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¿Obama Puigcercós?, de Pilar Rahola en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 11 junio, 2008

Oigo por la radio la comparativa con las norteamericanas de Obama y Clinton. Un entusiasta comentarista dice que las «primarias» de ERC han sido un ejercicio democrático, sólo comparable a las campañas de los yanquis para elegir candidatos a las presidenciales. Comenta la tranquilidad con que se ha desarrollado el debate, el vigor de un partido asambleario, la «fortaleza» con que ahora dirigirá a ERC el ganador… Y, llevado de su euforia matinal, remata: «Ningún partido catalán es capaz de tener la vida democrática que tiene Esquerra». Como servidora acaba de aterrizar de EE. UU. y aún sufre los estragos del jet lag, agudizo el oído para asegurarme de que lo escuchado no es fruto de la confusión atmosférica, sino el relato preciso de un comentarista político. O sea, que el congreso de ERC es como los caucus norteamericanos, y los candidatos, nada menos que los Clinton y Obama, en versión Ripoll-Reus… No sé quién es Bill Clinton, pero me imagino que debe ser Carod, haciendo de palmero de Hillary Benach. O Vendrell, haciendo lo suyo con Obama Puchi. Carretero no tiene palmero, así que debe de ser una versión pirenaica de John McCain. O sea que, si lo entiendo, y salvando algunas tontas diferencias, ERC es como el Partido Demócrata o el Republicano norteamericano, y su presidente está avalado por un proceso democrático intachable. No está mal, para saludar a Joan Puigcercós como nuevo presidente de ERC. Sin embargo, ¿es así de bonito? ¿El congreso de ERC ha revalorizado la solidez democrática del viejo partido republicano? Permítanme algunas acotaciones, no sé si para aguar el vino, o para señalar que fue directamente agua lo que sorbieron, con ingenua fruición, en el sonado congreso.

Para empezar. En los caucus es necesario llegar al 15% de los votos posibles, para poder continuar en la carrera a la nominación. Ello evita diversos abusos, desde aventuras de riesgo, hasta la posibilidad de tapados de algún candidato superior, usado para fraccionar el voto. A partir de ese momento, empiezan las «asambleas partidarias», literalmente consideradas como típicas asambleas de vecinos, que se reúnen para hablar de las virtudes de un candidato y escoger a uno de ellos. En el proceso, los candidatos se patean cada milímetro del territorio, dan decenas de debates públicos, generalmente pertrechados por periodistas de afilada lengua que les sacan los colores con cada pregunta. Los votantes conocen aspectos sustanciales del programa de los candidatos, y estos tienen que responder de todo, desde cómo plantean la sanidad de todo el país, hasta cómo protegerán los pelícanos de un lago. Por supuesto, se les conoce el tipo de familia que tienen, qué tomaban en las universidades, qué han votado hasta el momento, cuánto se han gastado en la campaña, dólar a dólar, quién les ha pagado, qué lobbies influyen en su candidatura y hasta quién les aconseja la ropa que llevan. Sometidos a un foco preciso de meses de exposición, cualquier votante demócrata o republicano sabe a quién ha votado, se ha visto obligado a reflexionar sobre ello, y ha tenido tiempo, información y criterio para poder decidir su voto. La independencia de los respectivos partidos, en cada caso, es escrupulosa, y una vez finalizado el proceso, se vuelcan todos juntos para encumbrar al candidato escogido. Esto es un proceso democrático, de un partido democrático en EE. UU.

Por supuesto, nosotros habitamos en un territorio distinto, tanto, que comparar lo que ocurre en nuestros partidos con los partidos yanquis, es como comparar a los alienígenas con las tortugas. Veamos. Para empezar, en ERC se han presentado todos, en una alegría de pan con tomate que ha hecho las delicias de los aventureros. Ninguna criba, no fuera caso que no parecieran asamblearios. Después, uno de los candidatos ha detentado, durante el proceso, el poder absoluto del partido, y las denuncias de uso ilícito del aparato han acompañado el congreso. Por supuesto, no han aceptado ningún debate, y han hecho pam i pipa al Àgora de TV3, y a cualquier otro insolente que había planteado tan estrambótica petición. Como mucho, se han paseado, por separado y en fila, por algunos medios, para poder elevar sus monólogos propagandísticos a los beatíficos micrófonos que los han acogido. Por supuesto, la mayoría de los periodistas los han tratado con guante de seda, más preocupados por no molestar a los divinos, que por ponerlos contra las cuerdas. Y finalmente, ni un solo militante de ERC puede explicar, durante dos minutos, qué proyectos solventes, en temas claves de los ciudadanos, plantea cada candidato, más allá de algunas líneas estratégicas algo efectistas y sonoras. Planteado como una pelea de gallos, personalizada y vacía, los resultados avalan la simpleza del proceso: no hay un ganador; hay una suma de pequeños ganadores, cada uno bien afincado en su reino de taifas. Lo cual, por cierto, hace prever un futuro bien complicado. Me dirán que, a pesar de todo, lo de ERC ha sido mejor que lo del resto de los partidos, que no intentan ni la pantomima. Pero eso no nos eleva a ninguna grandeza democrática. Sólo nos recuerda lo profunda que es nuestra miseria.

www.pilarrahola.com

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