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¿Dónde está el centro?, de Julián Santamaría Ossorio en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 4 enero, 2008

Más de la mitad de los españoles entiende que las próximas elecciones generales serán tanto o más importantes que las del 2004. Desde entonces, se han reactivado algunos conflictos, como el religioso, el institucional y el territorial, que parecían superados o, al menos, encauzados, y los dos partidos principales, los que tienen posibilidades de gobernar España, representan dos concepciones contrapuestas y muy distantes entre sí, dos maneras muy diferentes de entender la política y la forma de hacerla, dos visiones muy distintas de España, de los derechos de los ciudadanos, de las relaciones entre Iglesia y Estado, de la estructura territorial de este, de los principios y las reglas que deben inspirar la composición y el comportamiento de los órganos del Estado, como el Tribunal Constitucional o el Senado, por no hablar de sus ofertas programáticas.

El estudio publicado estos días en este diario revela que esa distancia entre los partidos se ha trasladado a la sociedad, dividida en dos mitades casi iguales, como lo muestra el equilibrio de fuerzas entre PSOE y PP a lo largo de los últimos meses. ¿Quiere eso decir que ya está todo decidido o que aún está todo por decidir? ¿Que lo previsible es un empate o que es más probable que la balanza se incline, finalmente, a favor de uno o de otro? Preguntas clave, porque la diferencia entre ambos escenarios es abismal y de no producirse una victoria clara de uno u otro estaríamos condenados a revivir y, posiblemente, a ver reavivarse la insufrible tensión política que ha presidido la actual legislatura, además de someter a una prueba de fuego el funcionamiento normal de las instituciones.

Por supuesto, no hay respuesta para esas preguntas. Algunos piensan que las campañas electorales no sirven para nada, que no modifican lo que los ciudadanos tenían decidido desde el principio, mientras que otros sostienen que el voto es lo último que se resuelve y que un importante número de electores sólo decide lo que va a hacer en los últimos días. Unos y otros tienen parte de razón. Alrededor de tres cuartas partes de los electores tienen decidido al empezar la campaña lo que van a votar y la mayoría de ellos no cambia ya pase lo que pase, pero también es cierto que una parte muy sustancial del electorado aún no tiene decidido si votará o no y, en caso de hacerlo, por quién lo hará. En España entre un ocho y un diez por ciento decide la última semana y la mitad de ellos el último día.

Eso no significa que los que posponen su decisión hasta el último momento voten de manera distinta a los demás. A veces sí y a veces no. A veces, ni la intención de voto ni los demás indicadores políticos mudan de signo en los últimos meses, como ocurrió en el 2000 y, a veces, en los últimos meses cambia todo, como ocurrió en el 2004. La ventaja de entre seis y ocho puntos a favor del PP que anticipaban todos los sondeos a principios de aquel año se transformó en una victoria del PSOE por cinco puntos dos meses después. Ya en febrero se percibían signos muy claros de ese giro. Se reducían las distancias y todos los indicadores políticos anticipaban la dirección en que iba inclinándose el voto. Una semana antes de las elecciones anunciamos en estas páginas, es verdad que en solitario, que tanto podía ganar uno como el otro.

De enero a marzo se había producido una alteración sustancial en la valoración de los partidos y de sus candidatos, en el deseo de cambio y en las preferencias de los electores entre PP y PSOE y entre Rajoy y Zapatero. Casi siete de cada diez entrevistados creía todavía que ganaría Rajoy, pero los que preferían el triunfo del candidato socialista superaban en cinco o seis puntos a los que preferían al del Partido Popular, la diferencia precisa que se impuso en las urnas. Y eso significa, entre otras cosas, que las campañas cuentan, unas veces más y otras menos, dependiendo de muchos factores en los que no podemos entrar aquí; y que el cambio de signo de algunos indicadores precede siempre al de la decisión del voto, que es lo último en producirse.

Por eso, en estos meses habrá que prestar tanta o más atención que a las estimaciones de voto a la evolución de esos otros indicadores. En la primera quincena de diciembre, cuando se elaboró este estudio, las cosas eran tan claras como contradictorias. Al estimar el voto, la ventaja del PSOE sobre el PP era muy pequeña en contraste con la diferencia que lo separaba de este en todos los demás factores que determinan la elección, como la valoración del gobierno y de la oposición, la de sus candidatos, la imagen de los dos partidos, la capacidad de uno y otro para afrontar los problemas que más preocupan a la gente, el partido que preferirían que ganase o quién querrían que fuera el próximo presidente del Gobierno.

¿Cómo explicar que, pese a todo eso, la intención de voto esté tan equilibrada? Cabe manejar, al menos, tres hipótesis. Una, el rechazo de todos los electorados al PP, salvo el suyo propio, suscita por contraste una simpatía general hacia el PSOE que no se traduce en un incremento de sus votos. Dos, el electorado del PP está mucho más movilizado que el del PSOE, lo que explicaría, junto a algunas ganancias, su crecimiento. Tres, la discrepancia entre la intención de voto declarada – muy favorable al PSOE- y las estimaciones – en las que esa distancia se reduce al compensar la presunta ocultación del voto al PP en las pasadas elecciones- distorsiona los pronósticos a su favor. De hecho, modelos de estimación más sofisticados cifrarían hoy la diferencia en torno a los cinco o seis puntos.

Siguen siendo pocos y, por tanto, la campaña será decisiva. Primero, porque el desenlace dependerá, en buena medida, de la participación, y está por ver qué pesa más para los grupos que menos se interesan por la política, que son quienes decidirán, si el hartazgo con la crispación que los induce a abstenerse o la percepción de que las diferencias entre lo que representan y ofrecen los dos grandes partidos los fuerzan, pese a todo, a participar. Segundo, porque mientras el PP tiene ya movilizado a todo su electorado y, probablemente, ha tocado techo, el PSOE necesita motivar a los sectores más tibios del suyo, lo que le confiere una ventaja potencial pero incierta. Tercero, porque cualquier error de planteamiento o de ejecución de la campaña puede resultar fatal para los candidatos y sus respectivos partidos.

Ambos tratarán de ganar la batalla del centro. Para ello necesitarán descifrar qué es y dónde está. Los españoles lo saben muy bien y lo añoran, convencidos de que hay sitio para un partido que ocupe ese espacio y amortigüe las tensiones. Durante algún tiempo, ese ha sido el espacio de los nacionalistas moderados. No he hecho ninguna referencia a ellos porque los datos no muestran cambios de importancia. Pero eso mismo es lo que les confiere en estas elecciones un papel trascendente si, como es probable, ninguno de los dos partidos principales alcanza la mayoría absoluta. La pregunta es: ¿siguen en ese punto o están a punto de caer una vez más en la tentación de convertirse, como en el 2000, en partidos superfluos?

J. SANTAMARÍA OSSORIO, catedrático de Ciencia Política de la UCM y presidente del Instituto NOXA Consulting.

Una respuesta

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  1. Julian said, on 5 enero, 2008 at 3:05 pm

    Es cierto que hay una diferencia abismal entre el PP y el PSOE.

    Talvez por eso ha surgido un nuevo partido para llenar ese hueco que queda en el centro, entre el PP y el PSOE y que aparentemente trata de apropiarse de las mejores ideas de ambos partidos.

    Ese partido es el UPyD de Rosa Diez. Curiosamente hay un extraño silencio en los medios que hablan de mucha basura rosa y sin embargo parece que se empeñan en postergar a este nuevo partido magenta en la sombra del silencio, ¿sera porque la totalidad de los medios estan vendidos a los 2 principales partidos?.

    Pero lo más interesante es que el UPD, aunque no consiga la mayoria, si que puede conseguir incautar suficientes votos al PSOE y al PP para convertirse en partido visagra desplazando a los nacionalistas de esta importante funcion.

    Por ejemplo supongase que PP=40% PSOE=40% NACIONALISTAS=15%; insuficiente para gobernar y obligandoles a hacer cesiones a Nacionalistas.

    Pero llega UPD captando un 10% a PP y otro 10% a PSOE y quedando de la siguiente manera:

    PP=30%, PSOE=30%, UPD=20% y NACIONALISTAS=15%. En este caso seria UPD en lugar de los nacionalistas los que decidirian quien gobierna españa y quedando los Nacionalistas fuera de la gobernacion de la españa que tanto odian !!!

    Julian Santamaria.


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