Reggio’s Weblog

¿Cuándo empezó todo eso?, de Francesc de Carreras en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 28 febrero, 2008

Gregorio Morán escribía en las páginas de La Vanguardia del pasado sábado que «las campañas electorales parecen pensadas para retrasados mentales«. Ciertamente, es una extendida y creciente sensación, en aumento a cada campaña que pasa.

A estos asesores en comunicación política, que hoy día tanto proliferan, ¿por qué no se les denomina asesores en publicidad electoral que, en definitiva, es lo que son? Cambiar el nombre para disimular la realidad de las cosas es una de las aficiones preferidas de los que practican el lenguaje políticamente correcto, una forma de expresión que comenzó con aquella manera tan cursi de llamar a los negros, a los muy dignos negros, hombres de color, como si los blancos, tan dignos como los negros, carecieran de él, fueran incoloros.

Pero no carguemos sobre las espaldas de estos asesores toda la responsabilidad sobre estas desquiciadas campañas ya que la cuota más importante está en los políticos: no sólo aceptan al asesor, sino que se prestan a interpretar el papel que les asigna. ¿Tenían asesores de este género Churchill y De Gaulle, Togliatti o Adenauer? ¿Seguro que Nixon perdió su debate televisivo frente a Kennedy porque se había afeitado por la mañana en lugar de poco antes de enfrentarse a su rival, como sostiene esta llamada ciencia de la comunicación política? «Del buen rasurado como factor decisivo de éxito político». Parece una broma.

Pero Gregorio Morán alude también en su artículo a una cuestión más grave y de fondo, a un factor que influye desde hace años, muy negativamente, en la política española. «¿Cuándo votamos a favor por última vez?«, se pregunta Morán. Y prosigue: «Hubo un momento en que la gente, en España, dejó de votar a favor para votar en contra«. Efectivamente, desde hace ya un tiempo cunde la sensación de que la propaganda electoral consiste mucho más en denunciar unas supuestas maldades del contrario que en destacar las virtudes y propuestas propias, la propaganda se hace en negativo más que en positivo. Es la apelación al voto del miedo.

Añadamos un matiz. Hay una forma de atacar al contrario, al adversario, que es legítima y natural: consiste en rebatir sus argumentos, expresar tus propias preferencias como mejores que las suyas, razonar porqué son más convenientes tus propuestas que las de los demás y advertir de los perjuicios que ocasionaría la victoria del adversario. Son actitudes que forman parte del arte de polemizar y, por tanto, son un componente esencial del debate político democrático. No me refiero a esto con el voto en negativo, el voto del miedo. Me refiero a otra cosa: a ofrecer una imagen tenebrosa de los contrarios, absolutamente distorsionada respecto a la realidad, dejando entrever, sutilmente o de forma descarada, que su triunfo constituiría un peligro para el sistema democrático, una irreversible vuelta atrás que nos sumiría en el más negro de los destinos. En definitiva, que los adversarios no son tales sino que son enemigos, no basta con vencerlos en las urnas, sino que hay que eliminarlos, son enemigos del sistema y no adversarios dentro del sistema. No se busca el voto a favor por los méritos propios, sino que se pide el voto en contra para evitar que venza el enemigo que tanto miedo nos debe inspirar.

¿Cuándo empezó esta visión cainita de la política en la reciente historia democrática española? Situaría su inicio en la primera mitad de los años noventa, hace unos quince años, más o menos allá por las elecciones de 1993. En aquella época, se habían comenzado a descubrir algunos indicios de corrupción en el Gobierno socialista, especialmente la lamentable historia de los GAL, el asunto Amedo, seguro que recuerdan. Nuevos descubrimientos sucesivos aumentarían la gravedad de los hechos: el caso Roldán, los sobresueldos de los altos mandos del Ministerio del Interior y la información privilegiada utilizada en beneficio propio por el entonces gobernador del Banco de España. Fueron un conjunto de asuntos graves que acabaron dilucidándose, de forma ejemplar, ante los tribunales de justicia. Todo ello fue tergiversado por el PP al sacar una conclusión manifiestamente falsa: todos los socialistas, empezando por Felipe González, son unos ladrones, unos completos chorizos. Demencial.

Por su parte, el PSOE contraatacó también con malas artes: en la campaña electoral de 1993 exhibió un doberman, ese perro asesino, como imagen del Partido Popular y acusó a sus dirigentes de franquistas. Ahí se empezó a resquebrajar la reconciliación democrática de la transición y de nuevo, poco a poco, fue asomando el guerracivilismo, la mitificación pseudohistórica de un pasado nefasto, en el que las culpas se repartían por todos los bandos. En los años siguientes, la equiparación de PP con fascismo y de Aznar con Franco, hizo el resto. Las agresiones, algo natural.

De aquellos polvos, estos lodos. Porque ahí estamos, ahí seguimos. Peligrosamente. Señores Zapatero y Rajoy: no hagan caso a sus asesores, bajen el tono los próximos días, hagan propuestas en positivo, lleguen a algunos acuerdos, que no pasa nada. Quizás, si es eso lo que les importa, incluso pueden ganar algunos votos, evitar algunas abstenciones.

FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB

Tagged with:

Movimientos imperceptibles, de Andrés Serbin en La Vanguardia

Posted in Economía, Internacional, Política by reggio on 28 febrero, 2008

La semana pasada un periódico brasileño difundió la noticia de que, durante la reciente visita de Lula a La Habana, en la reunión a puerta cerrada mantenida con Raúl Castro, este le había solicitado ayuda para avanzar en el desarrollo de los cambios en curso en Cuba y en el mejoramiento y la eventual normalización de las relaciones con Estados Unidos. La noticia fue rápidamente desmentida a nivel oficial en Brasilia, pero, curiosamente, se comenzó a conformar un destacado «grupo de amigos» brasileños para avanzar esta gestión.

Las señales que, asociadas a este hecho, envía Cuba son más que ominosas. En primer lugar, parece privilegiarse, como interlocutor confiable, a un gobierno de la izquierda democrática, de un país con un creciente liderazgo regional, en el eventual establecimiento de un diálogo con Estados Unidos.

En segundo lugar, por omisión más que por acción, el aliado estratégico incondicional y socio económico clave de Cuba en la región – el régimen bolivariano de Chávez- aparece postergado, lo que hace pensar que la lección de la impronta dejada por los estrechos vínculos económicos con la URSS en su momento, no ha sido desaprovechada por los cubanos. En tercer lugar, desplaza a un segundo plano, pese a la actual normalización de relaciones, el papel que podría jugar otra potencia regional media como México, posiblemente bajo el peso del legado negativo del sexenio de tumultuosas y difíciles relaciones durante la administración del presidente Fox.

Por otra parte, la elección de los miembros del Consejo de Estado por parte de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, el domingo 24 de febrero, confirmó algunas predicciones y deparó algunas sorpresas. La certidumbre de que Raúl Castro asumiría la presidencia de los Consejos de Estado y de Ministros se vio confirmada; la sorpresa la trajo la elección de Ramón Machado Ventura, un dirigente histórico que responde a la más dura ortodoxia del Partido Comunista (PCC), a primer vicepresidente del Consejo de Estado y segundo en el orden jerárquico.

A estas designaciones en el Consejo, se sumaron un incremento de militares entre los miembros del Consejo y ninguna renovación generacional relevante. Una lectura superficial de la nueva composición del Consejo de Estado puede conducir a pensar que, de hecho, nada ha cambiado después de la renuncia de Fidel a reasumir el cargo de presidente del Consejo, anunciada poco antes, especialmente si consideramos la solicitud explícita de su hermano a la Asamblea Popular de seguir consultando con él los asuntos clave de Estado.

Un análisis mas de fondo, sin embargo, muestra, por un lado, la consolidación de la elite política que rige los destinos de la isla y, en especial, la unidad -reiteradamente mencionada en el discurso de Raúl Castro durante la Asamblea-, entre los sectores protagonistas de esta elite, el PCC y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, necesaria para legitimar la continuidad del proceso.

A su vez, una lectura detallada de este discurso evidencia algunas señales muy claras. Por un lado, la necesidad de más disciplina, entendida como la profundización del control político. Por otro, la urgencia de avanzar en algunas reformas económicas que abarcan desde el sector clave para el abastecimiento de la población -la agricultura-, hasta la progresiva revaluación del peso cubano y, posiblemente, su gradual convergencia con la unidad cambiaria cubana, que actualmente parten en dos la economía de la isla y el acceso de la población a diversos bienes.

A esto se suma el anuncio de la posible eliminación de la libreta de racionamiento y el incremento de los salarios, junto a una serie de medidas que mejoren la gestión estatal. El mensaje responde, en este sentido, a algunas de las expectativas de cambio de la población cubana expresadas en los numerosos y amplios debates impulsados en los meses precedentes.

Por otra parte, pese a la reiteración del duro lenguaje contra el enemigo, emblematizado por Estados Unidos, la nueva estructura de poder parece no opacar la reiterada oferta del mismo Raúl Castro de entablar un diálogo con estos, «de igual a igual», pero insiste en que todo cambio en Cuba responderá a su dinámica interna y no a las presiones del exterior. Sin embargo, es obvio que este diálogo, si se produce, deberá esperar a que asuma una nueva administración estadounidense.

Y en este sentido, los potenciales candidatos a suceder a George W. Bush difieren manifiestamente en sus planteamientos. Mientras que los demócratas Obama y Hillary Clinton han marcado claramente sus diferencias al respecto -entre la disposición a abrirse a un diálogo incondicional con Cuba y a modificar gradualmente las restricciones al envío de remesas y a las visitas de ciudadanos estadounidenses a la isla del primero, y la abierta reticencia a cualquier diálogo hasta que se produzcan cambios sustantivos orientados a la democratización de la isla de la segunda-, el republicano John McCain ha rechazado de plano cualquier posibilidad de cancelación del embargo a Cuba, encomendándose a una próxima reunión de Fidel con Karl Marx, en el otro mundo.

Los tres candidatos, no obstante, apuntan a sectores diferentes del electorado hispano en Estados Unidos. Mientras que Obama especula con un probable cambio generacional en el voto de los cubanoamericanos, crecientemente volcados al Partido Demócrata y abiertos a restablecer el diálogo con el Gobierno cubano, Clinton y McCain coquetean con el peso del voto de los sectores más radicalmente anticastristas de la comunidad cubanoamericana.

En este contexto, ningún hecho augura cambios perceptibles, a corto plazo, en la actitud estadounidense de mantener el embargo, pero algunos movimientos de la política exterior cubana evidencian que Cuba se está posicionando para desarrollar algún tipo de interlocución después de las elecciones estadounidenses en noviembre, mientras que, en lo interno, despuntan algunas reformas económicas sin afectar la continuidad en el poder de la elite dirigente.

ANDRÉS SERBIN, analista internacional y presidente de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES)

Tagged with:

La niña es de Obama, de Lucía Méndez en El Mundo

Posted in Política by reggio on 28 febrero, 2008

ASUNTOS INTERNOS

Mariano Rajoy aplicó al pie de la letra su lema de campaña en el debate con Zapatero. «Con cabeza y corazón». Primero utilizó la cabeza para golpear a su adversario y después quiso cerrar con el corazón. Lo de la cabeza le salió bien. Los hooligans del PP están como motos porque le dio su merecido a ZP. Lo del corazón, sin embargo, no pudo ser. Es normal. Pasar en un minuto de la cabeza al corazón no resulta sencillo. Además, para leer ante las cámaras de televisión un texto tan lírico como el de la niña hay que tener unas dotes de interpretación de las que Rajoy carece. A los negociadores del debate se les pasó exigir en el plató un autocue como los que usan los presentadores para leer las noticias y el Rey en su mensaje de Nochebuena. Zapatero tampoco tenía, pero a él no le hace falta porque sabe mirar a la cámara y poner cara y gesto de presentador de televisión: «Buenas noches y buena suerte».

El autor intelectual del discurso de la niña es el más buscado en el PP. Aunque se le atribuye a Antonio Solá, asesor apodado el mariachi; la mayoría de las papeletas las lleva Pedro Arriola, más conocido como el eterno porque es como el cardenal Camarlengo del Vaticano. Pasan los líderes y Arriola sigue ahí, susurrando en la oreja del jefe.

Sea quien sea el autor intelectual, la idea no es suya. La niña no es de Rajoy. La niña es de Barak Obama, el negro que está enamorando a Estados Unidos. La niña estaba en el ya célebre discurso pronunciado por el senador en New Hampshire, que se convirtió en la letra de una canción y de un hermoso vídeo electoral con el título: Yes, we can. «Las esperanzas de la niña que va a una escuela que se cae a pedazos en Dilon son las mismas que las de los chicos de Los Angeles», dijo Obama. «Quiero conseguir que esa niña española, nazca donde nazca, reciba una educación como la mejor», dijo Rajoy. «Podemos conseguirlo, somos un gran pueblo y una gran nación que juntos escribiremos el siguiente gran capítulo de la Historia de América», dijo Obama. «Nada nos impide lograrlo si ustedes quieren que caminemos juntos porque España, una nación vieja y admirable, es cosa de todos», dijo Rajoy.

La idea, pues, era buena y tan bonita como una película de Frank Capra, que es a lo que más se parece el Kennedy negro. Pero Rajoy no es Obama ni Almería tiene nada que ver con Los Angeles.

Para que una niña española, nazca donde nazca, tenga una buena educación y sepa inglés yendo a una escuela pública sería necesario inyectar tal cantidad de dinero en los Presupuestos de Educación que la caja del Estado se quedaría vacía. Para que una niña española tenga una vivienda cuando sea mayor tendría que cambiar radicalmente la política del suelo. Para que una niña españo-la tenga una familia como la que quiere el PP, sería necesario que las estadísticas de divor-cio no aumentaran. Pero el reto más impor-tante del futuro presidente del Gobierno -quien sea- es que esa niña española no acabe muerta en plena calle por los disparos o las puñaladas de su marido o ex marido.

© Mundinteractivos, S.A.

Tagged with:

¿Algún problema? Plantéelo al ‘súper’, de Geraldine A. Ferraro en El Mundo

Posted in Internacional, Política by reggio on 28 febrero, 2008

TRIBUNA LIBRE

Ahora que la carrera por la candidatura del Partido Demócrata a la Presidencia se acerca a su resolución y la atención se centra en el papel de los denominados superdelegados en la elección del candidato, resulta instructivo examinar las razones por las que mi partido creó en su día este tipo de delegados.

Tras las elecciones a la Presidencia en 1980, la desorganización se adueñó del Partido Demócrata. En aquel año, el senador demócrata por Massachusetts, Ted Kennedy, disputó al presidente Jimmy Carter la candidatura a la Presidencia y Kennedy llevó la rivalidad hasta la mismísima convención, al proponer 23 enmiendas al programa del partido. Cuando todo hubo terminado, algunos miembros del Congreso, que estaban preocupados por su propia reelección, rompieron con el presidente y con el partido. El resto de la campaña se vio seriamente perjudicado por las luchas internas.

En 1982, tratamos de resolver parte de los problemas internos del partido mediante la creación de la Hunt Commission [Comisión Hunt], que reformó el procedimiento en virtud del cual el partido selecciona a sus candidatos a la Presidencia. Como yo era por aquel entonces vicepresidenta del Comité Ejecutivo Demócrata [el equivalente en España sería el Grupo Parlamentario] en el Congreso, Tip O’Neill, el presidente de la Cámara, me nombró representante suyo en esa comisión. La comisión tomó en consideración una serie de reformas, pero una de las más importantes fue la creación de los superdelegados, reforma en la que tuve una participación destacada. Los demócratas teníamos que encontrar un procedimiento de reunificación de nuestro partido. ¿Qué mejor, pensamos, que hacer que fueran elegidos unos representantes que participaran en la redacción del programa, que fueran miembros del comité de acreditaciones y que contribuyeran a redactar las reglas conforme a las cuales se regiría el partido? La mayoría de los cargos del partido, sin embargo, se mostraban reacios a tomar parte como delegados en unas elecciones primarias; enfrentarse a un elector cuya gran ilusión es ser delegado en la convención nacional del partido no es lo que se dice una buena política.

Así fue, pues, como creamos la figura del superdelegado y conferimos esta condición a todos los miembros del Partido Demócrata en el Congreso. Entre los 796 superdelegados se incluyen asimismo en la actualidad los gobernadores [de estados] miembros del partido, ex presidentes y ex vicepresidentes y todos los miembros del Democratic National Committee [Comité Nacional Demócrata] y ex presidentes de este comité nacional.

Estos superdelegados, de acuerdo con nuestra forma de razonar, son los principales dirigentes del partido. Son los únicos que pueden conciliar a los miembros más liberales de nuestro partido con los más conservadores y hacerles llegar a un acuerdo. Tendrían que colaborar en la redacción del programa. Tendrían que decidir si un delegado debe ser aceptado. Tendrían que colaborar en la definición del reglamento interno. En fin, una vez comprometidos en estas decisiones, no tendrían ninguna excusa para romper con el partido o con el candidato del partido a la Presidencia.

El invento ha funcionado. En 1984 encabecé el Comité Programático del partido. Produjimos el programa más largo de la historia del Partido Demócrata, un documento que instituía los principios del partido en unos términos amplios, que ni los cargos de tendencia más liberal ni los de tendencia más conservadora tendrían que denunciar. No dieron lugar a controversia alguna en la convención. Fue un documento del que nadie tenía que renegar. Perdimos en 1984, de manera inapelable, pero aquella derrota no tuvo nada que ver con luchas internas en el Partido Demócrata.

Hoy, ante la posibilidad de que Hillary Clinton y Barack Obama terminen con el mismo número de delegados una vez que los 50 estados hayan celebrado sus primarias y sus asambleas electorales, muchas personas, unas que son expertas y otras que no, están defendiendo que los superdelegados no deberían decidir quién habrá de ser designado candidato. La decisión, añaden, debería seguir en manos de las bases del partido que han acudido a las urnas y que han votado.

Sin embargo, los superdelegados se crearon para ser la vanguardia del partido, no la retaguardia. Se esperaba de ellos, y se espera, que indiquen lo que es mejor para nuestro partido y lo que es mejor para el país. He de suponer que ésa es la razón por la que muchos superdelegados han escogido ya el candidato al que van a apoyar.

Por otra parte, el conjunto de los delegados salidos de las primarias y las asambleas electorales no necesariamente refleja la voluntad de las bases del partido. La gran mayoría de los demócratas no ha sido todavía oída en las urnas. Todos nos hemos quedado impresionados ante la concurrencia a las primarias de este año, y está claro que ambos candidatos han entusiasmado y movilizado a los militantes del partido, pero, aun así, la concurrencia a primarias y asambleas electorales ha sido manifiestamente baja. Sería toda una sorpresa si hubiera participado en ellas un 30% de los inscritos como votantes del Partido Demócrata. Si éste fuera el caso, podríamos terminar eligiendo un candidato que habría contado con el apoyo efectivo de un 15%, como mucho, de los demócratas inscritos. Difícilmente puede eso considerarse un mandato de las bases.

Más importante aún es que, si bien muchos estados, como Nueva York, han celebrado primarias reservadas a los miembros del partido, en las que sólo se ha permitido votar a los demócratas inscritos, en muchos otros estados puede haber habido republicanos e independientes con una influencia decisiva porque se les ha permitido votar en las primarias o asambleas electorales de los demócratas.

No cabe duda de que en las primarias demócratas de Carolina del Sur han votado miles de republicanos e independientes y que muchos de ellos lo han hecho por Obama. Esta misma regla se aplica asimismo en las asambleas electorales de Iowa, en las que también ha triunfado Obama. Ha conseguido sus delegados con todas las de la ley, pero esos delegados no sólo representan la voluntad de las bases del partido sino también la de republicanos e independientes. Si los demócratas de base tuvieran que decidir quién ha de ser el candidato del partido, cada Estado debería aplicar la norma de que sólo se autorice a votar el candidato del partido a los miembros inscritos del Partido Demócrata que hayan militado durante un tiempo determinado, no a los que no sean miembros ni a los que se hayan dado de alta por un día.

Quizás porque he dado mi apoyo a Clinton, tengo la sensación de que la mayor parte de quienes se quejan de la influencia de los superdelegados son partidarios de Obama. No puedo dejar de pensar que posiblemente su problema con los superdelegados no esté en que éstos sean «poco representativos» sino más bien en que se les considera desproporcionadamente más inclinados a respaldar a Clinton. Además, estoy observando, con gran decepción por mi parte, que personas a las que yo respeto en el Congreso y que en su momento respaldaron a Hillary Clinton (me imagino que porque ella era la dirigente que pensaban que mejor podría representar al partido y dirigir el país) se están pasando ahora a Barack Obama con la excusa de que sus electores se han pronunciado. Seré una cínica, posiblemente, pero soy una cínica política con información imparcial. Estos chaqueteros están indudablemente preocupados porque, en caso de que Obama obtenga la designación como candidato, quizás estén provocando un problema de primer orden de cara a sus propias campañas de reelección si no prestan su apoyo a la candidatura del senador.

Ahora bien, si estas personas se sienten contrariadas porque se haya reducido la influencia de los demócratas de base en el proceso de designación de los candidatos presidenciales, entonces me encantaría verles haciendo campaña para exigir al partido que se acepte la representación de los delegados elegidos por los votantes de Florida y Michigan. En estos dos estados no se van a tener en cuenta los votos de miles y miles de militantes de base del partido porque en sus asambleas electorales se celebraron las votaciones en fechas anteriores a las autorizadas por el partido a escala nacional.

Puesto que ambos estados se inclinaron masivamente por Clinton, alzar la voz en defensa de las bases demócratas de Florida y Michigan demostraría la integridad de quienes descalifican la figura de los superdelegados. Con toda seguridad, los votantes de estos estados no se merecen verse privados del voto simplemente porque los jefes del partido en ambos estados los convocaron a las urnas en una fecha que no contaba con la aprobación de los dirigentes de nuestro partido a escala nacional, un desaire que quizá esos votantes no olviden fácilmente en noviembre.

Da la casualidad de que los superdelegados están en condiciones de resolver este problema. En la convención nacional del Partido Demócrata de este verano, en Denver, los superdelegados podrían reafirmar su papel de decisión sobre las acreditaciones y los comités de reglamentos. A fin de cuentas, ésa es una de las razones por las que, por encima de otras consideraciones, se creó la figura del superdelegado en 1982.

Geraldine A. Ferraro, abogada y ex miembro del Congreso de Estados Unidos, fue la candidata del Partido Demócrata a la vicepresidencia en las elecciones de 1984.

© Mundinteractivos, S.A.

Tagged with:

Cuando España prolonga la pesadilla, de Ken Loach en El País

Posted in Derechos, Internacional, Justicia, Política by reggio on 28 febrero, 2008

Unas leyes europeas injustas y el criterio de un solo juez, el español Baltasar Garzón, son los responsables de la situación de incertidumbre y de sufrimiento que están viviendo dos veteranos residentes en el Reino Unido y sus familias.

Los dos hombres pasaron cinco años en las jaulas de las cárceles estadounidenses en Afganistán y Guantánamo, donde fueron interrogados por agentes británicos, estadounidenses y españoles. Los dos sufrieron torturas, y uno perdió la vista de un ojo.

Estados Unidos terminó declarándolos inocentes tras un largo proceso legal abierto en Guantánamo, un proceso injusto e ineficaz, muy criticado por las altas instancias judiciales del Reino Unido y del resto de Europa, así como por ciertos juristas militares y civiles estadounidenses.

Jamil el Banna y Omar Desghayes fueron reclamados por el Gobierno británico y volvieron a su país de residencia en diciembre. La policía informó a sus abogados que la misma tarde de su llegada, tras un breve interrogatorio, podrían estar en casa. Las familias de ambos, incluido el hijo pequeño de Jamil Banna, que vería por primera vez a su padre, los esperaban con sus mejores ropas y una fiesta de bienvenida.

Pero mientras aún estaban volando, Baltasar Garzón dictó una orden de extradición, en la que se les acusaba de un delito de terrorismo. La policía británica se vio obligada a detenerlos a su llegada al aeropuerto de Luton.

Bajo una orden europea de detención y entrega, a las autoridades británicas no les quedaba elección: sólo podían actuar a petición del Estado que había dictado la orden y llevar a los acusados a juicio. Por suerte, cuando comparecieron ante el juez de primera instancia, éste, Timothy Workman, tuvo el buen criterio de concederles la libertad bajo fianza hasta que se celebrara la vista después del Año Nuevo. Hasta la fecha, han comparecido dos veces más ante los tribunales y están a la espera de un nuevo juicio, que se celebrará en mayo.

Los abogados de los dos han declarado que, si el caso sigue adelante, pondrán en un aprieto en sus interrogatorios a las autoridades españolas. Les preguntarán, entre otras cosas, si el Estado español pidió a las autoridades estadounidenses la extradición de los dos hombres mientras estaban recluidos en Guantánamo; les preguntarán acerca de los interrogatorios que llevaron a cabo en Guantánamo, y mostrarán informes de los vuelos sobre territorio español cuando los dos acusados fueron enviados desde Afganistán a la base en Cuba.

Los cargos que les imputa el Estado español carecen de toda solidez, para decirlo educadamente, y tanto las autoridades judiciales británicas como las estadounidenses tenían conocimiento de ellos desde hace tiempo.

Los agentes de seguridad españoles entrevistaron en Guantánamo a estos dos hombres y a varios otros. Uno de estos últimos salió de Guantánamo para ser juzgado en España y los tribunales españoles lo declararon inocente al no encontrar pruebas en su contra. El Banna y Deghayes, quienes, en su desesperación por salir de Guantánamo, también firmaron un documento aceptando ser trasladados a España, quedaron relegados al olvido en la cárcel estadounidense. Su abogado en Estados Unidos se reunió varias veces con el embajador español en Washington para pedirle que agilizara la solicitud de extradición a España, en donde, al menos, serían juzgados. Pero pasaron años sin que el Gobierno español hiciera nada al respecto.

¿Por qué la policía y la justicia británica han de dedicar su tiempo y sus recursos a satisfacer los caprichos de un juez español, cuando se trata de unas personas que ya han sido investigadas exhaustivamente por los servicios de seguridad estadounidenses y británicos y ha quedado demostrado que no suponen amenaza alguna contra nuestra seguridad o la de nuestros aliados, España incluida? A su llegada al Reino Unido, los dos hombres fueron interrogados por agentes de la Brigada Antiterrorista, quienes los pusieron en libertad y les dijeron que no tomarían medidas en su contra.

En este asunto, el Reino Unido también tiene mucho de lo que avergonzarse. La complicidad del Gobierno británico en la entrega a Estados Unidos de El Banna, quien sería trasladado de Gambia a Afganistán, para terminar en Guantánamo, es del dominio público y un motivo de vergüenza para todos. El Gobierno británico es consciente de que los abogados de El Banna y Deghayes llevaban cinco años presionando a los sucesivos ministros del Interior para que exigieran a Estados Unidos su liberación y devolución al Reino Unido. Pero hasta el mes de agosto pasado, cuando el Gobierno de Gordon Brown solicitó por fin su extradición, no se había hecho nada.

Omar Deghayes y Jamil el Banna llegaron al Reino Unido hace años en calidad de refugiados. El primero era un muchacho cuyo padre acababa de ser asesinado por el régimen del coronel libio Gaddafi; el segundo, un palestino que huía de la tortura jordana. Se establecieron en el Reino Unido y formaron familias felices y respetables. Es un milagro que, pese a su amarga experiencia, hayan conservado intacta la confianza en la justicia y la honestidad británicas. Ahora las autoridades judiciales españolas deberían archivar este caso y permitir que Deghayes y El Banna rehagan sus vidas con sus familias en el país que los acogió.

Firman este artículo Ken Loach, cineasta, y Victoria Brittain, periodista y coautora de Enemy Combatant. Traducción de Pilar Vázquez.

Tagged with:

Astillas ideológicas de la izquierda, de Jordi Gracia en El País de Cataluña

Posted in Política by reggio on 28 febrero, 2008

Sin herramientas de sociología electoral ni prospecciones de otro tipo, es muy atrevido conjeturar al votante de Izquierda Unida, y es directamente suicida hacerlo con el votante de ese espectro ideológico en Cataluña, Iniciativa. Ambas empiezan allí donde termina el PSOE o PSC y deberían cubrir idealmente una franja de izquierda que tiene tradición de poder municipal y más intermitentemente autonómico. En Cataluña ahora lo tiene en ambas administraciones, con dos carteras en la Generalitat que han obligado a reforzar un perfil ecológico que neutralice la erosión del ejercicio mismo del poder. Sus mensajes siguen siendo de texto extenso porque sus votos parecen proceder de clases medias mid-cult, vagamente formadas o a las que no da alergia la letra impresa, pero su nervio político es el cambio climático. Jaume Bosch defendía en televisión la valentía y la razón de las decisiones motivadas ecológicamente (ponernos a 80 kilómetros por hora en la periferia de Barcelona se supone que es una de ellas), al igual que el socialismo español nos protege a todos de nuestros vicios de fumadores y protege a los demás de los mismos humos. Pero en el aeropuerto de El Prat no hay sitio alguno para el enfermo tabáquico porque Cataluña es más moderna y europea (aunque en Europa, incluido Madrid, los grandes aeropuertos dispongan de jaulas para fumadores, que agradecemos bárbaramente, claro está, incluso con el colillar siempre saturado).

Pero semejantes astillas de identidad ideológica son un indicio más genérico: la izquierda a la izquierda de la socialdemocracia va a seguir difusa o artificiosamente alambicada porque ni el maximalismo ni la marginalidad son opciones de poder ni aquí ni en ningún país europeo. Y para el discurso socialdemócrata y reformista basta el PSOE, tal como le han reprochado a Gaspar Llamazares en el último congreso de Izquierda Unida. Pero es un reproche con trampa tanto para la izquierda de la izquierda catalana como para la española. La mejor identidad posible de esa izquierda está en un papel deslucido y auxiliar pero fundamental porque de ella puede depender su capacidad para limitar la propensión neutralizadora socialdemócrata: funcionar como refuerzo contra una derecha que puede seguir montaraz y hasta presumir del camelo de un liberalismo berliniano (de Isahiah Berlin) que no se ve ni se oye, como recordó hace unos días en La Vanguardia Francesc-Marc Àlvaro.

El resto del comportamiento político (público) de esa izquierda de la izquierda es la brega social clásica y, por supuesto, necesaria. El sello ecologista es, sin embargo, su visualización fundamental como marca política a la izquierda del PSOE, pero eso rebaja o apenas compromete seriamente los ingredientes que sí podrían combatir la propensión centrista del socialismo en el poder. Aspirar desde Izquierda Unida-Iniciativa a mucho más es un engañabobos, pero no decirlo abiertamente complica las cosas porque difumina la función real que puede desempeñar y es necesario que desempeñe (por cierto, encarnable también en Fernando Savater o Álvaro Pombo). El lugar del compromiso a la izquierda del PSOE en términos sociales podría procurar que la Iglesia pierda el bochorno de poder del que disfruta ahora, que la Educación para la Ciudadanía sea un deber formativo para los mismos obispos que jamás la han cursado ni aprendido, que la libertad de decidir sobre el embarazo o sobre las adopciones se funde en criterios racionales y no espirituales, o impedir ferozmente la rebaja de la edad penal, que es quizá el testimonio más amargo de la renuncia a seguir desarrollando el proyecto ilustrado. El PSOE y el votante del PSOE creen en esas mismas cosas, y sin embargo, el ejercicio del poder y la preservación del votante más inestable hacen negociable cada uno de esos puntos en función de la oportunidad coyuntural, en función también de la presión de una derecha instalada en el cinismo (democrático) y el descaro reaccionario.

El principio de realidad aconsejaría abandonar la ilusión de una identidad compacta y alternativa al PSOE, cambiar de lenguaje y hasta de actitud y asumir que la mejor opción política está en perder la nostalgia de otros tiempos y actuar como contrafuerte del flanco izquierdo y más débil del socialismo en el poder. Perder más votos y escaños en Izquierda Unida es todavía posible, pero se notaría poco. La otra posibilidad es ganar a un elector que no vota un cambio de sistema ni una alternativa global, pero sí aspira a fortalecer la posición ideológica de la izquierda socialdemócrata o a constituirse sin máscaras en voto de vigilancia de las cautelas moderadoras del poder (cuando ese poder sea socialista). Otra cosa es fer volar coloms y mantener una deshilachada y amorfa -o peor, juvenil– combinación de elementos que difuminan el único objetivo práctico a la izquierda del PSOE: fortalecer la razón laica y solidaria y desactivar la tentación permisiva con la peor tradición de inspiración eclesiástica y constantiniana. Entonces quizá podrían revisar medidas ecologistas para controlar el límite de velocidad en horas punta, y dejarlo como estaba durante el resto del día para que esos 80 kilómetros por hora no te pongan cabeza y cara de tonto protectoramente gobernado por la izquierda de la izquierda.

Jordi Gracia es catedrático de Literatura Española de la Universidad de Barcelona.

Tagged with:

Los temores se cumplen, de Carolina G. Cortines en Estrella Digital

Posted in Economía, Política by reggio on 28 febrero, 2008

A medida que se acerca el mes de marzo, momento en que deben explosionar los problemas de la hipotecas de alto riesgo en EEUU, porque es el mes en el que más personas del 1.300.000 que cuenta con este tipo de créditos deben empezar a pagar las nuevas tarifas, se van cumpliendo las peores expectativas.

Desde el nacimiento del FINANCIERO DIGITAL venimos advirtiendo sin sensacionalismo, pero sin obviarla, sobre la crítica situación económica mundial que la situación electoral parece haber llevado a arrinconar. Hoy el Banco de España ha constatado en su informe económico que los peores augurios se están cumpliendo. Según sus datos, la economía española está sufriendo “una desaceleración más pronunciada” al inicio del 2008 y advierte de que las tensiones en los mercados internacionales se están intensificando, lo que no es nada bueno para las economías europeas.

Pese a la mejora relativa de la confianza alemana, según el sondeo previo del Índice de Clima Económico Mundial publicado por el Instituto de Investigación Económica alemán en la penúltima semana de febrero, nadie duda ya de que la culpa de la situación la tiene la crisis de las hipotecas de alto riesgo en EEUU, que se va extendiendo hacia el sur, Reino Unido, Irlanda y España como países que ya reflejan en la caída de precios y ventas de vivienda el efecto más claro.

Los datos récord de las cotizaciones de hoy de los metales y materias primas vienen a recordarnos que el problema de las hipotecas de alto riesgo no es el único que sufre la economía mundial.

Así al agravamiento de la situación coadyuvan los riesgos geopolíticos de Oriente Próximo y el mundo árabe, la explosión de los precios del petróleo, el descontrol de precios industriales y de los productos alimenticios, el riesgo de colapso del crédito, la caída de los mercados bursátiles, la caída del sector inmobiliario y la tensión entre las monedas de referencia en el mundo.

Aunque a finales del año pasado se esperaba que la concreción de los riesgos se centraran en el primer semestre del año, cada vez son más, Alan Greenspan entre ellos, quienes dudan de una rápida recuperación.

El Ejecutivo comunitario ha confirmado en su revisión de las previsiones económicas publicadas el 21 de febrero que la crisis financiera se va a extender a los países de la Unión Europea a través del menor crecimiento no sólo este año sino el próximo.

El mundo mira ahora para recuperar la confianza a la nueva actuación que realice la Reserva Federal con tipos de interés en la próxima reunión del mes de marzo en la que no se descarta que el recorte alcance entre 0,5 y 0,75 puntos porcentuales, en un intento de evitar gracias a las políticas monetarias la recesión en EEUU y en el mundo. Sigue siendo un enigma cómo reaccionará Europa. Los mensajes del presidente del BCE no siempre han ido en la misma dirección.

La confianza hoy parece reposar en el gran crecimiento de los que se conocen como países BRIC, Brasil, Rusia, China e India, motores del comercio y del crecimiento mundial. Sólo Asia ha generado los dos tercios de 1,8 billones de dólares de riqueza creados en el pasado ejercicio. Más que EEUU y la UE juntos. Es la última esperanza.

Los máximos del petróleo en todos los mercados mundiales (más de 100 dólares barril), los del oro (959 dólares la onza), el platino (2.200 dólares la onza) y hasta la plata, en máximos desde hace tres décadas, hacen hoy de notarios de que la crisis ha llegado y de que son necesarias medidas. Aunque estemos en periodo electoral. No estaría de más que España trate de hacer sus deberes ya siguiendo el ejemplo de Francia y comiencen a aplicar políticas estructurales para ganar competitividad.

Tagged with:

Rajoy cierra filas con el PP pero refuerza los planes de ZP, de Antonio Casado en El Confidencial

Posted in Política by reggio on 28 febrero, 2008

Le preguntan en la radio a José Blanco, número dos del PSOE, cual será la estrategia de Zapatero para la segunda vuelta del debate con Rajoy. «Las estrategias no se cuentan, se aplican», responde. Pero si la base de cálculo es el debate de ida no será difícil descifrar las intenciones del presidente y su equipo. La base será la formada por estos tres elementos: encuestas, reacción interna del PP y reacción interna del PSOE.Las encuestas son abrumadoramente favorables a la causa del candidato socialista, al darle por ganador del debate del lunes. Trece de quince, si no he contado mal -incluida la de El Confidencial, una de las dos desfavorables-, a pesar del ataque de contrariedad de la parroquia del PP contra los mensajeros demoscópicos.

La reacción interna en el Partido Popular, de claro entusiasmo con la línea de acoso a Zapatero desplegada por el líder, es de cierre de filas. Atrás quedan las horas bajas por el fiasco de Pizarro en su duelo televisado con Solbes. Salir del bache era el objetivo y Rajoy acertó en el método. Entre el fair play y el discurso agresivo, eligió lo segundo. En ese sentido, salió airoso. Refuerza su liderazgo y logra que su gente alicaída vuelva a ponerse las pilas.

Pero, como vengo sosteniendo, no ha cambiado de sitio un solo voto. Con su apuesta por la derecha sin complejos, como le pedían los predicadores del alba, se achica el espacio, ahuyenta al votante de centro y moviliza a ese votante indeciso de la izquierda que detesta al PP pero que no se identifica con Zapatero. El ministro Rubalcaba no ha podido ser más expresivo: «Por suerte, Rajoy ha vuelto a mostrar su rostro más autoritario».

La reacción interna del PSOE no ha sido la misma en la dirección que en las bases del partido. Por arriba, en línea con esa declaración de Rubalcaba, se agradece a Rajoy su valiosa colaboración en la estrategia electoral del equipo de Zapatero. Como reza la guía de campaña, filtrada hace unos días a los medios, se trata de añadir tensión y «ganar en contundencia», de modo que se presente a Rajoy como «un líder autoritario» y el PP «aparezca asociado a la extrema derecha». Estas consignas forman parte de la estrategia de la «tensión» desvelada ante el micrófono chivato de Gabilondo por el propio presidente Zapatero y elegida por su estado mayor como la más adecuada para movilizar al votante «exquisito» de la izquierda, como diría el colega Fernando Garea.

En cambio, los militantes socialistas hablan de la flojera de Zapatero por reaccionar con indolencia ante dos graves acusaciones de Rajoy contra su honorabilidad como presidente del Gobierno de la Nación y como persona. Una, por agredir a las víctimas del terrorismo. Otra, por mentir en relación respecto a tratos con ETA tras el atentado de la T-4. O sea, mentiroso y enemigo de las víctimas del terrorismo. Demasiado gruesas las dos pedradas. Y demasiado tibia la reacción del presidente ante una afrenta tan grave como ser colocado más cerca de los terroristas que de sus víctimas. La flojera de Zapatero en este punto explica que su papel en el debate fuese peor valorado entre sus seguidores de la izquierda que el de Rajoy entre los suyos de la derecha.

Tagged with:

Una pregunta, varias respuestas, de Javier Ortiz en Público

Posted in Política by reggio on 28 febrero, 2008

Pregunta.–  “En su columna de ayer, usted calculó la representatividad del PP poniéndola en relación al total de la población española. Pero, en primer lugar, en las elecciones de 2004 la población española era menor. Y, en segundo lugar, no se puede establecer el cálculo de representatividad electoral con respecto a la población total, porque los menores de 18 años no votan, otros se abstienen, etc.»

Respuestas.– Punto A: yo no aludí a las anteriores elecciones generales, sino a “las elecciones más recientes”: las últimas municipales, de hace menos de un año. Obviamente, tomar como referencia la totalidad de la población censada fue una exageración deliberada. Una humorada. Aunque no del todo. Porque ésta es una materia a la que hay que darle más vueltas.

Por ejemplo: la población menor de 18 años no vota. Vale. Lo sé. Pero no tengo nada claro por qué no dejan votar hasta los 18 años. Ignoro por qué el Estado tiene por maduro a un chaval de 16 años a la hora de condenarlo a la cárcel, o de permitirle contraer matrimonio, pero lo considera un pipiolo a la hora de votar. Hay ancianos harto más descolgados de la vida colectiva y marginados de la realidad social que muchos chavales de 16 años.

Punto B: Los cálculos de representatividad electoral se fijan tomando como universo los votos emitidos. Pero hay una parte de la abstención –en estas elecciones la va a haber– que responde a convicciones políticas. ¿Por qué se desconsidera la decisión de no votar tomada por cientos de miles de ciudadanos? ¿Porque no cabe diferenciar la de quien se desentiende por entero de los asuntos públicos de la de aquel que se abstiene para mostrar su rechazo por un sistema que rechaza en bloque? Bien. Pero tampoco cabe evaluar los distintos grados de madurez de los votos emitidos. Hay quien vota con conciencia de la opción que toma y quien coge una u otra papeleta por las razones más peregrinas: hemos oído hablar de la importancia que pueden tener en algunos votos los afeitados, las mangas demasiado cortas, las cejas así o el color de los ojos asao. ¿Es eso serio y consciente?

Todo esto es más complicado de lo que parece.

Tagged with: