Reggio’s Weblog

Solidaridad capitalista, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Economía, Política by reggio on 25 febrero, 2009

El ojo del tigre

El gobierno del Principado de Asturias está decidido a rescatar de entre los escombros de la derruida ideología capitalista el proyecto que tenía una empresa privada para construir, en un principio, tres artísticos rascacielos sobre la famosa parcela de la antigua estación del ferrocarril del Vasco, en Oviedo. Fracasado aquel primer proyecto -no se sabe si por ser excesivamente ambicioso o por haber perdido la confianza en el autor del mismo- ese espacio vacío en la ciudad constituye una mácula urbanística que desluce el conjunto artístico-residencial de la antigua urbe romano-carolingia .

En un principio, la empresa privada le había encargado a un famoso arquitecto el proyecto para construir las torres. Pero aquel plan no llegó a cristalizar. Algunos opinan que por culpa de la agobiante crisis económica mundial, que acojona al capital; otros, sospechan que se debió a la falta de confianza en el arquitecto-estrella. Sobre todo, después de la onerosa experiencia con el singular artilugio construido sobre el desaparecido campo de fútbol Carlos Tartiere, en pleno bosque urbano en el barrio de Buenavista.

Actualmente, a los arquitectos que adquieren fama mediática les sucede lo mismo que les ocurre a los autores de la cocina vanguardista: en el caso de los primeros, no siempre está muy claro que sean realmente técnicos especializados en la construcción de edificios habitables o, quizás, ingeniosos escultores de hormigón. En cuanto a los especialistas de la llamada nueva cocina , tampoco está lo suficientemente claro que sean cocineros o artistas plásticos.

Estas dudas -propias de un tiempo tan dudoso como lo es el actual- se pueden trasladar al etéreo espacio reservado para el protagonismo social de las ideologías; con lo cual -después de comprobar cómo el Gobierno (socialista) asturiano saca pecho y se lanza decidido a rescatar el proyecto fallido de una empresa privada-, no está nada claro que lo que se intenta salvar sea un proyecto de interés social o un negocio (legítimo, claro) estrictamente particular.

Tan singular plan político de salvación -ideado por el Gobierno autonómico- requiere, al parecer, que se le facilite la posibilidad de anudar todos los cabos sueltos que hay a su alrededor: Siglo XXI, Ayuntamiento de Oviedo, la Judicatura, la Banca -o sea, ¿Cajastur?- etcétera, etcétera… Creo que el objetivo principal de ese rescate también se merece la unificación de todos los hilos que ahora están cada uno por su lado. Sobre todo, para lograr que desaparezca esa molesta mácula, que desequilibra la armonía del mapa urbanístico de la histórica y heroica ciudad.

Lo más probable es que suceda tal cual está planeado. La empresa propietaria de ese activo urbano ocioso ha dado muestras de su gozosa aceptación del plan gubernamental; la Banca es probable que también participe; la Judicatura parece ser que está de acuerdo igualmente (por lo menos, el futuro palacio la redimirá de tener que recurrir a la huelga de togas caídas, como si los jueces fueran vulgares proletarios exigiendo mejores condiciones laborales…); solo hace falta que se pronuncie favorablemente, y sin solapamientos, el jefe del Estado de la ciudad de Oviedo. Este es el único cabo suelto con vocación para la independencia de sus intereses sociopolíticos; aunque es posible que acabe entrando en el nudo de la cuestión: salvar los intereses empresariales.

La sublime decisión del Ejecutivo, que preside el señor Alvarez Areces, es absolutamente lógica. Por un lado, responde a una solemne coherencia personal -la del señor presidente del Gobierno asturiano-, ampliamente demostrada a lo largo de su pública trayectoria política. Por el otro lado, coincide con las tesis que defiende el secretario general de la FSA-PSOE con respecto a las responsabilidades que tiene el Estado en asuntos económicos. Unas tesis que acaba de dejar bastante claras el secretario general de los socialistas asturianos en un extenso artículo publicado en el periódico de cabecera de la clase política autóctona; precisamente, el mismo día que en sus páginas dicho periódico daba la noticia de la audaz operación rescate.

La síntesis del pensamiento político de este destacado dirigente regional es la siguiente: Lo que esta crisis ha venido a poner de manifiesto con total crudeza es que la única garantía verdadera es la que proporciona el Estado con todo su arsenal de instrumentos. (Baile de máscaras, Javier Fernández Fernández, LNE. 22 de febrero 2009. Pag. 33).

Henos aquí, pues, ante la teoría y la praxis de un Gobierno (socialista) que se enfrenta a la temible -y terrible- depresión económica global armado con una simple honda. El Gobierno de Areces lanza su piedra (filosofal) contra la cresta de la crisis que amenaza con tragarse el bienestar del capital financiero. Sobre todo, henos ante una gratificante coincidencia política, protagonizada formidablemente por un presidente autonómico y su hipotético sucesor. Es decir: el señor Fernández y Fernández representa, en estos momentos, la continuidad de una coherencia política (probablemente, también ideológica) que es la que le garantiza siempre al capital privado la solidaridad incondicional del capital público.

A ver: ¿quién dijo que Asturias es un reducto de la izquierda marxista…?

Lorenzo Cordero. Periodista.

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Culto a Franco en Oviedo, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Política by reggio on 18 febrero, 2009

El ojo del tigre

Las reivindicaciones de quienes rechazan, desde la oposición en la Consistorial, el histórico protagonismo cesarista del general(ísimo) Francisco Franco, se estrellan siempre contra las tesis jacobinas de los que idealizan su memoria. Esta polémica se ha convertido en una rutina institucionalizada en el Ayuntamiento de Oviedo. Es un debate inútil, como se puede comprobar atendiendo a los resultados obtenidos hasta ahora: todo sigue igual que estaba hace setenta y dos años. Son dos las razones principales para entender el porqué de esta larga historia: una, sentimental; otra, semántica.

La primera, comenzó en Oviedo hace un poco más de noventa años. En agosto de 1917, un lujoso automóvil (Schneider de 18 hp.; matrícula 409) salía de Oviedo en dirección a Laviana conducido por un chófer a quien su señor le había encargado la misión de recoger en aquella localidad minera a un comandante que, por orden del Gobierno, se había encargado de restablecer el orden y la disciplina social en Asturias, rotos como consecuencia de una dura huelga planteada por los ferroviarios de la época. Aquel fue el inicio de la fama de duro pacificador alcanzada por el general superlativo; una fama que revalidaría durante la represión cruenta contra la clase obrera en 1934. Una clase social que no tiene, en este momento, herederos…

Franco fue recibido en Oviedo por la flor y la nata de la aristocracia y la burguesía asturianas, con grandes muestras de admiración y afecto. Contaba el dueño del Schneider, que lo trajo a la capital, que era un comandante tan joven, que más parecía un oficial recién salido de la Academia. Aquel fue el instante en el que se inició un exagerado culto -muy propio de la época- a un militar que acabaría protagonizando un insólito argumento mitológico de tal envergadura, que aún persisten sus ecos en la memoria de esta (culta) ciudad. La clase social dominante se apresuró a capitanear -nunca mejor dicho- aquella admiración por el joven soldado al que, por su audacia, le miman Reyes, le halagan políticos y le elogian prelados y le festejan grandes y le quiere el pueblo y liba a raudales el néctar de la popularidad. Dichosa época.

Seis años después de aquel primer encuentro -el 20 de mayo de 1923- el todo Oviedo le organizó un homenaje, que se celebró en la Diputación Provincial, con motivo de haberle concedido Alfonso XIII la llave de gentilhombre de cámara por sus grandes méritos, conseguidos en la guerra de Marruecos. Días después, en junio de aquel mismo año, fue ascendido a teniente coronel.

Un anónimo redactor de este periódico le dedicó un extenso reportaje hagiográfico en el que, por primera vez, se le adjudicaba el épico título de Caudillo. Por aquellos días de tan eufórico culto, prácticamente latréutico, un cura párroco de San Cucao de Llanera, que se consideraba capellán oficioso de la casa de los Polo Martínez Valdés (La Piniella), se dedicaba a predicar los méritos de aquel héroe castrense, a quien consideraba como el continuador de las hazañas de los Reyes Caudillos de la Monarquía asturiana, al tiempo que aseguraba que en su persona confluían las virtudes cristianas y guerreras de don Pelayo y del Cid.

No sería una barbaridad asegurar que, con tales antecedentes, el franquismo fue creado en Oviedo por una burguesía seducida por la liturgia militar, cuyo único problema consistía en que sus hijos -soldados de cuota- fueron movilizados para ir a la guerra contra los moros… El franquismo nunca fue una ideología propiamente dicha, sino un exagerado culto a una persona cuyo mérito no era su inteligencia sino su autoridad cuartelera.

La segunda de las razones es la semántica. Conviene darse cuenta de que, al cabo de treinta años de democracia -sin adjetivos determinantes-, aquí no hemos conseguido plantear los debates ideológicos y políticos utilizando otro lenguaje que no sea el creado por la dictadura que representó ese simbólico déspota español del siglo XX. La actual oposición a los jacobinos del PP, en el Ayuntamiento de Oviedo, necesita convencerse de que sus adversarios solo son capaces de entender las antiguas palabras con las que los juglares de la dictadura alababan las excelencias de aquel régimen que, además, era de origen divino. La derecha (ultraconservadora) ovetense no entiende el idioma de la democracia. Ni pone interés en aprenderlo. Por eso, los debates que tienen como eje principal el recuerdo de aquel mitológico personaje que encarnó el espíritu españolista, consagrado al servicio de Dios y de la Patria, son batallas perdidas, en el salón de plenos, por los partidarios del diálogo democrático frente a la tenaz oposición de los defensores del arcaico monólogo imperial.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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La utopia como necesidad, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Política by reggio on 11 febrero, 2009

El ojo del tigre

Por segunda vez, a lo largo de su dilatada militancia partidista, José Ramón Herrero Merediz vuelve a la carga -esta vez en solitario- contra el burocratismo del aparato orgánico del partido que, hasta hace tan solo unos días, era su refugio ideológico: el PS(O)E, en Gijón. La primera, y la más sonada, tuvo lugar en Perlora a finales del mes de marzo del año 1978, con ocasión de celebrarse la III Conferencia Regional del PCE -en el que militaba desde 1958-, en donde se planteó un duro debate a propósito del programa Proyectos de propuestas políticas y de estatutos al IX Congreso del Partido Comunista de España, el primero que se celebraba desde 1932 en la legalidad española; año en el que tuvo lugar en este país el IV Congreso de los comunistas españoles.

Si en 1978, Merediz cargó contra los métodos orgánicos que utilizaban los dirigentes de su partido de entonces, originando el principio de lo que acabaría siendo el más grave descalabro político sufrido por el PCE en Asturias, que determinó su actual situación, ahora Herrero Merediz plantea de nuevo sus discrepancias por el recorte de las libertades democráticas que, según él, se produce en el seno de la agrupación socialdemócrata gijonesa. Hace treinta años, con sus discrepancias provocó la explosión de aquella histórica tercera conferencia de los comunistas, porque -como diría en aquellos momentos- «la línea del Partido (con mayúsculas) es democrática; no lo es, en cambio, ni su aparato político ni sus métodos…»

Le reprochaba al aparato del PCE el hecho de haberse enterado, leyendo los periódicos, de que se había decidido abandonar el marxismo-leninismo sin contar con la opinión de las bases. Este sonado suceso, ocurrido en Perlora, aún no ha sido analizado con la serenidad y el rigor políticos que el asunto merece; sobre todo, por las consecuencias tan negativas que tuvo para el PCE. Un partido imprescindible para la lucha antifranquista, pero molesto y no deseado después de coronar -y nunca mejor dicho- la Transición…

Herrero Merediz insiste de nuevo en la necesidad de democratizar la vida interna en los partidos -esta vez, en el PS(O)E- y carga, otra vez, contra el burocratismo que, por lo visto, se ha adueñado del citado partido. Si, cuando ocurrió lo de Perlora, Merediz era un joven y apasionado comunista, ahora, cuando está a punto de finalizar la séptima década de su edad, lo que sus dirigentes esperaban de él era que su histórica rebeldía hubiera varado apaciblemente en los bajíos de la tercera edad -qué eufemismo tan cínico…!-; con lo cual, este singular personaje de la izquierda asturiana habría entrado en la fase de un conformismo acomodaticio, alejado de cualquier tentación de rebeldía crítica y, sobre todo, de la contestación orgánica. Dicho de otra manera: Herrero Merediz se habría instalado cómodamente en el limbo ideológico.

Afortunadamente para él, y para la democracia, no ocurre así. Este veterano y curtido político, que se inició durante la lucha antifranquista en los largos y plomizos años de la dictadura, demuestra -al menos, lo intenta- que aún conserva intacta su lealtad a la utopía.

Desde que este país asumió -inducido por los grupos de oposición al franquismo nacionales y por los lobbies del capitalismo internacionales…- los principios de la democracia que le garantizan al ciudadano sus derechos a usufructar las libertades universales, se ha producido un curioso fenómeno de involución social y política: los intereses partidistas han devorado tales derechos para, seguidamente, sustituirlos por los intereses de las oligarquías que controlan orgánicamente a los partidos y, a través de estos, monopolizar el gobierno del sistema. La prometida democracia de las libertades ha desembocado en la inflexible partitocracia que domina a la actual sociedad española.

Cuando Herrero Merediz exige la democratización interna en su partido, está planteando una hermosa utopía política -e ideológica-; es decir, pide respeto para la democracia de las mayorías mientras rechaza el poder de las minorías caciquiles. A las cuales, solo les importa una democracia basada en el mandato imperativo y en la disciplina de voto. En resumen: imponen el modelo político de la dictadura de las oligarquías de los partidos. Pero no solo a quienes son sus militantes, sino que pretenden imponérsela al resto de la sociedad civil.

Este veterano político, comprometido desde hace más de medio siglo con los derechos democráticos, y con las luchas para conservarlos, tiene el valor de demostrar que, a pesar de los años, de los desengaños y de estar de vuelta de (casi) todo, merece la pena seguir combatiendo para que ese idealismo utópico sea una realidad, no solo rotunda y habitual, sino también absolutamente necesaria para seguir confiando en que la democracia pluralista es el quid de la civilización social y política.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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Arqueologia ideologica, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Política by reggio on 4 febrero, 2009

El ojo del tigre

Hay una pregunta que casi nadie se atreve a hacer: ¿Qué hicieron con la histórica izquierda durante el proceso de la Transición?. Y la respuesta, que tampoco nadie se compromete a buscar -aunque solo sirviera para evitar extraviarse en este intrincado bosque político, que es la moderna democracia española-, resulta dificilísima de encontrar. Entre otras causas, porque se trata de una indagación que les molesta mucho a quienes colaboraron eficazmente para conseguir desamortizarla antes de penetrar en el bosque encantado de la democracia parlamentaria.

No es rentable, ni social ni políticamente, intentar averiguar hoy lo que le ocurrió a la izquierda durante ese paréntesis cronológico que se abrió, aproximadamente, a mediados de los años 50 y se cerró en la década de los 80 del siglo pasado -es decir, ayer por la tarde-; probablemente, poco después de 1982.

Para intentar averiguarlo, no solo sería necesario hacer excavaciones arqueo-ideológicas únicamente en el profundo y compacto estrato granítico de la derecha ultraconservadora, con el fin de obtener restos del mobiliario prehistórico del antiguo movimiento obrero, sino que sería necesario complementarlas profundizando en las capas geopolíticas de los dos partidos que, por lo menos, hasta después de 1977 representaban gran parte de los restos ideológicos de aquella izquierda que luego se sumió en el agujero negro que se abrió debajo de sus pies el 18 de julio de 1936. Me estoy refiriendo al PSOE y al PCE. Concretamente: al PS(O)E y a IU.

Hablo de la izquierda obrera por una razón histórica fundamental: porque ella fue, en los años de la calamitosa climatología fascista que alteraba la convivencia en la sociedad europea occidental, la que -con su movimiento de clase obrera- constituyó el perfil sociológico más acentuado, y característico, de aquella lejana izquierda española. Hay indicios suficientes para sospechar que los partidos que, durante la Transición, se autoproclamaban sus representantes, fueron quienes en las vísperas del camaleónico cambio colaboraron activamente para desamortizar aquella izquierda del movimiento obrero porque no tenía sitio en el prometido pluralismo democrático. Un pluralismo que no solo fue un señuelo electoralista, sino que era -y lo sigue siendo- el mejor soporte social para una resucitada monarquía hereditaria, que necesitaba urgentemente un pedestal político para asentarse sólidamente.

Al mismo tiempo que le echaban los cimientos al neorrégimen dinástico, a la ciudadanía se la sometía a un nuevo sistema caciquil: el de las oligarquías de los partidos mayoritarios, que son los actuales protagonistas de la trama neorrestauracionista: el bipartidismo. Que, en su esencia pura, es un simple dualismo político (partidista), pero de ninguna manera ideológico.

Hablar actualmente de la izquierda en España es un vano esfuerzo semántico. Al nuevo Estado -sustituto del Estado franquista-, también se le mantiene en pie con una estructura política -incluso, ideológica- que se inicia arriba y desciende orgánicamente hacia abajo. En eso consiste la democracia vertical que oxigena el sistema postransitivo.

Ahora mismo, no solo es inútil invocar a la izquierda; es que además es una invocación enojosa. Sobre todo, para los protagonistas relevantes del episodio democrático tan superferolítico. Preguntar qué pasó con el clásico movimiento obrero es una moda camp; un molesto entretenimiento arqueológico que solo les interesa a los desocupados y a los resentidos.

Molesta muchísimo también que alguien intente indagar a dónde fue a parar el espíritu de aquella izquierda ilustrada, que pretendió democratizar el país con una República liderada por intelectuales ateneistas, apoyados por los maestros de escuela que habían hecho suyas las ideas pedagógicas de la Institución de Libre Enseñanza. Cómo será el malestar que les provoca a los mandarines de la moderna democracia, que hasta son capaces de hacer lo imposible para impedir que se creen asociaciones republicanistas. Un ejemplo: el proyecto de fundar una asociación con el nombre de José Maldonado -el último presidente de la República española en el exilio- permanece encallado en los arrecifes de un absurdo burocratismo político…

Esto sólo ocurre en un país en donde los políticos no son monárquicos, sino juancarlistas enragés… Así son los nuevos centauros de la democracia de las libertades. He aquí otro (moderno) rasgo sociológico para completar definitivamente el perfil político de los españoles que ya caminan por el siglo XXI, aunque portando en su mochila los vicios sociales y políticos de los siglos XIX y XX.

Por lo visto hasta ahora, ser de izquierda -sobre todo, de izquierda obrera- en este novísimo país capitalista (y de las JONS) es ser, de hecho, un fósil que no sirve ni tan siquiera para exponerlo en una vitrina del pedagógico -y turístico- Parque de la Prehistoria de Teverga.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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El teorema de Areces, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Política by reggio on 28 enero, 2009

El ojo del tigre

Es probable que don Vicente Alvarez Areces, como presidente del Gobierno del Principado de Asturias, haya enfilado la recta final de su alto cargo jerárquico en esta comunidad autonómica. Lo que empezó siendo una mera intuición especulativa, al iniciarse su tercera legislatura -después de conocerse ciertos aspectos de la dificultosa elaboración de la candidatura de la FSA-PS(O)E para las elecciones autonómicas del 2007- empieza a ser ya una evidencia avalada, al parecer, por la estrategia electoralista que diseña, para las próximas elecciones del 2011, el presidente del Gobierno, J.L. Rodríguez Zapatero. El cual, como siempre, está muy atento no sólo a su propia seguridad personal en el cargo, que le eleve sobre sus propios correligionarios, también muy por encima de los (supuestos) ciudadanos de a pie, sino para conservar la estabilidad institucional del partido dotándolo de las máximas garantías de funcionalidad para mantenerse en el poder durante mucho tiempo y sin demasiados sobresaltos.

Afortunadamente para el PS(O)E, su antagonista -el PP- se ha liado ahora con un conflicto interno que parece haberse inspirado en una enrevesada trama novelesca de espías, escrita por John Le Carré.

En política hay un teorema que es, sin duda, para quien sepa resolverlo con decisión e intrepidez, el mejor método para disfrutar largamente del éxito personal. Es el siguiente: pI+Ap=2P. Es decir: pragmatismo ideológico más ambición personal, es igual a poder político. Quizás este haya sido el teorema que, hace bastantes años (¿desde aquel agitado, y mítico, conflicto ideológico en la tercera conferencia regional del PCE, celebrado en marzo de 1978 en Perlora…?) resolvió acertadamente el señor Alvarez Areces, cuya solución siguen teniendo para él un especial interés personal.

Areces es, en términos políticos, un pragmático no sé si ejemplar notabilísimo de esa especie clásica. Desde sus orígenes, primero como activista antifranquista; después, como servidor de la democracia, por donde pasó siempre dejó la huella de su rotundo pragmatismo ideológico y la marca de su personal ambición política. (Un político sin ambición acaba siendo un vulgar funcionario. Lo digo con sumo respeto para los funcionarios).

Cando el señor Areces cese como presidente del Principado, no sólo dejará un montón de huellas de su paso como político, sino que también quedará Asturias marcada por la ambiciosa tarea de gobierno que llevó a cabo, con mejor o peor resultado. El presidente del Principado deja para quien vaya a ser sucesor -el cual se supone que será el actual secretario general de la FSA-, un escenario prácticamente repleto de obras. Don Vicente -quizás ahíto de ideas desde su activísima juventud- se preocupó por ponerles muchas cosas a los asturianos; probablemente, de acuerdo con sus tesis gubernamentales: porque las cosas hacen felices a los hombres y, sobre todo, para que no pierdan el tiempo pensando, sino que lo disfruten ociando….

¿Quién se atrevería a decirle que es más importante para esta región pensar en cómo recuperar su antiguo poder industrial que dedicarse a montar artilugios para el ocio, interpretado como fuente de riqueza común…? En su entorno político, nadie. Desde la calle, tampoco. Los unos, porque en política el jefe siempre tiene la razón; los otros, porque no tienen voz; sólo tienen voto.

De don Vicente decían sus adversarios, cuando fue alcalde de Gijón, que era un encantador de serpientes. Es posible que tuvieran razón, porque -desde que ocupó el despacho rectangular en Suárez de la Riva 11, Oviedo-, sus discursos son una constante invitación al optimismo integral. En una época como la actual -y no me refiero a este preciso momento en el que la depresión económica mundial consume nuestra voluntad optimista, sino al tiempo que llevamos viviendo como demócratas por decreto-, predicar el optimismo es una tarea fascinante.

Sus recientes conversaciones tú a tú, en La Moncloa, con Zapatero, para hablar de dinero para los ancianos asturianos, posiblemente acabaran fascinando al presidente del gobierno de este país.

¿No sería ese el momento en el que se inició una hipótesis política, que podría acabar convirtiendo al señor Areces -en un futuro más bien próximo que lejano- en uno de sus más activos ministros del Gobierno de España?

Conviene no olvidarse de que para el teorema de Areces no hay nada imposible.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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Perplejidad civil, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Libertades, Medios, Política by reggio on 21 enero, 2009

El ojo del Tigre

La partitocracia ha reenplazado a la democracia con la misma sutileza con que la sociedad civil fue anulada por la militancia partidista. Esta inexplicable simplificación de la pluralidad ideológica –y política- representada, al menos, por la teoría de la democracia de las libertades sociales, es sustituida inmediatamente por el imperio de los intereses partidistas que emanan, es estos momentos, de las dos únicas organizaciones políticas mayoritarias que acaparan el protagonismo de la compleja vida nacional: el PS(O)E y el PP.

Así nace el bipartidismo. Un dualismo excluyente, que es más político que ideológico, cuyos protagonistas se identifican entre sí por su afán de acaparar el control del poder, aunque desde perspectivas doctrinales supuestamente diferentes. El bipartidismo es, en realidad, una nueva versión de aquel monolitismo ideológico que, hasta hace apenas treinta años, se conoció como Movimiento Nacional…

Esos dos gremios de poder han absorbido la funcionalidad del Estado. Ambos partidos se han incrustado, como lapas, en la vida institucional del país. Lo han engullido sin contemplaciones; con lo cual, han conseguido debilitar el poder tradicional que representa el Estado. En estos momentos, todo lo que se mueve lo hace con permiso de los dos únicos grupos políticos que representan los intereses partidistas, que trepan como la hiedra por las paredes. Los dos lo hacen espoleados por la misma vocación monopolista, que no les deja ni dormir tranquilos…

Han vaciado al Estado de sus poderes tradicionales. Cada vez que alguien propone que esos dos partidos dominantes deben actuar unidos –dicen que para defender la democracia-, medio país se pone a tiritar de miedo ante la posibilidad de que resucite aquel fantasmal partido único, que durante casi medio siglo nos uniformó –ideológica y políticamente- a los españoles.

A los ciudadanos de esta supuesta democracia los han desvalijado de sus derechos civiles, que eran los que fundamentaban su condición de tales, para asumirlos gratuitamente los partidos y ejercerlos en su nombre, A partir de ahí, el ciudadano sólo disfruta de una única ventaja: puede elegir libremente el partido en el que quiera militar o al que desee donarle su voto. Este es el primer síntoma de poder partitocrático, que sistematiza sus funciones públicas, y que les restringe a los ciudadanos sus derechos cívico-democráticos. Con lo cual dejan de serlo (ciudadanos) para convertirse en súbditos.

La sociedad asturiana es una de las víctimas de esa defenestración de la democracia pluralista. En esta antigua provincia no sólo se ha perdido poder económico, sino también la posibilidad de que los asturianos puedan hacer valer sus derechos civiles y las razones de su preocupación por la carencia de fuerzas para hacer valer sus derechos en defensa de sus libertades.

Los partidos políticos no representan la voluntad popular, sino exclusivamente a sus propios intereses gremiales. La Junta General del Principado no representa a los asturianos, sino a los partidos que la componen. Lo mismo sucede con el Parlamento español. Aquí ya no hay ciudadanos, sino afiliados y electores.

Pero conviene distinguir también entre la militancia de base –la tropa- y el liderazgo en las alturas –la élite- …No es lo mismo ser dirigente del partido que simple parlamentario. Con lo cual, uno se da cuenta de que es más correcto hablar de grupocracia que de partitocracia. Aquí alguien maneja este divertido guiñol político moviendo los hilos con exquisita habilidad orgánica.

Para intentar entender lo que ocurre en esta diminuta autonomía, hay que empezar por desentrañar el mecanismo político que hace que funcione tal como está funcionando ahora: incomprensiblemente. En donde el sujeto privado, que es el que ni milita en un partido ni, seguramente, vota porque ha caído en el foso del desencanto político, no tiene un papel asignado en el guiñol. O sea, no es protagonista, ni extra; es, simplemente, un espectador a la fuerza. Para el poder instituido, esa clase de individuos no existe, sólo estorba.

En esta vieja región, el déficit de opinión pública –precisamente, la que alimentan y espolean los medios de comunicación- es tremendo. Lleva el camino de quedar reducida a la voz uniforme –y que uniforma- de un solo periódico, de una sola radio y de una simple televisión. Los asturianos están retrocediendo a los tiempos de la Prensa del Movimiento y al NO-DO.

¿De que pluralismo democrático nos hablan quienes –por motivos clarísimos- se empeñan en contribuir a simplificar radicalmente las fuentes mediáticas de opinión e información, hasta dejarlas reducidas a un simple chorrito, que adorna pero no sirve…?

La perplejidad civil que provocan estos excesos de poder –político y económico- es tremenda. No sólo por lo que significa como merma de la libertad de prensa, sino también –y sobre todo- porque coarta, impide e, incluso suprime la libertad de los lectores para elegir el medio que más les convenza. Esta libertad –la del lector- es una de las principales libertades civiles que incluyen las democracias éticas en sus programas.

Ante la situación que se vive, se podría decir que, en Asturias, el franquismo sociológico goza de muy buena salud.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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Ora pro nobis…, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Política by reggio on 14 enero, 2009

El ojo del Tigre

Aquellos que, por las razones que sean, asumen la responsabilidad de dirigir la coreografía política en esta antigua provincia, cuando observan que el conjunto que dirigen está al borde del desbarajuste y pone en peligro todo el espectáculo, recurren sucesivamente a dos soluciones: a) ponerle una vela a la Santina de Covadonga, y b) invocar la divina sabiduría del gijonés Jovellanos. Desconozco si la Santina tiene respuestas rápidas y eficaces, pero sospecho que si el ilustrado polígrafo escucha las voces que le piden auxilio, su respuesta será una pregunta: ¿Qué hicisteis con la Asturias que yo os descubrí…?

Las letanias en Covadonga sirven para autocompadecerse; mientras que la apelación al talento de Jovellanos es, casi siempre, un simple recurso para autocomplacerse.

En este rincón de la periferia septentrional española, nos hemos quedado siempre en el principio de las cosas; pero jamás nos atrevimos a cruzar el umbral de la vertebración política de Asturias, concibiéndola como región. La oposición más rotunda para evitar traspasar ese umbral se resume así: Antes que asturianos somos españoles. No es una razón ideológica, es una explosión emocional. Plantear ese dogma esencial al revés, siempre les pareció a los coreógrafos del ballet sociopolítico una intolerable heterodoxia antiespañolista. Antes de plantearse la necesidad de convertirse en una comunidad autonómica, aquí nadie se preocupó de consolidarse como una comunidad regional.

En ese aspecto, que nadie se desgarre ahora sus vestiduras porque a Asturias no se la tenga en cuenta ni social, ni económica ni políticamente. Aquí nadie se preocupó de reafirmarse como una sociedad regionalista, como paso previo para intentar construir una Asturias realmente jovellanista -es decir, autosuficiente en lo principal-, lo que nos hubiera eximido de la humillante tarea de dedicarnos a mendigar de puerta en puerta en torno al poder estatal. Otra cosa habría ocurrido si Asturias hubiera tenido una sociedad metida hasta el cuello en la masa de los intereses regionales. Desde el más profundo de los pozos mineros, hasta la más alta de las chimeneas de la siderurgia.

Sin embargo, los coreógrafos que marcan los compases del espectáculo social, económico y político, en este leve esbozo de comunidad autonómica, han preferido vivir de espaldas a la realidad de unas exigencias sociales y políticas y económicas, porque de eso se encargaban la Santina y Jovellanos

Si se hubiera conseguido una regionalidad concreta y sensatamente musicada, habría sido una gran ayuda, ahora, para evitar que los demás nos ignoren o nos borren del mapa político del país. Nunca supimos -o no quisimos, o no nos dejaron- ser regionalistas con fundamento. Entre el tópico histórico y la inconsciencia ideológica, los asturianos salimos al escenario político actual muy desafinados. Hace ochenta y pico años, había más oportunidades para pensar por nuestra propia cuenta; con lo cual, había un atisbo de autonomía regional. Personal y colectivamente. A pesar de que en la segunda mitad del siglo XIX ya se aleccionaba a los obreros para que se olvidaran de pensar por ellos mismos. En 1869 se difundió un texto en el que se trataba de adoctrinar a los trabajadores de la metalurgia. En él se decían, entre otras cosas, algunas como estas: El obrero podrá asegurarse el bienestar más seguramente, más pronto y con menos disgustos, por otros medios que los de tomar una parte activa en la política. Nuestra misión y nuestro objetivo aquí son hacer hierro, guardando cada cual sus creencias y sus ideas. Debemos evitar cuanto conduzca a dar a este centro industrial la reputación de un centro político de uno u otro sentido.

Aquí sólo pudimos confiar en una mitología cívico-religiosa, hasta convertirnos en dóciles clientes -o subsidiados- de los estrategas del capitalismo. Era mucho más cómodo dejarse colonizar que asumir responsabilidades partiendo de una sólida conciencia política. No es verdad que nos hayan aislado. Nos hemos aislado nosotros mismos. Los únicos o, por lo menos, los principales responsables de cuánto nos ocurre en estos momentos somos los asturianos. Unos -los coreógrafos-, empeñados en que bailemos al son de sus tambores. Otros -los bailarines-, intentando impedir que el de al lado conserve el ritmo.

Asturias -o sea, los asturianos- sigue empecinada en que le resuelvan los problemas de la Santina de Covadonga y Jovellanos desde la penumbra que hay al otro lado de la inteligencia activa. En resumen: Ora pro nobis…

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Defensa del pesimismo, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Política by reggio on 7 enero, 2009

El ojo del tigre

El Gobierno del Principado de Asturias ha institucionalizado su histórico discurso optimista para que la opinión pública asturiana, inspirándose en él, le haga frente a la tremenda crisis económica que azota a los países que habían adoptado los principios generales del capitalismo basado en el imperio de la ley del libre mercado. Fuera de ese discurso del optimismo cualquier otro juicio crítico constituye una apostasía; la cual, como tal doctrina errónea, merece, por lo menos, un severo rapapolvos de quienes están autorizados para evitar cualquier invento de pensar por libre… Ser optimista es -en Asturias- una necesidad orgánica, cuyo ejemplo ideal mana del poder público reinante.

En cambio, el pesimista ante el incierto futuro, por el cual ya caminamos, es más propio -dicen- de quintacolumnistas, de vocacionales del negativismo social, así como de sembradores de discordias. Al menos, ésta es la conclusión que sacan los optimistas orgánicos. Sin embargo, el pesimismo que emana de una autocrítica racional, en un momento difícil para nuestra historia común, es tan necesario -o más- que el optimismo oficial, alegre y confiado. Hay momentos en los que lo que de verdad necesitan los ciudadanos para comprender los que ocurre son luces, no estéticos fuegos artificiales. De colores.

Los asturianos, después de una larga y agitada historia de medias verdades, de mentiras enteras, de ambigüedades premeditadas y de dogmatismos patrióticos, deberían tener sobrada experiencia acerca de lo que se les dice desde el poder y de lo que es la realidad que se pretende ocultar. Sin embargo, no ocurre así generalmente; escuchando a quienes gobiernan da la impresión de que simplemente les amenaza un vientecillo del nordeste, que despejará las nubes del cielo -es lo verdaderamente importante- y permitirá que el sol ilumine esplendorosamente la Tierra, que es lo meramente circunstancial…

No es imprescindible militar en la tercera edad -tan prodigiosamente abundante en Asturias- para recordar que en la década de los años 60, y al comienzo de la de los 70, la tesis fundamental -impartida por los políticos en las barricadas, los burócratas en la industria pública y los afines a ambos- era la de que en esta región la solidaridad obrera, su movimiento de clase y las protestas sociolaborales ahuyentaban a los inversionistas del capital, mientras se aceleraba la decadencia de la región. Después se comprobaría que aquella tesis era falsa puesto que, desaparecido el fantasma del movimiento obrero y la nefasta influencia de los sindicatos de clase, el capital continuaba -y continúa- pasando de largo.

Quienes ahora, ante el fracaso del modelo capitalista del libre mercado, vuelven a tenerles miedo a los obreros, no están en lo que celebran. No sólo ha cesado el movimiento obrero como una resistencia de clase, sino que también han sido borrados del mapa social los sindicatos obreros. Hoy, esos sindicatos funcionan como asociaciones paternalistas; su poder va desde arriba hacia abajo -es puro verticalismo- y, además, están perfectamente controlados por los nuevos partidos socialdemócratas.

El actual poder político democrático (por favor, no se ría…) no tiene reparos para impedir que la supuesta clase obrera contemporánea alborote el patio, mediante el uso legal de las llamadas fuerzas del orden público. Es decir, para impedirlo por pelotas… Pero, por si ésto fuera poco, los obreros ya sólo se movilizan para irse de vacaciones o de compras. Ya no se concentran en las fábricas, sino en las grandes superficies. Ya no con comunistas peligrosos, sino consumistas impulsivos…

Todo eso lo sabe muy bien el poder político democrático (contenga de nuevo la risa…) español. Especialmente, el asturiano.

Asturias es una comunidad pobre económicamente; por consiguiente, débil políticamente. No tiene influencia económica en el concierto nacional autonómico y carece de poder político en el mismo espacio. Si reconocer esto es ser pesimista, el pesimismo es lo único que nos permite entender la realidad socioeconómica en la que nos movemos. O, mejor dicho, en la que nos menean.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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¡Feliz año, reumáticos…!, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Derechos, Economía, Política, Sanidad by reggio on 31 diciembre, 2008

El ojo del tigre

Se cuenta que Jimmy Carter, cuando se sentó por primera vez en el sillón del Despacho Oval en la Casa Blanca, les dijo a los presentes: No soy más que un hombre como todo el mundo… Ser un hombre como los demás es lo más normal que le puede suceder a un ser humano en este mundo. Sin embargo, reconocerlo -si no con humildad, sí por lo menos con sinceridad- ya no lo es tanto. Desde hace muchos años, tantos como los que uno disfruta de la ventaja de ser autónomo como individuo pensante, no he conocido a nadie en este país que haya tenido la gallardía de reconocerlo, como hizo Jimmy Carter, en el momento de sentarse por encima de todos los demás. Que yo recuerde, antes de que la dictadura fuera reconvertida en una democracia inorgánica, todos aquellos que, por una u otra circunstancia -generalmente, digital- flotaban en las alturas orgánicas del sistema (desde el Municipio, el Sindicato. o el Gobierno Civil y la Jefatura Provincial del Movimiento), en esta antigua provincia tales personajes se consideraban a sí mismos políticos hiperrepresentativos: superaban al hombre común; eran la fuente clara de la que manaba la opinión pública fundamentada; representaban la autoritas como si se tratara de un oficio divino.

Transcurrido todo el tiempo que quisieron darse los superhombres de aquel régimen determinado por la Divina Providencia, para asumir la responsabilidad de transmudar la dictadura en una democracia, y cuando ésta fue impartida urbi et orbe desde el sillón más elevado de las antiguas Cortes, los nuevos políticos, que sucedieron a los anteriores, continuaron siendo hiperrepresentativos. Es decir, se olvidaron de que provenían  la base social sobre la que se supone que reposa la democracia popular (la del pueblo, no la del PP…), e ignoraron que su elevada posición jerárquica en la sociedad se la debían a quienes desde el subsuelo de la democracia -que es el estrato más viejo en donde se encuentran los electores -les habían votado para que los gobiernen y no para que los dominen. Es decir: simplemente para  gobernar; no para hiperrepresentar…

Lamentablemente, Asturias es uno de los más viejos ejemplos de esa hiperrepresentatividad. Ya lo fue cuando a quienes se les había requerido para prestar sus servicios a la sociedad, bajo la constante tutela del dictador; entonces, los elegidos digitalmente se comportaban ya como si fueran los dueños del sistema. En aquel tiempo, España estaba a merced de los efectos mecánico-políticos del sagrado Movimiento continuo. Después, cuando ya había cesado el Movimiento se puso en marcha otro de nueva factura mecánica: el de la Monarquía pendular democrática; el cual abarca desde la socialdemocracia moderna, hasta la derechocracia clásica. O sea, desde el PS(O)E hasta el PP. Con lo cual, el país siguió funcionando exactamente igual que había funcionado hasta entonces: a base de personajes hiperrepresentativos. Los asturianos de a pie -supongo que como los demás españoles- están sometidos a los desahogos del arte burocrático que de manera magistral dominan quienes los hiperrepresentan, y el artificio político de los que piensan por ellos. Unos y otros son los mismos. Es muy difícil distinguir entre la porción de sinceridad que inspira a estos superpolíticos y la parte de hipocresía que los empuja para que actúen como lo hacen. No olvidemos que la hipocresía es una parte importante del talento del actor: es el arte de saber fingir.

Al parecer Asturias es en este momento una de las más vulnerables regiones de la etérea Unión Europea, por el envejecimiento de su población. Desde que la democracia es el régimen que nos identifica con el resto del mundo continental, las encuestas han sustituido a las ideologías. Dicen que Asturias ocupa el número 12 entre las regiones más debilitadas de Europa, porque su población la componen mayoritariamente viejos. Hace cuarenta años, el problema era otro: la distribución de la renta per cápita nos había hundido desde el lugar ocho, que ocupábamos en el mediterráneo de las provincias españolas, hasta el 19. Pero ahora la historia es otra. Y lo que les interesa a quienes teatralizan la vida político-social asturiana es demostrar que los viejos son una carga pesadísima y amenazan con hundir la región.

Cada vez es más clara la consigna que nos llega desde las alturas: hay que echarle una mano a la sanidad pública. Lo cual no quiere decir que la mano haya que echársela al cuello de sus burócratas hiperrepresentativos, sino al bolsillo de los viejos… Que son los que se benefician con la gratuidad universal del sistema de salud público. Dicho de otra manera: hay que renunciar a una de las conquistas sociales que le costó a la clase obrera sangre, sudor y lágrimas desde hace más de un siglo. Ahora, intentan convencer de que hay que pagar para que la sanidad pública siga funcionando, y el negocio privado de la misma sea más negocio…

Esto te lo van diciendo poquito a poco, desde la distancia majestuosa que les separa de la plebe que les vota cada cuatro años. Ahora, en Asturias, ya no es la industria pública la que agota el modelo socioeconómico de la región. Son los asturianos viejos, con su achaques crónicos. Son los abueletes de nietos que han nacido en Madrid, en Barcelona… O en Londres. Porque sus jóvenes papás tuvieron que buscarse la manera e vivir decentemente de su profesión lejos de esta región. Es verdad que podrían haber intentado vivir de la política, pero en este oficio -solicitadísimo- hay overbooking. También predominan los viejos…

Si hace medio siglo, los hiperrepresentativos de esta débil región se hubieran dedicado a aprovechar los recursos económicos existentes para modernizar sus históricas estructuras industriales, en vez de afanarse en liquidarlas a precios de saldo -hubo un momento en el que los asturianos temieron que los socialdemócratas regalaran Ensidesa a los franceses. No es broma-; a lo mejor ahora los viejos no pesaban tanto en la balanza de los burócratas de la política sanitaria. Pero, entonces como ahora, les importó un comino el asunto. En fin, feliz año nuevo, reumáticos…

Lorenzo Cordero. Periodista.

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Democratas intuitivos, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Derechos, Libertades, Memoria, Política by reggio on 24 diciembre, 2008

El ojo del tigre

A los supervivientes de
la izquierda marxista. Si
queda alguno…

Treinta años después de que la Constitución Española de 1978 pasara de las musas (orgánicas) al teatro (político), en el cual a los españoles de a pie sólo se les permite interpretar un papel de extras sin frase -aunque con una candorosa participación gestual cada cuatro años: votar- su función (la de la Constitución) es muy simple: no sirve más que para contener las cenizas de aquel gran mito carpetovetónico que se llamó Transición. Es probable que, debido a esta circunstancia, unos no quieran ni oír hablar de su reforma; mientras que otros -quizá por ser más osados- aceptarían unos mínimos retoques superficiales del sagrado texto. Unos y otros, seguramente coinciden al pensar que una reforma esencial de la Constitución -aunque sólo fuera para coordinarla con el tiempo actual, que ya no marcha al mismo ritmo de hace tres décadas- podría provocar el riesgo de derramar su contenido (las cenizas de la reconversión de la dictadura en una democracia), perdiendo, así, su divina condición de relicario de las libertadas otorgadas.

No existen, de momento, certezas absolutas que permitan justificar ese miedo; sin embargo, sí abundan las intuiciones que sugieren tal temor. Desde el inicio del nuevo régimen democrático -al que se le adjudica el mérito de haber eliminado la profunda esencialidad de la dictadura nacionalcatólica-, los españoles se dejaron llevar por lo que el pensamiento intuitivo les advierte. Aquí, a la democracia simplemente se la intuye en vez de constatarla mediante el pensamiento conceptual que nos permitiría penetrar en su conocimiento en profundidad.

Los demócratas españoles se lo confían todo a su sentido intuitivo; el cual, a su vez, es la consecuencia del modo personal que tienen para ver las cosas que pasan en su entorno. Sólo son demócratas por decreto, no por su propio convencimiento intelectual. Se quiera o no se quiera reconocer, esta peculiar democracia -la cual ha sido cautelarmente encerrada en la Constitución junto con las cenizas del sentido del pudor político (ideológico)- se ha extraviado en el laberinto de las meras intuiciones políticas de aquellos que están por encima de la masa popular-incluso algunos de ellos siguen flotando en el limbo de las ideas…-; con lo cual está claro que no ha sido el fruto del trabajo de la ciudadanía, sino que a ésta le fue otorgada más o menos graciosamente.

Igual pasó con la Monarquía. Si los españoles actuales son monárquicos, esa condición se la deben el mandato que así lo determinó. En este espeso clima de donaciones gratuitas, los españoles -que al parecer, todo lo que tienen se lo deben a la gracia de Dios; una gracia histórica y genuinamente española-, se dedican simplemente a mirar lo que está pasando sin preocuparse en analizar por qué ocurre lo que les está pasando. Esto se debe, entre otras razones, a que nunca nadie les enseñó a utilizar el método de la crítica y muchísimo menos a someter su pensamiento al sistema de la autocrítica.

Se podría decir -sin miedo a que a uno le tachen de provocador- que los españoles actuales son (neciamente) democráticos por exceso de intuición. Existe la fundada sospecha -¡Oh, no…! ¡Otra vez la intuición…!- de que se está aprovechando la maniática utilización de nuestras inocentes percepciones sensibles con fines espúreos. Cuando no son obscenos. Por un lado, reaparece descaradamente el revisionismo de la trilladísima historia de los últimos setenta y siete años (empezando a contarlos desde 1931); por el otro lado, se recrudece la mercantilización literaria de ese ofensivo revisionismo: unos, para hacer caja en sus negocios editoriales; otros, para seguir atizando la hoguera de las pasiones políticas…. Añadamos un fenómeno de reciente aparición: la intención individual de rehabilitar su propia biografía personal con vistas a lo que vuelve a intuirse -como en los años de la segunda mitad de la década de los 70 del siglo pasado-: la necesidad de hacerse un nuevo sitio en lo que viene…

Está claro que la Transición -como fetiche político y como sistema orgánico- ya ha cumplido sobradamente su misión. Se ha quedado obsoleta. Por lo menos, lo parece. Entonces, ha llegado el momento de volver a salir a cazar… Otra vez. Los intuitivos de la democracia española lo tienen clarísimo. El rocambolesco descubrimiento de los papeles de don Niceto Alcalá-Zamora -por poner un ejemplo, pero hay muchos más- ofrece una oportunidad excepcional para volver a fabular miserablemente la historia del final de la Segunda República. Si hiciéramos un detenido y minucioso análisis de la actual situación de la cabaña social española, en general, y la de la asturiana en particular, descubriríamos que vuelve a estar de moda la lengua azul entre la supuesta intelectualidad política -y literaria- de este país. Pero con una virulencia muy superior a la que sufren los pastores del Cuera.

Y esto no es una intuición, Es una constatación.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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Episodios neoliberales (y III), de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Economía, Política by reggio on 17 diciembre, 2008

El ojo del tigre

No olvidemos que, en 1957, Asturias ocupaba el cuarto puesto en la lista de la distribución nacional de los ingresos per cápita. Pero también que, cinco años después -en 1962- había descendido hasta el lugar 16. En 1964, Asturias se había hundido hasta el puesto 19; situándose por debajo de la media nacional. Desde el olimpo orgánico de la jerarquía política regional, este traumático fenómeno socioeconómico era explicado a la opinión pública con una simplificación provocadora: No es que Asturias haya bajado, sino que son las demás las que han subido. Con lo cual, se podía demostrar que la región no sólo perdía poder económico sino que, además, los responsables del poder político habían perdido su vergüenza.

Aquí nunca se logró -ni se intentó tan siquiera- planificar la economía asturiana con fines verdaderamente sociales. La condición subsidiaria del Estado sólo funcionó para hacer aquellas cosas que el capital privado (entonces, ya muy atrapado por las tesis neoliberales) no quería hacer o no le interesaba hacerlas por dos razones: una, porque el beneficio económico que le reportaría a su inversión era muy escaso o excesivamente bajo; y otra: porque si ese beneficio se producía sería a muy largo plazo. Por lo tanto, la finalidad de la empresa pública era la de socializar las pérdidas que generaban los malos negocios -y las aventuras…- del capital privado español.

Pero esa política de intervención pública nunca estuvo controlada por la clase política que representaba al régimen, sino que siempre estuvo en las manos de los grandes burócratas industriales, que constituían una casta social muy poderosa. Casta que continuaría prolongándose en el tiempo, a pesar de los cambios políticos habidos en el país.

El mito de la riqueza del carbón se conservó en Asturias incluso cuando ya en los países europeos, que disponían de una larga experiencia histórica sobre la minería del carbón, mucho más desarrollada y bastante más rica que la nuestra, se había llegado a la conclusión de que el carbón se estaba pasando de moda (1966), y que la importancia que se le daba estaba influida principalmente por el grado de evolución social y económica que hubiera alcanzado el país. En este sentido, decía Lukacs (no sé si debo pedir perdón por citarlo…) que, para la riqueza de un país, el hecho de que sea fundamental o no la importancia del carbón depende de la producción y no del carbón. Sin embargo, esto es algo que aún no hemos asimilado los asturianos, a pesar de la fatigosa experiencia que la historia de la minería hullera nos ha legado.

En 1967,el INI se adjudicó el control total de una nueva empresa llamada Hulleras del Norte S.A. (HUNOSA). Estaba constituida por una concentración de grandes explotaciones mineras pertenecientes a Duro-Felguera, Fábrica de Mieres, Hullera Española, I.A. Santa Bárbara, Nueva Montaña-Quijano, Carbones Asturianos…. Sucesivamente, se incorporarían al holding minero otras minas menores. Desde la década de los años 50, hasta los tres primeros años de la década de los 70, se produjeron en Asturias numerosas huelgas por razones laborales y sociales, principalmente, pero que al Gobierno -y al régimen- le suponían un incómodo problema político. Aquellos conflictos -algunos de gran relevancia sociopolítica: el del año 1962, por ejemplo- fueron los últimos suspiros de un histórico movimiento obrero que, al final, acabaría siendo diluido en el nuevo orden económico: el consumismo. (Dice: consumismo)

Uno de esos conflictos sociales -seguramente el más peculiar teniendo en cuenta el contexto social en el que se produjo y por quiénes fueron sus líderes- fue el planteado por el Centro de Iniciativas Económico-Sociales y Turísticas del Valle del Nalón, fundado en Sama de Langreo a finales de 1968, con la finalidad de luchar abiertamente contra el desmantelamiento industrial de las cuencas. Era, en realidad, un movimiento protagonizado por la sociedad civil: pequeños propietarios, profesionales liberales, comerciantes, obreros, vecinos…

Ese movimiento cívico lo había provocado UNINSA al desmantelar en las cuencas el patrimonio siderúrgico para llevarselo a Veriña (Gijón). En el Centro de Iniciativas tenían las ideas muy claras: Estamos en contra de una decisión unilateral de claro signo capitalista. Y así se lo hicieron saber al Gobernador Civil (Mateu de Ros), en una extensa carta abierta -fechada el 13 de enero de 1970-, en donde le advertían además que pagarían la multa de diez mil pesetas, que les había impuesto, sin hacer uso de su derecho a recurrirla judicialmente. La multa les fue impuesta porque a la asamblea general extraordinaria -celebrada en el Teatro Rozada de Sama el 26 de diciembre de 1969- habían asistido personas no asociadas al centro. Increíble.

Elepisodio de aquella prolongada revuelta civil langreana ha sido intencionadamente olvidado, no sólo por la derecha posfranquista sino también por la nueva izquierda socialdemócrata, que usa las siglas del partido obrero fundado por Pablo Iglesias.

En la transición, UCD no tuvo tiempo más que para despertar un nuevo neocorporativismo, incluyendo a los sindicatos y a la patronal. Los socialistas (renovadores), optaron por una política económica de filiación neoliberal. En 1995, se cargaron al INI. Ya no hacía falta. Empezaron a buscar compradores para liquidar los últimos restos del patrimonio público industrial asturiano. Pero sería el PP quien realizará la operación. Siendo ministro de Industria Josep Piqué, encontraron un socio para Ensidesa. Se llamaba Arbed. Fue una desamortización como las que acostumbraban a hacer en el régimen de aquel general, utilizando al INI para cargárselas a su cuenta… El PP vendió camuflando la venta en un océano de eufemismos. Lo habitual.

Ahora, es el turno de ArcelorMittal. Sus dirigentes nos piden comprensión y paciencia en este difícil proceso. Hace casi setenta años que en Asturias la paciencia es de acero inoxidable. Sin embargo, la comprensión es imposible.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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Episodios neoliberales (II), de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Economía, Política by reggio on 10 diciembre, 2008

El ojo del tigre

En mayo de 1969, un ministro de Industria del Gobierno del general Franco -llamado Gregorio López-Bravo y Castro– realizó una visita apostólica a esta región. Llegó acompañado de un numeroso grupo compuesto por procuradores en Cortes y empresarios. Aquí le esperaban quienes representaban el poder político y empresarial asturiano capitaneados por el gobernador civil. Después de un largo recorrido por las amplias naves de la factoría sirderúrgica y de un multitudinario almuerzo celebrado en una de las amplias salas del área residencial de La Granda, López-Bravo pronunció un discurso institucional para exponerle a la interesada concurrencia los planes que su Gobierno tenía previstos para relanzar la producción siderúrgica en Asturias.

En primer lugar estaba decidido a impulsar una gran expansión de Ensidesa para la que se preveía una producción anual de cinco millones de toneladas de acero; en segundo término, se calculaba que, tras una tercera etapa desarrollista, Uninsa -fundada en 1961- alcanzara las siete millones de toneladas de acero, también. Con lo cual, Asturias en la próxima década de los 70 se colocaría a la cabeza del desarrollo siderúrgico español, nada menos que con doce millones de toneladas…

Cuando el ministro concluyó su épico discurso económico-político, o viceversa, tomó la palabra un representante de los empresarios que habían acompañado en el viaje al brillante orador. Se llamaba Agustín Rodríguez-Sahagún. Aquel empresario no se anduvo con rodeos: vino a decirle que el INI se dedicaba a desarrollar una política deseal con los intereses empresariales privados. Entre otros problemas, la empresa pública con sus salarios para sus trabajadores establecía un agravio comparativo con los que podía pagar la empresa privada.

Cuando aquel enojoso encuentro empezaba a calentarles la boca a sus protagonistas, y el asunto adquiría ya tonos excesivamente peligrosos para el protocolo, el ministro interrumpió al orador -que se había lanzado cuesta abajo y ya casi sin luces- para decirle: Si ustedes quieren algo positivo para sus intereses, lo mejor que pueden hacer es constituirse en un grupo de presión. Ocho años después, aquel empresariado ofendido fundó la CEOE y la CEPYME. Dos notables, y muy efectivos, grupos de presión política y económica. O viceversa.

Era verdad que las empresas públicas del Estado pagaban salarios más altos que las privadas. Pero lo que no hubo nunca en este país fue una empresa pública entendida e interpretada en su más estricto sentido ideológico. Lo que sí había, en realidad, era un mercado intervenido por el Estado, pero -éste- sometido a las presiones de los grandes intereses del capital privado. El Instituto Nacional de Industria (INI), que había sido creado en septiembre de 1941, agrupando empresas de carácter paramilitar, funcionó siempre bajo los principios de la subsidiariedad para combatir las tendencias restrictivas de la competencia y -de acuerdo con la ley del Segundo Plan de Desarrollo- para intervenir en los sectores en los cuales se produjera una fuerte inversión de capital extranjero.

Sí es cierto que el INI, en sus comienzos, pretendió disfrutar de una cierta autonomía con respecto a la influencia de los grandes grupos financieros, pero, después de severas críticas, esos grupos acabaron por engullírselo. En un interesante trabajo publicado por Cuadernos para el Diálogo, precisamente por las mismas fechas que López-Bravo eligió para su viaje apostólico a Asturias, se decía que las ocho mayores empresas del INI tenían en sus consejos de administración a famosos hombres de la Banca. Y que veinte presidentes más diez vicepresidentes de empresa del INI eran también destacados dirigentes de la banca privada. Sin embargo, el capitalismo privado aún se quejaba de la cosa pública.

Se había creado una burocracia industrial que se dedicaba a servir eficazmente los intereses del neocapitalismo vigorosamente emergente de la época. Para muestra basta un botón: cuando Uninsa necesitó recurrir a una ampliación de su capital social -hasta alcanzar los diez mil millones de pesetas-, el INI suscribió inmediatamente la totalidad de sus acciones (seis mil cuatrocientos millones de pesetas) y se convierte en su accionista mayoritario, puesto que el 69 por ciento del capital social ya era suyo. Uninsa se convirtió en un negocio para sus fundadores.

En Asturias nunca fue posible -porque al capital privado no le interesaba- compaginar el desarrollo siderúrgico con la creación de una red de industrias transformadoras. En cambio, Vizcaya sí lo hizo. Ese es uno de los secretos de la gran diferencia entre esta región y aquella. En Asturias siempre se refugió el capitalismo especulativo, contando con la complicidad del Estado.

Tiempo después de aquella recomendación que López-Bravo les hizo a los empresarios privados –organícense como un grupo de presión…– cuando ya el Estado no era franquista, sino democrático; cuando estaba a punto de liquidarse el INI y los socialistas renovados eran el Gobierno, otro joven cerebro impetuoso, creador e imaginativo, llamado Solchaga, pronunció la sentencia de muerte del carbón asturiano: El problema que tiene el INI en Asturias es el carbón, dijo.

La sociedad asturiana, no sé si por vocación o por imitación, siempre tuvo grandes lumbreras neoliberales. A veces, sin saberlo ellos mismos. Y lo que pensaba el socialista Solchaga lo repetían con idéntico entusiasmo, cargándole a lo público la causa de nuestros males económicos. Sin embargo, el problema fundamental ha sido otro: Asturias, en términos económicos, nunca ha sido pública sino privada. Es posible que el mayor problema que haya tenido esta región fuera el INI.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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