Reggio’s Weblog

El perro flaco, de Pilar Rahola en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 28 noviembre, 2007

Mirada de cerca, La deessa reviste una serena grandeza. Es una escultura bella, dulcemente inserida en el ideal noucentista que inspiró la obra de Josep Clarà. Civilizada y armónica, esta humana diosa de mármol es algo más que un ideal soñado.Quizás representa el ideal fallido de este acomplejado país. El modernismo quería quebrar los límites de la realidad y soñó un arte de horizontes lejanos. Pero fue el noucentisme el que evocó un ideal cívico que trascendía al arte, para aterrizar en la vida colectiva, y plantear un auténtico proyecto nacional.

Si alguna vez Catalunya ha sido seriamente «pensada», lo han hecho Eugeni d´Ors y Prat de la Riba. Y no sólo por el ideal estético, sino por la ambición política que dejaría, como herencia, las obras de gobierno más importantes de nuestra historia. Lo estético nos legó, en la capital de esa Catalunya-ciutat anhelada, los frescos de Joaquim Torres Garcia, o las esculturas de Gargallo y Clarà, o incluso las «rondas» de León Jaussely. Sometido el urbanismo al concepto de «belleza, cultura y valores cívicos», la persecución de una capital «bella y culta» fue un auténtico proyecto administrativo que se concretaría en la creación de escuelas, bibliotecas, museos…

Pero fue en el plano político, de la mano de Prat de la Riba y Puig i Cadafalch, donde el legado llegó a la categoría de histórico: Biblioteca Nacional, Ferrocarrils de Catalunya, Escola Industrial, Institut d´Estudis Catalans, Servei Geogràfic, Escola Superior de Belles Arts, promoción de la magna obra de Pompeu Fabra y una importantísima labor de creación de infraestructuras, puertos, obras hidráulicas, teléfonos, red sanitaria, mejoras agrícolas, educación y obra social. Incluso se creó la Escola d´Administració Local, para consolidar un cuerpo moderno de funcionarios catalanes. En pocos años, pues, y fruto de un proyecto social y de una estrategia política brillante, Catalunya sentó las bases de un país moderno.

Casi cien años después, no hemos inventado nada nuevo. Peor aún, perdidos los ideales y desaparecida la ambición, la vida política catalana da vueltas alrededor de la misma tediosa mediocridad, mareada en debates estériles de grueso verbo y corto recorrido.

Desde que tenemos democracia, ¿recordamos alguna gran obra de gobierno, a excepción de la creación de TV3? Y, sobre todo, ¿recordamos alguna aspiración política que fuera más allá del cortoplacismo táctico, o del esencialismo banal? A riesgo de merecer el maldito epíteto de derrotista, en este país que ha hecho del cofoisme una identidad, me atrevo a afirmar que Catalunya está seriamente enferma. Y no sólo por el insostenible crac de las infraestructuras, o la pérdida de competitividad económica, sino por algo mucho más profundo. Veamos la derivada infernal que nos dan las noticias.

La misma Catalunya que había llegado a ser exportadora de pedagogía, y que cuenta con pedagogos de la categoría de un Francesc Ferrer i Guàrdia, un Alexandre Galí, una Rosa Sensat, un Joaquim Xirau o un Pere Vergés, es ahora tristemente célebre por encabezar el ranking del fracaso escolar. No sólo hemos perdido el liderazgo del pensamiento pedagógico, sino la ambición política para llevarlo a cabo.

Para muestra el botón: la Generalitat está a la cola en inversión pública en educación, y dedica casi 1.500 euros menos por niño de lo que dedica el País Vasco. Si de la educación pasamos a la seguridad, Catalunya encabeza el ranking de consumo de cocaína, es líder en prostitución callejera y han aumentado sensiblemente los delitos con arma de fuego. Peor aún: dicen los expertos que Catalunya es el centro más importante de toda Europa de captación de militantes yihadistas. Mientras tanto, el conseller del ramo se debate entre hacer de jefe de los Mossos o de miembro emérito de Amnistía Internacional.

No hablaré de la cultura, porque merece capítulo aparte, pero hace años que no somos el referente de nadie, en ninguna de las disciplinas creativas que tanto consolidaron el orgullo catalán de antaño. Y si hablamos de economía, ahí están las sonoras palabras de José Manuel Lara, alertando de la pérdida de dinamismo, la falta de estrategias inteligentes y la nula capacidad autocrítica. Nuestra máxima aspiración acaba siendo inaugurar, ministra en mano, alguna obra que no se hunda.

¿Qué hace la política en el accionar de la crisis? Primero, la niega, más cómoda en la retórica victimista que en el ejercicio de la autocrítica. Segundo, se instala en el tacticismo, el verbalismo efectista y la cultura de la subvención. Y finalmente, lejos de nutrir al país de grandes líderes, genera funcionarios de la política, inmunes a cualquier tentación estadista. En esta Catalunya enferma, lo único que nos venden es autodeterminaciones a largo plazo, derechos a decidir no se sabe qué, o más de lo mismo, por los caminos de ZP.

Ni altos ideales, ni brillantes estrategias, ni diagnóstico severo, sólo inmediatismo electoral. Es decir, el mismo país que soñó un ideal civilizado, hoy es un enfermo crónico que sólo aspira a gestionar, soberanamente, su sonoro fracaso. ¿Falta de ambición? Peor: la mediocridad convertida en un valor patrio.

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2 respuestas

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  1. Josep said, on 29 noviembre, 2007 at 1:11 pm

    Este artículo me ha gustado mucho. Por fin un poco de autocrítica catalana. Ese es el camino. Muy bien, Pilar

  2. […] en Derechos, Historia, Política by reggio en Junio 18th, 2008 Escribí en mi primer artículo, El perro flaco, que desde Prat de la Riba no hemos vuelto a tener un gran proyecto de país, y los hechos no me […]


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