Reggio’s Weblog

La semana que cambió el mundo, de S. McCoy en El Confidencial

Posted in Economía, Política by reggio on 20 septiembre, 2008

En el día de hoy, cautivo y desarmado el sistema financiero, han alcanzado las tropas del intervencionismo sus últimos objetivos accionariales. La guerra ha terminado. Washington/Nueva York, 18 de septiembre de 2008, año de la victoria. Firmado: Hank Paulson, Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, y Ben Bernanke, Presidente de la Reserva Federal”. No estamos en 1939 ni obviamente es éste el último parte de la Guerra Civil española. Sin embargo coincide con él en que, de su mano, da comienzo un nuevo régimen que va a suponer que nada vuelva a ser como antes en los mercados alrededor del mundo, al menos, durante el tiempo que tarde el Capitalismo Moderno en resurgir de sus cenizas. Un cambio que, paradójicamente, puede ser menor si lo comparamos con el potencial impacto que, lo vivido en los últimos siete días, puede tener sobre la frágil economía de Estados Unidos.

Como en todas las contiendas, el aparente fin de las hostilidades trae consigo una doble sensación de alivio y euforia. Es momento de enterrar a los muertos, de hacer todo lo posible para que se curen los heridos y de que los vivos se busquen la vida del mejor modo posible, en el nuevo escenario que se presenta por delante. Ese es exactamente el mensaje que ayer compraron los distintos activos financieros. Worst is over, lo peor ha pasado, gritaron al unísono. Y si el miércoles las estadísticas se quedaban cortas para describir lo que estaba ocurriendo, ayer sufrieron un reventón de optimismo de dimensiones siderales. Festival en las bolsas, desplome de los bonos, rebajas sustanciales en las primas de riesgo, colapso de los bienes tradicionalmente utilizados como refugio y sensación generalizada de que, por fin, ésta es la buena. Ha llegado la hora. The time has come. Menos mal que ni siquiera se conocen los detalles en los que va a consistir la acción pública de las autoridades estadounidenses, que si se llegan a saber…

No comparto ese optimismo. Mejor dicho, no comparto ese exagerado optimismo. No es por una frustrada vocación de aguafiestas. Qué va, que ya me imagino a alguno de ustedes con la cachiporra lista. Las decisiones no son buenas o malas por sus efectos a corto sino por su consistencia a largo. Esto, que es una verdad como un templo en todos los ámbitos de la vida, cobra aún mayor vigencia en el caso que nos ocupa. De poco o nada sirve que la bolsa se dispare un 10% en un solo día si dicha subida se construye sobre un conjunto de proposiciones que sólo pueden traer mayores dificultades a futuro. Es la diferencia entre el gasto, que da satisfacción inmediata al que lo realiza, y la inversión que es sacrificio actual a la espera de mayores réditos mañana. Pues bien, a la vez que rompían con el normal funcionamiento del libre mercado, Bernanke y Paulson han agotado futilmente su saldo disponible en una apuesta a blanco o negro cuyo resultado futuro no pinta excesivamente bien, al menos de partida. Sólo el tiempo categorizará adecuadamente esta decisión.

Porque, vamos a ver. Lo que ha trascendido hasta ahora es que las autoridades van a establecer un vehículo para comprar activos financieros considerados como tóxicos, por un importe cercano a los 800.000 millones de dólares. Si añadimos todos los compromisos financieros adquiridos simultáneamente y con anterioridad, dicha cifra se dispara a cerca de dos billones de dólares, que es alrededor de un 15% del Producto Interior Bruto de los Estados Unidos. El único modo que hay de financiar un conjunto de operaciones de esta magnitud es a través de una emisión masiva de deuda pública. Hay capacidad para hacerlo: antes de que se iniciara el proceso de degradación del concepto de riesgo sistémico con la intervención encubierta de Bear Stearns, allá por el mes de marzo, la renta fija soberana del país apenas superaba el 30% del P.I.B, un nivel bastante similar al español. Sin embargo, e igual que ocurre en nuestro país, el problema no es la capacidad de endeudamiento, que puede llegar a ser ilimitada como prueba, es una exageración, el caso japonés, sino los términos en los cuales dicha necesidad de financiación se puede completar.

Y es aquí donde Estados Unidos puede, en su intento por salvaguardar su sistema financiero, condenar a su economía real a una larga travesía en el desierto. Por tres motivos. A nivel presupuestario, el aumento de los costes financieros ligados a la deuda podría tener un impacto relevante sobre sus deficitarias cuentas públicas y provocar aumentos de impuestos y restricciones de gasto de la administración con objeto de corregirlo. Por lo que respecta al sector exterior, el saldo negativo de la balanza por cuenta corriente obligaría, para atraer nuevos capitales, a una devaluación de la divisa (que chirriaría en las naciones con su moneda vinculada) o a un aumento de los tipos de interés. Más volumen, más coste. Ufff. Estamos hablando, por tanto, de medidas de política monetaria y fiscal de corte eminentemente restrictivo. Finalmente, la retención en el balance de activos dudosos en un momento en el que las incertidumbre sobre los mercados últimos que los han originado, fundamentalmente inmobiliario, aún permanece, supone, y aquí no cabe el condicional, un ejercicio de confianza en el futuro excesivamente generoso para la banca y oneroso para los contribuyentes. Es realmente una pena que los americanos no hayan tirado de una Ley de Memoria Histórica que les permitiera ver las nefastas consecuencias que, para el ciudadano medio, han tenido actuaciones similares de sus autoridades en el pasado, especialmente en la década de los 30. Ya saben, el pueblo que no conoce su historia, está condenada a repetirla.

No se han equivocado ustedes de Crónica. Estos siete días van a cambiar el mundo. Pero no sólo en el ámbito financiero. Aparentemente ha ganado la guerra el intervencionismo frente al libre mercado, cierto. Un libre mercado que defenderé siempre desde los límites que marcan, tanto el peligro de un riesgo sistémico (no arbitrario sino real), como la operativa dentro de las normas de regulación y supervisión que se determinen en la medida en que están encaminadas a evitar dicho peligro para el conjunto del sistema. De esa burra no me pienso apear. Me sitúo en la Resistencia. Y ¿saben qué? Pronto seremos multitud. Estados Unidos sale de esta crisis no más fuerte, sino debilitada; con una hipoteca sobre sus cuentas públicas que pesará como una losa a futuro; con riesgo, por tanto, de perder una hegemonía mundial basada en costosas actuaciones exteriores y con la tentación inflacionista como modo de rebajar el valor real de su endeudamiento. Algo que recoge en su blog, con mucho más dramatismo que McCoy, Nouriel Roubini ya antes de los últimos acontecimientos. No pierdan, por tanto, la perspectiva, que no es tan alentadora como pudiera parecer y sigan siendo disciplinados. Y, mientras tanto, ya saben: Carpe Diem. Disfruten el hoy mirando el mañana, que ya tocaba.

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