñeca hinchable. La o es una letra gorda, la señorona de las vocales, y su evidente redondez evoca lo que precisamente se trataba de evitar: el bombo, el follón. Aparte de estos motivos subliminales, la canción ha sido muy criticada pero hay que admitir que, una vez oída, resulta perfecta no tanto para fomentar el uso de anticonceptivos como para predicar la abstinencia total. A cualquiera que la oiga no se le levanta en tres días.

No sabemos cuántos euros de esos 2.200.000 que se ha gastado el Ministerio en la promoción de semejante castaña han ido destinados al engorde y cría del compositor, pero todo lo que pasase de dos hostias bien dadas sería un dispendio y un disparate. Hace falta valor para que ahora venga un tío barbudo con la gorra enroscada a tornillo y diga que encima se la han fusilado los tíos del Ministerio, como si la castaña en cuestión fuese el Adagietto de la Quinta Sinfonía de Mahler.

El planteamiento, no obstante, es curioso porque permite una profunda indagación sobre los mecanismos de la producción artística. O dicho de otro modo: ¿se puede plagiar una boñiga? Ya sabemos que el hip hop, como su nombre indica, no es música, sino gimnasia de colutorio y grito de ánimo circense, pero ¿puede haber en el mundo dos letristas tan cerriles y tan inasequibles a la armonía como para que ambos se refieran a la ceremonia nupcial con la misma expresión rematadamente imbécil y monárquica de «yo no corono rollos»? Más aun: ¿cómo se puede perpetrar un lipograma vocálico con la letra o y esquivar reiteradamente adjetivos como «sordo», «bobo» o «tonto’l bolo», cuando tan a mano los tenían?

El rapero Nach (tan ingenioso que hasta se ha decapitado la o del nombre) anuncia que va a denunciar el robo ante la SGAE, lo cual da la exacta medida de furor reivindicativo del rap en general y del rapero Nach en particular. La agencia contratada por el Ministerio ha contraatacado iniciando una demanda contra el lipogramador vocálico y asegurando que son muy capaces de lipogramar una boñiga ellos solos. Que ni siquiera les hace falta el canuto.

© Mundinteractivos, S.A.

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Caca, de Ruth Toledano en El País de Madrid

Posted in Medio ambiente, Política, Sanidad by reggio on 12 diciembre, 2008

Ah, qué tontería y aburrimiento hablar de caca pudiendo hacerlo de tantas otras cosas más divertidas, interesantes y necesarias. Y no digamos de las innecesarias. Pero hay un tipo de personas a quienes su fobia a los perros parece perseguirles por las calles en forma de una profusión de cacas caninas que los demás no vemos. (Qué suerte formar parte de quienes tienen fobias más altas). Según el grado de afección de esa fobia, la persecución puede alcanzar dimensiones asesinas: hay gente que vive obsesionada por toparse con una de esas cacas que creen invaden la ciudad. Suele tratarse, por cierto, de la misma gente que jamás se ha pronunciado contra el maltrato a los animales. Donde haya buena caca en la que fijarse que se quiten la crueldad y el sufrimiento ajeno.

Luego hay otro tipo de personas que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, sacan tajada hasta de donde ya no hay hueso que roer. Por lo que parece, una de ellas es Ana Botella, delegada de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, quien, muy en su papel, hoy dice que «el planeta está al servicio del ser humano porque el ser humano es el centro», así como ayer lanzó una nueva ordenanza de Limpieza y Gestión de los Residuos según la cual no recoger la caca del perro puede suponer una multa de entre 90 y 1.500 euros. Mi visión del mundo es muy distinta a la de esta señora antropecentrista, pues no sólo descreo de la existencia de un mundo dividido en centro y, consecuentemente, en periferia, sino que considero que el ser humano es un aspecto más de un universo del que todo forma parte, incluida la caca. Así que, en fin, como la cosa va de caca, adelante, hablemos de caca. Yendo por delante que soy una persona casi normal y que el hecho de no recoger la caca del perro me parece muy mal (por dos razones: una, que es una guarrada; y otra, que sirve de excusa a los que detestan a los perros). Veamos, pues, las montañas de caca que nos rodean.

Para empezar, en el municipio de Madrid puede resultar más caro no recoger la caca de un perro que maltratarlo o abandonarlo. Los procesos que se ven obligados a seguir los protectores de los perros maltratados y abandonados para que los culpables sean castigados son interminables, caros y dificultosos, para finalmente, en la mayoría de los casos, lograr una multa o una condena casi simbólica. Y eso sí que «perjudica la imagen de la ciudad», como dice esta señora del centro. Del mundo. Eso sí que es caca. De la moral. Caca es el estado en que se encuentran las perreras municipales, los medios de que disponen, los métodos que utilizan, el destino de los pobres animales que van a caer en sus redes.

Caca es la dejadez, el ninguneo, la falta de apoyo, el desprecio con el que conviven las asociaciones protectoras, los albergues en donde tienen la suerte de dar con sus huesos los miles de perros y gatos apaleados, quemados, atropellados, despellejados. Suerte de no sacrificados y de que los voluntarios ignorados por las instituciones, también abandonados, dediquen su tiempo, su dinero y su ánimo a fomentar y conseguir una adopción. Caca es no poder llevar suelta a mi perrita (de nombre Poca; de raza chihuahua; 1.200 gramos de peso) por el Retiro, a riesgo de ser perseguida, amenazada y multada por motoristas uniformados que rompen nuestra armonía. Caca es que las mejores personas, las que derrochan bondad, las que defienden a quienes no pueden hacerlo, las que cuidan de los más débiles, sean tratados por ello como delincuentes. Sí, hay que retirar la caca del perro de la vía pública, pero también (antes incluso, ¿no?) hay que retirar palabras que ensucian mucho, como que sea necesario el ensañamiento para que la ley considere maltratado a un animal.

Para seguir, dice esta señora de centro que las cacas de los perros «suponen un riesgo enorme para la salud de las personas». Un riesgo mucho mayor, según alguien que sabe tanto del planeta y del ser humano, que aquellos niveles de dióxido de carbono que superan en mucho los niveles permitidos por la UE pero que ella denomina «polvo africano». Caca es que la sanidad se privatice (ya, ya sé que no es cosa de ustedes, que es cosa de la señora de los calcetines, que ustedes nunca lo harían -qué raro que sean de la misma cuerda-) y la gente esté en los pasillos de los hospitales públicos. Caca es que se eliminen los árboles, bancos y zonas de recreo de las plazas para hacer de ellas unas pistas de cemento donde ni siquiera se puede pasear plácidamente con un perro. Caca que el Ayuntamiento no proteja a los gatos del Retiro y del Botánico. Apesta, desde luego, pero a caca insensible y recaudatoria.

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Copago y buena salud, de Salvador Cardús i Ros en La Vanguardia

Posted in Economía, Política, Sanidad by reggio on 29 octubre, 2008

Estoy absolutamente a favor de la implantación de un sistema de copago sanitario moderado, tanto en la atención primaria y hospitalaria pública, como en el gasto farmacéutico. Pero también creo que en ningún caso debería ser defendido como medida para paliar la crisis, aunque circunstancialmente sirviera para ello. El copago de los servicios públicos – los sanitarios y todos los demás- debería ser simplemente una medida al servicio de la buena educación sanitaria de los ciudadanos y, en definitiva, de nuestra propia salud.

En primer lugar, el copago tiene una función autorreguladora que favorece la racionalización del uso de los servicios sanitarios. No hacen falta grandes estudios científicos para argumentarlo, aunque sean necesarios para medirlo con exactitud. Basta llegarse hasta una consulta pública y hacer una hora de cola para descubrir que mezcladas con las personas verdaderamente necesitadas de atención, se encuentran un sinfín de gentes que acuden al médico como entretenimiento. El simple pago de una tasa, por pequeña que fuere, supondría un alivio en las colas y una mejor atención médica. En este caso, el copago apenas tendría ningún efecto en el ahorro de la factura sanitaria pública, pero mejoraría la calidad asistencial.

Por otra parte, el copago, junto a una factura detallada del conjunto del gasto efectuado en cada servicio médico, debería producir un aumento de la conciencia de lo que cuesta este tipo de atención. Nos hemos acostumbrado al uso – y abuso- de sistemas carísimos de diagnóstico y los exigimos para cualquier nimiedad. No se trata de dejar a nadie sin atención, por supuesto, pero lo que no es razonable es este camino alocado que, a más calidad y mejor asistencia, lleva a más insatisfacción y quejas. Tal como podemos consultar los precios aproximados de los distintos modelos de automóviles o de los nuevos televisores de pantalla plana, sería deseable que también pudiéramos saber con facilidad los costes de las intervenciones quirúrgicas más habituales, del gasto anual que supone atender a un enfermo crónico con diabetes o del precio que se acaba pagando por una conducta irresponsable como ciertas formas de agresión auditiva propias de algunas actividades de ocio.

Tan importante como los anteriores objetivos, el copago serviría para favorecer conductas más responsables en la medida que frenaría la automedicación y forzaría a desarrollar una cultura sanitaria individual y familiar apta para dar respuesta a aquellas enfermedades más habituales que, en la mayoría de los casos, no necesitan atención médica profesionalizada. Saber distinguir un resfriado común, no alarmarse ante una ligera subida de la temperatura o atender adecuadamente una indigestión, por solo recordar algunas de las indisposiciones que treinta o cuarenta años atrás todo el mundo sabía cómo solucionar, debería volver a ser un patrimonio ciudadano a favor de una mayor autonomía y responsabilidad personal.

No me cabe ninguna duda de que estos cambios también podrían suponer un cierto ahorro y, en cualquier caso, un mejor uso del gasto actual. Pero me parece un error justificar el copago como una medida para tiempos de crisis, ya que sugiere al contribuyente que, con tal decisión, el sistema va a ser o menos generoso o más injusto. Nada de eso tendría por qué ser cierto. El copago debería prever las exclusiones justificadas de esta obligación y asegurar, precisamente, que contribuye a una mejor redistribución de la renta, justo lo que ahora no ocurre. En realidad, una correcta aplicación del copago llevaría a lo contrario: a un sistema sanitario más eficiente y a una mayor calidad de atención y, en este sentido, a un sistema realmente más generoso y a un modelo más justo para todos. Y por si existiera alguna duda, para tomar ejemplo sólo hace falta ver cómo funcionan los sistemas sanitarios europeos de los países más avanzados en prestaciones sociales (véase La Vanguardia del 24 de octubre).

Sí, ya sabemos que los responsables políticos no parecen estar por la labor. En Catalunya, la tímida propuesta de copago se refiere tan sólo a la factura farmacéutica, que es justo sobre lo que el Govern no tiene competencia. Y el Gobierno central, que podría, ya ha dicho que no. Quizás se piense que no sería popular. Y, ciertamente, planteado como una medida para apretarse el cinturón, no lo va a ser. Lamentablemente, llegamos tarde: el copago debería haberse aplicado en los momentos de menor apuro económico. En cualquier caso, se trata de un asunto de tanta importancia – nos jugamos el futuro de nuestro sistema de previsión- que quizás debería plantearse como resultado de un pacto político nacional. Y, por supuesto, debería ser anunciado y comprometido en los propios programas electorales. Hay que aplicarlo bien, pero no tengo la menor duda de que el día que un dirigente político se atreva a decir la verdad a la gente, por dura que esta sea, sobre el negro futuro de la Seguridad Social si sigue tal como ahora está, que sea capaz de poner remedio al desorden y el abuso sanitario – por otra parte, conocido por la mayoría-, y que pida una mayor corresponsabilidad de cada uno de nosotros en nuestra propia salud, se va a ganar la confianza de todos.

salvador.cardus@uab.cat

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¿De quién son los valores?, de Pilar Rahola en La Vanguardia

Posted in Derechos, Historia, Justicia, Libertades, Política, Religión, Sanidad, Sociedad by reggio on 10 septiembre, 2008

Analizado en superficie, parece simple. La izquierda, que es muy buena, quiere legislar derechos civiles pendientes, y la derecha, que es muy mala, se opone, como es costumbre, amparada en la cruz y el tradicionalismo. Unos aseguran que lo suyo es la ética, y los otros se protegen bajo el paraguas de la moral. Y así, como si fuera una improvisada tómbola de ideas, aparecen en el panorama temas de enorme calado, cuyo debate merecería más profundidad, menos retórica y mucha menos demagogia. Personalmente estoy a favor de mejorar la ley sobre el aborto, que me parece, actualmente, un auténtico desaguisado, cuyos agujeros negros permiten muchas tropelías. Y también estoy convencida de que el derecho a una muerte digna necesita una buena ley que lo ampare. No estoy tan de acuerdo en el momento elegido, ya que me parece más una decisión táctica, para marear la dañada perdiz de la economía, que la asunción de un compromiso político. Abrir la manzana de la eutanasia y del aborto justo cuando la gente acaba de volver del verano y se encuentra con la dura realidad de sus bolsillos no me parece muy decente. Puede que sea una estricta cuestión de prioridades por mi parte, pero lo es: no hay mayor prioridad que atajar la crisis que sufren los ciudadanos. Sin embargo, con lo que estoy radicalmente en contra es con el planteamiento del debate, como si fuera una simple y descarnada elección, fácilmente resoluble en términos de maniqueísmo ideológico. Es decir, los de izquierdas a un lado, los de derechas al otro, y la legión de despistados, como Dios, en todas partes y en ninguna. Y así, mordaza en ristre, todos a tener posición simple en la enorme complejidad de estos debates delicados. Como si fueran departamentos estancos, como si los valores de una sociedad fueran propiedad de uno u otro partido, como si las consignas hubieran ganado, definitivamente, su batalla contra las ideas. Como si la ideología al uso resolviera, cual receta milagrosa, todos los enigmas. ¿Dónde está el catecismo, me pregunto, de la buena Mafalda? Lo siento, pero disiento. Primero, porque ni la izquierda es tan buena, ni la derecha tan mala, ni viceversa, ni los límites ideológicos pueden definir estos temas transversales que calan hondo en los principios de cada cual. Hay votantes del PSOE que no están de acuerdo con el aborto o la eutanasia, y hay votantes fieles del PP que consideran necesaria su legalidad. Tampoco se trata de una cuestión religiosa, sino aún más profunda, vinculada al sistema de valores que cada cual edifica para ir por el mundo. Además, siendo temas complejos, no se pueden merendar con un simple «esto es de izquierdas». O peor aún, los otros están en contra «porque son de derechas». Esta actitud, que niega el debate, frivoliza de tal forma la resolución de los problemas, que anula toda su complejidad. El derecho a debatir la complejidad de los problemas más hondos está en la esencia misma de la libertad, hasta el punto de que una no existe sin la otra. Por ello, cuando veo a Zapatero subido a la poltrona del mitin, zarandeando a los que están en contra del aborto o la eutanasia, como si fueran trogloditas habitaran en el inhóspito territorio del oscurantismo, me siento realmente incómoda. Porque no abre ningún debate sano. Al contrario, anula el derecho a debatir. Incluso, pues, participando de las propuestas que se plantean, no puedo participar de esta especie de aquelarre de aquellos que no están tan alegremente imbuidos de la verdad socialista. Y darle en el cogote a la Iglesia, eso ya es de manual. Cada vez que Zapatero tiene un serio problema de gestión -como es el caso-, pone en la diana a la Iglesia, porque machacar a la Iglesia siempre distrae al personal. Y, además, sale gratis.

¿De quién son los valores que definen una sociedad?, me pregunto en el titular. De todos, y ahí está el quid de la cuestión, que ningún partido puede patrimonializar dichos valores, como si suya fuera la verdad sobre la vida y la muerte. Como si, en realidad, se tratara de verdades absolutas. Realmente, ¿son debates tan ideológicos, tan simples? ¿Entonces, por qué habitan en la transversalidad? Si queremos hacer un serio favor a la salud democrática de nuestras sociedades, y tenemos el sano objetivo de construir una sociedad más justa, no podemos reducir a la miseria de una consigna programática lo que es un profundo debate sobre nuestra identidad social. La eutanasia es un claro ejemplo que no puede resumirse con el banal y maniqueo «progres a favor» y «fachas en contra», propio de un estúpido pingpong dialéctico. Primero, porque el tema es muy complejo, segundo, porque hay motivos en contra que son sensatos, tercero, porque hay motivos a favor que son frívolos, y cuarto, porque las sociedades maduras debaten con madurez sus complejidades, sus retos y sus miedos. De ahí que aún más importante que el aborto o la eutanasia, es la capacidad de debatir profundamente sobre ello. Negar el debate, repartir cartas de naturaleza progresista y enviar a galeras a todos los que no tienen el tema claro es una perversión de la democracia. Porque niega el mayor de sus tesoros: el derecho a la duda.

www.pilarrahola.com

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La quiebra de la sanidad en Asturias tiene muchos sumandos, de Juan Vega en su Blog

Posted in Asturias, Economía, Sanidad by reggio on 26 agosto, 2008


Mapa en el que se aprecia la impresionante operación inmobiliaria que motivó el traslado del HUCA y la consiguiente quiebra de la sanidad asturiana

El modelo de control social implantado por el poder político, con el impulso a la creación de grupos de profesionales especializados, como los de la ecología, que se adueñan de estados de opinión colectivos, reduciendo las reivindicaciones medioambientales a estrechos círculos y capillas que preñan de ideología sectaria y excluyente el anhelo colectivo de un mundo más limpio, sano y seguro, también se materializa en la profesionalización de otras correas de transmisión de la partitocracia, como son por ejemplo, los representantes de los consumidores y usuarios.  En el fondo ninguna novedad.

Es un interesante mecanismo de manipulación, que maneja muy bien la izquierda, y que habitualmente utiliza, no sólo para controlar a la sociedad, sino que también le resulta muy útil para machacar a la derecha, y así evitar el efecto salutífero de la alternancia política. Aquí en Asturias, no hay problema, porque la derecha ya trabaja para la izquierda, con lo que en nuestro caso eso ni se plantea.

Hace ya mucho que este invento de ingeniería social se aplicó en masa al control de las asociaciones de vecinos, tan activas en la Transición, que fueron ocupándose progresivamente por “activistas” que excluyeron inmediatamente a los ciudadanos sin prejuicios retribuibles, de la noble labor de ejercer de freno de los abusos de la clase política, para convertirse en actores secundarios del sistema, algo que en el caso concreto de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Gijón -por poner un caso clamoroso-, llegó incluso a materializar la creación de todo un entramado de promoción pública de vivienda, mediante cooperativas ligadas directamente a empresas que generan financiación para los partidos políticos, casos de los que hemos detectado ejemplos clamorosos que se encontraban ocultos por un velo de “servicio público”.

Cuando descubrimos el entramado del Grupo Progea, nos encontramos con una nueva especie de sinvergüenzas, que hasta entonces nos resultaba inconcebible, que llenaban los bolsillos a costa del sueño de tantos ciudadanos por contar con una vivienda digna, que públicamente presentan su depredadora tarea, como un acto de servicio a los “más desfavorecidos”.

Pero hay mucho más.

Resultaría prolijo, cuando no asombroso, hacer un repaso al sórdido mundo de las “onegés”, en donde se produjo un desembarco similar al de la ecología, los consumidores y los vecinos, para desplazar a los religiosos y religiosas, que tradicionalmente se habían ocupado de gestionar el sentimiento cristiano de la “caridad”, para transformarlo en el negocio profesional de la “solidaridad”.

Del misionero pasamos al “oenegero”.

Si nos adentramos críticamente en la farsa de la “cultura”, la tarea de denuncia de todo tipo de saltimbanquis dedicados a la organización de “performances”, “environements”, “teatro dentro del teatro”, “música atonal”, “escultura informal”, “literatura del absurdo”, “poesía automática”, y otras fantasías no menos subvencionables que las ecológicas, las del consumo Las obras de Prados de la Vega, van a buen ritmoo las “solidarias”, se podría generar un paro tan atroz en los países occidentales, que caeríamos en la cuenta de que estamos hablando de una auténtica reconversión del negocio de sobrevivir, en una sociedad en la que el “activismo” ha sustituido a la religión, como mecanismo de acceso a un empleo, e incluso, en algunos casos, a la riqueza, con todo su corolario de fanatismo e irracionalidad, que hace innecesario justificar nada, con tal de que haya palabras con las que definir estas nuevas formas de buscarse la vida.

Desde que el mundo es mundo hubo hechiceros que amenazaron con los más terribles castigos a quienes cuestionasen la trascendencia de la superchería hecha profesión.

Al que denuncia este perverso mecanismo se le llama “hijoputa”, aquí en las Áreas Tribales de Paquistan, y ya está. Ya no hay nada más que hablar.

Se trata, al final, de un mecanismo generalizado en un mundo en el que se han derrumbado las ideologías, los espacios vacíos se llenan y la militancia revolucionaria cedió su espacio a los nuevos hechiceros; por eso estas nuevas profesiones se asocian históricamente a la izquierda, y por eso también, su actividad deja un poso de frustración y fracaso, cuando no de estafa pura y dura.

De ahí esa brutal marea de tartufismo desvergonzado, que alienta la creación de empresas ideológicas que explotan los sentimientos más nobles de la gente, para crear una casta burocrática de nuevos chamanes que nada explican, porque nada tienen que explicar, dado que lo inexplicable no tiene explicaciones.

Lo mejor, en tan gruesa marejada, es ir a los ejemplos concretos, que tenemos tan cercanos, para ver su desarrollo en asunto tan serio para todo el mundo, como es el de la salud.

¿Dónde están ahora los “consumidores y los usuarios” para exigir que se aclaren las cuentas de las operaciones inmobiliarias desarrolladas al calor del imparable movimiento especulativo, impulsadas desde la administración con los más absurdos pretextos, siempre revestidos con la retórica de la “solidaridad” y defendidas públicamente con la seriedad del burro?

Un colectivo “de izquierdes”, la Plataforma por un Hospital Necesario, se constituyó en su día, con la insana misión de hundir las cuentas públicas del Principado de Asturias, justificando el derribo del Hospital Psiquiátrico de la Cadellada, para construir sobre sus ruinas un nuevo hospital, con el pretexto de que donde está el que todavía hoy presta sus servicios, había un colapso de las comunicaciones, que los edificios estaban viejos, y que no se podían arreglar, como se hizo en tantos otros sitios donde predominó la razón y el sentido común, sobre la codicia de quienes en Asturias impulsaron esta locura.

A nadie parecía importarle entonces la segura quiebra económica que se produciría inevitablemente a causa de tan desquiciada operación. La prueba de su culpabilidad es su actual silencio, que contrasta con la elocuencia de entonces.

Derribada La Cadellada, y una vez construído el nuevo hospital, estos colectivos “de izquierdes” justificaban que se derribase a su vez todo el complejo sanitario de El Cristo, para que allí se especulase también lo que hiciese falta, sin tener en cuenta que el mercado inmobiliario se saturaría, lo que haría finalmente inviable la operación. Hace mucho ya que los profesionales “de izquierdes” no se asustan ante la especulación. Es un fenómeno natural, siempre y cuando los que tienen que cobrar, cobren su propio cachín.

La quiebra orquestada desde la Cadellada no se va a poder financiar con las “plusvalías” de El Cristo, porque en El Cristo no va a haber plusvalías, porque ya no hay ciudadanos a los que vaciar los bolsillos con estas atroces operaciones. Todos estamos endeudados mucho más allá de los límites que podemos soportar, con lo que no hay compradores para más pisos.

Se acabó. Fin. The End.

Naturalmente, quienes hicieron desde el poder todas esas atroces cuentas, con el impagable auxilio de sus propagandistas “plataformados”, en ningún momento imputan a la quiebra que se está fraguando, los costes de urbanización y comunicaciones del enorme solar generado al lado del nuevo hospital, en el que se encuentran implicadas poderosas empresas -esas no son ni “de izquierdes” ni “de dereches”- que, una vez expropiados los terrenos, y con los costosísimos enlaces que comunicarán la zona en marcha, no se van a resignar a sufrir a su vez una quiebra en sus propias cuentas, ante el derrumbamiento del mercado inmobiliario, por lo que aún sacarán mucho más dinero de todo lo que se ha despilfarrado y malversado hasta el momento, para financiar la conversión de todo lo que allí se construya en “viviendas sociales”, y así evitar la ruina de tan loca operación.

Nuevamente la “solidaridad”, servirá como retórica eficaz para consolidar el latrocinio descarado. Más dinero público a sumar a la magnífica operación del nuevo hospital de La Cadellada. Una vez más salvaremos a los promotores de otra quiebra, invocando el “auxilio social”.

Pero mientras este camino hacia el infierno presupuestario sigue su curso, empiezan a llegar malas noticias. Se acabó la pasta. Madrid no va a dar más, sino menos. Hay crisis económica. Ya no se vende un piso y encima hemos aprobado el Estatuto de Cataluña, y los “de izquierdes” ya llegamos al orgasmo de apoyar a la vez a los que se quieren quedar con más dinero en Cataluña y a los que desde fuera de Cataluña quieren que Cataluña no se quede con ese dinero, como es el caso del no va más de la esquizofrenia ideológica, el simpar Gaspar Llamazares.

Es el momento de preguntarse, invocando el incunable de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin: ¿qué hacer?

¿Avanzaremos resignados hacia la catástrofe del sistema sanitario público y contemplaremos felices como se privatiza la sanidad, mientras se habilitan nuevos fondos para financiar los pisos de La Cadellada y El Cristo como “viviendas sociales” mientras a los ciudadanos se niegan las medicinas? ¿Seremos capaces de acptar que se eche la culpa de esta catástrofe a los sueldos de los trabajadores de la sanidad? ¿Asistiremos a un suicido colectivo de los grupos de profesionales “de izquierdes” que han justificado e impulsado este catastrófico estado de cosas?

El caso es que aquí hay necesidades perentorias, y los ciudadanos, que nada saben de la soterrada labor de toda esta caterva, tendrán que defenderse, ante el colapso de los pilares sobre los que se asienta el sistema público que cuida de nuestra salud, nuestra educación, y de las situaciones sociales y familiares de más perentoria solución.

En la Cadellada hay muchas promociones, aparte de Prados de la Vega

Hay otras muchas otras promociones, aparte de Prados de La Vega, en La Cadellada

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La Sanidad catalana, en quiebra técnica, de Alberto Camps en El Confidencial

Posted in Economía, Política, Sanidad by reggio on 8 agosto, 2008

El Instituto Catalán de la Salud (ICS) se encuentra en una situación de quiebra técnica, que empeorará a consecuencia de una reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. La resolución obliga a la Generalitat a pagar una cantidad estimada entre setenta y cien millones de euros.

La sentencia, del pasado julio, anula la jubilación anticipada obligatoria impuesta por la Generalitat a unos setecientos médicos, de entre 65 y 70 años no cumplidos. Como la ejecución puede durar años, muchos de los afectados pueden fallecer sin percibir lo que les corresponde, a pesar de la sentencia judicial firme. Fuentes jurídicas informaron a El Confidencial del coste económico indicado, dato hasta ahora desconocido, a pagar por un ICS sin dinero y una Generalitat económicamente disfuncional.

«La sala de los Social del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña siempre nos había dado la razón», señala Lluis Bertrán, jefe los servicios jurídicos del ICS, «pero en enero hubo una sentencia en la sala contencioso administrativa que nos fue desfavorable y que achacaba defectos de forma al plan de jubilación. En julio hubo otra sentencia que anulaba todo el plan por idénticas razones. Hemos interpuesto un recurso de casación contra dicha sentencia ante el Tribunal Supremo. Será el TS ahora quien tenga la última palabra».

El ICS es el organismo de seguridad social de la Generalitat. También es la mayor empresa pública de Cataluña y la que da trabajo a un mayor número de empleados, unos 38.000. Atiende anualmente a 5,5 millones de personas. Ello representa el 83% de los servicios sanitarios catalanes.

El fallo judicial invalida una decisión política que paradójicamente fue acordada para reducir gastos. En efecto, se jubiló de manera forzosa a médicos con complementos de antigüedad que les permitían tener unos sueldos promedio de unos 3.800 euros. Al ser jubilados, pasaban a percibir una pensión de unos 2.300 euros.

Esta diferencia entre salario y jubilación fue la única razón real de la medida tomada por la Generalitat. Esperaba poder contratar facultativos noveles y ahorrarse pagar la antigüedad. Hoy en Cataluña están por cubrir muchas plazas de médico de la sanidad pública, por falta de facultativos. Por tanto, habría setecientas plazas vacantes más, acentuándose el ya brutal empeoramiento de los servicios. En Cataluña no sólo hay listas de espera, sino también listas en las que se espera para que llegue el día de poder entrar en la lista de espera oficial. De esta manera se puede falsear la realidad, al olvidar la lista de espera inicial y oficiosa, declarando lo que no es cierto.

Emigración de médicos a Valencia y Zaragoza

Hay varias razones por las cuales las plazas vacantes no son solicitadas por médicos del resto de España. En Cataluña, los sueldos base de los facultativos son los más bajos de todo el Estado. Ello produce una continua emigración de médicos. En casos es muy notable, como la de Tarragona a Valencia y la de Lérida a Zaragoza. Otra razón consiste en que la Generalidad exige el nivel C, es decir el superior, de conocimiento –escrito y hablado– del catalán. Obliga a pasar un examen que no es nada fácil.

Esta exigencia también es requerida a los médicos de lengua catalana, que pueden haber hablado catalán desde la infancia, pero sin haberlo tener ningún título, como era la norma bajo el franquismo. Un director de un servicio de un hospital público de Barcelona, que toda su vida ha usado preferentemente y muy correctamente esta lengua, manifestó a El Confidencial que “ni tan sólo estoy atento a si se produce una baja de mi nivel en otro hospital público catalán, porque si así fuese debería presentarme a un examen de nivel C de lengua catalana.

Me daría vergüenza tener que examinarme de mi lengua materna, que domino desde niño y que uso todos los días”. La fuente es mayor de 60 años y con una gran trayectoria profesional. Habla un catalán impecable.

Curiosamente, la Generalitat acaba de acordar la contratación de médicos extranjeros – básicamente de la antigua Europa comunista, de Latinoamérica y del Norte de África – a los cuales no se les requerirá ningún conocimiento formal del catalán ni (increíble, pero cierto) del castellano. Ya existen, en la sanidad pública catalana, médicos extranjeros que siempre van acompañados de una persona que les sirve de traductor.

La razón real y determinante de esta última barbaridad consiste en que estos médicos extranjeros, contratados por la seguridad social de la Generalidad, percibirán salarios muy inferiores a los facultativos que gozan de la condición de funcionario o de interino.

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¿Por qué la salud es de pago en EE UU?, de Vicenç Navarro en El País

Posted in Derechos, Economía, Política, Sanidad by reggio on 6 agosto, 2008

Grandes empresas médicas y farmacéuticas financian las campañas electorales en la gran potencia. Es lo que impide que se realice una reforma sustancial que universalice un sistema público de sanidad

El proceso de las primarias de los partidos Demócrata y Republicano de Estados Unidos que termina este agosto ha sido presentado por gran número de comentaristas que escriben en las páginas de opinión de medios de información españoles como un indicador de la vitalidad, madurez y calidad democrática de aquel país. Ni que decir tiene que tal proceso ofrece muchas enseñanzas positivas que explican que se haya convertido en un punto de referencia internacional. Varios partidos en España y en Europa han introducido prácticas de gobierno interno claramente inspiradas en las primarias de los partidos mayoritarios estadounidenses.

Ahora bien, en el análisis de aquella experiencia de Estados Unidos hay dos hechos que no reciben suficiente atención crítica. Uno es que el sistema electoral no es proporcional, sino mayoritario. Es decir, el número de escaños que se asignan a un partido no es proporcional al número de votos que recibe. El sistema electoral favorece el bipartidismo, el cual requiere unas primarias que permitan conocer la fuerza de las distintas sensibilidades existentes en cada partido. En un sistema proporcional, tales sensibilidades probablemente serían partidos políticos.

El otro hecho que merece subrayarse y que disminuye la calidad democrática de las primarias (y de cualquier proceso electoral en Estados Unidos) es la financiación primordialmente privada del proceso. Los candidatos requieren grandes cantidades de dinero para tener acceso a los medios de información, de los cuales los medios televisivos son los más importantes. Las televisiones, todas ellas privadas, venden su espacio al mejor postor, sin límites y sin estar sujetas a ningún tipo de regulación en cuanto al contenido, al espacio o al tiempo de exposición.

Así, antes de comenzar la campaña de las primarias del Partido Demócrata, los dos candidatos más importantes, Barack Obama y Hillary Clinton, tenían ya recogidos más de 100 millones de dólares que provenían en gran parte de empresas financieras (como la banca y las compañías de seguros), empresas comerciales (como cadenas de supermercados), empresas manufactureras (como la industria farmacéutica), asociaciones profesionales (como la Asociación Médica Americana) y otros intereses económicos y profesionales (conocidos todos ellos en el lenguaje popular como componentes de lo que se llama en Estados Unidos la Corporate Class). Tales fondos proceden también de aportaciones de personas que pertenecen sobre todo al 40% de renta superior del país. Esta privatización en la financiación del sistema electoral discrimina a aquellos candidatos -en su mayoría voces críticas del sistema económico y político, con sensibilidad de izquierdas o centro-izquierda, tales como Kucinich y Edwards- que no pudieron conseguir fondos de la Corporate Class, y por lo tanto tienen muchas menos posibilidades de acceder al público.

Esta privatización del sistema electoral tiene enormes repercusiones en la configuración de las políticas públicas de los candidatos, incluidas las políticas que configuran el escasamente desarrollado Estado de bienestar. Un ejemplo de ello es la sanidad. El hecho de que los candidatos más importantes en las primarias de ambos partidos recibieran fondos de las compañías de seguros sanitarios privados (525.188 dólares Hillary Clinton, 414.863 Barack Obama y 274.729 John McCain), explica que ninguno de ellos haya propuesto una financiación pública del sistema sanitario que se caracteriza por una financiación privada gestionada por tales compañías de seguros. El aseguramiento privado es la forma más común de financiación de la atención sanitaria y se realiza bien mediante las aportaciones de los empleadores y de los empleados de las empresas a las compañías de seguros (que contratan la provisión de servicios con las instituciones sanitarias mayoritariamente privadas) o bien individualmente, siendo en este último caso difícil conseguir tal aseguramiento cuando la persona tiene una enfermedad crónica. El Gobierno Federal financia el aseguramiento sanitario de los ancianos, cubriendo cerca del 50% de sus gastos sanitarios.

Tal sistema es enormemente costoso. Estados Unidos se gasta un 16% del PIB en sanidad, calculándose que alcanzará el 20% en 10 años. Como contraste, España se gasta el 5,8% del PIB en sanidad pública, ofreciendo cobertura sanitaria completa a todos sus ciudadanos, y garantizando el derecho humano de tener acceso a los servicios sanitarios en tiempo de necesidad, un derecho no existente en aquel país.

Cuarenta y siete millones de habitantes no tienen ninguna cobertura sanitaria y no son suficientemente pobres para beneficiarse del programa federal Medicaid, un programa para personas pobres que es financiado conjuntamente con los Estados, y que atiende a menos del 20% de la población que se llama «indigente médica» (es decir, que no pueden pagar sus facturas médicas), porcentaje que varía de Estado a Estado, pues son los Estados los que definen el nivel de indigencia médica. Según el doctor David Himmelstein, profesor de Health Policy de la Universidad de Harvard, más de 100.000 personas mueren al año por no poder tener acceso a los servicios sanitarios por causas económicas. Esta dificultad para pagar las pólizas de seguros, copagos y facturas médicas es un problema generalizado y alcanza dimensiones de gran dramatismo humano: el 48% de las personas con una enfermedad terminal expresó en una encuesta reciente que estaba preocupado de cómo ellas o sus familiares pagarían sus facturas médicas. La imposibilidad de pagar las facturas médicas es la primera causa de bancarrota de las familias estadounidenses.

No hay duda de que Estados Unidos tiene excelentes centros médicos y la calidad del personal sanitario es elevada. Pero la inseguridad que crea en la población tal sistema de aseguramiento y financiación privada, su gran carestía y su enorme ineficiencia (el 28% del gasto sanitario total lo absorbe la Administración del sistema) es la causa del gran descontento de la población hacia la organización y financiación del sistema sanitario. El 69% de la población está insatisfecha con la financiación de la atención sanitaria (la población estadounidense es la población de la OCDE que está más descontenta con su sistema sanitario), lo cual explica que la reforma sanitaria se haya convertido en uno de los temas más importantes en las campañas de las primarias y presidenciales (para mayor detalle de las propuestas de los candidatos, ver www.vnavarro.org, sección Estados Unidos).

En respuesta a esta insatisfacción, los candidatos están proponiendo políticas públicas que respondan a esta demanda de cambio. En realidad, el 62% de la población desea que el Gobierno Federal garantice el derecho de acceso a los servicios sanitarios a través de una financiación pública, tal como existe en la gran mayoría de países de la UE-15. Pero ninguno de los candidatos está haciendo propuestas que permitan alcanzar tal deseo. Y ello se debe a la enorme influencia que los grupos económicos, financieros y profesionales que dominan el sector tienen en la vida política, como consecuencia de la privatización del sistema electoral. Una influencia de la que la mayoría de la población es consciente y que explica la animadversión que gran parte de la población tiene hacia la clase política (un 74% de la población señala que el Congreso de Estados Unidos no representa sus intereses).

De ahí que todos los candidatos, Obama, Clinton e incluso McCain, se tuvieran que presentar durante las primarias como anti Washington (el centro de la clase política) y anti Corporate Class, siendo Barack Obama el que más se ha beneficiado de este sentimiento popular al haber estado en Washington sólo un par de años y haber expresado su oposición a la intervención en Irak cuando Washington apoyó tal medida. Ahora bien, es altamente improbable que en caso de salir presidente (hecho que favorezco), universalice el derecho de acceso a la sanidad por parte de la población, tal como en la práctica ocurre en España y en la mayoría de países de la UE-15. En realidad, una reforma sustancial de la sanidad y de otros servicios del Estado de bienestar estadounidense no tendrá lugar a no ser que haya un cambio muy profundo del sistema electoral.

Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas en la Universidad Pompeu Fabra, España, y profesor de Políticas Públicas y Sociales en la Johns Hopkins University, Estados Unidos.

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Cuando llega el calor, de Francesc de Carreras en La Vanguardia

Posted in Política, Sanidad by reggio on 2 agosto, 2008

Estos últimos días la Conselleria de Salut de la Generalitat ha repartido unos abanicos, de cuidado diseño, informando de los riesgos del calor veraniego. Nada más oportuno en estas fechas.

Intento describirles el contenido de estos abanicos. En una de sus caras figura una recomendación genérica en catalán -no sé si hay edición en castellano, aunque me extrañaría, a menos que también hubiera una versión en inglés- que nos aconseja «huir del calor en verano». Sabio consejo. Además, en letra pequeña, se indican algunos peligros del exceso de calor y de la necesidad de acudir, en caso de fiebres, náuseas, pérdidas de conocimiento y otros males a los servicios sanitarios. Advertidos estamos.

En el reverso del abanico están las tres recomendaciones fundamentales: buscar la sombra en la calle, mantener fresca la casa y beber mucha agua. Realmente se trata de ingeniosos consejos que nunca se nos habían ocurrido: siempre íbamos por las aceras de sol sudando la gota gorda sin pensar que en la sombra hacía menos calor, nunca bajábamos las persianas cuando les daba aquel horrible sol de tarde y nos absteníamos durante todo el verano de beber agua. La Generalitat nos ha abierto los ojos: a partir de ahora los veranos serán más frescos aunque haga mucho calor.

Pero estas tres ideas fundamentales de tipo general se detallan con medidas más concretas que hasta ahora tampoco se nos habían ocurrido. Se nos recomienda que bebamos también zumos de frutas, no bebidas alcohólicas: por tanto, no más cervezas, ni gin-tónics, ni tinto de verano. Además, también gracias al abanico, nos enteramos de que hay que evitar salir a la calle al mediodía, cuando aprieta la calor, ponernos una gorra o un sombrero para prevenir las insolaciones, ir vestido con ropa ligera. Abstenerse, por tanto, de jerséis de lana y otra ropa de invierno. Por último, la Generalitat nos aconseja bajar las persianas cuando el sol dé en nuestras ventanas y refrescar el ambiente con ventiladores o aire acondicionado. No obstante, en el supuesto de que no dispongamos de este último artefacto, se sugiere en el abanico que pasemos, como mínimo, dos horas al día – ni un minuto menos- en lugares climatizados como son los centros comerciales, los casals (?) o los cines. Como seguramente, gracias a la efectividad de estos consejos, estos lugares estarán abarrotados durante todo el verano, yo les recomiendo que no acudan a ellos, ya que las aglomeraciones, además de calor, dan agobio, y como la Conselleria de Salut no ha repartido todavía un abanico para hacer frente al agobio, aún no sabemos cómo combatirlo.

Ignoramos si para confeccionar estos abanicos se encargó un informe externo, una parte de aquel paquete que costó 32 millones de euros al contribuyente. En cambio sí sabemos, según una encuesta oficial reciente, que el descontento con los políticos va en aumento. No nos extraña.

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Sanidad y ladrillos, de Moncho Alpuente en El País de Madrid

Posted in Economía, Sanidad by reggio on 16 julio, 2008

Un banco es un lugar en el que te prestan un paraguas cuando hace sol y te lo quitan cuando llueve. Este impecable axioma de la ley de Murphy me viene a la cabeza mientras leo un dossier preparado por la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad Pública de Madrid (CAS) sobre los nuevos hospitales y los nuevos convenios sanitarios de la Comunidad. El Gobierno del PP -informan- ha aprobado introducir la gestión privada en todos los hospitales y centros sanitarios públicos. Los enfermos ya no serán pacientes, aunque necesitarán grandes dosis de esa virtud heroica, sino clientes, y ya se sabe que para las empresas privadas hay clientes que no se quieren ver ni en radiografía; enfermos crónicos y personas mayores generan más gastos que beneficios, y los beneficios son la única razón de ser de estas empresas. El paraguas de la sanidad pública ya estaba agujereado, aunque muchos de sus agujeros habían sido creados o ampliados por el Gobierno de Esperanza Aguirre, para vender, y vendernos, al mejor postor, su nuevo modelo sanitario.

En la cabecera del informe de la CAS figura el falso cartel de una falsa película titulada Piratas de la Sanidad Pública, protagonizada por Esperanza Aguirre, que aparece acompañada por el renegado Lamela y el constructor Florentino Pérez. Cambios de última hora sustituyeron a Lamela, el que tomó al abordaje el Severo Ochoa, por Güemes, mucho más fotogénico. La presencia del galáctico Pérez no es gratuita; nada sale gratis cuando se trata con estos tiburones de aguas cálidas. Al olor de la sangre, estos escualos, a la desbandada por la explosión de la burbuja del ladrillo, se ceban ahora en la depauperada salud pública, construyen hospitales y los gestionan con indisimulado afán de lucro. Están en su derecho, derecho que les concedió la ley estatal 15/97, votada por todos los grupos parlamentarios salvo IU y BNG. El pasado 21 de mayo, Izquierda Unida presentó ante la mesa del Congreso una proposición de ley que impediría la cesión de centros y servicios sanitarios a empresas con ánimo de lucro. Pero los zorros ya están a cargo del gallinero y se resistirán a ser desalojados.

Sabedores de que el cazadero inmobiliario que esquilmaban a conciencia, mala conciencia, estaba a punto de agotarse, los babélicos constructores de imperios de hormigón cambiaron ladrillos por enfermos y urbanizaciones por hospitales, y se supone que tratarán el nuevo negocio con la misma sensibilidad con la que trataron el anterior, una sensibilidad de cemento armado. Empresas como Dragados, Sacyr, Acciona, Begar-Ploder, FCC-C Madrid, Hispánica o Apax Partners edifican nuevos hospitales y gestionan los antiguos. En Aranjuez, Coslada, Vallecas, Arganda, Coslada, Valdemoro, Parla o Majadahonda, la Comunidad de Madrid ha hipotecado, con una auténtica hipoteca basura, la salud de los madrileños durante los próximos 30 años. Durante ese tiempo, los madrileños pagaremos el alquiler de los hospitales privados, privados de camas, de pruebas diagnósticas que vayan más allá del saque usted la lengua y hasta de papel higiénico. Si está usted buscando una oportunidad para morirse en Madrid, hágalo ahora, después le resultará mucho más incómodo, caro y doloroso. Sigo leyendo el dossier de la CAS y me corrijo: en el caso de pacientes privados o de otras áreas, no se limitará el acceso a pruebas diagnósticas o intervenciones, sino todo lo contrario, con el fin de aumentar los beneficios.

Las camas han vuelto a los pasillos del hospital público La Paz, titulaba este diario ayer. Con el nuevo modelo sanitario madrileño, las camas desaparecerán probablemente de los pasillos, y de las habitaciones, también, pero se supone que las de los pasillos las quitarán antes cuando reduzcan, como está previsto, el número de camas por habitante para optimizar el servicio. Una optimización perfecta era la que mostraba la película Cuando el destino nos alcance. En el filme, a los ancianos que se presentaban como candidatos a la muerte voluntaria les ofrecían un placentero viaje virtual de despedida antes de reciclar sus cuerpos en proteínas para alimentar a una humanidad desnutrida y famélica. Sólo una minoría de privilegiados, la de los gestores del sistema, vivía en mejores condiciones. Pero al menos, en el filme, la que gestionaba la muerte y el reciclado era una empresa pública.

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