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La decadencia, de Pilar Rahola en La Vanguardia

Posted in Derechos, Historia, Política by reggio on 18 junio, 2008

Escribí en mi primer artículo, El perro flaco, que desde Prat de la Riba no hemos vuelto a tener un gran proyecto de país, y los hechos no me invitan al optimismo. Hemos gozado de momentos de mucho griterío, etapas convulsas, e incluso hemos tenido años de feliz estulticia. Pero el catalanismo, con sus diversos matices, no ha inventado nada en el plano teórico desde 1886, cuando Valentí Almirall sentó las bases del catalanismo político. Y en el plano estratégico, desde la Mancomunitat en 1914, nadie ha presentado un proyecto global para construir una Catalunya excelsa. Todos los partidos catalanes que se engloban en el laxo epíteto del catalanismo participan de esa clonación de conceptos. Partiendo, además, de un axioma que define Catalunya como un ente abstracto, socialmente cohesionado y secularmente víctima. Desde esa concepción inicial, se han ido tejiendo partidos y propuestas que, con más o menos radicalidad, han ofrecido recetas para salvar a Catalunya de sí misma. Hace poco, un sufrido político me explicaba las maravillas de la Casa gran del catalanismo, y lo remití a las Bases de Manresa de 1892. Puestos a copiar, que copien del original. Y si uno tiene acceso a los escasos proyectos teóricos que se han presentado en la batalla de gallos del congreso de ERC -cuyo gran debate político se ha reducido a ver quién enviaba un SMS contra el comisario político Vendrell-, sólo encuentra repetición de ideas fosilizadas, más o menos esenciales.

En can PSC, y a la espera de visualizar su próximo congreso a la búlgara, las ideas se reducen al inmediatismo populista, con tintes progres de la época de la trenca y el Cambio 16. Un proyecto de país integral, que englobe lo social y lo político y que parta del país real, es una extraña quimera, que, por otro lado, nadie parece exigir. En realidad, puede que nos de miedo el abismo de la excelencia, y por ello chapoteamos felices en la charca de la mediocridad.

Que Catalunya está en decadencia, me parece una obviedad. En lo económico, los datos nos remiten a la pérdida de competitividad y a la falta de un dinamismo otrora sello del país, y hoy motivo de nostalgia. Es cierto que el Gobierno español, con su «solidaridad» harto despótica, nos ha vaciado arcas, nos ha aplazado infraestructuras básicas y no ha mantenido las existentes, con el mínimo rigor exigible. Pero también es cierto que todo ello lo ha hecho con el beneplácito de los partidos catalanistas, que han compartido con el gobierno central días de rosas y vinos. Ni el PSC, ni CiU, ni ERC están exentos de su complicidad con los múltiples estropicios que nos han llegado con el puente aéreo. Si el Gobierno español nos ha levantado la camisa en múltiples ocasiones, en todas ellas ha participado alegremente algún partido catalán. Y si en el plano económico la decadencia está avalada por los datos, en el cultural, en el social, en el político, la situación no mejora. La Catalunya que había liderado los procesos de la modernidad sólo existe, hoy por hoy, en los libros de historia. Y por mucho que el victimismo salve nuestra autoestima y asiente las bases de los discursos irredentes, la culpa catalana, en la decadencia catalana, es total. Incluso es total, a pesar de la injerencia externa. ¿Qué líderes políticos tenemos capaces de ilusionar, con un proyecto estructural, a la sociedad catalana? Los del PSC nos repiten, hasta la saciedad, las recetas que ya inventó Raimon Obiols en los años del supino aburrimiento. Y si ahora son exitosas no es porque hagan más ilusión, sino porque el panorama de los adversarios se ha tornado más gris. Los de CiU cabalgan entre reinventar el pujolismo, perpetuarlo sin que se note, o superarlo sin moverse de él. ¿Qué es la Casa gran convergente, sino pujolismo en estado puro? ¿Y qué fue el pujolismo, sino la teorización del tactismo, como forma de gobierno? Sin duda Pujol pasará a la historia como un gran político del siglo XX. Sobre todo, porque ha sido el que más ha durado en la historia reciente de Catalunya. Pero, ¿qué proyectos nuevos, que no hubiera inventado Prat de la Riba, habrá legado al país? Los de IC cuentan poco, demasiado atribulados buscando su lugar al sol, entre el verde, el violeta y el pardo, después de abandonar el rojo por falta de clientela. ¿Proyecto? Su proyecto es encontrar un proyecto. Y con estas llegamos a ERC, el partido que tendría que salvar a Catalunya de sus perversos enemigos, y elevarla a la categoría de país libre. En la retórica, no les gana ni Gerry Adams. Pero hace tantas décadas que hicieron una foto fija del país, que hace las mismas décadas que no tienen ni idea del país real, y por ello se mueven, entre la nostalgia de los viejos discursos y la simpleza de las soluciones. Y, por supuesto, se entretienen devorándose a sí mismos. La suma total da un espectro de partidos catalanistas que usan el nombre de Catalunya hasta en la sopa, pero que han renunciado a saber qué hacer con ella. Vivimos en el reino de las recetas inmediatistas, sin otra mirada lejana que la que otorga la punta del zapato. Quizás por ello miramos obsesivamente hacia Madrid: para hacernos la ilusión de que miramos lejos.

www.pilarrahola.com

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