Reggio’s Weblog

La crisis no es como el juego de la oca, de Antón Costas en El País de Cataluña

Posted in Economía, Política by reggio on 16 septiembre, 2008

Todos ustedes han tenido la ocasión de comprobarlo reiteradamente. Cualquier nuevo dato que se publica sobre la evolución de la economía española viene acompañado por un comentario que, por reiterado, se está convirtiendo en estribillo de la crisis: «El peor dato desde 1993». Es como flagelarse. Da lo mismo que se trate de la evolución del empleo, del PIB, de las hipotecas, de la venta de viviendas, del crédito, del consumo minorista o de la venta de coches, el comentario periodístico es siempre que hay que remontarse a 15 años atrás para encontrar un dato tan malo.

Tengo la impresión de que esa referencia a lo que ocurrió hace 15 años no es una simple comparación técnica de indicadores que nos señalan que el frenazo de la economía es similar al que se produjo en 1993. Creo que esa comparación está acompañada de un temor no manifestado a que la crisis no se trate sólo de un simple frenazo momentáneo, sino que puede significar perder todo lo avanzado en estos últimos 15 años; un miedo a que la crisis de la economía pueda ser como el juego de la oca, en el que si caes en la casilla 58, la de la calavera, tienes que volver al punto de partida.

Posiblemente este miedo tiene que ver con la visión de algunos medios de información económica extranjeros, especialmente del Reino Unido, que ven la economía española como uno de los pigs (cerdos) -acrónimo utilizado en los años noventa, en los inicios de la Unión Monetaria, para referirse a Portugal, Italia, Grecia y España- que fue capaz de volar en la época de dinero barato y del boom inmobiliario, pero que a partir de ahora volverá a retozar en la pocilga.

Dejemos a los ingleses con sus metáforas. Pero ¿es posible que 2008 signifique un retorno al pasado? ¿Podemos comparar la economía y la sociedad española de 2008 con la de 1993? Creo que nada de lo que ocurra a partir de 2008 será comparable a lo que ha ocurrido antes. Nuestra economía y, especialmente, nuestra cultura económica son totalmente diferentes. Pero antes de entrar en esta cuestión, veamos qué paso en 1993.

Después de crecer seis años de forma intensa y experimentar un boom inmobiliario desde 1986, en 1993 la economía española dio un brusco frenazo y entró en recesión. Para los economistas recesión no significa la muerte, el estancamiento absoluto, sino que durante dos trimestres el crecimiento económico es menor de lo que fue en los trimestres equivalentes del año anterior.

Si medimos la recesión de 1992-1993 a través del comportamiento del PIB, vemos que la recesión duró un año, desde el último trimestre del año 1992 al tercer trimestre de 1993. Aunque si la medimos a través del comportamiento del empleo, que es la forma más directa como la recesión afecta a los hogares, vemos entonces que la recesión duró 11 trimestres consecutivos -es decir, casi tres años-, durante los cuales el empleo estuvo cayendo trimestre tras trimestre.

Pero de esa recesión se salió con tal empuje que la economía española ha vivido 15 años consecutivos de crecimiento ininterrumpido. Y lo más importante no ha sido el crecimiento en sí mismo, sino la modernización y el cambio que han tenido lugar en los comportamientos sociales y sindicales. La España de 2008 no se parece en nada a la de 1993, especialmente en lo que hace referencia a la cultura económica y a la confianza en la capacidad para competir internacionalmente.

La España de 1993 era aún un país cohibido, con un complejo de inferioridad que venía del franquismo y que afectó a toda una generación de españoles, que se sentían -nos sentíamos- como ciudadanos de segunda, incapaces de competir con los países avanzados europeos. Además la cultura económica de aquella época era poco sensible a la importancia de los equilibrios macroeconómicos: la inflación, los salarios o el déficit público.

La España de 2008 es un país que ha perdido ese complejo de inferioridad y ha ganado una nueva confianza en sí misma, especialmente en su capacidad para competir internacionalmente. Aunque pueda parecer anecdótico, es significativo que hayamos ganado la copa europea de fútbol o que algunos de nuestros mejores triunfos deportivos hayan sido en deportes de equipo muy competitivos, como el baloncesto. Esos resultados son tan expresivos de nuestra capacidad de competir como el hecho de que ahora tenemos un conjunto de empresas españolas eficientes y muy competitivas en los mercados globales, cosa que no ocurría en 1993.

No quiero pintar una situación idílica. La crisis será dura y posiblemente más larga que la de 1993. Además esos avances en la capacidad de competir no se pueden predicar aún del conjunto de las empresas. Tenemos aún una economía basada en una especialización en productos de escasa innovación, baja productividad y magros salarios. Y eso es un lastre. Pero ahora tenemos dos ventajas: sabemos cuáles son nuestras debilidades, pero también cuáles son nuestras nuevas fortalezas: confianza en nuestra capacidad para competir con los mejores si hacemos las cosas bien.

Una crisis no es una vuelta al inicio, como en el juego de la oca. Es cierto que no es deseable en sí misma, porque quienes sufren más son los más débiles. Pero si se sabe protegerlos, entonces estoy de acuerdo con lo que quiso decir Pedro Solbes con su comentario de que una recesión sirve para limpiar la economía, es decir, soltar el lastre de aquello que sólo se puede sostener cuando el dinero es abundante y barato.

Ya sabemos que hemos contraído una infección económica. No es necesario que nos estemos flagelando diariamente con las malas constantes vitales del enfermo. Pongámonos a la tarea, especialmente las autoridades que tienen la función de liderar política y socialmente la salida de la crisis y el cambio de modelo productivo.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB.

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Hemos pasado el Rubicón, de Guillermo de la Dehesa en El País

Posted in Economía, Política by reggio on 16 septiembre, 2008

Estamos asistiendo a la cuarta fase de una crisis crediticia que va madurando cada vez más. La primera fue negar la evidencia. Era sólo un problema de liquidez, que podría resolverse a corto plazo con inyecciones de los bancos centrales. La segunda ha sido la etapa de reconocer los problemas de valoración de los activos, pero que podrían ser cubiertos por las provisiones acumuladas. La tercera ha sido el reconocimiento de mayores pérdidas y de hacer ampliaciones de capital.

Al principio, aportaron los fondos soberanos; más tarde los mismos mercados a través de emisiones de capital más caras. Sin embargo, aquellas entidades que estaban bajo mayor nivel de sospecha les ha sido muy difícil o imposible y se han visto obligadas a ser rescatadas por otra entidad pública (caso Bear Stearns) ser compradas por otra, caso Merill Lynch o ir a la quiebra, caso Lehman, por no tener comprador, incluso con alguna ayuda.

La quiebra de Lehman significa la entrada en una nueva fase, la de la solvencia. El rescate de Fannie Mae y Freddie Mac era inevitable ya que existía una garantía implícita del Gobierno Federal y su bancarrota hubiese desatado una crisis sistémica mundial. ¿Habrá otra nueva etapa en la crisis? El origen de la crisis sigue siendo el mismo: los más de 900.000 millones de créditos subprime concedidos a personas no solventes que se han empaquetado y vendido a inversores institucionales, desde bancos hasta fondos de pensiones.

Estos instrumentos garantizados por activos crediticios han ido cayendo en su cotización. Los Triple A han caído desde 100 a principios de 2007 a menos de 50. Los Doble A a menos de 20. Los A a menos de 10 y los Triple D a menos de 5. Los bancos hasta hace unos días han reconocido ya 550.000 millones de dólares en minusvalías y han tenido que incrementar su capital en otros 350.000 millones de dólares. Es muy difícil saber cuál será la cifra final, ya que por un lado todas las entidades financieras, con las nuevas normas de contabilidad, tienen que poner trimestralmente a precios de mercado todos sus activos. Si los precios siguen cayendo tendrán que reconocer más minusvalías, provisionarlas y ampliar capital.

Sin embargo, esta espiral de caídas tiene un límite. A partir de un cierto nivel empezará a haber compradores. Mientras tanto, los reguladores y supervisores siguen pidiéndoles que mantengan el nivel mínimo de capital regulatorio exigido. Si lo logran, será a un precio más caro, con lo que sus créditos tendrán también que serlo. Si no lo logran, tendrán que seguir dependiendo temporalmente de las inyecciones de liquidez de los bancos centrales. Finalmente, espero que no se llegue a una fase de restricción del crédito o credit crunch porque tendría efectos muy negativos sobre la economía real. Hay que evitarlo a toda costa.

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La hora de la verdad, de Aldo Olcese en El Mundo

Posted in Economía, Política by reggio on 16 septiembre, 2008

TRIBUNA LIBRE

El mundo se enfrenta a una situación de crisis financiera de gran calado y de dimensiones aún inciertas. Ha llegado la hora de la verdad para todos cuantos tenemos algo que decir, algo que hacer, o alguna responsabilidad que asumir o ejercer. Me refiero a políticos, financieros, empresarios, economistas, periodistas y todos cuantos agentes económicos participan en el mundo de la economía y rigen sus designios, ya sea por acción u omisión.

Esta crisis tiene su origen en un mal gobierno y en unas deficientes prácticas empresariales desarrolladas en los grandes bancos de inversión, sobre todo norteamericanos. Se han producido abusos y especulaciones impropias de banqueros profesionales y prudentes, que una vez más han sido pasto de la codicia y la ambición. Dos pésimas consejeras para el oficio de banquero.

Los muy discutidos esquemas de funcionamiento de los consejos de administración y de la alta dirección, vinculados al buen gobierno corporativo y a la transparencia informativa, han brillado por su ausencia y han sido la causa fundamental de esta situación a la que hemos llegado.

A ello ha de sumarse una tardía y tímida actuación de los organismos supervisores de los mercados financieros, aunque -todo hay que decirlo- en el caso norteamericano se han tomado más y mejores medidas que en Europa. Una crisis de esta envergadura requiere de procedimientos y medidas de gran calado, de mucha ambición y de gran compromiso. Los primeros que han de ser conscientes son los propios agentes financieros, con cuya rápida y comprometida actuación debe evitarse el efecto contagio que supone la caída de grandes bancos como Bearn Stearns o Lehman Brothers. Estos agentes privados no pueden ni deben confiar en que las autoridades y los gobiernos pongan el dinero para salvar a los bancos en crisis, sin que ellos hagan el primer y más comprometido esfuerzo, y además lo hagan en el momento oportuno, es decir, al principio de la crisis. El efecto dominó que se genera en cascada cuando suspenden pagos bancos de esta talla es demoledor para el conjunto del mercado y produce además una espiral diabólica de caída de las cotizaciones bursátiles, con el consiguiente agravamiento de la situación.

En la cuna del liberalismo económico y del libre mercado, no se puede ni se debe confiar sólo en la actuación de los gobiernos.

Otra complicación añadida ha sido el viejo dilema entre monetaristas y productividad, que desgraciadamente se suele resolver a favor de los primeros, quienes defienden que la recuperación económica sólo se consigue mediante la estabilidad y ortodoxia financiera, la cual tiene su credo en la lucha a ultranza contra la inflación. Lamentablemente, se olvida que otra manera sana de relanzar las economías -por cierto, mucho menos sangrante para los mercados financieros- es el fomento de las medidas que mejoran la productividad empresarial garantizando el crecimiento económico sin generar tensiones inflacionarias.

Antes Greenspan, en el crack de la nueva economía, y ahora Trichet en esta crisis, nos sitúan en un escenario de recesión económica para contener los efectos inflacionarios. ¿Pero qué decir de la situación en EEUU, donde las autoridades financieras sí han efectuado bajadas significativas -aunque en mi opinión insuficientes- de los tipos de interés? Ello no ha bastado para contener la crisis financiera porque, en su origen, hay males endémicos que sólo pueden erradicarse mediante una auténtica depuración del mercado que castigue a los más agresivos sacándolos de la actividad. La duda está en el alcance del efecto de arrastre de estas caídas si no son atajadas por una acción conjunta entre las entidades financieras más sanas del mercado y las autoridades. Aquellos deben adquirir y recoger los restos del naufragio, y estos han de proveer de la liquidez necesaria para que estas operaciones puedan producirse.

Lo que interesa ahora es saber lo que puede pasar. Este futuro aparece incierto por el momento, pero mi opinión es que saldremos adelante si se producen los siguientes acontecimientos. Primeramente, una concentración por fusión de grandes entidades financieras mundiales, respaldadas por la liquidez arbitrada por los organismos reguladores y supervisores, cuyo resultante sean entidades más sólidas y más competitivas. No hay que olvidar el efecto positivo que la desaparición de competidores tiene para la cuenta de resultados de los supervivientes, una vez pasadas las dificultades de los primeros momentos.

En segundo término, una bajada inmediata, y mucho más acentuada, sobre todo en el caso europeo, de los tipos de interés, permitiéndose de este modo una recuperación de la actividad económica. En tercer lugar, una caída sustancial, que ya se está produciendo, de los precios energéticos y de las materias primas.

Por último, es fundamental que las autoridades monetarias entiendan que estamos ante una crisis de oferta de dinero por parte de los bancos y no de demanda de dinero por parte de las empresas. Esto es especialmente importante en el momento de implantar las medidas anti-crisis, ya que no es lo mismo dotar de liquidez al sistema bancario para financiar a la industria que estimular la demanda de las empresas. En el caso español, me ha llamado poderosamente la atención el hecho de que nuestras autoridades económicas, a excepción del Ministerio de Industria, hayan considerado que estamos ante una crisis de demanda de crédito, es decir, que las empresas no quieren pedir dinero para seguir invirtiendo, en lugar de asumir que estamos ante una crisis de liquidez de las entidades financieras, que no prestan dinero a la industria porque lo tienen comprometido en sus propias necesidades, derivadas de su refinanciación en los mercados internacionales y de la cobertura de los fallidos inmobiliarios. Todo por el prurito típico de las autoridades monetarias de velar por la estabilidad del sistema financiero por encima de todo, incluido el colapso industrial.

Es cierto que la inestabilidad financiera es peligrosísima, pero no es menos cierto que regenerar el tejido industrial que desaparece es tarea de años y la mayoría de las veces desaparece para siempre.

Además, la crisis sistémica financiera en el mundo actual nunca puede tener origen en un solo país. Por lo tanto, una política de protección sistémica en un país frente a la destrucción de su tejido industrial es cuando menos de dudosa efectividad. Prueba de ello es que el efecto negativo sobre la confianza en el sistema financiero nos ha sobrevenido en España desde EEUU con la suspensión de pagos de Bearn Stearns y de Lehman brothers, sin que nada hayan podido hacer nuestras autoridades financieras. Mientras, regenerar nuestro tejido industrial, que está desapareciendo por el colapso de financiación, costará años y recaerá principalmente sobre nuestras espaldas.

Bien está que paguen con su sacrificio los más atrevidos y los menos ortodoxos, porque en un mundo de economía libre no sería estimulante que se les recompensara con la salvación del dinero público, que sí debe emplearse en estos momentos dramáticos en proveer de liquidez a los agentes económicos privados, que deben asumir la responsabilidad de reflotar las entidades en crisis.

En estos momentos se está produciendo un contagio impropio de las finanzas a las cotizaciones de las empresas industriales, que están sufriendo varapalos indiscriminados e irracionales, lo que hace presagiar la aparición de movimientos corporativos en el momento en el que se restablezca el funcionamiento fluido de la liquidez bancaria. Hoy hay agua en la piscina, pero no se depura ni fluye porque las tuberías están obstruidas. Es decir, hay dinero en el sistema pero hay miedo de ponerlo en circulación. A partir de ahora será más difícil construir operaciones corporativas de alta ingeniería financiera, ya que la cobertura de riesgos y su recolocación en los mercados planteará dificultades en el corto plazo, hasta que se aclare más la situación.

Ello no obstante, podríamos aventurar que estamos ante una crisis que se resolverá mediante grandes concentraciones bancarias y operaciones corporativas industriales de fusiones y adquisiciones que darán paso a una recuperación de la confianza en los mercados financieros por parte de los inversores.

Todo esto será posible sólo si ante la hora de la verdad cada parte asume su responsabilidad y actúa de forma rápida y comprometida con ella. Los dirigentes empresariales acelerando las fusiones y operaciones corporativas necesarias, las autoridades económicas tomando las medidas de aprovisionamiento de liquidez y de recorte de los tipos de interés con profundidad y determinación, y los creadores de opinión y medios de comunicación transmitiendo serenidad y confianza en el funcionamiento del sistema financiero internacional y en los empresarios.

Aldo Olcese es presidente de la Sección de Ciencias Empresariales y Financieras de la Real Academia de Economía.

© Mundinteractivos, S.A.

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Lehman Brothers en la hoguera de las vanidades, de Casimiro García-Abadillo en El Mundo

Posted in Economía, Política by reggio on 16 septiembre, 2008

A FONDO

Los amos del universo. Así se sentían los ejecutivos de Lehman Brothers tan sólo hace un año cuando la revista Fortune calificó al banco de inversiones, fundado en 1850 por los hermanos Henry, Emanuel y Mayer Lehman, como «la entidad financiera más respetada del mundo».

Durante años, Lehman presumió con arrogancia de su fortaleza. No en vano, el banco podía alardear de haber superado con éxito todas las pruebas a las que el mercado le había sometido, incluyendo el crash del 29.

Como en la novela de Tom Wolfe (después llevada al cine por Brian de Palma), Lehman representaba, quizás mejor que ningún otro banco de Wall Street, esa cultura financiera que hace que ciertos ejecutivos se comporten como si, en efecto, fueran los amos del universo.

Lehman Brothers era un banco políticamente correcto. Fomentaba la promoción de las mujeres a los puestos directivos, sancionaba la discriminación a sus empleados homosexuales, e incluso había creado un Fondo Filantrópico: por cada dólar que pusieran los empleados en él, los dueños ponían dos dólares.

Pero junto a ese comportamiento ejemplar, que hacía de él el lugar favortio para trabajar para la mayoría de los ejecutivos, según encuestas de Financial Times, Lehman también participaba de algunos de los vicios que han llevado al desastre a los grandes bancos de inversión. Su presidente, Dick Fuld, era un auténtico amo del universo, un poco sobrado de autoestima. En abril, rechazó una oferta de compra del banco HSBC por 35.000 millones de dólares. ¡Quién los pillara ahora! Fuld cobraba un bono anual de 40 millones de dólares y estaba obsesionado por la ropa. Su lema era que los banqueros de inversiones tenían que ser los ejecutivos mejor vestidos. Pero, sobre todo, su obsesión era tomarle la delantera a su competidor por excelencia: Goldman Sachs. Esa carrera le llevó a tomar decisiones arriesgadas.

La realidad, la crisis, se ha impuesto con toda su crudeza. Hace tan sólo nueve meses, las acciones de Lehman cotizaban a 65,44 dólares. El pasado viernes cerraron a 3,65 dólares. Su deuda (613.000 millones de dólares) hacen de su quiebra, presentada en la madrugada del lunes, una de las más voluminosas de la historia de Wall Street. El cáncer: 46.000 millones de dólares en títulos hipotecarios.

La Reserva Federal y el Tesoro norteamericanos optaron por salvar a Merrill Lynch, que fue adquirida por Bank of America por 50.000 millones de dólares, y dejar caer a Lehman. La explicación de un experto es que la caída de Lehman era menos perjudicial para el sistema financiero. Desde hacía tiempo se veía venir la bofetada y muchas entidades ya habían reducido al mínimo sus operaciones con este banco.

Las decisiones al otro lado del Atlántico se toman a velocidad de vértigo. Incluidos, claro está, los recortes. Muchos de los más de 25.000 empleados de Lehman abandonaban ayer las sedes de la compañía llevando en cajas de cartón sus pertenencias personales y con lágrimas en los ojos.

Tan sólo unas horas después de que Lehman Brothers solicitara la protección del artículo 11 de la Ley de Quiebras en el distrito sur de Nueva York, uno de sus más altos ejecutivos en España desayunaba con una dirigente política en un hotel de cinco estrellas de Madrid. Cuando fue a pagar, el camarero le informó de que su tarjeta American Express había sido bloqueada. Así se las gastan los grandes bancos de inversiones norteamericanos cuando tienen que aplicar recortes.

Y es que en EEUU, al contrario que en Europa, todo pasa muy deprisa. El mismo día que Lehman presentó la quiebra, la FED acordó dotar al mercado con una liquidez de 100.000 millones de dólares, permitiendo a las entidades ofrecer como garantía sus propias acciones. En paralelo, los 10 mayores bancos del mundo (excluidos los chinos) decidieron crear un fondo de otros 70.000 millones.

Por su parte, el Banco Central Europeo puso ayer sobre la mesa 30.000 millones de euros para evitar un posible pánico tras la caída de Lehman Brothers.

Al final, la sangre no llegó al río. Los bancos españoles sufrieron un duro correctivo y perdieron 8.000 millones de euros en la Bolsa de Madrid. El Ibex cayó casi un 5% y Wall Street, que resistió primero mejor que Europa, acabó cediendo un 4,42% ante el miedo al efecto dominó. La aseguradora AIG puede ser la siguiente.

casimiro.g.abadillo@el-mundo.es

© Mundinteractivos, S.A.

El primer paso, la educación, de Salvador Cardús i Ros en La Vanguardia

Posted in Derechos, Educación by reggio on 16 septiembre, 2008

Esta semana han empezado las clases de un curso escolar trascendental para el futuro del sistema educativo catalán. En realidad, el curso ya empezó hace quince días o más, porque maestros y profesores se enfrentan estos días a un proceso organizativo verdaderamente complejo y delicado, opaco a los ojos del resto de una comunidad educativa impaciente por colocar a niños y niñas en el aula. Y va a ser trascendente porque se va a aprobar la esperada ley de Educación de Catalunya.

Me apresuro a decir que lo verdaderamente trascendente no es la ley en sí misma, sino la recepción social de la que sea merecedora. Ninguna ley puede resolver los grandes desafíos con los que se enfrenta si, además de ser aprobada, no es recibida con interés, si no suscita el entusiasmo necesario que pueda servir de acicate para que todos los sectores implicados se comprometan con sus objetivos. Y si es cierto para cualquier ley, no se me ocurre otro terreno en el que se aplique con mayor razón que en el de la educación. No estamos hablando de una ley sectorial que afecte a los intereses de un pequeño grupo, sino que incumbe muy directamente a una notable mayoría social y, de manera determinante, al conjunto de la sociedad porque afecta al futuro de todos.

Sin ser un jurista experto en leyes educativas, me atrevo a decir que se trata de una buena ley, pensada para sentar unas bases generales sólidas, sin ser detallista y pensada para estar vigente mucho tiempo. Me gusta especialmente que haya sido capaz de reducir al mínimo la verborrea ideológica, que por otra parte suele ser la que antes envejece. Por supuesto, la ley establece objetivos y principios. Pero los justos, y pasa a lo verdaderamente relevante, que es el establecimiento de las bases organizativas del sistema escolar que los deben garantizar. Además, la ley parte del derecho a la educación, pero deja bien claro que la educación también es un deber. Ofrece autonomía a los centros a cambio de entrar en una cultura de la evaluación que deberá hacerlos más eficientes y transparentes. Ofrece vías para que se pueda desarrollar una verdadera carrera profesional que premie la responsabilidad y la calidad del trabajo. Y mejorando las condiciones de equidad, se propone abrir las puertas a la excelencia. Y, por sólo citar otra línea fundamental, no sólo ofrece la posibilidad de una mayor participación de las familias, sino que la supone y les exige un mayor compromiso.

Pero la nueva ley de Educación de Catalunya, aunque fuera aprobada de manera unánime en el Parlament, podría ser saboteada en su aplicación posterior si no se dieran, por lo menos, cuatro condiciones mínimas. Y la primera, y no la menor, es que el departament que ha tenido el coraje de desarrollarla responda ahora con una ejemplar capacidad de gestión. Que no es la situación actual, por cierto. Se discute mucho de los maestros y su formación y de las familias y sus dejaciones. Pero una de las mayores grietas por las que el sistema pierde fuerza es la de su mala gestión administrativa. Sería un verdadero drama que la aplicación de tantas buenas intenciones como apunta la ley se estropeara aumentando la ya actual pesada burocratización. Las escuelas no se pueden dirigir como si de una empresa se tratara, pero en la administración pública, por favor, pongan a buenos organizadores de empresa y recursos humanos. Que el departament defienda la ley con una buena gestión de la misma.

La segunda condición está en la capacidad por generar confianza en un sector profesional que ha recibido muchos palos, algunos justos, la mayoría injustos, y que arrastra no tanto una baja autoestima como la convicción de ser poco estimado. Si la nueva ley sirve para que se reconozcan sus esfuerzos, la mayoría de profesionales de la educación van a realizar, una vez más, la tarea titánica de dar respuesta a los nuevos retos educativos en estos tiempos aciagos. La tercera condición, sin duda la más difícil, consiste en conseguir que las familias y los propios alumnos, lleguen a entender que la educación no es sólo un derecho exigible, sino fundamentalmente una obligación para con ellos y con la sociedad que se la ofrece. Sin este compromiso al que la nueva ley es tan sensible, volvería a fallar una de las piezas que hasta ahora se han mostrado más defectuosas de la maquinaria educativa. Finalmente, esta ley va a necesitar el apoyo de la sociedad que últimamente se ha mostrado más sensible a la denuncia de los fallos que a la colaboración a la hora de empujar el carro en el que vamos todos subidos.

No es fácil pedir confianza y colaboración cuando se parte de un bajo estado de ánimo. Pero permítanme un ejercicio de ingenuidad: ¿se imaginan el placer y el honor de poder ser protagonistas del proceso que nos va a sacar del atolladero actual, de saber que dentro de diez años -que pasan en un abrir y cerrar de ojos- se va a reconocer el golpe de timón y la aportación que supo hacer la actual comunidad educativa al resurgir de este admirable país? ¿O les apetece seguir en nuestro clima depresivo, complacido en la lamentación constante? No me cabe la menor duda que la escuela, nuevamente, va a dar el primer paso para que el país salga del actual hastío nacional.

salvador.cardus@uab.cat

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No son tiempos triviales, de Lluís Foix en La Vanguardia

Posted in Economía, Internacional, Política by reggio on 16 septiembre, 2008

La inestabilidad financiera de Wall Street ya no es un confuso juego de titulares sobre entidades desconocidas para el gran público. La crisis ha pasado de Wall Street a la Main Street, a la calle, a los ciudadanos y familias que observan atónitos cómo puede verse afectada su vida ordinaria. La crisis en las alturas ha llegado a los valles. Tendrá inesperadas consecuencias económicas, pero inexorablemente sus efectos también serán políticos.

El último tramo de la campaña electoral estará necesariamente marcado por la crisis económica. Tanto Obama como Mc-Cain han hablado poco de economía, que es el triste legado que deja la administración saliente, en la que el capitalismo especulativo ha prevalecido sobre el productivo. No hay paralelismos con la de 1929 porque los tiempos son muy distintos. Lo que sí puede ser parecido son las consecuencias políticas del caos financiero que hizo saltar por los aires el sistema capitalista en 1929 y que ahora está afectando seriamente la credibilidad de las instituciones financieras norteamericanas.

Los síntomas de lo que amenaza en convertirse en una crisis de dimensiones globales estaban claros y definidos. Pero ni McCain ni Obama le prestaron mayor atención pensando que una vez en la Casa Blanca enderezarían los entuertos y encauzarían la situación. En los cincuenta días que quedan de campaña tendrán que entrar en el debate sobre cómo se puede salir de esta inesperada sacudida en los bolsillos de la gran mayoría de los norteamericanos. Los expertos de las dos candidaturas entrarán en acción. La realidad es cruda y quien inspire mayor confianza puede hacerse con la victoria. Y la confianza pasa por reconocer la severidad del momento. Churchill mereció la confianza de los británicos porque les habló claro. También lo hizo Roosevelt a partir de 1932.

No son tiempos de ocurrencias ni de trivialidades electorales. Son momentos graves en los que se espera liderazgo, sinceridad y complicidad con toda la población. El sistema especulativo del sistema ha quebrado. Hay que decir lo que pasa y proponer opciones creíbles. Un aviso para el presidente Zapatero que ha escondido la crisis de su discurso mientras muchos votantes, también socialistas, tienen el miedo en el cuerpo. Hace falta liderazgo, discurso y proyecto. Visión amplia y generosidad. Estos tiempos no pueden ser dirigidos por personas mediocres.

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Niños solos, de Luis Arias Argüelles-Meres en La Nueva España

Posted in Derechos, Educación by reggio on 16 septiembre, 2008

Ancianos en los asilos o, en el mejor de los casos, en los llamados “Centros de día”, niños solos en casa durante las tardes que dedican más tiempo del que recomendarían psicólogos y pedagogos a la vídeo consola y a la televisión. Es decir, los mayores aparcados y los niños “empantallados”. ¡Qué frenesí el de una sociedad que, más allá del trabajo y de la vida social, apenas dispone de tiempo para que quienes están en edad laboral puedan estar con los suyos!

Centros de día para los mayores. Ahora la gran demanda es que haya centros de tarde para los niños, es decir, los colegios abiertos hasta poco antes de la cena si es posible. La convivencia intergeneracional es un lujo que no está al alcance de lo que demanda el trepidante ritmo de la vida actual.

Los colegios e institutos dejaron de ser centros de enseñanza para convertirse en centros “educativos”. Sólo queda un paso que estamos a punto de dar: que se transformen en lugares de convivencia. Los profesores, a este paso, no sólo deben ser quienes eduquen a niños y niñas, sino también quienes convivan con ellos. Para eso están.

Hay quejas de asociaciones de padres y madres a consecuencia de las vacaciones escolares que, a su juicio, son excesivamente largas. Y nadie quiere recordar que, hasta no hace muchos años, el curso escolar arrancaba en octubre y, miren por dónde, los programas de las materias eran mucho más ambiciosos.

¡Cuánto cinismo y cuánta demagogia sobre la escuela! Precisamente en los tiempos en que los enseñantes reciben el nombre de “educadores”, sucede que un alumno puede reventar el desarrollo de una sesión docente sin que la persona que imparte clase disponga de autoridad para evitar esos comportamientos. Se habla de “educación” y no de enseñanza precisamente en el momento en que la disciplina escolar se considera una antigualla, cuando no fascismo. ¿Cabe hipocresía mayor?

Pero volvamos a los niños solos. Si papá y mamá tienen trabajo o reuniones durante las tardes, los hijos llenan su tiempo con pantallas. Y eso genera ciertas alarmas.

Habría que preguntarse, más allá de los datos y de las estadísticas, acerca del verdadero sentido que tiene traer hijos a este valle de lágrimas si apenas hay tiempo para estar con ellos durante la semana. Si los sábados toca hipermercado. Y si los domingos llega el bajón de ánimos pensando en los días laborales que hay por delante.

¿Qué se hizo de las reuniones familiares alrededor de una mesa? Desayunos entre legañas y prisas. Comidas fuera de casa. Sólo quedan las cenas, en las que los progenitores no han podido librarse del estrés; por su parte, las criaturas probablemente no hayan desconectado del todo de sus pantallas.

Sociedad del ocio. Sociedad del aparcamiento. Los fines como medios. El contenido por el continente. Niños solos y padres atareados. Se diría que éstas son las consignas. Los niños y niñas que hagan de la escuela su casa. Papá y mamá trabajan mucho.

Siempre nos quedará el hipermercado los sábados por la tarde.

¡Qué maravilla!

‘Crash’ de 2008: el final de una era, de Eduardo Segovia en El Confidencial

Posted in Economía by reggio on 16 septiembre, 2008

Vivimos tiempos históricos, que serán recordados por las generaciones venideras. De los cinco grandes de la banca de inversión de Wall Street, la crisis ya se ha llevado a tres por delante: Bear Stearns (1923-2008), comprado en marzo por JP Morgan con la garantía del Gobierno de EEUU; Lehman Brothers (1850-2008), que se declaró en suspensión de pagos el viernes por la noche ante la falta de compradores; y Merrill Lynch (1914-2008), que ha preferido venderse a Bank of America antes de correr la misma suerte. Es el fin de una era. El final de la banca de inversión de los últimos 75 años, es decir, de los supervivientes a la última gran purga financiera producida tras el crash de 1929.

La peor crisis en más de siete décadas vuelve la vista atrás con un mismo origen. Si entonces fueron los trust financieros -hibridos entre fondos de inversión y hóldings financieros-, esta vez han sido los SIV (Special Investments Vehicles), otras criaturas híbridas, las que han desatado un efecto dominó que ha terminado por llevarse por delante a los  brókers más sofisticados, a los ingenieros de la burbuja crediticia y de las inversiones en activos de deuda hipotecaria. El final de los Gordon Gekko.

Después de esta purga, sólo quedan dos bancos de inversión puros independientes (JP Morgan también es banco minorista): Goldman Sachs y Morgan Stanley. Y el hecho de que hayan sobrevivido hasta ahora tampoco les garantiza nada en el futuro, a la vista del desastroso entorno actual. Bear Stearns era realmente el más afectado por la crisis subprime, pero las autoridades norteamericanas decidieron salvarlo por el riesgo sistémico de dejar caer un banco de inversión con enormes posiciones cruzadas con el resto del sector, cuya falta de contrapartida podía provocar un colapso total del sistema. Además, era el más pequeño de los cinco y se suponía que no iba a haber más entidades en riesgo de quiebra –una previsión bastante ingenua, como queda demostrado ahora-. Así que se le concedieron garantías a JP Morgan de que no sufriría pérdidas por activos tóxicos ocultos por un importe de hasta 29.000 millones.

El problema es que, después de este rescate vino el de Fannie Mae y Freddie Mac, justificado por la necesidad de salvar el mercado hipotecario pero con un coste inicial de 140.000 millones de dólares (que acabarán siendo el doble o el triple). Con un déficit público galopante y una caída de los ingresos fiscales -sobre todo por los beneficios empresariales- y sin un riesgo para el ciudadano de a pie como el de las hipotecarias, el Gobierno no ha accedido esta vez a dar garantías a los posibles compradores de Lehman Brothers (691.000 millones de dólares en activos).

La consecuencia ha sido que, con la tremenda desconfianza que hay en el mercado, Barclays, Bank of America y cualquier otro posible interesado, como Goldman Sachs o HSBC, se levantaron de la mesa. Conclusión: suspensión de pagos y un dificilísimo proceso por delante para deshacer todas esas posiciones abiertas con Lehman. Para eso se ha formado el megafondo de 70.000 millones de dólares entre 10 de los mayores bancos del mundo.

El caso más sorprendente es el de Merrill Lynch, el tercer banco de inversión con activos por casi un billón de dólares. Aunque obviamente tenía problemas, nadie pensaba que fueran más graves que los del resto del sector. Como evidencia el tempus de los acontecimientos, se ha salvado por los pelos, después de haber vendido cartera subprime este verano. A pesar del rescate, lo que menos entienden los analistas es la alta prima pagada, del 70% respecto al cierre del viernes, en vista de la situación del sector y de los 50.000 millones de activos de alto riesgo que va a meter en su balance con la compra. El mercado tampoco lo entiende: anoche Bank of America se derrumbó el 21,3% en Wall Street.

La idea es que Bank of America se hace con un negocio muy rentable -el broker minorista-, amplía enormemente su negocio de banca de inversión y logra una exposición global de la que carecía; de hecho, esta compra le convierte en el mayor banco del mundo. Los analistas de Citigroup,sin embargo, sólo se explican este precio si Bank of America quería ahuyentar a otros potenciales compradores. Algunas fuentes aseguran que este banco ya tenía una altísima exposición a activos tóxicos de Merrill y que, en esas circunstancias, comprarse el broker entero merecía la pena.

Goldman y Morgan no lo tienen fácil

Los dos supervivientes, Morgan Stanley y Goldman Sachs, presentarán resultados esta semana (viernes y sábado, respectivamente) y se esperan beneficios en ambos casos, aunque los analistas han rebajado las previsiones en las últimas semanas ante el agravamiento de la crisis. Goldman (con unos activos de 1,1 billones de dólares y una capitalización de 60.000 millones) es la entidad que mejor ha capeado la crisis: de hecho, en 2007 incrementó con fuerza su beneficio al ponerse bajista en activos subprime. Las estimaciones de los analistas son una caída del beneficio del 72% en el trimestre.

Para Morgan (activos de 1,03 billones y capitalización de 41.000 millones), que ha sufrido un mayor impacto de la crisis pero que ha tomado las medidas más acertadas para salir del agujero, se espera una caída del 44%. Además, muchos analistas creen que no podrá mantenerse independiente después de las compras de Bear Stearns y Merrill Lynch. Dado que la economía está al borde de la recesión en EEUU y Europa, las bolsas se hunden, las operaciones corporativas están congeladas, los hedge funds han reducido su operativa por culpa de las pérdidas y la salida de patrimonio y, por supuesto, el fuerte proceso de desapalancamiento (reducción del endeudamiento) que disparó su crecimiento en los últimos años, las perspectivas no son nada halagüeñas. Por si esto no fuera poco, el sector afronta mayores restricciones legales a su operativa futura para evitar otra crisis como ésta, lo que dificultará volver a crecer. La única salida que parece viable para Goldman y Morgan es recortar costes, sobre todo laborales –vamos, despidos masivos-, pero quizá la masacre no sea excesiva. Al fin y al cabo, aunque el pastel a repartir sea más pequeño, ahora hay menos competidores entre los que repartirlo.

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La OTAN en el avispero georgiano, de Alberto Piris en Estrella Digital

Posted in Derechos, Internacional, Política by reggio on 16 septiembre, 2008

Es de sobra sabido que la burocracia tiende a perpetuarse aunque desaparezca su razón de ser. El origen de toda burocracia suele ser similar: se detecta una necesidad para cuya atención se crea un órgano o agencia que, a fin de atender a dicha necesidad, va generando la burocracia indispensable para su funcionamiento. La distorsión empieza después, cuando esa burocracia crece y se multiplica frondosamente, convirtiéndose enseguida en su propia razón de ser. A partir de ahí, el sistema burocrático atenderá a su propia continuidad con tanta o más dedicación que a la función para la que fue creado.

Uno de los ejemplos más evidentes de lo anterior es la OTAN. Desde su creación en 1949 para hacer frente en Europa a la amenaza militar de la Unión Soviética, hasta la desintegración de ésta en 1991, la burocracia otánica se fue extendiendo y reforzando con casi total independencia de las necesidades militares de los países miembros. Cuando desaparecieron el Pacto de Varsovia y la URSS, ninguna voz surgió dentro de la compleja estructura de la Alianza Atlántica proponiendo su disolución o, al menos, su paulatina reducción. Aparte de que una burocracia asentada durante más de cuatro decenios no suele sentir el menor deseo de ser disuelta por superflua, dos causas principales contribuyeron a la permanencia de una OTAN sin enemigo visible: la “comodidad” de Europa, haciendo recaer sobre el poderoso aliado trasatlántico las principales responsabilidades de su defensa militar, y la propia conveniencia de ese aliado, para seguir teniendo la última palabra en lo relativo a la defensa de la Unión Europea (UE).

De todos son conocidos los malabarismos que desde entonces tuvo que efectuar la Alianza Atlántica para buscar nuevas misiones que justificaran su permanencia. Equilibrios que la han llevado, en último término, a las remotas tierras afganas, tan alejadas de la precisión geográfica, varias veces repetida en el texto del Tratado, donde se alude a ataques armados “en Europa o en América del Norte”, como motivos de intervención militar de la OTAN.

No es preciso extremar la malicia para sospechar la alegría que en los rincones más burocratizados de la Alianza tuvo que producir la alocada decisión del presidente georgiano de “aplicar la Constitución” por la fuerza de las armas en Osetia del Sur y provocar así al sucesor moscovita del viejo enemigo otánico, que forzosamente había de responder también con las armas a tan visible intromisión en su patio trasero. “¡Ya tenemos enemigo otra vez!”, exclamarían satisfechos; no tanto porque de nuevo habría que apoyarse en las armas para sostener la seguridad y la credibilidad occidentales frente al renacido “oso ruso”, sino porque de ese modo se insuflaba oxígeno vital a una OTAN que había perdido hace años su explícita razón de existir.

Aunque las circunstancias internacionales impiden cualquier comparación entre la situación actual en Europa y la que reinaba cuando se fundó la OTAN y en los años de la Guerra Fría, con una Rusia (o Comunidad de Estados Independientes) que en nada se parece a la URSS y una UE que poco recuerda a la Europa de aquella época, muchos se frotan las manos ante un conflicto que desearían inevitable.

No son sólo las grandes corporaciones del armamento las que ven en un recrudecimiento de las tensiones en el continente europeo una favorable coyuntura para sus intereses. También he oído a un tertuliano radiofónico español glosando, gozoso, a la candidata a la vicepresidencia de EEUU por el Partido Republicano, y afirmando que ésta sostiene que EEUU entraría en guerra con Rusia si se repitiese lo ocurrido en Georgia en agosto pasado.

Pero a Sarah Palin alguien le habría explicado el artículo 5º del Tratado del Atlántico Norte (al parecer, desconocido por el tertuliano citado) y por eso intercaló en su comentario el adverbio perhaps (quizá). Porque, cuando se redactó el texto del Tratado, precisamente a requerimiento de EEUU se eliminó la idea de una ayuda militar automática y obligatoria de todos los demás miembros al que fuese atacado. Por el contrario, se decidió que éstos sólo habrían de tomar “las medidas que juzguen necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada”; está claro que pueden juzgar necesario un simple embargo comercial y no repetir el bombardeo de Belgrado que en 1999 autorizó Javier Solana, aunque eso no satisfaga a los eternos adoradores de la guerra como método básico de resolución de conflictos.

Hay que observar con desconfianza lo que se hace estos días en el Cuartel General de la OTAN. No inspiran tranquilidad las noticias del envío de expertos de la Alianza a Georgia para colaborar a su rearme. Ni el apoyo de Washington y Bruselas al errático Saakashvili, quien alardea públicamente de una futura revancha militar contra la Rusia que le venció hace unas semanas. Ya no es el momento de volver a recordar a EEUU y a la UE que Rusia se limitó a aplicar en Georgia el “jarabe de Kosovo”, por ellos inventado y utilizado, sino el de apaciguar las tensiones, evitar nuevas carreras de armamento en una zona tan crítica y hallar el necesario equilibrio entre todos los intereses enfrentados. Para esto sería aconsejable olvidar la acostumbrada fórmula de que todo lo que se decide en Moscú es perverso y lo que hacemos “nosotros” se sustenta siempre en la justicia y la razón, pues, aparte de no ser cierto, por ese camino no habrá entendimiento ni paz posibles.

Alberto Piris. General de Artillería en la Reserva.

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Medidas económicas y fiscales para resolver la crisis, de Vicenç Navarro en Rebelión

Posted in Economía by reggio on 16 septiembre, 2008

La necesidad de recuperar el keynesianismo

Sistema Digital

Se está generando una nueva sabiduría convencional en España que asume que la solución de la crisis económica y financiera que estamos padeciendo requiere unas políticas de austeridad del gasto público y una moderación salarial. Diariamente se publican artículos en la prensa que subrayan la necesidad de “apretarse el cinturón”, la expresión preferida de aquellos que están pidiendo unas políticas de austeridad, con reducción del gasto público y reducción de los salarios. Las voces más potentes en este coro son las procedentes del mundo financiero. En Europa, el Banco Central Europeo, y en España, el Banco de España, han tomado el liderazgo en estas llamadas a la austeridad.

En frente de esta avalancha ideología es importante y urgente que se informe a la ciudadanía que las propuestas que la comunidad bancaria europea (incluyendo la española) están presentando para resolver la crisis financiera y económica profundizarán todavía más la desaceleración del crecimiento económico en España y en la Unión Europea, aumentando el desempleo. Tanto el Banco Central Europeo como el Banco de España están proponiendo medidas para resolver la crisis financiera y económica que incluyen la reducción del gasto público, la disminución de los salarios, una mayor desregulación de los mercados de trabajo, la privatización de los servicios públicos (como la sanidad) y de las transferencias públicas (como las pensiones), el encarecimiento del coste del dinero, y la desregulación de los mercados financieros. Según tales instituciones financieras, tales medidas estimularán la actividad económica y reducirán el desempleo. En realidad estas propuestas no son nada nuevas. Las políticas que proponen son las mismas que han estado proponiendo durante los últimos treinta años y que han sido responsables del gran crecimiento del desempleo en la mayoría de países de la Unión Europea. Europa, que había tenido un desempleo mucho menor que EUA durante el periodo 1950-1980, pasó a tener un desempleo mayor que EUA durante el periodo 1980-2007 cuando tales políticas (iniciadas por el Presidente Reagan en EUA y la Primera Ministra Margaret Thatcher en la Gran Bretaña) fueron aplicadas por la mayoría de gobiernos de la Unión Europea.

La evidencia acumulada sobre el impacto negativo de tales políticas es muy robusta. Tales políticas liberales han conseguido unos resultados contrarios y opuestos a los que esperaban. (Ver el libro Navarro, V. (ed) Neoliberalism, Globalization and Inequalities. Consequences for Quality of Life. Baywood 2007). El crecimiento económico ha disminuido y el desempleo ha aumentado en la UE. Lo que sí consiguieron estas políticas liberales fue un crecimiento muy notable de las rentas empresariales, muy en especial las financieras, a costa de las rentas del trabajo, alcanzando unas desigualdades de renta inexistentes desde principios del siglo anterior (durante la época que desembocó en la Depresión). Las desigualdades de renta en el año 2007 alcanzaron niveles sin precedentes en la mayoría de países de la OECD que aplicaron tales políticas, teniéndose que remontar al año 1929, año que se inició la Gran Depresión, para encontrar niveles semejantes. Hoy muy pocos economistas en el mundo niegan que las desigualdades sociales, tanto a nivel mundial como en la mayoría de países donde tales políticas se han desarrollado, hayan alcanzado unos niveles que no se habían visto desde principios del siglo XX. Y las políticas liberales citadas en el párrafo anterior han sido determinantes en el crecimiento de tales desigualdades. Es sorprendente que en España, tal realidad es todavía cuestionada por gran número de economistas que reproducen el pensamiento liberal que domina la literatura económica española, dominio que se explica por la enorme influencia que las empresas financieras tienen en configurar el pensamiento económico en la literatura económica. La banca y las cajas influencian el conocimiento económico en una manera semejante a como la industria farmacéutica influencia el conocimiento clínico en España. Los centros de estudios del Banco de España, así como de los bancos y de las cajas y las revistas profesionales que financian, influencian enormemente el pensamiento económico español, lo cual explica el gran dominio que el liberalismo económico tiene todavía hoy en nuestro país. No así en otros países como EUA, donde tal pensamiento liberal está muy desacreditado como lo muestra el resultado de una encuesta reciente realizada a economistas universitarios. Éstos atribuían la crisis económica al desarrollo de tales políticas liberales y muy en especial a la gran desregulación de los mercados financieros, iniciada por la Administración Reagan y expandida durante las Administraciones Bush (padre e hijo) y Clinton (Center for Economic and Policy Research. Washington D.C. 2008). Cuando en EUA, el liberalismo económico está claramente de capa caída, en España continua boyante, reproduciéndose incluso en muchas de las intervenciones públicas del equipo económico del gobierno socialista. Tal dominio ideológico del pensamiento económico se refleja en esta nueva sabiduría convencional que se está creando en España (con su llamada a apretarse los cinturones), reproducida fielmente por las enormes cajas de resonancia que aportan los medios de información y persuasión próximos a aquellos grupos de presión.

El gran error de las propuestas que se están haciendo para resolver la crisis.

El gran error de esta nueva sabiduría convencional es que basa sus recetas económicas de austeridad en una interpretación equivocada de las causas de la crisis económica y financiera. Atribuye la crisis a un exceso del gasto público y a una falta de modernización salarial, que crea un exceso de la demanda que debe reducirse. La causa de la crisis es, sin embargo, la escasez de tal demanda. En realidad, la crisis económica actual es muy parecida a la que ocurrió en el periodo de principios del siglo XX, conocida como la Gran Depresión. Las causas de aquella crisis están bien documentadas en los trabajos de James Galbraight, entre otros. Las políticas públicas del gobierno federal de EE.UU. que incluyeron políticas de reducción del intervencionismo público y desregulación de los mercados, incluyendo mercados financieros, crearon una enorme concentración de la riqueza y de la renta nacional en aquel país. Las rentas del capital (y muy especialmente del capital financiero) aumentaron espectacularmente a costa de las rentas del trabajo, tal como ha ocurrido en el mundo en los últimos treinta años. Ello significó que mientras los bancos tenían mucho dinero (los ricos tienen menos necesidades de consumo y ahorran gran cantidad de su renta, que depositan en los bancos), la mayoría de la población no tenía suficiente para llegar a fin de mes (como está ocurriendo, también, ahora). Se creó lo que se llama un problema grave de demanda. La gente no tenía dinero para comprar y estimular el crecimiento de la producción y del PIB. La moda intelectual en los medios de comunicación próximos a la banca sostenía que el sector público debiera ser lo más pequeño posible, tal como creía y continúa acentuando el dogma liberal. Ni más ni menos como ahora. Las propuestas de la comunidad bancaria de ahora ya se experimentaron entonces con el resultado por todos conocido: la Gran Depresión Mundial. En realidad, la gran concentración de la banca creó una crisis del mismo sistema bancario, creando el desplome de gran número de bancos que no pudieron competir con los grandes conglomerados financieros que se estaban creando.

La solución liderada por el Presidente Franklin Roosevelt a aquella crisis fue aumentar la demanda. Se redistribuyeron las rentas para que la población asalariada tuviera más capacidad de consumo, y se aumentó el gasto público, a través del establecimiento del estado del bienestar (el “New Deal”) y más tarde de la II Guerra Mundial, que facilitó el gran intervencionismo del sector público que fue el que resolvió la crisis, iniciándose la llamada época dorada del capitalismo, que duró hasta finales de los años setenta. Los mercados laborales y los mercados financieros fueron regulados. Los primeros garantizaron unos salarios y una protección social que facilitaron la demanda y el estímulo del crecimiento económico. Salarios altos forzaron una mayor inversión empresarial que determinó una mayor productividad (al revés de lo que se cree en España, que asume que la baja productividad es la causa de los bajos salarios, revirtiendo la causalidad, pues es precisamente el salario alto el que fuerza al empresario a aumentar la productividad del trabajador). Y la regulación de los bancos, con clara supervisión por un Banco Central llamado Federal Reserve Board que tenía (y continúa teniendo) como objetivo el estimular el crecimiento económico, además de controlar la inflación. Tal como había indicado el Presidente Franklin Roosevelt, “hasta ahora nos habían dicho que el egoísmo y el individualismo eran necesarios para conseguir una economía eficiente. Lo que hemos visto es que, por el contrario, es la solidaridad la que es condición necesaria para tener una economía eficiente” (discurso del Presidente Roosevelt en Chicago en el congreso de los sindicatos estadounidenses de 1942). Fue durante esta época que se desarrolló el estado del bienestar en la mayoría de los países desarrollados. Y fue también durante esta época (el periodo 1950-1980) que la calidad de vida de las poblaciones de tales países mejoró sustancialmente, basándose este mejoramiento social y económico en un pacto entre el mundo empresarial y los sindicatos que fue roto más tarde, en los años ochenta, por el mundo financiero y empresarial, bajo la dirección política del Presidente Reagan en EE.UU. y la Sra. Thatcher en Gran Bretaña. A partir de entonces se introdujeron políticas públicas encaminadas a debilitar la intervención del estado, desregulando los mercados financieros (de manera que los bancos pudieran hacer lo que quisieran, con escasa regulación) y desarrollando políticas altamente regresivas que incrementaron enormemente la renta de los ricos a costa de la renta de los trabajadores. También se hicieron reformas fiscales que beneficiaron enormemente a las rentas superiores. El tipo máximo, en el promedio de los países de la OECD, bajó del 67% en 1980 al 43% en el 2000 (en EUA pasó del 70% al 35%, y en España pasó del 66% al 35%, el más bajo de la OECD, junto con EEUU), incrementándose enormemente las rentas disponibles del sector minoritario de la población que gozó de gran renta. Los salarios, por el contrario, se mantuvieron constantes o se redujeron, según el país, forzando un mayor incremento del número de horas por trabajador (España es el país de la UE-15 en el que un trabajador trabaja más horas al año, 1814 horas, habiendo aumentado diez horas desde los años ochenta) y un incremento de miembros de la familia que trabajaron para mantener la misma capacidad adquisitiva, la cual, a pesar de estos factores se mantuvo constante y/o se redujo, según el país.

Resultado de esta situación, nos encontramos, como ya pasó a principios del siglo XX, con una enorme polarización de las rentas. En un extremo nos encontramos con un sector de la población muy pequeño que tiene enormes rentas. En el otro lado, la mayoría de la población trabajadora que tiene problemas para llegar a fin de mes. En medio, unas clases medias que se están reduciendo. Esta situación alcanza una situación extrema en EUA donde un tercio de la población sería pobre si se utilizara la definición de pobre que se utiliza en la UE. EUA es el país más desigual de la OECD. España es uno de los más desiguales de la UE.

Puesto que no hay suficiente crecimiento de la demanda de productos, nos encontramos con que hay una crisis de producción, es decir, una crisis resultado de que no haya suficiente demanda para los productos producidos en las empresas productivas. Ello implica que los beneficios que existen en el mundo productivo (el mundo empresarial que produce bienes y servicios) son relativamente bajos lo que explica que la gente que tiene mucho dinero no invierte en empresas productivas sino en inversiones que no son productivas sino especulativas, que tienen una rentabilidad mayor. Invierten en terrenos, por ejemplo, para venderlos más tarde, cuando el precio de tales terrenos aumenta. Lo mismo ocurre en cuanto a inversiones especulativas (sean estas acciones en empresas.com o en vivienda, o en petróleo, o en alimento) que no intentan estimular la producción sino la acumulación de la propiedad para poder venderlas más tarde y a mayor precio. Se van creando así precios artificiales, llamadas burbujas, que van explotando una tras otra, creando crisis que se van acumulando hasta llegar a explotar, esta vez muy espectacularmente, al coincidir varias a la vez. Parodiando la famosa película, La perfecta tormenta, estamos ahora viendo la perfecta tormenta económica y financiera.

La solución de la crisis: la expansión de la demanda

La solución ahora pasa, como durante la Depresión, en una re-regulación de los bancos (incluyendo la reducción de sus exuberantes beneficios: la banca ha sido la actividad empresarial con beneficios más altos en los últimos treinta años), y un incremento del gasto público, un incremento de los salarios (con aumento de productividad) y una reducción del precio del dinero, precisamente lo opuesto a lo que la banca está pidiendo. Es alarmante, por cierto, que todos los jefes de la Oficina Económica de Zapatero procedan de la banca y ahora el “grupo de sabios”, que tienen que hacer propuestas al Gobierno de cómo resolver la crisis, procedan en su mayoría de la banca y de las cajas. Esto es equivalente a pedirle al zorro que proteja las gallinas del corral (ver el excelente artículo de Juan Torres, “Los economistas de Z” en Sistema Digital). Es un indicador del gran poder que tiene la banca que ningún partido mayoritario esté hoy pidiendo en España un aumento del gasto público. El gran debate acerca de este gasto es entre los que quieren reducirlo (el PP) y los que quieren mantenerlo (el PSOE), pero ninguno de ellos está pidiendo aumentarlo, y ello en el país que tiene el gasto público por habitante más bajo de la UE-15. El aumento del gasto público es esencial para que haya un estímulo económico. Es importante subrayar este hecho porque la experiencia japonesa ha mostrado claramente que la necesaria reducción de los intereses bancarios para estimular la economía no es suficiente, a no ser que haya también un aumento del gasto público. La distribución de la Renta en España es tan concentrada (como señalé antes, España es uno de los países con mayores desigualdades de renta en la UE-15) que no es suficiente una bajada de intereses que abarate el precio del dinero para aumentar de una manera significativa la demanda. La escasa capacidad de consumo por parte de las clases populares requiere un incremento notable del gasto público. La desgravación de 400 € por persona que aprobó el gobierno español, era parte de esta política de estímulo de la demanda. Pero esta medida, además de ser regresiva (pues es equivalente a que se diera un cheque igual para todos los ciudadanos, independientemente de su ingreso), tendrá un impacto estimulante menor. La medida, prácticamente idéntica realizada por la Administración Bush (que inspiró al Sr. Zapatero) y que en aquel país, significó un aumento del gasto público equivalente a un 1% del PIB, fue escasamente estimulante. La razón de ello (además de ser una cantidad limitada) fue que el gasto fue poco discriminatorio y que, al ser regresivo, no tuvo gran impacto en la capacidad de consumo de las clases populares que son las que, al tener menos renta, consumen la mayoría de lo que reciben. De ahí que las medidas más eficaces sean políticas redistributivas que transfiera fondos de las clases adineradas (que ahorran más que consumen) a las clases populares (que consumen más que ahorran).

De ahí que debieran revertirse las políticas fiscales regresivas que se han aprobado en los últimos quince años (que han contribuido al crecimiento de las desigualdades de renta en España), e incrementar la inversión pública y muy en especial en los servicios públicos a fin de crear empleo. Aquí me permito hacer otra aclaración. Hay varias maneras de aumentar el gasto público. La más rápida pero no necesariamente la más estimulante, es aumentar las transferencias públicas, dando cheques a la población. El otro es a través de inversiones públicas que en España se interpreta, en general, en inversiones en infraestructuras (AVE, transportes, etc.). Pero mucho más eficiente para estimular la economía es invertir en servicios públicos, y muy en especial en servicios públicos del estado del bienestar, como sanidad, servicios de dependencia, servicios sociales, escuelas de infancia, y otros, que utilizan muchos recursos humanos. Es ahí la gran cantera de empleo que en España está muy poco desarrollada. En este sentido la política de Zapatero de reducir un 30% la creación de empleo público es profundamente errónea y va en sentido opuesto al que debiera hacer. España es el país que tiene un porcentaje menor de la población activa empleada en los servicios públicos del estado del bienestar (sanidad, educación, servicios sociales, escuelas de infancia y servicios domiciliarios). Sólo un 9% comparado con 15% en el promedio de la UE-15 y 25% en Suecia. Reducirlo todavía más es un enorme error no sólo social (España, treinta años después del fin de la dictadura, continúa estando a la cola de la Europa Social), sino también económico. Es ahora, precisamente, cuando el gasto y empleo públicos debieran aumentar a fin de estimular el consumo de las clases populares. Este aumento del gasto público se debiera financiar mediante la reversión de las políticas fiscales regresivas que se han realizado esos años, así como mediante un aumento del déficit del estado y de la deuda pública (permitiendo un mayor endeudamiento del Estado, a todos los niveles, central, autonómico y local). Un ejemplo de la necesaria reversión es la recuperación del impuesto sobre el patrimonio que se ha anulado bajo la falsa premisa que tal eliminación beneficiaría primordialmente a las clases medias. Según un documento presentado en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de El Escorial, este julio pasado, por técnicos de hacienda del Ministerio de Hacienda, expertos en tributación, tal impuesto significó en el año 2005 un ingreso al Estado de 1.442 millones de euros. Según el mismo informe, tal impuesto fue en aquel año 2005, altamente progresivo, de ahí que su eliminación beneficiara predominantemente a las rentas superiores que acumulan la propiedad gravada, y ello a pesar del enorme fraude fiscal (pues sólo 727 propietarios de un total de 3.290 declararon tener una vivienda de más de 10 millones de euros). La mayoría de las clases populares, cuya propiedad es inferior a 300.000 euros (y que tributan en este concepto menos de 80 euros), quedarían escasamente afectadas por la eliminación de este tributo. Los fondos de este tributo eran asignados a las CCAA que tienen la responsabilidad de gestionar los servicios públicos del Estado del Bienestar. Tales fondos, de no haberse eliminado, podrían haberse utilizado por tales CCAA para mejorar la financiación de los servicios a las personas dependientes, exigida por la Ley de Dependencia y que el Estado Central financia con una cantidad de 1.200 millones de euros, a todas luces insuficiente. De no haberse eliminado tal impuesto, los fondos derivados del patrimonio podían haber ido a financiar los servicios de dependencia de las CCAA, hoy claramente insuficientes. Estos servicios a la dependencia crean gran cantidad de empleo que podría haber reducido el desempleo.

Otra fuente de ingresos debiera ser la eliminación del fraude fiscal que según tales expertos afecta al 20% de la actividad económica de este país (la más alta del a UE-15) y que significaría (su corrección) unos ingresos al Estado de 88.617 millones de euros al año (tanto por fraude fiscal como por Seguridad social, siendo la banca, por cierto, una de las instituciones que facilitan más en este fraude fiscal). Ni que decir tiene que la inversión de 88.617 millones en los servicios públicos tendría un impacto muy significativo en la corrección del subempleo (España se gasta 82.000 millones de euros menos en los servicios del estado del bienestar de lo que debiera gastarse por el nivel de desarrollo económico que tiene. Mientras que el PIB per cápita es el 92% del promedio de la UE-15, el gasto público es sólo el 72% y el gasto público social es el 68% del promedio de la UE-15). Es sorprendente el escaso esfuerzo que las autoridades tributarias de España han dedicado a la corrección de este fraude fiscal, lo cual solo puede entenderse por la excesiva influencia que los grupos económicos (como la banca y las inmobiliarias) y profesionales (profesiones liberales) tienen sobre las instituciones políticas. En ninguno de los países en los que he vivido durante mi largo exilio (Suecia, Gran Bretaña y Estados Unidos), el Presidente del Gobierno diría jocosamente “que en España los ricos no pagan impuestos” (declaraciones del Sr. Aznar en 2003). Según un informe internacional sobre el gasto público (Castles, F. (ed) The Disappearing State? 2007, España se gasta en la recolección de impuestos sólo un 0,05 del PIB, el más bajo de la OECD, y seis veces menos (en términos proporcionales) que Suecia. Los mismos expertos de Hacienda, en su exposición en El Escorial, fueron muy críticos de los responsables políticos de la Agencia Tributaria por las prioridades que establecen en las políticas de corrección del fraude, así como en el escaso compromiso con los recursos necesarios para resolverlo.

Otra de las medidas que debieran realizarse es la disminución de los intereses bancarios por el Banco Central Europeo, puesto que la justificación aportada por tal Institución para mantenerlos altos carece de apoyo empírico que la sustente. Las mayores causas del crecimiento de la inflación no son el crecimiento de la demanda, sino el crecimiento del precio del petróleo, y de los alimentos debido en parte a la actividad especulativa de los capitales financieros. Al BCE debiera exigírsele que, como hace el Federal Reserve Board en EE.UU., diera ahora prioridad a estimular la creación de empleo, en lugar de destruirlo, como está haciendo ahora. Y esta bajada de intereses debiera ir acompañada con políticas expansivas a nivel de toda Europa, subiendo el presupuesto de la UE de un 1% a un 5% del PIB, con el fin de realizar inversiones públicas que estimularan las economías europeas, propuesta realizada por un panel de economistas de EE.UU., Gran Bretaña, Francia y España en las mismas jornadas de El Escorial, donde se presentó el informe de los expertos haciendistas de la Agencia Tributaria Española. Y, lo más importante, sería que se estableciera una legislación por parte del Parlamento Europeo que permitiera convenios colectivos a nivel de toda Europa, facilitando un pacto social entre el mundo empresarial y los sindicatos a nivel europeo, condición sine qua non, para crear una Europa Social. (Ver el capítulo de V.Navarro. “Como está evolucionando la situación social de la Unión Europea” en Borrell, J., Europa en la Encrucijada).

Soy consciente de que estas propuestas se considerarán utópicas en el ambiente tan profundamente liberal y conservador que existe en las culturas económicas, políticas y mediáticas del país. Pero que las propuestas keynesianas hechas en este artículo sean consideradas utópicas en nuestro país define la naturaleza del problema, que es, en definitiva, el enorme dominio del pensamiento liberal en aquellas culturas. De ahí que se requiera una movilización de las fuerzas progresistas para cambiar la cultura política y económica que domina el país. Pero para ello se requiere que tales fuerzas progresistas se rearmen ideológicamente, abandonando su aceptación del dogma liberal que hegemoniza el pensamiento económico del país, incluso entre amplios círculos de izquierda

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“Collas de mierda”, de Sandra Russo en Página 12

Posted in Derechos, Internacional, Política by reggio on 16 septiembre, 2008

Los ecos que llegan desde Bolivia: de un racismo inadmisible e implacable

El excelente documental de Emilio Cartoy Díaz, Bolivia para todos, que emitió Canal 7 y que sigue circulando en debates y encuentros para analizar la crisis que se agudizó radicalmente esta semana, permite tomar nota sensible de lo que las palabras y las fotos no llegan a transmitir. Las notas de la televisión tampoco. Cabe preguntarse ahora que las papas queman y hay muertos, desde dónde se mira la crisis boliviana. Los noticieros hablan del tema de una manera pasteurizada, como si se tratara de “querer” o “no querer” a Evo Morales, presidente legítimo y relegitimado.

Uno de los hallazgos del documental es haber registrado no sólo el aquelarre del racismo más repugnante, sino la manera en que la propia televisión boliviana fue adaptándose para informar sobre la rebelión de los departamentos “blancos”. Un docente que vio el documental me decía el sábado que se había sentido estúpido de pronto, al advertir que había “comprado” la información en sachet que dan los grandes medios: se había hecho la idea de que Santa Cruz, Pando, Beni, Cochabamba, en fin, los lugares desde los que se reclama la autonomía, eran “opositores en bloque”, territorios ficticios en los que el rechazo a Morales brotaba de mayorías con otras ideas e intereses. Y precisamente porque en cada uno de esos departamentos hay miles y miles de partidarios de Evo Morales que están siendo censurados, perseguidos, amenazados y ahora asesinados, como los militantes de Pando, es que la crisis tiene otra cara, una mueca monstruosa que sin embargo no sale por tevé.

En el trabajo de Cartoy Díaz también se puede ver cómo la pantalla partida de la televisión boliviana comenzó a producir un efecto erosionante del poder presidencial. Normalmente, cuando habla un presidente su investidura reclama la pantalla entera. No fue eso lo que le cedió la televisión, que comenzó a dividir los planos y a incluir ventanas en las que, al mismo tiempo que se veía a Morales, se veía también a los prefectos de Santa Cruz o Cochabamba diciendo lo suyo. La pantalla se desmembró antes que el país. La pantalla fue la primera en bajar la estatura presidencial. Y esa pantalla nos recuerda otras pantallas partidas. Que cada cual recuerde.

El desprecio sin fondo que los bolivianos blancos sienten por los collas y por las diferentes etnias originarias del país es una herramienta política que tiene como objetivo y presa el capital. En ese sentido, no hay desprecio histórico sin botín en el medio. Los sentimientos colectivos de manipulación, doblegación y exterminio siempre han servido de impulso para que los portadores del odio puedan quedarse con todo. El racismo, en fin, es apenas un instrumento económico. Pero sostenerlo, sentirlo, experimentarlo, demanda una preparación de siglos que permanece intacta. Las que hoy tratan de imponerse en Bolivia son subjetividades melladas en su forma y fondo por una visión del Otro Degradado, expropiado de sus derechos y reivindicaciones. ¿La democracia? Una excusa reemplazable por alguna otra forma de gobierno que deje cada cosa en su lugar.

“Fuera collas de mierda”, rezaba una pared en Santa Cruz. No era sólo una pared. Eran muchas paredes. Eran gritos también. Mucha gente como la gente gritando “fuera collas de mierda”. Lo que se cocina en Bolivia no es sólo un golpe de Estado en alguna de sus formas posibles. No es sólo un intento desesperado de los dueños del dinero por retener sus privilegios y su statu quo. Es un extracto de infamia, una muestra del veneno histórico inoculado año tras año en un país que hasta hace poco tenía un presidente que no hablaba bien el castellano, y no porque fuera colla.

La cocina ideológica y emocional de la reacción contra Evo Morales hace pensar en que cada crimen que tuvo o tenga lugar en Bolivia es de lesa humanidad.

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Bolivia: subversión de las derechas, del Editorial en La Jornada

Posted in Derechos, Internacional, Política by reggio on 16 septiembre, 2008

Tras haberse sometido a un referendo revocatorio y haberlo superado con éxito, a principios del mes pasado, el gobierno bolivano encabezado por Evo Morales enfrenta ahora una conjura subversiva en la que confluyen las oligarquías regionalistas del país y el gobierno de Estados Unidos, la cual pretende derrocar a la autoridad nacional democráticamente electa y ratificada en las urnas en agosto.

La confrontación entre el gobierno popular de Evo Morales y la oposición derechista, cuyas principales caras visibles son los prefectos (gobernadores) de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija y Chuquisaca, empezó como un conjunto de reivindicaciones autonomistas, escaló en meses recientes a saqueos, bloqueos de carreteras, violentas tomas de aeropuertos y edificios gubernamentales y atentados contra gasoductos. La participación de la embajada estadunidense en La Paz en esos actos de desestabilización era tan evidente que Morales declaró persona non grata al embajador Philip Goldberg.

El jueves pasado, en las cercanías de Cobija, capital de Pando, unos 26 campesinos que acudían a una asamblea de apoyo al gobierno de La Paz fueron masacrados y el jefe del Ejecutivo atribuyó el crimen a sicarios peruanos y brasileños que habrían actuado en connivencia con el prefecto local, por lo que ordenó la implantación del estado de sitio en ese departamento, en donde los enfrentamientos entre partidarios del gobierno y opositores ha dejado un saldo global de una treintena de muertos.

Con ese telón de fondo, ambas partes iniciaron ayer una ronda de pláticas y los bloqueos carreteros fueron temporalmente suspendidos. Es poco probable, sin embargo, que se logre desactivar en la mesa de negociaciones lo que, disfrazado de falsos regionalismos o de reivindicaciones fiscales de los prefectos rebeldes, constituye, en realidad, un plan para derribar por medio de la fuerza al gobierno de La Paz.

Debe considerarse que los oligarcas bolivianos no están dispuestos a permitir la permanencia en el cargo de un presidente de origen indígena que ha emprendido acciones que afectan los intereses de los acaudalados y que apuntan a reducir la pavorosa desigualdad que afecta al país sudamericano. Por su parte, Washington ha encontrado en Bolivia al eslabón más débil del trío de gobiernos andinos que le son adversos –Venezuela y Ecuador, además de Bolivia– y parece concentrar sus esfuerzos en desestabilizar al gobierno de Evo Morales como primer paso para hacer otro tanto contra las autoridades de Caracas y de Quito. De hecho, en la Bolivia actual, las provocaciones violentas y criminales, las presiones para generar desabasto, la agitación de las clases medias para malquistarlas con el gobierno y la campaña de desinformación en curso tienen todas las características de los procesos subversivos diseñados por Washington para deponer a gobiernos que considera adversos, como lo hizo en 1954 contra la presidencia de Jacobo Arbenz y en 1973 contra el gobierno popular encabezado por Salvador Allende. La nación sudamericana vive, en suma, una regresión a los tiempos del golpismo vulgar que muchos consideraban superado en este continente.

En tal circunstancia, el respaldo activo e inequívoco a las autoridades de La Paz constituye un deber elemental de todos los gobiernos latinoamericanos. No se trata únicamente de un ejercicio de congruencia y de solidaridad democrática, sino de una obligada medida de sobrevivencia. Porque si la conjura oligárquica y la injerencia estadunidense llegaran a triunfar en Bolivia, cualquier nación podría ser la próxima víctima de una conjura. Cabe esperar que esa consideración oriente la participación de los mandatarios que se reúnen hoy en el encuentro convocado por Chile para analizar la crisis boliviana, y en el que participan, además de Evo Morales y de Michelle Bachelet, los presidentes Cristina Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva, Álvaro Uribe, Rafael Correa, Fernando Lugo, Tabaré Vázquez y Hugo Chávez.

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