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Discurso de Barack H. Obama ante Sesión Conjunta del Congreso, del Martes 24 de febrero de 2009, en la Revista de la Embajada de Los Estados Unidos de América en Bogota

Posted in Economía, Educación, Energia, Laboral, Política, Sanidad by reggio on 28 febrero, 2009

Señora Presidenta de la Cámara de Representantes, Sr. Vicepresidente, miembros del Congreso:

Estoy aquí esta noche no sólo para dirigirme a las distinguidas damas y caballeros en este gran recinto, sino para hablar directa y francamente con los hombres y mujeres que nos trajeron aquí.

Sé que para muchos estadounidenses que nos observan en este momento, el estado de nuestra economía es una inquietud mayor que todas las demás. Y con toda razón. Si no han sido afectados personalmente por esta recesión, probablemente conocen a alguien que ha sido afectado: un amigo, un vecino, un miembro de su familia. No necesitan escuchar otra lista de datos para saber que nuestra economía se encuentra en crisis, porque la viven todos los días. Es la preocupación con la que se despiertan y motivo de desvelo de noche. Es el empleo que pensaron que tendrían hasta jubilarse, pero que ahora han perdido; el negocio con el que soñaron y que ahora pende de un hilo; la carta de aceptación a la universidad que su hijo tuvo que volver a guardar en el sobre. El impacto de esta recesión es real y está por todas partes.

Pero a pesar de que nuestra economía se haya debilitado y nuestra confianza se vea afectada; a pesar de que estamos viviendo en tiempos difíciles e inciertos, esta noche quiero que todo estadounidense sepa lo siguiente:

Reconstruiremos, nos recuperaremos, y Estados Unidos saldrá de esto más fuerte que nunca.

El peso de esta crisis no determinará el destino de esta nación. Las respuestas a nuestros problemas no están fuera de nuestro alcance. Están en nuestros laboratorios y universidades; en nuestros campos y nuestras fábricas; en la imaginación de nuestros empresarios y el orgullo del pueblo más trabajador en la faz de la Tierra. Aún poseemos a manos llenas las cualidades que han hecho de Estados Unidos la mayor fuerza de progreso y prosperidad en la historia de la humanidad. Lo que se requiere ahora es que este país se una, que encaremos audazmente los desafíos que enfrentamos y asumamos la responsabilidad por nuestro futuro una vez más.

Ahora, si somos francos con nosotros mismos, admitiremos que durante demasiado tiempo, no siempre hemos cumplido con estas responsabilidades, ya sea como gobierno o como pueblo. Digo esto no para designar culpables ni mirar hacia atrás, sino porque sólo al comprender cómo llegamos a este momento podremos salir de este aprieto.

El hecho es que nuestra economía no comenzó a deteriorarse de la noche a la mañana. Tampoco se iniciaron todos nuestros problemas cuando el mercado de vivienda colapsó o la bolsa de valores se desplomó. Sabemos desde hace décadas que nuestra supervivencia depende de encontrar nuevas fuentes de energía. Sin embargo, importamos más petróleo ahora que nunca antes. El costo del cuidado de salud devora más y más de nuestros ahorros todos los años, sin embargo continuamos retrasando reformas. Nuestros niños competirán por empleos en una economía mundial para la cual demasiadas de nuestras escuelas no los preparan. Y aunque todos estos desafíos continuaron sin solución, logramos gastar más dinero y acumular más deudas, tanto como personas y como gobierno, que nunca antes.

En otras palabras, hemos vivido una era en la que demasiado a menudo, las ganancias a corto plazo eran apreciadas más que la prosperidad a largo plazo; en la que no miramos más allá del próximo pago, el próximo trimestre o las próximas elecciones. Un superávit se convirtió en excusa para transferir riqueza a los acaudalados en vez de una oportunidad de invertir en nuestro futuro. Se desmanteló la reglamentación a favor de utilidades rápidas y a costa de un mercado saludable. Sabiendo que no estaban a su alcance, las personas compraron casas de bancos y prestamistas que, de cualquier manera, querían colocar esos malos préstamos. Y mientras tanto, se pospusieron debates cruciales y decisiones difíciles hasta otro momento, otro día.

Bueno, ha llegado el día del ajuste de cuentas, y éste es el momento de hacernos cargo de nuestro futuro.

Éste es el momento de actuar de forma audaz y sensata, no sólo para reactivar esta economía, sino para sentar nuevas bases para una prosperidad perdurable. Éste es el momento de impulsar la generación de empleo, reactivar los préstamos e invertir en sectores como el de energía, cuidado de salud y educación, que harán que nuestra economía crezca, incluso a la vez que tomamos las difíciles decisiones de reducir nuestro déficit. Ése es el propósito de mi plan económico, y de eso me gustaría hablarles esta noche.

Es un plan que comienza con el empleo.

Tan pronto asumí el cargo, le pedí a este Congreso que para el Día del Presidente, tuviera listo un plan que volviera a poner a la gente a trabajar y que le pusiera dinero en el bolsillo. No porque creo en aumentar la burocracia. No creo en eso. No porque no me importe la deuda masiva que hemos heredado. Sí me importa. Hice un llamado a la acción porque no hacerlo hubiera significado perder más empleos y hubiera causado más dificultades. De hecho, no actuar habría empeorado nuestro déficit a largo plazo al asegurar poco crecimiento económico durante años. Por eso fue que presioné para actuar rápidamente. Y esta noche, me siento agradecido porque este Congreso hizo su trabajo, y me complace decirles que la Ley para la Recuperación y Reinversión en Estados Unidos ya fue promulgada.

En los próximos dos años, este plan preservará o creará 3.5 millones de empleos. Más de 90% de estos puestos de trabajo estarán en el sector privado: empleos para reconstruir carreteras y puentes, para fabricar turbinas de viento y paneles solares, para tender banda ancha y expandir el sistema de transporte público.

Debido a este plan, hay maestros que ahora pueden conservar sus puestos y educar a nuestros hijos. Los profesionales de la salud pueden seguir cuidando de los enfermos. Esta noche, 57 oficiales de policía pueden seguir patrullando las calles de Mineápolis, porque su departamento estaba a punto de despedirlos, y este plan lo evitó.

Debido a este plan, 95% de las familias trabajadores en Estados Unidos recibirán un recorte tributario… un recorte tributario que verán en sus talones de pago desde el 1º de abril.

Debido a este plan, las familias que tienen dificultades para cubrir los costos de la educación superior recibirán un crédito tributario de $2,500 para los cuatro años de universidad. Y los estadounidenses que han perdido su empleo en esta recesión podrán recibir una extensión en los beneficios por desempleo y cobertura para cuidados de salud que los ayudará a resistir esta tormenta.

Sé que hay algunos en este recinto y otros que nos ven desde sus hogares que no creen que este plan funcione. Y entiendo ese escepticismo. Aquí en Washington, hemos visto lo rápido que las buenas intenciones se vuelven promesas incumplidas y despilfarro. Y un plan a esta escala implica enorme responsabilidad y la necesidad de hacerlo correctamente.

Por eso le pedí al Vicepresidente Biden que encabezara un esfuerzo de supervisión estricta sin precedente, porque a Joe no se le escapa una. Y les he dicho a todos y cada uno de los miembros de mi gabinete, así como a los alcaldes y gobernadores de todo el país, que a mí y al pueblo estadounidense nos tendrán que rendir cuentas por cada dólar que gasten. Y he designado a un Inspector General de comprobada capacidad y dinamismo para identificar todos los casos de despilfarro y fraude. Y hemos creado una nueva página web llamada recovery.gov para que todos los estadounidenses puedan saber cómo y dónde se gasta su dinero.

Por lo tanto, el plan de recuperación que aprobamos es el primer paso para lograr que nuestra economía vuelva a encaminarse. Pero es sólo el primer paso. Porque incluso si no cometemos ningún error al administrar este plan, no habrá una recuperación real a menos que solucionemos la crisis de crédito que ha debilitado seriamente a nuestro sistema financiero.

Y esta noche quiero hablarles simple y sinceramente sobre este tema, porque todo estadounidense debe saber que eso afecta directamente su bienestar y el de su familia. También quiero que sepan que el dinero que han depositado en los bancos de todo el país está a salvo, que su seguro no está en peligro y que pueden confiar en que nuestro sistema financiero continuará funcionando. Esto no debe ser causa de preocupación alguna.

Lo que nos inquieta es que si no reanudamos los préstamos en este país, nuestro plan de recuperación estará destinado a fallar sin siquiera haber empezado.

Vean, el flujo de crédito es lo que le da vida a nuestra economía. La capacidad de conseguir un préstamo determina la posibilidad de financiar todo, desde una casa hasta un auto y los estudios universitarios; es la manera en que las tiendas renuevan su inventario, las granjas compran equipo y las empresas pagan sus planillas.

Pero el crédito ya no fluye como debería. Demasiados préstamos impagos resultantes de la crisis hipotecaria han afectado los balances contables de demasiados bancos. Con tanta deuda y tan poca confianza, ahora estos bancos temen prestar más dinero a familias, empresas y a otros bancos. Cuando no hay préstamos, las familias no pueden comprar casas ni autos. Entonces las empresas se ven forzadas a hacer despidos. Luego nuestra economía sufre aun más, y hay menos crédito disponible.

Por eso, este gobierno está actuando rápida y enérgicamente para romper este ciclo destructivo, restaurar la confianza y reanudar los préstamos.

Lo haremos de varias maneras. En primer lugar, crearemos un nuevo fondo de préstamos que representa el mayor esfuerzo jamás creado a fin de ayudar a proporcionar financiamiento para vehículos, estudios universitarios, préstamos a pequeñas empresas para los consumidores y empresarios que hacen que esta economía funcione.

En segundo lugar, he propuesto un plan de vivienda que ayudará a las familias responsables pero en peligro de una ejecución hipotecaria a reducir sus pagos mensuales y refinanciar sus préstamos hipotecarios. Es un plan que no ayudará a especuladores ni a ese vecino en su misma cuadra que compró una casa totalmente fuera de su alcance, pero sí ayudará a millones de estadounidenses que están teniendo dificultades debido a la devaluación inmobiliaria… estadounidenses que ahora podrán aprovechar tasas de interés más bajas que este plan ya ha ayudado a establecer. De hecho, la familia promedio que refinancie hoy puede ahorrar casi $2000 al año en su hipoteca.

En tercer lugar, actuaremos con toda la fuerza del gobierno federal para asegurar que los principales bancos de los que dependen los estadounidenses tengan suficiente confianza y suficiente dinero para otorgar préstamos incluso en tiempos más difíciles. Y cuando nos enteremos de que uno de los principales bancos tiene serios problemas, les pediremos cuentas a los responsables, los obligaremos a hacer los ajustes necesarios, les proporcionaremos apoyo para sanear sus balances contables y aseguraremos la continuidad de una institución sólida y viable que pueda beneficiar a nuestra gente y a nuestra economía.

Comprendo bien que Wall Street preferiría un enfoque que les diera a los bancos dinero para rescatarlos sin imponerles condiciones, sin pedirle a nadie que rinda cuentas por sus irresponsables decisiones. Pero un enfoque así no resolvería el problema. Y nuestro objetivo es hacer que pronto llegue el día en que volvamos a otorgar préstamos al pueblo estadounidense y a las empresas estadounidenses, lo cual acabará con esta crisis de una vez por todas.

Tengo la intención de pedirles a estos bancos que rindan cuentas de toda la ayuda que reciban, y esta vez, deberán demostrar claramente cómo se usan los dólares de los contribuyentes a fin de generar más préstamos para el contribuyente estadounidense. Esta vez, los directores generales no podrán usar el dinero de los contribuyentes para engrosar sus talones de pago ni comprar costosas cortinas o desaparecer en un avión privado. Eso no volverá a suceder.

Sin embargo, este plan requerirá recursos significativos del gobierno federal, y sí, probablemente más de lo que ya hemos destinado para esto. Pero aunque el costo va a ser alto, les puedo asegurar que el costo de la inacción sería mucho mayor, porque podría tener como consecuencia una economía débil no sólo por meses o años, sino tal vez por una década. Eso sería peor que nuestro déficit, peor para las empresas, peor para el pueblo y peor para la siguiente generación. Y me resisto a permitir que eso pase.

Y comprendo que cuando el gobierno pasado le pidió ayuda al Congreso para que proporcionara ayuda a los bancos en dificultades, tanto los demócratas como los republicanos estaban furiosos por el mal manejo y lo que ocurrió a continuación. Los contribuyentes estadounidenses sintieron lo mismo. Y yo también.

Así que sé lo poco popular que es ayudar a los bancos en este momento, especialmente porque sus malas decisiones causaron, en parte, que todos los estadounidenses se vieran afectados. Les aseguro que lo entiendo.

Pero también sé que en épocas de crisis, no podemos darnos el lujo de gobernar con ira o hacer concesiones a la politiquería del momento. Mi trabajo, nuestro trabajo, es resolver el problema. Nuestro trabajo es gobernar con sentido de responsabilidad. No voy a gastar ni un centavo con el objetivo de recompensar a ejecutivos de Wall Street, pero haré todo lo que sea necesario para ayudar a la pequeña empresa que no puede pagar a sus trabajadores o a la familia que ha ahorrado, pero que todavía no puede conseguir un préstamo hipotecario.

De eso se trata. No se trata de ayudar a los bancos; se trata de ayudar a la gente. Cuando haya crédito disponible nuevamente, las familias jóvenes finalmente podrán comprar una nueva vivienda. Y luego alguna compañía contratará empleados para construirla. Y luego esos trabajadores tendrán dinero para gastar, y si también pueden conseguir un préstamo, tal vez, finalmente, se podrán comprar un auto o abrir su propio negocio. Los inversionistas volverán al mercado y las familias estadounidenses verán que ya tienen fondos suficientes para la jubilación. Y poco a poco, la confianza retornará, y nuestra economía se recuperará.

Así que le pedí a este Congreso que me apoyara para hacer todo lo que fuera necesario. Porque no podemos abandonar a nuestra nación a un destino de recesión continua. Y para asegurar que una crisis de esta magnitud no vuelva a suceder, le he pedido al Congreso que apruebe rápidamente una ley que finalmente reforme nuestro obsoleto sistema regulatorio. Es hora de poner en vigor normas nuevas, estrictas y razonables para que nuestro mercado financiero recompense el dinamismo y la innovación, y que sancione los atajos y los abusos.

El plan para la recuperación y el plan para la estabilidad financiera son los pasos inmediatos que estamos dando para reactivar nuestra economía a corto plazo. Pero la única manera de restaurar plenamente la solidez económica de Estados Unidos es hacer las inversiones a largo plazo que generarán nuevos empleos, estimularán nuevas industrias y promoverán un renovado ímpetu para competir con el resto del mundo. La única manera de que este siglo sea otro siglo de liderazgo para Estados Unidos es que finalmente le hagamos frente al precio que pagamos por nuestra dependencia de petróleo y al alto costo de los cuidados de salud; al hecho de que las escuelas no estén preparando a nuestros hijos y la montaña de deuda que van a heredar. Ésa es nuestra responsabilidad.

En los próximos días, presentaré un presupuesto ante el Congreso. Con demasiada frecuencia, hemos visto estos documentos como simples números en un papel o una lista detallada de programas. Veo este documento de forma diferente. Lo veo como una visión para Estados Unidos: un plan de acción para nuestro futuro.

Mi presupuesto no trata de resolver todo problema ni abordar cada tema. Refleja la dura realidad que hemos heredado: un déficit de un billón de dólares, una crisis financiera y una recesión costosa.

Dada la situación, todos en este recinto –demócratas y republicanos– tendrán que sacrificar algunas prioridades loables para las cuales no hay dinero. Y también me incluyo.

Pero eso no significa que podemos darnos el lujo de ignorar nuestros desafíos a largo plazo. Rechazo el punto de vista que dice que nuestros problemas simplemente se resolverán por sí solos, que el gobierno no tiene función alguna en sentar las bases de nuestra prosperidad común.

Porque la historia dice lo contrario. La historia nos recuerda que en toda ocasión de conmoción y trasformación económica, esta nación ha respondido con medidas audaces y grandes ideas. En plena guerra civil, instalamos vías férreas de costa a costa, las cuales fomentaron el comercio y la industria. De la agitación de la Revolución Industrial salió un sistema de escuelas secundarias públicas que preparó a nuestros ciudadanos para una nueva era. Tras la guerra y depresión, el GI Bill [ley para la educación de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial] envió a una generación a la universidad y creó la clase media más numerosa de la historia. Y una lucha difusa por la libertad tuvo como resultado un país de carreteras, un estadounidense en la luna y una explosión de tecnología que sigue transformando a nuestro planeta.

En ninguno de los casos el gobierno sustituyó a la empresa privada; fue un catalizador de la empresa privada. Creó las condiciones para que miles de empresarios y nuevas empresas se adaptaran y prosperaran.

Somos una nación que siempre ha visto oportunidades en medio del peligro y ha logrado sacar provecho y salir airosa de experiencias terribles. Ahora debemos volver a ser esa nación. Es por eso que el presupuesto que estoy presentando, incluso al recortar programas que no necesitamos, invertirá en tres sectores que son absolutamente cruciales para nuestro futuro económico: energía, cuidados de salud y educación.

Comienzo con la energía.

Sabemos que el país que aproveche el poder de la energía renovable y no contaminante será el líder del siglo XXI. Sin embargo, es la China la que ha lanzado el mayor esfuerzo en la historia para hacer que su economía sea eficiente en términos energéticos. Nosotros inventamos la tecnología solar, pero estamos rezagados en su producción con respecto a países como Alemania y el Japón. Nuevos vehículos eléctricos híbridos salen de nuestras cadenas de montaje, pero operarán con baterías hechas en Corea.

Pues, no acepto un futuro en el que los empleos y las industrias del futuro se originen al otro lado de nuestras fronteras, y sé que ustedes tampoco. Es hora de que Estados Unidos vuelva a ser líder.

Gracias a nuestro plan para la recuperación, aumentaremos al doble el suministro de energía renovable de esta nación en los próximos tres años. También hemos hecho la mayor inversión en fondos para la investigación de base en la historia de Estados Unidos, una inversión que propiciará no sólo nuevos descubrimientos en el sector de energía, sino avances en la medicina, ciencias y tecnología.

Pronto tenderemos miles de millas de cables eléctricos que podrán llevar nueva energía a ciudades y pueblos en todo el país. Y pondremos a los estadounidenses a trabajar haciendo más eficientes nuestros edificios y casas para que podamos ahorrar miles de millones de dólares en nuestras cuentas de energía.

Pero para transformar realmente nuestra economía, para resguardar nuestra seguridad y salvar a nuestro planeta de los estragos del cambio climático, es necesario que a fin de cuentas hagamos de la energía renovable y no contaminante el tipo lucrativo de energía. Por lo tanto, le pido a este Congreso que me remita legislación que imponga un límite basado en el mercado para la contaminación derivada del carbono y que impulse la producción de más energía renovable en Estados Unidos. Y a fin de apoyar esa innovación, invertiremos 15,000 millones de dólares al año para desarrollar tecnología como la energía eólica y la energía solar; biocombustibles avanzados, carbón no contaminante y más autos y camiones de consumo eficiente de combustible, construidos aquí mismo en Estados Unidos.

En cuanto a nuestro sector automovilístico, todos reconocen que años de malas decisiones y una recesión mundial han llevado a nuestros fabricantes de autos al borde del abismo. No debemos protegerlos de sus propias prácticas malas, ni lo haremos. Pero nos hemos comprometido con el objetivo de un sector automotor reequipado y reinventado que pueda competir y ganar. Millones de empleos dependen de ello. Muchísimas comunidades dependen de ello. Y creo que la nación que inventó el automóvil no puede abandonarlo.

Nada de esto sucederá sin un precio ni será fácil. Pero éste es Estados Unidos. No hacemos lo que es fácil. Hacemos lo que es necesario para hacer que este país avance.

Por esa misma razón, debemos también abordar el agobiante costo del cuidado de salud.

Se trata de un costo que ahora causa una bancarrota en Estados Unidos cada treinta segundos. Para fines de año, podría causar que 1.5 millones de estadounidenses pierdan su casa. En los últimos ocho años, las primas han aumentado cuatro veces más que los salarios. Y en cada uno de esos ocho años, un millón adicional de estadounidenses perdió su seguro médico. Es una de las principales razones por las que las pequeñas empresas cierran sus puertas y las corporaciones mandan empleos al extranjero. Y es uno de los rubros más costosos y de más rápido crecimiento en nuestro presupuesto.

Dado todo esto, ya no podemos darnos el lujo de posponer la reforma del cuidado de salud.

En tan sólo los últimos treinta días, hemos hecho más que en la última década por hacer que avance la causa de la reforma del cuidado de salud. A pocos días del inicio de sesiones, este Congreso aprobó una ley para otorgar y proteger el seguro médico de once millones de niños estadounidenses cuyos padres trabajan a tiempo completo. Nuestro plan para la recuperación invertirá en historias médicas electrónicas y nueva tecnología que disminuirá errores, reducirá los costos, asegurará la confidencialidad y salvará vidas. Lanzará un nuevo esfuerzo por buscar la cura del cáncer, una enfermedad que ha afectado la vida de casi todos los estadounidenses en nuestros tiempos. Y hace la mayor inversión en cuidado preventivo en la historia, porque ésa es una de las mejores maneras de mantener a nuestro pueblo sano y nuestros costos bajo control.

Este presupuesto lleva estas reformas un paso adelante. Incluye un histórico compromiso con la reforma integral del cuidado de salud; una cuota inicial siguiendo el principio de que debemos tener cuidado de salud económico y de calidad para todo estadounidense. Es un compromiso que se paga en parte por medidas eficientes que esperamos desde hace tiempo. Y es un paso que debemos dar si esperamos reducir nuestro déficit en los próximos años.

Ahora, habrá muchas opiniones e ideas diferentes sobre cómo lograr la reforma, y es por eso que estoy congregando a personas de negocios y trabajadores, médicos y proveedores de salud, demócratas y republicanos, para que comiencen a trabajar la próxima semana en este asunto.

No soy un iluso. Sé que no será un proceso fácil. Será difícil. Pero también sé que casi un siglo después de que Teddy Roosevelt propusiera las primeras reformas, el costo de nuestro cuidado de salud ha agobiado nuestra economía y la conciencia de nuestra nación durante demasiado tiempo. Entonces, que no quepa duda alguna: la reforma del cuidado de salud no puede esperar, no debe esperar, ni esperará un año más.

El tercer desafío que debemos abordar es la urgente necesidad de extender la promesa de la educación en Estados Unidos.

En una economía mundial en la que la destreza más valiosa que se puede vender son los conocimientos propios, una buena educación ya no es simplemente una forma de acceder a las oportunidades; es un prerrequisito.

En este momento, dos tercios de las ocupaciones de más rápido crecimiento requieren más que un diploma de secundaria. Sin embargo, poco más de la mitad de nuestros ciudadanos tiene ese nivel de educación. Entre los países industrializados, tenemos una de las más altas tasas de estudiantes que no terminan la escuela secundaria. Y la mitad de los estudiantes que comienzan sus estudios universitarios no los terminan.

Ésta es una receta para el declive económico, porque sabemos que los países que enseñan mejor que nosotros hoy en día nos superarán el día de mañana. Es por eso que será un objetivo de este gobierno asegurar que todo niño tenga acceso a una educación completa y competitiva, desde el día que nazca hasta el día que inicie una carrera.

Ya hemos hecho una inversión histórica en la educación por medio del plan para la recuperación económica. Hemos ampliado considerablemente la educación inicial y continuaremos mejorando su calidad, porque sabemos que el aprendizaje más formativo tiene lugar en esos primeros años de vida. Hemos puesto los estudios universitarios al alcance de casi siete millones de estudiantes adicionales. Y hemos proporcionado los recursos necesarios para evitar dolorosos recortes y despidos de maestros que detendrían el progreso de nuestros niños.

Pero sabemos que nuestras escuelas no sólo necesitan más recursos. Necesitan más reformas. Es por eso que este presupuesto crea nuevos incentivos para el desempeño de los maestros; vías para ascender y recompensas para el éxito. Invertiremos en programas innovadores que ya están ayudando a las escuelas a cumplir con altos estándares y disminuir las diferencias en el rendimiento. Y aumentaremos nuestro compromiso con las escuelas públicas independientes (charter schools).

Es nuestra responsabilidad como legisladores y educadores hacer que este sistema funcione. Pero es la responsabilidad de cada ciudadano participar en él. Y entonces, esta noche, le pido a todo estadounidense que se comprometa por lo menos a un año o más de educación superior o capacitación laboral. Esto puede ser en una institución comunitaria de enseñanza superior o una universidad de cuatro años; capacitación vocacional o pasantía. Pero independientemente de la capacitación, todo estadounidense deberá contar con algo más que el diploma de la secundaria. Y abandonar la escuela secundaria ya no es una opción. No es solamente darse por vencido, es fallarle al país, y este país necesita y valora el talento de todo estadounidense. Es por eso que proporcionaremos la ayuda necesaria para que concluyan sus estudios universitarios y logren un nuevo objetivo: para el 2020, Estados Unidos volverá a tener la más alta tasa mundial de personas con grado universitario.

Sé que el precio de las matrículas es más alto que nunca, por lo que si están dispuestos a ofrecerse de voluntarios en sus vecindarios y hacer aportes a su comunidad o ponerse al servicio de su país, nos aseguraremos de que pueda pagar una educación universitaria. Y para alentar un espíritu renovado de servicio nacional para esta generación y las futuras, le pido a este Congreso que me remita la legislación respaldada por ambos partidos que tiene el nombre del senador Orrin Hatch, como también el de un estadounidense que nunca ha dejado de preguntar qué puede hacer por su país: el senador Edward Kennedy.

Esta política educativa les abrirá las puertas a nuestros hijos. Pero depende de nosotros el asegurarnos de que pasen por ellas. A fin de cuentas, no existe programa ni política que pueda sustituir a una madre o un padre que vaya a las reuniones con los maestros o que ayude con los deberes después de la cena o que apague el televisor, guarde los videojuegos y le lea a sus hijos. Les hablo no sólo como Presidente, sino como padre cuando les digo que la responsabilidad por la educación de nuestros hijos debe comenzar en casa.

Tenemos, por supuesto, otra responsabilidad con nuestros hijos. Y ésa es la responsabilidad de asegurarnos de que no hereden una deuda que no puedan pagar. Con el déficit que nosotros heredamos, el costo de la crisis que enfrentamos y los desafíos a largo plazo que debemos afrontar, nunca ha sido más importante asegurar que a medida que nuestra economía se recupere, hagamos lo necesario para reducir este déficit.

Es un orgullo para mí que aprobáramos el plan para la recuperación sin asignaciones para proyectos particulares (earmarks), y deseo que se apruebe un presupuesto el próximo año que asegure que cada dólar gastado refleje sólo nuestras más importantes prioridades nacionales.

Ayer tuve una cumbre fiscal en la que prometí reducir el déficit a la mitad para fines de mi primer periodo como Presidente. Mi gobierno también comenzó a analizar el presupuesto federal rubro por rubro para eliminar los programas ineficientes y que desperdician dinero. Como se pueden imaginar, éste es un proceso que tomará tiempo. Pero estamos comenzando con las partidas más grandes. Ya hemos identificado ahorros por dos billones de dólares en la próxima década.

En este presupuesto, acabaremos con programas educativos que no funcionan y con pagos directos a agroempresas grandes que no los necesitan. Eliminaremos los contratos otorgados sin licitación que han malgastado miles de millones en Irak, y reformaremos nuestro presupuesto de defensa para que no paguemos por armamento de la época de la Guerra Fría que no usamos. Eliminaremos el despilfarro, fraude y abuso en nuestro programa de Medicare que no mejore la salud de las personas mayores, y devolveremos un sentido de equidad y equilibrio a nuestro código tributario acabando por fin con los recortes tributarios a corporaciones que envían nuestros empleos al extranjero.

Para rescatar a nuestros niños de un futuro con endeudamiento, también acabaremos con los recortes tributarios del 2% más acaudalado entre los estadounidenses. Pero permítanme ser perfectamente claro, porque sé que escucharán las mismas afirmaciones de siempre que dicen que acabar con esos recortes significa un aumento masivo en los impuestos del pueblo estadounidense: si su familia gana menos de $250,000 al año, sus impuestos no aumentarán ni diez centavos. Les repito: ni diez centavos. De hecho, el plan para la recuperación otorga un recorte tributario –correcto, un recorte tributario– para 95% de las familias trabajadoras. Y esos cheques están en camino.

A fin de mantener nuestro bienestar fiscal a largo plazo, también debemos abordar los costos en aumento de Medicare y el Seguro Social. La reforma integral del cuidado de salud es la mejor manera de afianzar el Medicare para el futuro. Y también debemos dar inicio a la conversación sobre maneras de hacer lo mismo con el Seguro Social y a la vez, crear cuentas de ahorro universales y libres de impuestos para todos los estadounidenses.

Finalmente, ya que también padecemos de una falta de confianza, me he comprometido a restaurar un sentido de honradez y responsabilidad en nuestro presupuesto. Es por eso que este presupuesto mira diez años hacia el futuro y da cuenta de gastos que se omitían conforme a las viejas normas, y por primera vez, eso incluye el costo total de luchar en Irak y Afganistán. Durante siete años, la nuestra ha sido una nación en guerra. Dejaremos de esconder su precio.

Estamos examinando detenidamente nuestra política en ambas guerras, y pronto anunciaré un camino a seguir en Irak que deje a Irak en manos de su pueblo y acabe con esta guerra de forma responsable.

Y con nuestros amigos y aliados, dictaremos una nueva estrategia integral para Afganistán y Pakistán a fin de vencer a Al Qaida y combatir el extremismo. Porque no permitiré que los terroristas confabulen contra el pueblo estadounidense desde refugios al otro lado del mundo.

Mientras nos reunimos esta noche, nuestros hombres y mujeres de uniforme hacen guardia en el extranjero y otros más se alistan para su movilización. A todos y cada uno de ellos, y a las familias que sobrellevan la carga silenciosa de su ausencia, los estadounidenses se unen para enviarles un mensaje: respetamos su servicio, nos inspiran sus sacrificios, y cuentan con nuestro apoyo inquebrantable. Para aliviar la carga de nuestras fuerzas armadas, mi presupuesto aumenta el número de soldados e infantes de Marina. Y a fin de cumplir con nuestras sagradas obligaciones para con quienes están en el servicio, aumentaremos su paga y les otorgaremos a nuestros veteranos la expansión del cuidado de salud y los beneficios que se merecen.

Para derrotar al extremismo, debemos también estar alerta y respaldar los valores que nuestras tropas defienden, porque no existe fuerza más poderosa en el mundo que el ejemplo de Estados Unidos. Es por eso que he ordenado que se cierre el centro de detención de la Bahía de Guantánamo, y procuraremos que se lleve ante la justicia, de forma rápida y segura, a los terroristas capturados, porque vivir conforme a nuestros valores no nos hace más débiles; nos da mayor seguridad y nos da mayor fuerza. Y es por eso que puedo pararme aquí esta noche y decir, sin excepciones ni evasivas, que Estados Unidos no tortura.

En nuestras palabras y acciones, estamos mostrándole al mundo que se ha iniciado una nueva era de participación, pues sabemos que Estados Unidos no puede hacerle frente solo a las amenazas de este siglo, pero el mundo no puede afrontarlas sin Estados Unidos. No podemos eludir la mesa de negociación ni ignorar a los enemigos o las fuerzas que podrían causarnos daño. En vez, se nos llama a proseguir con el sentido de confianza y franqueza que exige la seriedad de los tiempos.

Para procurar el progreso hacia una paz segura y perdurable entre Israel y sus vecinos, hemos designado a un enviado para apoyar nuestros esfuerzos. Para hacerle frente a los desafíos del siglo XXI –desde el terrorismo hasta la proliferación nuclear; desde las enfermedades pandémicas hasta las amenazas cibernéticas y la pobreza agobiante– afianzaremos viejas alianzas, forjaremos nuevas y usaremos todos los elementos de nuestro poder nacional.

Y para responder a una crisis económica que es mundial en su alcance, estamos colaborando con los países del G-20 a fin de restaurar la confianza en nuestro sistema financiero, evitar la posibilidad de un aumento en el proteccionismo y estimular la demanda de productos estadounidenses en mercados de todo el mundo; porque el mundo depende de que tengamos una economía sólida, así como nuestra economía depende de la solidez de la internacional.

Ahora que nos encontramos en un momento decisivo de la historia, los ojos de todas las personas en todas las naciones se posan en nosotros una vez más, y nos observan para ver qué hacemos en este momento; aguardan nuestra dirección.

Los que estamos aquí reunidos esta noche hemos sido escogidos para gobernar en tiempos extraordinarios. Es una gran carga, pero también un gran privilegio que se ha confiado a pocas generaciones de estadounidenses; porque en nuestras manos recae la capacidad de influir en nuestro mundo para bien o para mal.

Sé que es fácil perder de vista este hecho, caer en el cinismo y en la duda, dejarnos consumir por lo mezquino y lo trivial.

Pero en mi vida, también he aprendido que la esperanza se encuentra en lugares poco probables; que la inspiración proviene no de quienes son más poderosos o célebres, sino de los sueños y las aspiraciones de los estadounidenses que no tienen nada de comunes y corrientes.

Pienso en Leonard Abess, el presidente de un banco en Miami quien, según se reportó, vendió su parte de su compañía, recibió una bonificación de $60 millones y se la dio a todas las 399 personas que trabajaron para él y a otras 72 que solían hacerlo. No se lo dijo a nadie, pero cuando un diario local lo averiguó, simplemente dijo, »Conozco a algunas de esas personas desde que tengo 7 años. No me pareció correcto que sólo yo recibiera el dinero».

Pienso en Greensburg, Kansas, un pueblo que fue destruido totalmente por un tornado, pero que está siendo reconstruido por sus residentes, en un ejemplo global de cómo toda una comunidad puede funcionar con energía no contaminante, cómo ésta puede llevar empleos y actividad comercial a un lugar donde alguna vez yacían rumas de ladrillos y escombros. «La tragedia fue terrible», dijo uno de los hombres que ayudó en la reconstrucción. «Pero la gente de acá sabe que también les brindó una oportunidad increíble».

Y pienso en Ty’Sheoma Bethea, la niñita de esa escuela que visité en Dillon, Carolina del Sur, un lugar donde los techos gotean, la pintura se pela de las paredes y tienen que dejar de enseñar seis veces al día porque el tren pasa a toda velocidad cerca de su aula. Le dijeron que su escuela no tiene esperanza, pero el otro día después de clases fue a la biblioteca pública y les escribió una carta a las personas sentadas en este recinto. Incluso le pidió dinero a su director para comprar una estampilla. La carta nos pide ayuda y dice, «Somos simplemente estudiantes tratando de ser abogados, médicos, congresistas como ustedes y algún día, presidentes, para que podamos producir un cambio no sólo en el estado de Carolina del Sur sino también en el mundo. No somos de los que se dan por vencidos».

No somos de los que se dan por vencidos.

Estas palabras y estos casos nos dicen algo sobre el espíritu de las personas que nos trajeron aquí. Nos dicen que incluso en los momentos más duros, en medio de las circunstancias más difíciles, existe una generosidad, una adaptabilidad, una decencia y una determinación que perseveran; una voluntad de asumir responsabilidad por nuestro futuro y por la posteridad.

Su determinación debe ser nuestra inspiración. Sus inquietudes deben ser nuestra causa. Y debemos mostrarles a ellos y a todo nuestro pueblo que estamos a la altura de la tarea ante nosotros.

Sé que hasta ahora no hemos estado de acuerdo en todo, y no hay duda de que en el futuro habrá ocasiones en las que discreparemos. Pero también sé que todo estadounidense sentado aquí esta noche ama a este país y quiere que tenga éxito. Ése debe ser el punto de partida para cada debate que tengamos en los próximos meses y el punto de retorno cuando concluyan dichos debates. Ésa es la base sobre la cual el pueblo estadounidense espera que encontremos terreno común.

Y si lo hacemos, si nos unimos y sacamos a este país de la profundidad de esta crisis; si hacemos que nuestra gente vuelva a trabajar y volvemos a poner en marcha el motor de nuestra prosperidad; si enfrentamos los desafíos de nuestros tiempos y hacemos un llamado a ese espíritu perdurable de un estadounidense que no se da por vencido, entonces algún día, dentro de muchos años, nuestros hijos podrán decirles a sus hijos que éste fue el momento en que hicimos, en palabras que están talladas en este recinto, «algo digno de ser recordado». Gracias, que Dios los bendiga y que Dios bendiga a Estados Unidos de América.

http://spanish.bogota.usembassy.gov/pr_16_250209.html

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La adopción de la vía diplomática, de Hans Blix en El Mundo

Posted in Derechos, Energia, Internacional, Política by reggio on 26 febrero, 2009

ANALISIS

¿Deberíamos preocuparnos? El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha informado de que el plan de enriquecimiento de uranio de los iraníes sigue adelante, aunque quizás a un ritmo más lento. Irán no está dando respuesta a preguntas planteadas por los servicios de Inteligencia occidentales.

El OIEA no es capaz de excluir la posibilidad de que el programa iraní tenga una vertiente militar. En consecuencia, sí debería haber preocupación, pero hay más razones incluso para sentirse alarmados de que [el plan] se haya llevado adelante durante años y años bien a la vista de todo el mundo y sin embargo no se haya abordado con una acción diplomática eficaz.

Las exigencias de que Irán debería aceptar más inspecciones no tienen ningún sentido. Las inspecciones no se hacen para ayudar a Irán a que demuestre que no tiene intención de fabricar armas sino con la esperanza de encontrar pruebas convincentes que incriminen a los iraníes. Sin embargo, si no se encuentran esas pruebas, se dirá, y con razón, que aunque hoy no se haya comprobado su intención de pasar a la fase de fabricación de una bomba Irán podría cambiar de opinión el año que viene.

El punto clave de la cuestión no está en las intenciones de Irán sino en su desarrollo de la capacidad de enriquecimiento de uranio a escala industrial. Una vez que esta capacidad exista, sea en Irán, en Egipto, en Turquía o en Indonesia, al país en cuestión le quedará menos tiempo para conseguir la bomba si quiere fabricarla.Cuanto más lejos estén de obtener esta capacidad países situados en zonas confictivas, mejor.

Se han perdido unos años preciosos en planteamientos ineficaces.Los norteamericanos, siempre empeñados en decir a los demás lo que tienen que hacer, y los europeos han exigido a Irán que suspendiera su programa de enriquecimiento de uranio mucho antes de reconocer que estuvieran dispuestos a entablar negociaciones directas con los iraníes.

Como Irán ha continuado desarrollando su programa, sencillamente, es Europa, no Irán, la que está impaciente por que haya negociaciones.Inteligentemente, el Gobierno de Obama está proclamando que está dispuesto a mantener conversaciones directas con Irán. Es mucho lo que está en juego. No conseguir disuadir a Irán de que abandone el enriquecimiento de uranio a escala industrial podría tener consecuencias peligrosas. ¿Se dejará disuadir Irán?

En los años 80, cuando Sadam Husein hizo que Irak empezara a recorrer el camino hacia las armas nucleares (e Israel bombardeó el reactor de investigación de Osirak), no cabe duda de que Irán podría haber reivindicado que tenía poderosas razones para desarrollar un programa nuclear con una opción armamentística. Sin embargo, tras las derrotas de Irak en 1991 y 2003, Irán ya no puede considerar el país vecino como una amenaza nuclear.

Tampoco tiene que temer un ataque nuclear de ningún otro vecino, ni siquiera de Israel. En estas circunstancias, podría haber sido contraproducente que el Gobierno de Bush amenazara a Irán con que no descartaba ninguna de las opciones que había sobre la mesa y con el envío de portaaviones al Golfo Pérsico.

El equipo de Obama haría mejor adoptando la línea emprendida por Estados Unidos en las conversaciones con Corea del Norte y ofreciendo, como parte de un acuerdo sobre la cuestión nuclear, garantías frente a ataques del exterior y frente a actividades subversivas en el interior de Irán.

Es más, Estados Unidos no han mantenido relaciones diplomáticas con Irán desde 1979. Parece probable que la perspectiva del restablecimiento de relaciones y de una plaza en los foros a escala regional significaría para Irán un mayor incentivo de cara a alcanzar un acuerdo en materia nuclear que las declaraciones del equipo de Bush en el sentido de que «Irán debe demostrar un buen comportamiento».En el caso de Corea del Norte, se le han ofrecido relaciones diplomáticas tanto con Estados Unidos como con Japón como parte de un acuerdo en materia nuclear. No resulta comprensible por qué las cosas habrían de ser más difíciles en el caso de Irán.

Irán ha invertido recursos y prestigio en su programa de enriquecimiento de uranio. ¿Va a poder abandonarlo ahora? Bueno, no sería el primer país del mundo que cierra plantas nucleares. Según el tratado de no proliferación nuclear, existe el derecho a enriquecer uranio pero no hay ninguna obligación de hacer efectivo ese derecho.

Irán debe sopesar los costes y los beneficios. Debe ser consciente de que comprar combustible de uranio sería menos gravoso que producirlo y que renunciar a su producción le sería compensado con garantías sólidas de aprovisionamiento de ese combustible a escala internacional. Por último, debe ser consciente de que el enriquecimiento de uranio en Irán podría inducir a otros países de Oriente Próximo a llevar a cabo el enriquecimiento de uranio.

Hans Blix fue el jefe de la inspección de armas de destrucción masiva conducida por la ONU en Irak en el año 2003

© Mundinteractivos, S.A.

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Consumidor es-timado, de José Manuel Atencia en El País de Andalucía

Posted in Derechos, Economía, Energia by reggio on 24 febrero, 2009

El día que se hizo la luz, los usuarios andaluces ya le debíamos un recibo por consumo estimado a Endesa. En concreto, por el gasto de electricidad que hubiéramos tenido si la luz se hubiera inventado un mes antes. Desde entonces, no hemos levantado cabeza. Por eso, da igual que nos suben varias veces al año las tarifas, ya que siempre consideran que el coste real del servicio es mayor del que pagamos y, por eso, piden al Gobierno de turno un aumento de precios después de haber aumentado ya los precios. Desde que se liberalizó el mercado de las eléctricas, ese que iba a permitir la entrada de la competencia y reducir las tarifas, debe haber en Andalucía al menos diez personas que han cambiado de compañía para seguir dependiendo de la misma.

Cuando el hombre realizó la primera rueda otro hombre ya estaba calculando el impuesto de carruajes, mientras con el fuego pasó como con el huevo y la gallina, que nadie sabe si fueron primeros los incendios en los bosques o el negocio de la madera. A principios del siglo XX el ser humano conquistó el único elemento que no había podido dominar hasta entonces: el aire. Tras el primer vuelo de un avión se acercaron las fronteras, pero aparecieron de inmediato las tasas de aeropuerto y el overbooking.

Alrededor de cada invento de la humanidad se han creado cientos de empresas con la única pretensión de hacerse de oro. Por eso, en términos económicos, ha sido siempre más rentable vender una buena idea que tenerla. Por ejemplo, ha generado más ingresos la idea de Telefónica de cobrar una cuota mensual por tener línea que la invención del teléfono por parte de Alexander Graham Bell. La historia de la humanidad está llena de inventos que cambiaron nuestras vidas, pero resulta imposible fijar en qué momento estos avances tecnológicos sirvieron para que las personas dejáramos de ser tratados como ciudadanos y nos convirtiéramos en simples consumidores.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un organismo al que no tengo el gusto de conocer, sitúa a España a la cabeza del esfuerzo por liberalizar los mercados. Los expertos de este organismo internacional han destacado lo bien que lo ha hecho el Gobierno con la liberación de los mercados del gas, la electricidad y las telecomunicaciones, superando «en ocasiones con creces» las exigencias de la Unión Europea. El secretario general de este organismo es un español, lo que hace presuponer que pidió el informe antes de que le llegara el último recibo de la luz. En el caso de las telecomunicaciones también es verdad que hemos mejorado mucho. La última decisión del Gobierno ha sido la de obligar a las compañías de ADSL a que las líneas que ofrecen naveguen al menos al 80% de lo que anuncian, que es como exigir a un fabricante de coches que vendan los automóviles con al menos tres de las cuatro ruedas.

Sin embargo, lo más sorprendente de los halagos de la OCDE tiene que ver con la puesta en marcha en España de las denominadas ventanillas únicas. Y en esto también tienen razón los expertos. Tenemos miles de ventanillas únicas. Hay al menos una en cada departamento de la Administración Central, en cada consejería autonómica, en cada área de cada diputación y en cada delegación de cada ayuntamiento. Hay una ventanilla única para cada organismo público y ninguna tramitación que se pueda hacer en una única ventanilla única de una única administración.

No ha sido como llegar a la Luna, un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la Humanidad, pero la presión de los consumidores y de la Junta para que Endesa refacture a los cuatro millones de usuarios de la compañía en Andalucía los recibos del pasado mes de enero, es un éxito «histórico» para los consumidores. Este paso atrás en el consumo estimado va a permitir volver a nuestra condición de estimados clientes ex timados.

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Los problemas de la luz se resuelven a oscuras, de Miguel Ángel Aguilar en Cinco Días

Posted in Economía, Energia, Política by reggio on 13 febrero, 2009

Seguimos a vueltas con los recibos del suministro eléctrico. Las compañías han sido obligadas a facturar cada mes en lugar de hacerlo bimensualmente y además han conseguido desconcertar a los consumidores hasta el punto de que la Comisión Europea ha tomado cartas en el asunto.

Mientras, el ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, competente en materia de energía, sigue adelante sus conversaciones con las compañías eléctricas para acordar la manera en que se resolverá la cantidad embalsada pendiente de pago que conocemos con el nombre de déficit tarifario, estimada en más de 17.000 millones de euros. El esquema de solución que ha trascendido incluye unas nuevas tarifas sociales, la electricidad de los pobres, a precios muy bonificados, a la que tendrán derecho quienes se encuentren por debajo de ciertos niveles de renta. Los expertos consideran que se trata de una chapuza en la que se rehúye el nuevo cálculo que debería hacerse de los costes de generación y el ajuste de lo que las eléctricas han ingresado de más como consecuencia de los llamados costes de transición a la competencia (CTC).

Una vez más queda de manifiesto el axioma de que los problemas de la luz se resuelven a oscuras. Es decir, que sólo cuando se hace la oscuridad, porque se interrumpe el fluido eléctrico y el público queda gravemente damnificado, se adoptan las decisiones de inversión que venían demorándose.

Claro que el lema de que los problemas de la luz se resuelven a oscuras también es de aplicación a la forma por completo opaca en que se establecen los acuerdos del ministerio con las compañías eléctricas, cuyas bases quedan fuera del escrutinio público. La situación raya en el absurdo porque la propia ley encomienda a la Comisión Nacional de Energía que formule unas recomendaciones sobre unas bases preceptivas que luego el Gobierno desautoriza sin modificar la norma que la CNE está forzada a aplicar. Estamos ante un mercado muy particular donde reina la confusión y la competencia brilla por su ausencia.

En efecto, sucede que nadie puede entrar a construir nuevas centrales nucleares y que sus actuales detentadores ocupan una posición de privilegio después de haber amortizado hace años sus instalaciones. Otro tanto cabe decir de las centrales hidráulicas, porque nadie puede ya proyectar nuevos embalses y las empresas que los explotan vieron prorrogadas por el Gobierno Aznar sus concesiones por 75 años adicionales.

En cuanto a las renovables, conviene saber que dependen de variables fuera de control. Ni los parques eólicos ni los huertos fotovoltaicos tienen garantizada su entrada en acción porque ni el viento puede hacerse soplar a voluntad ni el sol o los nublados están bajo nuestro control, mientras que la demanda tiene unas curvas horarias muy estrictas que ha de satisfacerse porque el consumidor en absoluto aceptaría quedar expuesto a eventualidades climáticas.

De manera que el aporte de las energías renovables, tan de agradecer por ser energías limpias y por el ahorro en gas y carbón que suponen, tienen que tener una alternativa de la misma cuantía cada vez mayor que puedan suministrar centrales obedientes, es decir, de ciclo combinado a base de gas y carbón que tomen el relevo siempre que sea necesario sin que el consumidor padezca en la recepción del suministro.

A todos nos entusiasman estas energías renovables que se presentan como el bálsamo de fierabrás y nos libran de las emisiones de CO2 o de los problemas de los residuos radiactivos pero ya han salido los paisajistas para poner sus objeciones. Nadie quiere que le falte la electricidad pero todos prefieren que esas contraindicaciones las padezcan otros.

Claro que para recibir la energía producida a distancia es preciso transportarla mediante las líneas de alta tensión, por las que el electrón viaja a la velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, y esos tendidos apoyados en torres metálicas tampoco gustan. Así que abrumados por la solidaridad instantánea del electrón y convencidos del principio de que los problemas de la luz se resuelven a oscuras, aquí tampoco se abre el debate energético pendiente. Continuará.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista.

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Rusia y Ucrania a la gresca, de Carlos Taibo en Rebelión

Posted in Economía, Energia, Internacional, Política by reggio on 7 enero, 2009

Público

Asistimos estos días a una repetición de la disputa energética que Rusia y Ucrania protagonizaron tres años atrás. Ahora como entonces, y en un marco de general e histérica rusofobia, sorprende un tanto la interpretación de los hechos que se ha hecho dominante entre nosotros.

Las reglas de esa disputa dejan, sin embargo, poco margen para la duda. Antes de la revolución naranja que aupó a un Gobierno prooccidental en Ucrania, la alianza de esta con Rusia tenía como premio una suerte de subvención externa de la economía que asumía la forma de la transferencia, con precios sensiblemente inferiores a los de los mercados internacionales de gas natural y petróleo rusos. Era de cajón que la nueva era que se abría en Ucrania, con Yúshenko en la presidencia, tenía que traducirse en un cambio en ese régimen de relaciones.

En otras palabras, no había ningún motivo para que Moscú siguiese cortejando a Kiev y sobraban las razones para que Rusia empezase a exigir el pronto pago de la onerosa deuda externa ucraniana. ¿Alguien imagina, por cierto, a Estados Unidos subvencionando generosamente la vida económica de un país que ha abandonado orgulloso una histórica alianza con la Casa Blanca?

Es verdad, sí, que la disputa que nos ocupa presenta una arista más que la hace singularmente delicada. El 80% del gas que Rusia exporta a la Unión Europea cruza territorio ucraniano, circunstancia que, al menos sobre el papel, abre el camino a dos tesituras delicadas. La primera, hoy por hoy de despliegue poco creíble, asumiría la forma de una negativa de Kiev a permitir que semejante operación de traslado se mantenga. De esta forma, Ucrania perdería los recursos que se derivan del cobro de las tasas que hoy aplica, al tiempo que pondría en un brete su privilegiada relación con la Unión Europea.

La segunda de las tesituras, más hacedera, invitaría a las autoridades ucranianas, ante una situación energética muy delicada, a substraer en provecho propio una parte del gas que Rusia bombea camino de la Europa occidental. Por momentos se instala la impresión, en suma, de que Kiev –sabedor de que los suministros de la UE dependen en buena medida del buen hacer del tránsito ucraniano– ha decidido jugar con decisión esta carta con la creencia de que apaciguará un tanto las exigencias de pago que llegan de Rusia.

Al final, y de rebote, la patata caliente se halla en manos de la Unión Europea. Rusia, por lo pronto, no tiene interés alguno en poner trabas a un negocio saneado –el que mantiene con aquella–, vital para mantener sus cuentas en momentos de crisis general. Claro es que, en paralelo y con las reglas del mercado sacrosanto de por medio, nadie ha explicado convincentemente por qué Moscú habría de tolerar de manera complaciente la morosidad ucraniana.

Si la UE está tan preocupada, entre tanto, por garantizar los suministros de gas y por apuntalar a un aliado fundamental, lo suyo es que tome cartas en el asunto de aliviar la deuda que Ucrania ha contraído desde mucho tiempo atrás con Rusia. No parece, sin embargo, que este último horizonte forme parte del guión de unos países, los nuestros, cada vez menos inclinados a ejercicios de filantrópica solidaridad y cada vez más divididos en la manera de encarar estos problemas.

Carlos Taibo es Profesor de Ciencia Política

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Georgia: otra guerra con olor a petróleo y Gas, de Juan Vega en su Blog

Posted in Economía, Energia, Internacional, Medio ambiente, Política by reggio on 27 agosto, 2008

Gerhard Schröder, presidente del gasoducto Northstream

La guerra que ha enfrentado a Moscú con Tiblisi entre el 8 y el 12 de agosto, iniciada tras el manto mediático de protección que proporcionó a Rusia la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, tiene una clara motivación con olor a petróleo y gas, tal y como expone el asunto Jean-Michel Bezat, en un artículo publicado en Le Monde, titulado “Moscou veut garder le contrôle du pétrole et du gaz d’Asie centrale“.

Afirma Bezar, que “todo lo que desestabiliza Georgia, paso decisivo para el itinerario que sigue el petróleo y el gas del Caspio hacia Europa, es bueno para los rusos”, y  añade que “la cuestion va mucho más allá de este pequeño país: americanos y europeos quieren rodear Rusia e Irán, abriendo nuevas vías para asegurar una mayor seguridad energética”. Por su parte, Rusia, “pretende conservar o reconquistar el control de las exportaciones de gas y petróleo, también en las repúblicas ex soviéticas de Asia central, como Azerbaidján, Kazajstán y Turkmenistán”.

Así, durante el conflicto, Rusia no hizo otra cosa que advertir su disposición a tomar el control de los puertos georgianos del Mar Negro: “sus bombas y sus obuses no han caído lejos del oleoducto Bakú-Tiblisi-Ceiján (BTC), que une el Caspio con el Mediterráneo, atravesando territorio de Georgia. No hizo falta más para demostrar que los tubos que sortean Rusia están al alcance de los cañones rusos y que reaparece el fantasma del aprovisionamiento de Europa”.

Termina de describir el panorama geoestratégico que condicionaVladimir Putin y Dmitri Medvedev este conflicto: “hasta la construcción del BTC -firmemente apoyada por Washington- la mayor parte del petróleo de Asia central con destino a Europa, atravesaba por el puerto ruso de Novorossisk. Tras la entrada en servicio en 2005 del oleoducto BTC por el que circula a diario un millón de barriles (más del 1% del petróleo mundial), se han podido evitar los estrechos turcos que retrasan el transporte y multiplican los riesgos de colisión y mareas negras. Y sobre todo, evitan pisar territorio ruso y armenio”.

Así pues, a través de Georgia transita un tercio del petróleo del Caspio, ya que “es la única vía de exportacion del petróleo del Caspio que no pasa por territorio ruso o por los estrechos turcos que están saturados”, recuerdan Timothy Krysiek y Paulina Freedenberg en una nota del Cambridge Energy Research Associates (CERA), publicada a mediados de agosto en pleno conflicto. “si los combates entre Rusia y Georgia persisten y desembocan en una inestabilidad generalizada en el sur del Cáucaso, las consecuencias a medio y a largo plazo para el petróleo y el gas del Caspio serán graves”, añaden estos expertos de un grupo que está próximo a los medios petroleros americanos, según Bezat.

No debe olvidarse que tras la crisis ruso-ucraniana de enero del 2007, que produjo un grave problema de abastecimiento de gas a Europa, la UE dispuso que el proyecto Nabucco era prioritario. “Financiado por empresas privadas o públicas que aportaron cinco mil millones de euros, este gasoducto de 3.400 kilómetros debe trasladar el petróleo del Caspio hasta Austria, pasando por Georgia, Turquía, Bulgaria, Rumanía y Hungría”.

Seis meses después de que se anunciase la construcción del Nabucco, “Gazprom anunció a su vez la construcción de otro gasoducto rival, junto con el grupo petrolero italiano Eni, el Southstream, que rodea Ucrania para alimentar también a Europa. Vladimir Putin llegó al refinamiento de proponer a Romano Prodi, presidente saliente del consejo italiano, que tomase la cabeza del consorcio encargado de su construcción. Esta vez, con menos éxito que el que consiguió cuando propuso que el gasoducto gigante que unirá Rusia y Alemania por el Báltico, el Northstream, fuese presidido por el ex canciller alemán Gerhard Schröder“.

Concluye su artículo Bezar, afirmando que “es necesario no equivocarse de estrategia y no ver a Rusia como una amenaza para la seguridad energética, anuncian algunos expertos, que consideran la diplomacia europea excesivamente agresiva. Lo esencial del gas que aprovisionará a Europa durante los próximos treinta años, vendrá de Rusia e Irán, pues esos dos países disponen del 42% de las reservas mundiales, recuerdan. Nabucco no será viable más que con gas ruso o iraní”.

Romano Prodi

Etiquetas: Southstream, Timothy Krysiek, Paulina Freedenberg, Northstream, proyecto Nabucco, Jean-Michel Bezat, Vladimir Putin, Gazprom, Le Monde, Eni, Cambridge Energy Research Associates, Romano Prodi, Gerhard Schröder

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¿Nucleares? No, ni gracias, de Javier Ortíz en Público

Posted in Ecología, Economía, Energia, Medio ambiente by reggio on 26 agosto, 2008

No paran de aparecer artículos de prensa y de emitirse programas de radio y televisión que tratan de convencernos de que estamos llenos de prejuicios bobos sobre la industria nuclear.

No quiero simplificar. Sé que es de justicia distinguir entre aquellos que expresan esa opinión honradamente, porque así lo ven, y los que se sueltan ese rollo porque cobran de las eléctricas para hacerlo.

En todo caso, puedo asegurarles a ustedes que las multinacionales (y nacionales) de la industria nuclear se dejan una pasta gansa año tras año para que ese idea no desaparezca del primer plano de la actualidad.

Y también puedo asegurar que el debate está mal planteado. Deliberadamente mal planteado.

La cuestión no es si la industria nuclear, en general, podría ser de mayor o menor utilidad, bien controlada y puesta al servicio desinteresado de la Humanidad, sino determinar los peligros que tiene esta industria nuclear (la industria nuclear realmente existente), que ni está debidamente controlada ni está puesta a más servicio que el de sus ejecutivos y accionistas.

La producción de energía por vía nuclear, considerada en abstracto, presenta ventajas innegables y desventajas bien conocidas. Sabemos que afecta mucho menos a la atmósfera que el consumo de combustibles fósiles, nos consta también que aún no se ha encontrado un modo inocuo de deshacerse de los residuos que produce la fisión nuclear, etc. Vale. Pero todo eso, que debería ser lo principal, es secundario, porque de lo que estamos hablando no es de qué conviene o no conviene a la colectividad, sino de qué da más o menos beneficios a unos señores con muchísimo dinero y aún más influencias. Influencias también sobre los organismos estatales encargados de vigilarlos.

Bastantes de ustedes habrán visto la película El síndrome de China. Ayer, según leía las noticias sobre cómo los servicios de seguridad de Vandellós II trataron de impedir la entrada a los bomberos de la Generalitat tras el incendio que se produjo en la central, pensé que, una vez más, la naturaleza imita al arte.

Hacen con nosotros lo que les da la gana. Y los que no aplaudimos, bostezamos.

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Energía: lo público y lo privado, de Carlos Taibo en laRepública.es

Posted in Ecología, Energia, Medio ambiente, Política by reggio on 24 agosto, 2008

Quiere uno creer que entre nosotros va ganando terreno, paulatinamente, la conciencia de que el planeta no da para más. De resultas, la idea de que debemos tomarnos en serio la perspectiva de reducir los niveles de consumo y desdeñar las presuntas virtudes del crecimiento económico se impone en paralelo con la búsqueda incipiente de otras formas, más benignas y austeras, de organización de nuestras sociedades.

Hay quien dirá, en un argumento respetable, que la sensibilidad en lo que hace a estas cuestiones ha alcanzado incluso, siquiera sea livianamente, a nuestros gobernantes. Bastará con invocar al respecto el designio, formulado días atrás por el ministro de Industria, y al parecer no acompañado -bien es cierto- de medidas precisas, en el sentido de acometer una reducción de un 10% en el gasto energético de la maquinaria política y administrativa que dirige.

Se antoja extremadamente llamativo, sin embargo, que la certificación de que despilfarramos energía que se sigue, inevitablemente, de la decisión impulsada por el señor Sebastián en modo alguno conduce a trasladar a la ciudadanía el mensaje de que debe asumir, también, un cambio significativo en su conducta ante estos menesteres. Si uno quiere ser puntilloso estará obligado a reconocer que lo que acabo de señalar tiene, con todo, una excepción aparentemente relevante en la forma de las constantes recomendaciones que nuestros gobernantes han formulado, en los últimos años, en lo que atañe a la necesidad imperiosa de reducir el consumo de agua. No debe perder de vista el lector, sin embargo, que la excepción que nos ocupa se sitúa en un terreno muy singular, que en los hechos – parece – la anula como tal: la mayoría de los trechos de la economía del agua tienen un carácter público, o parapúblico, de tal suerte que la presencia de los intereses privados en el mercado correspondiente es a la postre menor.

Lo diré de otra manera: si en el caso del agua la condición primordialmente estatal de la economía afectada hace posible que nuestros gobernantes se muevan con encomiable soltura y se permitan reclamar con insistencia un esfuerzo ciudadano de reducción en los niveles de consumo, no puede decirse lo mismo de otros segmentos de la vida económica en los que los intereses del sector privado se imponen con rotundidad. Ahí está el caso del propio ministro Sebastián, quien semanas atrás no pestañeó a la hora de anunciar ayudas públicas para la adquisición de nuevos automóviles, presuntamente menos contaminantes, si los propietarios de los viejos se avenían a deshacerse de éstos. ¿No hubiera sido más razonable que, en un escenario indeleblemente marcado por la subida en los precios internacionales de las materias primas energéticas, nuestras autoridades apostaran con claridad por políticas encaminadas a convencer a los ciudadanos de que lo suyo es que vayan pensando en apartar el coche de sus vidas? ¿Es que nuestras autoridades no son conscientes de la sinrazón que acompaña al hecho de que la mentada subida en los precios de la energía no se ha visto seguida, como sería lo razonable, de reducciones notables en los niveles de consumo?

Para explicar lo anterior no hay que ir muy lejos: a diferencia de lo que ocurre con el agua, los sacrosantos derechos de las empresas privadas – en este caso las del sector del automóvil – se imponen, intocables, por doquier, y ello hasta el punto de que resulta sencillo imaginar cuál sería la reacción de aquéllas si los poderes públicos tomasen, en serio, cartas en el asunto de convencer a los ciudadanos de que también en relación con el transporte y sus cuitas deben cambiar drásticamente de hábitos. El lector con buena memoria recordará inmediatamente la patética reacción de repulsa asumida por alguna de nuestras empresas eléctricas cuándo, en un par de momentos en los últimos años, la ministra de Medio Ambiente decidió respaldar una simbólica campaña que nos exhortaba a reducir a la nada, durante cinco escuálidos minutos, nuestro consumo de electricidad en una tarde invernal. Como recordará, tal vez, que la legislación vigente impide que se invite a los ciudadanos a retirar sus depósitos en bancos que es notorio no han dudado en financiar a empresas sumergidas hasta el cuello en el comercio de armas, en la explotación del trabajo infantil o en el despliegue de irreversibles agresiones medioambientales.

Hay quien se sentirá tentado de recordar, por qué no, que el pecado de nuestros poderes públicos no queda dónde lo hemos dejado. Y es que no sólo se trata de que aquéllos eludan cualquier horizonte de contestación del negocio privado, aun a sabiendas de lo que éste acarrea, tantas veces, en los planos energético y ecológico: tan grave como ello es el hecho de que porfíen en construir faraónicas infraestructuras de transporte que el tiempo demostrará, más pronto que tarde, son literalmente insostenibles y que a poco más obedecen que al propósito de mover el carro de ese negocio privado que ahora nos atrae. Ahí está, por lo demás, el patético ejemplo que acaba de darnos el presidente Rodríguez Zapatero, quien al parecer no barruntó problema alguno en la fórmula verbal con la que remató su discurso de clausura en el congreso recientemente celebrado por el Partido Socialista: ¡A consumir!

Frente a tantos desafueros no queda sino reclamar la necesidad imperiosa de una rebelión ciudadana que denuncie con desparpajo el sinfín de prácticas impresentables que nos acosan, que reclame un drástico cambio de rumbo y que emplace a los dirigentes políticos a romper amarras —de esto se trata— con atávicos y esquilmadores intereses.

Carlos Taibo es profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y colaborador de Bakeaz

La República, 29/07/08

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Fiasco nuclear en Finlandia, de Carlos Bravo en El Periódico

Posted in Ciencia, Ecología, Economía, Energia, Medio ambiente by reggio on 22 agosto, 2008

LOS MODELOS ENERGÉTICOS Y LA VIABILIDAD FINANCIERA

La central nuclear de Olkiluoto 3, en construcción en Finlandia, el buque insignia del tan cacareado renacimiento nuclear, hace aguas por todos lados: oficialmente, se admiten grandes retrasos sobre el calendario previsto y sobrecostes multimillonarios. Y eso que lleva sólo dos años de construcción.

En efecto, el European Pressurized Reactor (EPR), el nuevo modelo de reactor nuclear que la compañía francesa Areva, de titularidad estatal, está construyendo en Finlandia, es un clarificador ejemplo de lo caro y arriesgado que resulta invertir en este tipo de energía. En el 2001, Areva hizo grandes promesas sobre el EPR de Olkiluoto 3. Aseguró que sería construido en un tiempo récord de cuatro años (pese a que el tiempo medio de construcción de los reactores nucleares terminados entre 1995 y 2000 fue de 116 meses, es decir cerca de 10 años), que tendría un coste de 2.500 millones de euros, y que no se necesitaría recurrir a apoyos económicos estatales ni a subsidios. La industria atómica repitió entonces, hasta el hastío, que la construcción de este reactor era el punto de partida de un imparable «renacimiento nuclear».

Pero, siete años después, la realidad pinta muy diferente. La construcción del reactor empezó en el 2005, y tan solo dos años más tarde, en el 2007, la propia Areva anunciaba en su página web que su terminación se retrasaría dos años con respecto a lo previsto (por lo que tendrá 2.200 millones de euros de penalización). Ya se reconoce de forma oficial un sobrecoste de 1.500 millones sobre lo inicialmente presupuestado. Informaciones recientes afirman que si Olkiluoto 3 estuviese terminada para el 2011, que es la fecha que ahora maneja Areva, le habrá costado a esta más de 5.200 millones.
A pesar de las declaraciones previas de Areva y toda la industria nuclear de que este reactor no requeriría apoyos financieros estatales, los bancos públicos de Suiza y Francia han tenido ya que realizar grandes préstamos para su construcción. Y, por si fuera poco, lo que empeora la situación, se han detectado ya más de 1.500 defectos de diseño y desviaciones de calidad en el reactor, lo que genera preocupaciones sobre su seguridad.

Así pues, el EPR es ya un gran fiasco económico. De hecho, el pasado mes de mayo, el presidente ejecutivo de la gigante eléctrica alemana E.On, Wulf Bernotat, advirtió que las nuevas centrales nucleares que algunos pretenden construir en Europa, costarían entre 5.000 y 6.000 millones de euros cada una (excluyendo la gestión de residuos radiactivos).

Son costes prohibitivos. Ciertamente, la energía nuclear perdió ya hace muchos años la batalla de la competitividad económica en unos mercados energéticos cada vez más liberalizados. No en vano, vista la experiencia en EEUU, la prestigiosa revista Forbes calificó a la energía nuclear como «el mayor fiasco en la historia económica norteamericana». Asimismo, el Banco Mundial y otros bancos multilaterales no financian desde hace tiempo proyectos nucleares por no ser una opción eficiente en coste.

En la Unión Europea, aparte de Finlandia, solo Francia está construyendo actualmente un reactor, en estado aún incipiente. Por otro lado, Alemania y Suecia tienen programas activos de abandono de la energía nuclear. En el caso de España, el Gobierno ha anunciado la intención de cerrar el parque nuclear existente y no construir nuevas centrales.

En efecto, el PSOE ganó las pasadas elecciones generales con una serie de promesas, como la de cerrar las centrales nucleares de forma progresiva y sustituirlas por «energías limpias, seguras y menos costosas», como reza su programa electoral. El abandono de la energía nuclear en España será una realidad si el PSOE y José Luis Rodríguez Zapatero cumplen su compromiso y no terminan defraudando a los ciudadanos, quienes, como han demostrado de forma reiterada los sondeos de opinión, desean mayoritariamente que se abandone la energía nuclear.

Zapatero lo tiene fácil, si quiere, pues la viabilidad técnica y económica de un sistema de generación eléctrica basada al 100% en energías renovables, que nos permitiría luchar de forma eficaz contra el cambio climático al tiempo que se abandona la energía nuclear, es un hecho ya comprobado científicamente. Un informe del Instituto de Investigaciones Tecnológicas (IIT) de la Universidad Pontificia de Comillas, encargado por Greenpeace, ha demostrado, mediante un profundo análisis técnico, que existen numerosas combinaciones de las distintas tecnologías renovables (solar termoeléctrica, eólica terrestre, eólica marina, biomasa, solar fotovoltaica, hidroeléctrica, energía de las olas y geotérmica) que permitirían satisfacer al 100% la demanda eléctrica peninsular, las 24 horas del día y los 365 días del año, a un coste menor que el de un sistema basado en las tecnologías convencionales.

Lograr un modelo energético sostenible, libre de energía nuclear, basado en las energías limpias, es factible técnica y económicamente, y es lo más deseable desde el punto de vista medioambiental y de salud. El único gran obstáculo en ese camino es la falta de voluntad política: cada día que pasa sin cerrar las nucleares, Zapatero pierde un poco de su cada vez más escasa credibilidad.

Carlos Bravo. Responsable de temas nucleares de Greenpeace.

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La energía merece debate, de Enrique Badía en Estrella Digital

Posted in Economía, Energia by reggio on 31 julio, 2008

Como en botica, en el plan de ahorro energético presentado anteayer por el ministro de Industria hay de todo, pero quizás se echa en falta que no exista en paralelo un modelo sostenible de abastecimiento y producción.

Probablemente, lo mejor del plan sea el componente didáctico: los tiempos de energía asequible y barata se han terminado y es conveniente ahorrar. España no está en cabeza del ranking de consumo per cápita, pero tampoco lidera el capítulo de eficiencia energética por unidad de PIB. Ello relativiza en parte el discurso del ministro Sebastián en el Congreso de los Diputados, dado que no está tanto en manos de los particulares racionalizar el consumo energético, cuanto en el tejido productivo del país.

Un claro ejemplo puede ser el sector transporte, vital en todos los sentidos para el objetivo de ahorrar barriles de petróleo fijado en el plan. Sabido es que aquí se estructura básicamente sobre el camión, con el índice de mercancías movido por ferrocarril más bajo de la Unión Europea (UE). Es obvio que no está en manos de los particulares lograr ahorros en este capítulo, sin duda potencialmente muy superiores a la controvertida medida de limitar la velocidad, puesta en duda por no pocos expertos. Como también valdría la pena analizar el coste incurrido por la existencia de una red de aeropuertos operativos entre las relativamente más densas del mundo, muchos de los cuales no alcanzan el centenar de pasajeros diarios.

Usar de modo más racional un recurso que se presume caro y escaso como es la energía —léase petróleo— no es discutible, pero no menos importante es articular un modelo de provisión de fuentes primarias optimizado, creíble y con garantías de estabilidad a medio y largo plazo. España no acaba de definirlo, es verdad que más o menos como la mayoría —no todos— del resto de socios de la UE, lo que sin duda resta crédito a cuantas políticas complementarias decida acometer.

Casi siempre que se alude a la carencia de ese modelo acaba surgiendo la cuestión nuclear. Es indudable que se trata de un debate pendiente, pero no es el único en materia energética y, dada la actitud política del Gobierno al respecto, seguramente no vale la pena plantearlo ahora y aquí. En cambio, sobran razones para discutir qué opciones de energía renovable resulta más oportuno elegir.

La sustitución de uso de combustibles fósiles por fuentes renovables se ha incorporado al discurso políticamente correcto junto a la reducción de emisiones contaminantes sin apenas matices, como si no existieran alternativas ni, en consecuencia, matices entre las distintas formas de lograr ambos objetivos. Aunque el fin perseguido sea correcto, no todos los medios para alcanzarlo tienen el mismo grado de eficiencia ni comportan las mismas contrapartidas. Dicho de otra forma, cada opción disponible tiene su cara… pero también su cruz. Hay por tanto algo de fraude al presentar de modo genérico sus ventajas sin añadir las limitaciones efectivas de su aportación y algunos problemas derivados de su implementación.

Acertar o errar colectivamente en materia energética puede determinar el porvenir, en términos de riqueza, prosperidad y bienestar. Suficiente para no hurtar un debate lo más amplio posible al conjunto de la sociedad.


ebadia@hotmail.com

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La asignatura de la energía, de Miguel Ángel Aguilar en Cinco Días

Posted in Economía, Energia by reggio on 25 julio, 2008

Se precipita el mes de agosto y a punto de cerrarse las aulas es muy probable que falte el tiempo mínimo imprescindible para terminar el programa básico en que se descompone la apasionante asignatura de la energía. A su versión eléctrica hemos querido enfocar nuestra atención en las últimas semanas, movidos por el desencadenamiento de la bronca tarifaria. El primer chispazo saltó con la circular dirigida a su clientela por Electra de Viesgo, un verdadero monumento de confusión paralizadora, capaz de dejar inermes incluso a los más avezados. Luego vino el informe complementario de la Comisión Nacional de la Energía sobre Precios y costes de la generación de la electricidad, de fecha 20 de mayo de 2008, el cual requirió para su aproximación inicial dos sesiones íntegras, que le fueron dedicadas durante los viernes 10 y 17 de julio.

Queda todavía pendiente el espacio prometido a los argumentos de réplica de las compañías suministradoras, cuya versión para publicar se anuncia inminente, y entre tanto surge otro interlocutor deseoso de explicarse. Se trata de Fortia, la sociedad constituida por los grandes consumidores de energía, de las cementeras en adelante, que comenzó a operar activamente en el mercado OMEL a primeros de este mes de julio. A Fortia le preocupa la elevada incertidumbre acerca de la evolución de los precios de la electricidad en los próximos meses, impulsada por la tendencia creciente de los mercados combustibles (Brent, gas natural, carbón y CO2). Por eso, recomienda mantener la estrategia de incrementar en el corto plazo el nivel de cobertura de su cartera.

Los agrupados en Fortia buscan un marco regulatorio que favorezca la contratación bilateral y a largo plazo, basado en precios relacionados con los costes de un mix ponderado de generación. Para cumplir semejante hazaña solicitan el apoyo del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, en adelante Mityc, y de la Secretaría General de la Energía. Sugieren que se forme una comisión de trabajo conjunta con representaciones de las empresas eléctricas, el Mityc y Fortia para impulsar y tutelar las negociaciones. Los de Fortia están a la espera de un encuentro con el ministro Miguel Sebastián, pero en su entorno hay disgusto porque haya trascendido que aún no han sido recibidos. Como grandes consumidores reclaman medidas adicionales en tres planos: la reducción de costes de transporte y otros costes regulados; un nuevo esquema de gestión de la demanda que incluya la modulación de cargas y la búsqueda de alternativas de contratación para garantizar la competitividad.

Todo indica, pues, que deberemos ir a la convocatoria de septiembre para pasar en debidas condiciones la asignatura pendiente de la energía. Para entonces habrá que incorporar nuevos datos y perspectivas, que supo incorporar Raúl Yunta, el director de Gas de la Comisión Nacional de la Energía, en su ponencia ante el XX Seminario de Europa Central, celebrado dentro de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco en el palacio de Miramar de San Sebastián. El seminario, organizado por la Asociación de Periodistas Europeos, se titulaba La nueva sombra rusa y la sesión en que intervenía Yunta estaba dedicada al condicionante energético que gravita sobre los países del área que un día estuvieron encadenados económica y militarmente a la antigua URSS, a través del Comecon y el Pacto de Varsovia.

Nuestro director de Gas nos permitió conocer mejor la naturaleza y el origen de las actuales tensiones en relación con la energía. También estableció algunas proyecciones, por ejemplo, que en el periodo 2005-2030 el 50% del crecimiento estimado del consumo de energía traerá causa de los países emergentes. Supimos también que frente al dogal que supone estar en manos de un único suministrador, como les sucede a los países de Europa Central, aquí en España tenemos la ventaja de la diversificación en el abastecimiento energético. Nuestro mix eléctrico a base de hidroeléctrica, nuclear, renovables, gas, carbón y fueloil ofrece ventajas comparativas que otros desearían.

Lo mismo que en cuanto al gas natural, cuyo suministro antes procedía de Argelia en un 83%, mientras que ahora, sin haber disminuido el volumen de esa procedencia, ha pasado a representar un 17% porque han entrado en la red otros aportes. Este concepto de red y de aportes diversificados por tecnología y origen geográfico es también clave en el ámbito de la electricidad. Volveremos.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista.

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Estado, territorio y energía, de Francisco Sosa Wagner en El Mundo

Posted in Asturias, Derechos, Ecología, Economía, Energia, Medio ambiente, Política by reggio on 3 julio, 2008

TRIBUNA LIBRE

En el mundo de las construcciones políticas sobre las que nuestra existencia descansa, fruto de un patrimonio hereditario amasado a lo largo de varios siglos, son muchos los elementos que se tambalean, sometidos como están a la acometida de circunstancias nuevas y agresivas. Una delicada teoría del Estado, pensada por mentes poderosas del pasado, es la que nos sirve aún como rosa de los vientos en nuestras cogitaciones, pero bien sabemos que muchos de sus capítulos se hallan sometidos a una intensa revisión. En un país como Alemania, de donde proceden las formulaciones más brillantes acerca del Estado -¿cómo no pensar en Jellinek, Carl Schmitt, Kelsen o Forsthoff?-, se suceden en estos últimos años los títulos de trabajos, que suelen ser de habilitación para cátedras universitarias, en los que se abordan de forma crítica los ingredientes tradicionales explicados por los oráculos del pasado (autores como Utz Schliesky o Stefan Haack, entre otros, se inscriben en esta línea de pensamiento revisionista).

Pues bien, uno de esos elementos pasados por el cedazo de las nuevas plumas es el del territorio sobre el cual el Estado se asienta o, si queremos emplear las palabras de Kelsen, «el ámbito espacial de la validez de un orden jurídico». Y es que, a poco que se observe, advertimos que las aristas del territorio así como las fronteras, con sus guardias y sus alambradas, tan propias de contrabandistas románticos y de espías, están siendo desmanteladas y donde antes hubo seguridad hoy se ha formado un espacio que desbarata el contorno de influencia de las administraciones, habilitadas como están para desplegar su eficacia en problemas de la convivencia abiertos ya a un orden continental o a las veces planetario. Tal ocurre con la protección del ambiente o la prevención del cambio climático, objeto de pleitos de alcance mundial. Lo mismo acontece respecto a la lucha contra la evasión fiscal y la protección de la salud o la expansión de epidemias o epizootias.

Todo ello no quiere decir que el territorio haya perdido su naturaleza básica a la hora de determinar las hechuras del Estado. Significa sencillamente que ha perdido su vestimenta absoluta, arrolladora, o sin más la exclusividad que le acompañó durante mucho tiempo. Pero en los estados descentralizados como el nuestro se añade además una circunstancia que, afectante asimismo al territorio y a su uso, resulta cada día más clamorosa. Y que, como concierne al ejercicio mismo de las atribuciones estatales, conviene detenerse en ella.

Me refiero a las grandes decisiones públicas que al Estado competen y que, lógicamente, han de proyectarse sobre un determinado espacio físico: la línea ferroviaria, la autopista, el tendido eléctrico de largo alcance (de alta tensión o de muy alta tensión), el gasoducto, etcétera, son todas cuestiones que trascienden el interés de un espacio regional determinado para afectar al conjunto de los intereses nacionales que el Estado representa. En estos casos ocurre que, cuando la instalación proyectada es reputada beneficiosa por la ciudadanía para sus intereses inmediatos y tangibles, el Estado no suele encontrar dificultades sustanciales a la hora de llevar a cabo sus designios. El uso del territorio se hace en medio del aplauso generalizado. El ejemplo podría ser el AVE, si se excluye la actitud arriscada del terrorismo vasco empeñado en impedir su llegada a aquellas tierras, actitud que recuerda la de Gregorio XVI (Papa entre 1831 y 1846), quien se opuso a la construcción de líneas ferroviarias por los estados pontificios con el argumento de que por ellas circularían con más facilidad las ideas liberales. Y no le faltaba razón al Pontífice.

Ahora bien, fuera de este caso trágico pero estrambótico, estas complacencias no se producen cuando se trata de instalaciones respecto de las cuales el ciudadano medio ya no advierte su beneficio personal de manera directa. Pensemos en la energía eléctrica. Hay ejemplos en muchos lugares de España, como es el caso reciente de algún municipio de la costa gaditana que pretende prohibir por referéndum la energía eólica. Pero fijémonos en la salida de la energía del norte, en Asturias, para llegar a los mercados del resto del país, en dirección a Galicia, Cantabria o Castilla.

No entro en el debate de fondo, es decir, si esa energía es necesaria; en todo caso, mi opinión en este punto carece de valor. Con todo, a la vista de algunos datos oficiales, Asturias precisaría sacar de su territorio excesos de producción eléctrica y ello porque se están instalando plantas de generación de energía limpia (las de ciclo combinado que pretenden sustituir a las contaminantes térmicas) en un programa que se inicia en los tiempos de Felipe González, bajo cuya autoridad se declaró (marzo de 1986) la utilidad pública de la línea. Pues bien, desde entonces, el problema ha sido el trazado, el concreto territorio -justo de lo que este artículo trata- por el que ha de discurrir la línea de alta tensión. La compañía Red Eléctrica Española ha ofertado distintos recorridos, y los propios presidentes autonómicos afectados han sellado, con un apretón de manos, compromisos específicos al respecto. Todo en vano, pues cualquier movimiento es respondido por asociaciones de vecinos, ecologistas y ayuntamientos, incluso el padre de Rodríguez Zapatero firmó -sin duda con buena intención- un escrito de protesta. Hasta ahora han tenido éxito, pues el problema sigue en el aire aunque el Gobierno, en su plan energético para el período 2008-2016, ha incluido como actuación prioritaria «la línea de alta tensión entre Sama y Velilla del río Carrión». Pero, conocedor del avispero, ha vuelto a pedir que se modifique el trazado.

Todo ello está justificado: vecinos, alcaldes y ecologistas tienen sus razones; de otro lado, Red Eléctrica Española no es maestra en desplegar habilidades diplomáticas. Pero no es menos cierto que para el Estado, representante de los intereses de España entera, la línea es imprescindible y lo es así desde hace más de 20 años. Pero no se hace. Adviértase que las obras del AVE están causando, por parajes muy similares, destrozos ecológicos manifiestos, ante los que nadie protesta.

Naturalmente que el territorio «no es del Estado», que éste ha de acomodarse a las competencias repartidas entre los municipios y las comunidades autónomas y a los procedimientos previstos en las leyes, que ha de garantizar la audiencia de las poblaciones y sus legítimas reivindicaciones… Todo esto nadie puede discutirlo, pero al final es el Estado el llamado a decidir sus concretos usos cuando se hallan afectados intereses que comprometen al conjunto de los españoles. Los ordenamientos federales cuentan, entre el arsenal de sus técnicas, con la cláusula de prevalencia, contenida en el artículo 149.3 de la Constitución, para obligar a que sus determinaciones sean acatadas y sus opciones políticas cumplidas.

Ahora, medite el lector lo que ocurriría si al Gobierno se le ocurriera aprobar un plan de construcción de centrales nucleares. ¿Dónde podría emplazarlas? ¿Se imagina alguien la que se armaría en cualquier Comunidad Autónoma ante el anuncio de una vecindad tan conflictiva? Decenas de años pasarían antes de que una sola máquina estuviera en condiciones de mover tierras.

La falta de control sobre el territorio, atrapado en una red inextricable de competencias y tramitaciones superpuestas unas sobre otras, la falacia en la que se ha transmutado la «ejecutividad» de las decisiones administrativas -que sólo se aplican a quienes carecen de capacidad de reacción-, debilitan al Estado y lo pueden convertir -así ocurre ya en muchos asuntos- en mero jefe de una estación de maniobras de intereses sectoriales y locales. Provisto de un silbato que nadie atiende.

Francisco Sosa Wagner es catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de León. Su último libro es ‘Carl Schmitt-Ernst Forsthoff: coincidencias y confidencias‘ (Editorial Marcial Pons).

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