Reggio’s Weblog

Un Gobierno de vacas flacas, de Javier Pradera en El País

Posted in Economía, Política by reggio on 16 abril, 2008

El Gobierno formado por Zapatero tras su investidura ha recibido como envenenado regalo de bautismo una nueva rebaja de las estimaciones ya pesimistas sobre la economía española en los próximos años. Durante la anterior legislatura, la estrategia de crispación atizada por el PP quedó suavizada por los buenos datos sobre empleo, afiliación a la Seguridad Social, reducción de la deuda pública, superávit presupuestario y tasas de crecimiento; sólo el déficit exterior por cuenta corriente, el diferencial de inflación con Europa y el peso excesivo de la construcción de viviendas afeaban el balance. En el último trimestre de 2007, sin embargo, empezaron a ser perceptibles las consecuencias para la economía española de la crisis financiera desatada durante el verano por las hipotecas subprime en Estados Unidos.

No existe ya duda, en cualquier caso, de que la segunda legislatura de Zapatero será -cuando menos en sus dos primeros años- un bíblico período de vacas flacas; el frenazo en la industria de la construcción afecta ya a un importante sector productivo, laboral y empresarial. Las principales incógnitas a despejar son la duración y la profundidad de esa etapa de ayuno y cilicio. Aparte de la regularidad -constatada empíricamente- de los ciclos económicos, las fases ascendentes y descendentes de los movimientos ondulatorios no responden a patrones rígidos que permitan siempre recetar los mismos remedios a los enfermos y calcular su periodo de convalecencia.

En su discurso de investidura, Zapatero limitó los efectos del «periodo de desaceleración» económica a la primera mitad de la legislatura. Pero la caída de las tasas de crecimiento, el aumento de la inflación, los cierres empresariales y la destrucción de empleo son función de variables que resultan, en buena parte, de imposible control por un solo Estado. En los momentos de auge de la economía mundial, los Gobiernos suelen sentir la tentación de colgarse medallas y reclamar la autoría de una prosperidad llovida del cielo con el mismo derecho que podría tener un corcho mecido en la cresta de las olas a presumir de su potencia para elevar el nivel de las aguas; a la inversa, sería no sólo injusto sino también absurdo culpar al Ejecutivo de Zapatero -como hizo ridículamente el PP durante la campaña electoral- de las réplicas de un movimiento sísmico iniciado en Estados Unidos. La globalización de la economía es la causa de que el origen último de las crisis transmitidas a todas las regiones del planeta -como «el efecto mariposa» de los naturalistas- pueda localizarse en un remoto lugar. Por lo demás, las decisiones vinculantes adoptadas por las autoridades comunitarias de Bruselas y de Frankfurt reducen el ámbito de autonomía de España como socio de la Unión Europea.

Durante la temporada de vacas gordas de la anterior legislatura, el PP se limitó a ignorar o menospreciar la bonanza económica reinante bajo el primer Gobierno de Zapatero como un mero efecto inercial de los milagrosos mandatos de Aznar; el Gobierno deberá irse preparando a que la oposición niegue el pan y la sal a sus medidas anticíclicas, financiables en parte con el superávit presupuestario conseguido gracias a la victoria de las hormigas capitaneadas por el vicepresidente Solbes frente a las cigarras partidarias de aumentar el gasto público.

Pero seguramente los mayores problemas del nuevo Gobierno surgirán a la hora de cumplir el compromiso asumido por Zapatero de «no sacrificar las políticas sociales ni abdicar del afán de progreso social» de su programa. Los que recibirán una atención especial mientras la economía española crezca poco -subrayó el presidente del Gobierno durante el debate de investidura- serán los desempleados, los pensionistas, los discapacitados y las víctimas de la violencia.

Para ese difícil ejercicio circense sobre el alambre nada sería más peligroso que los conflictos personales en el seno del Gobierno sobre las líneas políticas a seguir y las medidas a aplicar. En ese sentido, la generalizada impresión de que el vicepresidente Solbes (cuya contribución al triunfo socialista del 9-M como número dos de la lista por Madrid fue decisiva al apagar el farol de Manuel Pizarro en un debate televisivo que modificó las expectativas electorales) y el nuevo ministro de Industria, Comercio y Turismo, Miguel Sebastián (otro prestigioso economista, aunque derrotado y manteado quijotescamente en su primera incursión ante las urnas en las municipales de 2007) emiten en distinta frecuencia no podrá deshacerse con rotundos desmentidos oficiales cuyo contraproducente efecto es confirmar los temores o los deseos -según cuales sean las perspectivas de los oyentes- sobre la existencia de esas discrepancias actuales o potenciales. En la vida política, la apariencia y la realidad están separadas por fronteras demasiado borrosas como para no extremar al máximo -incluido el presidente del Gobierno- el mundo de las formas.

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El declive de la izquierda, de Enrique Gil Calvo en El País

Posted in Política by reggio on 16 abril, 2008

El resultado de las pasadas elecciones españolas ha sido interpretado como una victoria de la izquierda que desmiente la creciente derechización europea: ascenso de Sarkozy, predominio de Merkel, retroceso de Gordon Brown, retorno de Berlusconi… Sólo Zapatero resistiría frente al asedio derechista, ante la previsible derrota de Barack Obama a manos del conservador McCain. Lo que vendría a demostrar, paradójicamente, que de nuevo Spain is different, como única excepción progresista a la regla de la derechización general.

Pero ¿de verdad su victoria el 9-M supuso un triunfo de la izquierda? Así lo entienden los publicistas neocon de la derecha extrema, para quienes Zapatero ha sido reelegido por una coalición radical de rojos, republicanos y separatistas. Y, en efecto, si nos fijamos en los resultados electorales, lo cierto es que los votantes centristas o moderados han abandonado al PSOE para pasarse al PP, mientras que a cambio los más izquierdistas se han decantado por apoyar a Zapatero. Es el retorno triunfal del «No pasarán», producto de la creciente polarización del electorado español, en el que los votantes de las zonas más proletarias o industrializadas (Cataluña, País Vasco, Asturias, Aragón) han acabado por imponerse a las clases medias madrileñas y provincianas.

Sin embargo, las cosas no suelen ser tan sencillas como parecen a primera vista. Aquí sucede lo mismo que pasa con el Sol, que parece moverse del este al oeste cuando en realidad está quieto, pues es la Tierra quien gira de izquierda (oeste) a derecha (este). Y a Zapatero le ocurre igual. Él no se ha movido hacia la izquierda, pues su programa electoral continúa fijo en el centro del espectro, con guiños a la derecha (regalos fiscales, repatriación de inmigrantes) y ninguna concesión a la izquierda (renuncia a revisar la ley del aborto o la financiación de la iglesia). Es verdad que la nueva composición de su electorado parece proceder en mayor medida de la izquierda del espectro: menos centristas y más tránsfugas de IU y ERC. Pero en realidad, estos trasvases de votantes lo que revelan, como en el descubrimiento copernicano de la rotación de la Tierra, es un desplazamiento del electorado hacia la derecha: muchos progresistas que antes votaban a la izquierda radical (IU y ERC) ahora han votado al centro-izquierda del PSOE; y muchos centristas moderados que antes votaron a Zapatero ahora han votado al centro-derecha de Rajoy.

En consecuencia, se ha producido un deslizamiento del conjunto del electorado desde la izquierda hacia la derecha, estimable como saldo neto en torno al 2,5% del total (que es lo que gana ésta en detrimento de aquélla). Lo que no llega a ser un landslide (corrimiento de tierras), pues no hubo vuelco electoral y la izquierda retiene el po-der. Pero sí revela una significativa derechización política, porque a pesar de haber ganado las elecciones, la izquierda sigue perdiendo electores.

De modo que tampoco España es una excepción a la regla de derechización occidental, sino que viene a confirmarla aunque sólo sea como clara tendencia.

¿De dónde procede este vendaval derechista? Las razones son muchas y complejas, y aquí sólo cabe aludir a las más significativas. El fin de la guerra fría significó la derrota irreversible del socialismo histórico, sin que hasta ahora sus bases sociales hayan podido recuperarse creando un nuevo proyecto político legitimado por un discurso innovador. Por eso la izquierda se limita a vegetar, viviendo de unas rentas ruinosas (el estéril anticapitalismo comunista) o al menos conservadoras (la defensa socialdemócrata de los derechos sociales), pues el incipiente movimiento antiglobalización aún carece de credibilidad. De ahí el éxito de la tercera vía social-liberal a lo Giddens-Blair, aquí adoptada por Zapatero, que renunciando a los valores de izquierda sólo propone una derecha con rostro humano. Y ante el vacío de la izquierda en retirada, la derecha ha podido invadir y ocupar toda la esfera del debate público sin encontrar resistencia, imponiendo sus agendas neoliberales, nacionalistas, teocráticas y neoconservadoras.

¿Por qué resulta incapaz la izquierda europea de reconstruir un nuevo programa político adaptado al siglo XXI, cuando ya hace casi veinte años que se derrumbó el socialismo real?

Existen razones estructurales que lo hacen particularmente difícil, pues explican perfectamente la progresiva desmovilización de la izquierda. Lo que Daniel Bell llamó el advenimiento de la sociedad post-industrial ha desintegrado la vieja estructura de clases (antes estratificada en redes de solidaridad colectiva alineadas a uno y otro lado del conflicto industrial entre patronos y asalariados), para fragmentarla en un mero agregado de intereses privados sólo movidos por su individualismo posesivo y consuntivo. Es el nuevo enrichissez-vous que ha convertido a los ciudadanos en competidores arribistas, liquidando su capital social y privatizando la sociedad civil. Y este desclasamiento se ha visto muy potenciado por la llamada globalización, que ha incrementado la flexibilidad laboral y la movilidad ocupacional impidiendo que se reconstruyan nuevos compromisos solidarios. Por el contrario, la llegada de trabajadores inmigrantes para ocupar los estratos inferiores de la pirámide ocupacional ha generado un sentimiento de rechazo entre los autóctonos que compiten con ellos por el acceso a los servicios públicos. En consecuencia, el concepto de «pueblo» (y el de «clases trabajadoras» o «clases populares»), al que apelaba la izquierda para movilizar la participación ciudadana, ha perdido su sentido al ser desmentido por la realidad multicultural, quedando así desvirtuado.

Ésta es la causa última de la derechización política a la que se va asistiendo en toda Europa, España incluida, elección tras elección: la descapitalización social de la izquierda, producida por efecto de la desintegración del tejido civil (redes de compañerismo, solidaridad y compromiso cívico) que trababa y cohesionaba a las clases trabajadoras, hoy más fragmentadas y divididas incluso territorialmente que nunca. Y esta progresiva debilidad de la izquierda es aprovechada y estimulada por la derecha mediante el recurso a la xenofobia, que culpa a los trabajadores inmigrantes de todos los problemas. Si en 1848 Marx podía decir que el miedo a los comunistas era el fantasma que recorría Europa, hoy ese fantasma es el de los inmigrantes: la nueva «clase peligrosa» que amenaza con dividir a la izquierda impulsándola a derechizarse. Una derechización que en España se traduce en la obsesión por adquirir viviendas en régimen de propiedad privada y en el auge de los colegios concertados, casi todos religiosos y por tanto étnicamente limpios, a los que llevan a sus hijos las familias que se dicen progresistas o incluso izquierdistas, pero que aspiran a dotarles no con capital humano (pues la enseñanza en colegios religiosos es de muy baja calidad) pero sí con capital social, tanto para trepar con arribismo como para evitarles malas compañías.

Y una derechización que donde más se advierte es en las ciudades dormitorio que rodean a las grandes capitales, como el antiguo cinturón rojo que abarcaba el sur de Madrid, hoy votante masivo y absoluto del PP.

Proceso de derechización en curso que todavía no se ha completado en toda España, pues aún quedan bastiones industriales fieles a la izquierda. Pero que puede intensificarse todavía más, conforme la crisis económica agrave el conflicto social con los inmigrantes y la derecha siga explotando la división de los trabajadores con su demagogia xenófoba.

Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

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El agua, que todo lo enturbia, de Salvador Cardús i Ros en La Vanguardia

Posted in Economía, Política by reggio on 16 abril, 2008

Aun siendo muy crítico con el actual estilo de gobierno y de oposición en Catalunya, no comparto los análisis que atribuyen todos los males a la estricta incompetencia personal de unos u otros. Ni siquiera en el caso actual de la gestión de una amenaza grave de sequía. Precisamente, el hecho de que en momentos se haya llegado al surrealismo, más bien sugiere que la explicación del desbarajuste no puede estar en la simple incapacidad personal de los responsables, y menos entre personas de gran sentido común y probada experiencia política.

Creo que es un error de funestas consecuencias el menosprecio de los adversarios políticos. Confundir el desacuerdo con la incompetencia, la discrepancia de intereses con la sospecha de corrupción, la diferencia política con la descalificación moral o la divergencia de proyectos con la falta de patriotismo, sólo sirve para provocar una mayor desconfianza generalizada entre el ciudadano y la gestión de lo público. Además, a quien perjudica de manera más clara esta actitud es al que menosprecia, porque le impide hacer un juicio correcto de la realidad y actuar de manera eficaz sobre ella. Las últimas elecciones han sido, para quien la quiera aprender, una gran lección sobre las malas consecuencias de las lecturas fáciles y cómodas – es decir, partidistas- de la realidad política. Pero, lo que es peor, a menudo la lógica del menosprecio delata la incapacidad, o la poca legitimidad, para el ejercicio de una rigurosa e implacable crítica política. El moralismo es la muleta del impotente.

Tampoco creo que la actual falta de liderazgos fuertes se deba a la escasez de líderes. Haberlos, haylos, pero estos sólo aparecen cuando se dan las condiciones de posibilidad. Ahora mismo, un fuerte liderazgo populista quizá sería la peor salida de todas las imaginables. Sería preferible la existencia de buenos equipos humanos, bien cohesionados y bien liderados, pero resistentes a la tentación populista que algunos añoran. Pero si no tenemos tales equipos, si da la impresión de que en política no están los mejores o, peor, que los mejores dejan de serlo y se pierden justo cuando entran en política, si los líderes se queman rápidamente o hacen mutis por el foro, es que el problema no está principalmente en los individuos, sino en las reglas de juego.

El caso de la crisis del agua, que ya tiene un alcance mayor que el de la solución urgente de los problemas que pueda producir la sequía, en cuanto se calme un poco, debería ser estudiado para poner en claro los determinantes de la permanente inestabilidad de la política catalana y la sensación de desastre en la que se ha instalado en los últimos años. Porque lo que es indiscutible es que, se trate de los trenes, de la luz eléctrica, del agua o de cualquier otro desafío, ni gobierno ni oposición dan la talla ni ofrecen la imagen de país serio ni de políticos responsables. Incluso si se tratara de un gobierno que hace el ridículo ante una oposición exigente, podría pensarse que sólo hay que esperar que lleguen mejores tiempos. Pero no es así. El oportunismo de CiU sacando el tema del Ródano aprovechando la sequía, la estúpida provocación no censurada por CDC del ex alcalde de Tarragona avisando que él rezaba a la Virgen para que no lloviera para no facilitar las cosas al gobierno o la exigencia de imposible cumplimiento pidiendo que sea el gobierno catalán quien resuelva algo sobre lo que no tiene competencias, sólo es equiparable a la tontería del gobierno de no querer llamar a los trasvases por su nombre, a la insensatez de desafiar al Estado con empezar unas obras sin permiso como hizo el secretario de organización del PSC o al ridículo de reaccionar irritadamente por la cortesía parlamentaria de Zapatero hacia Duran. Y hasta ahora, la política catalana ha hecho el ridículo ante imponderables accidentales y meteorológicos. Asusta pensar qué pasará cuando se trate de reaccionar a la sentencia del Constitucional o de acordar la nueva financiación a la que obliga el Estatut.

La gran cuestión está en saber por qué gente, cuya seriedad personal no me parece razonable que pueda ponerse en duda, actúa de manera tan disparatada y, según los indicios, sin darse cuenta de ello. Y sólo tengo dos líneas de razonamiento para explicarlo. O es una crisis de las formas políticas, o es un mal estructural de la política catalana, una especie de aluminosis que habría maltrecho las vigas sobre las que se aguantaba todo el escenario catalán. La hipótesis de la crisis de las formas arrancaría de las consecuencias del debate estatutario en Catalunya, donde se cruzaron todos los límites del respeto básico. Unos a otros, los partidos se acusaron de lo peor. Y, una vez perdido el respeto, reconstruir las bases de una relación constructiva es casi imposible. Ahora estaríamos en tiempos de zancadillas permanentes, ajustando cuentas pasadas, impidiendo cualquier avance.

La hipótesis del mal estructural aun sería más grave. El problema estaría en las reglas de juego, en la disonancia entre lo que se pretende ser y lo que el sistema político permite. Por volver al agua: si el Govern no tenía en sus manos la posible solución a la sequía, ¿por qué meterse en tal berenjenal? Y si CiU vivió en propia piel la irresponsabilidad de los que atizaron el conflicto territorial por el agua, ¿por qué siente ahora la tentación de una revancha que sólo puede acabar mal? ¿Qué reglas arrastran a unos y otros a las aguas turbias del propio desprestigio? ¿En qué espiral perversa se ha metido la política catalana? ¿Habrá que esperar la aparición de nuevos actores políticos no atrapados en el actual laberinto?

salvador.cardus@uab.cat

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«¡Capitán, mande firmes!», de Pilar Rahola en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 16 abril, 2008

Lo reconozco. Esa imagen de una mujer embarazadísima -es decir, derrochando hormona femenina-, pasando revista al ejército español, me ha dado una de las pocas alegrías que últimamente da la política. Los críticos dirán que es propaganda y que Zapatero es muy dado a los golpes de efecto, pero incluso así, imaginando que sólo fuera un artilugio retórico, la foto sería impagable. En este país con memoria de pez, no recordamos que hace muy poquito preocupaban los ruidos de sables, que hubo una intentona golpista y que el ejército era la reserva espiritual de otras épocas. Los tiempos han cambiado hasta el punto de que, hoy por hoy, el ejército español está lleno de jóvenes que no saben nada del franquismo, y muchos se juegan la vida en zonas en conflicto. Melo explicaba un gratamente sorprendido Xavier Sardà, cuando estuvo con el ejército español en Líbano, para su programa Dutifri:»Esta gente es magnífica. Hay que cambiar el viejo chip de Quico, el Progre».Ciertamente, del ejército que se encontró Narcís Serra – que también movió ríos de tinta- al que se encuentra Carme Chacón hay el abismo entre la cultura del golpismo y un ejército en democracia: ni son el mismo ejército, ni la misma realidad. Pero faltaba un paso más allá en el nuevo paradigma social que lentamente vamos construyendo, y ese paso lleva medias y tacones. La llegada de Chacón al Ministerio de Defensa es una noticia excelente para la igualdad, y una jugada maestra para su pedagogía. Más allá de la punta crítica que podemos sacarle al lápiz de las anécdotas, la categoría de la noticia se resume en esa foto. Una mujer que está embarazada, que tiene una vida familiar estable, que es joven, es catalana y es socialista, manda en el ejército español. Y esto, por sí solo, es una revolución. Que se lo digan a algún mando en la reserva, que ya ha elevado su sonoro cabreo a los micrófonos.

Por supuesto, algunos detalles del ritual me han parecido ridículos. Por ejemplo, esa necesidad de transformar la cara de «Catalunya optimista» de Chacón, en la de «España cabreada», que nos ha puesto pasando revista, es una sobreactuación a todas luces innecesaria. Puede que la ministra no tenga aún el tono, que no haya encontrado su propia personalidad en tan masculino ministerio, que le falte experiencia, pero sería bueno acordar la modernidad de la ministra, con una liturgia más moderna. También sobraba la justificación de su nombramiento, en el primer discurso ante las tropas, justamente porque no se trata de convertir su presencia en una pintoresca contingencia. Y puestos a señalar excedentes, esa foto de Papá ZP con las niñas ministras era especialmente antipática, con un regusto paternalista-propagandístico que podría haberse ahorrado el estimado presidente. Si su vocación, que no dudo, es la de «normalizar» la presencia de la mujer en el poder, ¿por qué perpetra este tipo de actos, donde la condición femenina se resalta por su excepcionalidad? Nueve mujeres ministras trazan el camino de la igualdad. La foto con esas mujeres, por el simple hecho de serlo, irónicamente deshace el camino trazado. Errores, pues, los ha habido, y la tentación de convertir esta gran oportunidad en una simple campaña de propaganda coexiste con la vocación política de acabar con la discriminación. Veremos cuál de las dos voluntades gana el pulso.

Para rematar la mirada femenina de Zapatero, se ha creado el Ministerio de la Igualdad. Joan Julivert, el ácido comentarista que proyecta diariamente su mirada crítica en Els matins de TV3,expresaba ayer su rechazo frontal a esta «anormalidad», y su convicción de que la lucha por la igualdad no pasa por crear ministerios que, por su naturaleza, son ellos mismos discriminatorios. Tiene razón sobre el papel. Pero no la tiene, desde mi punto de vista, sobre la realidad. Porque la realidad es una pesada carga de discriminaciones laborales, estadísticas trágicas de violencia, conciliaciones familiares fallidas y todo tipo de obstáculos para la mujer que desea emanciparse. Es evidente que el problema es transversal, afecta a todos los ministerios, y estamos fallando en su resolución. Crear una ventana ministerial única, que coordine los problemas, detecte los fallos y haga propuestas integrales parece una buena opción. Por supuesto que es anormal tener un ministerio de esta naturaleza. Tanto como continúa siendo anormal la situación de la mujer. Mi única crítica a la creación de este ministerio no afecta al objetivo que se plantea, sino al hecho territorial. ¿Qué haremos con las competencias autonómicas, todas ellas soberanas en el tema de la mujer? En este sentido, puede que la mujer gane, y Catalunya pierda, como va siendo habitual…

Tiempo al tiempo, que ya nos darán motivos para la crítica. Pero de momento, Zapatero ha demostrado un nivel de compromiso con la igualdad que resulta muy meritorio. Y ha demostrado agallas, no en vano la foto de Carme Chacón es la última que hubiera imaginado el más pelado del territorio. Sí, insegura, demasiado rígida, quizás con pánico escénico, pero, en su revista a las tropas, Carme Chacón ha protagonizado un capítulo de la historia. Aplausos, ministra.

www.pilarrahola.com

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Italia ha dado un nuevo paso hacia su ‘Tercera República’, de Sergio Romano en El Mundo

Posted in Internacional, Política by reggio on 16 abril, 2008

TRIBUNA LIBRE

Para superar una crisis a la vez constitucional y económica, la mayoría de los italianos eligió, por tercera vez en 14 años, a Silvio Berlusconi. Pero fuera de Italia, los observadores se preguntan, desconcertados, por qué la elección recayó sobre un hombre que a muchos europeos les parece el síntoma más evidente del malestar italiano. ¿Qué soluciones puede poner en marcha un político empresario que mantiene un clamoroso conflicto de intereses, que ha sido investigado y procesado en varias ocasiones por los tribunales de la República, que gobernó con mediocridad el país durante los cinco años de su último mandato y que hizo aprobar en el Parlamento, al final de su Gobierno, una ley electoral que ha dejado coja a la democracia italiana durante los dos años del Gobierno Prodi?

Hay circunstancias en las que los vicios y los defectos de Berlusconi se convierten en triunfos. Por ejemplo, supo transformar su empresa en un partido político. Concedió representación, tras la muerte de la Democracia Cristiana, a la voz de los electores moderados. Habla un lenguaje híbrido, unas veces agresivo y otras culto o populachero, que tanto gusta a muchos de sus compatriotas. Consiguió crear coaliciones que aglutinan al partido antimeridional del norte y a las viejas fuerzas clientelares del sur.

Cuando Berlusconi declara que sus adversarios son comunistas está diciendo a la vez una verdad y una mentira. Se trata de una mentira, porque el Partido Democrático de Walter Veltroni pertenece a la constelación europea de las izquierdas reformistas. Y se trata de una verdad, porque Italia es el único país de Europa occidental en el que los socialistas, tras el final de la Guerra Fría, se fueron al exilio y los comunistas, al poder.

Berlusconi sabe que muchos italianos nunca votarán a un ex comunista y no duda en utilizar abiertamente este argumento. Además, Berlusconi venció porque Italia, gracias a su entrada en la política, se fue tornando cada vez más bipartidista y dispone ya de un sistema en el que el elector, si quiere proporcionar gobernabilidad al país, se ve obligado a elegir el mal menor. Y el mal menor, para muchos italianos, se llama evidentemente, guste o no, Silvio Berlusconi.

Su retorno al poder tiene lugar, sin embargo, en una situación política y parlamentaria al menos diferente de la de las elecciones de 2006. La ley electoral sigue siendo la promovida por Berlusconi al final de su último mandato, pero los dos mayores partidos, el Democrático de Veltroni y el Pueblo de la Libertad de Berlusconi, han conseguido utilizarla de una forma más racional. Rechazaron el método de las grandes coaliciones heterogéneas, buenas para ganar pero pésimas para gobernar, y fueron a las urnas en pequeñas coaliciones más compactas y menos incoherentes.

Ambos candidatos no han hecho promesas maravillosas y han mostrado, en sus declaraciones programáticas, un mayor pragmatismo. El candidato perdedor, Walter Veltroni, reconoció su derrota y felicitó al ganador. Y uno de los vencedores, Gianfranco Fini, dijo que la relación entre la mayoría y la oposición podría ser diferente a la de las legislaturas anteriores. Es una novedad no pequeña en una Italia que, en los últimos años, se movió siempre entre peleas y tensiones permanentes.

En un Parlamento simplificado, del que desaparecieron muchos partidos menores, mayoría y oposición podrían, pues, dejar de considerarse enemigos irreconciliables. Ahora le toca a Berlusconi demostrar que ha entendido que hay reformas necesarias para un país que tiene que salir del estado de postración en el que parece haberse sumido. Reformas que sólo pueden realizarse en un clima de colaboración.

Son las reformas constitucionales, necesarias para modificar una Carta Magna envejecida, que no garantiza al primer ministro los poderes de sus colegas europeos y que alarga los tiempos parlamentarios, asignando a las dos cámaras las mismas funciones. Son las reformas sociales, desde la del sistema de pensiones a la del mercado laboral, que Berlusconi y Prodi realizaron en los últimos cinco años de forma insuficiente. Son las reformas de la Administración Pública, una enorme casta burocrática que sólo ha absorbido parcialmente los beneficios de la revolución informática y que cada año consume una cuota mayor de dinero público. Son las infraestructuras que el país necesita urgentemente para no aislarse del resto de Europa.

Hoy, gracias a la simplificación del panorama parlamentario, tal vez se den las condiciones para que la mayoría y la oposición se pongan de acuerdo sobre algunas grandes reformas, especialmente las institucionales, de interés común. Pero hay al menos dos obstáculos que podrían zancadillear, una vez más, a la democracia italiana. En primer lugar, Berlusconi venció con la ayuda determinante de un partido -La Liga Norte de Umberto Bossi- que representa ya al 20% de la parte más rica del país. Su triunfo refleja la indignación de las regiones que no quieren a Roma, al sur, a la burocracia y que perciben la política impositiva como doblemente injusta. Primero, porque les priva de recursos necesarios para su desarrollo y, segundo, porque sirve para alimentar la maquinaria del asistencialismo meridional.

La Liga será mucho menos xenófoba de lo que se dice (el norte necesita trabajadores inmigrantes), pero será ciertamente federalista y, sobre todo, querrá el federalismo fiscal, es decir un sistema de reparto de la renta nacional que permita a la región del norte administrar por sí misma la mayor parte de las rentas que produce. Se trata de una petición legítima. Pero, en un país donde el norte y el sur parecen pertenecer, a veces, a dos planetas diferentes, el federalismo fiscal está destinado a enriquecer a las regiones ricas y a empobrecer a las pobres.

Será necesario crear, pues, un fondo común de solidaridad nacional que permita mitigar las desventajas de las regiones menos favorecidas. Pero lo peligroso, como suele ser habitual, está en los detalles y Berlusconi deberá demostrar que es capaz de mediar entre las exigencias nordistas de la Liga y la representación de la zona meridional del país.

Tampoco Veltroni lo tendrá fácil. Tuvo el mérito de crear el Partido Democrático y de conducirlo a las urnas sin la embarazosa presencia de la izquierda radical y maximalista. Ha perdido, pero puede sostener legítimamente que le ha dado a Italia un partido reformista mucho más creíble que la heterogénea coalición que Romano Prodi había aglutinado para ganar las elecciones del 2006.

Pero Veltroni también tiene un aliado incómodo, que podría hacerle más difícil su trabajo. Se trata de Antonio Di Pietro, el fiscal milanés de la época de los procesos de Manos Limpias, y fundador de un partido justicialista, la Italia de los Valores, que nunca dejó de considerar a Silvio Berlusconi como una desgracia nacional.

Mientras Berlusconi tiene que mantener a raya a la Liga e impedirle que sea demasiado nordista, Veltroni tendrá que asumir la tarea no menos complicada de explicarle al ex magistrado Antonio Di Pietro que el código penal no es suficiente para gobernar un país.

Gracias a estas elecciones, Italia ha dado otro paso hacia su Tercera República. Pero el sistema político sigue siendo frágil, imperfecto, expuesto a los cambios de humor de la opinión pública. Y así seguirá siendo, hasta que mayoría y oposición no consigan ponerse de acuerdo en la reforma constitucional que el país tanto necesita.

Sergio Romano fue embajador de Italia y es analista del Corriere della Sera

© Mundinteractivos, S.A.

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El Gobierno como apuesta, de Santiago González en El Mundo

Posted in Política by reggio on 16 abril, 2008

A CONTRAPELO

Si el conde de Lautréamont hubiera escrito hoy sus Cantos de Maldoror, habríamos pensado que la frase fundacional del irracionalismo surrealista «bello como el encuentro fortuito entre un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección» estaba inspirada por la composición del nuevo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Es el triunfo de la paridad sobre la capacidad, aunque no en términos absolutos. Cristina Garmendia, rara avis entre los gobernantes de ahora, ha creado y dirigido una empresa y conoce la responsabilidad de tomar decisiones de las que depende el puesto de trabajo de varias personas. Sin embargo, parece un disparate haber vinculado la formación universitaria a su departamento. La Universidad no puede subordinar su acción docente a su actividad investigadora, especialmente en un país en el que los jóvenes (y las jóvenas, claro, que no quiero incurrir en las iras competenciales de Bibí Aído) llegan del bachillerato a medio alfabetizar.

La ministra de Igualdad debe su nombramiento, al decir de Chaves, a una «apuesta» de Zapatero por la mujer y la juventud y aunque es muy joven ha demostrado «su fuerza y su capacidad gestora» (al frente de la Agencia para el Desarrollo del Flamenco). Es, también, en su opinión, un homenaje a Alfonso Perales, socialista andaluz, por ser ambos naturales de Alcalá de los Gazules. ¿Un Gobierno laico que cree en la reencarnación? Todo puede ser.

El equipo económico del Gobierno nace con los vicios de los viejos tiempos. El nuevo ministro de Industria es intelectualmente competente, pero sus iniciativas políticas con las OPAs (para que al final Endesa vaya a manos de Berlusconi) y su estreno en la batalla por Madrid fueron fracasos espectaculares. Por otra parte, parece que la vieja rivalidad con Solbes continúa: antes, incluso, de ser Gobierno, el vicepresidente se sintió obligado a marcar su territorio. Parece otra apuesta del presidente que, si bien era tolerable en el ciclo de las vacas gordas, puede ser fatal en el de las flacas.

Los partidarios del Gobierno defienden la nueva paridad como si ésta fuese el objetivo principal del Gobierno, como si la igualdad fuese fin y no medio. Es tarea de un Gobierno retirar los obstáculos para que todos los ciudadanos (y todas las ciudadanas, claro) tengan el mismo derecho a la educación, las mismas oportunidades profesionales y los mismos derechos laborales, a igual trabajo, igual salario, naturalmente. Pero para dirigir el país, hay que nombrar a los mejores, sea cual sea su sexo y su estado de gravidez. Todos deseamos los mejores profesores para nuestros hijos y los mejores cirujanos si nos tuvieran que operar. No sería razonable que confiásemos la economía del país a un inmigrante de escasa formación con el fin de demostrar que no discriminamos a los negros o que nuestro sentido igualitario no tiene parangón en el mundo. Sustituir el mérito y la capacidad por las apuestas nos va a salir muy caro y, tal como dijo Eugenio d’Ors al camarero inexperto que le derramó encima media botella de champán, «los experimentos, en la cocina y con gaseosa, joven».

Pero lo surrealista de verdad, el encuentro del paraguas, la máquina de coser y la mesa de disección es el equipo que hará posible el fin de la crispación: Magdalena Alvarez y su reconocida actitud dialogante para crear ambiente. Para el pacto sobre la Justicia, Bermejo, ministro de la Fraternidad y para el acuerdo en política exterior, Moratinos, pero ahora sin el soporte del eficaz Bernardino León, que se lo queda para El.

© Mundinteractivos, S.A.

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Educación y Asuntos Sociales, de Luis Arias Argüelles-Meres en La Nueva España

Posted in Educación, Política by reggio on 16 abril, 2008

La Universidad se queda fuera del Ministerio de Educación. Esto sí que es novedoso. ¡Para que luego hablen del krausismo de Zapatero! Por su parte, Asuntos Sociales, que, por su propia naturaleza, tendría que estar vinculado al Ministerio de Trabajo, entra en Educación. ¿No parece esto un Ministerio monjil, que se ocupa, al mismo tiempo, de enseñanza y de aquellos colectivos merecedores, bien sea por su estado de salud, bien sea por su situación económica, bien sea por su edad, de atención social? Doña Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo, catedrática de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos, será la encargada de esta cartera ministerial fusionada.

No resulta fácil entender la decisión del presidente del Gobierno al separar la Universidad del Ministerio de Educación. Para empezar, todos los docentes seguirán formándose en el Alma Máter, y, en ese sentido, resulta, como mínimo, inquietante que se produzca una desvinculación así. Se diría que hay una voluntad difícilmente disimulable de seguir rebajando la formación del Bachillerato, que ya de por sí presenta unos indicadores manifiestamente mejorables. Mayor distancia aún entre el Bachillerato y los estudios universitarios, lo que no parece fácilmente defendible.

Y, de otro lado, si la Universidad se vincula casi en exclusiva a la investigación, las carreras «literarias», las «humanidades», no se sabe bien qué encaje podrán tener en esa nueva radicación ministerial. Perogrullesco es recordar que también hay investigación en estos ámbitos; lo que no se sabe es cómo podrá ser encauzada ante el nuevo marco en el que van a insertarse todos los estudios universitarios. Las interrogantes están en este sentido muy abiertas y nada cerradas.

Pero volvamos a la fusión que aquí nos trae. O sea, que en la cartera ministerial de doña Mercedes habrá atención para la ciudadanía en todas las edades, para abuelos y nietos. ¡Hay que ver, qué capacidad de trabajo tiene esta señora!

De otro lado, si pensamos en acrónimos, como me decía un buen amigo la noche del sábado, el resultante de esta fusión de la que venimos hablando infundiría poco respecto de entrada. Seguro que no se ha pensado en tan insignificante detalle.

Por mucho que confiemos en la capacidad de trabajo de la ministra Cabrera, no podemos no percatarnos de que esto supone una extraña mezcla. Tendrá que velar doña Mercedes por la calidad de la enseñanza que reciban niños y adolescentes y, al mismo tiempo, por la calidad de vida de nuestros mayores. En el medio, la Formación Profesional. En el medio, el problema del paro, con independencia de la edad.

Lo dicho: se diría que se ha creado un Ministerio monjil. Y que una determinación así la tomó un político que dice admirar el krausismo y el institucionismo.

No encaja, no encaja, no encaja.

Los barones, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

Posted in Política by reggio on 16 abril, 2008

El ojo del tigre

En Asturias, ser casquista imprime carácter político, cuya funcionalidad ideológica consiste en evitar las tentaciones secesionistas manteniéndose radicalmente afecto a un pensamiento único: el que impone el jefe. El casquismo es, en este momento, el principio sustantivo de la derecha asturiana conservadora. Sus orígenes datan de la época en que el Partido Popular actual se llamaba Alianza Popular, fundada por Manuel Fraga -uno de los más conspicuos protobarones de los partidos predemocráticos- después de romperse Coalición Democrática, un partido de conveniencia que comandaban siete magníficos partidarios del reformismo franquista. A la sombra de Fraga, un joven llamado Francisco Alvarez-Cascos inició la que sería después una espectacular y fulgurante carrera política.

Alvarez-Cascos ha sido uno de los líderes más cultos e inteligentes de la derecha española posfranquista. La huella de su paso por la política aún se percibe nítidamente marcada en la derecha regional. Incluso, más de uno ha tropezado con ella cuando pretendía atajar en su carrera hacia el pretendido éxito. Cascos hizo escuela con su brioso pensamiento político: lo que dice el jefe, va a misa.

La única democracia interna posible en la organización de un partido político es la que determina su cúpula para que, luego, la realice su base. El casquismo es la pura esencia del pensamiento orgánico -y oligárquico- basado en el verticalismo: el líder es la autoridad natural en un partido compuesto por individuos que tienen un sentido aristocrático en cuanto a cómo debe ser la estructura de su organización interna.

El fenómeno inverso del verticalismo orgánico es la organización asamblearia, que era típica de la izquierda obrera. Digo era porque la izquierda obrera ha desaparecido a causa del cambio climático experimentado en la democracia participativa; la cual, tras la perversión de sus principios igualitarios, se convirtió en una democracia representativa. Es decir, integrada por dos clases de militantes: los que mandan y los que obedecen. (Permítame un breve inciso: al primer cambio climático en la democracia, le sucedió una fuerte polución provocada por el liberalismo económico, que acabó contaminando gravemente las leyes de la naturaleza de la democracia plural; hasta el punto de sustituirlas por otras leyes: las de libre mercado…)

Las baronías son los ecos indiscutibles de los antiguos cacicazgos, cuya edad de oro se inició en el siglo XIX y se prolongó hasta muy avanzado el siglo XX. Los barones alcanzaron el máximo esplendor de su poder orgánico en la época en la que Adolfo Suárez lideraba un partido político -ideológicamente, mestizo-, que había sido improvisado para acoger a los diferentes grupúsculos de unas prudentes y dispersas derechas, más o menos -más bien menos- antifranquistas durante la dictadura. Un barón era un destacado militante de aquellas derechas anfibias que, al romperse el régimen de aquel general, se agruparon bajo la marca UCD para sobrevivir a la debacle política que se produjo -tan solo duró unos instantes- tras la increíble muerte del dictador. Digo increíble porque parecía inmortal…

El Partido Popular actual es el heredero de aquel vicio político que acabó fulminando a la UCD. Ese vicio se llama baronear. Sin embargo, ese baroneo del que ahora se culpa al grupo que apoya a Mariano Rajoy, tiene un antecedente familiar en aquellos señores feudales que manejaban al partido en su vida anterior; cuando se llamaba Alianza Popular. Es decir, en el período en el que Alvarez-Cascos brillaba como un prometedor conductor de la derecha posfranquista asturiana. Sin darse cuenta -probablemente, dándosela-, Cascos se convirtió en un notable ejemplar de la prehistoria de las baronías políticas en este país. Cuando su feudo era Asturias. Y -he aquí el mérito personal de este personaje- lo sigue siendo.

Los demonios familiares que le perturban la vida al PP, en este momento, son los mismos demonios que le complicaron -y le siguen complicando- a la derecha asturiana su organización partidista; o sea, los demonios que atizan las ambiciones personales.

Las baronías se propagaron al resto de los partidos por contagio ideológico, no por mimetismo orgánico. Si el PS(O)E -ojo al paréntesis-, que nació con la reforma franquista, no hubiera tenido esa predisposición ideológica que determina el sentido aristocrático de una organización política, no tendría hoy los barones que tiene. Barones que le surgieron, en algunas autonomías sopcialistas (ha leído usted bien: sopcialistas ) una vez agotado el felipismo integrador. Los barones del PS(O)E no tendrían sentido alguno si la izquierda histórica no se hubiera derechizado antes, hasta el punto de que no distinguirse de la derecha castiza más que por las siglas. Algo parecido a lo que les ocurre a los barones con respecto a los viejos caciques: sólo se diferencian entre sí semánticamente…

Es verdad que los problemas familiares les competen única y exclusivamente a quienes los protagonizan; con lo cual, los líos de familia que dañan públicamente la imagen y el prestigio social de quienes los experimentan, pertenecen a la privacidad de esa familia. Mas cuando tal familia es un partido político, sus problemas internos afectan a toda la sociedad en la que está integrado ese partido. Especialmente, cuando el partido en cuestión constituye uno de los pilares del sistema político que les regula la vida a los ciudadanos en general. Por lo tanto, el agrio conflicto interno que sufre el PP trasciende de lo meramente familiar hasta alterar la convivencia en la sociedad democrática a la que pertenece. En este caso, tienen derecho a opinar también sin ser militantes del partido afectado por el conflicto, los ciudadanos sometidos al poder de los partidos que determinan la vida pública en el país. En el caso de los españoles, esos dos partidos capitales son: el PP, por la derecha, y el PS(O)E por la otra derecha.

Lorenzo Cordero. Periodista.

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Espejos, de Eduardo Galeano en La Jornada

Posted in Cultura, Política by reggio on 16 abril, 2008

Después de cuatro años de haber publicado Bocas del tiempo, Eduardo Galeano regresa en grande al mundo editorial con Espejos: una historia casi universal, cuyo lanzamiento por el sello Siglo XXI ocurre hoy martes 15 de abril, de manera simultánea en Argentina, España y México, tres de los puntos más importantes, editorialmente hablando, del mundo de habla hispana. La historia de la humanidad desde sus primeros años hasta nuestros días, contada a partir de hechos poco conocidos, en voz de quienes no usan coronas ni figuran en los foros de Davos esplenden en las páginas de este libro, del cual hemos presentado a nuestros lectores en las semanas anteriores un par de fragmentos, seleccionados por el propio autor, colaborador de La Jornada. Con autorización de la editorial, ahora publicamos el capítulo con el cual da inicio este inventario general del mundo, contado por un escritor capaz de enlazar lo cotidiano, lo poderoso y la denuncia con lo más sencillo, el humor y la más exquisita ironía

Los espejos están llenos de gente.

Los invisibles nos ven.

Los olvidados nos recuerdan.

Cuando nos vemos, los vemos.

Cuando nos vamos, ¿se van?

De deseo somos

La vida, sin nombre, sin memoria, estaba sola. Tenía manos, pero no tenía a quién tocar. Tenía boca, pero no tenía con quién hablar. La vida era una, y siendo una era ninguna.

Entonces el deseo disparó su arco. Y la flecha del deseo partió la vida al medio, y la vida fue dos.

Los dos se encontraron y se rieron. Les daba risa verse, y tocarse también.

Caminos de alta fiesta

¿Adán y Eva eran negros?

En África empezó el viaje humano en el mundo. Desde allí emprendieron nuestros abuelos la conquista del planeta. Los diversos caminos fundaron los diversos destinos, y el sol se ocupó del reparto de los colores.

Ahora las mujeres y los hombres, arcoiris de la tierra, tenemos más colores que el arcoiris del cielo; pero somos todos africanos emigrados. Hasta los blancos blanquísimos vienen del África.

Quizá nos negamos a recordar nuestro origen común porque el racismo produce amnesia, o porque nos resulta imposible creer que en aquellos tiempos remotos el mundo entero era nuestro reino, inmenso mapa sin fronteras, y nuestras piernas eran el único pasaporte exigido.

El metelíos

Estaban separados el cielo y la tierra, el bien y el mal, el nacimiento y la muerte. El día y la noche no se confundían y la mujer era mujer y el hombre, hombre.

Pero Exû, el bandido errante, se divertía, y se divierte todavía, armando prohibidos revoltijos.

Sus diabluras borran las fronteras y juntan lo que los dioses habían separado. Por su obra y gracia, el sol se vuelve negro y la noche arde, y de los poros de los hombres brotan mujeres y las mujeres transpiran hombres. Quien muere nace, quien nace muere, y en todo lo creado o por crear se mezclan el revés y el derecho, hasta que ya no se sabe quién es el mandante ni quién el mandado, ni dónde está el arriba, ni dónde el abajo.

Más tarde que temprano, el orden divino restablece sus jerar-quías y sus geografías, y pone cada cosa en su lugar y a cada cual en lo suyo; pero más temprano que tarde reaparece la locura.

Entonces los dioses lamentan que el mundo sea tan ingobernable.

Cavernas

Las estalactitas cuelgan del techo. Las estalagmitas crecen desde el suelo.

Todas son frágiles cristales, nacidos de la transpiración de la roca, en lo hondo de las cavernas que el agua y el tiempo han excavado en las montañas.

Las estalactitas y las estalagmitas llevan miles de años buscándose en la oscuridad, gota tras gota, unas bajando, otras subiendo.

Algunas demorarán un millón de años en tocarse.

Apuro, no tienen.

Fundación del Fuego

En la escuela me enseñaron que en el tiempo de las cavernas descubrimos el fuego frotando piedras o ramas.

Desde entonces, lo vengo intentando. Nunca conseguí arrancar ni una humilde chispita.

Mi fracaso personal no me ha impedido agradecer los favores que el fuego nos hizo. Nos defendió del frío y de las bestias enemigas, nos cocinó la comida, nos alumbró la noche y nos invitó a sentarnos, juntos, a su lado.

Fundación de la belleza

Están allí, pintadas en las paredes y en los techos de las cavernas.

Estas figuras, bisontes, alces, osos, caballos, águilas, mujeres, hombres, no tienen edad. Han nacido hace miles y miles de años, pero nacen de nuevo cada vez que alguien las mira.

¿Cómo pudieron ellos, nuestros remotos abuelos, pintar de tan delicada manera? ¿Cómo pudieron ellos, esos brutos que a mano limpia peleaban contra las bestias, crear figuras tan llenas de gracia? ¿Cómo pudieron ellos dibujar esas líneas volanderas que escapan de la roca y se van al aire? ¿Cómo pudieron ellos…?

¿O eran ellas?

Verdores del Sáhara

En Tassili y otras comarcas del Sáhara, las pinturas rupestres nos ofrecen, desde hace unos seis mil años, estilizadas imágenes de vacas, toros, antílopes, jirafas, rinocerontes, elefantes…

¿Esos animales eran pura imaginación? ¿O bebían arena los habitantes del desierto? ¿Y qué comían? ¿Piedras?

El arte nos cuenta que el desierto no era desierto. Sus lagos parecían mares y sus valles daban de pastar a los animales que tiempo después tuvieron que emigrar al sur, en busca del verdor perdido.

¿Cómo pudimos?

Ser boca o ser bocado, cazador o cazado. Ésa era la cuestión.

Merecíamos desprecio, o a lo sumo lástima. En la intemperie enemiga, nadie nos respetaba y nadie nos temía. La noche y la selva nos daban terror. Éramos los bichos más vulnerables de la zoología terrestre, cachorros inútiles, adultos pocacosa, sin garras, ni grandes colmillos, ni patas veloces. Ni olfato largo.

Nuestra historia primera se nos pierde en la neblina. Según parece, estábamos dedicados no más que a partir piedras y a repartir garrotazos.

Pero uno bien puede preguntarse: ¿No habremos sido capaces de sobrevivir, cuando sobrevivir era imposible, porque supimos defendernos juntos y compartir la comida? Esta humanidad de ahora, esta civilización del sálvese quien pueda y cada cual a lo suyo, ¿habría durado algo más que un ratito en el mundo?

Edades

Nos ocurre antes de nacer. En nuestros cuerpos, que empiezan a cobrar forma, aparece algo parecido a las branquias y también una especie de rabo. Poco duran esos apéndices, que asoman y caen.

Esas efímeras apariciones, ¿nos cuentan que alguna vez fuimos peces y alguna vez fuimos monos? ¿Peces lanzados a la conquista de la tierra seca? ¿Monos que abandonaron la selva o fueron por ella abandonados?

Y el miedo que sentimos en la infancia, miedo de todo, miedo de nada, ¿nos cuenta que alguna vez tuvimos miedo de ser comidos? El terror a la oscuridad y la angustia de la soledad, ¿nos recuerdan aquel antiguo desamparo?

Ya mayorcitos, los miedosos metemos miedo. El cazado se ha hecho cazador, el bocado es boca. Los monstruos que ayer nos acosaban son, hoy, nuestros prisioneros. Habitan nuestros zoológicos y decoran nuestras banderas y nuestros himnos.

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Wall Street realmente se fundamenta en la codicia, de Immanuel Wallerstein en La Jornada

Posted in Economía, Política by reggio on 16 abril, 2008

Wallerstein, uno de los intelectuales de izquierda más reconocidos, muestra en este artículo diferentes aspectos del devenir de la economía norteamericana y mundial del último medio siglo, desde la eclosión posterior a la II Guerra Mundial hasta la crisis actual. De su análisis infiere que «Estados Unidos podría ir a la bancarrota».

No soy yo quien dice que Wall Street realmente se fundamenta en la codicia sino Stephen Raphael. ¿Y quién es Stephen Raphael? Es un antiguo miembro de la junta directiva de Bear Stearns, el banco de Wall Street que colapsó el mes pasado. ¿Y dónde dijo esto Raphael? En una entrevista con el “Wall Street Journal”, más o menos el periódico de casa en Wall Street. ¿Cuál era el punto que quería plantear Raphael? Quería explicar (¿o la idea era excusar?) el colapso de la firma. «Esto pudo ocurrirle a cualquier firma», dijo.

Sí, en efecto pudo haber sido así. Y así fue. Entretanto, en el momento en que esto ocurría, el presidente de la junta, Jimmy Caines, muy quitado de la pena jugaba bridge en un torneo. Algo no muy listo por parte de un banquero codicioso. El resultado es que perdió casi toda su fortuna personal, y otra voraz firma, JP Morgan Chase, llegó como buitre y liquidó a su víctima. Ah, incidentalmente, 14.000 empleados de Bear Stearns están, o muy pronto estarán, sin empleo.

¿Es entonces el capitalismo únicamente codicia? No, hay otras cuestiones relativas a éste, pero la codicia juega un gran papel. Y la codicia, por definición, trabaja por algo a expensas de otros. Así que algunas compañías van a la bancarrota en estos días –en Wall Street, y en todo el resto del mundo– y otras no. Estados Unidos como país va a la bancarrota y otros no. Estados Unidos no le llama bancarrota, pero ésa es la verdad.

¿Es siempre así? No. No siempre. Sólo la mitad del tiempo. Revisemos cómo fue que Wall Street y Estados Unidos se metieron en este vericueto particularmente desastroso. Todo comenzó bien, para Wall Street y Estados Unidos, en 1945. La guerra había terminado. La guerra estaba ganada. Y Estados Unidos era la única potencia industrial cuyas fábricas estaban intactas, no las habían afectado los daños de tiempos de guerra. En otras muchas partes había ciudades destruidas, y hambre real en Europa y Asia.

Estados Unidos estaba empeñado en hacerlo bien, y lo hizo bien, muy bien. Podía producir más que nadie en el mundo, y obtener las recompensas. Hizo un trato con la Unión Soviética (retóricamente le llamamos Yalta) con el fin de que no hubiera guerras nucleares que pudieran realmente dañar a Estados Unidos. Y en casa, los grandes manufactureros hicieron un trato con los grandes sindicatos para que no hubiera huelgas destructivas que interfirieran con la lucrativa producción. Se avizoraron tiempos promisorios, y el nivel de vida creció de forma dramática. De hecho, los años posteriores a la guerra resultaron ser bastante promisorios para casi todo el mundo. Fue el momento de la mayor expansión de la producción, de la ganancia, de la población, y sí, de bienestar general en la historia de la economía-mundo capitalista. Los franceses llamaron a esa época «los gloriosos 30 años».

¿Deben terminar todas las cosas buenas? Bueno, cíclicamente, en los 500 años del sistema-mundo moderno, me temo que esto ha sido siempre cierto. Cuando todo el mundo comienza a sacar ventaja de la expansión económica, la tasa de ganancia tiene que bajar. La ganancia de la producción depende de la relativa monopolización de las industrias principales. Pero si muchos países tienen acereras o fábricas automotrices (las industrias principales de ese tiempo), hay mucha competencia. Y pese a todos los lemas sin sentido, la competencia no es buena para los capitalistas. Reduce las ganancias.

Ycuando se le pega muy fuerte a las ganancias, el sistema-mundo entra en uno de sus etapas periódicas de estancamiento. Esto ocurrió cerca de 1970. Y, en caso de que nadie lo haya notado, las cosas no han sido muy promisorias desde entonces, pese a que de nuevo se invocan lemas sin sentido. ¿Qué ocurre en un periodo de estancamiento económico mundial? Las fábricas se comienzan a mover fuera de sus anteriores enclaves (como Estados Unidos, pero también Alemania, Francia, Gran Bretaña y Japón) a otros países (como Corea del Sur, India, Brasil y Taiwán) en busca de menores costos de producción. Parece bueno para los nuevos lugares del acero y la producción de automóviles, pero significa despidos en los antiguos centros de producción.

Pero esas fábricas fugitivas no son toda la historia. ¿Qué hacen los grandes capitalistas, si quieren hacer dinero, en tiempos de menores ganancias procedentes de la producción? Empiezan a mover su dinero de las empresas productivas a las financieras. Es decir, empiezan a especular. Y, en tiempos de especulación, la codicia no conoce límites. Así tenemos los llamados «bonos de desecho» (de muy alto riesgo pero de grandes rendimientos) las «adquisiciones forzadas» (conocidas en inglés como «takeovers»), «hipotecas abiertas» y «fondos de cobertura» y todos esas cosas curiosas con nombres curiosos. Parece que aun Robert Rubin, una de las personas realmente grandes en el mundo de las finanzas, admitió recién que en realidad él no sabe lo que es un «liquidity put» (una especie de «reembolso asegurado»).

La historia que subyace –desde 1970 en adelante– es una de endeudamiento, una deuda más y más grande. Las corporaciones, los individuos, los estados, piden prestado. Todos viven por arriba de sus ingresos reales. Y, si uno se halla en situación de pedir prestado (eso que se llama crédito), uno puede vivir con mucho lujo. Pero las deudas tienen un lado difícil. En algún punto, se espera que uno reintegre su deuda, que pague. Si no lo hace, hay una «crisis de deuda» o «bancarrota» o, si uno es un país con divisas, que ocurra un descenso dramático en la tasa de cambio.

Eso es lo que conocemos como burbuja. Si uno infla un globo lo suficiente, no importa que tan bien nos haga sentir, en algún punto el globo revienta. Y todo mundo está asustado, como debería estar. Cuando la burbuja realmente reviente, será muy doloroso. La cosa es que es mucho más doloroso para algunos que para otros, aunque sea doloroso para todos.

En algún momento, puede que para Estados Unidos resulte ser lo más doloroso, como país, para los capitalistas, y sobre todo para los ciudadanos ordinarios. Parece que Estados Unidos no ha gastado más que miles de millones sino billones de dólares en algunas guerras en Medio Oriente que ha estado perdiendo. Y parece que el país más rico del mundo no tiene en sus arcas billones de dólares. Así que los ha pedido prestados. Y parece que su crédito en 2008 no es tan bueno como lo era en 1945. Parece que los acreedores de hoy están renuentes de «ponerle dinero bueno al malo». Y parece que Estados Unidos podría ir a la bancarrota, como Bear Stearns.

¿Acaso serán China o Qatar o Noruega, o una combinación de ellos, quienes compren Estados Unidos a dos dólares o aun a 10 dólares por acción? ¿Qué pasará con todos esos juguetes extremadamente caros que Estados Unidos sigue comprando, bases militares en cientos de países, esos aeroplanos y esos buques y esos armamentos que constantemente pide Estados Unidos que le traigan para sustituir los juguetes de ayer? ¿Quién va a alimentar a la gente en las filas de comida de los desempleados? Regresen la década que viene, y déjenme saber.

Immanuel Wallerstein. Sociólogo.

© La Jornada

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El déficit puede volver cualquier día, de Enrique Badía en Estrella Digital

Posted in Economía, Política by reggio on 16 abril, 2008

“Mientras se estaban enviando los cheques de devolución a los contribuyentes, la recaudación fiscal caía de forma notable, convirtiendo en expectativas de déficit lo que era holgado superávit meses atrás”. La cita no pretende ser premonitoria, pero pertenece al último libro del que fuera presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) durante más de una década, Alan Greenspan, The Age of Turbulence, que acaba de publicarse en España (La era de las turbulencias, Ediciones B). Está referida a una de las primeras medidas adoptadas por el presidente George W. Bush nada más tomar posesión de su cargo, en los primeros meses del 2001. Curiosamente, los 600 dólares devueltos a los contribuyentes federales estadounidenses en aquel momento corresponden prácticamente a 400 euros en paridad actual: justo el importe del reintegro que va a aprobar el Consejo de Ministros español el próximo viernes, cumpliendo una de las promesas electorales del presidente Rodríguez Zapatero.

También en esa primera reunión ordinaria del nuevo Gabinete está anunciada la aprobación de otras medidas hasta totalizar una inyección de 10.000 millones de euros para contrarrestar la ralentización que, conforme al diagnóstico oficial, ha interrumpido el ciclo alcista de la economía española. Una medida bastante similar a las varias veces adoptada por la actual Administración estadounidense; entre otras, a raíz de los atentados del 11 de marzo del 2001 y a finales del pasado ejercicio fiscal, siempre con el propósito de contribuir al relanzamiento de la actividad.

Es indudable que, en el caso de España, las decisiones han de inscribirse en el marco del superávit con que cerraron las cuentas públicas en el 2007: en torno al 2 por ciento del PIB. Pero, como Greenspan recuerda, conviene tener cuidado con las contracciones del ingreso público que acompañan a cualquier leve decaimiento de la vitalidad económica; por lo general, superiores a la más cauta y conservadora de las estimaciones. No es seguro que ocurra, pero puede pasar. Ayer mismo, sin ir más lejos, llamó la atención sobre ello el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez.

Recién cerrado el primer trimestre del 2008, ya se sabe que las previsiones sobre las que se construyó el Presupuesto es casi seguro que subestimaron el retroceso de la actividad. Las sucesivas revisiones que se han ido realizando sobre la tasa de crecimiento prevista han sido a la baja, aproximándose a un consenso situado en torno al 2 por ciento, con el suelo del 1,8 por ciento señalado por el Fondo Monetario Internacional (FMI). El Gobierno no ha revisado todavía la suya, pero es seguro que también lo hará en sentido descendente —habrá que ver cuánto— sobre su cálculo inicial.

Si el crecimiento discurre por esa senda, es fácil deducir que la previsión de ingresos y gastos sufrirá desviaciones que pueden tornar el superávit previsto en equilibrio o incluso déficit de algunas décimas de PIB. Una de las claves será la evolución del empleo, tanto por la vía del propio Presupuesto del Estado como en las cuentas de Seguridad Social que llevan años contribuyendo al saldo positivo final. Y no son sólo previsiones: las cifras de los dos primeros meses del año ya han registrado caídas notables en los ingresos y repunte de los gastos de cierta magnitud.

En su discurso de investidura, el presidente del Gobierno apuntó varios compromisos de mayor gasto, añadidos a los inherentes a la plena aplicación de leyes aprobadas en la pasada legislatura, pero reafirmó con el mismo énfasis el propósito de preservar la estabilidad presupuestaria. Compaginar ambas cosas será sin duda tarea esencial, pero no fácil, de su gestión; al menos mientras no se haga real la recuperación, por él mismo calculada para más o menos el 2010. Tarea en la que, por cierto, habrán de acompañarle y secundar los gobiernos autonómicos, cuyo peso relativo es ya muy importante y seguirá creciendo a medida que entren en pleno vigor las reformas estatutarias ya aprobadas y en curso de revisión, así como el también comprometido nuevo modelo de financiación.

Releer las reflexiones de Greenspan puede ser interesante por lo que vierten de escepticismo sobre las inyecciones fiscales, la efectividad real de las devoluciones de impuestos y, especialmente, el análisis del comportamiento presupuestario en etapas de turbulencia. Incluida su relativa frustración personal por no haber convencido a la Administración Bush de mantener como prioridad el equilibrio de las cuentas públicas, aun a costa de tener que aplazar el cumplimiento de promesas electorales que comportaban aumentos de gasto, en momentos de caída de la recaudación.

La experiencia muestra sobradamente lo difícil, prácticamente imposible, que resulta volver atrás en una partida de gasto, junto a lo relativamente poco manejable que es buscar maneras de recuperar o incrementar los ingresos sin causar estropicios colaterales y ni siquiera asegurar aumentos de recaudación.

Como en economía está casi todo ensayado, a menudo es bueno tener en cuenta las experiencias ajenas… sobre todo cuando no han funcionado del todo y quienes han incurrido en ellas no son precisamente sujeto de admiración.

ebadia@hotmail.com

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Interrogantes de la investidura, de Juan Francisco Martín Seco en Estrella Digital

Posted in Economía, Política by reggio on 16 abril, 2008

La repetición continua de ciertos hechos hace que se tengan por normales actuaciones que en absoluto lo son, y que, en puridad, deberían resultar insólitas y provocar extrañeza. Por el contrario, la ausencia permanente de otras hace que nos sorprendan hechos que deberían pertenecer al ámbito de lo corriente. Sería positivo someter de vez en cuando la realidad a un análisis reflejo y no quedarnos en la primera impresión, por muy natural que nos parezca.

Siguiendo esta línea de actuación, podríamos ahondar en el debate de investidura y plantearnos al menos algunos interrogantes.

Primero. Casi todos los medios y comentaristas han resaltado que el presidente del Ejecutivo en funciones empleó a lo largo de su intervención en múltiples ocasiones la palabra España. ¿Existe en esto algún motivo para la extrañeza? ¿Acaso no es lógico que en el discurso de investidura de un presidente de Gobierno se haga referencia frecuentemente a la nación o al Estado que se va a dirigir? ¿A alguien le sorprendería que Sarkozy en un acto similar empleara la palabra Francia varias veces?

Segundo. Si un extranjero, con desconocimiento de la realidad política de nuestro país, hubiese tenido el humor de escuchar o leer todo el debate de investidura, habría pensado que España estaba compuesta exclusivamente por Cataluña y el País Vasco. Se quedaría en extremo sorprendido si alguien le dijera que estas Comunidades son tan sólo dos de las diecisiete existentes, cuya superficie no llega ni al ocho por ciento del total, y su población, escasamente al veinte por ciento. Su sorpresa iría en aumento cuando se enterase además de que son dos de las Autonomías con mayor renta.

A lo largo de todo el debate pareció que solo éstas tuvieran problemas, ocupando más de la mitad del tiempo. Las otras Comunidades no fueron tan siquiera mencionadas: ni Andalucía ni Extremadura ni Castilla-La Mancha ni Castilla y León ni Valencia tienen, por lo visto, dificultad alguna. Los problemas de Cataluña y del País Vasco tuvieron también más relevancia (al menos temporal) que cualquiera de los temas generales. Ni la economía —y eso que estamos en presencia de una alarmante crisis— ni la inmigración ni la educación ni la política social, ni siquiera el terrorismo, lograron acaparar más atención de la dispensada a los asuntos de Euskadi y de Cataluña.

La sorpresa del visitante extranjero no tiene su correlato en la sociedad española. Nosotros, por desgracia, estamos acostumbrados a este fenómeno. Tenemos una explicación: sólo estas Comunidades cuentan con grupos parlamentarios minoritarios que prescinden de todo planteamiento general y subordinan cualquier ideología a la obtención de prebendas y ventajas para sus respectivas Autonomías. Pero que conozcamos sus razones, en manera alguna puede justificar que lo consideremos natural y lícito. Algo falla cuando la problemática política y el debate están tan sesgados. Algo falla cuando contemplamos con suma naturalidad que uno de los principales líderes catalanes lo primero que comente sobre el nuevo Gobierno sea que los ministros catalanes nombrados, dadas sus carteras, poco podrán beneficiar a Cataluña. Lo demás apenas interesa.

Tercero. El candidato, a lo largo de su discurso y posteriores intervenciones, puso mucho énfasis en la política social. Casi todos los comentaristas insistieron en ello. No encontraron nada extraño. Pero deberíamos preguntarnos si es posible realizar una política social con un proceso regresivo en materia fiscal, en el que se promete hacer desaparecer el Impuesto de Patrimonio, desactivar el Impuesto de Sucesiones y en el que el Impuesto sobre la Renta ha dejado de ser tal para convertirse en un impuesto de productos. Los ingresos tributan de forma desigual dependiendo de cuál es su origen, beneficiando a los de capital y penalizando a los del trabajo. La capacidad redistributiva de los gastos sociales es muy limitada si no se completa con un sistema fiscal decididamente progresivo, a lo que parece que se ha renunciado por completo.

www.telefonica.net/web2/martin-seco