Reggio’s Weblog

La geopolítica de la crisis crediticia, de Marco Vicenzino en El Mundo

Posted in Economía, Política by reggio on 15 octubre, 2008

TRIBUNA LIBRE

Un elemento importante, pero que ha sido poco tenido en cuenta y ha desaparecido del actual debate sobre la crisis crediticia mundial, es el de su impacto en la seguridad global. Porque las consecuencias de la actual crisis económica y financiera determinarán, inevitablemente, el curso de la estabilidad global de manera directa e indirecta -imprevisibles ambas-. Si la economía de Estados Unidos no sale adelante y arrastra al resto del mundo, las consecuencias para el orden internacional serán funestas.

La crisis de 1929 y la consiguiente depresión influyeron sin ninguna duda en una serie de acontecimientos que en los años 30 llevaron a la Segunda Guerra Mundial. En el mundo posterior al 11 de septiembre del 2001, con sus amenazas asimétricas a la seguridad y toda clase de problemas impredecibles, que surgen de la noche a la mañana, está bien claro que los enemigos de la estabilidad van a aprovechar esta oportunidad histórica para desencadenar estragos en todo el mundo.

Estados Unidos, con unos compromisos en Irak y Afganistán para los que no disponen de los recursos necesarios y en los que han asumido unas obligaciones excesivas, que se suman a su presencia militar en más de 50 países, está pugnando por sacar la cabeza fuera del agua. Unos Estados Unidos cada vez más desbordados y más enfrascados en sus problemas internos, y cada vez menos en el plano internacional, dejan un vacío peligroso en los asuntos globales, que corre el riesgo de ser ocupado por una caterva de fuerzas impredecibles e indeseables ansiosas por imponer unas prioridades políticas muy poco recomendables. Sólo un esfuerzo colectivo que implique a Wall Street, la banca y el comercio, el Congreso, el Gobierno -el actual, en ejercicio, y el siguiente-, los aliados de Estados Unidos y a todos aquellos actores con algún interés reconocido en la estabilidad global, puede impedir que un escenario de pesadilla se convierta en realidad.

Fuera de Estados Unidos, Europa es la que se ha visto más afectada por las turbulencias financieras, lo que supone un nuevo desafío a la unidad europea, recientemente puesta a prueba durante la crisis entre Rusia y Georgia. Con Francia al frente de la Presidencia rotativa de la Unión Europea (UE), Nicolas Sarkozy ha tomado una vez más la iniciativa. En agosto consiguió el alto el fuego entre Rusia y Georgia, y ahora se ha empeñado a fondo en obtener un consenso en el que participe toda Europa y en alcanzar un acuerdo entre tanta confusión. Su intento de crear un fondo financiero común de reserva para avalar los bancos europeos en dificultades ha sido rechazado por el Reino Unido y Alemania. Y todavía no se ha formado una opinión mayoritaria en torno a la convocatoria que ha hecho Sarkozy de una cumbre mundial para afrontar la crisis. Pero su llamamiento conciliador en pro de un «capitalismo civilizado» ha sido mejor recibido que las declaraciones del ministro alemán de Asuntos Exteriores, Steinmeyer, quien ha subrayado que la crisis marca el final del predominio económico de Estados Unidos en el mundo.

Como cabeza de los socialistas alemanes en las elecciones del 2009, Steinmeyer no va a dejar pasar cualquier mínima oportunidad de tener contentas a las bases de su partido, que disfrutan con la penosa situación del capitalismo angloamericano. Una observación similar del presidente de Rusia, Medvedev, sobre el fin de la supremacía económica estadounidense resulta extraña viniendo de un dirigente político cuya nación está al borde de su propio hundimiento económico. Quizás es que se encuentra todavía bajo los efectos de la aplastante victoria sobre el tigre de papel georgiano.

Los oligarcas rusos han espabilado mucho tras el comienzo de las hostilidades, puesto que los mercados rusos han experimentado la mayor fuga de capitales desde el desplome del rublo en 1998. Cuando los mercados norteamericanos empezaron a caer en picado a mediados de septiembre, los mercados rusos no tardaron en sufrir unas pérdidas tremendas. Medvedev ha tenido que echar mano de las cuantiosas reservas financieras de Rusia, acumuladas gracias al maná de la energía en los últimos años. La desproporción entre la percepción que los rusos tienen de la fortaleza de su mercado y su verdadera situación es considerable. Los rusos están experimentando una desagradable vuelta a la realidad después de años de rápido crecimiento.

En un plano diferente, la crisis puede proporcionar al primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, la oportunidad de resucitar su suerte política, en franco deterioro. Se ganó la admiración general en su desempeño como ministro de Economía y Hacienda y ha estado en la vanguardia de las reformas internacionales del sector bancario.

Por otra parte, los en otros tiempos exóticos mercados emergentes están recibiendo un serio correctivo. Con sus enormes reservas de efectivo, China pugna por limitar el impacto directo de las turbulencias financieras. Sin embargo, su economía, enfocada a la exportación, no va a escapar de una crisis a la que no se ve fin mientras Estados Unidos y Europa sigan siendo los consumidores principales de sus productos. Ni siquiera las políticas sólidas y fiscalmente responsables de estados como Brasil son inmunes a las turbulencias financieras. El formidable crecimiento de los últimos años corre el riesgo de diluirse rápidamente. No obstante, es posible que la autosuficiencia energética brasileña y su enorme riqueza agrícola amortigüen el impacto.

No puede decirse lo mismo de la mayor parte de Latinoamérica, que sigue siendo mucho más vulnerable, como también lo es Africa. Se está apagando el pequeño rayo de esperanza que pareció brillar sobre este continente en la pasada década. Una gran parte de sus habitantes no se dedica ya a luchar sin desmayo por una oportunidad económica porque todo su esfuerzo ha de dirigerse a buscar algo que comer.

El mercado estadounidense actual proporciona unas oportunidades enormes a los bien dotados fondos soberanos, sobrados de dinero en efectivo, de los estados del Golfo Pérsico, principalmente en el sector inmobiliario. No obstante, dado que las suyas son divisas ligadas al dólar norteamericano y que los precios de la energía han caído considerablemente en las últimas semanas, siguen siendo vulnerables. Todo intento de desvincularlas podría acarrear graves repercusiones políticas y diplomáticas

La incertidumbre generada por la crisis ha llevado a una fluctuación errática del precio del petróleo, lo que ha dejado expuestos a muchos estados petroleros. A pesar de los ingresos imprevistos de los últimos años, muchas de estas economías no han puesto en práctica las reformas estructurales necesarias para resistir con éxito las turbulencias del mercado a largo plazo. La palabrería antiestadounidense del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y sus intentos de estrechar relaciones con Rusia y China no sirven como sustitutos de la fortaleza de la divisa norteamericana, que sostiene su experimento de revolución bolivariana, ni de la proximidad de unas refinerías estadounidenses que funcionan sin fallos y que absorben eficazmente el petróleo pesado que produce Venezuela. Lo que unas distantes China y Rusia puedan proporcionar a Venezuela en el ámbito comercial no aguanta la comparación con lo que representa el mercado estadounidense.

Y toda la situación actual ha cogido a los candidatos a la Presidencia de EEUU embarcados en la recta final de la campaña. Da la impresión de que las injurias y los ataques personales van a decidir en último término el resultado de las elecciones. A mediados de septiembre, los dos aspirantes pasaron de repente a un segundo plano ante el rápido deterioro de la crisis crediticia global. Tanto McCain como Obama se convirtieron en espectadores pasivos de una tormenta generalizada, más allá de su comprensión o de su capacidad de influencia, muy en especial sobre los parlamentarios de sus propios partidos, que estaban más preocupados por su reelección que por el interés de la nación a largo plazo. La clase política se apostó claramente una vez más detrás de la curva y simplemente se embarcó en un interminable toma y daca de echarse mutuamente las culpas, sin ofrecer ninguna orientación concreta.

Con independencia de quien salga políticamente beneficiado de la confusión del mercado, el fracaso de la clase dirigente para asumir de manera inequívoca la iniciativa política recalca lo enorme e impredecible de la crisis actual. Contrariamente a la demagogia política populista imperante, la línea divisoria entre Wall Street y Main Street [la calle donde se concentran los bancos y los comercios] es mucho más ilusoria de lo que se nos había hecho creer. Son muchísimos los que en cualquier Main Street corren peligro ante el hundimiento de Wall Street. En un mundo económicamente interdependiente, el resto de la economía global va detrás, más pronto que tarde.

El importante retraso acumulado hasta que se alcanzó un acuerdo en la Cámara de Representantes estadounidense aumentó el riesgo de un cataclismo económico global. La necesidad imperiosa de la adopción inmediata de medidas legislativas pesó en la práctica mucho más que cualquier argumento teórico válido contra el plan de garantías bancarias por importe de 700.000 millones de dólares. La alternativa de no hacer nada o la de abordar cada caso ad hoc de forma gradual eran insuficientes. Lo imprevisible de la situación las hacía simplemente demasiado arriesgadas. Si los acontecimientos se desarrollan conforme a una dinámica completamente independiente, podrían llevar a un ciclo brutalmente incontrolable a la baja. No hay que descartar que las consecuencias y las turbulencias consiguientes resulten todavía más catastróficas, más allá de lo que razonablemente se pueda imaginar.

En último término, hay un amplio margen para repartir las culpas de la crisis crediticia. Debe ponerse coto de una vez a esta cultura empresarial de impunidad endémica, de excesos y de especulación temeraria. Muchos ciudadanos van a tener que aprender a vivir modestamente y de acuerdo con sus recursos. Ha llegado al límite el escaso rigor en la aplicación de las regulaciones vigentes. Hace mucho tiempo que se debería haber procedido a exigir una mayor transparencia y a aplicar las regulaciones vigentes. Sin embargo, debe adoptarse un planteamiento selectivo en la introducción de nuevas regulaciones. Es importante que se eviten una reacción instintiva en contra del status quo vigente y un giro desde la aplicación laxa de las regulaciones existentes a una regulación excesiva.

Desafortunadamente, la realidad es que, en tiempos de crisis, se toman por lo general decisiones impulsivas que con frecuencia duran más tiempo de lo que se había planeado en principio.

Marco Vicenzino es analista político y director del Global Strategy Project, con sede en Washington.

© Mundinteractivos, S.A.

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La unidad era esto, de Santiago González en El Mundo

Posted in Economía, Política by reggio on 15 octubre, 2008

A CONTRAPELO

«Fernando de los Ríos, que era un socialista de antes, viajó a Moscú en 1920, con vistas a una eventual integración de su partido en la Tercera Internacional. Durante una reunión con Lenin, preguntó que cuándo se iba a implantar la libertad en la Unión Soviética. Lenin no debió de entender muy bien la pregunta y replicó: ‘Libertad, ¿para qué?’. A lo que el socialista andaluz respondió con una tautología muy razonable: ‘Libertad para ser libres’. La adhesión se frustró y un grupo de socialistas descontentos se escindió del PSOE para fundar el PCE al año siguiente. Fue así, queridos y queridas, como nació el comunismo español.

El presidente del Gobierno invoca siempre que tiene ocasión la unidad con el partido de la oposición. La doctrina clásica del parlamentarismo no prescribe la unidad, sino la división de poderes; no el totalitarismo, sino el partidismo. Unidad, ¿para qué? Habría que preguntar, y aquí Zapatero parafrasearía a su ilustre correligionario rondeño: «Unidad para estar juntos».

Hay ocasiones en las que es muy conveniente la unidad. Por ejemplo, en las políticas de Estado. La lucha contra el terrorismo, la política exterior, la enseñanza y el mapa autonómico, por poner cuatro ejemplos. El acuerdo básico en estos asuntos garantiza la continuidad del Estado a salvo de las alternancias en el Gobierno. Es el acuerdo entre los partidos el que define la unidad, no los contratos de adhesión a ciegas, los cheques sin fondos o los actos de confianza. La democracia tiene sus cimientos en la desconfianza. La Ley, la Justicia, el Parlamento, los partidos políticos o el Derecho son expresiones de la desconfianza antigua entre los hombres. De ahí esa costumbre de firmar contratos. El antecesor de Zapatero, Joaquín Almunia, explicó bien la cuestión tras una entrevista con Aznar en La Moncloa, el 1 de octubre de 1998: «[La unidad] es coincidir, pero la coincidencia debe basarse en posiciones asumibles por todos, no en planteamientos hechos por unos y seguidos por otros. Esa no sería forma de llegar a un auténtico consenso».

Hay ocasiones en que un gobierno puede pactar su política económica. Esto suele hacerse cuando la gravedad de la situación requiere medidas excepcionales. Así ocurrió en octubre de 1977, con la firma de los Pactos de La Moncloa. Así podría ser en esta ocasión si el presidente reconociera finalmente que la crisis es grave y requiere acuerdos extraordinarios. Pero eso exige algo más de transparencia que esos decretos modelo tinta de calamar. Y también control, un poco de desconfianza. ¿Por qué vamos a dar a los bancos ese dineral sin preguntar qué van a hacer con él, tal como proponía Solbes el viernes? Apliquémosles la misma desconfianza que ellos a nosotros cuando nos daban préstamos. Y si la situación no es grave, el Gobierno adopta las disposiciones que le apetece y la oposición se opone o no, según.

Está fuera de lugar esa consigna rescatada del acervo popular por Pepe Blanco, la vice De la Vega y Leire Pajín: «Arrimar el hombro». ¿Se imagina a cualquiera de los tres conminando al PNV, CiU, BNG y tutti quanti a que arrimen el hombro a los Presupuestos? No, tienen que comprar los apoyos y, como lo saben, se limitan a regatear en vez de salpicar con moralina. Si todavía quedara algo de chispa en el laboratorio de agit-prop de Pepe Blanco, acuñarían expresiones más afortunadas para exigir la colaboración de la derecha. Por ejemplo, «tirar del carro», que quiere decir lo mismo y permite atribuir a los dirigentes del PP una cierta cualidad de semovientes.

© Mundinteractivos, S.A.

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Un caos ‘made in USA’, de Norman Birnbaum en El País

Posted in Economía by reggio on 15 octubre, 2008

Dentro de unas semanas se celebran elecciones nacionales en Estados Unidos. En realidad, ya han comenzado; para el 4 de noviembre, 3 de cada 10 electores ya habrán votado por correo o acudido por adelantado a sus colegios electorales. Los sondeos atribuyen al senador Obama una ventaja de entre cinco y siete puntos porcentuales, y el voto Estado por Estado para el Colegio Electoral le favorece. Está por delante en Estados que en elecciones recientes votaron a los republicanos, como Colorado, Virginia e incluso Florida y Ohio.

Obama cuenta con el apoyo mayoritario fuera de las fronteras de Estados Unidos, pero conviene no caer en un júbilo prematuro. Todavía no es posible saber cómo influirán la educación y la raza de Obama en personas que, por motivos económicos e ideológicos, podrían votar a los demócratas. En las elecciones al Congreso y al Senado que también se celebrarán el 4 de noviembre, el Partido Demócrata tiene una ventaja de 10 puntos: el hecho de que Obama no alcance porcentajes similares prueba la dificultad que tienen muchos ciudadanos para aceptar su inteligencia y su origen.

Y no podemos saber de antemano los posibles efectos electorales de una sorpresa en el extranjero en los últimos días de la campaña, sobre todo si la sorpresa, como el ataque de Georgia contra Osetia, está orquestada desde Washington con la intención de ayudar al senador McCain. Los republicanos, desesperados ante la perspectiva de la derrota, han emprendido una línea de actuación en la que ninguna mentira es demasiado burda, ninguna calumnia demasiado sórdida ni ningún insulto a la inteligencia de los ciudadanos corrientes demasiado vergonzoso. Es muy posible que la última fase de su campaña establezca nuevos niveles de degradación en la política democrática estadounidense.

Si vence Obama, se encontrará con una situación en la que el chovinismo beligerante del senador McCain y la ignorancia provinciana de la gobernadora Palin habrán recibido los votos de más de 4 de cada 10 electores. Además, tendrá que hacer frente a una crisis económica creada por nuestro sector financiero y que éste, hasta ahora, ha gestionado con arreglo a sus propios términos, establecidos por el antiguo presidente de Goldman Sachs, actual secretario del Tesoro y, dadas la pasividad y la impopularidad de Bush, presidente de facto.

Cuando Franklin Roosevelt tomó posesión como presidente en 1933, en plena Depresión, aprovechó los experimentos políticos de reforma económica que se habían hecho en diversos Estados desde hacía 30 años. Obama heredará la débil resistencia de su partido a la soberanía del mercado, precisamentecuando el mercado está autodestruyéndose. En realidad, Obama no es el líder de la izquierda estadounidense que pintan los demonólogos republicanos, sino un tecnócrata muy brillante que prefiere trabajar con la situación del mundo tal como es.

Si gana McCain, las posibilidades de caos son mayores. Si un McCain en la Casa Blanca intenta poner en marcha algún tipo de colaboración con la previsible mayoría demócrata en el Congreso (que seguramente sufriría divisiones ideológicas y desmoralización por la derrota presidencial), miembros importantes de su propio partido apoyarán a su vicepresidenta en una forma más pura de darwinismo social. El resultado será seguramente un compromiso político o el recurso a la guerra. La campaña de McCain ha invocado el nombre del nuevo comandante en jefe de la región de Irak, Irán, Pakistán y Afganistán, el general Petraeus, sin que a éste se le oyera hacer ninguna objeción. Con el tiempo, se le recompensaría nombrándolo Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas en lugar del independiente y reflexivo almirante Mullen. Estaría abierto el camino hacia una solución de la crisis económica mediante la movilización, acompañada de un aumento de la represión. El llamamiento de McCain a «pasar página» en el debate sobre la economía es una señal de lo que trataría de hacer como presidente.

En un país en el que los únicos que conocen la historia son los historiadores, McCain ha hecho suya la política económica con la que el presidente Hoover convirtió la Depresión de finales de los años veinte en la catástrofe de principios de los treinta: reducir el gasto público. Incluso el BCE y la OCDE, con sus recientes desviaciones de la teología del mercado, parecen más realistas.

Hay una propuesta lógica y evidente que no oiremos en este debate ni en el siguiente. Los 700.000 millones de dólares que vamos a jugarnos para rescatar a nuestros bancos de sí mismos equivalen a la partida presupuestaria anual del Pentágono que acaba de votar sin discusión el Congreso (aparte de decenas de miles de millones más para las guerras de Irak y Afganistán). Estados Unidos gasta más en «defensa» que todos los demás países del mundo juntos, pero los dos partidos aceptan esos desembolsos como una forma aceptable de keynesianismo estadounidense. Ese dinero no puede reemplazar formas mucho más eficaces de inversión social y estímulo económico, pero hay pocos motivos para confiar en una transformación racional del presupuesto federal. Obama y Biden, seguramente, tendrían una política exterior y militar más sutil que la de sus adversarios. Pero ambos han repetido las tonterías habituales sobre Irán, han prometido intensificar la guerra en Afganistán y han jurado lealtad eterna a Israel. A la larga, quizá se reconozca que los costes del imperio son excesivos o incluso imposibles de sostener. En un futuro inmediato, nuestra marcha nacional hacia el abismo va a continuar.

Existe, no obstante, la posibilidad de imponer un mínimo de racionalidad al Gobierno de Estados Unidos desde fuera. En el peor de los casos, a un Gobierno de Obama se le podría animar a romper con el pasado reciente del país y a un Gobierno republicano se le podría dejar claro que va a haber resistencia contra el unilateralismo. Cuando nuestro país se ha engañado a sí mismo con mentiras sistemáticas, grandes sectores de las clases dirigentes y educadas de todo el mundo las han aceptado como verdades o, al menos, han hablado y actuado como si fueran verdades. Eso ya no es posible. No sólo nuestros bancos han vendido a clientes extranjeros unos instrumentos financieros sin valor, sino que los bonos del Tesoro de Estados Unidos ya no son una inversión totalmente segura, porque la bancarrota nacional es una posibilidad real.

En cualquier caso, el mundo ya no cree que nuestro modelo económico y social sea un ejemplo digno de seguirse. Ahora las autoridades económicas y políticas de otros países, y especialmente de la Unión Europea, ofrecen respuestas inmediatas y a largo plazo a los desastres made in USA que tal vez previeron pero a los que tuvieron la imprudencia de no oponerse.

Norman Birnbaum es catedrático emérito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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La modernización del multilateralismo y los mercados, de Robert B. Zoellick en El País

Posted in Economía by reggio on 15 octubre, 2008

Septiembre y octubre están resultando ser dos meses difíciles en un año precario. Una crisis en los mercados financieros, crediticios e inmobiliarios. La tensión continua de los altos precios de los alimentos y los combustibles y los peligros de pobreza y malnutrición. La angustia a propósito de la economía mundial.

Los acontecimientos de estos dos meses podrían ser un hito decisivo para muchos países en vías de desarrollo. Como siempre, los pobres son los más indefensos. En todo el mundo se oyen voces que culpan al libre mercado; otros preguntan sobre el fracaso de las instituciones gubernamentales. No podemos dar marcha atrás al reloj de la globalización, así que debemos aprender las lecciones del pasado mientras construimos para el futuro. Debemos modernizar el multilateralismo y los mercados para situarlos a la altura de una economía mundial cambiante.

La globalización y los mercados actuales reflejan los grandes cambios en la tecnología de la información y las comunicaciones, los flujos financieros y comerciales, la movilidad de la mano de obra, la interconectividad mundial y las inmensas fuerzas nuevas que han empezado a competir. Hay nuevas potencias económicas cuyo ascenso las convierte en accionistas del sistema mundial. Y esas potencias quieren que se les escuche.

Las empresas y los mercados financieros privados seguirán siendo los motores más poderosos del crecimiento y el desarrollo mundial. Pero los sistemas financieros del mundo desarrollado, especialmente el de Estados Unidos, han mostrado unos puntos débiles innegables después de sufrir pérdidas gigantescas. La estructura internacional diseñada para hacer frente a esas circunstancias está crujiendo.

El nuevo multilateralismo, adaptado a nuestros tiempos, tendrá que ser una red flexible, no fija. Necesitará aprovechar al máximo las ventajas de la interconexión y las instituciones, públicas y privadas. Deberá orientarse hacia una resolución pragmática de problemas que fomente una cultura de cooperación.

Nuestro nuevo multilateralismo debe crear un sentimiento de responsabilidad compartida por la salud de la economía política mundial y debe contar con la participación de todos los que tienen un interés fundamental en esa economía. Tenemos que redefinir el multilateralismo económico en un sentido más amplio, que vaya más allá de la atención tradicional a las finanzas y el comercio. Hoy, la energía, el cambio climático y la estabilización de los Estados frágiles y que han sufrido un conflicto son temas económicos. Ya están incluidos en el diálogo internacional sobre seguridad y medio ambiente. Ahora tienen que merecer también la atención del multilateralismo económico.

El nuevo multilateralismo se apoyará en los Gobiernos nacionales y la cooperación entre ellos. Pero el G-7 no es suficiente. Necesitamos un grupo mejor para una época distinta. Necesitamos un núcleo de ministros de Finanzas que asuman la responsabilidad de prever asuntos, compartir información y análisis, explorar intereses mutuos, movilizar esfuerzos para resolver problemas y, como mínimo, sortear las diferencias.

Debemos pensar en un nuevo Grupo Directivo en el que figuren Brasil, China, India, México, Rusia, Arabia Saudí, Suráfrica y el G-7 actual, que se reúna de forma periódica, con un diálogo activo, tanto formal como informal. Este nuevo Grupo Directivo no sería meramente un G-14 fijo que sustituya al G-7. No debemos emplear métodos del viejo mundo para construir el nuevo. El Grupo Directivo tendría que evolucionar con arreglo a las circunstancias. Necesitamos esa nueva red que nos permita prever los problemas mundiales, y no sólo limitarnos a ir limpiando el estropicio. El Grupo Directivo seguirá teniendo que trabajar con las instituciones internacionales establecidas, pero la existencia del núcleo hará que haya más probabilidades de cooperación entre los países cuando surjan problemas que superen las fronteras de un Estado.

Igual que la crisis financiera ha sido internacional debido a la interconexión, las reformas tendrán que ser multilaterales. Ya sea a través de un Foro de Estabilidad Financiera ampliado con el FMI o a través del Grupo Directivo, estos aspectos de supervisión financiera deberán abordarse en un contexto multilateral más amplio.

Asimismo, la nueva red multilateral tendrá que interconectar la energía y el cambio climático. Los mercados energéticos mundiales están en una situación pésima. Necesitamos un «pacto mundial» entre los grandes productores y consumidores de energía. Podría ser conveniente para todos administrar un abanico de precios que concilie los diversos intereses mientras se lleva a cabo la transición hacia estrategias de crecimiento con menos emisiones de carbono, una cartera de suministros más amplia y más seguridad internacional.

Un acuerdo sobre el cambio climático tendrá también que apoyarse en nuevos instrumentos. Necesitamos nuevos mecanismos que apoyen la repoblación forestal y eviten la deforestación, desarrollen nuevas tecnologías y estimulen su rápida difusión, proporcionen apoyo financiero a los países más pobres, ayuden a hacer las adaptaciones necesarias y refuercen los mercados del carbono. El Grupo Directivo debería impulsar la acción en materia de energía, medio ambiente y financiación para contribuir a las negociaciones de la ONU y la implantación práctica de un tratado sobre el cambio climático.

La situación económica será una de las principales responsabilidades del próximo presidente de Estados Unidos. Pero es una tarea que no concierne sólo a Estados Unidos.

El multilateralismo, cuando funciona bien, es una forma de resolver los problemas entre los países, porque los que se sientan a la mesa están deseosos y son capaces de emprender acciones constructivas conjuntas. El destino nos ofrece una oportunidad envuelta en una necesidad: modernizar el multilateralismo y los mercados.

Robert B. Zoellick es presidente del Banco Mundial.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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Zapatero y Rajoy pactan un mínimo común denominador ante la crisis, de Enric Juliana en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 15 octubre, 2008

CITA EN LA MONCLOA

José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy pactaron ayer en la Moncloa un mínimo común denominador que mantiene intactas las dimensiones de su campo de batalla, a la vez que transmite a la sociedad una leve sensación de unidad política ante la grave e intrigante crisis financiera que tiene en vilo a todo el planeta.

En lo sustantivo, Zapatero y Rajoy han acordado una mínima decencia en el manejo partidista de la crisis, para evitar un espectáculo celtibérico ante la seriedad con que Gran Bretaña, Francia, Alemania e incluso Italia están manejando la situación. La clave es el Banco de España.

El jefe del Gobierno y el líder de la oposición han pactado que recaiga sobre el Banco de España la gestión y supervisión de las ayudas, directas e indirectas, del Tesoro a bancos y cajas de ahorros. Evaluadas en 150.000 millones de euros (24 billones de las antiguas pesetas, una cifra equivalente al 15% del producto interior bruto español), las citadas ayudas se dividen en dos grandes capítulos: 50.000 millones de euros para la compra de activos mediante emisiones del Tesoro, y un aval de 100.000 millones de euros al crédito bancario.

La antigua autoridad monetaria española gestionará y supervisará el proceso de rescate, subrayó ayer el presidente del Gobierno en conferencia de prensa. El control político se mantiene en sede parlamentaria, en la correspondiente comisión de Economía del Congreso de los Diputados. No se crean organismos de control ad hoc.

Con la acrisolada divisa del Banco de España, uno de los grandes vestigios del estado nacional preeuropeo, el centroderecha podrá justificar mejor su voto favorable al decreto de ayudas, el próximo lunes en el Congreso. La política jamás será una ciencia exacta, pero era matemáticamente era imposible que el PP votase no. Los estrategas de la oposición, sin embargo, calentaron tanto el discurso de Rajoy, que este bordó la prosa el pasado sábado en A Coruña. Rajoy acusó a Zapatero de ayudar a sus «amiguetes de la banca». Amiguetes, dijo.

Faltaban veinticuatro horas para que en París los países de la zona euro acordasen una monumental intervención pública en el sistema financiero, bajo la batuta de Nicolas Sarkozy y Gordon Brown. Gran Bretaña ha nacionalizado cuatro bancos. Se han han registrado temblores en la tumba de Karl Marx en el cementerio londinense de Highgate.

De los «amiguetes de la banca», Rajoy no ha vuelto a hablar, aunque los populares seguirán exhibiéndose como el Partido del Pequeño Ahorrador, suspicaz, desconfiado y receloso de todo lo que haga el Gobierno. Los últimos sondeos conocidos colocan a la derecha en cabeza (dos puntos de ventaja sobre el PSOE) y ello explica la dureza de sus peones en el Parlamento. Horas antes de la entrevista con Rajoy, Zapatero tuvo en el Senado un duro rifirrafe con Pío García Escudero, portavoz popular en la Cámara Alta.

Para vestir mejor la reunión, Zapatero ofreció ayer a Rajoy dos mesas adicionales de negociación: la convocatoria del pacto de Toledo para evaluar el sistema de pensiones -¡ojo al parche y oído a la pisada!- y un foro bipartito para la discusión de diversas reformas estructurales, de las que el presidente excluyó, ayer, con gesto contundente, toda posible referencia al abaratamiento del despido.

El presupuesto del 2009 queda fuera del mínimo común denominador. El PP exige su retirada y el PSOE ya tiene prácticamente cerrado el acuerdo con los nacionalistas vascos.

Zapatero quiere más y no deja de enviar mensajes de concordia a CiU. El presidente ha conversado telefónicamente con Josep Antoni Duran Lleida varias veces los últimos tres días. Para agradecer la fórmula catalana (CiU fue la primera en proponer, varias veces, la compra de activos bancarios) y para cortejarle con vistas a los presupuestos. Duran no excluye nada, pero exige que estos vayan acompañados de un plan de medidas anticrisis referidas a la economía real.

VEA EL VÍDEO SOBRE ESTA INFORMACIÓN EN www.lavanguardia.es/videos

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Ambición educativa y cambio, de Salvador Cardús i Ros en La Vanguardia

Posted in Derechos, Educación, Sociedad by reggio on 15 octubre, 2008

El mayor obstáculo con el que se enfrenta cualquier situación de crisis es el de la resistencia al cambio. Y como nuestro sistema escolar pasa por unos momentos de grave desconfianza mutua entre los agentes que participan en él, las actitudes a la defensiva definen la principal dificultad para su mejora. En estos momentos, el sistema educativo catalán presenta una de las caras más conservadoras -poca disposición al cambio- que pueda recordarse en décadas. También es el actual clima de reproches el que provoca que los sucesivos informes que llegan a la luz pública, por muy rigurosos que sean, se reciban mal y se interpreten peor, convirtiéndose en armas arrojadizas y no en motivo de reflexión. Y digo los que salen a la luz pública, porque muy posiblemente los informes más graves están prudentemente guardados.

Quizás recuerde el lector el último informe público de la Fundació Jaume Bofill, Equitat, excellència i eficiència educativa a Catalunya -en realidad, un avance de resultados- realizado con los datos de PISA del 2006. El informe, impecablemente realizado por Ferran Ferrer y su equipo de investigadores, en todo momento sitúa el valor del mismo en sus justos límites. Las conclusiones se adecuan prudentemente a los datos comparativos entre los países de la OCDE, y si en alguna cosa son mesurados es en no repartir responsabilidades y limitarse a constatar realidades. Desgraciadamente, como decía, este informe tampoco parece que haya suscitado tanto el debate y la reflexión como la autodefensa y la descalificación. Y es una lástima, porque aun sin ser experto, una lectura atenta ya sugiere muchos interrogantes a los que deberíamos ser capaces de dar respuesta.

En líneas generales, y en términos comparativos, los resultados de nuestros escolares no son buenos en ninguno de los frentes analizados. Hasta ahora nos habíamos escudado de la falta de excelencia educativa en la garantía de equidad. Pero el informe muestra que si esta se sitúa, efectivamente, en la media de los países de la OCDE, en cambio, oculta desigualdades significativas por género, nivel socioeconómico y origen. Sobre los escasos niveles de excelencia ya teníamos noticia y, además, ahora se observa que, si tenemos en cuenta el nivel cultural y económico de las familias y el gasto público en educación, los resultados tampoco son, comparativamente, satisfactorios. La fuente de los datos, la metodología empleada, siempre son discutibles y mejorables, qué duda cabe, pero nadie pretende que estos midan realidades completas, sino simplemente que sirvan de aproximación comparada, y en este punto, PISA cumple bien su objetivo.

Pero vayamos a la interpretación, que es lo que importa. Lo primero que debe considerarse es que PISA no es un examen para poner nota a los maestros y profesores. Por decirlo de manera justa, es un examen a la sociedad a través de sus jóvenes de quince años. La debilidad de un sistema educativo es la debilidad de un sistema social. Y debemos aceptar que la sociedad catalana no es capaz, en estos momentos, de conseguir buenos objetivos educativos. Otra cosa es la atribución de responsabilidades, sobre lo que ni PISA ni la Fundación Jaume Bofill sugieren nada. Por decirlo con una exageración: las diferencias de resultados entre Finlandia y Catalunya ¿se deben a unos malos sistemas pedagógicos, a su mala implantación o al distinto papel que asumen los padres, a las horas que pasan juntos padres e hijos o, entre muchos otros factores, al valor objetivo -reconocimiento y sueldos- que cada sociedad ofrece según el nivel de las calificaciones y, en general, de conocimiento y preparación académica?

En segundo lugar, PISA tampoco tiene en cuenta la estructura particular de la sociedad que estudia a la hora de medir equidad, excelencia y eficiencia. Por poner un ejemplo sencillo, quizás en Catalunya existan demasiadas diferencias entre nativos y extranjeros, pero cualquier comparación debería tener en cuenta, por lo menos, cantidad, origen y tiempo que llevan aquí. En este sentido, lo que sería realmente interesante sería abundar en la comparación de países o regiones lo más parecidas a nuestra estructura interna. Así, esperamos con impaciencia el estudio completo de la Fundació Jaume Bofill por si nos pudiera proporcionar más elementos de juicio. Por ejemplo, deberíamos poder saber por qué ciertas regiones españolas consiguen mejores resultados con una proporción semejante de extranjeros, con parecido nivel socioeconómico o similar gasto público en educación. Y, ¿por qué no estudiar las razones de los altos índices de fracaso escolar en California? O, ¿por qué no estar atentos a los resultados de la reciente iniciativa francesa, que organizó una operación popular bajo el título de «Primera jornada de rechazo al fracaso escolar», que afecta a uno de cada cinco escolares de nuestro país vecino?

No nos engañemos: cuando hablamos de crisis del sistema educativo no sólo estamos hablando de escuelas, de maestros y de sus sindicatos. De manera que, ni aquellos se sientan agredidos, ni el resto nos sintamos librados de responsabilidad. Mientras todo el mundo crea que ya hace lo que debe y que la culpa es de los demás, seguiremos en el mal camino. Una mayor ambición educativa exigirá cambios profundos a todos los actores: administración, profesionales, padres y madres, empresas y medios de comunicación. ¿Estamos dispuestos a ello, o vamos a seguir cómodamente en la lamentación y resistiendo ante cualquier cambio?

salvador.cardus@uab.cat

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Exordio republicano, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Asturias, Historia, Política by reggio on 15 octubre, 2008

El ojo del tigre

La reciente constitución pública de una asociación de demócratas asturianos, que lleva el nombre de José Maldonado -el último presidente del también último Gobierno de la República Española en el exilio, cesado en julio de 1977- podría ser una buena ocasión para reivindicar La República desde la serenidad del estudio histórico y riguroso del republicanismo español, considerándolo como lo que realmente debe ser: una ideología que basa sus principios en la educación cívica (individual y colectiva); punto de partida para el ejercicio práctico de la cultura democrática. Una serena reflexión ideológica, como primer paso para aproximarse a La República, es preferible a un planteamiento emocional voluntarista, reivindicativo, inspirado en la urgente recuperación del pensamiento republicanista mediante la agitación política desmesurada o utilizando el alboroto lúdico para llamar la atención de una opinión pública española, actualmente demasiado engolfada por un adoctrinamiento antirrepublicano que, incluso, ha sobrevivido al fenómeno de la rápida mutación de la dictadura militarista (1939-1975) en una democracia que no es tan plural, como se prometió, ni tan democrática como debería serlo…

Una República sin un espíritu republicanista, fielmente contrastado, probablemente acabaría tan dañada políticamente como lo está la presente Democracia avalada por la Constitución de 1978. Los riesgos que correría La República, sin ciudadanos republicanos severamente formados, serían los mismos que aceleraron el final de la República de 1873 y después el final trágico de la República del 14 de abril de 1931. En este aspecto, conviene recordar lo que opinaba, recién concluida la Revolución de 1868, Francisco Pi y Margall; el cual decía que las repúblicas unitarias, que lo son sólo de nombre, entrañan todos los vicios y todos los gérmenes de discordia de las monarquías.

Una República con dorsal (I República, II República, III República, etc…) acabaría siendo un cross de velocidad republicanista, pero no una carrera de fondo de permanencia republicana en el tiempo… Hablemos, entonces, lisa y llanamente de La República. La de 1873 llegó en aquel momento porque había que escoger rápidamente entre ella o el vacío político. La de 1931, llega impulsada por una oleada de opinión favorable, multitudinaria, para su urgente institucionalización. Ahora, no estamos ni en 1873 ni en 1931; pero sí coincide el momento actual (2008) con el de aquel segundo período histórico republicano en una cosa fundamental: la presencia de otra crisis económica parecida a la que estalló en los Estados Unidos en octubre de 1929, cuando un dólar representaba, al cambio en España, 6,84 pesetas. Dos años después de declararse la bancarrota norteamericana, España sufriría las consecuencias económicas y sociales de aquella depresión económica de siglo XX. Para entonces, un dólar valía 10,51 pesetas.

En política, la crisis española se planteaba en 1930 con la imposibilidad de poder alcanzar acuerdos entre los viejos partidos canovistas y los llamados constitucionalistas -entre los segundos estaba Melquiádes Alvarez– con los cuales se confiaba en recuperar el antiguo ritmo plácido de los consensos monárquicos, aunque en esta ocasión con criterios republicanos. Es este un barullo político, consecuencia del choque frontal de intereses personales y partidistas cuando se funda la Agrupación al Servicio de la República , cuya cabeza pensante era la del filósofo José Ortega y Gasset (el pensamiento de este ilustre filósofo también encandilaba a José Antonio Primo de Rivera).

Ahora, con esta flamante Asociación José Maldonado, -a cuyo rodaje asistimos con cierta dosis de esperanza y una tímida confianza en que consiga recuperar la reflexión política inteligente, para oponerse a la confusión ideológica interesada, que, probablemente, volvería a ser provocada por los que solo saben pescar en río revuelto- no creo que se pretenda imitar a la histórica agrupación orteguiana, pero sí podría ser -al menos para la sociedad asturiana- un buen comienzo para iniciarse en el arte de reivindicar el pesamiento republicano desde una serena y culta reflexión ideológica y el activismo político, con fundamento histórico, para una práctica del democratismo racional.

Al republicanismo español le hace falta, en la actualidad, mucha serenidad doctrinal; en cambio, le sobra el exceso de voluntarismo político y las trepidantes prisas para alcanzar la meta. Entre las prisas y el voluntarismo se cuelan, a veces, excesos partidistas que oscurecen la esencia del republicanismo interpretado como una política con fundamento ideológico y como una cultura cívica, tan necesaria para recuperar la normalidad propia de una convivencia social basada en la libertad de conciencia y, obviamente, en el rechazo a los vicios y todos los gérmenes de discordia de las monarquías. Como diría un Pi y Margall de este siglo que corre. Opino.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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A propósito de Jovellanos. Un premio en homenaje a un clarividente, de Luis Arias Argüelles-Meres en La Nueva España

Posted in Asturias, Historia, Política by reggio on 15 octubre, 2008

En realidad, no es que volvamos, por el acontecimiento que sea, a las grandes figuras; porque, bien mirado, nunca perdemos del todo, para fortuna nuestra, su referencia. Aun así, la reciente estancia del presidente del Gobierno asturiano en Palma de Mallorca para rendir solemne homenaje a Jovellanos en el 200.º aniversario de la salida de su confinamiento en Bellver podría, sobre el papel, resultar eficaz para ahondar en el significado del polígrafo gijonés. Se anuncia, convocado por ambos gobiernos autonómicos, un premio internacional que tendrá el nombre «Resistencia y libertad». El problema es que no sólo estamos hablando de un resistente, sino que nos encontramos, sobre todo, con la cabeza más clara de su tiempo en nuestro país, que sufrió, fundamentalmente por eso, persecuciones y confinamientos.

Entrados ya en el último trimestre de 2008, las efemérides del presente año están siendo desaprovechadas de forma más que preocupante. No sólo toca lamentarse por lo injusta que fue la España oficial de su tiempo con Jovellanos. Por una vez habría que ir más allá de lo obvio y clarificar lo posible ante el gran público quién fue y qué fue Jovellanos. Por ejemplo, aún no consigo explicarme cómo no se ha querido caer en la cuenta de que, al contrario de Mirabeau, Jovellanos no fue un político, aunque tuvo un protagonismo indeseado en la política de su tiempo. Fue lo contrario de aquel hombre «inverecundo» al decir de Ortega, que le sirvió a nuestro pensador como asunto de un ensayo lleno de lucidez. Al contrario, el ilustrado gijonés fue un hombre de estudio que pretendió poner a su país a la altura de su tiempo.

Más que a la resistencia y a la libertad, «valores» sublimes donde los haya, el premio idóneo para homenajear a Jovellanos sería a la clarividencia y a la honestidad en la vida pública. No hace falta a este respecto decir que en el momento presente no andamos muy sobrados de ambas cosas.

Si para don Marcelino Menéndez y Pelayo, Jovellanos fue el alma más limpia de la España de su tiempo, para el presente de nuestro país, el ilustrado sería, debería ser, una referencia que marca, también hoy, alguna de las principales carencias que hoy padecemos en nuestra vida pública.

Bellver y Jovellanos. Jovellanos en Bellver. A poco que se lean sus textos de esa época aciaga de su vida se caerá en la cuenta de que, más que un escritor introspectivo, lo que destaca en ellos es el estudioso y el observador. Una vida para el estudio. Una vida que, más allá de las politiquerías que tanto daño le hicieron, estuvo marcada también por las envidias de las que fue víctima.

Julián Marías, en el capítulo que le dedica a Jovellanos en su libro «Los españoles», acierta de pleno cuando señala que la persona que lo hizo caer en desgracia cumplió el guión de delación y de infamia tantas veces repetido en la historia española. Es decir, las vilezas de las que fue objeto van más allá y más acá de la circunstancia concreta en que sucedieron.

Más de una vez he pensado en lo apasionante que resultaría un texto teatral que forjase un diálogo entre Jovellanos en Bellver y Unamuno en Fuerteventura. El uno y el otro confinados y desterrados. El uno y el otro que fueron gigantes en sus respectivas épocas. Confrontar la serenidad de Jovellanos con la angustia unamuniana. Confrontar la ilustración con el desgarro existencialista que vendría dos siglos después al que Unamuno se adelantó. Confrontar la misma España que castigó a sus mejores hijos con figuras de épocas tan distintas y tan apasionantes.

A propósito de Jovellanos, ¿es admisible que apenas se haya escrito nada en el 200º aniversario de la invasión francesa sobre las palabras del ilustrado acerca de España y de su gobernabilidad?

A propósito de Jovellanos, aquel momento ya avanzado de su vida en que vuelve a la Península y rechaza el cargo que le ofrecen es de un dramatismo estremecedor. El de un hombre que, regresando a su patria, se encuentra en tierra de nadie, con la soledad de una cabeza clara que rechaza lo que está ocurriendo, con la soledad del estudioso y del pensador. Aquel último viaje del Mediterráneo al Cantábrico que lo vio morir, cuando estaba en su tierra, pero fuera de su tiempo.

Insisto, no sólo hablamos de un resistente, sino de un clarividente, que sabía, y así lo proclamó, que España era mucho más que el feudo de una dinastía reinante que, tampoco en aquel momento, había sabido estar a la altura de las circunstancias.

El esfuerzo consiste en descubrir y describir quién fue y qué fue Jovellanos. Insisto: mucho más que un resistente.

(Llamazares,) Se va, pero se queda, de Javier Ortiz en Público

Posted in Política by reggio on 15 octubre, 2008

Gaspar Llamazares ha anunciado que renuncia a seguir como coordinador general de Izquierda Unida. A decir verdad, no parece que en los últimos tiempos coordinara mucho (no es fácil coordinar a quienes no se dejan), de modo que cabe decir que renuncia más al cargo que a la función.

De las afirmaciones que he leído que Llamazares ha hecho en tiempos recientes hay una que me ha parecido particularmente digna de reflexión. Se queja el político asturiano de que mucha gente de IU se resiste a asumir que los batacazos electorales de la coalición se deben, en no poca medida, a que su representatividad política y social es, de hecho, bastante limitada (él la sitúa en un 5-10%). No creo que la sociedad española actual cuente con mucho más de un 5% de ciudadanos que alienten una ideología de izquierda consecuente. Conforme. Lo que pongo en duda es que IU, con él al frente, haya ofrecido desde el año 2000 una alternativa de izquierda consecuente. Son dos asuntos conexos, pero distintos.

Que Llamazares tire la toalla y abandone la dirección de IU antes de la IX Asamblea Federal me parece comprensible a más no poder. Eso no es un cargo; es una tortura. Los dirigentes de las diferentes tendencias de IU se pelean tanto entre sí que apenas les queda tiempo para hacer nada constructivo, y eso tiene que agotar al más pintado. Lo que no veo cómo asumir, y me resulta hasta desagradable, es que Llamazares renuncie a ser dirigente de IU pero no abandone su escaño en el Parlamento. Él no obtuvo su acta de diputado a título personal, sino porque la coalición lo puso al frente de su lista, en razón de la responsabilidad orgánica que ejercía.

Ya sé que no es nada sencillo reciclarse como particular en la vida civil cuando uno lleva decenios como profesional de la política. El propio Llamazares, licenciado en Medicina, reconoce que está fuera de juego como médico. Tendría que buscarse la vida por otras vías. Pero ejercer en el Parlamento como portavoz de un grupo político de cuya dirección se ha apeado no parece el colmo de la coherencia.

Recuerde a su paisano Gerardo Iglesias. A veces saber salir es más difícil que saber estar.

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El Mercado que no conoce su Historia está condenado a repetirla, de S. McCoy en El Confidencial

Posted in Economía by reggio on 15 octubre, 2008

En mi nuevo papel de netócrata, como así me ha bautizado Pisitófilos (del que, por cierto, espero anhelante un comentario relativo a la vigorosa defensa del modelo bancario de las Cajas de Ahorro llevado a cabo por Jordi Sevilla este fin de semana en El Mundo, que de alguna presidencia hay que vivir en el futuro), he realizado un recorrido por los principales agregadores de la web en la búsqueda de chicha fresca que traer ante todos ustedes tras las medidas de urgencia adoptadas por los distintos gobiernos y bancos centrales. En general les diré que, si el sentimiento predominante anterior al fin de semana era que Wall Street podía acabar con Main Street, ahora ocurre justo lo contrario: va a ser la economía real la que impida el despegue de la economía financiera, pese al brutal rebote de las bolsas. Respecto a este último me ha parecido especialmente interesante el Short View de John Auters en el Financial Times de ayer, que ponía en consonancia el comportamiento del mercado de acciones en estos dos últimos días con lo que aconteció en 1929 y 1987, un análisis que detalla mejor este post, y recordaba que, para que se produzca un cambio de tendencia, que identifica con la ruptura de la media móvil de 50 sesiones, el S&P tendría que subir… un 20% más desde el cierre del lunes, que no está mal. Una cautela que choca con el atrevimiento de aquellos, piezas centrales tanto del WSJ como del NYT, que afirman que estamos ante una oportunidad histórica de compra, si es que esta situación es equiparable a experiencias anteriores de mercado, cosa que personalmente dudo dado el carácter endogámico de la crisis actual. En mi caso prefiero no acertar con el suelo, la verdad.

Yendo a lo que nos ocupa, Nouriel Roubini, cuyas tesis fueron recogidas por este Valor Añadido el pasado sábado, ha visto la ocasión perfecta para no dejar de «hablar de su libro» y aparece hasta en la sopa. No es de extrañar cuando un Premio Nóbel como Gary Becker lo utiliza de referencia en su propio blog en un artículo, por cierto, extraordinario que equipara la falta de prevención de las autoridades monetarias con la sorpresa con la que vivieron los mandos americanos el ataque japonés a Pearl Harbour. Roubini se manifiesta bien de forma directa, como en esta entrevista concedida a Bloomberg donde lleva su previsión de paro al 9% (un 50% por encima de los niveles actuales), anticipa un 15% adicional de caída del precio de la vivienda en Estados Unidos, lastre para la recuperación, y advierte de que el importe comprometido para la recapitalización bancaria se queda un 50% corto, como de manera inmediata a través de su propio blog en el que reclama medidas de corte esencialmente keynesiano como la expansión del gasto público, algo en lo que se muestra de acuerdo el ex Secretario del Tesoro estadounidense Larry Summers, y otras más populistas como la condonación parcial de la deuda de los hipotecados como forma de reactivar la demanda interna. Es lo que, a su juicio, marcará la diferencia entre una recuperación económica en forma de U, con una duración entre 18 y 24 meses, o una década de penurias a la japonesa. Por cierto, ahora que han circulado comparativas a diestro y siniestro acerca del parecido entre el comportamiento bursátil actual y el de 1929, no dejen de mirar este gráfico que hace la analogía del S&P con el Nikkei. Está bien mirar al pasado pero, ¿no será más conveniente echar un vistazo al potencial futuro? Ups.

Es precisamente en el consumo donde la mayoría de los articulistas sitúan el riesgo principal a día de hoy ante la duda de si el salvamento bancario, y las naves que con él se queman, no será pan para hoy y hambre para mañana dado el debilitamiento acelerado de la economía. El mercado sigue muy pendiente del crédito al consumo, cuyos diferenciales siguen muy tensionados, y más después del impacto de los impagados sobre los resultados trimestrales de General Electric dados a conocer la semana pasada. De hecho, la vida frugal, como proposición hasta hace poco a contra corriente, comienza a encontrar adeptos por centenares como recoge este interesante reportaje que es tema de portada en Business Week. Hay que hacer de la necesidad virtud, ¿no? En cualquier caso son muchas y muy variadas las voces que invitan a la prudencia ante lo que consideran el peor entorno económico en 50 años. Entre ellos George Magnus, de UBS, que identifica cuatro fuentes de peligro vigentes al final de su interesante pieza, también del Financial Times, espejo en el que mirarse, entre los que destaca, como novedad, el miedo al colapso de alguna economía emergente. Islandia, de momento, ayer vio como se esfumaba, de una tacada y al más puro estilo Fortis, cerca del 80% de su capitalización bursátil.

Dejo para el final el enlace que da título a la pieza de hoy. Adjunto una traducción propia, como siempre libre. Tiene un pequeño truco que no tardarán en adivinar. Les invito a que compartan conmigo un pequeño juego. Lean este resumen y pongan en el foro, antes de entrar en el original, el mes y año en que creen que fue escrito. Si quieren, claro está. Luego, abrimos la discusión. Es una colaboración del New York Times elaborada por un gestor/consultor financiero estadounidense. El link al final.

Negro futuro para Wall Street

La caida de Lehman Bros. ha sido definida como el final de una era y, de hecho, en gran medida, lo es. Pero supone también el comienzo de una nueva época más oscura en la que Wall Street y la nación pagarán un elevado precio debido a los excesos de la última década.

El colapso del banco de inversión refleja un problema mucho más profundo: el abuso del sistema americano de crédito cuyas consecuencias ahora todos padecemos. Cientos de bancos cerrarán sus puertas y el coste para los contribuyentes se medirá en cientos de miles de millones de dólares. Otros muchos se han visto debilitados por la baja calidad de sus préstamos e inversiones. Pese a los siete últimos años de bonanza económica, el nivel crediticio de la América Corporativa está a niveles de la Gran Depresión.

(… respecto al origen) El sistema crediticio se vio arrastrado por el deseo de la administración de desregularlo. Un proceso que no vino acompañado ni del establecimiento, en paralelo, de nuevas garantías ni de la mejora de los niveles de supervisión o el endurecimiento de las reglas que han de regir, como norma general, la conducta financiera. El resultado ha sido que, de Main Street a Wall Street, los excesos se han multiplicado a través del empleo de una novedosas técnicas financieras y libérrimos estándares de crédito que era impensables hace apenas veinte años.

Durante todo este tiempo, prácticamente ninguno de los supervisores encargados de hacerlo se ha parado a pensar en las implicaciones de este proceso para el conjunto del sistema financiero. Las fuerzas del mercado actuarán por sí solas era su retórica fácil. Pero no se puede dejar la disciplina de las entidades financieras en manos del mercado. Es inaceptable, con carácter general. Supone poner a su alcance un arma demasiado peligrosa dado su bajo nivel de capitalización y el elevado grado de interconexión de las entidades. Y no hay que olvidar su responsabilidad pública que se deriva del carácter de custodio que tienen sobre nuestros ahorros e inversiones temporales. No es admisible delegar alegremente en el mercado el riesgo de quiebras potenciales, de entidades y de sus clientes, que ahora nos amenaza.

(…) Los agujeros regulatorios no pasaron desapercibidos en Wall Street . Los bancos de inversión se apresuraron a incrementar su apalancamiento financiero mediante la creación de sociedades independientes a tal fin. Y buscaron, mediante legales procesos de innovación financiera, los recovecos de la norma para esconder al escrutinio público sus activos brutos y sus estructuras de financiación.

El final de Lehman no significa la conclusión inmediata de las imprudencias acumuladas a lo largo de la última década. La desaceleración económica y su impacto sobre las empresas traerán consigo quiebras que aún están escondidas en la fábrica financiera. Para muchas entidades, su franquicia morirá definitivamente. El papel de Wall Street como asesor y banquero de inversión desaparecerá rápidamente. Su papel estaba basado en la confianza que en ellas depositaban sus clientes. Esa confianza ha desaparecido, consecuencia del conflicto de intereses que ha provocado su conversión de intermediario a originador.

Se requiere reforzar las bases de capital de la banca, centralizar y reforzar el papel de los supervisores y establecer estándares adecuados para medir de forma objetiva la capacidad de sus directivos. Un nuevo entorno regulatorio que tendrá un campo de actuación más limitado, ante el inevitable proceso de concentración del sector (…) donde destacárán las fusiones con bancos comerciales como la mejor y probablemente única salida para acometer los problemas de Wall Street. Esperen intrusión gubernamental, menos innovación y una asignación más ineficiente de su capital.

Ahora, lo prometido. El enlace a la pieza original. ¿Sorprendidos? Buno, al menos espero que lo hayan disfrutado. Sólo cabe concluir con ese adalid de la Seguridad Vial que es Paco Costas: «el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra» o el Mercado que no conoce su Historia está condenado a repetirla. Pues eso.

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Operación salvamento, de Juan Francisco Martín Seco en Estrella Digital

Posted in Economía, Política by reggio on 15 octubre, 2008

El Gobierno español ha copiado a EEUU el plan de salvamento de las entidades financieras. Si a Bush se le había criticado por la falta de concreción del programa y por el enorme poder que se concedía a la Administración en el manejo de los recursos, ¿qué decir del plan español, en el que todo está por determinar?

Es posible que a estas alturas estos planes sean necesarios, aunque está por ver si son suficientes. Después de vocear que los mercados eran perfectos, que se autorregulaban y que toda intervención estatal era dañina, ahora resulta que la única solución se encuentra en que actúen los Estados y que los costes los asuman los contribuyentes. Por ello, resulta imprescindible una total transparencia. En nuestro país tenemos una triste experiencia en esa materia y en cómo los excesos de las entidades financieras los terminaron pagando los ciudadanos. Aquella crisis bancaria no fue precisamente un ejemplo de transparencia. Todas las actuaciones fueron realizadas desde la opacidad del Banco de España, repercutiendo finalmente en el erario público a través de unos menores beneficios del banco emisor.

Es de esperar que el comportamiento sea totalmente distinto en esta ocasión. Primero, estableciendo de manera clara y nítida la forma de actuación, y segundo, mediante una información verídica en la ejecución y dando cuenta de ella al Parlamento. Hoy por hoy, está todo por concretar y quedan muchos cabos sueltos. El vicepresidente económico afirma que la operación no va a costar un euro a los contribuyentes. Habrá que verlo y es lo que hay que demostrar. Por lo pronto, el stock de deuda pública se va a incrementar casi en cinco puntos del PIB y será necesario atender en el futuro a los gastos financieros y a la amortización.

Todo radica, pues, en la contrapartida, es decir, en los activos que se van a adquirir. Se ha puesto mucho énfasis en afirmar que no se trata de papel basura. ¿Cómo podemos saberlo? Se contesta que porque todos tienen la calificación de triple A. La respuesta es para echarse a temblar, porque el origen de la actual crisis se encuentra en que precisamente las agencias de valoración concedieron dicha calificación a un número importante de títulos cuyo respaldo consistía tan sólo en hipotecas subprime.

No obstante, el mayor interrogante actual consiste en saber si va a ser eficaz el sistema diseñado. El problema de nuestro país, que es al mismo tiempo el de los bancos, radica en cómo financiar el déficit por cuenta corriente de la balanza de pagos y el stock acumulado de deuda pública exterior. Las dificultades actuales de las entidades financieras tienen su origen en esta realidad. Ellas han prestado a empresas y familias refinanciándose en el extranjero. En tiempos de abundancia de liquidez no han encontrado ningún impedimento e incluso han obtenido de su intermediación cuantiosos beneficios. Pero la situación ha cambiado radicalmente desde el momento en que los mercados financieros se han colapsado por la desconfianza asociada a la crisis de las hipotecas subprime. Ahora todo son obstáculos para renovar la deuda.

A solucionar este problema se orienta el plan del Gobierno de conceder avales a las entidades financieras por 100.000 millones de euros e inyectarles otros 50.000 millones mediante la emisión de deuda pública y compra de sus activos. Pero para que esta última medida sea efectiva la suscripción debería realizarse en su mayor parte por ciudadanos o por entidades extranjeras, esto es, que los recursos provengan de fuera del sistema financiero español. De lo contrario, el efecto sería nulo. De nada vale inyectar unos recursos que previamente se han retirado de las propias entidades.

La atípica estructura de la Unión Monetaria viene a complicar la cuestión. Lo lógico sería que fuese el Banco Central Europeo y no el Tesoro el que inyectase la liquidez necesaria. Sin embargo, no parece estar dispuesto a hacerlo ni las autoridades españolas a exigírselo. De nuevo, Europa impide que se actúe adecuadamente en el ámbito nacional, el Banco de España (banco de banqueros) ha perdido sus funciones, pero tampoco se actúa en el marco de la Unión.

¿Por qué vivo en EEUU?, de Jorge Majfud en Gara

Posted in Derechos, Política by reggio on 15 octubre, 2008

En 2001, Oriana Fallaci escribió su célebre artículo «La Rabbia e l’Orgoglio» donde no sólo hacía un ataque indiscriminado a los inmigrantes del tercer mundo en Europa y Estados Unidos, sino a todas las culturas que no eran la «cultura occidental». En 2002 publiqué en algunos diarios una larga respuesta sobre al menos una veintena de puntos, los cuales consideré errores de la autora. El ensayo se llamó «El lento suicidio de Occidente» (http://mrzine.monthlyreview.org/majfud141106.html) y, lejos de atacar a Occidente y elogiar a Oriente, la idea central radicaba en prevenir a Occidente de uno de sus mayores enemigos: Occidente mismo.

Gracias a este ensayo he recibido ataques anónimos que van desde recuerdos sobre mis antepasados -factor que explicaría mis razonamientos- hasta advertencias de los dueños del mundo sobre los peligros de discurrir por carriles no oficiales. Hace pocos días un amigo me envió por correo la crítica de un lector y me pidió que respondiera a sus observaciones. En síntesis, el lector, asumiéndose como estadounidense, se preguntaba si realmente yo me sentía tan incómodo con nuestra cultura y nuestros valores («our culture and values»), por qué no me iba a vivir a esos países que tanto admiraba. Al final agregaba: «no importa si Majfud está en lo cierto sobre Occidente. Se trata de coherencia. Lo menos que se le puede pedir a un intelectual es coherencia».

La verdad es que admiro la filosofía griega de los siglos V y IV, la poesía de Omar Kayyam, la física de Albert Einstein, pero creo innecesario y quizás imposible irme a vivir a la Grecia de Pericles, a la antigua Persia o la Alemania nazi de los años veinte. De hecho, la mayor parte de los intelectuales alemanes que se exiliaron en Estados Unidos durante el nazismo no pasaron a ser, por esa razón, acríticos complacientes del nuevo orden -sin duda preferible al que abandonaban-, sino que continuaron coherentes con su pensamiento anterior: el poder no necesita defensores; suficientes aduladores tiene.

Es parte de un pensamiento fascista confundir a todo un país con la ideología de quienes dominan sus esferas de poder: si alguien critica la ideología dominante X -muchas veces articulada por intelectuales funcionales al poder militar y económico del momento-, estaría atacando a todo el país donde domina X, ergo alguien debe irse a vivir a otra parte y dejar a X expandirse libremente hasta el último rincón de la conciencia humana.

Está claro que este lector no terminó de leer el ensayo, urgido por una reacción epidérmica, propia de las primeras etapas de la nueva cultura digital. Si mencioné que los holocaustos, las inquisiciones y la vasta practica de la tortura también eran productos bien occidentales, no fue para demostrar la inferioridad de Occidente sino, por el contrario, para ejercitar una costumbre también occidental según la cual ha sido la crítica y no la adulación la que ha prevenido algunas veces contra nuestros propios defectos. Entre éstos, contemos la soberbia y la pureza de la ignorancia, según la cual todo fue inventado por Europa o por Estados Unidos hace cien años, desde el alfabeto fenicio, los números arábigos, la teología africana y hebrea, los fundamentos de las ciencias y el vasto legado de las artes y el pensamiento.

A lo largo de la historia ha existido este tipo de pensamiento, pero en determinados periodos ha dominado la mayoría de una sociedad y en ocasiones ha regido las leyes de un gobierno y de un Estado. En el siglo XX se llamó fascismo pero hay ejemplos anteriores, como el de la España del siglo XV y XVI. A pesar de que la península ibérica tenía una de las culturas más antiguas y más ricas en diversidad cultural, racial, religiosa y lingüística, hubo un movimiento político que definió cuál era «nuestra cultura» y decidió que ser español era ser católico, hablar castellano, tener la piel blanca y la sangre libre de la contaminación de moros y judíos. Este gran país se desangró por siglos tratando de superar la cultura del garrote ideológico y policial hasta que en el siglo XX el generalísimo Francisco Franco rescató el mito fascista: hay una sola forma de ser español, de ser hombre, de hablar, de pensar y de publicar, de merecer la vida o de merecer pisar la tierra limitada por unos límites políticos, generalmente arbitrarios.

Este ejemplo de uno de los países que más quiero sobre el planeta después de mi propio país es apenas un ejemplo clásico. No tendría espacio para recordar que esta misma idea fascista de unidad y pureza por exclusión hizo estragos en todas las dictaduras de América Latina como en África, en Oriente y en cualquier rincón del planeta por donde miremos. Incluido, está de más decir, mi país de origen, al que quiero sin razones y sin justificar mis emociones diciendo que es el mejor país del mundo ni que allí está la gente más buena y más bonita, lo cual además de arbitrario demuestra un nacionalismo con retardo agudo, cuando el país no es una potencia mundial, y un nacionalismo peligroso, cuando lo es.

Afortunadamente en Estados Unidos viven millones de personas que no piensan como mi inquisidor. Millones de personas no creen que este país heterogéneo, compuesto de muchos estados y de muchos otros grupos disidentes del poder político, se defina por una única cultura y unos valores únicos, imprecisamente definidos pero claramente declarados por algunos grupos fascistas que ni siquiera conocen la historia del país donde nacieron pero se arrogan el derecho de excluir de la moral a todos aquellos que no caen dentro de su estrecho círculo mental. En esto son tan coherentes como puede serlo una mula que, al poseer una sola idea para todo, no puede nunca entrar en contradicciones. También los señores que azotaban a los negros esclavos en el siglo XIX -o los apaleaban y arrastraban con sus camionetas en el siglo XX- y los esclavos compartían los mismos valores y la misma cultura. Otros hombres y mujeres, libres y esclavos, despreciaron estos valores y esta cultura dominante y no fueron precisamente los peores norteamericanos.

Debería comenzar respondiendo que vivo en Estados Unidos porque no vivo solo, porque no soy yo el dictador que decide donde debe vivir mi familia, según sus deseos y necesidades. Vivo en Estados Unidos porque es aquí donde tengo mi trabajo. Estas deberían ser dos razones suficientes, pero nunca debemos subestimar la simplicidad del fascismo.

Cuando vivía en mi país (mi país de origen, no de mi propiedad) y publicaba duras críticas contra su gobierno y contra algunas de nuestras costumbres, no faltó el fascista que me acusara de antipatriota, lo que también sugería que para ser patriota es necesario un alto grado de acrítica (hipo-critica). Cuando la crisis económica azotó a la clase media y baja en mi país, me vi en la definitiva necesidad de emigrar, aceptando una invitación de un profesor norteamericano para continuar mi carrera aquí. Los ricos y acomodados en el poder de turno no emigran. Mueven sus capitales o salen de vacaciones y luego se inflaman el pecho con su patriotismo. «El señor X sirvió toda la vida a su patria», repiten luego, para disimular el hecho de que su patria le sirvió toda la vida.

Es decir, vivo en Estados Unidos porque ejerzo el derecho a trabajar donde considero que hay una mejor oportunidad de trabajo, como cualquier otra persona, y eso no significa que deba hacer un ojo ciego a todos los defectos y barbaridades que veo en el país donde vivo. También muchos norteamericanos viven y trabajan en Irak y en muchos otros países, al tiempo que critican o desprecian esas mismas culturas. Y no por eso se van de allí. También muchos norteamericanos tienen grandes negocios en casi todos los países del mundo, trabajan y viven en ellos y no es amor por los valores y la cultura de esos países lo que los mantiene donde están.

No es mi caso. Yo no desprecio el país de mi hijo. Vivo en Estados Unidos porque todavía creo que este país no está compuesto de trescientos millones de McCarthys sino también de unos cuantos Carl Sagan, Norman Mailer, Ernest Hemingway, Toni Morrison, Charles Bukowski, Paul Auster, Truman Capote, Noam Chomsky y outsiders como Edward Said, Albert Einstein y muchos más que en su momento fueron acusados de ser peligrosos, sólo porque se atrevieron a ejercer la crítica radical -radical, como toda critica que va a las raíces de un problema- porque aun creían en la humanidad.

Vivo en Estados Unidos porque también admiro algo de este país -me dan risa los que afirman alegremente que aquí no hay cultura-, no por la basura que es consumida como deliciosos manjares, sino por sus exquisitas mentes que son despreciadas como basura. Es decir que también vivo en Estados Unidos porque, para un escritor acostumbrado a la lucha dialéctica, nada mejor que vivir, como decía José Martí con alguna imprecisión, «en las entrañas del monstruo».

Vivo en Estados Unidos porque no creo que un país o una cultura tengan dueños ideológicos ni dueños legales. Vivo en Estados Unidos como podría vivir en cualquier otro lugar del mundo, porque me puede mover la necesidad laboral y profesional, pero no me amedrentan aquellos que no sólo se creen dueños del Planeta, sino que además pretenden expandir sus dominios exigiendo que los críticos terminen por ceder, amablemente y de forma voluntaria, los últimos espacios que todavía quedan para la disidencia o, simplemente, para el análisis crítico.

Jorge Majfud, sociólogo.

© Alai-Amlatina

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