Reggio’s Weblog

Miguel Sebastián o el cuento de la cigarra que promete ser hormiga. No hay duda. El invierno económico está aquí, de S. McCoy en El Confidencial

Posted in Economía, Política by reggio on 18 febrero, 2008

No imaginaba servidor que Miguel Sebastián iba a dar casi tanto juego en su faceta de columnista dominical como en su atribulado y desafortunado papel de instigador de conjuras empresariales primero y candidato suicida al Ayuntamiento de Madrid después. Siempre he pensado que fueron precisamente los “embolaos” en los que metió al gobierno desde la Oficina Económica de Presidencia del Gobierno, y en especial el sonado affaire Sacyr-BBVA, los que contribuyeron a que fuera enviado a luchar contra los elementos en una pugna electoral de la que, siendo mal intencionado, a más de uno le podía interesar que Gallardón saliera reforzado, vía de dinamitar un PP al que le pesa en la mochila, no de Vallecas precisamente, la manifestada incapacidad de renovarse, siquiera mínimamente, en estos cuatro años de oposición “a huevo” que le ha brindado el PSOE. Sólo la impericia del alcalde a la hora de medir los tiempos, y el menosprecio al poder real de la presidenta de la comunidad, habrían frustrado una operación que, de culminarse, hubiera sido de manual. Qué se le va a hacer. Pero esa no es la historia que hoy nos ocupa.

Sebastián y su pluma nos brindan cada semana un scoop informativo de alcance. Y eso es algo que como analista, uno no puede dejar de agradecer. Leo con fruición su artículo, buscando claves que me permitan descubrir paternidades encubiertas de ideas ya conocidas o directrices económicas para el mañana, ése que quiere seguir escribiendo con Z de zozobra, al menos en el futuro inmediato. Este domingo, el menú del día ha ido más de lo segundo que de lo primero. Y, sinceramente, me ha sorprendido. Sobre una percha buena, la discutible afirmación de que España ha superado a Italia en renta per cápita en 2007 (merece la pena leer el artículo que nuestro gran Carlos Sánchez escribiera el 4 de enero sobre el particular, desarrolla un discurso cargado de buenas intenciones (“fijarse metas ambiciosas es un requisito para conseguir objetivos colectivos como el que ahora se plantea España”) que defiende la posibilidad de que nuestro país culmine el camino de la convergencia con Francia y Alemania en el plazo de cinco años a partir de ahora. De paso, enumera las, a su juicio, recetas para alcanzar dicha meta. Error. Es ahí donde se le ve el plumero. Su tesis no es más que una huida hacia delante. Enseguida sabrán por qué.

En primer lugar, Sebastián se olvida de mirar por el retrovisor. La convergencia respecto a Europa se basa en un modelo de creación de riqueza que se encuentra a día de hoy frente a su particular prueba del algodón. Está por ver cómo la economía española va a soportar la brusca desaceleración del que ha sido su principal motor de generación de empleo y crecimiento en los últimos años, el boom inmobiliario. Pensar que lo que se ha alcanzado bajo esas extraordinarias circunstancias puede consolidarse como estructural, plataforma a partir de la cual ambicionar metas mayores, forma parte de ese optimismo antropológico legítimo pero que pierde su razón de ser cuando se impone el realismo social, que es el que es. Bastante tendremos si conseguimos, de un modo u otro, consolidar lo logrado hasta ahora. Que no está el patio para competir en términos de quién la tiene más grande, la economía claro está, sino de cómo solucionamos nuestra propia situación con el único recurso de la política fiscal, bendito superávit. Hombre, que esto de buscar “enemigos” exteriores para esconder las miserias internas puede ser servir de guía de actuación de las Venezuelas y los Iranes que en el mundo haya, pero es un discurso agotado en el mundo occidental. Claro que, dicen en mi pueblo, que de casta le viene al galgo. Saber popular.

Pero ésa es, aunque no lo parezca, una parte irrelevante del artículo de Sebastián en comparación con lo que se despacha a continuación. Él, que ha sido el enreda por naturaleza, aboga por políticas de consenso (“adelantar o superar a Francia o Alemania requiere ambición política y, probablemente, políticas de estado consensuadas entre todos los partidos”). A ver. Me lo rebobinen, por favor. ¿Cómo? Aquí hay algo raro. Tiene truco. Evidente. La respuesta en el párrafo siguiente: “será necesaria una mayor inversión en nuestro aparato productivo, así como en infraestructuras y en investigación y desarrollo. Harán falta importantes reformas en el ámbito fiscal, laboral, industrial, profesional, educativo y en el funcionamiento de los servicios públicos. Habrá que abordar el reto energético y el del fomento empresarial. Atraer talento y capital extranjeros. Apoyar a nuestras empresas en su proyección internacional. Favorecer la incorporación de la mujer a nuestro mercado de trabajo. Pero, sobre todo, será necesaria una actitud distinta de nuestra clase política”. Im-presionante, en dos palabras. ¿Quién ha gobernado estos últimos cuatro años? Y, sobre todo, ¿a qué se ha dedicado? De lo dicho parece que está todo por hacer, que no ha dejado títere con cabeza. Pedazo de reconocimiento implícito a la inacción como modo de ejercer, hasta ahora, del gobierno ZP en materia económica. No está mal como punto de partida. Sólo quien confiesa su pecado puede encontrar misericordia. No es sino plasmar negro sobre blanco lo que para muchos era una certeza. Y reconocimiento explícito de que necesita ayuda para salir del atolladero, que esto sí que es novedad. Esperemos que el consenso se refiera a quien se tiene que referir, que no veo yo a Tardá con elevadas miras en la materia que nos ocupa, la verdad.

No sé qué les parece a ustedes pero a mi esto me recuerda al archiconocido cuento infantil de la cigarra y la hormiga. La primera, mientras el sol calentaba sus alas y podía cantar las excelencias de la economía nacional, poco se preocupaba de prepararse para el invierno que los fríos vientos que sustentaban el crecimiento patrio amenazaban con traer. Ahora que empiezan a caer las nieves de la ralentización, la subida de los precios, el paro, el déficit exterior y todo lo demás, llama desesperada, en vísperas de las elecciones, a la puerta de los votantes, aquellos que no sacan la vida adelante con el sudor del de enfrente sino con sus propias manos y sacrificio, hormigas anónimas, con la promesa de un sorprendente cambio de actitud, prueba de que el nuevo entorno les pilla con el engranaje poco lubricado, sin equipo y con una ausencia palmaria de políticas eficaces que poner en práctica. Claro que, si la materialización de ese nuevo rumbo es la entrega generosa de una parte sustancial de los fondos públicos a cualquier colectivo con una mínima capacidad de influencia, apaga y vámonos. Veremos en qué se concreta. La suerte que tenemos todos, es que somos, cada uno en su pequeño papel, los protagonistas de este cuento. Cómo se desarrolle esta historia depende, en gran medida, de nuestra capacidad de elección. Ya saben lo que hay. ¿Voto de confianza o voto de castigo? Ustedes mismos. Me he enrollao demasiao. Buena semana a todos.

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