Reggio’s Weblog

La jungla que os espera, de Enric Juliana en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 17 febrero, 2008

CUADERNO DE MADRID

Atención, viajeros del AVE: Madrid es una jungla y os la encontraréis el próximo miércoles nada más descender del tren. La jungla comienza en Atocha y tiene forma de espeso jardín tropical; húmedo y acogedor en invierno, sofocante en verano. Palmeras, helechos, exuberancias del Amazonas, nubes de vapor y unas tortugas de agua que desafían la nostalgia de la velocidad con su quietud prehistórica.

Madrid tiene sus rarezas -Madrid siempre sorprende- y la estación término del AVE es una de ellas. El embarcadero de Atocha, después bautizado estación del Mediodía, fue la cabecera de la primera línea de tren de la capital, inaugurada en 1851 por la reina Isabel II con gran jolgorio cortesano: Madrid-Aranjuez-Madrid, de palacio a palacio. Era el tren de la Corte de los Milagros.

Era el tren de la Monja de las Llagas; Sor Patrocinio, maestra de novicias en el convento de Jesús Nazareno, que ejerció gran influencia sobre la Reina, serpenteando entre Narváez y Bravo Murillo. Lo cuenta Valle-Inclán en la trilogía El ruedo ibérico,que siempre hay que tener a mano. Tres años antes se había inaugurado la línea Barcelona-Mataró en la Catalunya manchesteriana. Algunas cosas han cambiado desde entonces.

El AVE del miércoles conduce a la jungla. A un extraño paraíso tropical habitado por jubilados en busca del arrullo que no les da el hogar, inmigrantes al borde del desespero y estudiantes que pasaban por allí. Desde lo alto de las escaleras mecánicas, el manglar se ve mejor. En uno de los rellanos, encontraremos una figura de bronce dedicada a la esforzada profesión del agente comercial. Sorprende por su soledad y porque lleva años allí, esperando a que lleguen los catalanes y se embelesen ante el estanque sin nenúfares de las tortugas que detienen el tiempo. Laguna de Maracaibo.

El entorno de la estación es duro, especialmente los domingos por la tarde, cuando las horas no tienen motivo y bares y pensiones, repletos de humo y de gente, exhalan una radical soledad. Es una experiencia inolvidable empezar a conocer Madrid esos domingos tardíos, entre zozobras existenciales y tapas de pulpo a la gallega. En fin, bordeando el sinsentido en los arrecifes de la calle Méndez Álvaro.

Pero no siempre fue así. Cuando Atocha era la estación del Mediodía, ampliada con soberbios hierros de Bélgica al estilo Eiffel, aquello era el centro de Madrid y de la entera España cultivable. La política de regadíos se decidía en la acera de enfrente, en el Ministerio de Agricultura, el más monumental de todos los dicasterios madrileños, RICART coronado al estilo berlinés por tres mitologías aladas. Ángeles y pegasos daban la bienvenida a los caciques rurales recién llegados en busca de acequias, caudales y nuevos arrendamientos.

El Estado de las autonomías, ese barullo semifederal que estallará en un momento indeterminado de los próximos diez años, comenzó a ir en serio el día que en el Ministerio de Agricultura descubrieron, sin poder remediarlo, que les habían birlado los canales y que el poder intimidatorio de las aguas reguladas había ido a parar a manos de unas inciertas mesocracias regionales.

En Agricultura hoy sólo les queda un teléfono con Bruselas, unos folletos que hablan maravillas del pescado azul y las tres figuras de prosopopeya imperial en lo alto de la fachada. El Estado envasado al vacío. Un domingo por la tarde, cuando empieza la lucha por el sentido, incluso llega a ser desconsolador.

Los caciques se alojaban en el hotel Mediodía, que ha ido a menos, pero resiste con la dignidad de un galán maduro. En los bajos del hotel está el bar El Brillante, donde sirven los mejores bocadillos de calamares de toda España. Cuando la duda existencial crea el vacío un poco más abajo del alma, es un gran reto – arduo, tenso, espartano- entablar un combate visual con los bocadillos de El Brillante, que tanto invitan a la solidez. Estáis avisados, en Atocha el miércoles os espera la jungla.

Tagged with:

Deja un comentario