Reggio’s Weblog

El error Rajoy, de Antonio Elorza en El País

Posted in Política by reggio on 25 febrero, 2008

No hay cosa más normal en la historia política que la designación por un partido de un líder que a continuación fracasa contra pronóstico en las elecciones generales. Lo que ya resulta menos frecuente es que el mismo partido se obstine en mantener ese mismo liderazgo cuando una encuesta tras otra demuestra que el perdedor se encuentra siempre entre las figuras peor valoradas de la política nacional, es decir, que representa por sí mismo un lastre para que su agrupación política alcance la victoria. Semejante situación no constituye un misterio para nadie, ni siquiera en las filas del Partido Popular, conforme vino a probarlo el último enfrentamiento entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, sólo explicable por el pronóstico compartido de que una próxima derrota llevará a la elección de sucesor. El anciano Manuel Fraga había puesto de antemano la guinda: había que «ir preparando las sucesiones».

Mariano Rajoy aspira a ofrecer una imagen de hombre sereno y juicioso, por contraste con la volatilidad de su antagonista, el presidente Zapatero, marcado por la acumulación de resbalones políticos en la pasada legislatura. Cabe en consecuencia preguntarse por la causa de que tantas promesas incumplidas y tantas contradicciones en asuntos de Estado no hayan sido suficientemente aprovechadas por el líder del PP a efectos de encontrarse hoy en condiciones de ganar las elecciones.

Tal vez la primera razón consista en que Rajoy no es sereno y juicioso, sino simplemente rígido y gris. Sorprendentemente, dio pruebas de una inesperada agilidad mental al someterse a una cascada de preguntas múltiples en Tengo una pregunta para usted de TVE; buen augurio para el cara a cara con Zapatero. No sucede lo mismo a la hora de elaborar políticas y de intervenir en el debate parlamentario. Zapatero está entregado en cada momento a una operación incesante de marketing de la propia imagen. Los contenidos sufren, y mucho, pero eso con su habilidad para la maniobra, le permite minimizar el desgaste, al modo del boxeador que dispone de un buen juego de piernas. Rajoy, en cambio, busca quedar fijado en el centro del ring, a veces con evidente exageración (aquella bandera española detrás de su busto parlante), y sus golpes son previsibles, mientras la solemnidad del gesto no aporta eficacia. En todo caso, fortalece la confianza de sus seguidores ya convencidos; no gana a los indecisos ni altera el equilibrio del oponente. Su discurso es terminante en la forma, pero carece casi siempre de ese elemento explicativo que desde la concisión logra el convencimiento de los destinatarios. Renuncia a la labor esencial de desmontar la maraña de slogans y gestos con que le envuelve Zapatero. Y alguna gota de ironía galaica no compensa la carencia de sentido del humor. No están las cosas, por lo menos todavía, para el panorama apocalíptico que por ejemplo en torno a la economía o el propio Estado describen tanto él como sus principales colaboradores. Resulta entonces fácil para el PSOE presentar la crítica «popular» como un ejercicio permanente de obsesivo pesimismo.

El pecado original reside en la estructura autoritaria del Partido Popular, constituida en factor de bloqueo para la comunicación necesaria entre las demandas de sus bases sociales, y del conjunto de la sociedad, de un lado, y el grupo dirigente, de otro. No es que unas primarias sean la panacea universal, pero tampoco lo fue la sucesión de tipo monárquico practicada por Aznar, con el secretario general actuando desde el secreto de su conciencia en calidad de rey absoluto. Eso sí, como en los regímenes absolutistas, se trata del Rey y su Consejo, o su camarilla.

Así fue ignorada en 2003 la solución más ventajosa para los intereses del Partido Popular. Si la buena marcha de la economía tenía un protagonista político en el Gobierno, la mejor baza electoral era sin duda Rodrigo Rato. El dedo de Aznar lo apartó con un gesto y designó a un hombre que apuntaba a un continuismo incoloro, apoyado en su mismo equipo de gobierno.

Una vez consumada la derrota, la supervivencia política de Acebes y Zaplana, después de lo ocurrido en los tres días de marzo, vino a probar que ni la innovación ni la autocrítica forman parte del ideario de Rajoy. Tampoco el cambio de usos políticos. La salida de Rato del FMI no le llevó a hacer un esfuerzo para incorporarle a posiciones acordes con su prestigio, y ante la iniciativa de un Ruiz-Gallardón que cubría bien el flanco centrista, no tuvo otra respuesta que mostrar su personalidad autoritaria, ciega a las conveniencias electorales del partido. El precio pagado es un listón difícilmente franqueable. No está el horno de las previsiones electorales para una exhibición de decisionismo.

Declaraciones tajantes, nunca argumentos. Ni siquiera al hablar del AVE y la Sagrada Familia. Las declaraciones de Rajoy en torno al Estatuto de Cataluña, el llamado «proceso de paz» en Euskadi, la política exterior del Gobierno de Zapatero, han prescindido casi siempre del esfuerzo por dar cuenta a los ciudadanos no simpatizantes del PP de las razones por las cuales ese partido mostraba una y otra vez su rotunda oposición, con frecuencia descalificación, a veces de forma preventiva.

¿Por qué rechazar la resolución del Congreso en que se abría la perspectiva de negociar el fin de ETA, cuando existieran datos inequívocos a favor de esa posibilidad, siempre sin contrapartida política? La experiencia ha hecho ver que el problema no consistió en la puesta en práctica de la resolución, sino en su incumplimiento por Zapatero al emprender la negociación política sin seguridad alguna sobre los propósitos de ETA. Una actitud flexible del PP, habida cuenta del ansia de «paz» en la población, hubiera ganado adeptos para la ulterior condena de la política de Zapatero.

Otro tanto ocurre en el caso de las reformas estatutarias, que al final hubo de aceptar tras aprobarse el texto de Cataluña. Siempre el muro, con un tipo de nacionalismo español cargado de elementos tradicionales y sin apertura a un federalismo que sirviera de antídoto a las presiones centrífugas.

En esta legislatura, el PP de Rajoy rechazaba una y otra vez, nunca proponía en positivo. En la entrevista de El Mundo, declara mirar hacia el futuro. A continuación, expone sus propósitos de eliminar la asignatura de Educación para la Ciudadanía, dar cuenta de la Ley de Memoria Histórica y fundar un Ministerio de la Familia para satisfacción de la Iglesia combatiente. ¿Qué centro piensa ganar con tales planteamientos? Ni siquiera es capaz en esa entrevista de cerrar para siempre el interminable episodio de los ataques al proceso del 11-M, sobre el cual, concede, hay que seguir investigando. Menos mal que reconoce el error cometido con la invasión de Irak. Si da un buen golpe, como el de la política de inmigración, es a costa de transmitir un peligroso mensaje atento a los reflejos xenófobos de muchos españoles.

Es así como practicando un frágil autoritarismo ha sido incapaz de percibir que el deslizamiento hacia la derecha del PP, obsesionado con haber sido víctima de una usurpación el 14-M, impedía de antemano la deseada revancha.

Lo peor para el Partido Popular puede ser que, como en el caso de las elecciones municipales, la cercanía al 40% en las próximas legislativas enmascare el fracaso de una estrategia.

Antonio Elorza es catedrático de Ciencia Política

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Debates y tertulias, de José María Ridao en El País

Posted in Política by reggio on 25 febrero, 2008

Han tenido que pasar 15 años desde la última vez que los ciudadanos pudieron asistir a un debate entre los dos principales candidatos a unas elecciones generales. Muchas cosas han cambiado desde entonces, empezando por la propia relación entre los partidos y los medios de comunicación. Entonces eran menos las televisiones, las emisoras de radio, los diarios. Pero, sobre todo, era otra la manera de entender el papel del periodismo. El grueso de los profesionales se dedicaba a informar y su trabajo se consideraba mejor o peor en función de su capacidad para encontrar noticias y para no dejarse seducir ni confundir. Algunos eran escandalosamente acomodaticios y otros orgullosamente independientes. Pero lo que no había era un número desorbitado de ellos militando en la opinión. Tampoco disponían del espacio: aunque sorprenda recordarlo, entonces comenzaba a extenderse la fórmula de la tertulia radiofónica, que luego llegaría también a las cadenas de televisión.

Es injusto abominar de la tertulia por principio: a lo largo de los 15 años transcurridos desde que tuvo lugar el último debate, que no sólo fue el último antes de unas elecciones generales, sino el último en que dos responsables políticos relevantes se enfrentaban en un medio de comunicación, las tertulias, algunas tertulias, han desempeñado un papel insustituible en momentos decisivos y han permitido descubrir mucho talento; también mucha mediocridad y mucho servilismo, en dosis equivalentes a las de cualquier otra actividad. Lo que ha acabado poniendo en riesgo el sentido de las tertulias ha sido, tal vez, el contexto: sin que nadie diera la voz de alarma, fueron ocupando el lugar del debate político que los propios partidos rechazaban y convirtiéndose, así, en un extraño género periodístico: el debate político por delegación. Los medios de comunicación comprometidos con el pluralismo se han esforzado por reflejar en el terreno de la opinión las diversas sensibilidades políticas. A los medios sin escrúpulos les ha bastado con convocar a testigos falsos o se han decantado, sin más, por apuntar todas las baterías en la misma dirección, confiando en provocar la eclosión de amarillismo que se ha vivido en España y que alcanzó cimas inimaginables con la desinformación sobre los atentados del 11 de marzo.

A estas alturas, es claro ya el resultado de que algunas emisoras de radio y cadenas de televisión hayan albergado el extraño género periodístico de los debates políticos por delegación, en los que los participantes acaban desempeñando la tarea que corresponde a los responsables de los partidos: no es seguro que hoy exista más pluralidad informativa sólo porque existan más medios audiovisuales, sino que existen más medios audiovisuales voluntariamente alineados o a los que se les exige alinearse en cada trinchera. Buena parte de la responsabilidad corresponde, sin duda, a esos medios y a algunos profesionales de la información. Pero el cuadro no estaría completo si no se señalase, además, la gravísima responsabilidad de los dirigentes políticos, unos más que otros dentro de un mismo partido. Puesto que los medios de comunicación comprometidos con el pluralismo procuran reflejar las diversas sensibilidades, los partidos han interpretado esta preocupación como un derecho a reclamar fidelidad inquebrantable a cada ciudadano que opina, a cada participante en una tertulia. La opinión libre se ha convertido, así, en un acto cargado de consecuencias indeseables, por el que ya sabe a qué atenerse quien se atreva a disentir de los argumentos exigidos a la cuota que en teoría representa. Una de las razones por las que los dirigentes políticos se sienten fuertes en este terreno es porque disponen del maná que alimenta esa particular manera de estar «bien informado», de «tener acceso», que colinda con el sedicente «periodismo de investigación». Es decir, liquidados los fondos de reptiles cuando llegó al poder el primer Gobierno socialista, parece que los Gobiernos posteriores terminaron por convertir la discreción que exige la gestión democrática de las instituciones en un nuevo fondo más sutil pero no menos eficaz: si me tratas bien, te digo, te informo, te comunico antes que a nadie.

Esta noche se celebra el primer debate político en 15 años antes de unas elecciones generales; o mejor, algo que se parece suficientemente a un debate político. Después de tanto pedir a los periodistas que se pronuncien por delegación, los partidos les exigen ahora, paradójicamente, que no digan una sola palabra cuando se disponen a dirigir un cara a cara decisivo. Ojalá que el encuentro de esta noche devuelva definitivamente a los ciudadanos un derecho secuestrado durante demasiado tiempo. Pero, ojalá también, sirva para que la opinión, para que las tertulias sean lo que deberían ser: un espacio de libertad en el que cada cual puede y debe hablar en su nombre y sólo en su nombre. Exactamente como los partidos pueden y deben hablar en el suyo y sólo en el suyo.

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Duelo de imágenes entre los dos candidatos, de Román Gubern en El Mundo

Posted in Política by reggio on 25 febrero, 2008

ELECCIONES 9M: La opinión de los expertos

Fueron los norteamericanos quienes inventaron las confrontaciones televisivas preelectorales, que otorgaron más relevancia a la imagen y a la presencia personal que al programa de los partidos y a la ideología de los candidatos. El look y el glamour, cualidades sensitivas, desbancaron a la dimensión reflexiva, que es una cualidad intelectual. El poder mediático norteamericano exportó este modelo a Europa, de modo que también aquí la taquigrafía de la imagen aparece ya como más relevante que el discurso textual. Y es en ese marco en el que se dirime ahora el duelo entre el presidente del Gobierno y el candidato del PP. Se ha dicho, y es cierto, que quien está en el Gobierno es a priori más vulnerable que su adversario, pues se le puede criticar por lo que ha hecho mal o ha dejado de hacer desde el poder, mientras que su adversario es sólo una promesa de futuro. Pero sobran los ejemplos, incluso en España, de debates televisivos ganados por los presidentes sobre sus adversarios; de manera que el factor personal de los comunicadores, su voz, su elocuencia, su fotogenia, su lenguaje no verbal y su duende se corroboran como factores decisivos en el duelo mediático.

José Luis Rodríguez Zapatero inició su mandato como un bambi de ojos azules. Y aunque después de cuatro años de desgaste sigue ofreciendo un aspecto juvenil y continúa siendo un icono de la progresía europea, sus ojos rasgados y su mirada azul han perdido la inocencia originaria y puede percibirse a veces en ellos el fulgor de la amenaza. Esta mirada ígnea surge en ciertos momentos de crispación, como cuando habla de los obispos, quienes, sin quererlo, a lo mejor le han regalado al presidente una pila de votos de sectores que tal vez se habrían abstenido de votar. Su lenguaje corporal sigue siendo rígido, pues por lo visto en la Moncloa, en donde no falta un gimnasio, faltan en cambio adiestradores de imagen. Pero su dinamismo juvenil constituye todavía un activo no despreciable.

Frente a Zapatero se presenta un hombre maduro que no oculta tal condición. Mariano Rajoy tiene aire de patriarca gallego, con su barba canosa y sus gafas anticuadas, y aunque su ceceo no resulta atractivo, ofrece la imagen de la experiencia, la ponderación y la mesura, alejado de los entusiasmos. Puesto que ambos van a disputar sobre todo el voto centrista, en un territorio difuso de equidistancias, la calma un poco sosa de Rajoy puede resultar eficaz ante ese electorado, al que más bien le asustan los entusiasmos vehementes. Los conservadores han sido siempre poco amigos de los grandes cambios y de las exaltaciones utópicas. El aire patriarcal de Rajoy puede alejar el voto de los jóvenes de hormonas alborotadas, pero hay que recordar que en la primera ocasión en que la televisión americana se utilizó al servicio de la contienda presidencial, fue el general Dwight Eisenhower, con aspecto de venerable y protector patriarca, quien derrotó a Adlai Stevenson, un demócrata intelectual que se exhibía mucho más nítidamente como escaparate ideológico partidista.

Con sus mensajes acerca de políticas sociales proteccionistas, Zapatero parece querer privilegiar al votante joven (tan remiso en acercarse a las urnas), al femenino y al de tercera edad, además del colectivo homosexual. Mientras que Rajoy parece dedicar especial atención al gran segmento que se extiende entre las dos orillas. Claro está que este esquema demográfico resulta simplificador, pero las proclamas políticas ante los medios audiovisuales suelen estar tejidas con mimbres reduccionistas. Por eso el look y el glamour intentan compensar los vacíos, las imprecisiones y las vaguedades.

Román Gubern es catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona.

© Mundinteractivos, S.A.

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Escenificación televisiva de un torneo medieval, de Rafael Anson en El Mundo

Posted in Política by reggio on 25 febrero, 2008

ELECCIONES 9M: La opinión de los expertos

Aunque parezca lo contrario, los cara a cara en la actualidad tienen menos importancia que hace 20 o 30 años.

Las personas que intervienen son sobradamente conocidas. Las gentes tienen una idea preconcebida sobre cada uno de ellos y, por tanto, es difícil que cambien de opinión por un espacio televisivo.

Concretamente, en el caso de España, desde hace más de un mes las televisiones nos ofrecen a diario una especie de cara a cara sucesivo en el que vemos a Mariano Rajoy o a José Luis Rodríguez Zapatero interviniendo en debates, hablando de los mismos temas y, prácticamente, replicándose antes o después.

Naturalmente, eso no quiere decir que la presencia simultánea de los dos, la capacidad de réplica, la imagen, los gestos o las actitudes no vayan a influir en algún sector del electorado, especialmente aquél que todavía está indeciso o no tiene tomada postura frente a cada uno de los líderes políticos.

Es difícil valorar el porcentaje de influencia, pero aunque no fuera más que un 2% o un 3%, puede ser determinante para el triunfo o la derrota en las elecciones. Por eso, el cara a cara de hoy y el siguiente pueden tener una gran influencia en el resultado final de las elecciones del 9 de marzo.

En cuanto al desarrollo del debate, normalmente será bastante aburrido porque está excesivamente encorsetado, con bloques temáticos que impiden un diálogo y una dialéctica animada, en la que predomine el ingenio, la rapidez mental y el conocimiento profundo de los temas.

Se corre el riesgo de que los dos candidatos lleven prácticamente los temas preparados como si se tratara de unas oposiciones, cuando el interés de un cara a cara es que surjan asuntos que la otra persona no se espera y que se produzcan replicas inesperadas.

En cualquier caso, es mejor desde todos los puntos de vista que existan estos debates en los que el espectador y futuro elector tenga la oportunidad de ver en simultáneo las dos opciones básicas que se enfrentan en las selecciones.

Es el momento de valorar la calidad humana, el talante, las actitudes y la capacidad de reacción. Es decir, todo aquello que, a la larga, permitirá a una persona ser o no un buen presidente del Gobierno.

En el mundo actual es necesario repentizar, adecuarse a las circunstancias, innovar, tener reflejos y cambiar de posturas y de programas. Todas esas cualidades que debe tener un político son las que, de alguna manera, se adivinan o se escenifican en un debate cara a cara.

Las intervenciones en solitario, los programas preparados en gabinetes y por asesores, las promesas desorbitadas, tienen un valor relativo. El buen político es, naturalmente, el que se rodea de los colaboradores adecuados pero, sobre todo, el que tiene la intuición y la capacidad de elegir el camino más conveniente y el que tiene la autoridad política, por supuesto, pero también personal y moral de tomar decisiones aunque a veces sean incómodas, ingratas o impopulares.

Esperemos con impaciencia esta vuelta al sistema del debate cara a cara, que se interrumpió el año 96 y cuya continuidad demuestra una madurez de nuestro sistema democrático y, quizás, una gran igualdad en las encuestas, lo que obliga a los dos candidatos principales a jugársela en una especie de torneo medieval con las armas en la mano. Ahora, esas armas son la dialéctica, la palabra, los conceptos, las ideas y, sobre todo, las imágenes.

Rafael Anson es secretario general de la Fundación Estudios Sociológicos.

© Mundinteractivos, S.A.

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Escenas bárbaras, de Antoni Puigverd en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 25 febrero, 2008

En el Parlament de Catalunya, un día antes de empezar la campaña, se produjeron unas escenas difíciles de adjetivar. ¿Sombrías, depresivas, miserables? Ya usamos estos adjetivos para describir la aciaga tarde del 3%, en la que la institución tocó fondo (un fondo del que ya nunca ha salido, y menos en la hipócrita o cándida jornada de la aprobación de un Estatut que todos sabían imposible y todos esperaban negociar en Madrid por la cuenta que les traía).Si la escandalosa jornada del 3% provocó una gran conmoción, lo que sucedió en el Parlament la semana pasada apenas ha causado estupor. ¿Quizás porque no se habló de comisiones o de túneles hundidos (cosas tangibles, de enorme repercusión social, que irritan a la gente y atraen a la desencantada opinión pública)? Quizás. Pero lo cierto es que los intestinos de la política catalana se exhibieron obscenamente: ambición, holgazanería, fantasía y crueldad.

Sucede que los intestinos de la política ya sólo interesan como pretexto de sátira. Suscitan atención sólo después de que los humoristas del Polònia hayan cocinado los episodios más risibles. Y lo que se deduce de las escenas del otro día es muy serio. Observándolas, este cronista tuvo la sensación de contemplar una agonía. Un país sin autoridad moral, con sus grupos dirigentes morbosamente enfrentados. Un país que regresa al siglo XVII, disgregándose en fracciones y bandos.

Escena primera. CiU y ERC, salvando sus diferencias, han consensuado una moción a favor de la independencia de Kosovo. Llega la hora de empezar el pleno y faltan once diputados de CiU y uno de ERC. Aprovechando tales ausencias, el resto de los grupos se niegan a aceptar la discusión. La escena contiene dos de los principales defectos del catalanismo actual: la huida hacia la nada retórica y la falta de profesionalidad (que ya la visita estival de Manuel Pizarro puso en evidencia: ¡ni un solo portavoz había estudiado los números!). Si atendemos a la hora en que debían los fallones estar en sus puestos, es obvio deducir que no consiguieron despegarse de las sábanas.

La pereza o la falta de tensión profesional se sumaron, pues, a la falta de talento político. Y eso que, días antes, el nacionalismo español se había retratado en solitario, por una vez sin la tonta complicidad antagónica del catalán. En efecto, los partidos y los medios de comunicación madrileños se habían retratado en pose serbia ante el pleito de Kosovo, mientras que medios y políticos barceloneses manifestaban inicialmente un prudente sentido de la distancia. ¿Por qué CiU decidió de nuevo adorar al fetiche de la Quimera y, saltando por encima del principal charco de sangre que se ha producido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, intentó que el Parlament expresara la solidaridad y el reconocimiento de un Estado que va a fundarse sobre leyes prerromanas de tipo mafioso y sobre el contrabando de armas y drogas? ¿Por qué? ¿Para competir de nuevo con ERC por la posesión del córner nacional, alejándose en plenas elecciones del amplísimo centro que labró Pujol y que Duran Lleida pugna por seguir cultivando?

Tal como han ido las cosas en los Balcanes, la independencia de Kosovo era inevitable, pero sólo desde el desprecio de la realidad puede presentarse en el hemiciclo catalán como digno de celebración. Cuando la falta de inteligencia se mezcla con el fiasco de las sábanas pegadas, el resultado es un monumento a la farsa.

Escena segunda. A causa de las declaraciones de Pere Macias (CDC), que aprovechó la enfermedad de Duran para exhibir sus limitaciones, Artur Mas se ve obligado a hacerse el harakiri en el Parlament. Le ataca primero Joan Ridao (ERC), que exhibe estampa de buena y razonable persona, pero que, perdiendo los papeles o mostrando su verdadero rostro, actúa como un vulgar jabalí. Ridao rompe las cartas parlamentarias y, en lugar de preguntar al president Montilla (como en esta sesión corresponde), ataca al opositor, el cual se muestra como un líder, no ya vencido, sino descompuesto. La escena es de circo romano. Los tres partidos gubernamentales exhiben una obscena crueldad al usar su mayoría para destrozar, como fieras salvajes, al jefe opositor (atacado por sorpresa en una sesión para la que no cuenta con mecanismos parlamentarios de defensa). En lugar de negarse a responder al improcedente ataque, Artur Mas opta por crucificarse. Para acallar las críticas de sus adversarios, promete solemne y patéticamente que nunca usará los mecanismos que el reglamento le concede para intentar un cambio de Govern.

Qué escena más bárbara. Un hombre atrapado en su propio laberinto depresivo y unas fieras regodeándose en su debilidad. Y despiadada: Ridao llega a acosar físicamente al hundido Mas. Seguidamente, aprovechando que la sesión de control le concede la última palabra, Montilla lo remata.

Qué escena más descarnada: por si quedaba una sola duda, está claro que el pleito entre las dos ramas del nacionalismo es cainita. No hay espacio para dos en la finca nacionalista. Se reía levemente, el severo Montilla. Sus ojos brillaban con el fulgor del que sabe que la silenciosa táctica empieza a dar sus frutos. Divide et impera:los nacionalistas se pelearán hasta desangrarse. Y el miedo a los excesos del PP hará el resto.

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El último escollo, de Jordi Juan en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 25 febrero, 2008

EL ESPECTADOR

Algunos dirigentes del PSC sostienen en privado que Montilla negoció demasiado rápido su voto de investidura con ERC e ICV y ahora el Govern está pagando con creces aquel pacto. Que tenía que haber alargado más la negociación con CiU buscando una sociovergencia que hubiera puesto nerviosos a sus dos socios y con ello se hubiera ahorrado algunas de las concesiones que ahora disfrutan. Quizás el tridente formado por Montilla, Iceta y Zaragoza podría haber hecho mejor las cosas, pero nadie les puede negar el mérito de todo lo que han logrado hasta ahora teniendo en cuenta su punto de partida.

El día en que José Montilla confirmaba por teléfono a Pasqual Maragall que se iba a postular para ser el próximo candidato, la cúpula del PSC inició una compleja operación que estaba cargada de riesgos y que tenía muchas posibilidades de irse al traste. La carrera hacia el Palau de la Generalitat tenía diversas fases, y todas se han ido superando con indiscutible éxito: primero, impedir la mayoría absoluta de CiU; segundo, reeditar el tripartito; tercero, superar la desconfianza del PSOE hacia este pacto, y cuarto, salvar la alcaldía de Barcelona, en las municipales. Ni la crisis del AVE ni el Estatut les han frenado un ápice en esta operación.

Ahora sólo queda el último escollo: las generales del 9-M, en las que los socialistas están en condiciones de repetir sus buenos resultados de hace cuatro años, pero sobre todo pueden neutralizar definitivamente a CiU si la formación catalana no tiene suficientes escaños para ser decisiva.

Si las urnas dan a Zapatero una cómoda victoria que haga innecesaria la colaboración de CiU y si los socios de Esquerra no sufren un gran estropicio electoral, los arquitectos de la operación de descabalgamiento de Maragall por Montilla habrán culminado más que felizmente un proceso que parecía el cuento de la lechera cuando lo iniciaron.

Ciertamente, no se vota igual en unas generales que en unas unas catalanas, pero lo que está claro es que una aplastante victoria del PSC no sólo puede contribuir al triunfo de Zapatero en España, sino que, de rebote, supondrá la definitiva consolidación del tripartito, si es que no está ya consolidado. No es extraño, pues, que Artur Mas diese por finiquitada esta pasada semana en el Parlament cualquier posible colaboración con algún miembro de la Entesa. Su única esperanza es arrancar un compromiso del PSOE para que en las catalanas del 2010 gobierne la lista más votada. Lo contrario, la sociovergencia o el pacto nacionalista, se aventura hoy como una absoluta quimera.

jjuan@lavanguardia.es

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Balcanizar los Balcanes, de Juan Gelman en Página 12 (24-02-2008)

Posted in Internacional, Política by reggio on 25 febrero, 2008

Parecía imposible recortar aún más a la mermada ex Yugoslavia, pero no: con el reconocimiento inmediato de EE.UU. y de la mayoría de la Unión Europea, la llamada independencia de Kosovo es cosa hecha. Poco importa que este acto viole el derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas y resoluciones de su Consejo de Seguridad. Lo decisivo es que así lo quisieron los “halcones-gallina” de Washington con el sostén de una porción bien armada de la OTAN y el mirar hacia otro lado de la ONU. Las consecuencias son inimaginales y se recuerda la profética frase que Otto von Bismarck acuñara a fines del siglo XIX: “Cuando estalle la Gran Guerra, será por alguna maldita cosa en los Balcanes”. Así fue.

España y otros países europeos rechazaron la autoproclamación. También Rusia, China, Indonesia y otros países con movimientos separatistas que el ejemplo podría alentar. Hasta Turquía se quejó: si la secesión de Kosovo es bienvenida, ¿por qué no se apoya la de la zona turca de la isla de Chipre? Pero Rusia teme además que el asunto tenga alcances más vastos: el débil Kosovo independiente se supeditará por completo a las políticas de EE.UU., que tendría la intención de establecer allí otro segmento del escudo antimisiles a fin de reforzar los de Polonia y la República Checa. El Kremlin está convencido de que se trata de un cerco peligroso para la seguridad de Rusia. ¿No lo sería también, en algún momento, para la seguridad de Europa Occidental? El centro europeo permite vigilar a la derecha y a la izquierda.

EE.UU. empezó el trabajo kosovar hace años ya. Belgrado combatía contra el brazo armado de los separatistas serbo-albaneses, el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), una criatura de la CIA, como Osama bin Laden. Esto fue reconocido por la propia agencia de espionaje, que le proporcionó entrenamiento, armas y dinero, especialmente en 1998 y 1999, poco antes de que EE.UU. y la OTAN bombardearan la ex Yugoslavia durante 11 semanas. El Departamento de Estado calificó oficialmente al ELK de “movimiento insurgente”, aunque sus altos funcionarios decían off the record que eran terroristas. Sí. Milosevic no fue ninguna rosa cándida, pero la minoría serbia de Kosovar no olvidará el 17 de marzo de 2004: el ELK atacó, mató una veintena de civiles, quemó todas las iglesias ortodoxas y dejó en la calle a 60.000 serbo-kosovares. Ante la indiferencia de las fuerzas de paz de la ONU estacionadas en Pristina, la capital, y en la provincia.

W. Bush felicitó cálidamente al primer ministro de la nueva república kosovar, Hashim Thaci, líder del ELK convertido en Partido Democrático de Kosovo (PDK), aunque sus referencias no son precisamente halagüeñas. “El PDK, dirigido por Hashim Thaci, tomó el control de muchas municipalidades después de la guerra. El partido tiene vínculos estrechos con el crimen organizado en la provincia” (The Observer, 29-10-00). “El ELK está relacionado con todos los carteles de la droga conocidos del Medio y Lejano Oriente. Interpol, Europol, y casi todas los organismos de seguridad y de combate al narcotráfico de Europa poseen expedientes de los sindicatos de la droga que conducen directamente al ELK”, subrayó Michael Levine, ex funcionario de la DEA. Se estima que Hashim Thaci, además, controla del 10 al 15 por ciento de variadas actividades delictivas en Kosovo: contrabando de armas y cigarrillos, robo de coches, prostitución y otras menudencias.

Muchos periódicos del mundo reprodujeron en estos días una fotografía célebre tomada en 1999: muestra al jefe terrorista, Hashim Thaci, al observador de la ONU en Kosovo y hoy ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Bernard Koucher, a Sir Mike Jackson, entonces comandante de las tropas de ocupación de la OTAN en Kosovo, a Agim Ceku, jefe militar albano-kosovar acusado de crímenes de guerra por los militares canadienses, y al general Wesley Clark, en aquel momento comandante supremo de la OTAN, uniendo sus manos en una montañita juramentándose para lograr la independencia de Kosovo. Las actividades de Hashim Thaci eran ya bien conocidas.

El muy francés Observatorio Geopolítico de Drogas informó que el ELK ayudaba a introducir en Europa Occidental heroína y cocaína por valor de 2000 millones de dólares cada año. Los agentes alemanes que combaten a los narcotraficantes afirmaron que los de Kosovo “lavan anualmente 1500 millones de dólares por intermedio de 200 bancos privados o agencias de cambio” (The Washington Times, 4-5-99). Son los aliados de W. Bush en la presunta tarea de expandir la democracia y la libertad en el mundo. De paso, anuncia que vetará cualquier proyecto de ley que impida a las fuerzas de seguridad estadounidenses aplicar la tortura. Por qué no.

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¿Una campaña electoral o un concurso de chistes malos?, de Jesús Cacho en El Confidencial

Posted in Política by reggio on 25 febrero, 2008

Sabido es que el género cómico atraviesa horas muy bajas en nuestro país. Me refiero al cómico profesional, aquel que en la dictadura era capaz de sacarle punta a la actualidad más roma. Aquella fue la época dorada del humorista, obligados como estaban en escena a pertrecharse de talento y valor, a partes iguales, si no querían ir a parar al final de la función al cuartelillo de la Guardia Civil. Hoy no hay cómicos. Todo lo más, hay titiriteros, casi todos ubicados en la izquierda, que es territorio más proclive a la dádiva con dinero público. Los cómicos de antaño han sido sustituidos por los artistas en nómina al servicio del partido político de turno, en general, y de su líder respectivo, en particular, de modo que la tarea de hacer mofa y escarnio de la dura realidad ha sido asumida por esos mismos líderes políticos, ¡prodigio español donde los haya! que hoy se dedican a dar funciones en plazas de toros y pabellones deportivos acogidos todos al más vulgar y ramplón de los chascarrillos.Y no es que Mariano Rajoy esté libre de tan grosero pecado, ni hablar, pero la palma, el oscar a la mejor interpretación masculina en la materia se la lleva sin duda José Luis Rodríguez Zapatero. El tipo que durante los últimos cuatro años ha metido a España en una revolución de difícil vuelta atrás, se dedica ahora a escamotear las razones y explicaciones que debe a sus votantes subido en la ola del tópico garbancero, la gracieta boba, la mueca ñoña, la rima inane, la exégesis del pensamiento débil. Daniel Forcada, el joven periodista del Confi que sigue la campaña del Presidente, lo explicaba ayer con detalle: ZP sube al estrado sin papeles y ocupa 45 minutos de mitin a base de un revoltijo “en positivo” de sus tópicos más queridos, ya saben, la colaboración, el talante, el respeto, la tolerancia y las befas a costa del PP, que si el obrero de Rajoy, que si el camarero de Cañete. La profundidad del Pensamiento Alicia de ZP quedó ayer reflejada en Dos Hermanas, Sevilla: “Lo que les gusta es cómo trataban ellos a los camareros antes. Lo que añoran es el ordeno y mando (…) Yo no sé si hay camareros como los de antes, pero lo que sí hay es señoritos como los de antes”. Esa es toda su filosofía.

Y ese parece ser todo su programa para la próxima legislatura, si los Dioses no lo remedian. Hacer chirigotas a costa del Partido Popular está muy bien y sale gratis, pero, díganos, señor presidente, ¿tiene alguna idea, algún proyecto más o menos perfilado, para sacar a España del atolladero territorial en el que usted la ha metido con el nuevo Estatuto de Cataluña? ¿Alguna clave en torno a la futura estructura del Estado? ¿Sabe usted hacia dónde nos lleva? ¿Qué pasaría si el Tribunal Constitucional dentro de unos meses, interpretando fielmente espíritu y letra de la Constitución, declarara inconstitucional alguno de los artículos de dicho Estatuto? ¿Cómo afrontaría usted el conflicto institucional, conflicto de poderes, que tendría de inmediato sobre la mesa? ¿Tiene usted alguna estrategia para oponerse a las aspiraciones secesionistas de las elites políticas nacionalistas? ¿Ha reflexionado usted mínimamente sobre lo que está ocurriendo en Kosovo, o su estrategia va a seguir centrada -más de lo mismo- en abrir de par en par a los enemigos de España las puertas de lo que, hace justamente dos siglos, ya fue definido como “una sola nación, España, un solo Estado, el Estado español y una sola monarquía”, de acuerdo con los constitucionalistas de las Cortes de Cádiz.

La cuestión etarra, el gran escándalo

Las preguntas podrían continuar ad infinitum en cuestiones varias que, sin embargo, tienen todas que ver con el futuro de ese proyecto colectivo llamado España. Por ejemplo, ¿va a obligar usted a los alcaldes socialistas, al menos a los socialistas, a izar la bandera española en el balcón de los Ayuntamientos que gobiernan? ¿Va a ser posible que cualquier padre pueda escolarizar a su hijo en español, si así lo desea, en cualquier colegio público de Cataluña? ¿Va usted a aplicarle paños calientes de última hora a la derrota de ETA? La cuestión etarra, que no la economía, es el gran escándalo de este final de legislatura. En efecto, en cuanto policía y guardia civil han podido empezar a trabajar sin una mano atada a la espalda y con la plena colaboración de Francia, la banda se ha venido literalmente abajo. Con datos abrumadores sobre la mesa, resulta que usted ha estado más que dispuesto a negociar políticamente con una banda terrorista que estaba en las últimas, y si no ha negociado debemos agradecérselo a la estulta soberbia de los de las pistolas, pero solo a ellos. Y bien, ¿está usted dispuesto, si saliera reelegido, a perseguirlos hasta el final, sin ninguna clase de concesión política?

Pues bien, todas estas cuestiones, y muchas más, son las que Zapatero está escamoteando de forma vergonzante en la campaña electoral. Campaña sin mensaje, donde lo importante es el continente y no el contenido; campaña convertida en farsa, en comedia bufa, en un insulto a la inteligencia de millones de españoles que no van a los mítines. Campaña cargada de mensajes guerracivilistas subliminales, de izquierda contra derecha, de rojos contra azules, de miles de tópicos volando todos los días por el páramo español, manta gigante bajo la que se esconde la incapacidad más absoluta para gestionar con algo de talento y cierto sentido común los graves problemas de España. En una cosa estoy de acuerdo con Zapatero y es en que “España necesita una nueva derecha”. Se le olvida decir que también, y con la misma urgencia, una nueva izquierda. Quien en marzo de 2004 fuera elegido presidente sin que los españoles supieran muy bien qué iba a hacer con esa Presidencia, nos amenaza ahora con ser reelegido sin que sepamos qué planes tiene, si alguno, para los resolver de una vez el problema de fondo de la convivencia entre españoles. Pobre país.

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Los Soprano en Vocento y ‘ABC’, de las pesquisas de Marcello en Estrella Digital

Posted in Medios, Política by reggio on 25 febrero, 2008

Un cierto asombro, cercano al estupor, produce el dibujo que se vislumbra a medida que las piezas del puzzle del crimen de Zarzalejos en ABC se van encajando, de una en una, hasta configurar un enredo impropio de un grupo de comunicación como Vocento, que pretende ocupar un sitio de privilegio en el mapa mediático español.

En el origen de semejante felonía está la lucha descarnada por el control de la propiedad de Vocento entre dos clanes de accionistas, los Montescos (Luca de Tena, Ybarra y Urrutia) y los Capuletos (Bergareche, Echevarría y Castellanos), que pelean a brazo partido y sin tregua en el seno del Consejo de Administración, mientras redoblan los tambores de una opa sobre el 20 por ciento de las acciones que la compañía tiene en la Bolsa. Y sobre la que no habría que descartar la entrada de un tercer actor, del lado de uno o de otro de los contendientes, como podría ser el caso del Grupo Murdoch (Aznar), o del Grupo Planeta (Lara). Sobre todo una vez que al empresario catalán los nuevos gestores de Vocento le han dado un órdago fallido en La Razón, llevándose en una grotesca operación de intriga y competencia desleal —de la que se han quejado en ABC de la COPE— a lo peorcito de esa casa.

Las luchas de poder entre accionistas y consejeros derivaron en un baile de máscaras y de gestores de Vocento que, en una primera etapa, desembocó en la promoción de Diego Alcázar (y Pedrín Recarte, en su recámara), en el papel de presidente, y de Belarmino García (quien no sobrevivió a las permanentes trifulcas), como consejero delegado. Desbancando, el uno y el otro, con el apoyo de los Luca de Tena y de Emilio Ybarra —que ha unido a esta guerra su venganza personal, por lo que consideró falta de apoyo de una parte del Consejo en su crisis en el BBVA—, a Santiago Ybarra y José Bergareche, respectivamente.

Éste fue el primer asalto entre las fuerzas en presencia. Pero luego vino la segunda parte, y aquí, y tras destituir al consejero delegado y hacer sitio al nuevo ejecutivo, José Manuel Vargas, entraron en juego agentes externos, como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre (por la puerta de los Recarte-Alcázar, y Luca de Tena), empeñada en tener, bajo su manto de influencia política, al diario ABC con vistas a su entronización en el PP, cuando Rajoy se estrelle en las elecciones del 9 de marzo, que es lo que piensa ella que va a ocurrir, mientras estira su ambición, espoleada por su corte mediática de El Mundo y la COPE.

De ahí la urgencia de Aguirre a la hora de cortar la cabeza de Zarzalejos y poner a un “no periodista”, habitual de sus visitas mañaneras a Telemadrid, al frente del diario. Ofreciendo Aguirre al ABC la paz con la COPE, y el silencio del mandril, Federico Jiménez Losantos, quien ya va diciendo a su gente que el nuevo director, Ángel Expósito, está de paso y que pronto será suya la dirección de ABC. De momento, se han postrado a sus pies el pleno de Vocento y, en especial, los Luca de Tena, como responsables de la Junta de Fundadores de ABC, que controla la línea editorial y la dirección.

Pero había más. Para completar el crimen de Zarzalejos se preparó un golpe de mano contra el diario La Razón, con reuniones en secreto con el que era su director, Vara (quien ya tenía a Maruenda en los talones como su posible sucesor en La Razón), a fin de descoyuntar al periódico de Lara, y adivinar si, de esa manera, conseguían eliminar a un competidor y relanzar al ABC. Lo que cierra el círculo de esta pequeña impresentable intriga que incluye, en su haber, el cese del director que defendió la dignidad de ABC (y de sus propietarios) frente a las infames agresiones de la COPE, para entregar su cabeza a la cólera de Aguirre y facilitarle a ella apoyos para su ambición en el PP, a cambio del silencio de la COPE y más ayudas (publicidad y difusión). Y todo ello coordinado con un ataque a la estructura del diario La Razón, con el que Aguirre tuvo algunos problemas, a raíz de la visita del cardenal Cañizares a la sede del diario.

Y decimos, en voz alta y clara: ¿De verdad cree alguien que estos modales y estas infames intrigas, y pérdida de la dignidad, son maneras adecuadas para gestionar un grupo de comunicación, o para relanzar el diario ABC? Sólo se puede triunfar en una empresa con una gestión eficaz y respetuosa con la competencia, máxime si es de comunicación y pretende representar el interés general de los ciudadanos, lo que excluye el tráfico de influencias políticas y pactos de indignidad. Lo que necesita, por un lado, un proyecto de grupo —que Vocento ha sido incapaz de definir, confundido entre medios locales y nacionales, y con líneas ideológicas antagónicas en su interior—, y un equipo de gestores y periodistas de primer nivel, y no de aprendices de brujo, o de publicistas del PP. Así estarían en condiciones de competir con La Razón y con quien hiciera falta, sabiendo que sus directos competidores son El Mundo y El País.

El drama de Vocento está en que los Luca de Tena, y los accionistas vascos del viejo Grupo Correo —que además están peleados entre sí—, carecen de un proyecto y no saben qué hacer. Y, por todo ello, se han subido al carro de la farsa y de las más grotescas maniobras, para lo que contrataron al aguerrido Vargas, a quien no sabemos por qué allí le llaman ¡El Petiso! Un ambicioso ex secretario del Consejo que, en la noche revuelta de embozos y puñaladas entre los Montescos y los Capuletos, cree haberse hecho con el control del poder. Convirtiéndose, primero, en el matador, por encargo, de Zarzalejos, y, después, en autor de la operación contra La Razón, con la que, además de dejar en ridículo al nuevo director —al que le colocaron, de un plumazo, a cuatro jefecillos desleales hasta el tuétano— fracasó de manera estrepitosa porque, al parecer, pretendían llevarse de ese periódico —que a toda costa pretendían cerrar, con una fusión o una compra, “si no lo puedes derrotar, mátalo”, habrán pensado— a más periodistas y gestores y, especialmente, a Alfonso Ussía, que es un caballero, y que les ha dicho que no.

La trama alcanzó cotas de opereta (al estilo de aquella inolvidable película de J. M. Forqué Atraco a las tres) cuando se conoció el acto final del golpe de mano a La Razón, en la cena, del domingo de marras, celebrada en el restaurante Casa Gerardo. Allí, Vargas, El Petiso, acompañado del equipo, asombrado, de subdirectores de ABC, y del estupefacto director, Expósito, sacó de su bocamanga a las cuatro sotas de La Razón, que tenía escondidas en un restaurante vecino, para que aparecieran en el postre de la cena como la corista del pastel en una despedida de soltero. Fue entonces cuando el más pelota de los comensales exclamó: “Ole tus cojones, Vargas, menudo golpe de mano, eres como ¡el jefe de los Soprano!”.

En efecto, semejante episodio es más propio de los Soprano que de todo un grupo de comunicación que dice defender valores liberales, conservadores, la libre competencia, la familia, la cristiandad y la monarquía, a la que, de paso, han dejado también en mal lugar, humillándose ante quien ha pedido la abdicación del Rey. Y para rematar la operación, el tal Vargas, que venía de comunicar a los gestores del grupo que este año se anulan las primas y los incentivos, convocó, a toque de corneta, a los columnistas de ABC y, como si fuera el mismísimo capitán Trueno —y ante la mirada perpleja de algunos avezados navegantes del periodismo español—, lanzó su arenga y les animó: “¡Hay que quitarle 30.000 ejemplares a La Razón!”. Ése es el plan.

Señor, qué calamidad. Qué espectáculo periodístico y empresarial. Menudo plan de navegación. Pero ¿ha pensado alguien lo que pasaría si se anunciara una opa hostil sobre el 20 por ciento de la Bolsa? ¿Y si el mandril Losantos, con cualquier excusa, se vuelve a cabrear y, después de echar a Zarzalejos, se vuelve a liar a palos con todos ellos? ¿Y si, por milagro, ganara Rajoy? ¿Y si ABC, por más regalos y más promociones, sigue bajando después de haber organizado semejante zafarrancho? ¿Habría, en ese caso, que echar por la borda a los tiburones al presidente Alcázar, al consejero Vargas, al director y al coro de los tránsfugas? Lo que mal empieza, mal acaba, y este episodio no traerá nada bueno, porque ésas no son maneras ni para navegar, ni para competir en el proceloso mar editorial. Los Soprano han entrado en Vocento y ABC, lo anuncian ellos mismos, con orgullo, por lo que se ve.

El «diaricidio» de Egunkaria, de Javier Ortiz en Público

Posted in Medios, Política by reggio on 25 febrero, 2008

Son muchas las intervenciones públicas de Juan José Ibarretxe en las que el lehendakari arranca diciendo: “Los vascos somos un pueblo muy pequeño, pero…” y, tras ese pero, enuncia algunas de las virtudes supuestamente colectivas que algunos  nos atribuyen: “…pero noble”, “…pero trabajador”, “…pero emprendedor”,  “…pero fiel a la palabra empeñada”. Y así.

Huelga decir que no sólo yo, sino también mucha más gente, incluido el propio lehendakari, hemos conocido a bastantes vascos aviesos, hipócritas, vagos, indolentes y mentirosos. Pero los arquetipos tienen esas cosas.

Lo único que jamás discutiré del exordio de Ibarretxe es su arranque: los vascos somos, en efecto, un pueblo muy pequeño. Y no digamos ya si nos referimos, no al pueblo vasco, en general, sino a la parte de él que se expresa habitualmente en euskara. Unas 600.000 personas. “Como un par de barrios de Madrid”, ironiza un amigo. Le respondo: “Qué va. Si estuvieran en Madrid, este asunto sería mucho más conocido”. En Madrid, el arzobispado cierra una parroquia de curas discordantes (magníficos, por cierto) y el asunto sale en todas las radios y las televisiones día sí y día también. En Euskal Herria cierran el que por entonces era el único diario escrito en lengua vasca y meten en la cárcel a sus directivos acusándolos de ser de ETA y, cinco años más tarde, pese a que el fiscal ha retirado los cargos porque no aprecia nada que conecte ni de lejos a Egunkaria con el terrorismo, todo sigue igual, y no parece que eso le importe a casi nadie en la Villa y Corte.

De tratarse de Cataluña habría sido distinto. Porque en Cataluña hay casi 5 millones y medio de hipotéticos electores. Y su peso económico en el conjunto estatal es enorme. La suma de votos y dinero da mucho juego.

El juez Del Olmo insiste en que se limitó a ordenar el cierre “cautelar” de Egunkaria. Pero él sabe, por limitada que sea su sagacidad, que el cierre de un diario nunca es provisional. Si un individuo es acusado injustamente, el yerro tiene remedio, al menos parcial. Pero si un diario es clausurado, en pocas semanas está ya muerto. No hay sentencia absolutoria que pueda resucitarlo.

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