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Valle-Inclán en la conselleria, de Pilar Rahola en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 2 abril, 2008

El hijo más insigne de la tradición quevediana de lo grotesco fue, sin duda, Valle-Inclán. No sólo elevó ese gusto por la deformación de la realidad a la categoría de arte, sino que redefinió para siempre el esperpento. Recuerdo que en mis años de filología, ese concepto me fascinó considerablemente, y durante un tiempo mis dos libros de cabecera fueron Martes de carnaval y Luces de bohemia. Con los años, la seducción por las luces de la bohemia se ha atemperado, pero el libro que Valle-Inclán dedicó al honor en el ejército, y que tituló con malvado sarcasmo -Martes, por el Dios de la guerra, y carnaval, por lo evidente-, se ha mantenido como una lectura querida, a la que acudo furtivamente, cuando los hados del tiempo lo permiten. Pero más allá de sus grandes obras literarias, Valle-Inclán legó al mundo una manera de mirarlo, una forma de distorsionar la realidad para encontrar su esencia real. Cito de memoria la definición que el mismo escritor hizo del esperpento, y lo hago de memoria para no traicionar mi propia referencia. «Un esperpento es el resultado de mirar un héroe griego, a través de un espejo cóncavo». La deformación de lo aparente, para encontrar lo substancial.

Mirado de cerca, nuestro conseller Francesc Baltasar no llega a la categoría estética de un héroe griego, aunque permítanme la osadía de considerarlo un señor interesante. Pero, en la medida que estamos ante un conseller que detenta un área de gestión importante para los ciudadanos, resulta necesario aplicar el espejo cóncavo, para no dejarse seducir por la erótica del poder.

Y el resultado de la mirada cóncava es un esperpento valleinclanesco, quizás merecedor de reconocimiento literario. Todo lo ocurrido estas últimas semanas con el conflicto del agua podría parecer, paso a paso, un conjunto de iniciativas fallidas, pero sumadas todas, el resultado es un colosal despropósito. ¿Cómo se pueden concatenar tantos errores y, a la vez, persistir en ellos con alegre empecinamiento? Y, sobre todo, ¿cómo se puede perpetrar esa incapacidad de enmienda, cuando el error dispara al corazón mismo de un grave problema social? Si no fuera porque a Cesc Baltasar le conocemos un exitoso pasado de gestión política, pensaríamos que estamos ante un aprendiz de brujo, incapaz de diferenciar las hierbas de la abuela de las pócimas venenosas. A modo de pequeño resumen, estos son algunos de los errores que, desde mi punto de vista, han moteado feamente todo el debate sobre la sequía en Catalunya.

El primer error, de previsión. Sonoro, impertinente, evidente error. Es cierto que esa falta de previsión sería también imputable a los gobiernos del pujolismo, aunque con matiz: estos paliaron parte del problema con el minitrasvase, y siempre apostaron por el agua del Ródano, para acometer las necesidades del futuro, apuesta que falló por falta de interés del Estado. Pero incluso aceptando que Pujol no hiciera todos los deberes, y que durante años hayamos vivido -y bebido- de los pantanos del franquismo, lo cierto es que cinco años de tripartito son, en este aspecto, cinco años tirados a la basura. Para colofón, la decisión, reconocida por todos, de rebajar la dimensión del problema durante meses para «no interferir en la larga precampaña electoral». Es decir, fue preferible mentir sobre la gravedad del problema, para poder vender la Catalunya optimista -que, por supuesto, no podía sufrir sed-, que no actuar con responsabilidad y no perder ni un solo día. Después de las elecciones, pasamos del «no pasa nada», a la «emergencia nacional», concepto nacido al albur de la presión que el periodista Josep Cuní hizo al conseller, en una atribulada entrevista. Así pues, al error de minimizar el problema, y dejar pasar los días sin solución aparente, sumamos el error de crear una alarma nacional con la frivolidad propia de la necesidad de un titular. Si estamos, pues, en emergencia nacional, ¿por qué el presidente Montilla aún no ha reunido a las partes y ha creado una mesa de urgencia? Ni parecía tan poco, ni parece tanto.

En este punto, sumamos el error de crear un debate infantil sobre el diccionario, y así nos vimos todos discutiendo si un trasvase era un trasvase, o era una tortilla. Después, el conseller anunció un encuentro de urgencia del president con Artur Mas, encuentro que se cargó Montilla con la rapidez de un rayo, y en un día histórico nos anunció a bombo y platillo un conjunto de encuentros para resolver el problema, que fracasaron todos. Sumado al error en mayúsculas: el de anunciar un trasvase que es competencia del Estado, sin que el Estado estuviera de acuerdo. Y más errores: ocupar fincas para hacer mediciones, a hurtadillas y mintiendo por los descosidos; no consensuar con los afectados; o pasarse la vida luchando contra los trasvases, para decir ahora que no todos son malos. En suma, ni un solo proyecto estructural serio sobre la mesa, falta rotunda de acuerdo con el único proyecto inmediatista planteado, e imposibilidad de llevarlo a cabo, porque no es competencia de la Generalitat. Se hace mejor, y nos pare la abuela. Lo dicho, pues: esto es puro Valle-Inclán, en versión ecosostenible.

www.pilarrahola.com

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