Reggio’s Weblog

Salvar al capitalismo de sus depredadores, de Antón Costas en El País de Cataluña

Posted in Economía, Política by reggio on 28 octubre, 2008

Al fin una buena noticia relacionada con la crisis. En medio del holocausto financiero que estamos viviendo, con la desaparición de parte importante del ahorro colocado en productos financieros y planes de pensiones, la semana pasada dos bancos españoles, Fibanc-Mediolanum y Banif, controlado por el Santander, anunciaron que se hacen responsables de los bonos de Lehman Brothers que habían vendido a sus clientes como formas de ahorro totalmente seguras y que después se demostró que no era así. Aplican, a mi juicio, una regla básica de la confianza mercantil: el vendedor del producto es el que se responsabiliza de su fiabilidad frente al cliente.

Para comprender lo que está sucediendo, es conveniente diferenciar lo que le ocurre a la Bolsa de lo que sucede con la confianza financiera. La Bolsa se ha desplomado muchas veces, pero en la mayoría de los casos, como ocurrió con el desplome de las punto.com a inicios de esta década, esas caídas no afectaron a la confianza en los bancos. Por tanto, la pérdida de confianza financiera tiene otras causas.

Recuerdo que hace unos años mi padre, jubilado, me llamó para decirme que el director de su oficina bancaria le aconsejaba que pasara sus ahorros de toda una vida de trabajo de la tradicional cuenta de ahorro, que le daba un interés bajo pero era segura, a un producto financiero que, aunque en teoría tenía más riesgo, en la práctica era «igual de seguro». Era un consejo irresponsable. Por suerte, mi padre no lo siguió. Pero otros sí lo hicieron. ¿Quién es el responsable de haberlo hecho, el banco que aconsejó o el cliente que compró? ¿Qué confianza se les puede pedir a personas que, mal aconsejadas, han metido todos sus ahorros en un «producto muy seguro» que luego resultó insolvente?

Dentro del capitalismo ha crecido un nueva casta de altos directivos y ejecutivos excepcionalmente bien retribuidos que, sin embargo, no se consideran responsables de las consecuencias de sus decisiones. Esa nueva élite anida especialmente en los despachos de los bancos de inversión, en los fondos de alto riesgo, en las agencias de calificación de riesgo, en las grandes consultoras y despachos de abogados. Justifican sus elevadísimas retribuciones por el valor que añaden a los negocios. Pero, en muchos casos, más que añadir valor, actúan como verdaderos depredadores de la riqueza de sus clientes.

Esta nueva casta ha desarrollado un nuevo capitalismo cuyo rasgo cultural es la irresponsabilidad. A pesar de sus elevadísimas retribuciones y de haber hecho circular productos fraudulentos, no se sienten responsables, aunque las consecuencias sean devastadoras para las empresas que dirigen o para los clientes a los que asesoran. Posiblemente porque practican la autoexclusión de los ricos y han dejado de sentirse parte de la sociedad en la que viven.

Curiosamente, después de arruinar a los demás, algunos se presentan como víctimas del sistema. Hace unos días participé en una jornada para ex alumnos de una escuela de negocios. Hablé de esa nueva élite. Desde la sala se me objetó que no era adecuado hablar de depredadores, sino de un fallo sistémico. Sin dejar de tener algo de razón, el argumento me recuerda el cinismo de aquel escocés que después de haber asesinado a sus padres pedía al juez ser tratado con benignidad por el hecho de ser huérfano.

Sin embargo, de la misma forma que conviene no confundir la religión con lo que hacen los ministros de la Iglesia, tampoco debemos confundir el capitalismo con esta casta de capitalistas. Por eso hay que «salvar al capitalismo de los capitalistas», como argumentan en un libro reciente dos profesores de la Universidad de Chicago, Luigi Zingales y Raghuram Rajam, defensores a ultranza de la economía de mercado, pero que, a la vez, señalan de forma convincente que el mercado no puede funcionar sin la «mano visible» del Estado. Ya lo dijo, aunque de otra manera, Carlos Marx cuando en el Manifiesto comunista afirmaba que el Gobierno del Estado moderno es el consejo de administración de los negocios de la clase burguesa en su conjunto. Es decir, de lo que ahora llamamos clases medias.

Eso es lo que ha hecho el primer ministro británico, Gordon Brown, un laborista socialdemócrata a la antigua que no ha dudado en utilizar la mano visible del Estado para suministrar un bien público básico en una economía moderna, la seguridad financiera. Tanto la seguridad de los mercados, mediante la capitalización pública de los bancos privados en situación de riesgo de quiebra, como la seguridad de las personas, mediante la protección de sus ahorros.

La historia financiera nos enseña que el capitalismo es como el colesterol: lo hay del bueno y del malo. El buen capitalismo es como el colesterol bueno, no hace daño; al contrario, fortalece mediante la creación de riqueza. Pero en las últimas décadas el colesterol malo del capitalismo se ha expandido como un virus que ha intoxicado al conjunto de la economía, la depreda y amenaza con destruirla.

Hay que recuperar los valores básicos del capitalismo primitivo, aquellos que le dan legitimidad social. Por una parte, la cultura del esfuerzo y del trabajo responsable y bien hecho, premiado con un salario adecuado y una jubilación digna. Por otra, el principio fundamental de que quien recibe los beneficios también ha de correr con las pérdidas. Para ambas tareas, la mano visible del Estado, la regulación y el control público, es insustituible y urgente.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB.

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¡Queremos mentiras nuevas!, de Miguel Ángel Aguilar en El País

Posted in Economía, Política by reggio on 28 octubre, 2008

«¡Queremos mentiras nuevas!» era el lema que figuraba escrito en la pancarta que abría la manifestación multitudinaria dibujada por El Roto para la viñeta de un primero de año. Pero el primer problema que plantea responder a esa demanda de mentiras nuevas es que sólo está en condiciones de mentir de modo auténtico quien conoce la verdad y a estas alturas de la crisis que nos asola ese conocimiento parece ser el más escaso de todos los bienes. A la legítima reclamación del público que exige novedad se prefiere responder de manera compasiva. La pretensión de quienes figuran como mayores en edad, saber y gobierno, como escribe Edgardo Rodríguez Juliá en La renuncia del héroe Baltasar (Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 2006), viene a ser que «la mentira piadosa equivale a la verdad, porque es ella la única que puede mantener un estado de paz, y es la paz el único fin de un Dios todo misericordioso», consuelo infalible de los más débiles.

Mientras, la crisis sigue destilando sus efectos sin atender a las medidas adoptadas, sigue el mareo descendente de los índices bursátiles, de los índices de desempleo y del consumo, la morosidad se multiplica sin que se vea la luz al final del túnel. La prueba afecta a todos con desigual resultado. Así, agarrado a la crisis el primer ministro británico. Gordon Brown, adquiere perfiles de líder y recupera las perdidas probabilidades de victoria electoral. El presidente francés, Nicolás Sarkozy, alterna discursos filosóficos sobre el laicismo o la refundación capitalista con la toma del poder en los medios de comunicación galos. De la canciller alemana, Angela Merkel, digamos que parece afectada por el síndrome de pérdida de iniciativa. El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, ni corto ni perezoso, aprovecha el desconcierto para revestirse de nuevos blindajes que añadan impunidad a sus continuados desafueros y colusiones de intereses privados y públicos, mientras pone en fuga a los gitanos convirtiéndolos en su blanco preferido. Concluyamos por el momento la lista con el presidente José Luis Rodríguez Zapatero determinado a exigir su billete para Washington aunque no sea un hombre G.

Empecemos por reconocer que por lo que respecta a la economía y las finanzas, la orientación magnética acusa una fuerte inercia, de manera que pese a los desastres generados en Wall Street, sigue concediéndose a Washington el beneficio del liderazgo y se diría que dejando en sus manos el envío de las invitaciones de la conferencia donde se quiere iniciar el proceso que siente las bases del nuevo capitalismo. Llegados aquí, interesa advertir cómo ha regresado sin objeción alguna ese vocablo, que había cedido su puesto a favor de otros eufemismos como el de la «libre empresa» primero y el del «sistema de mercado» después. Sucede que la pretendida omnisciencia del «mercado», hacia el que se generó una idolatría imparable, ha quedado pulverizada por las caídas en cadena de aseguradoras y bancos, salvados de la quiebra sólo por la intervención del Estado, tan denigrado cuando el despilfarro como imprescindible en momentos de vacas flacas.

Sostiene nuestro John Kenneth Galbraith que hablar de sistema de mercado como alternativa benigna al capitalismo equivale a presentarlo bajo un disfraz anodino, que oculta una realidad más profunda: el poder del productor para influir, e incluso controlar, la demanda del consumidor. Un hecho que no es conveniente mencionar porque así la doctrina evita referencias a individuos o empresas dominantes, se difuminan los poderes económicos y lo único que existe es el mercado impersonal. Sucede que si en lugar del «poder del productor» habláramos del «poder del financiero» y sustituyéramos al «consumidor» por el «inversionista» estaríamos en condiciones de entender cómo hemos llegado a las hipotecas subprime y a los «productos estructurados», de tanta aceptación como graves consecuencias. En esta situación, se han escuchado explicaciones y recetas insólitas y algunos han dado con la codicia insaciable como origen de todos los desastres. Su propuesta regeneracionista consistiría en extirparla. Un camino audaz, que podría llevarnos a proceder del mismo modo con los siete pecados capitales y recuperar de paso al género humano del estado de naturaleza caída con el consiguiente regreso al paraíso terrenal, entre el Éufrates y el Tigres, ahora muy deteriorado por la última guerra.

Tantas veces faltos de calor en el elogio al presidente Zapatero, parece oportuno abandonar hoy esas tibiezas y romper una lanza a favor de su participación en la anunciada reunión de Washington, a la que ahora pugna incansable por asistir. Otro cualquiera habría preferido pasar inadvertido, resignarse e invocar a Unamuno en el momento de proclamar el castizo «que inventen ellos». Pero Washington bien vale una súplica, aunque deba formularse en París. Ninguna objeción puede merecer nuestro país al que corresponde con toda razón sentarse en la mesa de las decisiones. Veamos, por ejemplo, cómo -según cuenta el corresponsal del diario La Vanguardia en Nueva York, Andy Roninson- cuando llega la hora de la regulación Estados Unidos se propone estudiar la fórmula bajo la que se rigen las finanzas españolas, al comprobar su efectividad y se anuncia en la Universidad de Columbia una conferencia promovida por el premio Nobel Joseph Stiglitz sobre supervisión bancaria, que considera las normas contracíclicas del Banco de España como clave de la solvencia. Además, esta actitud de Zapatero anticipa que en este segundo mandato al fin va a interesarse por el mundo, después de todo lo que el mundo se ha interesado por él.

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¿Qué Europa?, de Joan Ramon Resina en La Vanguardia

Posted in Cultura, Derechos, Historia, Política by reggio on 28 octubre, 2008

Cada vez más, los ideales democráticos de la Unión Europea están siendo puestos a prueba. Sin entrar en el lado social de las turbulencias financieras, cuyas consecuencias políticas aún tardarán en emerger, puede decirse que abundan los síntomas de desencaje entre la representación del proceso de convergencia europea y la conducta real de ciudadanos e instituciones de los estados miembros. Aunque la lista de desafecciones sería larga, solamente este año se han registrado el rechazo de Irlanda al proyecto de Constitución europea, el creciente unilateralismo de los gobiernos y la involución corporativista (y en el fondo nacionalista) de sus aparatos de Estado. Pero el síntoma más grave del deterioro de los valores democráticos es el aumento de las acciones contra los derechos de las minorías nacionales. El menosprecio de tales derechos, que llega incluso a intentar derogarlos, es un síntoma de que la concepción clásica de democracia agoniza en un nuevo clima político que bien podría ser también la despedida del interregno liberal iniciado con la distensión de la guerra fría en los años sesenta del pasado siglo.

El pasado mes de junio la Academia Francesa exigió la retirada de una cláusula que reformaba el artículo primero de la Constitución francesa a fin de reconocer los «idiomas regionales» que aún se hablan en aquel país. En opinión del ilustre cuerpo, reconocer tales idiomas como parte del patrimonio nacional ponía en peligro la identidad francesa.

Rigiéndose por la opinión de los savants,el Senado francés revocó la modificación del artículo por 216 votos contra 103, con una fuerte representación de la UMP de Sarkozy, de los comunistas, los radicales de Le Pen y el centroderecha entre el voto mayoritario. Reaccionando a esta explosión de patriotismo, la prestigiosa revista internacional Nature publicó una respuesta el 26 de junio titulada «Comédie Française».Para el autor del artículo la reacción de la Académie «desafía a la lógica». Según él, en un época en que la globalización amenaza con extirpar la mitad de las 6.000 o 7.000 lenguas del planeta, una corporación científica debería trabajar a favor de la conservación, no de la extinción. El conocimiento y la cultura, asegura Nature,están estrechamente imbricados con los idiomas dentro de los cuales han evolucionado. Por ello, la desaparición de un idioma no es sólo una pérdida para la comunidad que lo hablaba, es también la pérdida de esa comunidad para el género humano. El siglo XXI ha de superar la indiferencia ante la destrucción de la diversidad lingüística, incorporándola al derecho internacional en concepto de crimen contra la humanidad.

El pronunciamiento de la Académie se ramificó instantáneamente y al día siguiente dieciocho sabios españoles exigieron a su gobierno no ya el rechazo del artículo pertinente a derechos lingüísticos en el impugnado Estatut d´Autonomia de Catalunya, sino toda una reforma de la Constitución para retirar a los idiomas regionales la mascarilla de oxígeno con la que alientan desde la transición. Una vez más, España marcha al compás de Europa, pero ¿de qué Europa? Si esta liquida el espíritu liberal que condujo a la reconciliación francoalemana con el encuentro de Konrad Adenauer y Charles De Gaulle en la catedral de Reims el 8 de julio de 1963, lejano preludio del tratado de Maastricht, Europa involucionará a un chovinismo de consecuencias imprevisibles. Y en este proceso, cualquier señal de intolerancia que parta de Europa encontrará en España terreno fertilizado por décadas de agitación mediática.

En la propia Alemania, dos semanas antes del episodio de la Academia Francesa, Joachim Hunold, presidente de Air Berlin, dedicó a la lengua catalana un artículo editorial en la revista de la aerolínea en términos difíciles de imaginar hace pocos años. En este artículo, el señor Hunold deja patente su ignorancia, o su desfachatez, como le espeta el doctor Johannes Kabatek, catedrático de lingüística románica de la Universidad de Tubinga y presidente de la Deutsch-Katalanisches Gesellschaft, en una carta que hasta la fecha es la única respuesta emitida desde la abultada corporación de romanistas alemanes. Pero si el artículo del señor Hunold carece de interés filológico, interesa, y mucho, por lo que dice sobre la Europa que las grandes empresas están construyendo con el apoyo de los estados miembros.

Sólo por la voluntad de racionalizar el espacio europeo reduciendo al mínimo su diversidad lingüística – una gigantesca recalificación del territorio- puede explicarse su altivo ataque a la lengua catalana y su – a oídos españoles- lisonjera caracterización del castellano como el idioma de comunicación preferido por las personas inteligentes, como ya ocurría, según él, en tiempos del «emperador alemán Carlos V». Falto de tal currículum, el catalán no merece consideración, porque, como asegura el señor Hunold con toda propiedad, «no recuerda precisamente el idioma de un imperio mundial». Razones tan profundas suscitan preguntas urgentes. Por ejemplo, ¿es imprescindible que un pueblo conquiste otros a fin de mantener su idioma en la nueva Europa? La pregunta es retórica y la respuesta inquietante, porque el señor Hunold demuestra, en calidad de triunfador, que nada es tan cacófono como el rumor de los conquistados. Por ello rechaza con vehemencia topónimos como Eivissa y prefiere la eufonía de playa al autóctono pero malsonante platja.

¿Qué pudo impulsar al señor Hunold a descender de las alturas de su aerolínea a lanzar sobre las cabezas catalanohablantes sus documentadas opiniones en torno a la relación entre eufonía y poder? Muy sencillo: el gobierno autónomo de las islas Baleares elevó a su despacho presidencial una petición para que la aerolínea se mostrara sensible a los viajeros catalanohablantes en los vuelos con destino a las Baleares. Pretensión tan desmesurada puso a prueba la paciencia del señor Hunold, a quien le importa tan poco como a las aerolíneas españolas que la Constitución de este país reconozca la oficialidad del catalán en las Baleares, o que el Parlamento Europeo aprobara en 1992 una Carta para las Lenguas Regionales o Minoritarias que tiene rango de ley internacional y que ratificaron tanto España como Alemania. ¿Qué culpa tiene el señor Hunold de que unos provincianos depositaran sus esperanzas en resoluciones internacionales desprovistas de fuerza coercitiva sobre los estados? Tras la proeza de dotar los vuelos interiores en España con «por lo menos una azafata capaz de hablar en castellano», ¿puede exigirse a una empresa europea que además incorpore la atención en catalán a los vuelos destinados a Mallorca?

La contrariedad del señor Hunold es comprensible. Con la intensificación de la movilidad, la miscelánea cultural que siempre fue Europa se ha convertido en una molestia para todos excepto las poblaciones locales, que los nuevos europeos ven cada vez más como manchas en el paisaje. Y así como Filemón y Baucis, aferrados a su pequeña parcela, impedían a Fausto construir una atalaya para «escrutar el infinito», las culturas residuales, arrumbadas en el desván de las economías nacionales, son obstáculos que despejar. Pero una vez puesto en marcha el proceso, no se sabe dónde acabará. ¿Qué idiomas seguirán a las lenguas regionales a la guillotina a medida que se agudice la racionalización?¿Cómo será el paisaje cultural que verán los ojos europeos dentro de un siglo? Son preguntas que merece la pena plantearse cuando aún queda tiempo, pues, como sabía el general Stumm en El hombre sin atributos,la exigencia de ordnung y más ordnung conduce a un paisaje lunar.

Al señor Hunold no le bastó ofender a los catalanohablantes en su idioma; pretendió además avasallarlos con el argumento de que deben su desarrollo a otros europeos que graciosamente les remiten fondos de cohesión. Pero ¿es cierto que el aeropuerto de Son Sant Joan, tan útil a los viajeros alemanes en general y a Air Berlin en particular, no existiría sin la ayuda comunitaria? El señor Hunold pasa por alto el minúsculo detalle de que Catalunya y Baleares son contribuyentes netos a la Unión Europea, y que el nivel de solidaridad de estas comunidades con España excede con mucho el de Baden-Württemberg con el más pobre land de Alemania. El directivo de la aerolínea no parece saber que de haber actuado sola en lo que concierne a la inversión de sus recursos, Catalunya estaría hoy mucho más desarrollada y mejor conectada a Europa y al mundo.

La pregunta verdaderamente apremiante que suscitan conductas como la del señor Hunold y los miembros de la Academia Francesa es: ¿cuál será la Europa que se formará en el próximo medio siglo? ¿Será una que promueva la rica y diversa herencia cultural del continente, o una que discrimine entre culturas según criterios darwinistas? ¿Una que venere las tradiciones imperiales, o una que reconozca el vínculo entre democracia y autodeterminación en el seno de las estructuras comunitarias? A fin de cuentas, esta es la prueba decisiva para una democracia potente y unificadora. Porque el respeto de uno mismo se basa en el respeto a los demás; condición que las clases populares berlinesas entienden mucho mejor que los ejecutivos de sus grandes compañías. Cuando menos esto es lo que se desprendía de los carteles pegados por el Hertha BSC Berlin hace algunos años en lugares de la capital de la Alemania recientemente reunificada. Bajo las líneas que anunciaban el partido del Hertha contra el Barça, podía leerse: «Viene el Barcelona. Sé respetuoso. ¡Aprende catalán!». El Futbol Club Barcelona respondió a la falta de respeto de Air Berlin hacia su idioma oficial cancelando las reservas del equipo para el primer tramo del viaje a Estados Unidos. Por dignidad, justamente.

JOAN RAMON RESINA, jefe del departamento de Literatura Española y Portuguesa de la Universidad de Stanford.

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Parece que estaremos en Maracaná, de Enric Juliana en La Vanguardia

Posted in Economía, Internacional, Política by reggio on 28 octubre, 2008

NOTAS DE MADRID

España probablemente estará representada en la gran cumbre financiera de Washington. Quizá como invitada y con una credencial de distinto color, como apuntaba Jordi Barbeta el pasado sábado en La Vanguardia, pero probablemente estará. La tranquilidad con la que estos días el asunto es enfocado por las fuentes oficiales permite creer que las cosas comienzan a estar enfocadas. Al menos esta es la sensación que ayer se percibía en Madrid.

Las últimas declaraciones del Partido Popular en tono positivo van en esta dirección. Si el PP ha activado algunos de sus resortes internacionales –que no son pocos- en favor de la presencia de España en Washington, habrá actuado de manera inteligente. «Uno cobra mucha más fuerza cuando sabe decir sí», proclamó Mariano Rajoy en el congreso popular de Valencia, el pasado mes de junio. Estos días, Rajoy ha tenido una excelente oportunidad para demostrar que la derecha española también podría tener talante. Una elegancia de nuevo tipo.

Es evidente que España ha puesto toda su maquinaria diplomática en marcha. Ayer mismo, el Rey se pronunció abiertamente sobre la cuestión desde Perú. Y el gobernador del Banco Central Europeo, Claude Trichet, opinaba en Madrid a favor de la presencia de España en el foro de Washington. España no es un gigante de la política internacional, pero tampoco es un cero a la izquierda, aunque algunas voces lo proclamen así, presas del acaloramiento o del negativismo.

España es una potencia media que cuando juega bien sus cartas puede adquirir una talla mayor. Con un sistema bancario fuerte, más fuerte que el de muchos países de su entorno (los datos, tozudos, así lo indican estos días), con unas excelentes relaciones con Brasil (país que preside el G-20), con una alianza con Francia que muchas veces traspasa la línea de la excesiva supeditación (Nicolas Sarkozy necesita tener en José Luis Rodríguez Zapatero un fidelísimo aliado), con Gordon Brown bien predispuesto, y con un entramado de relaciones internacionales en el que estos últimos años ha primado el pragmatismo y la amabilidad (el ‘buenismo’ que tanto se critica a Moratinos y Zapatero), es probable que España obtenga plaza en Washington, ni que sea en el panel de los países invitados. Si se consigue será una victoria política. El PP se lo huele y evita el catastrofismo.

La actitud adoptada ayer por Zapatero en el comité ejecutivo del PSOE también va en la misma dirección. El PSOE acentúa ahora la lectura de la crisis como batalla ideológica entre progresistas y neocons. Demasiado sencillo. Demasiado simple. Demasiado fácil. Pero señal de que los socialistas no desean el ‘abrazo’ del PP.

Parece que España estará en el foro de Washington. En el Maracaná de la crisis financiera internacional.

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España desciende al puesto 17º de las economías de la UE más competitivas, de Carlos Segovia en El Mundo

Posted in Economía, Internacional by reggio on 28 octubre, 2008

UN PAIS EN CRISIS

El Foro Económico Mundial desvela que entre 2006 y 2008 Chipre y Eslovenia han logrado ya superar a la economía española, y Malta se acerca

El país que pide paso y protagonismo en la Cumbre de Washington para refundar el capitalismo es ya, tras descender dos puestos, el número 17 -de un total de 27- en la clasificación de las economías más dinámicas de la Unión Europea (UE).

El Foro Económico Mundial desveló ayer que España ha retrocedido en competitividad desde 2006, tras estudiar los indicadores de modernidad de España y encuestar a altos ejecutivos y empresarios de toda la UE.

«De entre los 15 estados miembros originarios que formaban la UE [antes de la entrada de los países del Este] y no figuran entre los 10 primeros, los únicos ligeros retrocesos registrados desde 2006 son los de Portugal y España que ocupan los puestos números 14 y 17, respectivamente, mostrando así el actual declive económico en la Península Ibérica, especialmente en España», asegura el documento del Foro, que celebra sus reuniones anuales en Davos (Suiza). La nota media obtenida por España es de 4,53, cuando la media de los 27 miembros de la UE es de 4,73. EEUU mantiene 5,44 y la emergente Asia oriental, 5,26.

El informe, denominado Revisión a Lisboa 2008, mide cada dos años los avances de los países europeos en el llamado proceso de Lisboa, que estableció en 2000 una agenda de liberalización y modernización económica para convertir a la UE en la zona más competitiva del mundo en 2010. La gestión del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero desde 2006 ha supuesto un empeoramiento de España en la clasificación.

Los criterios son los avances en la llamada Sociedad de la Información; la inversión en Investigación, Desarrollo e Innovación; liberalización; infraestructuras, servicios financieros; desarrollo sostenible; inclusión social y capacidad de proporcionar empleo a la población; y entorno para la creación de empresas.

Es en este último capítulo en el que España suspende de forma clamorosa, ocupando el puesto número 23, superando sólo a países como Polonia, Bulgaria o Grecia. La excesiva burocracia, la proliferación de normas en el Estado de las autonomías y los problemas de las empresas para encontrar financiación penalizan a España en esta clasificación, que es tenida en cuenta en todo el mundo a la hora de escoger lugares donde invertir.

El Gobierno ha asegurado que va a aprovechar la adaptación de la directiva europea de servicios para intentar facilitar un mejor entorno regulatorio que estimule la inversión empresarial.

Tampoco es que España sea una gran potencia en servicios financieros, donde ocupa el puesto 14. Se mide en este caso el nivel de modernidad del mercado financiero, la facilidad de salir a Bolsa o la calidad de las auditorías.

El bajo perfil de España contrasta con el dinamismo de los países nórdicos. Suecia, Dinamarca y Finlandia encabezan la clasificación. Retrocede con fuerza Reino Unido desde el sexto al noveno puesto, «por el empeoramiento de la situación de los servicios financieros del país», según el texto.

El mal resultado para España en el informe del Foro Mundial sigue al publicado recientemente por la Comisión Europea llamado Cuadro de indicadores de inversión empresarial en I+D en 2008. De él (ver gráfico) se desprende el escaso esfuerzo innovador de las empresas españolas.

La primera, Telefónica, figura en la clasificación europea en el puesto número 41. De las mil primeras del mundo, sólo hay 21 españolas en inversión en investigación y desarrollo.

© Mundinteractivos, S.A.

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Obama, de Raúl del Pozo en El Mundo

Posted in Internacional, Política by reggio on 28 octubre, 2008

EL RUIDO DE LA CALLE

Los progres europeos están con Obama porque no saben que los republicanos empiezan las guerras y las acaban los demócratas tirando la bomba atómica. Ignoran u olvidan que la niña Kim Phuc arde por la carretera gracias al napalm que le arroja desde el cielo Johnson, sucesor de «Camelot, el comecoños» (Ellroy). La política en EEUU no se basa en los huesos de los muertos ni en el consignismo de aparato como en España, sino en el precio de las cosas y en lo que ellos llaman los intereses vitales de EEUU; o sea, en los intereses del gran buitre imperialista. William Faulkner comentaba: «Cuando llego a Europa me preguntan qué pienso; en Estados Unidos me preguntan: ¿dónde compraste ese sombrero?».

Pero quizá esta vez tengan razón los progres y Obama sea algo más que un spot; tal vez simbolice de verdad el sueño americano, las oportunidades, la nación que ha dejado de ser potencia, el espíritu de Whitman, la defensa de «los maricas turbios de lágrimas» (Lorca), la democracia atlética y diversa de los que recogen el algodón y limpian las cloacas, de los marines que volverán a morir en las playas por la libertad.

Lo han lanzado como a un ídolo pero Obama no es sólo una función más de la política como rama del gremio de espectáculos, sino un verdadero cambio. Cambio y frontera son dos grandes palabras americanas. Recordemos -dice Rollo May- que el secreto de la fascinación de Kennedy residía en que era un joven que dejaba lo viejo atrás y hablaba de una nueva frontera. Ellos creen que la historia es europea como el queso; para ellos la historia empieza con el coche utilitario Ford.

Obama está muy bien protegido por el servicio secreto en el país donde Billy el Niño mató a tantos hombres, sin contar mexicanos, y donde llevan chaleco antibalas hasta los predicadores. Pero al último héroe americano le amenazan dos espectros, el efecto Bradley y los idus. El efecto Bradley es el que desbarata las encuestas cuando dan ganadores a alcaldes, gobernadores y candidatos negros; después, a la a la hora de la verdad, opera neuróticamente la barrera racial. También hay idus en América. Son los que se llevaron a Luther King del balcón del Motel Lorraine de Memphis, los que barrieron a tantos agitadores negros en los 70.

Presidente de los Estados Unidos es una profesión de riesgo. Mataron a cuatro, tantos como a presidentes españoles. A los emperadores romanos los aniquilaban con setas e higos sus esposas, con espadas sus centuriones y sucesores; a los emperadores americanos los suelen exterminar los matones de la supremacía blanca que llegan en caballos blancos y túnicas blancas, en las ciudades de ladrillos rojos.

Obama inquieta a una cruz en llamas porque una vez juró en el Corán y no en la Biblia, es hijo de un africano y asistió a una escuela musulmana.

[Horas después de escribir esta columna me entero de que dos ultraderechistas que intentaban atentar contra Obama fueron detenidos en Tennessee]

© Mundinteractivos, S.A.

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José María Cuevas, de Javier Ortiz en Público

Posted in Economía, Política by reggio on 28 octubre, 2008

Cantaba el francés Georges Brassens con mucha coña que “los muertos son siempre gente estupenda”. No es un vicio específicamente hispano: basta con que alguien se muera para que los mismos que lo ponían en vida cual chupa de dómine se dediquen a decir (ante el gran público, claro) que era una gran persona, un benefactor, un prócer, un pilar de la democracia, un adalid de la libertad y ni sé cuántos ditirambos más.

Se cuentan con los dedos de una mano los que ayer tuvieron el valor de mantener sus opiniones de siempre, recordando algunas peculiaridades de la biografía del ex presidente de la CEOE. Por ejemplo, que fue un falangista convicto y confeso, muy colega de Rodolfo Martín-Villa, con quien trabajó codo con codo en los sindicatos verticales del franquismo, cosa de la que, al igual que su amigo, jamás se autocriticó. Por ejemplo, que nunca fue empresario, por mucho que dirigiera la organización del gremio: fue, eso sí, burócrata de varias empresas, antes de convertirse en el principal burócrata del empresariado. Por ejemplo, que durante la Transición se dedicó a poner zancadillas a todos los ministros de Economía de Adolfo Suárez, a los que consideraba perversos socialdemócratas, porque a él lo que le iba era la derecha pura y dura. Por ejemplo, que se pasó la vida tratando de recortar los derechos de los trabajadores. Por ejemplo, que nunca tragó el autonomismo del Estado español y que llegó incluso a reclamar que se suspendiera la autonomía de la Comunidad Autónoma Vasca, sometiéndola a un estado de excepción. Sólo le conocí en su larga trayectoria una decisión feliz: la de jubilarse.

Se suele manejar en estos casos un argumento que me parece especialmente bobo: “No  digas esas cosas de él, porque ahora no puede defenderse”. ¡Pero si se las dije decenas de veces cuando estaba vivo y nunca mostró el menor deseo de desmentir ninguna de ellas! ¿Qué debería hacer ahora yo, si no? ¿Desdecirme?

La conversión de los muertos en tabú (de los muertos recientes, porque pasados unos cuantos años hay ya de nuevo libertad de despotrique) representa uno de los fenómenos más hipócritas de nuestra cultura. Es detestable.

El problema de Europa o por qué sufren las bolsas, de S. McCoy en El Confidencial

Posted in Economía by reggio on 28 octubre, 2008

Me pone un lector sobre la pista del último post de Krugman en el NYT. Titulado “La madre de todas las crisis monetarias”, es sorprendentemente corto y básicamente remite a Stephen Jen, Estratega Jefe de Divisa en Morgan Stanley. Otro de ustedes me hace llegar el enlace al último artículo de Evans-Pritchard en el Telegraph. En este caso la Madre a la que se refería el recién designado Premio Nobel, que empieza a creérselo –el comienzo de su pieza no tiene desperdicio-, pare un hijo concreto. Y sale feo a más no poder. “Europa a las puertas del colapso monetario” es su negro pronóstico. Otro más. Y van… Su base argumental descansa, de nuevo, en Stephen Jen y su último análisis de coyuntura que, a su vez, parte de datos del Banco Internacional de Pagos de Basilea. ¿Qué es lo que dice el banquero de inversión para generar tal pánico y, sobre todo, está justificada la credulidad de los analistas ante su mensaje?

Comencemos primero por la segunda pregunta. Esto es lo que Jen -que en un informe de 8 de julio de este año, My Thoughts on Currencies, que no he podido encontrar en la web, concluía “el dólar, que entonces transitaba por el 1,565, cerca de sus máximos históricos contra el euro, puede estar haciendo un suelo frente a las principales divisas mundiales tras haber iniciado su apreciación frente a las emergentes” y el 29 de ese mismo mes apostaba ya abiertamente por una apreciación inmediata de la moneda USA, Calling for a USD rally, no tanto por mérito propio sino por defecto de las demás-, comentaba a sus clientes en un informe publicado el pasado trece de octubre, y que ahora les adjunto. No hay que negarle su capacidad premonitoria. “Pese al deterioro que hasta ahora hemos visto en las divisas emergentes, no estamos sino en la segunda fase de un proceso que se va a prolongar hasta bien entrado el 2009 (…) El contagio será severo y disipará gran parte de las diferencias entre los fundamentales económicos de sus distintas economías, pilares que se verán afectados negativamente por esa ausencia de discriminación”.

¿Cuáles son esas fases? Primera. Fortaleza del dólar ante el proceso global de aversión al riesgo y de compra masiva de activos soberanos estadounidenses. Segunda. Ajuste de las estrategias de cobertura de divisa por parte de los agentes económicos locales de las naciones en desarrollo. Se trata de un doble fenómeno: cierre acelerado de posiciones en pérdidas como consecuencia de apuestas erróneas en direccionalidad (minusvalías que, en algunos casos han amenazado con llevarse las propias empresas por delante) y apertura de nuevos mecanismos de protección que actúan contra la moneda local y a favor de la divisa estadounidense. Se trata de un movimiento obligado que no tiene nada que ver con los fundamentales. Es la etapa en la que nos encontraríamos actualmente. Tercera. Cancelación acelerada de las posiciones de carry trade que perjudicará fundamentalmente a las monedas con más liquidez y mayores tipos de interés asociados. Cuarta. Parón en seco de las entradas de capital que va a determinar qué parte del interés por las economías emergentes no era sino resultado de la burbuja de crédito lo que hará que cobre, en este caso sí, especial relevancia la solidez financiera del país en cuestión. Jen concluía entonces señalando: “se trata, por primera vez en la Historia, de un fenómeno global, no regional en el que las intervenciones gubernamentales serán inútiles”.

Gran parte de los movimientos de la bolsa española estos días, y especialmente la caída del Santander, podría encontrar su justificación en los fenómenos que Jen describe y anticipa y que se han cebado, especialmente, con el real brasileño. Pero, ¿cuál es su mensaje actual, primera parte de la pregunta inicial? Informe de 27 de octubre. A la luz de los datos suministrados por el Banco Internacional de Pagos de Basilea a finales de septiembre, concluye “los emergentes pueden convertirse el segundo epicentro del terremoto financiero mundial. Y, si llega a ser así, el euro es más vulnerable que otras monedas. Como porcentaje de su PIB, los bancos europeos (21%) y británicos (24% que también lo están sufriendo en sus carnes) están cinco veces más expuestos a dichos mercados que las entidades de Japón (5%) o Estados Unidos (4%) lo que puede tener un peligroso efecto boomerang sobre ellos y las economías que los sostienen”. Tres cuartas partes de la financiación a las economías en desarrollo ha sido realizada por instituciones financieras europeas. Las cifras son mareantes y amenazan con retrasar la recuperación de la región mucho más de lo que sus belicosos dirigentes piensan.

Tanto Krugman como Evans-Pritchard, cuya tesis ha sido ampliada por Yves Smith en Naked Capitalism, coinciden en dar extraordinaria importancia a la crisis en los países emergentes a la que hacíamos referencia ese fin de semana con base en los argumentos de Jen que son apoyados desde otras casas como UBS. No sólo eso. Ambos señalan que, contra lo que pudiera parecer a primera vista, Europa va a resultar la principal damnificada de este elemento adicional de la crisis. No sólo por el riesgo crediticio, que también. Sino también por la potencial fuga de capitales en aquellas naciones, como Austria, cuya exposición crediticia a tales regiones supone un porcentaje tan excesivo en términos de su PIB (85%), que hace que se les pueda asimilar el mismo riesgo soberano que a sus deudores. O por las mayores dificultades de financiación de aquellas economías que tienen déficits por cuenta corriente semejantes a los de países en proceso de convergencia y, además, mantienen igualmente una proporción importante de su PIB vinculado a la evolución de dichas regiones, léase España (23%).

Un factor de incertidumbre adicional en un entorno plagado ya de por sí de dudas acerca del futuro y que amenaza, de nuevo, y pese a las bienintencionadas palabras de los principales dirigentes de la Eurozona con cuestionar las bases sobre las que se ha construido la Unión Monetaria. Una nueva losa que ha de pesar sobre el mejor o peor comportamiento relativo, y en última instancia la recuperación, de las bolsas europeas frente a las americanas o, incluso, japonesas que sufren ahora la apreciación de un yen que cruje en el peor momento a sus exportadoras. Todos se preguntan qué les pasa a los mercados de acciones. No hay una única respuesta. Miedo a la recesión y su impacto en los beneficios, ausencia de flujos compradores y aversión al riesgo, desconfianza ante la realidad económica y financiera de las empresas, entre otros. Pues bien, aquí tienen una razón más. Quien nos iba a decir, al caer la tarde, que los emergentes eran el problema de Europa. En fin.

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¿Tregua bursátil? La teoría de suspender la actividad para recuperar la confianza, de Rubén J. Lapetra en El Confidencial

Posted in Economía by reggio on 28 octubre, 2008

¿Cerrar la bolsa? Mejor, no. Esa es la cuestión que ha circulado por los mercados en los últimos días. La última ronda de pánico, con caídas históricas en acciones e índices bursátiles de más del 10%, ha extendido la percepción de que los mercados se encontraban fuera de control. Algo que, efectivamente, ha sido así. Con la excepción de finales de 1929, la bolsa no ha vivido semejante sucesión de desplomes en bolsa. Una de las diferencias de ahora con entonces es que los mercados -con algunas excepciones- permanecen abiertos y en aquellos años terminaban por colapsarse durante algunas sesiones de octubre del 29, haciendo imposible la actividad. Hoy esto no sucede, al menos en los mercados de primera división.  Sólo algunas bolsas se han atrevido a dar ese paso en los últimos meses para contener la vorágine bajista. Entre ellas la de Moscú (Rusia), Kuala Lumpur (Malasia), Karachi (Pakistán)… Todas han seguido cayendo después tras reemprender la actividad.

La ventaja de suspender en las bolsas es que se corta de raíz la sangría bursátil, pero se impide que los inversores que necesitan hacer caja por necesidad, como explicó S. McCoy el 10 de octubre. Las ventas forzadas es lo que se está dirigiendo la actividad bursátil en las últimas semanas. Fondos de inversión que sufren reembolsos de sus partícipes, hedge funds a los que han cortado las líneas de crédito, aseguradoras que deben preservar el capital por requisito regulatorio… Toda una dinastía de institucionales se han visto forzados a hacer líquidas sus inversiones. El gran riesgo es que si se ‘mata’ o se induce el coma a una bolsa es difícil saber como va a despertar o, si llegado el caso, lo hará. Sin embargo, la tentación de suspender sigue ahí. Interrumpir las cotizaciones sine die y explicar con tiempo los planes de rescate gubernamentales, así como las medidas que restaurarán el orden está al alcance de la manos de los políticos. La posibilidad de una tregua bursátil sigue presente pese que no parece que vaya a solucionar nada.

Fuentes conocedoras de la bolsa española descartan por completo que se haya barajado esa posibilidad hasta ahora, por atípica y lejana, aunque reconocen que sería una decisión de los reguladores [por CNMV, SEC…] y no de las sociedades rectoras de las bolsas. Otras fuentes financieras creen que ya es tarde para que una medida de este tipo tenga efecto a la hora de devolver la confianza, aunque reconocen que hubiese tenido sentido en el proceso de gestación de los planes de rescate de los Gobiernos. «Los mercados han provocado una gran precipitación», señalan. De hecho, hasta el próximo 15 de noviembre no se discutirá el plan mundial para sentar las bases de un nuevo sistema financiero. Nouriel Roubini, el economista que predijo la actual crisis financiera hace cuatro años, recordó la semana pasada uno de los ingredientes del recetario contra la crisis, que diseccionó S. McCoy recientemente su teoría de cerrar las bolsas para restaurar la confianza y vencer al miedo. «El jueves [por el día 23 de octubre] dí una conferencia en Londres en la que argumentaba que los mercados estaban en un estado de pánico tan grande que habían dejado de funcionar. También apunté que las autoridades se verían forzadas pronto a cerrar los mercados al tiempo que el pánico vendedor se acelere», escribió tajante en su blog tras comprobar como el mercado de futuros de Wall Street se interrumpía poco antes de la apertura del contado el viernes. Según las reglas de Nyse Euronext, el organismo rector de la Bolsa de Nueva York, si el Dow Jones de Industriales cae 1.100 puntos o 2.200 en el mercado de futuros acciona la suspensión temporal de la bolsa. Si baja más de 3.350 puntos se suspende la actividad.

Bolsa, no; derivados… ¿tal vez?

En la bolsa española no se ha producido -en la historia moderna- una suspensión bursátil como la que plantea Roubini. En Wall Street, al margen de los días en que se cerró el mercado en la Segunda Guerra Mundial, el único precedente similar se encuentra en los cuatro días posteriores a los atentados del 11 de septiembre, como recuerdan en el blog Unience. «Pero aquello fue harina de otro costal. Por un lado estaba el drama humano, por otro, los riesgos técnicos que aconsejaban revisar cada conexión para evitar problemas», señalan. Tras el 11-S, los mercados europeos siguieron abiertos e, incluso, recuperaron en pocos días los niveles anteriores al shock. Roubini es considerado el economista de moda por su predicción. Una de las cuestiones en las que más luz aportó fueron sus cálculos sobre el nivel de activos dudosos, ilíquidos, de los bancos de inversión: el denominado nivel 3 de las normas internacionales de contabilidad. Roubini dibujó el año pasado el ratio de la muerte (capitalización bursátil frente a los activos de nivel 3) para los brókers de Wall Street.

Claro, que la crisis también la predijo Stephen Roach. El prestigioso experto Morgan Stanley habló -como economista jefe de ese banco- del armaggedon financiero que se le venía encima a la economía en octubre de 2004 antes de que su banco de inversión le enviase a dirigir sus actividades en Asia. Roach basó su análisis en el ciclo alcista de tipos de interés que emprendía entonces la Fed de Greenspan para detener la caída del dólar. Roach, que sigue difundiendo su  pesimista visión financiera allá donde va, aboga ahora por dotar al banco central de un tercer mandato además de la estabilidad de precios y el crecimiento económico: estabilidad financiera. «Dirigida por sus convicciones ideológicas, la Fed ha volado ciega en el frente a los derivados. Es sorprendente es que las autoridades hayan fallado en desarrollar métricas que hubiesen ayudado a comprender la verdadera dimensión, complejidad y profundidad de la explosión de los derivados», escribe en una columna para FT.com.

Precisamente, los principales supervisores (SEC, FSA, CNMV, CESR) han optado porponer la zancadilla y vigilar a los inversores bajistas (que se benefician de las caídas en bolsa) mediante la prohibición de las ventas al descubierto (sin tener las acciones) y la vigilancia sobre el uso abusivo de la intermediación en derivados. Fuentes del mercado destacan la opacidad de este tipo de transacciones privadas, que en buena parte de las ocasiones se realizan en ‘bolsas’ no reguladas, como es el caso de los derivados de crédito. Los presidentes de dos bancos españoles apuntaban recientemente en esa dirección. Al margen de las pérdidas subprime, los estallidos repentinos en la intermediación de entidades como Societe Generale (caso Kerviel), Caisse d’Epargne, Credit Suisse y, probablemente, Deutsche Bank han generado miles de millones de pérdidas de forma inesperada durante el proceso de liquidar posiciones. Incidentes como este, como los calificó un directivo de una de estas entidades, pueden volver a aparecer. Warren Buffet los calificó como armas de destrucción masiva por su capacidad para multiplicar la dimensión oculta del mercado.

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Promesas de dinero más barato, de Fernando González Urbaneja en Estrella Digital

Posted in Economía, Política by reggio on 28 octubre, 2008

La próxima semana el BCE volverá a bajar el precio del dinero y no será, seguramente, el último recorte de tipos de interés en el inmediato futuro. El presidente del BCE, el señor Trichet, lo ha anunciado, o insinuado, en Madrid, en Europa Press-KPMG. Las explicaciones son coherentes, el consejo del BCE constata ahora que la inflación es menos problema que un mes atrás, constata que las previsiones de inflación para fin de año y para el próximo se aproximan a los objetivos de las autoridades monetarias y al mandato legal que tiene el BCE.

El problema de las economías europeas es de actividad, de crecimiento, que se pone de manifiesto en la caída del empleo, especialmente aguda en España, donde se superponen varias crisis simultáneas, externas e internas. Trichet no ha precisado la magnitud del recorte, simplemente ha confirmado que va a ocurrir. Seguro que de un cuarto de punto, hasta la referencia 3,5%, o quizá de medio punto para indicar al mercado que el sesgo no es accidental o coyuntural. El español González Páramo, miembro del consejo del BCE, ya avanzó días atrás su posición favorable al recorte de tipos.

Otra cuestión ahora es cómo llega ese recorte a los precios efectivos del dinero. El pasado recorte, excepcional, anunciado por sorpresa en una actuación concertada de los bancos centrales, ha tardado más de dos semanas en trasladarse íntegramente al euribor con los efectos prácticos que ello supone. No obstante, falta aún neutralizar las primas de riesgo que engrosan el precio efectivo a los clientes en más de un punto cuando lo normal sería algo menos de la mitad.

El recorte forma parte del despliegue de medidas anticrisis que vienen adoptando gobiernos y bancos centrales para devolver la normalidad a los mercados financieros y enviar señales claras de confianza a los agentes económicos. Pero el comportamiento de los inversores deshaciendo posiciones en todos los mercados, desde materias primas a acciones e inmuebles, revela que estamos aún lejos de esa fase de tranquilidad que sigue a las tormentas y que es imprescindible para evaluar daños y para proceder al desescombro y a la posterior reconstrucción.

Ofuscados por el llamado «riesgo sistémico» del sector financiero, ha pasado más inadvetida la crisis de fondo, el riesgo de una recesión profunda que ponga punto final a una de las fases más intensas de crecimiento económico de la historia, la de las dos últimas décadas.

El ABC del Plan Paulson, de Michael Hudson en SinPermiso

Posted in Economía by reggio on 28 octubre, 2008

La intervención el lunes 13 de octubre del secretario del Tesoro Paulson sobre el plan de rescate plantea algunas cuestiones económicas fundamentales: ¿qué impacto tendrán sobre el grueso de la economía la creación y el posterior regalo sin precedentes de riqueza financiera con que este otoño se ha obsequiado al estrato más rico de la población? ¿Por cuánto tiempo logrará este plan de rescate de Wall Street (¡no del conjunto de la economía!) por parte del Tesorodel sostener los costes de una deuda elevadísima que crece exponencialmente? ¿Existe algún límite a la cantidad de deuda del Tesoro de los EEUU que el gobierno puede crear en beneficio de los principales contribuyentes a sus campañas electorales?

En tiempos pasados, la deuda nacional era tradicionalmente generada tomando prestado dinero de prestamistas privados y gastándolo en bienes y servicios. La tendencia era la de absorber fondos disponibles para el préstamo aumentando los tipos de interés de un lado, mientras, por el otro, el gasto generaba incrementos inflacionarios de los precios de los bienes y servicios. Pero el actual regalo es distinto. En lugar de prestar o gastar dinero, se imprimen bonos con rendimiento de intereses y se ceden a los bancos y otras instituciones financieras. La esperanza es que estos generen más crédito (que se convertirá en más deuda para sus clientes), presionando a la baja los tipos de interés mientras el dinero se usa para pujar por el precio de los activos – bienes raíces, acciones y bonos—. Se espera que dicho comportamiento genere poca inflación en los precios de las mercancías.

El principal efecto será el de reforzar la concentración de riqueza en manos de los acreedores (el 10% de la población más rica), en vez de la limpieza de activos financieros (y de deudas) que provocaría las bancarrotas resultantes de la acción de las “fuerzas del mercado”. ¿Es ir demasiado lejos afirmar que estamos asistiendo al fin de la democracia económica y a la aparición de una oligarquía financiera, una clase que se mueve conforme a sus propios intereses y cuyas acciones amenazan con la polarización de la sociedad y, de paso, con la asfixia del crecimiento económico, es decir, con llevarnos precisamente a la quiebra que el plan de rescate pretendía evitar?

Todo lo que he leído sobre historia económica me hace pensar que estamos entrando en un período de transición que supone una auténtica pesadilla. El ciclo económico es fundamentalmente un ciclo financiero. Los movimientos alcistas tienden a convertirse en esquemas económicos de Ponzi (1) a gran escala, en la medida en que bancos y otros acreedores, ahorradores e inversores reciben intereses y los reinvierten en nuevos préstamos, acumulando así más intereses al tiempo que los niveles de deuda aumentan. Es, dicho en pocas palabras, la “magia del interés compuesto”. Ninguna economía “real” en la historia ha crecido a un nivel capaz de mantener esta dinámica financiera. Efectivamente, el pago de estos intereses por parte de familias y negocios deja menos capital para invertir en bienes y servicios, haciendo retroceder al mercado y recortando el empleo y la  inversión.

Los bancos no pueden ganar indefinidamente dinero vendiendo más y más crédito (es decir, endeudando cada vez más a la economía no-financiera). Funcionarios del Gobierno como el Secretario de Estado Paulson o el Director de la Reserva Federal Bernanke son profesionalmente incapaces de reconocer el problema, que no aparece tratado en casi ningún manual neoclásico o monetarista. Pero las matemáticas subyacentes del interés compuesto son redescubiertas por cada generación, normalmente de forma acelerada por  causas de fuerza mayor como la crisis financiera.

Hace una generación, por ejemplo, Hyman Minsky ganó adeptos describiendo lo que acertadamente llamó el estadio de Ponzi del ciclo financiero. Era la fase en que los deudores ya no podían pagar sus créditos a partir de sus ingresos corrientes (como en la Fase 1, cuando ganaban lo suficiente para cubrir los intereses y la amortización) y, al contrario, no ganaban ya siquiera lo bastante para servir los intereses de la deuda (como en la Fase 2), lo que les forzaba a pedir dinero prestado a fin de pagar los intereses debidos a sus banqueros y otros acreedores. En esta Fase 3, el interés era simplemente añadido a la deuda, creciente a un tipo compuesto. El resultado final era un crack.

Esta es la otra cara de la moneda de la magia del interés compuesto, la creencia de que la gente se puede hacer rica “poniendo su dinero a trabajar”. El dinero en realidad no trabaja, por supuesto: cuando prestado, extrae interés de la producción y del consumo real, es decir, del trabajo y de la industria, que son los que de hecho trabajan. Es muy parecido a un impuesto, una renta monopolística impuesta por el sector financiero. Este casi-impuesto, esta renta financiera extractora (como Alfred Marshall explicó hace alrededor de un siglo) funda, supuestamente, la dinámica que debería permitir a los fondos de pensión privados, estatales y locales pagar las jubilaciones sencillamente a través de las ganancias en bolsa y de las inversiones en bonos;  es decir, mediante mecanismos financieros, y por lo tanto, a cuenta de la economía general, cuyos empleados deberían ser, en teoría, los ganadores del proceso. Esta es la esencia del “capitalismo de los fondos de pensiones”, una variante del esquema Ponzi con que opera el capitalismo financiero. Desafortunadamente, está basado en relaciones puramente matemáticas que tiene pocos lazos con la economía “real” en la que producen y consumen familias y empresas.

El plan de rescate de Paulson refleja  la negativa a entender esa dinámica. Los gastos de deuda se acumulan unos sobre otros y crecen necesariamente, son cada vez menos “solventables”  terminan cobrando la forma de un dilema cada vez más acuciante, es decir, de un problema para el que no se divisa solución alguna. Por lo menos, solución aceptable para Wall Street y, por lo tanto, para Paulson y los dirigente demócratas y republicanos del Congreso. Los bancos y una gran parte del sector financiero están quebrados por haber hecho malas apuestas creyendo que el dinero se podía poner a trabajar bajo condiciones que frenan la subyacente economía industrial y ahogan los sueldos, erosionando el mercado de los bienes de consumo. La deflación de la deuda reduce las ventas y la actividad empresarial en general y, por lo mismo, los ingresos empresariales. Lo que deprime la bolsa y los precios inmobiliarios, y así, el valor de los activos colaterales avaladores de los gastos de deuda del conjunto de la economía. La quiebra técnica (2) de las familias y las empresas lleva a la bancarrota y a la ejecución hipotecaria.

Al incrementar de un tirón la deuda americana, de 5 billones en que estaba a comienzos de este año hasta los actuales 13 billones, por la vía de quedarse préstamos basura y otras malas inversiones en lugar de dejarlas caer como ha ocurrido tradicionalmente en el final del saneamiento de los cracks empresariales (saneamiento en el sentido de dejar limpios los balances de deudas que no pueden ser pagadas), las acciones del plan de rescate de Paulson lo que hacen es incrementar el pago de intereses que el gobierno debe desembolsar, ya cargándolos al contribuyente, ya tomando a préstamo (o imprimiendo) más dinero. Alguien debe pagar por la deuda mala y los créditos basura que no han sido limpiados, saneados y sacados de balance. El gobierno quiere ahora jugar el papel de recolector de deuda para “generar beneficios para los contribuyentes” por la vía de poner de rodillas a la entera economía, la cual, huelga decirlo, se compone principalmente de los “contribuyentes” aparentemente socorridos.

Es el típico timo basado en ganarse la confianza. Las ganancias financieras se dispararon a partir de 1980, pero los bancos y los inversores institucionales no las emplearon para financiar la formación de capital tangible. Se limitaron a reciclar sus ingresos en intereses (y en cuotas y penalizaciones derivadas del uso de las tarjetas de crédito, a menudo tan copiosas como los propios intereses) para suministrar más créditos, lo que les llevaba a la ulterior extracción de intereses, etc. Esa extracción financiera hace que queden menos ingresos, personales o empresariales, libres para gastar en bienes de consumo, en bienes de capital y en servicios. Las ventas menguan, provocando quiebras a medida que la economía se hace menos capaz de pagar los cargos estipulados de intereses.

Este fenómeno de la deflación por deuda ha ocurrido repetidamente a lo largo de la historia; no sólo en los ciclos económicos modernos, sino inveteradamente, desde hace siglos. El ejemplo de cortoplacismo financiero más autodestructivo es la decadencia y caída del Imperio Romano, primero, en una situación de servidumbre por deudas, y finalmente, en una Edad Oscura. El punto de inflexión político fue la violenta toma de control del Senado por parte de una oligarquía acreedora que asesinó a los reformadores que, dirigidos por los hermanos Gracos en 133 AC, pretendían la cancelación de las deudas: los atrajo al precipicio en que se reunía la asamblea política, y se sirvió de los bancos senatoriales para empujarlos y despeñarlos. Un violento golpe de mano similar se había dado, un siglo antes, en Esparta, cuando los reyes Agis y Cleomenes trataron de cancelar las deudas, a fin de revertir los procesos de polarización económica. La oligarquía acreedora mandó a ambos al exilio y, luego, los asesinó, según describe Plutarco en sus celebradas Vida paralelas de ilustres griegos y romanos. Era, ésta, una lectura obligada entre gentes instruidas, pero en nuestros días todos esos hechos del mundo antiguo han prácticamente desaparecido de la memoria histórica. El conocimiento de la evolución de las estructuras económicas ha sido substituido por meras series inconexas de personalidades políticas y conquistas militares.

La moraleja que arroja la historia, la antigua no menos que la moderna, es que, inevitablemente, llega un punto crítico en que, o bien las economías adoptan leyes que, favoreciendo a los acreedores, pauperizan a la población y socavan social y militarmente al país, o bien optan por salvarse a sí propias, aliviando la carga de la deuda. Lo notable de nuestros días es la práctica ausencia de dirigentes políticos capaces de ofrecer una alternativa al rescate paulsoniano de Wall Street: ni pío cuando la bancarrota de Bear Stern, ni pío cuando el gobierno tomó el control de Fannie Mae y Freddie Mac, ni pío, la semana pasada, sobre los obsequios a los bancos. Nadie está siquiera alertando sobre el sentido de esa destructiva decisión. Gobiernos pretendidamente representantes de la filosofía del “libre mercado” actúan como prestamistas en última instancia: y no para aliviar a deudores no-financieros, como los hogares o los negocios, no para mitigar el exceso de deuda y sanear cuentas corrientes, sino para subsidiar los excesos del sector financiero, cuyas exigencias a la economía se hallan muy por encima de la capacidad de ésta para satisfacerlas y del valor de mercado de los activos ofrecidos como colateral de la deuda.

La pretensión es de todo punto vana. No hay volumen de dinero capaz de sostener el crecimiento exponencial de la deuda, por no hablar del crédito libérrimamente creado o de las recíprocas apuestas sobre derivados financieros cuyo monto no ha hecho sino dispararse en los últimos años. El gobierno se ha comprometido a “rescatar” a los bancos y a otros acreedores cuyos préstamos y apuestas protegidas han salido mal.  Y se escabulle de la deflación de deuda que se impondrá al resto de la economía como consecuencia de “dar por buenas” esas tendencias financieras.

He aquí por qué el plan del gobierno para recuperar el dinero del rescate es un brindis al sol: llama a los bancos a “labrarse su camino para salir del endeudamiento” vendiendo más producto, su producto, es decir, crédito, es decir, deuda. Los propietarios de vivienda y otros consumidores, los estudiantes y los compradores de automóviles, los usuarios de tarjetas de crédito, así como sus propios empleados –los “contribuyentes” supuestamente socorridos—, son quienes tendrán que pagar a los bancos el dinero que estos tengan que devolver, en vez de usarlo para adquirir bienes y servicios. Con sólo cargar un 6% anual, los bancos extraerán 93 mil millones de dólares en concepto de cargo de intereses (42 mil millones para pagar al Tesoro por sus 700 mil millones, y otros 51 mil millones para los 850 mil millones del préstamo –“efectivo a trueque de basura”— de la Fed).

Si de lo que se trata es de robar al gobierno, supongo que la mejor estrategia es, simplemente, desvalijarlo. De hacer caso a los grandes medios de comunicación, diríase que el Congreso no tenía otra alternativa sino la de suscribir el plan según lo habían redactado los lobistas de Wall Street, “a fin de salvar al mercado de un colapso inminente”, ahorrándose audiencias y testimonios críticos y haciendo oídos sordos a los centenares de economistas profesionales que denunciaron el regalo.

La soberbia ha llegado a niveles de engaño no vistos desde los regalos a los barones de los ferrocarriles en el último tercio del XIX. “No queremos ser punitivos”, explicó Paulson en una entrevista al Financial Times, como si la única alternativa a eso fuera un obsequio desapoderado. Europa no se ha comprometido con ningún regalo parecido, pero Paulson sostuvo que a Inglaterra y a otros países europeos se les fue la mano en el rescate de sus bancos y que el Tesoro norteamericano lo que quería, simplemente, era que sus bancos siguieran siendo competitivos. Con nervioso y melodrámatico movimiento de manos, el pasado lunes aseguró a la opinión pública “lamentar tener que tomar esas decisiones”. Los bancos, pues, además del regalo fabuloso a Wall Street resultante de un plan pergeñado por sus propios lobistas, recibían disculpas por tal horrible intrusión socialista en el “libre mercado”. “Las decisiones hoy tomadas son decisiones que nunca habríamos querido tomar”, prosiguió Paulson, “pero son las decisiones que tenemos que tomar para restaurar la confianza en nuestro sistema financiero”. La confianza de marras era un clásico ejercicio de desinformación, un bien ingeniado timo fundado en la buena fe del estafado.

Paulson describió la compra pública, al estilo europeo, de acciones preferenciales especiales sin derecho a voto como una nacionalización. Pero los gobiernos europeos pusieron a representantes públicos en los consejos de los bancos por ellos rescatados. No es lo que se ha hecho en EEUU. Según se ha informado, los lobistas de los bancos expresaron al Tesoro la preocupación de que sus participaciones accionariales pudieran quedar diluidas. Pero el Plan del Tesoro y del Partido Demócrata lo que hace es invertir 250 mil millones de dólares de crédito público en participaciones sin derecho a voto. Si el receptor de este crédito quiebra, el gobierno queda en la cola de la fila de acreedores. Sus “participaciones” no son préstamos reales, sino “acciones preferenciales”. Como explicó el propio Paulson el lunes: “Que el gobierno posea participaciones en cualquier compañía estadounidense privada, es cosa que resulta harto criticable para muchos norteamericanos, yo incluido”. De modo, pues, que las participaciones públicas no son siquiera acciones reales, sino algo que tienen que ver con “no votar”. ¡La inversión pública en acciones ni siquiera se reserva capacidad de sufragio! De manera que el gobierno se queda con lo peor de los dos mundos: sus “acciones preferenciales” carecen del poder de voto de las acciones comunes, mientras que, en cambio, no pueden reclamar la primacía, característica de los accionistas preferenciales, en la remuneración de lo debido en caso de bancarrota . En vez de llevar a una supervisión y a una regulación mayores, la crisis tiene aquí el efecto contrario: es una capitulación en toda regla ante Wall Street, y sienta las bases para una crisis crediticia más profunda en cuanto los bancos consigan “labrarse su camino” y” salir del endeudamiento” a expensas del resto de la economía, para las deudas de la cual ¡no se ofrece el menor alivio!

Paulson derramó las oportunas lágrimas de cocodrilo a propósito de los propietarios de vivienda y de la clase media, cuyos intereses, según él, andan mejor servidos por unos precios siempre al alza en los mercados inmobiliarios y en las bolsas. “En las pasadas semanas, el pueblo norteamericano ha sentido los efectos de un sistema financiero congelado”, explicó. “Ha visto reducirse los valores de sus fondos de jubilación y de sus cuentas de inversión. Se ha visto acuciado por los vencimientos de los pagos y por los puestos de trabajo perdidos”. A pique estuvo de servirse de las consabidas viudas y de los socorridos huérfanos e implorar a los norteamericanos que no desconectaran a [la manzana verde] Granny de su sistema de sostén vital en la nutrición hogareña. Necesitamos preservar el valor de sus acciones y ayudarles para que puedan tener un retiro feliz, y necesitamos hacerlo restaurando los procesos normales de ingeniería financiera de Wall Street para que puedan volver a hacer ricos a los votantes.

Los ejecutivos europeos que llevaron a sus bancos al iceberg financiero han sido despedidos. Inglaterra borró de un plumazo el pasado verano a los accionistas de Northern Rock y, más recientemente, ha hecho lo propio en Bradford and Bingley. Pero en EEUU los culpables siguen en su sitio. Aquí nadie se ha quitado de encima tampoco a accionista alguno, a pesar de la quiebra técnica en que han caído los bancos que tomaron los peores riesgos y a pesar de los procesos iniciados contra esos bancos, acusados de préstamo predatorio, fraude al consumidor y delitos parecidos.

La ayuda pública será usada para pagar remuneraciones exorbitantes a los ejecutivos que llevaron a esos mismos bancos a la insolvencia. “Las instituciones que vendan participaciones al gobierno aceptarán restricciones a la compensación de sus ejecutivos, incluida una cláusula de reintegro y una prohibición de los paracaídas de oro”, dejó dicho Paulson, para matizar enseguida que la regla sólo valdría “durante el período en que el Tesoro mantenga obligaciones emitidas a través de este programa”. Los ejecutivos podrán seguir en su puesto y podrán seguir obsequiándose a sí propios con los usulales regalos de jubilación, lo que llevó al congresista demócrata Barney Frank a quejarse de la laxitud de las restricciones puestas por el Tesoro. “Los expertos en compensaciones dicen que, aun si lo bastante prudentes como para apaciguar la cólera pública, tendrán probablemente poco impacto real en las remuneraciones venideras de los ejecutivos financieros. Lo que predicen es que los bancos se limitarán a pagar más impuestos y hallarán otras vías creativas para pagar a sus ejecutivos según les acomode. Algunos dicen incluso que las compensaciones se dispararán en cuanto el programa del gobierno toque, en unos pocos años, a su fin, llegando a cifras exorbitantes… Cuando el Congreso limitó a 1 millón de dólares la deductibilidad fiscal de las remuneraciones en efectivo, por ejemplo, la consecuencia fue, simplemente, una explosión de las opciones sobre acciones, a modo de compensación, y unas pagos todavía mayores.”

Y a propósito de opciones sobre acciones,  tampoco tardó aquí el gobierno en corregirse a sí mismo, deshonrando sus promesas de asegurarse una participación en las ganancias cuando los bancos se recuperaran. El Senador Schumer llegó incluso a asegurar a los votantes: “en todo plan de inyección de capital proyectado por el Tesoro, los dividendos habrán de ser eliminados, las compensaciones de los ejecutivos, restringidas, y habrá que dar primacía a las actividades bancarias normales”. Humo, a lo sumo. Inglaterra y otros países han insistido en que los bancos no paguen dividendos hasta que el gobierno esté completamente resarcido. La idea consiste en evitar que se use dinero público para seguir pagando dividendos a los actuales accionistas y mantener las exorbitantes remuneraciones de los ejecutivos que han llevado al banco a la catástrofe. Pero los términos en que está concebido el rescate estadounidense se limitan a advertir a los bancos de que no aumenten los pagos de dividendos, una política que, de todos modos, y a la vista del desplome de sus ingresos, seguirían de todos modos.

Schumer rozó el ridículo cuando proclamó: “Tenemos que operar exactamente igual que cualquier inversor importante en estos caso: cuando Warren Buffett invirtió en Goldman Sachs y en General Electric en las pasadas semanas, lo hizo con exigencias estrictas, pero no onerosas. El gobierno debe actuar protegiendo de modo similar los intereses del contribuyente”. Pero Buffett logró cerrar un trato mucho mejor con su inversión de 5 mil millones de dólares en Goldman Sachs, incluyendo garantías de compra de acciones a un precio inferior al corriente cuando contribuyó a rescatar la compañía. Análogamente en Inglaterra, en donde el gobierno se hizo con la propiedad de acciones a bajo precio antes del rescate, ¡no a un precio elevado después del rescate! Pero, en vez de ejercer las garantías reservadas conforme a los precios deprimidos en que se hallaban las acciones de los bancos en el momento en que Pualson detalló los términos del rescate, el Tesoro de EEUU sólo podrá ejercer esas garantías (que equivalen al 15% de su inversión) a precios que serán fijados luego de que los bancos hayan tenido tiempo de recobrarse con ayuda del Tesoro. Los actuales accionistas, pues, se beneficiarán más que el gobierno, razón por la cual las acciones de los bancos se dispararon al conocerse los términos del rescate. De modo que el gobierno no parece ser un buen negociador en defensa del interés público: en realidad, Paulson es seguramente culpable de actuar deliberadamente en menoscabo del interés público que, como Secretario del Tesoro, está supuestamente obligado a defender.

Dada su experiencia financiera, Paulson no puede ignorar el carácter engañoso de su promesa y de su énfasis en las opciones gubernamentales de acciones, el dulcificante que hizo a tantos ejecutivos fabulosamente ricos: “los contribuyentes no sólo entrarán en posesión de participaciones que deberían ser recompensadas con retornos razonables, sino que recibirán también garantías de acciones comunes en las instituciones participadas”, explicó. Pero los “retornos razonables” son sólo el 5% anual, justo por encima de lo que el gobierno típicamente paga, no una tasa que refleje nada parecido a lo que el “libre mercado” carga ahora a las empresas de Wall Street en situación de quiebra técnica. Los 250 mil millones del gobierno en acciones preferenciales comportarán un dividendo que montará hasta el 9% luego de cinco años, sin límites en lo tocante a la duración del préstamo.

Todo lo que puedo decir es: ¡uau! ¡Ojalá los propietarios de vivienda pudieran lograr un recorte semejante! ¡Una reducción de su tasa de interés hasta el 5%, con una tasa de penalización de sólo un 9%! Nada que ver, pues, con las penalizaciones y los cargos por mora de Countrywide/Banc of America. En cambio, los bancos alemanes rescatados públicamente pagarán “un cargo de al menos el 2% anual de la cantidad públicamente garantizada. El Reino Unido cargará un 0,50% más el coste del seguro de impago de la deuda del banco”. Un banquero británico me escribió que “el gobierno ofrece participaciones preferenciales al 12%, y participaciones comunes a un valor de descuento de activos absolutamente enorme para suministrar efectivo”. Pero el gobierno de los EEUU accedió a ejercer sus opciones de acciones a precios posrescate, no a los precios anteriores al salvamento. Incluso prevé no ejercer esas opciones, si los bancos devuelven el préstamo del Tesoro. Con la excusa de estimular a los inversores privados de Wall Street a venir en substitución de la “propiedad” y de la “intrusión” públicas en el mercado, los bancos pueden “recortar a la mitad el número de participaciones comunes que el gobierno pueda llegar eventualmente a comprar. Lo que puede conseguirse si un banco vende acciones antes de fines de 2009 y consigue al menos tanta liquidez como la invertida por el gobierno”.

Semejantes términos del rescate sugieren que la pretensión de Wall Street es conseguir, sobre poco más o menos, lo que la Gran Bretaña colonialista logró durante años en la India y en África: dirigentes políticos manejables como títeres por un supervisor imperial, en el caso de los EEUU, por el secretario del Tesoro y un virrey que figura a la cabeza de la Reserva Federal. Pero lo que el resto de la economía necesita son dirigentes verdaderamente libres, capaces de imponer una legislación mejor y más equitativa para aliviar y aun cancelar la deuda, no para fortificarla y rescatar más préstamos fallidos. Hasta una persona de la actual Administración, Sheila Bair, a la cabeza de la Federal Deposit Insurance Corporation, se ha quejado: en una entrevista concedida al Wall Street Journal declaró no entender “por qué se ha hecho tanto hincapié político en garantizar que no estamos ayudando indebidamente a los prestatarios , para luego, en cambio, ofrecer toda esa asistencia masiva a nivel institucional”. En la misma entrevista, la señora Blair habló de los “penosos esfuerzos realizados por los legisladores al elaborar el programa federal de Esperanza para los Propietarios de Vivienda, a fin de asegurar que ese programa limitaría los beneficios de reventa de los propietarios que recibieran préstamos inmobiliarios accesibles” dando al gobierno una participación en los precios de venta al alza.

En realidad, el problema es precisamente el de la disparidad entre las exigencias de los acreedores y la capacidad de pago de los deudores. Paulson dijo en su comunicado de este lunes que precisaba llegar a la raíz del problema económico. Mas esa raíz, en su opinión, se halla en el hecho de que los bancos “no están en situación de prestar tanto como sería necesario para sostener la economía. Nuestro objetivo es ver… si pueden ofrecer más crédito a las empresas y a los consumidores de toda la nación”. Como explicó en su entrevista al Financial Times, “se ha visto, por vez primera, una acción que es sistemática, que va a las causas en que arraiga” la crisis financiera. Pero su perspectiva es sorprendentemente estrecha. Niega que el problema sea el de una deuda que está por encima y más allá de la capacidad de pago del conjunto de la economía, de una deuda superior al precio de mercado de las propiedades y los activos que la avalan como colateral.

Crear un sistema para que los bancos puedan “labrarse su camino para salir del endeudamiento” significa generarle al conjunto de la economía más deuda con os consiguientes intereses. Se supone que los préstamos hipotecarios lograrán restaurar los elevados precios inmobiliarios y los altos costes de las oficinas, que es precisamente lo que propició el desplome crediticio. A despecho de la caracterización que hacen de la presente crisis el señor Paulson y la señora Blair, como si de un mero problema de liquidez se tratara, de lo que se trata en realidad es de un problema de deuda. El volumen de la deuda inmobiliaria, de los préstamos para la compra de automóviles, de los préstamos académicos para estudiantes, de la deuda bancaria, de las deudas de los municipios y de los estados en materia de pensiones, así como de las deudas de las empresas privadas, rebasan por mucho sus respectivas capacidades de pago.

Poco después de la rueda de prensa de Paulson el pasado lunes, un profesor de economía holandés, Dirk Bezemer, me escribió lo siguiente: “Lo que me viene ahora a la cabeza es un juego Ponzi, en cuyas etapas finales la única vía para mantener las cosas en marcha un trecho más es seguir inyectando liquidez. Eso es una solución, en el sentido de que restablece la calma, pero sólo a corto plazo. Y eso es lo que estamos viendo ocurrir ahora mismo –a pesar del alza de la bolsa un 10% hoy—. Por mi parte, me preparo para ver el inevitable fin de este juego de Ponzi, ya subitáneo, ya en forma de una larga y duradera deflación de deuda”. Bezemer entró a explicar lo que él mismo y otros colaboradores míos han venido sosteniendo desde hace muchos años: “La solución real pasa por separar la economía fundada en un esquema Ponzi de la economía no fundada en ese esquema, y en dejar que la primera arrostre todos los daños para salvar todo lo que se pueda de la segunda. Eso significa el rescate de los propietarios de vivienda, pero no de los bancos de inversión, etc. La matización que conviene introducir en ese esquema general de solución es que hay que sostener a los grandes jugadores del juego Ponzi cuya quiebra representa una real ‘amenaza para el sistema’, pero sólo con condiciones punitivas. Exactamente igual que los países del Tercer Mundo, no tienen elección.”

El problema de la “polución deudora” pretende “resolverse” creando más deuda, no reduciendo el volumen de la misma. Ni el Tesoro ni el Congreso están contribuyendo a resolver este problema.  El supuesto de partida es que ofrecer a los bancos y a Wall Street crédito nuevo creado por el gobierno llevará a reanudar la actividad crediticia y a reinflar los mercados inmobiliarios y los mercados de valores. Pero ¿quién prestará más a esa sexta parte de los hogares norteamericanos que ya se han despeñado por los derrotaderos de la quiebra técnica y cuyas casas valen menos de lo que deben a los bancos por ellas?  Puesto que la deflación generada por la deuda fagocita el mercado interior de bienes y servicios, las ventas y los ingresos de las empresas encogen, lastrando así los precios de las acciones. Wall Street está en el puente de mando, pero sus políticas son tan miopes que lo que consiguen es la erosión general del conjunto de la economía. Estamos en trance de pasar de la democracia a la oligarquía, y en verdad, se diría que a una cleptocracia financiera bipartita.

NOTA T.: (1) En el léxico de la economía financiera, un «esquema Ponzi» es un negocio fraudulento de inversiones consistente en atraer inversiones de dinero con promesas de intereses a corto plazo  inopinadamente altos, pero puntualmente satisfechos, lo que trae consigo un alud de nuevos inversores –o sucesivas reinversiones de los antiguos—, generándose así un flujo de dinero que permite durante un tiempo pagar altos intereses a corto plazo con el dinero que va entrando a espuertas. Charles Ponzi, de quien recibe el nombre este truco financiero, fue un emigrado italiano que se hizo millonario en pocos meses en el Boston de los años  20 del siglo pasado organizando un negocio fraudulento fundado en tal esquema. (2) La «negative equity» se traduce aquí por «quiebra técnica» por ser la única voz del léxico económico con tradición castellana que se acerca al significado original en inglés. Pero la locución inglesa es propiamente intraducible, a causa de las diferencias legislativas. Mientras que cuando en los EEUU se deja de pagar una hipoteca lo único que puede hacer la institución financiera acreedora es subastar el bien inmobiliario y quedarse con el dinero de la subasta, en la legislación hispánica, si el dinero conseguido en la subasta no basta para cubrir la hipoteca, la institución financiera puede proceder al embargo de otros bienes del deudor –incluida la nómina—, hasta cubrir el total de lo adeudado. «Negative equitiy» es la situación que se produce cuando el precio del inmueble cae por debajo de la deuda hipotecaria: quien tiene entonces un problema es la institución financiera tenedora de los títulos hipotecarios. Mientras el deudor norteamericano en situación de «negative equity» tiene abierta la posibilidad de soltar el bien inmobiliario de consuno con la hipoteca, los deudores europeos e hispánico se hallan, en cambio, en situación de «quiebra técnica»: deben más de lo que vale el bien por el que está endeudado y no tienen otra salida que seguir satisfaciendo esa deuda.

Michael Hudson es ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur Anderson y después en el Hudson Institute. En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente campaña primaria presidencial demócrata y ha asesorado a los gobiernos de los EEUU, Canadá, México y Letonia, así como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación. Distinguido profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire.

Traducción para www.sinpermiso.info: Ernest Urtasun Domènech y Mínima Estrella.

Counterpunch, 20 Octubre 2008

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El Analfabetismo Económico, de Fidel Castro Ruz en las «Reflexiones del compañero Fidel» en el Diario Granma

Posted in Economía, Internacional, Política by reggio on 28 octubre, 2008

Chávez habló en Zulia del «camarada Sarkozy», y lo dijo con cierta ironía, pero sin ánimo de herirlo. Por el contrario, más bien quiso reconocer su sinceridad cuando, en su condición de Presidente rotativo de la Comunidad de Países Europeos, habló en Beijing.

Nadie proclamaba lo que todos los líderes europeos conocen y no confiesan: el sistema financiero actual no sirve y hay que cambiarlo. El Presidente venezolano exclamó con franqueza:

«Es imposible refundar el sistema capitalista, sería como un intento de poner a navegar al Titanic después que está en el fondo del Océano.»

En la reunión de la Asociación de Naciones Europeas y Asiáticas, en la que participaron 43 países, Sarkozy hizo confesiones notables, según los cables:

«El mundo va mal, afronta una crisis financiera sin precedentes por su magnitud, rapidez, violencia, y sus consecuencias sobre el medio ambiente ponen en cuestión la supervivencia de la humanidad: 900 millones de personas no tienen los medios para alimentarse.

«Los que participamos en esta reunión representamos dos tercios de la población del planeta y la mitad de sus riquezas; la crisis financiera comenzó en Estados Unidos, pero es mundial y la respuesta debe ser mundial.»

«El lugar para un niño de 11 años no es la fábrica, sino la escuela.»

«Ninguna región del mundo tiene lección que dar a nadie.» Una clara alusión a la política de Estados Unidos.

Al final recordó ante las naciones de Asia el pasado colonizador de Europa en ese continente.

Si Granma hubiese suscrito esas palabras, dirían que se trataba de un clisé de la prensa oficial comunista.

La canciller de Alemania, Angela Merkel, dijo en Beijing que no se podía «prever la entidad y duración de la crisis financiera internacional en curso. Se trata, ni más ni menos, de la creación de una nueva carta constitutiva de las finanzas.» Ese mismo día se divulgaron noticias que revelan la incertidumbre general desatada.

En la reunión de Beijing, los 43 países de Europa y Asia acordaron que el FMI debería jugar un papel importante asistiendo a los países gravemente afectados por la crisis, y apoyaron una cumbre interregional en busca de la estabilidad a largo plazo y el desarrollo de la economía del mundo.

El presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero, declaró que «había una crisis de responsabilidad en la que unos pocos se han enriquecido y la mayoría se está empobreciendo», que «los mercados no confían en los mercados». Exhortó a los países a huir del proteccionismo, convencido de que la competencia haría que los mercados financieros jugaran su papel. No ha sido oficialmente invitado a la cumbre en Washington por la actitud rencorosa de Bush, que no le perdona el retiro de las tropas españolas de Iraq.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, apoyó su advertencia sobre el proteccionismo.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se reunía por su parte con eminentes economistas para tratar de evitar que los países en desarrollo sean las principales víctimas de la crisis.

Miguel D’Escoto, ex ministro de Relaciones Exteriores de la Revolución Sandinista y actual presidente de la Asamblea General de la ONU, demandaba que el problema de la crisis financiera no se discutiera en el G-20 entre los países más ricos y un grupo de naciones emergentes, sino en las Naciones Unidas.

Hay disputas acerca del lugar y la reunión donde debe adoptarse un nuevo sistema financiero que ponga fin al caos y la ausencia total de seguridad para los pueblos. Existe gran temor de que los países más ricos del mundo, reunidos con un grupo reducido de países emergentes golpeados por la crisis financiera, aprueben un nuevo Bretton Woods ignorando al resto del mundo. El presidente Bush declaró ayer que «los países que discutirán aquí el mes próximo sobre la crisis global deben también volver a comprometerse con los fundamentos del crecimiento económico a largo plazo: mercados libres, libre empresa y libre comercio.»

Los bancos prestaban decenas de dólares por cada dólar depositado por los ahorristas. Multiplicaban el dinero. Respiraban y transpiraban por todos los poros. Cualquier contracción los conducía a la ruina o a la absorción por otros bancos. Había que salvarlos, siempre a costa de los contribuyentes. Fabricaban enormes fortunas. Sus privilegiados accionistas mayoritarios podían pagar cualquier suma por cualquier cosa.

Shi Jianxun, profesor de la Universidad de Tongui, Shanghai, declaró en un artículo que publicó en la edición exterior del Diario del Pueblo que «la cruda realidad ha llevado a la gente, en medio del pánico, a darse cuenta de que Estados Unidos ha utilizado la hegemonía del dólar para saquear las riquezas del mundo. Urge cambiar el sistema monetario internacional basado en la posición dominante del dólar.»

Con muy pocas palabras explicó el papel esencial de las monedas en las relaciones económicas internacionales. Así venía ocurriendo desde hace siglos entre Asia y Europa: recordemos que el opio fue impuesto a China como moneda. De eso hablé cuando escribí La victoria china.

Ni siquiera plata metálica, con la que pagaban inicialmente los españoles desde su colonia en Filipinas los productos adquiridos en China, deseaban recibir las autoridades de este país, porque se devaluaba progresivamente debido a su abundancia en el llamado Nuevo Mundo recién conquistado por Europa. Hasta vergüenza sienten hoy los gobernantes europeos por las cosas que impusieron a China durante siglos.

Las actuales dificultades en las relaciones de intercambio entre esos dos continentes deben resolverse, según el criterio del economista chino, con euros, libras, yenes y yuanes. No cabe dudas de que la regulación razonable entre esas cuatro monedas ayudaría al desarrollo de relaciones comerciales justas entre Europa, Gran Bretaña, Japón y China.

Estarían incluidos en esa esfera Japón y Alemania —dos países productores de sofisticados equipos de tecnología avanzada tanto para la producción como para los servicios—, y el mayor motor en potencia de la economía del mundo, China, con alrededor de 1 400 millones de habitantes y más de 1,5 millones de millones de dólares en sus reservas de divisas convertibles, que son en su mayoría dólares y bonos del Tesoro de Estados Unidos. Le sigue Japón con casi las mismas cifras de reservas en divisas.

En la actual coyuntura, se incrementa el valor del dólar por la posición dominante de esta moneda impuesta a la economía mundial, justamente señalada y rechazada por el profesor de Shanghai.

Gran número de países del Tercer Mundo, exportadores de productos y materias primas con poco valor agregado, somos importadores de productos de consumo chinos, que suelen tener precios razonables, y equipos de Japón y Alemania, los cuales son cada vez más caros. Aun cuando China ha tratado de que el yuan no se sobrevalúe, como demandan sin cesar los yanquis para proteger sus industrias de la competencia china, el valor del yuan se incrementa y el poder adquisitivo de nuestras exportaciones disminuye. El precio del níquel, nuestro principal producto de exportación, cuyo valor alcanzó más de 50 mil dólares la tonelada no hace mucho, en los últimos días apenas rebasaba los 8 500 dólares por tonelada, es decir, menos del 20 por ciento del precio máximo alcanzado. El del cobre se ha reducido a menos del 50 por ciento; así sucesivamente ocurre con el hierro, aluminio, estaño, zinc y todos los minerales indispensables para un desarrollo sostenido. Los productos de consumo, como café, cacao, azúcar y otros, más allá de todo sentido racional y humano, en más de 40 años apenas incrementaron sus precios. Por eso no hace mucho tiempo yo advertía igualmente que, como consecuencia de una crisis que estaba a las puertas, los mercados se perderían y el poder adquisitivo de nuestros productos se reduciría considerablemente. En esa circunstancia, los países capitalistas desarrollados saben que sus fábricas y servicios se paralizan, y sólo la capacidad de consumo de gran parte de la humanidad ya en los índices de pobreza, o por debajo de estos, podría mantenerlos funcionando.

Ese es el gran dilema que plantea la crisis financiera y el peligro de que los egoísmos sociales y nacionales prevalezcan por encima de los deseos de muchos políticos y estadistas angustiados ante el fenómeno. No tienen la menor confianza en el propio sistema del que surgieron como hombres públicos.

Cuando un pueblo deja atrás el analfabetismo, sabe leer y escribir, y posee un mínimo indispensable de conocimientos para vivir y producir honradamente, le faltaría vencer todavía la peor forma de ignorancia en nuestra época: el analfabetismo económico. Sólo así podríamos saber lo que está ocurriendo en el mundo.

Fidel Castro Ruz
Octubre 26 de 2008
5 y 15 p.m.

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