Reggio’s Weblog

Política y deslealtad, de Josep Ramoneda en El País de Cataluña

Posted in Derechos, Política by reggio on 9 septiembre, 2008

Cada vez la política es más la repetición obsesiva de unas mismas cuestiones, lo cual significa que no se les ha encontrado una vía de solución razonable. Ahora toca financiación autonómica hasta en la sopa. Y con ella la aparición en la escena política de las acusaciones de deslealtad. Mal asunto cuando las categorías morales se incorporan a la retórica política, porque por lo general esconden más de lo que dicen. Pero la exigencia de lealtad es tema recurrente en todos los frentes del problema.

Los partidos políticos catalanes hacen promesa de unidad y de frente común para defender los intereses económicos de Cataluña, con lo cual la palabra deslealtad sale a la palestra cada vez que alguno se desmarca del guión. Recientemente, ha habido un rifirrafe serio entre socialistas y convergentes, con sentidas conversaciones telefónicas de por medio, por la filtración a la prensa de las cifras que se considerarían mínimas para que el acuerdo fuera aceptable. El consejero Castells ha tenido mucho cuidado durante todo este largo debate en no dar nunca una cifra porque es la peor manera de situarse ante una negociación. De modo que se ha producido una fisura en la siempre precaria confianza entre adversarios. Carod Rovira ha dicho que el que se salga de la unidad será sancionado por la ciudadanía. Y Artur Mas argumenta la sumisión del PSOE al PSC -la misma que le hizo creer que sería presidente por voluntad de Zapatero- y el apego de Esquerra Republicana al poder para justificar una presunción de deslealtad del tripartito. Si esta película termina mal alguien acabará cargando con el mochuelo de la deslealtad. Y, ciertamente, el PSC tiene muchos números, porque ha arriesgado su credibilidad en su desafío al PSOE. Volveré a ello después.

Desde el PSOE las acusaciones preventivas al PSC por deslealtad son corales, con voces que provienen de toda la geografía socialista hispánica. En democracia, todo dirigente se debe al electorado de su ámbito de acción política. No debería sorprender a nadie que el presidente Montilla diga que antepondrá los intereses de Cataluña a los intereses del PSOE. Para eso ha sido elegido. Del mismo modo que el presidente Chaves, pongamos por caso, ha sido elegido para defender los intereses de Andalucía. Puede que el presidente Chaves considere que los intereses de Andalucía y los del PSOE coinciden, pero ¿y si un día entraran en contradicción? ¿No haría lo mismo que el presidente Montilla? ¿O cree que esta contradicción es metafísicamente imposible?

Desde el PSOE se considera que sería desleal que el PSC votara contra los presupuestos del Estado, poniendo en riesgo la continuidad del Gobierno socialista, por un desacuerdo en materia de financiación. Pero, ¿no sería el Gobierno desleal al propio PSOE y a Cataluña -que le votó masivamente- si prefiriera perder la votación de los presupuestos antes que alcanzar un acuerdo de financiación que los partidos catalanes considerasen aceptable? ¿El PSC no puede poner en riesgo la mayoría socialista por defender los intereses catalanes y el PSOE sí puede hacerlo para evitar determinado acuerdo con Cataluña? Las acusaciones de deslealtad en política conducen, a menudo, a argumentaciones absurdas.

En Cataluña, la consigna es la unidad. Nos lo han repetido todos los partidos de mil maneras: la unión hace la fuerza, que es una expresión que no puedo evitar que me produzca escalofríos siempre que la oigo. Desgraciadamente, la historia enseña que las uniones, por lo general, no hacen la fuerza, sino que son por la fuerza. Y condenan a la exclusión a los que no se apuntan. Pero, en fin, vayamos al caso que nos ocupa. Es razonable que si todos los partidos políticos están de acuerdo se podrá obtener un mejor resultado en la negociación, sobre todo porque el Gobierno no podrá buscar la alianza de uno de ellos para un acuerdo a la baja en contra de los demás. Pero esta unión es entre adversarios políticos que se disputan electoralmente cada cuatro años el derecho a gobernar. De modo que la dialéctica entre interés del país e interés del partido se puede orientar fácilmente hacia la confusión. Más habiendo de por medio partidos nacionalistas que juegan permanentemente con la falacia de que los intereses del país y los intereses del partido son la misma cosa.

Como decía antes, el presidente Montilla ha jugado muy fuerte en esta negociación. Y la tentación de sus adversarios de que se ahogue en su propia osadía es grande. Si el resultado final del proceso negociador es un acuerdo que sea considerado por el conjunto de las fuerzas políticas como aceptable, y, en cualquier caso, un progreso sustancial respecto a la situación actual, Montilla habrá acertado, porque su estrategia habrá tenido fruto sin necesidad de utilizar el arma de disuasión de la que dispone -el voto de los 25 diputados socialistas en el Parlamento español- más que como una amenaza. Pero si el resultado queda claramente por debajo de las expectativas y hay claro consenso sobre su insuficiencia, el presidente Montilla tendrá que optar entre utilizar el arma de disuasión (con efectos devastadores para Zapatero y el PSOE pero probablemente también para el PSC) o no utilizarla y votar sumisamente los presupuestos (con lo cual dejaría varios girones de su prestigio por el camino y probablemente se vería obligado a anticipar elecciones con escasas posibilidades de éxito).

Con estos elementos, es fácil predecir que para la política catalana de los próximos meses, tan importante como el resultado de la negociación autonómica será la validación del mismo. Y la tentación de la deslealtad: es decir, de menospreciar el acuerdo para debilitar al adversario, será indudablemente grande. La razón de ser de los partidos políticos es gobernar. Y para alcanzar el Gobierno siempre están dispuestos a tomar el atajo que les suba más rápidamente a la peana. Al fin y al cabo, los partidos tienen claro que la primera lealtad se la deben a ellos mismos. Y si alguna vez se reprimen es por miedo a que la gente se percate de la mala fe del ejercicio. Pero es un riesgo menor porque una vez en el poder hay muchos bálsamos para hacerse perdonar. De modo que la cuestión clave de la política catalana es saber cuál sería un acuerdo aceptable. Con el agravante de que no se puede decir de antemano porque sería catastrófico para la negociación.

Conclusión: Si no hay acuerdo, al PSC sólo le quedará jugar la carta de la dignidad, que probablemente le sirva de poco excepto para salvar el honor, que es algo que en política tiene poco premio. No se puede olvidar la compleja composición de su electorado. Y si hay algún tipo de acuerdo, ganará la partida el que imponga su valoración a la opinión pública. Y puesto que el PSC, quiérase o no, es el primer beneficiario si hay éxito, y el primer perdedor si hay fracaso, la batalla por la validación puede ser soterrada pero feroz. A los que la pierdan sólo les quedará la pataleta de acusar de deslealtad al que se lleve a la opinión de su lado. Pero que se anden con cuidado los aprendices de brujo, porque la ciudadanía no es idiota, y más de uno se ha quemado.

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Los consejos de McGuinness, de José Ignacio Armentia en El País del País Vasco

Posted in Derechos, Política by reggio on 9 septiembre, 2008

He tenido la oportunidad de pasar unos días en Irlanda del Norte, cuyo proceso de paz ha sido seguido con especial interés desde el País Vasco. Hace justo una semana, el principal diario de la zona, el Belfast Telegraph, publicaba una extensa entrevista de más de media página (se trata de un periódico en formato sábana) con el viceprimer ministro del Gobierno del Ulster y destacado dirigente del Sinn Fein Martin McGuinness, realizada por el periodista David McKittrick. El motivo era el inicio de la nueva etapa en el Ejecutivo de coalición que los republicanos comparten con el DUP (Partido Unionista Democrático), tras el relevo al frente del mismo del histórico reverendo Ian Paisley por Peter Robison.

Las palabras de McGuinness resultaban especialmente esclarecedoras para conocer las dificultades que es necesario superar tras alcanzar un acuerdo definitivo para el final de la actividad armada, fundamentalmente las que hacen referencia a la reconciliación de sectores que han sido enemigos acérrimos durante décadas.

Cuando en mayo del pasado año se puso en marcha el Gobierno de coalición norirlandés entre el ala más ultra del unionismo y un Sinn Fein cuyo principal representante en el gabinete era un antiguo comandante del IRA no faltaron comentaristas que compararon la situación con la de un hipotético Ejecutivo vasco compartido por el PP y Batasuna.

Sorprendentemente, la buena sintonía (al menos, de cara a la opinión pública) de Paisley y McGuinness provocó que fuesen bautizados como los Chuckle Brothers, en alusión a una popular y sonriente pareja de cómicos británica. El dirigente republicano confiesa que algunos de los momentos más delicados que le ha tocado vivir en su etapa como viceprimer ministro han sido aquéllos en que ha tenido que reunirse con víctimas de la actividad del IRA, especialmente con un grupo de oficiales de policía que habían quedado discapacitados como consecuencia de los atentados de dicha organización. Destaca McGuinness el hecho de que, incluso en estos casos, siempre han recibido palabras de apoyo y ánimo por la labor que los políticos unionistas y republicanos vienen desarrollando para lograr la paz y la normalización.

El dirigente del Sinn Fein cita expresamente al País Vasco como uno de los lugares del que más visitantes ha recibido para interesarse por la experiencia irlandesa y subraya una idea que, no por obvia, debe dejar de ser recordada: «Yo les digo [a quienes le preguntan por la experiencia del Ulster] que sin un liderazgo decisivo es casi imposible resolver el conflicto». En un momento en el que el pesimismo parece haberse instalado en nuestra tierra de cara a la consecución de una paz irreversible a la que debería seguir un imprescindible esfuerzo para la concordia, algunas de las apreciaciones de McGuinness aportan un pequeño rayo de esperanza: ‘Te voy a decir lo que he aprendido», le explica al entrevistador. «He aprendido que nada es imposible. No importa cómo estén las cosas. Si existe voluntad de encontrar una salida, ésta se encuentra».

No vamos a ser tan ingenuos de pensar que lo ocurrido en Ulster es la gran panacea. Personalmente, me pareció un poco deprimente que la principal atracción turística de Belfast consista en los murales republicanos de Falls Road y en los lealistas de Shankill. Sin embargo, el que todas las partes del conflicto reconozcan que no hay marcha atrás en el proceso de paz y el que se estén dando sinceros pasos para la reconciliación de comunidades secularmente enfrentadas hace que muchos vascos miremos hacia Irlanda del Norte con una sensación de sana envidia.

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La difusa ciudad del norte, de Enric Juliana en La Vanguardia

Posted in Asturias, Economía, Política by reggio on 9 septiembre, 2008

NOTAS DE ASTURIAS

La aceptación de España como realidad compleja y contradictoria –ni tan plural, ni tan uniforme- requiere una cierta predisposición al budismo, puesto que los asuntos españoles siempre tienden al cabreo y a la enervación. Siempre. Hay que relajarse y observar los mapas con atención. Puesto que España –la entera Península Ibérica- es hoy una superposición de mapas que no acaban de encajar. Iremos hablando de ello a lo largo del curso. Mapas, mapas.

En el norte de España, por ejemplo, hay una ciudad metropolitana de notables proporciones (unos 800.000 habitantes) que no aparece referenciada como tal en los mapas convencionales, pese a conformar uno de los seis o siete mayores conglomerados urbanos de la península, detrás de Madrid y Barcelona, pero no muy lejos de Valencia, Lisboa, Bilbao y la pujante Zaragoza. La difusa ciudad del norte la forman Gijón, Avilés, Oviedo, Langreo, Mieres y Pola de Lena, entre otras localidades del eje central de Asturias, que discurre entre el mar Cantábrico y la cordillera del mismo nombre.

Gracias a la mejora de las comunicaciones, las distancias en el centro de Asturias han adquirido una verdadera dimensión metropolitana. Entre Oviedo y Mieres no hay más de diez minutos en coche; de Gijón a Oviedo, poco más de veinte minutos; de Oviedo a Pola de Lena, un cuarto de hora generoso. Los grandes recorridos en metro o tren de cercanías en las áreas de Madrid y Barcelona no son inferiores. Galicia, en tanto que sistema de siete ciudades, no está mejor articulada. Tampoco lo está la Andalucía de las ocho capitales de provincia.

La gran ciudad del norte asturiano existe, pero es difusa y se halla fuertemente condicionada por la distancia psicológica que impone una fuerte tradición localista. ¡Qué no les digan a los de Oviedo y Gijón que son una misma ciudad! No lo son y lo son. Ambas cosas ocurren al mismo tiempo. Mapas que se superponen.

Esta difusa ciudad del norte está resistiendo bastante bien la crisis económica. Por el momento. Asturias es la comunidad autónoma en la que el paro ha crecido menos en los últimos meses (en agosto registró un aumento del 0,47% frente al 4,25% de promedio español) La fiebre del ladrillo ha alcanzado en el Principado unas décimas menos que en el resto de España: el litoral está bastante protegido y la vivienda de promoción concertada con la administración regional tiene su peso. No hay ninguna Seseña (ciudad fantasma al sur de Madrid, paralizada por la crisis) en Asturias. Hay obra pública en marcha (la autovía del Cantábrico, el Hospital Central de Asturias y la ampliación del puerto de Gijón). Y parte de la población se beneficia del blindaje de las prejubilaciones de la minería, la siderurgia y astilleros, tras las dolorosas reconversiones. Cómo dice Severino García Vigón, presidente de la Federación Asturiana de Empresarios y de la Cámara de Comercio de Oviedo: «Estuvimos en lo más alto, caímos en picado y todavía nos estamos recuperando».

Efectivamente, en los años sesenta, en plena fase desarrollista, Asturias llegó a ser la quinta región española más rica. Luego todo se vino abajo. Silenciosamente, sin embargo, tomaba forma en su área central una extensa ciudad difusa. Asturias es un buen ejemplo de los mapas que hay dentro de los mapas.

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Esta es la cuestión, de Miquel Roca i Junyent en La Vanguardia

Posted in Cultura, Derechos, Educación, Política by reggio on 9 septiembre, 2008

Según se dice, determinados indicadores sociales revelan que Catalunya ya no es un referente para España. Uno de estos indicadores señala que en Catalunya la esperanza de vida al nacer es algo superior a la de la media de España; es decir, según parece, esto de poder vivir más tiempo es una mala referencia. En este caso, incluso esta esperanza es superior a la media de la Europa de los 27, pero los expertos dicen que esto es malo.

Otro indicador señala que en Catalunya hay muchos más hogares con acceso a internet que en el conjunto de España. Según parece esta es otra mala referencia. No somos ya el motor de España porque tenemos más gente que accede desde casa a internet. Parece contradicción, pero los expertos lo dicen y habrá que hacerles caso.

El riesgo de pobreza en Catalunya tiene una tasa inferior a la media de España, pero aquí también los expertos ven en ello una pérdida de referencia. No vamos bien porque tenemos menos pobres. Y, además, una densidad de habitante por km2 muy superior a la del resto de España y esto resulta, según se dice, altamente negativo. Somos un referente de densidad desde hace muchos y muchos años y lo que en muchas ocasiones se ha defendido como un modelo de urbanismo, ahora es un referente de nuestra decadencia.

Hay indicadores más comprensibles. Por ejemplo, el abandono escolar -entre los 18 y 24 años- es superior al de la media de España. Pero aquí la gravedad está en que dicha media dobla la que corresponde a la Europa de los 27. Lo grave del abandono escolar no es que sea ligeramente superior al español, sino que es más del doble del europeo. Catalunya no será un referente, pero, en su conjunto, el sistema educativo español es un fracaso.

Los estudios en que se apoya la presentación de estos indicadores son serios y muy interesantes. No tanto, su traslación a los medios. El problema no está en la pérdida de referencia; se trata de que las cosas funcionen y no funcionan; de que haya progreso y ahora se ha estancado; que el bienestar no esté amenazado y ahora lo está.

La comparación con los demás puede ser un buen ejercicio académico, pero no es la solución. Cualquier sociedad encuentra su referencia más positiva en la propia convicción de que puede superar sus debilidades y crisis. ¿Tenemos o no esta confianza en nosotros? Esta es la cuestión.

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Ni tanto, ni tan calvo: es internet, de Víctor de la Serna en El Mundo

Posted in Medios, Política by reggio on 9 septiembre, 2008

HOJEANDO ZAPEANDO

La historia de la supuesta paternidad de José María Aznar, lanzada por un sitio de internet marroquí cercano al entorno de la familia real, desmentida por el expresidente en un comunicado y recogida por los medios españoles, incluidos elmundo.es y EL MUNDO, ha suscitado todo tipo de reacciones. Por ejemplo, dos marcadamente contrapuestas: las de Jesús Cacho en elconfidencial.com y Alfonso Ussía en La Razón.

Nuestro periódico afirmaba en un editorial: «Lo singular es comprobar cómo internet ha cambiado las reglas del juego, sirviendo como cauce idóneo para la publicación de rumores y noticias sin fuente que difícilmente verían la luz en los medios tradicionales, pero que al final acaban en éstos cuando los protagonistas de la pseudonoticia se ven forzados a intervenir». Cacho, desde uno de los principales sitios profesionales españoles de internet, se indignaba y hacía todo un juicio de intenciones: «La crítica, en cualquier caso, no hubiera pasado a mayores si no fuera porque tras ella no se esconde un loable interés sobre la veracidad de lo publicado por los medios on line, sino más bien una simple defensa de la cuenta de resultados de las empresas editoras de los diarios impresos, sometidos al estrés de una crisis de ingresos y lectores de la que difícilmente van a lograr recuperarse».

Yerra Cacho porque EL MUNDO es a la vez un medio impreso y de internet -el de mayor audiencia del mundo, entre los medios informativos en lengua española en el ciberespacio-, y nuestras críticas eran a esa parte salvaje de los blogs y las páginas web como, precisamente, ese lobservateur.ma (donde, por cierto, la noticia sigue colgada sin la menor acotación o rectificación desde el día 2; es que es un semanario, dicen…). No eran una causa general a lo Garzón.

Infinitamente más radical que nuestra crítica a internet resultaba ser la de Ussía, quien escribía:

«Aznar no ha actuado con imprudencia. Se ha adelantado a los vómitos chismosos de los que se alimentan en internet y algunos confidenciales. No hay defensa posible contra ellos. La Red es una libre fábrica de rumores, calumnias, falsedades y tonterías elevadas al cubo. Al cubo de la basura. Leo que más de un tercio de los internautas se cree todo lo que le cuentan. Es lógico. Acceder a internet es tan fácil como ser un majadero o un inculto. Las mentiras, en internet, se convierten en verdades indiscutibles, y no hay manera de desinfectar el estercolero. Siempre habrá un periodista, un comentarista o un pedorro de plató rosa que se haga eco de la falacia».

El propio Alfonso Ussía ha sido, como él recuerda, víctima del lado oscuro de internet, y su irritación es más que comprensible. Pero la descalificación general y por la tremenda, como decíamos, no es justa porque, aun con las dificultades de coexistencia con el Far West de los blogueros salvajes -coexistencia que a los periodistas tanto nos desconcierta-, no se puede ignorar que son los medios profesionales los que dominan hoy el panorama de internet.

© Mundinteractivos, S.A.

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Huir de la notoriedad, de Enrique Arnaldo en El Mundo

Posted in Derechos, Justicia, Libertades, Política by reggio on 9 septiembre, 2008

LA RENOVACION DEL CGPJ

Acabamos de conocer la composición del sexto Consejo General del Poder Judicial, que fue un órgano recibido con entusiasmo tras su incorporación a la Constitución de 1978, al asumir la misión nada menos que de salvaguardar la independencia institucional del Judicial como poder y la personal de los jueces y magistrados que lo integran. El órgano recibió una severísima puñalada en 1985, cuando el legislador cambió la letra y el espíritu de la Constitución y atribuyó al Congreso y al Senado el monopolio de la designación de sus miembros. Su politización estaba cantada, pues se cayó en el método del puro y simple reparto de las cuotas de nombramiento, precisamente aquello que el Constitucional, en su bienintencionada pero ingenua sentencia desestimatoria de los recursos contra la ley del 85, dijo que había que evitar. Aun cuando, tras la reforma del 2001, las Cámaras se pronuncian sobre los candidatos preseleccionados, el resultado es y seguirá siendo el mismo: la distribución ponderada de los puestos en función de la representación parlamentaria.

Este nuevo Consejo sustituye a uno que ha suscitado las más agudas críticas negativas y las más duras acusaciones de politización, pero que también ha sufrido los embates más agresivos de la ingeniería jurídica. En consecuencia, el papel del nuevo Consejo se presenta enormemente difícil. Debe, como primera medida, restaurar la institucionalidad y trasladar a la opinión pública, y a la carrera judicial, que no sólo predica formalmente su independencia, sino que la predica en todas sus decisiones: sea a la hora de proveer los nombramientos de los altos cargos, ejercer la potestad disciplinaria, la función inspectora o adoptar cualquier medida de gobierno judicial.

El larguísimo periodo de alumbramiento de este Consejo nos obliga a felicitarnos por el solo hecho de la designación de uno nuevo, del que todos los nombres merecen la máxima consideración y respeto, así como la mayor esperanza de que su actuación se revista de la rutina contraria a la notoriedad de la que deben huir tanto los jueces como su órgano de gobierno. Sin mengua de ese respeto personal (en algunos casos fruto también de la confianza y amistad), sí debemos poner de relieve la muy escasa representación de magistrados del Supremo y la inexistente de los jueces y magistrados no asociados, que constituyen más de la mitad de la carrera. Aunque otras profesiones o corporaciones jurídicas han sido de nuevo olvidadas, sí debemos congratularnos de la presencia de un destacado miembro del Cuerpo de Secretarios Judiciales, que tanto tiene que decir, en particular en relación con la Oficina Judicial, de tanta trascendencia.

Habrá que esperar a saber quién es el presidente para valorar definitivamente la composición del órgano. En fin, esperemos que mejor pronto que tarde se vuelva al sistema de designación del Consejo conforme a la Constitución.

Enrique Arnaldo es abogado, profesor de Derecho Constitucional y ex vocal del CGPJ.

© Mundinteractivos, S.A.

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El Arzobispo de Oviedo saca la memoria histórica de la Iglesia de Asturias a pasear por Covadonga, de Juan Vega en su Blog

Posted in Asturias, Política, Religión by reggio on 9 septiembre, 2008

Las autoridades civiles y religiosas contemplan la Cruz de la Victoria

No hace mucho tiempo que el alcalde de Cangas de Onís pidió la conversión de aquella primera capital de la España emergente -hablamos en la nebulosa legendaria de los orígenes; otros hablarían de la historia de la nación astur- en la Gernika asturiana, es decir, en la capital política de Asturias, dejando a Oviedo la capitalidad administrativa.

Formaba parte este regate en corto, orquestado desde la sede de la FSA de la calle Santa Teresa de Oviedo, de una operación para desactivar las pretensiones que del alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, sobre el papel que la ciudad había de jugar en el Estatuto de Autonomía de Asturias.

Ahora es la Iglesia de Asturias, la que pide que Oviedo renuncie a una pieza esencial de su relicario, que forma parte del conjunto que desde el alba de los tiempos fue adorado por los peregrinos que iban a la basílica del Salvador, a rendir tributo de admiración, y a orar ante aquella constelación de joyas y reliquias de todo tipo, custodiadas en la Cámara Santa.

El Arzobispo de Oviedo acaba de anunciar que la Iglesia asturiana celebrará en octubre un acto de consagración de Asturias a la Virgen de Covadonga para que “vele por el futuro de la comunidad y ayude a que entre todos se consiga hacer progresar a la tierra asturiana”. La idea de trasladar la Cruz de la Victoria a Covadonga, forma parte sin duda de esta operación religiosa, para devolver a Covadonga su papel estelar en la mitogenia hispánica, en un momento de recrudecido enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado, al haberse desempolvado nuevamente la operación “memoria histórica” de la Guerra Civil, en una coyuntura muy oportuna para desviar la atención de los despidos, suspensiones de pagos e hipotecas fallidas, que sin duda van a protagonizar la vida de las familias españolas, en paralelo a la “vuelta al colegio” de este mes de septiembre.

Una leyenda fabricada muy posteriormente a la propia Cruz de la Victoria, sostenía que este emblema, que es el símbolo de Asturias y el estandarte que ondea en su bandera, es la misma que se supone que ondeó el Caudillo Pelayo, en la batalla de Covadonga, que en el repertorioAreces rinde pleitesia ante el Arzobispo histórico español, es el fundamento mitológido de la nación, al haber sido alzada por Pelayo, en aquella victoriosa batalla -que tantos atribuyeron a la fantasía legendaria- que daría inicio al proceso conocido como La Reconquista. Muchos dicen que la presencia de un relicario en el corazón de la cruz, no tenía otro fin que contener las astillas de madera de aquel estandarte que tuvo la fuerza de conseguir lo que dice la leyenda grabada en la misma: “Hoc signo tuetur pius=Hoc signo vincitur inimicus“.

Memoria histórica de la Batalla de Covadonga y de la primera gran “victoria contra los moros”, contra la memoria histórica de la Guerra Civil, agitada por el magistrado Garzón, cuyo salto a la política de la mano de Felipe González, hace que no sean pocos los que ven la larga mano del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, en esta segunda edición de un movimiento generalizado para la remoción de tumbas, cadáveres, cenizas y fosas comunes. Recientemente, el delegado del Gobierno Antonio Trevín, manifestaba la disposición de las autoridades asturianas a colaborar con Garzón, después de que el Arzobispo de Oviedo Carlos Osoro difundiese un comunicado recordando que aún son muchos los españoles que esperan que se depuren también los oscuros sucesos de Paracuellos del Jarama en la Guerra Civil.

Covadonga es un lugar muy incómodo para los socialistas, pues remover la memoria es lo que tiene, aunque sea mítica y fabulosa, dado que el Real Sitio es en realidad, se mire como se mire, un lugar que poco o nada tiene que ver con el espíritu de Alianza de Civilizaciones que preconiza el presidente Zapatero, ya que resulta inevitable recordar que de la gesta del Caudillo Pelayo se derivó la creación de un reino, el Reino de Asturias, que se lanzó a la aventura política y militar de recuperar la península para los cristianos, bajo el alto patrocinio religioso de “Santiago Matamoros”.

La creación de la Autonomía asturiana, bajo los símbolos más vinculados a Covadonga y a lo que se ha dado en llamar el Covadonguismo, nos recuerda que toda la simbología del Principado tiene relación con la ilustre cueva, donde el ocho de septiembre se celebra el Día de Covadonga, un día que fue designado por las autoridades civiles asturianas, para crear una fiesta “patriótica”, el Día de Asturias, ocupando el espacio de una festividad de clara raigambre religiosa, a la manera en que los nacientes ritos cristianos, se asentaron en los mismos lugares en los que se tenían su asiento los viejos mitos prerromanos.

De aquellos polvos laicos, estos lodos religiosos, y si Pedro de Silva Cienfuegos-Jovellanos, soñó con desplazar el papel del Arzobispo al instituir el Día de Asturias en el Día de Covadonga, lo cierto es que no lo lograron, ni él ni sus sucesores.

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Catalunya perpleja, de Salvador Giner en El Periódico

Posted in Derechos, Sociedad by reggio on 9 septiembre, 2008

LAS CONCLUSIONES DEL ANUARIO DE LA ASSOCIACIÓ CATALANA DE SOCIOLOGIA

La Diada va a llegar este año precedida por una cierta excitación pública en torno de algunas opiniones expresadas por el presidente de la Associació Catalana de Sociologia, Oriol Homs, sobre el estado de ánimo de buena parte de la ciudadanía, perpleja ante el presente y el porvenir de Catalunya. He dicho excitación y no debate serio. Este último solo puede producirse si está precedido por una lectura sosegada de lo que contiene el Anuario 2008 (un texto ágil, nada pesado, que se lee bien). Compilado y dirigido con acierto por la profesora Teresa Montagut, reúne estudios elaborados por prestigiosos expertos sobre diversos aspectos de la sociedad catalana, basados en datos fehacientes.

La Associació Catalana de Sociologia, filial del Institut d’Estudis Catalans (IEC) desde 1979, tiene unos fines científicos que incluyen servir al país mediante el cultivo de una disciplina tan útil y necesaria como, con frecuencia, incó- moda. Tomar el pulso a la sociedad catalana y manifestar los resultados obtenidos de ello es una de sus tareas. El IEC, como tal, no se identifica necesariamente con las manifestaciones expresadas en ningún estudio específico generado por sus numerosas sociedades filiales, pero tampoco suele tener motivos para discrepar de aquello que los profesionales y científicos que reúnen concluyan en sus estudios. Al contrario: el Institut se enorgullece del servicio que hacen al país. Si, por ejemplo, la Societat Catalana de Biologia se pronuncia sobre el estado de la enfermedad del cáncer en Catalunya, la academia como tal considera que no solo no tiene nada que decir, sino que hará todo lo posible por dar a conocer los resultados. Eso es parte de su esfuerzo por fomentar el conocimiento cívico de la ciencia.

No sorprende demasiado que, a causa de los acontecimientos más recientes, uno detecte en bastantes sectores de la ciudadanía un grado notable de desorientación y frustración. ¿O es que alguien esperaba que no fuera así? La lista de hechos que apuntan a un resultado de este tipo no es pequeña. Los estudios recuerdan unos cuantos. Hubo una fuerte abstención en las elecciones municipales (Quim Brugué y Joan Subirats se preguntan si eso se debe solo a la coyuntura política o tal vez a cierta desafección democrática). En lo referente a la economía, Anna Laborda detecta dificultades para utilizar el talento (capital humano) disponible en nuestra sociedad, al tiempo que Maria Caprile constata notables carencias en la calidad del mercado de trabajo y del empleo en Catalunya. Las agresiones que sigue sufriendo el medio natural son señaladas cuidadosamente por Joaquim Sempere, mientras que un arquitecto, Jordi Bosch, analiza el estado de la vivienda, que deja tanto que desear. La desigualdad social -un tema transversal que recorre todos los estudios- se pone de manifiesto en los fenómenos de dualización escolar mostrados por Isaac González y Ricard Benito. Para que no piensen que todo es desaliento, encontrarán la postura de Francesc Vallverdú, sociolingüista y miembro del Institut, que se afana en señalar la vitalidad que muestra el catalán.

Con un Estatut aprobado por la ciudadanía catalana y por las Cortes del Reino que encuentra extraños obstáculos y dilaciones de aplicación, una sentencia del Tribunal Constitucional promovida por el PP que plana como la espada de Damocles sobre nuestras cabezas, unos servicios públicos deficitarios dependientes del Gobierno central -la grotesca llegada del AVE a la estación de Sants es el ejemplo más sensacional de ello, y el que más ha hecho sufrir a miles y miles de trabajadores- y una retahíla de chapuzas y errores, no se podía pedir un estado de euforia a nuestra gente. La perplejidad es una actitud más bien mansa.

Precisamente son los sociólogos quienes, desde los tiempos clásicos de su disciplina, han indicado que la situación que conduce a la desafección popular, y, finalmente, a dar la espalda a un Gobierno o Constitución en principio legítimos, es lo que llaman frustración de expectativas crecientes. Muchos estudios avalan constantemente este regla. Con la llegada de la democracia y la instauración de la autonomía estatutaria dentro de la Constitución española de 1978, los catalanes creyeron recuperado su empuje, iniciativa y vitalidad nacionales, más allá de las garantías de libertad que se les ofrecían.

Se instauró en el país una sensación de crecimiento continuo que generó, naturalmente, unos anhelos o expectativas crecientes de progreso constante. Volveríamos a tener nuestra pequeña y dulce nación, «rica i plena», mediante el trabajo y la iniciativa de un país moderno, con una inveterada capacidad de creación cultural en todos los campos. Creo que es un anhelo legítimo y realista para un pueblo como el nuestro.

La sensación de que todo esto nos ha sido hurtado desde fuera, y no a causa de nuestras limitaciones como sociedad y como pueblo –que, sin duda, las tenemos, y bien patentes–, solo puede conducir al estado de desorientación que han señalado un puñado de sociólogos catalanes, esforzándose por contribuir a un conocimiento más profundo de nosotros mismos y de las posibilidades reales que tenemos de conseguir aquello que legítimamente queremos. Ojalá la perplejidad de hoy no se tenga que transformar en la ira de mañana.

Salvador Giner. Presidente del Institut d’Estudis Catalans.

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Estados Unidos muestra su sumisión financiera a China, de S. McCoy en El Confidencial

Posted in Economía by reggio on 9 septiembre, 2008

De todo lo que he leído a lo largo de las últimas 48 horas acerca de la intervención, por parte del Tesoro norteamericano, de Freddie Mac y Fannie Mae, me quedo con una pieza que, probablemente, para muchos analistas habrá pasado completamente desapercibida. La firma Mohamed el-Erian en la edición de ayer de Financial Times, donde le atribuyen la importancia de una columna de opinión más. Grave error. El artículo es extraordinariamente interesante por varios motivos. Primero, la anécdota. El análisis del recién nombrado consejero delegado de PIMCO entra en contradicción con la postura de su gestor estrella, Bill Gross, firme partidario de una medida tan excepcional como aquella, visión de la que nos hacíamos eco en este Valor Añadido de forma azarosamente premonitoria el pasado viernes, hecho que debería encender las primeras señales de alerta en el lector avezado. Si ambos no defienden intereses contrapuestos, ¿qué hay detrás de este antagonismo?

Prudencia y alcance. La argumentación del antiguo responsable de las inversiones de Harvard se puede resumir en dos grandes principios. Uno, el impacto de lo extraordinario es menor sobre los mercados globales en tanto en cuanto se hace recurrente, extremo al que El-Erian se refiere en términos de menor laxitud temporal de sus efectos. No puedo estar más de acuerdo. Dos, la efectividad de la decisión dependerá de la capacidad de Estados Unidos para atraer nuevos capitales y coordinar internacionalmente políticas que permitan implantar el objetivo último que esta nacionalización encubierta quiere lograr: la estabilización de su mercado residencial y financiero. ¿Cómo?, ¿qué tendrá que ver una cosa con la otra? Evidentemente hay un por qué. Pues bien, esta cautela final es la que nos lleva de cabeza al corazón del Valor Añadido de hoy: la justificación se halla en el miedo a la reacción de China, principal tenedor de activos emitidos por Fannie y Freddie y pieza indispensable para mantener en marcha el engranaje financiero norteamericano.

De hecho, si no se hubiera producido el rescate a lo largo del fin de semana, ayer, casi con toda seguridad, la noticia objeto de comentario generalizado habría sido la siguiente: “El Banco Central de China necesita capital”. Publicada por el New York Times en su edición impresa del pasado viernes, y colgada en la web desde el día anterior, su existencia se expandió como la pólvora entre los foros más ilustrados. ¿Qué el mayor depositario de reservas foráneas del mundo necesita reequilibrar su balance? Si no fuera por las fechas de publicación, más de uno se lo hubiera tomado como una pesada broma. Y sin embargo no era así. La tesis central de los autores consistía en lo siguiente: pese a contar con un billón de activos denominados en dólares, el capital de la institución monetaria apenas alcanzaba los 3.200 millones. Una delicada posición que se había visto debilitada aún más por el fortalecimiento de la divisa local y la minoración de valor de los bienes financieros de su cartera, lo que se había traducido en pérdidas en términos reales, debido al repunte de la inflación, de hasta un 10% anual. Más allá de las soluciones internas que, al problema planteado, se le podían dar, el análisis incidía en el hastío de los chinos acerca de su papel como financiadores del déficit exterior estadounidense y el impacto que su ausencia de crédito adicional podía tener sobre el dólar, debilitándolo, o sobre los tipos de interés norteamericanos, aumentándolos, recetas tradicionales para corregir este tipo de desequilibrios.

Un hastío al que ponían nombre y apellidos los activos de Fannie Mae y Freddie Mac que, tanto el Banco Central chino como las instituciones privadas, conservaban en su cartera. Un volumen conjunto cercano a los 375.000 millones de dólares. Así, el pasado 29 de agosto, Bloomberg publicaba que la tercera institución privada del país, Bank of China Inc., había procedido en los dos últimos meses a liquidar cerca del 30% de su exposición a las llamadas GSEs. El círculo virtuoso que había permitido tanto al Tesoro estadounidense como a esta suerte de compañías con respaldo público financiarse, amenazaba con llegar a su fin debido a la desconfianza de los inversores y al continuado deterioro del mercado hipotecario. Y antes de que su ruptura se produjera de modo abrupto, y a causa del elevado volumen de vencimientos al que ambas entidades se enfrentaban a final de mes, Hank Paulson decidió tirar por la calle de en medio, una vez más, en fin de semana. Una intervención inevitable ya que, tal y como señalaba William Pesek en Bloomberg apenas un par de días antes, “no es que fueran demasiado grandes como para dejarlas caer. Es que eran demasiado geopolíticas como para permitir su colapso”.

Ahora en China estudian con estupor cuáles serán para sus cuentas públicas, más allá de los mensajes tranquilizadores iniciales, las consecuencias de haber creído en la inmunidad de aquellos valores financieros para los que, se suponía, había una garantía -cierto, más aparente que real- de las autoridades estadounidenses. Y más cuando la operación supone que el volumen de deuda del Tesoro se multiplique por dos de un plumazo lo que antes o después repercutirá en el nivel de financiación a obtener y, por ende, en la rentabilidad ofertada, que podría provocar un ajuste a la baja en el valor de sus posiciones actuales. Una preocupación que es espejo de la de la propia Estados Unidos. No hay que olvidar, tal y como recuerda el propio Pesek en una definición enormemente descriptiva, que el modelo productivo americano vive peligrosamente hipotecado, y que los titulares de dicho crédito contra el país no son sino China, Japón y otras naciones asiáticas que, cierto es, parecen disponer de pocas alternativas para sostener sus divisas y mantener la competitividad de sus exportaciones. Un difícil equilibrio de intereses en el que, aunque todos tienen algo que perder, los americanos parece que se pueden llevar, al final, la peor parte. Quizá sea precisamente ésa la causa que justifica que Wall Street fuera el mercado que, con menos euforia, recogiera lo que, sin duda, es un nuevo punto de inflexión en la crisis actual. Y es que cuando China estornuda… ¿Mundo al revés o Nuevo Mundo?

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Frenar a Rusia y controlar su petróleo, de Frida Modak en Gara

Posted in Economía, Internacional, Política by reggio on 9 septiembre, 2008

El artículo de Frida Modak toma como punto de partida el conflicto en Georgia para analizar en profundidad la actualidad en política internacional. La que fuera secretaria de Prensa de Salvador Allende explica con claridad la relación de poderes que define el delicado equilibrio mundial y avanza que éste, como en Georgia, puede volver a romperse.

El conflicto producido en Georgia no es nuevo ni surgió por casualidad. Se trata de un asunto que se viene arrastrando desde hace años, en el que hay que considerar tres aspectos importantes. Por un lado la recuperación de Rusia, lo que sitúa a ese país nuevamente entre los grandes, a lo que se agrega la dependencia de los europeos del petróleo ruso y la pugna por la hegemonía mundial que Estados Unidos está perdiendo. Georgia no figuraría en esta historia si no fuera por su ubicación geográfica, que su presidente y Bush están utilizando para sus propios fines.

Sin embargo, la imagen que se ha proyectado del asunto es totalmente diferente y la responsabilidad recae en los medios de comunicación que, mayoritariamente y a nivel mundial, están en manos de los grandes grupos de poder económico, los que también participan en la pugna por la hegemonía, porque de la forma en que se resuelva depende el futuro de sus negocios. No es un tema menor y, sin embargo, no se está tratando como debiera.

En este marco, Georgia atacó a la separatista Osetia del Sur, que quedó en su territorio porque formaba parte de la República Socialista de Georgia, que a su vez pertenecía a la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS. Los osetios del sur, rusos en su mayoría, han manifestado siempre su deseo de unirse a Osetia del Norte, lo que les es negado. En igual situación se encuentra la también separatista Abjasia, ubicada al lado opuesto de Osetia del Sur.

Estas dos regiones tienen importancia geopolítica y económica no por sí mismas sino por el lugar que ocupan. Ambas limitan con Rusia, Abjasia sale al Mar Negro, que es un punto estratégico para Rusia, que enfrenta dos situaciones clave para su futuro, por un lado la expansión de la OTAN y por el otro la instalación en las ex repúblicas soviéticas que se encuentran en su entorno de los misiles antibalísticos de Estados Unidos, todo lo cual se relaciona con la riqueza petrolera rusa.

La OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), que originalmente abarcaba a Europa Occidental y Estados Unidos, se ha ido ampliando hacia el oriente, para incluir gradualmente a los países que antes formaron parte de la Unión Soviética, lo que de hecho ha ido cercando a Rusia. Esta situación ha sido discutida por la OTAN y Rusia en diferentes reuniones y se había traducido hasta ahora en una actitud cautelosa de los europeos, que dependen en gran medida del abastecimiento energético que le proporciona Rusia. Justamente por eso, el ingreso de Georgia y Ucrania en la OTAN había quedado en suspenso.

Alemania y Francia, en particular, habían sido los más cautos y en la práctica le propinaron una gran derrota a George Bush en la reunión de la OTAN efectuada en abril de este año en Bucarest, la capital rumana, donde no se aprobó el ingreso de las dos ex repúblicas soviéticas mencionadas. En compensación, el presidente francés ofreció considerar el reingreso total de su país a la OTAN una vez que concluya su período como presidente de la Unión Europea. De esa manera, el asunto de Georgia y Ucrania no fue rechazado sino que quedó en espera.

Los acontecimientos de Osetia del Sur no han alterado el acuerdo de Bucarest, que es lo que obviamente se buscaba por la parte georgiana y estadounidense. No parece casual que Georgia enviara tropas a Osetia y desencadenara el conflicto, como algunos ya lo están reconociendo, y que eso sirviera, además, para opacar los Juegos Olímpicos de China, o que los hechos coincidieran en el tiempo con un nuevo aniversario de la intervención soviética en la ex Checoslovaquia, que se cumplió el miércoles pasado. El manejo mediático del asunto georgiano ha buscado sugerir una similitud.

Al amparo de este conflicto, que para muchos fue promovido por Estados Unidos, país que ha armado y entrenado a las fuerzas armadas de Georgia, la administración Bush ha pretendido adoptar una postura de defensor de los principios que paralelamente está violando en otras áreas. El mandatario estadounidense declaró que «Rusia debe cumplir con el acuerdo y retirar sus fuerzas y, por supuesto, poner fin a las operaciones militares. Este acto es completamente inaceptable para todos los países libres del mundo».

¿Se le olvidó a Bush que él ordenó la invasión de Afganistán e Irak? Su secretaria de Estado, Condoleeza Rice, era partidaria de imponer «castigos» a Rusia, pero sus ímpetus no encontraron acogida, especialmente en el canciller alemán, que fue de la opinión de solucionar la crisis con consulta y negociación con Rusia. Pero Rice, que promovió la teoría de la guerra preventiva para invadir Irak con base en acusaciones falsas, estaba realmente exaltada, formuló amenazas en nombre de la OTAN y atacó en forma desusada a Rusia, asegurando que su reputación estaba «hecha trizas».

Y es que para la administración Bush el tiempo se está acabando y los objetivos del grupo gobernante no se han alcanzado. Lejos de consolidarse como la potencia hegemónica todopoderosa en un mundo unipolar, Estados Unidos enfrenta múltiples desafíos. Todos los análisis apuntan a que en el futuro surgirán cuando menos tres centros de poder mundial: la Unión Europea, la región conformada por Rusia, China, India y el sudeste asiático en general y que Estados Unidos tendrá que buscar su ámbito para seguir siendo potencia. Esto último fue planteado en un libro por un grupo de generales europeos pertenecientes a la OTAN. La búsqueda de ese entorno es la gran amenaza que pende sobre América Latina, porque los otros dos centros de poder también miran hacia nosotros.

Esa es otra de las razones para que se haya hecho explotar el conflicto en Georgia. Rusia está en condiciones de llegar a acuerdos políticos y económicos con países que Estados Unidos considera su área de influencia, concepto que ya está abolido de hecho en el mundo global, pero los estadounidenses sólo ven las ventajas que les aportan los tratados de libre comercio y los negocios que pueden hacer sus clanes económicos, entre ellos el de los Bush.

Los europeos tienen más claro que las áreas de influencia defendidas por Washington ya no existen, pero ni a ellos ni a Estados Unidos les conviene admitirlo, porque es franquearle el paso a Rusia, que se lo ha abierto por sus propios medios, al igual que China. Lo sucedido en Georgia se inscribe en este panorama y quedan aún otros asuntos que provocarán nuevos problemas, como la confrontación ruso-estadounidense por el Ártico, región de gran riqueza, donde ambos reclaman derechos.

Al próximo presidente de los Estados Unidos le esperan muchos problemas y, mientras termina su mandato, George Bush debería hacerle caso a Paul Craig Roberts, economista republicano que fue Secretario del Tesoro Asistente en el gobierno de Reagan, quien escribió un excelente artículo titulado «Presidente Bush, cállese, por favor», publicado en Counterpunch, donde formula quemantes acusaciones al mandatario, a sus colaboradores y a toda su gestión de gobierno, afirmando que Estados Unidos no es una potencia y recuerda que «El 12 de agosto, 2008, Pravda (diario ruso) también ridiculizó a Bush con: `¿Bush, por qué no se calla?’».

Frida Modak. Periodista.

© Alai-amlatina

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Escándalo judicial, de Daniel Martín en Estrella Digital

Posted in Derechos, Justicia, Política by reggio on 9 septiembre, 2008

El PP y el PSOE han elegido, con la minoritaria aportación de PNV y CiU, a los futuros miembros del Consejo General del Poder Judicial. En reuniones privadas, como mafiosos evitando los micrófonos y las miradas del FBI. Han hecho en secreto lo que es conocido por todos. Se han repartido el botín judicial y lo han anunciado a bombo y platillo porque han alcanzado un acuerdo con dos años de retraso. ¿Ya ni siquiera intentan camuflar que el Estado tiene tres poderes independientes entre sí? Todo es uno, y ese uno está controlado no por un poder sino por los propios partidos políticos.

Lo escandaloso del caso no es que haya un retraso sustancial ni que la decisión se haya tomado sin luz y taquígrafos. En este país estamos acostumbrados a que todo funcione tarde y chapuceramente. Ni siquiera es escandaloso que los partidos políticos apenas disimulen el control que tienen de los tres poderes del Estado. Nuestra Constitución así nos hace funcionar, y el pluralismo político del artículo 1 hace tanto daño como el Título VIII. Son más importantes los partidos que los ciudadanos.

Lo auténticamente escandaloso es que durante dos años hemos asistido a este patético espectáculo y nadie ha movido un dedo. Los partidos políticos son los que mandan, y antes deciden las oficinas de Ferraz y Génova que nuestros falsos representantes del Congreso o del Senado. El presidente del Gobierno vive en el palacio de la Moncloa pero su fuerza reside en la sede de su partido. Y el tema judicial es el más triste de todos, porque este poder es el que debería controlar los desmanes de gobernantes y parlamentarios.

Así, aunque titule este artículo “Escándalo judicial”, lo realmente escandaloso es la molicie social española. En ningún país del mundo civilizado existe tamaña y tan aceptada promiscuidad entre los poderes políticos. Que nadie se engañe: esto no es una democracia porque, antes que los ciudadanos, mandan y gobiernan los partidos políticos. Lo que me entristece es que andemos todos tan satisfechos y demos esta noticia sin la crítica feroz que se merece, como si fuera bueno, justo o necesario.

Para que una democracia lo sea, es indispensable que exista un sistema educativo que construya ciudadanos y que los tres poderes del Estado, judicial, ejecutivo y legislativo, estén claramente diferenciados, sin injerencias de ninguno en los otros dos. Lo de la Educación es un caso perdido y, por consiguiente, lo otro es mera utopía. A efectos prácticos, Montesquieu tiene, hoy día, menos valor que Batman o Superman.

Por otra parte, tampoco podemos elegir a nuestros representantes en el Congreso. Ya digo que, sin disimular, se han reunido los del PP y PSOE para repartirse el gobierno de los jueces sin que ningún diputado haya dicho ni mu. Ahí están, cobrando sus sueldos, sin recordar quizás a qué circunscripción representan. Lo importante son las siglas de su partido y no decir nada, no vaya a ser que pierdan su empleo.

Poco más hay que decir. El PSOE hizo que la Justicia perdiera su independencia con la ley de 1985. Desde entonces, sólo Aznar prometió, que no cumplió, una renovación del poder judicial para hacerlo independiente. Y el poder judicial, el único realmente activo —el Ejecutivo no se diferencia del partido de turno y el legislativo existe como engaño institucional—, no deja de dar escándalos porque sus sentencias están manchadas con la sospecha desde que salen a la luz. Supremo y Constitucional también son elegidos por los partidos, y así nunca se sabe hasta qué punto cualquier sentencia es imparcial.

Lo más alucinante de todo es que aquí seguimos como si no pasara nada. Luego se extrañan los políticos cuando las encuestas dicen que el pueblo español pasa de política. Ya que no tiene la solidez ni la fuerza necesarias para tomar medidas contra los que nos mangonean, lo lógico es que se desentienda de este engaño continuado. Lincoln decía que es imposible engañar a todo el mundo todo el tiempo. La cuestión es qué narices pasa cuando a todo el mundo le da igual que le engañen o no. Como escribe Salvador Monsalud, es trágico que el escándalo se convierta en lo cotidiano.

dmago2003@yahoo.es

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El desplome. Sin producción, sin ideas nuevas, ¿en qué se basa nuestra economía?, de Joseph E. Stiglitz en SinPermiso

Posted in Economía by reggio on 9 septiembre, 2008

Hace más de 75 años, la confianza en la economía de mercado recibió un duro golpe cuando el mundo se hundió en la Gran Depresión. Adam Smith había dicho que el mercado conduce la a la eficiencia económica y el bienestar de la sociedad, como si hubiera una suerte de mano invisible. Era difícil creer que Smith tuviera razón cuando uno de cada cuatro americanos carecía de empleo. Algunos economistas mantuvieron su fe en la autorregulación de los mercados; decían que bastaba con tener paciencia, que a largo plazo operarían las fuerzas restauradoras del mercado y nos recuperaríamos. Pero la réplica de Keynes gobierna el día a día: a largo plazo estaremos todos muertos. No podemos esperar. Actualmente incluso los conservadores creen que el Estado debe intervenir para mantener la economía en el pleno empleo o cerca de él.

Aquellos que creen en los mercados libres acaban de recibir otro duro golpe: aún no nos hemos hundido en una recesión “oficial”, pero ha pasado más de medio año desde que se creaban algunos nuevos empleos y, significativamente, nuestra fuerza de trabajo sigue creciendo. Si la Gran Depresión minó la confianza en la macroeconomía (la capacidad de mantener el pleno empleo, la estabilidad de precios y el crecimiento sostenido), la que está siendo ahora destruida es la confianza en la microeconomía (la capacidad de mercados y empresas de asignar eficientemente trabajo y capital). Los recursos estaban mal asignados y los riesgos, tan gravemente mal administrados que el sector privado tuvo que ir corriendo al Estado en busca de ayuda, no fuera cosa que desapareciera el sistema entero. Aun con intervención federal, he calculado en más de un billón y medio el desajuste acumulativo entre lo que nuestra economía podría haber producido ―hemos invertido más en negocios reales que, por decir algo, en hipotecas para la gente a que no les alcanza el dinero para una casa― y lo que produciremos durante el período de disminución.

La culpa ha recaído justamente en los mercados financieros, porque es su responsabilidad asignar capital y administrar el riesgo, y su fracaso ha reavivado varias de las viejas preocupaciones de la izquierda política (y económica). Algunos veían desde hace tiempo con preocupación que el conjunto de la economía estadounidense, cuya la vinculación a la producción decrece y cuya dependencia del sector servicios (servicios financieros incluidos) crece, fuera una casa de tarjetas. Al cabo, ¿no son los productos sólidos ―los alimentos que comemos, las casas en que vivimos, los coches y aviones que usamos para desplazarnos, el gas y el petróleo que nos proporcionan calor y energía― el “corazón” de la economía? Y, si ello es así, ¿no representan la parte mayor de nuestro producto nacional?

La respuesta es simplemente no. Vivimos en una economía del conocimiento, de la información y de la innovación. Porque de nuestras ideas podemos comer todo lo que podamos ―y más de lo que deberíamos― con sólo un 2% de la mano de obra empleada en la agricultura. Aun con sólo un 9% de nuestra mano de obra en la industria, seguimos como el mayor productor de bienes industriales. Es mejor trabajar inteligentemente que duro, y nuestras inversiones en educación y tecnología nos han permitido disfrutar de mayor calidad de vida ―y más larga― que nunca antes. El dominio de Norteamérica en tan variados campos de la alta tecnología es el testimonio del rendimiento real de esos gastos en soft. En efecto, pienso que haríamos bien si tuviéramos más recursos en esos sectores.

Pero el ver que nuestro éxito reciente se basa en una casa de tarjetas tiene más que una pizca de verdad. En los últimos años, los mercados financieros han creado un casino de ricos gigante, en que jugadores potentados pueden hacer apuestas de billones de dólares contra otros. Estoy entre quienes creen que debe permitirse a los adultos gran libertad en lo que hagan, mientras no perjudiquen a otros. Pero ahí está la fricción. Esos dilapidadores no se juegan solamente su propio dinero. También se juegan el de otra gente. Ponen en riesgo todo el sistema financiero, esto es, todo el sistema económico. Y ahora todos pagamos el precio.

Los mercados financieros han sido considerados como el cerebro de la economía. Se supone que asignan capital y administran el riesgo. Cuando hacen bien su trabajo, las economías prosperan. Cuando lo hacen mal, como estamos aprendiendo de nuevo, todo el mundo sufre. Los mercados financieros son ampliamente recompensados por su trabajo ―en años recientes han recibido más del 30% de los beneficios empresariales― y mantra habitual en economía fue que esas recompensas fueran proporcionales a su beneficio social. Esto es, los brujos financieros pueden irse con una gran cantidad de dinero, pero el resto de la sociedad está en mejor posición económica porque nuestro capital genera mucha más productividad que en sociedades con mercados financieros menos desarrollados ―y menos recompensados―. Parte de las recompensas que acumulan para los mercados financieros son para promover la innovación a través de empresas de capital de riesgo y similares.

Pero no todas las innovaciones aumentan el bienestar, ni siquiera cuando aumentan los beneficios. Por ejemplo, los beneficios del tabaco pueden haber aumentado cuando la industria tabaquera ha desarrollados productos más adictivos, pero difícilmente puede decirse que haya mejorado la posición de quienes murieron como resultado de ello ni la de sus familias ni la de los contribuyentes que tuvieron que cargar con la cuenta de los costos sanitarios aumentados. Compañías alimenticias que actualmente, aprendiendo de la experiencia del mismo libro de jugadas, desarrollan productos que conducen al comer compulsivo ―con la resultante epidemia de obesidad― pueden tener beneficios crecientes, pero no los obtiene el bienestar social. Microsoft fue ingenioso en sus estrategias para apalancar el poder monopólico que tenía mediante el control sistema operativo de los PC; aumentó sus beneficios, pero mediante la aniquilación de rivales como Netscape, eso tuvo un efecto escalofriante en innovación.

La tarea de desenmarañar todo lo que iba mal en nuestro sistema financiero es una dificultad, pero, en esencia, la última innovación del sistema financiero fue inventar estructuras de honorarios a menudo lejos de la transparencia y que le permite generar beneficios enormes, recompensas privadas no proporcionales a sus beneficios sociales. Las imperfecciones informativas (resultado de la no transparencia) condujeron a imperfecciones competitivas, lo que contribuye a explicar por qué el tope de beneficio habitual que la competencia conduce a cero parecía no obtenerse. Uno debería haber sospechado que algo iba mal cuando un banco tras otro obtenía tanto dinero año tras año. Uno debería haber sospechado que algo iba mal en el sistema económico cuando millones de americanos debían miles de millones a compañías de tarjetas de crédito y bancos en “cargos por atraso”, “penalizaciones” y multiplicidad de cargos, transformando una tasa de interés anual del 20% en una usurera tasa de interés efectivo del 100% o más para quienes se rezagaban en los pagos.

Acaso los peores problemas ―como los del mercado hipotecario subprime― sucedieran cuando las no transparentes estructuras de honorarios interactuaron con los incentivos para la adopción de riesgo excesivo en que los directores financieros lograron mantener altos rendimientos un año, incluso si esos rendimientos eran más que compensaciones por pérdidas durante el siguiente. Detrás de la crisis subprime había hipotecas diseñadas para promover la refinanciación de viviendas, un esquema piramidal que generaban miles de millones de dólares en honorarios para la compañía hipotecaria mientras los precios de la vivienda siguieran aumentando. Era inevitable que la burbuja reventara. Pero, para entonces, los beneficios que se han embolsado asegurarían de por vida a esos brujos financieros o, al menos, ésa era su esperanza.

Por decirlo de otra manera, habían asignado capital y riesgo en el sector financiero de una forma que alimentó la economía, que les habría dado generosos beneficios. Pero querían más y, así, establecieron estructuras de incentivos que promovían el juego. Si jugaban y ganaban, se podían ir con una parte de los beneficios. Si jugaban y perdían, los inversores soportarían las consecuencias. Era casi como si todo el sistema financiero se hubiera convertido en un casino gigante en que el sistema estaba amañado para garantizar la marcha del juego con enormes rendimientos a expensas de los jugadores. Pero en Las Vegas y Atlantic City el juego era casi de suma cero: los beneficios de los propietarios del casino eran aproximadamente iguales a las pérdidas de los jugadores. El sistema financiero-casino, por otra parte, es un juego de suma negativa. Ésos en Wall Street han podido marcharse con miles de millones, pero esos miles de millones han quedado diminutos por los costes que hemos tenido que pagar el resto de mortales. Algunos han perdido sus hogares y ahorros ―huelga decir nada de los sueños sobre su propio futuro y el de sus hijos―. Otros son inocentes que se resistieron a las falsas promesas de los corredores hipotecarios y de las compañías de tarjetas de crédito, pero ahora, cuando la economía flaquea, se encuentran fuera de sus empleos. Y los pobres son perjudicados en medida en que los ingresos estatales caen en picado, forzando recortes en los servicios públicos.

Los males actuales en el sistema financiero de América no son un accidente aislado, uno de esos acontecimientos raros y que sólo suceden una vez cada cien años. En efecto, ha habido más de un centenar de crisis a escala mundial en los últimos 30 años. Sólo en los Estados Unidos habíamos tenido la crisis de las sociedades de ahorro y préstamo en 1989, los problemas punto com/WorldCom/Enron de los primeros años de esta década y ahora la quiebra subprime que se ha metamorfoseado en un desplome de mayor envergadura. Además de esos problemas nacionales, había problemas regionales: crisis inmobiliarias alimentadas por préstamos excesivos en Tejas y el suroeste a mediados de los ochenta y en California y Nueva Inglaterra a principios de los noventa. En cada uno de estos ejemplos, los mercados financieros fallaron en lo que supuestamente hacen: asignar capital y administrar riesgo. A finales de los noventa, por ejemplo, se asignó tanto capital a la fibra óptica que, en el momento del crack, se calcula que el 97% de ella no había visto la luz.

Brevemente, el problema de la economía estadounidense no es que tenga asignados demasiados recursos a las áreas “soft” y demasiado pocos a las “hard”. No hace falta que asignemos demasiados recursos al sector financiero y le recompensemos demasiado generosamente, a pesar de que puedan exponerse robustos argumentos a tal efecto. El problema es que se dedica demasiado poco esfuerzo a administrar los riesgos reales importantes ―posibilitar a los americanos corrientes permanecer en sus hogares frente a las vicisitudes económicas―, mientras que se fue demasiado en la creación de productos financieros que aumentan el riesgo. Se ha gastado demasiada energía intentando hacer dinero fácil; se ha dedicado demasiado esfuerzo a aumentar beneficios mientras que no se ha dedicado el suficiente para aumentar la verdadera salud, si la salud viene de la producción o de ideas nuevas. Hemos aprendido una lección dolorosa, tanto en la década de los treinta como ahora: la mano invisible a menudo parece invisible porque no existe. En el mejor de los casos, es más que una pequeña parálisis. En el peor, la persecución del propio interés ―la codicia empresarial― puede conducir  al tipo de apuro a que hoy se enfrenta el país.

Joseph E. Stiglitz es profesor en la Universidad de Columbia, ganador del Premio Nobel de Economía en 2001 y coautor de The Three Trillion dollar War.

Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Escribano

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