Reggio’s Weblog

Continuidad de un sueño, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 31 marzo, 2008

Algunos amables lectores me han comentado que a mi artículo sobre «La crisis catalanista» (ver a continuación), publicado el pasado lunes, le faltaba una segunda parte que, más allá del diagnóstico propuesto, se atreviera con un pronóstico. Los que escribimos en los periódicos no debemos abusar de la futurología, pues bastante trabajo tenemos ya con el presente y sus ruidos. No obstante, la reciente desaparición de una figura tan importante como el político, historiador y abogado Josep Benet me ha dado la clave para otear, modestamente, esos perfiles más difusos que preocupan a muchos. Comentando la pérdida de un referente como Benet, siempre abierto a enseñar a las nuevas generaciones, el profesor y amigo Agustí Colomines acertó a definir en pocas palabras lo fundamental de aquellos que, con desprecio de la mediocridad que les rodeaba, se arriesgaron a combatir a la dictadura: «Su gran fuerza es que tenían todo el país en la cabeza y, además, supieron imaginar un futuro mejor cuando todos los hechos desmentían su sueño».

Los hombres que cogieron la bandera de la resistencia catalanista contra el franquismo tuvieron que sostener, en medio del naufragio, un sueño que había madurado, a principios del siglo XX, de la mano de Prat de la Riba y que supuso un verdadero revulsivo en una sociedad atenazada por la decadencia general. Con el advenimiento de la Segunda República, ese sueño vivió un instante de magia, pero, rápidamente, fue fulminado por la peor pesadilla, en la que, junto a figuras de talla, pesaron mucho los políticos incompetentes, irresponsables y destructivos, entre los cuales no faltaron quienes exhibían la senyera. Tras la victoria militar de Franco, los catalanes más entusiastas con el orden nuevo proclamaron que el catalanismo o nacionalismo catalán – todo él, sin distinciones ni matices- había constituido «una falsa ruta» que había conducido a Catalunya a la ruina. A pesar de considerar que el catalanismo ya era «un cadáver», estas voces advertían de la necesidad de sepultarlo para siempre «para el bien de Cataluña y de España entera». No lo consiguieron, a pesar de usar todos los métodos represivos al alcance del régimen.

En ese mismo momento, en cambio, otros catalanes, dentro y fuera del país, pensaron que el catalanismo era precisamente un consistente hilo de continuidad que, por encima de los avatares y los errores, enlazaba varias generaciones comprometidas con ese sueño que era, en realidad, un proyecto de modernidad, democracia y bienestar para toda una sociedad, inclusivamente. Y pensaron también que ese hilo de Ariadna era necesario, insustituible, para escapar del laberinto de una historia malhadada y abocada a supurar en los márgenes de Europa. Hombres de ideologías distintas, a veces enfrentados duramente entre sí, remaron en la misma dirección, unidos por el catalanismo y por la lucha contra un enemigo común. Pienso en el mencionado Benet y en figuras como Josep Solé Barberà, Josep Pallach, Raimon Galí o aquellos que, siendo más jóvenes, cogieron el testigo, caso de Jordi Pujol y Joan Reventós, entre otros. Contrariamente a lo que sostienen quienes no conocen bien el nacionalismo catalán o catalanismo, su fuerza – en 1901 y en 1950- no residía en la nostalgia romántica por las piedras medievales, sino en el convencimiento de que era posible construir un futuro que rompiera con unas estructuras caducas, que vinculaba la defensa de una identidad concreta a Europa y al progreso político, económico y social. Lejos de espejismos foralistas, el catalanismo extrajo su conexión con una mayoría social de su acierto para sintonizar adecuadamente con los cambios a gran escala.

Hoy, a comienzos del siglo XXI, en un contexto marcado por la globalización económica y cultural, por la emergencia de nuevas potencias mundiales, por el desafío de las nuevas migraciones, por el reto de los últimos avances en biomedicina y comunicaciones, el catalanismo no puede dedicar todas sus fuerzas a vigilar las maniobras del Madrid oficial; mantener la diferencia frente a las inercias centralistas y el poder de unas autonomías con derecho a veto no puede hacernos perder de vista lo demás. Siendo todo ello importantísimo, la continuidad del catalanismo está vinculada, a largo plazo, a la actualización inteligente de ese sueño que no tenía miedo del porvenir. Y actualizar significa mirar afuera y hacer nuevas preguntas, dejando a un lado el contestador automático y el temor reverencial a poner en crisis determinados axiomas y léxicos. Ello no implica renunciar al sueño, sino orientarlo hacia los vientos de cambio, para que el catalanismo no acabe constituyendo una minoría menguante de la sociedad catalana, sino ese hilo capaz de distribuir energías colectivas, incluso entre aquellos que nunca se definirían como catalanistas. En esta tarea, la política tiene un lugar central, pero de nada servirá si no va acompañada de una intervención real, no retórica, de las fuerzas sociales, económicas y culturales que mueven el día a día.

Sería imperdonable que nosotros, que ya hemos crecido rodeados de todas las oportunidades, interiorizáramos hoy un desánimo y un fatalismo que, en cambio, nunca lograron derrotar a Josep Benet y a los que surcaron la larga noche.

La crisis catalanista, de Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia (Lunes, 24 de Marzo de 2008)
Desde que tengo uso de razón, escucho y leo que el nacionalismo catalán o catalanismo está en profunda crisis. Todos estos tópicos regresan ahora con más fuerza, tras las elecciones del 9 de marzo.

¿Está en crisis el catalanismo? Si hablamos de los partidos políticos, el asunto se puede medir fácilmente observando los votos, pero hay disparidad de criterios a la hora de usar este material. ¿Contamos sólo las elecciones generales o también los comicios catalanes, tan distintos unos de otros? ¿Qué siglas sumamos para establecer que el catalanismo avanza o retrocede? Según la conclusión a la que se quiera llegar. Por ejemplo, el mismo diario que ahora certifica que «el nacionalismo se achica» (poniendo a CiU y ERC en la misma bolsa) proclamó, el día después de las últimas elecciones al Parlament, que las izquierdas seguían sumando y, por tanto, salvaban el mal resultado de Montilla. En ciertos medios, los republicanos computan como parte del nacionalismo o de las izquierdas en función del relato elegido.

No nos perdamos en los espejismos. Lo objetivo es que CiU pierde votos desde 1995, lo cual es más acusado en las generales que en las autonómicas, donde sigue siendo la opción preferida; del mismo modo, CiU demuestra tener un suelo electoral sólido, pero insuficiente para romper el bloque tripartito. ERC, que creció de manera espectacular entre 1999 y el 2004, se ha demostrado incapaz de consolidar los nuevos sufragios recibidos, incluso en el mundo local, y acusa una altísima volatilidad, lo cual beneficia al PSC últimamente. Electoralmente, el nacionalismo o catalanismo se ha estancado, lo cual interpela a CiU sobre su capacidad para atraer a nuevos votantes y repescar a los insatisfechos. Ello se ve magnificado al contar el PSC con la presidencia de la Generalitat.

Catalunya es percibida como algo distinto políticamente por un hecho irrefutable: el mapa de partidos catalán es único y no tiene nada que ver con el de la mayoría de las provincias. Y este mapa tiene, automáticamente, una traducción en las Cortes españolas, donde CiU es, casi siempre, la tercera fuerza y eventual bisagra. De ahí que desde el PCE hasta el PP y desde los guerristas hasta Juan Luis Cebrián se propugne una reforma de la ley electoral. Pero no es previsible que las próximas elecciones al Parlament supongan el fin del mapa político catalán. El esquema gallego, que sería ideal para el PSC, queda lejos. Por ello, Montilla necesita que Zapatero se muestre generoso con la financiación. ¿De qué sirve tener un president de la Generalitat socialista si no le hacen caso en Madrid?

¿Está en crisis el catalanismo? Si hablamos de las premisas políticas, no. La prueba de ello es la necesidad imperiosa que tiene el PSC de concretar un mejor marco financiero. Salvo el PP y Ciutadans, el resto de los partidos asume el legado del catalanismo político que nace a primeros del siglo XX y que se basa en tres supuestos: la defensa de una identidad catalana abierta basada en la cultura y la historia, la defensa de un autogobierno con instituciones modernas y la defensa del progreso y el bienestar para los catalanes. Otra cosa muy distinta es lo que ha ocurrido con la antigua misión modernizadora del catalanismo en España, una dimensión hoy completamente agotada. La capitalidad de Madrid como escaparate de un Estado fuerte y el papel de las nuevas elites en las regiones que gobiernan PSOE y PP con acendrado clientelismo señalan que nunca más desde Catalunya se podrá proponer «otra forma de hacer España». Las quimeras federalistas del PSC son un simple pasatiempo.

¿Está en crisis el catalanismo? Si hablamos de ideas de fondo y de estrategias, sí. Porque el eterno empate entre una España que no logró ser Francia y una Catalunya que no supo imitar a Portugal va camino de resolverse, finalmente, en favor de la primera. Pero no vayamos a confundir lo probable con lo inmutable. La última batalla del Estatut, hoy pendiente en el Tribunal Constitucional, nos enseñó que, para seguir siendo fieles al legado de 1901, debemos soltar lastre y levantar nuevos mapas del terreno, empezando por analizar los valores y los intereses de los catalanes de ahora. El lenguaje de la vieja partida ya no sirve, como tampoco la pedagogía unilateral o el psicologismo que reduce el catalanismo a pulsión futbolística. Zapatero ha dejado claro que no quiere que Catalunya sea un estorbo en esta nueva legislatura. No podíamos esperar una señal más diáfana para dar con nuevos caminos.

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Agua: de la necesidad a la virtud, de Antoni Puigverd en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 31 marzo, 2008

Parece imposible que el Govern d´Entesa sea tan ingenuo, a estas alturas de la película. ¿Creyeron realmente los consellers Baltasar y Saura y el president Montilla, políticos bregados en mil batallas, que la propuesta de trasvasar agua del Segre al Llobregat sería contemplada angélicamente por los políticos de las comunidades que se sienten agraviadas por el no catalán al trasvase del Ebro? Baltasar les ha servido en bandeja la copa de la venganza. Ya se levanta el polvo de la indignación nacional catalana: «¡Deslealtad!», afirma Saura, después de escuchar el rotundo no de la vicepresidenta. ¿Acaso no recuerda Saura que Teresa F. de la Vega encabezó la candidatura valenciana? ¿Puede decir sí a un trasvase catalán – aunque se trate de un trasvase desesperado, pequeño y provisional- aquella que defendió ante sus propios votantes el no del delta catalán al trasvase valenciano?

Ya sé que no es lo mismo. Las bocas que necesitan imperiosamente el agua no equivalen a los proyectos inmobiliarios, turísticos y agrarios que necesitaban el trasvase del Ebro para prosperar. Pero los catalanes nos permitimos, en aquellos años de falsa discusión sobre el Ebro, dar lecciones a valencianos, murcianos y almerienses sobre economía, sobre desarrollo, sobre cultura del agua. «No al agua para el derroche». «No al agua para las obras faraónicas», dijimos, como si estuviéramos limpios del pecado del derroche. Pero la vida da muchas vueltas. ¿Puede extrañar que los perjudicados de aquel entonces se levanten ahora para beberse, en frío y en vaso largo, el agua de la venganza? (La España de las autonomías es un laberinto para Catalunya: cada día está más claro, y más claro se verá con la financiación catalana, que va a discutirse en la diabólica coyuntura de una crisis. Todo el mundo ha copiado el sistema de la queja y el agravio. El lobo feroz ya no es el Estado. Cada agravio catalán encuentra el rebote de otros múltiples agravios.)

Baltasar es un hombre risueño y preparado, alejado de cualquier dogmatismo, con gran experiencia en la gestión. Apenados por tener que afearle sus errores de estos días (su sigilo ocultista, su obsesión por buscar un nombre falso al trasvase), algunos comentaristas han buscado una explicación psicológica. «Es que, con la solución del Segre, Baltasar está defendiendo una política contraria a sus ideas», decía un tertuliano el otro día. No es eso. Alguien que ha pasado del comunismo al ecologismo está curado de espantos ideológicos: Baltasar sabe mirar a la realidad cara a cara. Sucede que tiene sentido de culpa, que es otra historia. O vergüenza. Por lo del Ebro. Un error del que participó toda la izquierda.

Las reivindicaciones del delta del Ebro eran y son justas. Muy justas. Pero discutibles. No pudo y no quiso discutirse nada. El clima emocional lo impidió. Cabalgando sobre la gran emoción, las izquierdas catalanas encontraron en la batalla del Delta la gran oportunidad de apuntillar al pujolismo y de empezar a construir el gran muro de contención contra el aznarismo. Como el grandioso «no a la guerra» y como el «no al PP» que se repite en cada elección, el «no al trasvase del Ebro» resume las características de la política catalana. Sabemos negar muy bien, con gran aparato sonoro. Pero cuando tratamos de construir un sí, el fantasma del no cobra sus préstamos. Y los cobra muy caros. En España, Catalunya no tiene aliados. Aragón dijo «no al trasvase» porque pretende para sí toda el agua del Ebro (no hace falta que construya Las Vegas de los Monegros para que podamos hablar de despilfarro: regar inmensas extensiones de maíz, en plena canícula feroz y en tierras antaño desérticas, será beneficioso económicamente, será desarrollo, pero nunca podrá considerarse expresión de la nueva cultura del agua).Aragón quería lo suyo y lo tiene. Valencia y Murcia no lo tienen y están que trinan. El fantasma del no cobra sus préstamos: del embrollo sólo puede salirse reconociendo el error de no aceptar, al menos, la discusión sobre la posibilidad de repartir agua para todos.

No será fácil convertir el caso del Segre en un nuevo agravio a Catalunya. Ni siquiera en un nuevo ataque al tripartito. Primero, porque la conurbación barcelonesa no va ducharse con banderas: exigirá respuestas, no soflamas. Y segundo, porque en las tierras de Lleida este trasvase amenaza con amargar un momento muy dulce. El Manifest de Vallbona-Compromís per Lleida, que está convocando grandes adhesiones en los últimos tiempos, no es un movimiento defensivo e irredentista al estilo del Delta. Al contrario: es un movimiento civil que une a gente del campo, de la empresa y de la universidad para impulsar el desarrollo de la región leridana alrededor, precisamente, de otra manera de entender el agua y el territorio. Este movimiento, sensato, lúcido y razonable, sólo contribuirá a hacer posible desde el Segre la demanda de agua de Barcelona si el Govern accede a situarlo en un contexto general. Desde Lleida creen que es posible hacer de la necesidad de agua virtud territorial. Ellos ven el canal Segarra-Garrigues como la nueva línea costera que podría compensar la superpoblada franja mediterránea y contribuir a reequilibrar demográfica y económicamente el país. He ahí una respuesta interesante. Válida para Lleida, para Catalunya (y para Valencia o Aragón: para España). Hablemos del agua, dicen. Pero no solamente de agua: hablemos del territorio. De cómo crecer sin despilfarrar. De cómo ser solidarios sin agotar los recursos. De cómo solucionar una emergencia no confirmando las irracionalidades del presente, sino poniendo las bases de un futuro más equilibrado y racional.

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El ‘felipismo’ ha muerto. ¡Viva el ‘zapaterismo’!, de Casimiro García-Abadillo en El Mundo

Posted in Política by reggio on 31 marzo, 2008

A FONDO

Nada más ganar el PSOE las elecciones del 14 de marzo de 2004, Rodríguez Zapatero cumplió una promesa que le había hecho al secretario general de la UGT, Cándido Méndez. El líder socialista se había comprometido con el sindicalista a que, si se producía el triunfo del PSOE, irían los dos, el lunes 15 por la mañana, al cementerio de La Almudena de Madrid para visitar la tumba de Pablo Iglesias.

Un amigo que le acompañó a la discreta cita le preguntó al futuro presidente si había podido dormir la noche anterior, a lo que éste le respondió con un convincente «sí». Pero Zapatero, de camino al cementerio, parecía circunspecto. «¿Te preocupa algo?», le interrogó su acompañante. «No», respondió, esbozando una malévola sonrisa: «Estoy pensando en la cantidad de compañeros que ahora se estarán preguntando si voy a contar o no con ellos».

Ese es uno de los componentes de la llamada erótica del poder. Saber lo que otros no saben, jugar con la incógnita, ser consciente de que uno puede colmar o frustrar muchas aspiraciones.

La semana pasada, con los rumores sobre futuros ministrables cruzando de un lado a otro como puñales envenenados, Trinidad Jiménez, una de las personas que suena siempre para casi todo (por méritos propios), confesaba: «Nadie sabe nada. Sólo lo sabe José Luis. Guardará el secreto hasta el último momento. Ya lo hizo cuando llevó a cabo la última remodelación del Gobierno. Algunos se enteraron una hora antes de que iban a ser ministros. Eso al presidente le encanta».

Si Zapatero, ya en 2004, era absolutamente consciente de su poder, ¡imagínense ahora! Señoras y señores, acaba de comenzar en la vida política española una nueva etapa: El zapaterismo.

Hasta ahora, lo único cierto, más allá de las quinielas más o menos bien intencionadas, es que el presidente ha elegido como portavoz del Grupo Socialista en el Congreso a su amigo José Antonio Alonso. Y eso es una señal muy importante.

Claro que Alonso tiene virtudes. Seguro que es uno de los hombres que puede hacer mejor la tarea para la que se le ha elegido (en primer lugar, pactar la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional). Nadie puede negarle el reconocimiento a su callada labor en Interior y Defensa. Pero esas cualidades necesarias no hubieran sido suficientes si Alonso, Toño, no fuera, sobre todo, un hombre absolutamente fiel a Zapatero.

Ese va a ser el tono del Gobierno: la fidelidad.

Sabemos que María Teresa Fernández de la Vega no sólo seguirá siendo la vicepresidenta política, sino que el presidente quiere que gane aún más peso en el nuevo Gabinete. La vice ha conectado bien con Zapatero durante la primera legislatura. Es una persona de su confianza, aunque sin llegar a alcanzar la relación de intimidad que sí que mantiene con Alonso.

Sabemos también que Solbes seguirá siendo vicepresidente económico. Zapatero se fía de él. Aunque, a partir de ahora, va a tener que enfrentarse a una situación nueva: caída del crecimiento, inflación y aumento del paro.

Solbes es una herramienta útil para Zapatero. Le quita presión del lado del mundo del dinero y le da respetabilidad a su Gabinete. «Aunque le cuesta tomar decisiones», dice un socialista que le conoce bien, «es un artista manejando la caja del Estado. Ha conformado un equipo sólido (el dúo Taguas, Ocaña) de su cuerda y que sigue sus instrucciones al pie de la letra».

Para muestra de esa habilidad como cajero, un botón. El secretario de Estado de Hacienda anunció la semana pasada una reducción del superávit de la Administración central en los dos primeros meses del año del 27%. Se trata de dar un mensaje claro: defensores a ultranza del gasto público como remedio a la crisis, ¡abstenerse!

Una de las batallas más interesantes que nos deparará el nuevo Ejecutivo es ésa. La que se producirá entre el prudente Solbes y los partidarios de combatir la crisis con un giro social más pronunciado (léase Caldera). Será también bonita la que provoque el resultado de la combinación de mentalidades del ministro de Economía y de Miguel Sebastián, que, a buen seguro, formará parte del Gobierno en esta nueva etapa aún más zapaterista que la anterior.

Solbes, como ya hizo hace cuatro años, juega a hacerse querer. Dice que sólo estará dos años más. Ya veremos.

Uno de los asuntos clave, aún por determinar, es si habrá una tercera vicepresidencia y, naturalmente y más significativo todavía, quién la ocupará. Es decir, quién será la estrella ascendente en esta segunda legislatura.

Bien. Hablemos de Rubalcaba. Nadie duda de que el ministro del Interior en funciones se ganó el puesto a pulso desde la portavocía del Grupo Socialista. Y que su gestión en ese complicado Ministerio, sobre todo tras la ruptura de las negociaciones con ETA, ha merecido un notable.

Pero, ¿seguirá Rubalcaba en el Gobierno? Fue él mismo quien desató todo tipo de especulaciones cuando dijo en una emisora de radio que había «abierto un periodo de reflexión» sobre su continuidad. Alegó problemas personales que, en este caso, no son una mera excusa, sino que se corresponden con una cruda y dramática realidad familiar.

Ahora bien, ¿es sólo esa situación la que provoca sus atormentadas reflexiones? Rubalcaba es un político de los pies a la cabeza y, como tal, una persona ambiciosa. Muy ambiciosa.

El titular de Interior persigue desde hace ya tiempo una vicepresidencia en el Gobierno. Ya lo intentó cuando trató de patrocinar a María Teresa Fernández de la Vega como candidata socialista a la Alcaldía de Madrid. A pesar de que hizo todo lo posible por enfrentarla a Alberto Ruiz-Gallardón, la jugada no le salió bien.

Sin embargo, ahora piensa que se ha ganado con creces el puesto que le situaría claramente en la primera división del Ejecutivo.

Para su desgracia, Rubalcaba tiene varios inconvenientes. El primero de ellos es que pertenece a otra etapa. Ha sido, por así decirlo, un nexo entre el felipismo y el zapaterismo. Y él lo sabe. ¡Qué mal le sentó ese titular del diario progubernamental Público en el que se aludía a Alonso como «el Rubalcaba de Zapatero». Sabiendo la influencia que La Moncloa y José Blanco tienen en ese rotativo, el ministro en funciones interpretó perfectamente el mensaje. Si Alonso era el Rubalcaba de Zapatero, ¿qué diantres había sido él cuando ejerció como portavoz socialista?

¿Acaso no quiere Zapatero que continúe? Por supuesto que sí, pero no a cambio de darle tanto poder como a Fernández de la Vega. Su velada amenaza de dejar la primera línea (aunque manteniendo su acta de diputado por Cádiz) no es más que el último intento para tratar de ablandar el corazón de hielo del presidente.

No es el momento de hacer el epitafio del felipismo, pero que a nadie le quepa duda de que Zapatero quiere marcar su propia impronta en el gobierno de España y en la trayectoria del Partido Socialista. Si en la primera legislatura -lograda, como la Secretaría General, contra pronóstico- mantuvo necesarios lazos con el pasado, ahora no tiene ninguna necesidad de ello. González, prepárate para el partido de homenaje.

Ciudadanos: el zapaterismo utópico ha dado paso al zapaterismo científico.

casimiro.g.abadillo@elmundo.es

© Mundinteractivos, S.A.

Sólo cuestión de negocios, de Santiago González en El Mundo

Posted in Política by reggio on 31 marzo, 2008

A CONTRAPELO

Tiene razón Llamazares al quejarse de que la Ley Electoral ha castigado a Izquierda Unida. Es el problema de los restos o las sobras, frente a las opciones nacionalistas, que concentran sus votos en pocas circunscripciones y apenas tienen desperdicio. Si los 350 escaños del Congreso se hubieran repartido proporcionalmente entre los 25,5 millones de votos que obtuvieron las candidaturas, el PSOE habría perdido 17 diputados; el PP, 15; el PNV habría obtenido cuatro escaños (en lugar de 6), los mismos que Rosa Díez (en vez de 1) e IU habría sacado 13 diputados y no dos.

Es un problema para Izquierda Unida, pero no el único sobre el que deberían reflexionar sus afiliados. Deberían pensar, por ejemplo, en que en 2008, con siete millones más de ciudadanos en el censo que en 1977, han sacado 800.000 votos menos de los que sacó el Partido Comunista entonces. El PSOE rozó el 30% de los votos, lo que hizo defender a Carrillo el voto comunista como un voto de calidad, frente al aluvión de Felipe. Se quejaba el entonces secretario general de la herencia franquista y los miedos atávicos que el nombre del PCE despertaba en muchos españoles. Tantos años después, ya sin hoces ni martillos, ni la voz comunista en el nombre de la cosa, Llamazares sigue en las metáforas acuáticas: el tsunami bipartidista. Izquierda Unida, ya con este nombre y con mucho bipartidismo, había llegado a sacar 2.253.722 votos en las elecciones de 1993.

Esta es la cuestión principal, por más que la accesoria merezca un debate interesante. Basta echar un vistazo a la simulación para comprender que los dos partidos mayoritarios jamás aceptarán un sistema proporcional puro y no sólo por razones de gobernabilidad.

Los partidos grandes atienden a su interés. Exactamente igual que los pequeños. A partir de mañana, la Mesa del Congreso tendrá cinco días de plazo para constituir los grupos parlamentarios. Todo hace prever que Izquierda Unida constituirá un grupo junto a ERC y BNG, salvo que Bono haga uso de una interpretación creativa del Reglamento y decida perdonarles las tres centésimas que les faltan para alcanzar entre los dos primeros el 5% que prescribe dicho reglamento. También tendría que perdonarles el previsible voto negativo a su Presidencia, lo cual parece ya mucho perdonar, incluso para el acendrado catolicismo de Pepe Bono.

Es muy previsible, por tanto, que tengan que dar cabida a un tercer socio, que podría ser BNG o NaBai. El otro permanecería en el mixto, en compañía de CC y UPyD. Los dos grupos quedarían empatados con tres partidos cada uno, en una situación de equilibrio perfecto. Si uno de ellos cambiase de grupo pasaría a cobrar la mitad que las dos fuerzas que se quedan en el grupo que abandona.

No se trata de amor, son sólo negocios, venía a decir Tessio en El Padrino en el momento de rendir cuentas, por más que Nafarroa Bai haga hincapié en sus convicciones. Sus fobias no llegan a tanto como para dejar que Rosa Díez se corone emperatriz del Grupo Mixto. Lo sorprendente es que Gaspar Llamazares afirmara el sábado que su voto a Zapatero o la abstención en la investidura dependen de que el candidato gire a la izquierda y hacia la única fuerza que la encarna de verdad al oeste del Pecos o que prefiera negociar con los nacionalistas. No se entiende que el coordinador en funciones no acepte en el candidato a presidente la misma lógica que le va a llevar a él a compartir el segundo grupo mixto con dos partidos nacionalistas, quizá para tener la ocasión de perder en 2012 los votos que no le ha cedido a Zapatero en 2008.

© Mundinteractivos, S.A.

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¿Renovación?, de Enrique Gil Calvo en El País

Posted in Política by reggio on 31 marzo, 2008

Renovarse o morir. Ésa parece la receta prescrita para superar los peores efectos de la resaca electoral que acucia a nuestra clase política. Renovación de personas, de discursos y de estrategias. En cuanto a la oposición, la señal la dio el desenvuelto Zaplana, cuando dimitió de su portavocía en el Congreso para dar ejemplo de renovación asumiendo el precio de la derrota. Pero su jefe de filas no se dio por aludido y, tras una espantada táctica, optó por aferrarse al cargo mientras amaga con renovar a los que aspiren a desbancarle. Por lo demás, no sólo toca renovarse a la oposición, pues también hay que hacerlo con el Gobierno y las Mesas de las Cortes. De ahí que toda la clase mediática se entretenga con las quinielas que apuestan al reparto de cargos. El problema es la falta de banquillo, pues dado el cierre de nuestra clase política, no abundan las vocaciones entre la gente valiosa. Y la prueba está en el partido vencedor, cuyo líder hizo valer en su día el dictado de la renovación generacional. Pero a la hora de la verdad, cuando tiene que renovar su Gobierno, Zapatero debe recurrir de nuevo a la vieja guardia heredada de la cantera de González.

Ahora bien, si estos días se habla tanto de renovación no es por el recambio del personal sino por la gran duda con que se abre esta legislatura: ¿continuará en vigor el mismo clima de confrontación o se abrirá una nueva etapa basada en el entendimiento? Ésta es la gran renovación que anhelamos los ciudadanos como agua de mayo: no la de equipos ni personas sino la de discursos y estrategias. ¿Obtendremos satisfacción? Si sólo fuera por las declaraciones públicas, cabría ser optimistas, pues todas las partes dicen apostar por la pacificación y el consenso en los grandes asuntos de Estado. Pero no hay que hacer caso a sus dichos sino a sus hechos, pues a estas alturas todos estamos ya demasiado escarmentados por la experiencia previa.

Y a juzgar por lo que está pasando con la negociación para la Mesa del Congreso, cabe temerse lo peor. Al final, parece que se va a reeditar un acuerdo entre socialistas y nacionalistas con exclusión del PP, que no está dispuesto a asumirlo y por eso cuestiona un reparto que interpreta como reedición a pequeña escala del pacto del Tinell (la exclusión del PP sobre la que se fundó el tripartito catalán). Lo cual sienta un pésimo precedente de cara a la nueva legislatura como prólogo antes de su apertura. ¿Estamos ante un error o ante una astucia del Gobierno, que tenía la iniciativa en tanto que vencedor? Como le tocaba abrir el juego, hubiera debido iniciar la ronda invitando a cooperar a su adversario para no provocar conflictos (según prescribe la teoría de juegos). Pero no lo hizo así pues optó por negociar antes con los nacionalistas a sus espaldas, enviando al PP una pésima señal.

Por ese camino, mal empezamos, pues de seguir así no habrá renovación que valga. Puede que, de momento, Gobierno y oposición renueven su discurso para moderarlo en las formas, renunciando de boquilla a la crispación en pago del tributo que el vicio le rinde a la virtud. Pero en la práctica, me temo que insistirán en su habitual aunque solapada estrategia de polarización, a la que sería irracional renunciar ya que tan buenos réditos electorales les acaba de procurar. Una estrategia que consiste en silenciar al debate entre derecha e izquierda (para lo que se copian los programas clonando cheques regalo y rebajas fiscales) para sustituirlo por un airado enfrentamiento entre Gobierno y oposición, donde ambas partes se inculpan con recriminaciones mutuas a fin de disputarle al rival los votantes más volátiles.

Y una vez más, la estrategia de la polarización les ha funcionado a las dos partes. El PP ha logrado recaudar casi toda la crecida del voto de castigo contra Zapatero (culpable de ceder ante Esquerra y ante ETA), que ha barrido en toda la que podemos llamar zona nacional al sur del Ebro. Y a pesar de esa grave pérdida por su flanco derecho, el PSOE ha logrado contrarrestarla con creces gracias a la marea del voto del miedo al PP (cuyo posible regreso al poder resulta aterrador), que también ha barrido en toda la zona republicana al norte del Ebro. Por eso es de temer que sigan persistiendo en su estrategia polarizadora, pues todavía tienen ambos abundantes caladeros en los que pescar. Pero no hay mal que por bien no venga. La mejor noticia salida de estas elecciones es que a los nacionalistas, en cambio, la estrategia de la crispación no les ha funcionado. También ellos buscaban anular el eje derecha-izquierda para sustituirlo por el eje Estado-nacionalidades. Pero el tiro les ha salido por la culata, pues sus electores han respondido saliendo en defensa del Estado al votar masivamente al partido del Gobierno central. Y este resultado agrava el declive de un nacionalismo que sí parece estar obligado a renovarse.

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¿Qué hacer con los votos?, de Jordi Borja en El País de Cataluña

Posted in Política by reggio on 31 marzo, 2008

Tan importante como ganar o no ganar unas elecciones es saber qué hacer con los votos obtenidos. Es un capital que se debe invertir bien. Los partidos, sus electos, son los gestores de los votos, pero no sus propietarios. Los propietarios, los votantes, pasarán cuentas en las siguientes elecciones.

¿Podemos intentar descubrir los motivos o lo que quieren los votantes del PSC? No dudamos de que una parte del electorado ha votado al PSOE y a Rodríguez Zapatero por tradición o por algunas de sus iniciativas (Irak, políticas sociales, etcétera). Otros han votado al PSC por representar un catalanismo no nacionalista y de izquierda, por gobernar en la Generalitat, por su fuerza municipal. Pero muchos han votado sobre todo útil, contra el PP, especialmente por su actitud agresiva en todo y por su irresponsable anticatalanismo.

Ahora los votantes están callados, pero no indiferentes. Muchos estarán atentos a ver qué se hace con sus votos. Y es probable que los aires que nos llegan desde la capital del Estado no les gusten demasiado. Parece que los gobernantes del PSOE consideran que el éxito en Cataluña es exclusivamente suyo y que ahora deben recuperar votos en el resto del país debido a la excesiva atención que nos han prestado. No parecen muy dispuestos a atender las demandas pendientes sobre desarrollo estatutario, financiamiento, gestión de las infraestructuras, etcétera. Creen que podrán gobernar cómodamente con sus 169 diputados, 15 más que el PP, a 7 solamente de la mayoría absoluta, y con una veintena de diputados flotando en el centro o en los bordes del escenario mucho más proclives a entenderse con un gobierno que puede hacer concesiones que con un partido opositor que no ofrece nada. Un panorama que muchos votantes catalanes del PSC pueden considerar todo menos bonito.

Los socialistas catalanes dicen que van a influir mucho en el Grupo Socialista del Congreso. No es un argumento serio. El grupo funciona jerárquicamente, por la regla de la mayoría, e impone la disciplina de voto. Los diputados del PSOE no van a apoyar a los socialistas catalanes en sus dificultosas relaciones con el Gobierno. La defensa que el presidente del PSOE ha hecho de la ministra de Fomento se lee como una advertencia al PSC, aunque se dice que el señor Chaves lo que pretende es tener a la señora Álvarez lejos de Andalucía. Más sintomática es la reciente expresada posición del PSOE de oponerse a cualquier acuerdo bilateral respecto al financiamiento, contradiciendo así el contenido mismo del actual Estatuto.

En política cuentan los intereses y las fuerzas de cada uno. Los intereses no coinciden y las fuerzas no están equilibradas. Pero el PSC tiene una carta que los votantes conocen y que si no la utiliza se lo tendrán en cuenta: formar grupo parlamentario, como ya tuvo. Los 25 diputados del PSC son indispensables al PSOE. Son más que la suma de todos los grupos o diputados que no son ni del PSOE ni del PP. Si el PSC renuncia a ser fuerte lo pagará en las próximas elecciones, lo pagará de rebote el PSOE y sobre todo lo pagará Cataluña.

El universo nacionalista anda revuelto y si las contradicciones existentes en los partidos que lo representan (CiU y ERC) estallan ello supondrá no sólo el debilitamiento del frente catalán en su relación con el Estado, sino una pérdida de apoyo social en Cataluña. Los ciudadanos huyen de los partidos que se fraccionan y cuyos dirigentes se enfrentan públicamente. Creo que muchos votantes convergentes o republicanos pueden entender que uno esté en el Gobierno y otro en la oposición en Cataluña, pero le será muy difícil aceptar que en la conflictiva relación con el Gobierno de España no estén del mismo lado.

Iniciativa con verdes, izquierdas unidas (¿unidas?) y alternativas, etcétera, acumula más siglas que diputados. El sistema electoral pervierte la democracia representativa y perjudica a IC. Sus potenciales votantes de Lleida, Girona o Tarragona saben que su voto se perderá, no hay lugar para más de tres listas. Incluso en Barcelona el sistema penaliza a IC: recibe un tercio de los votos que obtiene el PP, pero éste elige seis diputados por uno IC. Sus casi 200.000 votos son votos resistentes puesto que la atracción del voto útil ha afectado especialmente a esta izquierda bien educada. Su problema no es sólo de legislación electoral. IC ya no es un partido arraigado en las clases populares. Por ejemplo, en Nou Barris, distrito trabajador emblemático, en donde el PSUC reinó en los años setenta, ¡el PSC ha obtenido 10 veces más votos que IC, CiU el doble y el PP cuatro veces más! IC no ha conseguido una identidad definida, es difícil saber cuál es su ser izquierda y su conversión al ecologismo le proporciona más militantes que votos. Con un buen candidato y una buena campaña ha tenido un mal resultado. No le recomendaría hacer introspección, algo que en un partido político puede resultar tan nefasto como en una pareja. Pero sus votos pueden ser la base para promover iniciativas radicales movilizadoras y llegar así al conjunto de la opinión pública.

El más de medio millón de votos del PP expresa su arraigo en Cataluña. Es el tercer partido y sus votos superan la suma de los obtenidos por ERC y por IC. Todo ello a pesar de la política y de la mala imagen acá de sus dirigentes, de la dimisión del líder destinado a llevar al partido hacia un centro moderado y del fuerte rechazo por parte de amplios sectores de la sociedad catalana. El PP se ha visto favorecido por la bipolarización, dispone de una base suficiente para garantizar su existencia, pero sin un cambio de política no puede progresar mucho más. Su base militante más radicalizada puede ser un obstáculo para su desarrollo en Cataluña. Su problema no es qué hacer con los votos, sino cómo llegar a otras fuentes de votantes.

Jordi Borja es profesor de la UOC.

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Invisibles, de Eduardo Galeano en La Jornada

Posted in Literatura by reggio on 31 marzo, 2008

El héroe

¿Cómo hubiera sido la guerra de Troya contada desde el punto de vista de un soldado anónimo? ¿Un griego de a pie, ignorado por los dioses y deseado no más que por los buitres que sobrevuelan las batallas? ¿Un campesino metido a guerrero, cantado por nadie, por nadie esculpido? ¿Un hombre cualquiera, obligado a matar y sin el menor interés de morir por los ojos de Helena?

¿Habría presentido ese soldado lo que Eurípides confirmó después? ¿Que Helena nunca estuvo en Troya, que sólo su sombra estuvo allí? ¿Que diez años de matanzas ocurrieron por una túnica vacía?

Y si ese soldado sobrevivió, ¿qué recordó?

Quién sabe.

Quizás el olor. El olor del dolor, y simplemente eso.

Tres mil años después de la caída de Troya, los corresponsales de guerra Robert Fisk y Fran Sevilla nos cuentan que las guerras huelen. Ellos han estado en varias, las han sufrido por dentro, y conocen ese olor de podredumbre, caliente, dulce, pegajoso, que se te mete por todos los poros y se te instala en el cuerpo. Es una náusea que jamás te abandonará.

Americanos

Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?

¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos?

Lo escucharon los peregrinos del Mayflower: Dios decía que América era la Tierra Prometida. Los que allí vivían, ¿eran sordos?

Después, los nietos de aquellos peregrinos del norte se apoderaron del nombre y de todo lo demás. Ahora, americanos son ellos. Los que vivimos en las otras Américas, ¿qué somos?

Fundación de las desapariciones

Miles de muertos sin sepultura deambulan por la pampa argentina. Son los desaparecidos de la última dictadura militar.

La dictadura del general Videla aplicó en escala jamás vista la desaparición como arma de guerra. La aplicó, pero no la inventó. Un siglo antes, el general Roca había utilizado contra los indios esta obra maestra de la crueldad, que obliga a cada muerto a morir varias veces y que condena a sus queridos a volverse locos persiguiendo su sombra fugitiva.

En la Argentina, como en toda América, los indios fueron los primeros desaparecidos. Desaparecieron antes de aparecer. El general Roca llamó conquista del desierto a su invasión de las tierras indígenas. La Patagonia era un espacio vacío, un reino de la nada, habitado por nadie.

Y los indios siguieron desapareciendo después. Los que se sometieron y renunciaron a la tierra y a todo, fueron llamados indios reducidos: reducidos hasta desaparecer. Y los que no se sometieron y fueron vencidos a balazos y sablazos, desaparecieron convertidos en números, muertos sin nombre, en los partes militares. Y sus hijos desaparecieron también: repartidos como botín de guerra, llamados con otros nombres, vaciados de memoria, esclavitos de los asesinos de sus padres.

Padre ausente

Robert Carter fue enterrado en el jardín.

En su testamento, había pedido descansar bajo un árbol de sombra, durmiendo en paz y en oscuridad. Ninguna piedra, ninguna inscripción.

Este patricio de Virginia fue uno de los más ricos, quizás el más, entre todos aquellos prósperos propietarios que se independizaron de Inglaterra.

Aunque algunos padres fundadores de Estados Unidos tenían mala opinión de la esclavitud, ninguno liberó a sus esclavos. Carter fue el único que desencadenó a sus cuatrocientos cincuenta negros para dejarlos vivir y trabajar según su propia voluntad y placer. Los liberó gradualmente, cuidando de que ninguno fuera arrojado al desamparo, setenta años antes de que Abraham Lincoln decretara la abolición.

Esta locura lo condenó a la soledad y al olvido.

Lo dejaron solo sus vecinos, sus amigos y sus parientes, todos convencidos de que los negros libres amenazaban la seguridad personal y nacional.

Después, la amnesia colectiva fue la recompensa de sus actos.

La Justicia ve

La historia oficial de Brasil sigue llamando inconfidencias, deslealtades, a los primeros alzamientos por la independencia nacional.

Antes de que el príncipe portugués se convirtiera en emperador brasileño, hubo varias tentativas patrióticas. Las más importantes fueron las de Minas Gerais y Bahía.

El único protagonista de la Inconfidencia mineira que fue ahorcado y descuartizado, Tiradentes, el sacamuelas, era un militar de baja graduación. Los demás conspiradores, señores de la alta sociedad minera hartos de pagar impuestos coloniales, fueron indultados.

Al fin de la Inconfidencia bahiana, el poder colonial indultó a todos, con cuatro excepciones: Manoel Lira, João do Nascimento, Luis Gonzaga y Lucas Dantas fueron ahorcados y descuartizados. Los cuatro eran negros, hijos o nietos de esclavos.

Hay quienes creen que la Justicia es ciega.

Olympia

Son femeninos los símbolos de la revolución francesa, mujeres de mármol o bronce, poderosas tetas desnudas, gorros frigios, banderas al viento.

Pero la revolución proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y cuando la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, la guillotina le cortó la cabeza.

Al pie del cadalso, Olympia preguntó:

Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?

No podían. No podían hablar, no podían votar.

Las compañeras de lucha de Olympia de Gouges fueron encerradas en el manicomio. Y poco después de su ejecución, fue el turno de Manon Roland. Manon era la esposa del ministro del Interior, pero ni eso la salvó. La condenaron por su antinatural tendencia a la actividad política. Ella había traicionado su naturaleza femenina, hecha para cuidar el hogar y parir hijos valientes, y había cometido la mortal insolencia de meter la nariz en los masculinos asuntos de estado.

Y la guillotina volvió a caer.

Los invisibles

En 1869, el canal de Suez hizo posible la navegación entre dos mares.

Sabemos que Ferdinand de Lesseps fue autor del proyecto, que el pachá Said y sus herederos vendieron el canal a los franceses y a los ingleses a cambio de poco o nada, que Giuseppe Verdi compuso la ópera Aída para que fuera cantada en la inauguración y que noventa años después, al cabo de una larga y dolida pelea, el presidente Gamal Abdel Nasser logró que el canal fuera egipcio.

¿Quién recuerda a los ciento veinte mil presidiarios y campesinos, condenados a trabajos forzados, que construyendo el canal cayeron asesinados por el hambre, la fatiga y el cólera?

En 1914, el canal de Panamá abrió un tajo entre dos océanos.

Sabemos que Ferdinand de Lesseps fue autor del proyecto, que la empresa constructora quebró, en uno de los más sonados escándalos de la historia de Francia, que el presidente de Estados Unidos, Teddy Roosevelt, se apoderó del canal y de Panamá y de todo lo que encontró en el camino, y que sesenta años después, al cabo de una larga y dolida pelea, el presidente Omar Torrijos logró que el canal fuera panameño.

¿Quién recuerda a los obreros antillanos, hindúes y chinos que cayeron construyéndolo? Por cada kilómetro murieron setecientos, asesinados por el hambre, la fatiga, la fiebre amarilla y la malaria.

Las invisibles

Mandaba la tradición que los ombligos de las recién nacidas fueran enterrados bajo la ceniza de la cocina, para que temprano aprendieran cuál es el lugar de la mujer, y que de allí no se sale.

Cuando estalló la revolución mexicana, muchas salieron, pero llevando la cocina a cuestas. Por las buenas o por las malas, por secuestro o por ganas, siguieron a los hombres de batalla en batalla. Llevaban el bebé prendido a la teta y a la espalda las ollas y las cazuelas. Y las municiones: ellas se ocupaban de que no faltaran tortillas en las bocas ni balas en los fusiles. Y cuando el hombre caía, empuñaban el arma.

En los trenes, los hombres y los caballos ocupaban los vagones. Ellas viajaban en los techos, rogando a Dios que no lloviera.

Sin ellas, soldaderas, cucarachas, adelitas, vivanderas, galletas, juanas, pelonas, guachas, esa revolución no hubiera existido.

A ninguna se le pagó pensión.

(Capítulos del libro Espejos/ Una historia casi universal, de Eduardo Galeano, que pronto estará en librerías)

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Dos líneas divisorias, de Javier Ortiz en Público

Posted in Política by reggio on 31 marzo, 2008

Casi todo el mundo parece estar de acuerdo en que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Es un dicho con el que uno se topa en muchos idiomas (que si “le chemin vers l’enfer”, que si “the road to hell”, etc.) y que suele invocarse como si se tratara de una verdad universalmente reconocida, cargada de sentido común. No sé por qué. Yo, al menos, jamás he conocido a nadie que haya recorrido el camino del infierno y regresado para confirmar ese extraño aserto, basado en tres supuestos nada evidentes: que existe el infierno, que para ir a él hay que transitar un camino empedrado y que las buenas intenciones pueden servir de adoquines.

Supongo que se trata de desprestigiar las buenas intenciones, a las que se identifica implícitamente con la ingenuidad, si es que no con la tontería. Un penoso sobreentendido que de lo único que da cuenta es de la muchísima gente que amarga su propia vida y amarga la de los demás atribuyendo a sus semejantes los más aviesos propósitos.

Conversaba anteayer con un conocido que se burlaba de Rodríguez Zapatero. “¡Es un ingenuo!”, espetó.

Yo no creo que Zapatero sea ingenuo –y bien que lo lamento–, pero me sorprendió la crítica.

Mi interlocutor insistió: “¡Qué diferencia con Felipe González! ¡Felipe se las sabía todas!”.

Me dejó pensativo. ¿Creía de verdad mi contertulio que González “se las sabía todas”? ¿Todas? Y, si así fuera, ¿le parece que eso hablaba bien de su persona?

Prefiero no hacer la lista de cuanto sucedió en los más variados terrenos –ora luctuosos, ora problemáticamente lucrativos– durante los 13 años del mandato de González. ¿Se las sabía todas? Si así fue, lo siento por él. Y por sus admiradores.

Hay una vieja reflexión china, atribuida a Kong Futseu y retomada por Mao Zedong, que aconseja trazar en la mente dos líneas divisorias: una, para separar a aquellos que pretenden ser justos con sus semejantes de quienes ambicionan aprovecharse de ellos; la otra, para distinguir entre los hábiles y los torpes.

Son muy distintas. En realidad, no tienen nada que ver.

Tratándose de quienes buscan aprovecharse de los demás, los prefiero torpes. Cuanto más, mejor.

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Todo el poder para Zapatero: ¿Es España una monarquía presidencialista?, de Carlos Sánchez en El Confidencial

Posted in Política by reggio on 31 marzo, 2008

Cinco presidentes constitucionales ha tenido este país desde 1977. Ninguno de ellos, ni siquiera los más carismáticos (como Adolfo Suárez o Felipe González), ha gozado en el interior de su partido de tanto poder como el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero cuya capacidad de decisión dentro del Partido Socialista parece ilimitada. Al presidente del Gobierno en funciones nadie le tose en Ferraz, sobre todo después del 9-M. Y no digamos intramuros del palacio de la Moncloa, un territorio dibujado a su imagen y semejanza, como se está comprobando en la elaboración del nuevo Gobierno. Rodríguez sólo consulta con Zapatero y Zapatero con Rodríguez.

Adolfo Suárez, como es de sobra conocido, tuvo que lidiar en UCD con una amalgama de políticos a los que Pío Cabanillas retrató con una célebre frase: «Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros». La expresión lo dice todo. El segundo en llegar, Leopoldo Calvo-Sotelo, ni controló el partido ni el Gobierno, y eso explica su fugaz paso por el palacio de la Moncloa. Felipe González tuvo, por el contrario, poder, mucho poder. Dentro y fuera del partido, pero en momentos históricos cualitativamente importantes (sobre todo tras el éxito de la huelga general del 14-D) tuvo que recular ante la fuerza del ‘guerrismo’. Muchos recordarán a González suplicando en aras de conseguir autonomía de gestión para el Gobierno frente al aparato de Ferraz, siempre ávido de controlar la acción del Ejecutivo.

José María Aznar también tuvo, igualmente, mucho poder dentro y fuera del partido, sobre todo en la segunda legislatura; pero su equipo de Gobierno lo preñó de los pesos pesados del PP que le ayudaron a hacer la travesía del desierto de la derecha. Dirigentes como Álvarez-Cascos o Rodrigo Rato tenían un peso específico dentro del PP y en determinadas ocasiones lo hicieron valer, aunque muchas veces sin resultado alguno, como le sucedió a Rato con la participación de España en la guerra de Iraq.

Carné de partido o salvoconducto

El caso de Zapatero es distinto. En su primer Gobierno prescindió de veteranos dirigentes socialistas, hasta el punto de que los asuntos de mayor calado los dejó en manos de políticos sin carné del PSOE, como María Teresa Fernández de la Vega o Pedro Solbes. En su segundo Gobierno va camino de hacer lo mismo, lo cual ha levantado algunos recelos. Ciertos dirigentes se quejan de que el carné del partido ya no es salvoconducto de nada.

Más allá de las intrigas políticas y de las relaciones de poder que toda organización humana genera, y en esto los partidos políticos y la gran empresa no tienen rival, lo cierto mes que nos encontramos ante un escenario inédito en la política española. Un presidente que gobierna dentro y fuera del partido sin oposición interna. ¿Estamos ante un presidencialismo de nuevo tipo?, cabe preguntarse.

Es evidente que sí. La Constitución española diseñó un modelo de Estado que dotaba de escasos poderes al presidente del Ejecutivo. De hecho, la Carta Magna establece que es el Gobierno -y no su presidente- quien dirige la política exterior e interior. El jefe del Ejecutivo, por lo tanto, tiene como principal misión coordinar y dirigir la acción del Gobierno (pero no sustituirla). Es más, se aclara que esa función coordinadora debe hacerse “sin perjuicio de la competencia y responsabilidad directa“ de los ministros en su gestión, lo que quiere decir que los titulares de algún departamento ministerial no son meros funcionarios al servicio del presidente del Gobierno. Tienen, por lo tanto, su papel. La Constitución va más allá e incluso dota de enormes facultades a la figura del jefe del Estado, más allá de lo que el sentido común hubiera aconsejado (son los platos rotos que hay que pagar por el modelo de Transición acordado). El Rey sanciona y promulga las leyes, convoca y disuelve las Cortes y hasta ejerce de mando supremo de las Fuerzas Armadas. Como se ve, un amplio catálogo que en cualquier Estado democrático hubiera descansado en los responsables políticos salidos de las urnas. En este caso, el presidente del Gobierno.

Quiere decir esto que España no se dotó en 1978 de un sistema presidencialista, sino colegiado. Y en el que el jefe del Ejecutivo está supeditado a las mayorías parlamentarias y a la correlación de fuerzas que pudiera existir en el interior de la formación a la que representa como cabeza visible. Formalmente, esto es así. Nadie puede gobernar si no tiene asegurada una mayoría parlamentaria. Pero en la práctica, el hecho de que el jefe del Ejecutivo controle totalmente el partido tiene un efecto perverso desde el punto de vista democrático, máxime si se tiene en cuenta que los diputados son elegidos en listas cerradas, por lo que su opción de presentarse como candidatos depende exclusivamente de su jefe político. Se entra así en un circulo vicioso que contamina el sistema democrático. Los diputados, si quieren repetir, tienen que ser sumisos con el jefe de Gobierno, que es a la postre el jefe de su partido, lo que les inhabilite para obrar libremente y en coherencia con sus planteamientos políticos.

Se trata de un asunto importante que conculca claramente la Constitución Española, que prohíbe taxativamente el llamado mandato imperativo, que se produce cuando el diputado o senador en cuestión vota en representación de alguien y no defendiendo los intereses generales de la Nación, que unas veces pueden coincidir (según su mejor entender) con lo que dicta su jefe político y en otras ocasiones no. El célebre ‘el que se mueva no sale en la foto’ es una realidad que está ahí. Y viene a poner de manifiesto hasta que punto los partidos deben funcionar de forma democrática, y no sobre la base de intereses de parte.

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El amo de Federico, de las pesquisas de Marcello en Estrella Digital

Posted in Política by reggio on 31 marzo, 2008

Este par de pájaros que son Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos están montando un sainete, con pretensiones de drama, a propósito de la presunta libertad de expresión del enloquecido locutor de la COPE, cuando todo el mundo sabe que estamos hablando de ambiciones muy concretas, y de posiciones mediáticas de poder en el entorno del PP, para que, además, el diario El Mundo mantenga el control de la COPE, como emisora privada de su grupo editorial, y para que los obispos renueven en junio el contrato al predicador de La Mañana, al que ha presentado una querella Alberto Ruiz-Gallardón —como han hecho tantos agraviados por el uso a destajo de la caridad cristiana que predica, desde la COPE, la Conferencia Episcopal— en defensa de su honor y su dignidad, tras haber sido acusado, entre otros cientos de insultos, por el tal Federico de haber traicionado a las víctimas del 11-M: “Tú lo que estás diciendo, alcalde, es que te dan igual doscientos muertos con tal de llegar al poder” (sic).

Pues bien, Pedro J., que es el amo de Federico —aunque se presenta como el policía bueno en sus campañas de difamación generalizada—, nos ha largado un alegato según la cual la libertad de expresión debe estar, incluso, por encima de la verdad y la ley. Y nos ha presentado al alcalde de Madrid como un cruel y despiadado matador que quiere silenciar a tan indefenso y preciado ejemplar del periodismo español, envolviéndolo todo ello en una confabulación comparable, a un caso, incomparable, de remotos desiertos y lejanas montañas (que dirían ellos), para que la palabra “nazi” se cruce una y otra vez con el nombre de Gallardón, al que dibujan —por sugerencia del señorito del periódico, se entiende— con un hacha en las manos como si del verdugo de Enrique VIII se tratara.

Las cosas son mucho más sencillas. Las decenas de insultos y de ataques proferidos por Losantos a Gallardón nunca han sido fruto de una reflexión política, sino consecuencia de algo más concreto: el predicador de la COPE ha perseguido con saña e insultos al alcalde sólo para pagar los favores que la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, le ha hecho a Losantos en sus negocios privados, a ver si, de paso, la pelirroja se convertía en presidenta del PP y continuaba el presunto tráfico de influencias políticas que parece haber marcado la relación entre una y otro, tal y como se desprende de las licencias de televisión digital concedidas al interfecto en la Comunidad de Madrid, entre otras gabelas, que no son menores que las otorgadas por la inquilina de la Puerta del Sol a Pedro J. y a su diario —en propaganda, en publicidad, en contratos con su productora de televisión—, amén del soporte, hasta la saciedad, de la fantasmal teoría de la conspiración del 11-M, esa patraña fracasada en la sentencia de la Audiencia Nacional que, entre otras cosas, nos anunció, por boca del criminal Trashorras, un “¡golpe de Estado!”, tal y como lo publicó el diario El Mundo en su portada a cinco columnas.

No estamos hablando de libertad de expresión, ni cosa parecida, sino de ese trinconcete de favores públicos y competencia desleal que es Federico —¿no le presentó Zaplana al Pocero de Seseña para meterlo en sus negocios, y no fue Acebes uno de los que hizo gestiones en otras Comunidades para que le dieran más emisoras de televisión digital? ¿Acaso no tiene todo esto mucho más que ver con posible corrupción política y tráfico de influencias que con la libertad de expresión? ¿No son estos tres, Aguirre, Zaplana y Acebes, los testigos citados por Federico como sus testigos en eso que Pedro J. calificó de “juicio del año”, como si fuera el Juicio Final?

A Gallardón lo han corrido a palos El Mundo y la COPE a cambio de unos desmesurados favores de Aguirre, a ver si así, eliminando a un competidor, convertían a la pelirroja —que se ha pasado de frenada en su ambición— en la presidenta del PP, y ellos se quedaban con el control del poder mediático del segundo partido nacional. Y no hay más cáscaras. Y si Pedro J. quiere hablar de libertad de expresión, ¿por qué no denuncia ese panfleto infame que es Telemadrid, o la caza del ex director de ABC (con la ayuda de sus editores), precisamente por no sumarse a la macabra y fantasmal teoría de la conspiración del 11-M, con la que El Mundo y la COPE han colaborado en el hundimiento electoral del PP, mientras el amo de Federico le sobaba el lomo al “iluso” Zapatero.

Estos dos pájaros que son Pedro J. y Federico tienen un morro que se lo pisan y andan un poco tocados de los nervios porque lo de la conspiración, donde se dejaron tantas plumas y credibilidad, les ha salido bastante mal.

Dos avisperos esperan a Zapatero: la flojera económica y Catalunya, de Enric Juliana en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 30 marzo, 2008

EL NUEVO ESCENARIO POLITICO

LA CRÓNICA

La legislatura arranca con un choque Gobierno-Generalitat por la crisis del agua

La legislatura comienza el martes con la elección de José Bono como presidente del Congreso de los Diputados. Arranca el segundo mandato del PSOE renovado -del zapaterismo afianzado, podríamos decir- con muchas quinielas sobre el nuevo gobierno, que son motivo de bulla y entretenimiento en Madrid. Hermético en la Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero deshoja la margarita con pose de estadista. Pero dos avisperos le esperan a la vuelta de la esquina: la desaceleración económica -de muy inciertas proporciones- y Catalunya, que ha votado socialista en masa…, pero sigue siendo la pieza que no encaja. No, no encaja.

UN NUEVO CUADRO MENTAL: MÁS TEMOR AL FUTURO

La primera decisión importante del nuevo Consejo de Ministros será un plan de choque orientado a evitar un brusco colapso del sector de la construcción, motor principal, junto con el turismo y la inmigración, del crecimiento económico español.

La parálisis del negocio inmobiliario es un hecho: empresas al borde de la suspensión de pagos, disminución del precio del suelo (con la consiguiente merma en los terrenos aportados como garantía bancaria), expedientes de regulación de empleo, disminución de los ingresos públicos por la caída del impuesto de plusvalías, desaceleración del consumo, clima generl de incertidumbre…

Un círculo vicioso se está poniendo en marcha, después de 14 años de círculo virtuoso. La altura de la ola y la duración de la tormenta son una gran incógnita, puesto que nadie conoce con exactitud el alcance de la crisis financiera internacional. La legislatura comienza, por tanto, con un brusco cambio de rasante. Con un nuevo cuadro mental. Con un nuevo frame,que diría George Lakoff, tan citado por el PSOE estos meses. Un frame como la copa de un pino, chamuscado.

PRIORIDAD: CREAR CONFIANZA; CLAVE: MINISTERIO DE INNOVACIÓN

El riesgo de crisis económica definirá, en muy buena medida, el discurso de investidura y la propia composición del nuevo gobierno. El reto principal de Rodríguez Zapatero será reanimar el clima de confianza, factor básico para evitar o retardar la crisis. El superávit de las cuentas del Estado permitirá extender el seguro de paro, poner en marcha un plan de obras públicas y promover la construcción de viviendas de protección oficial, recetas imprescindibles para que el motor de la construcción no se colapse.

El papel de Pedro Solbes será importante, como ya se demostró en la campaña. Pero no todo pasará por Solbes. Es muy probable la creación de un nuevo ministerio de Ciencia e Innovación, con el objetivo de diversificar la apuesta económica. Este nuevo ministerio podría absorber competencias de Industria, ministerio ya muy demediado. Los economistas Miguel Sebastián (ex director de la Oficina Económica de la Moncloa y ex candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid) y David Vegara (PSC) pueden estar en ambos frentes. Y el influyente David Taguas seguirá al frente de la Oficina Económica.

SESCIENTOS MIL PARADOS MÁS EN EL PLAZO DE UN AÑO

El riesgo de crisis no sólo obliga a dotar fondos para la cobertura del seguro de paro. Los problemas sociales pueden crecer como setas en los próximos meses, especialmente en los barrios humildes de las grandes ciudades, donde viven los inmigrantes, tanto aquellos que tienen la situación regularizada, como los que se hallan sin papeles. Los inmigrantes que desarrollan trabajos no especializados son hoy las primeras víctimas del parón inmobiliario. Las últimas estimaciones empresariales hablan de 600.000 nuevos parados en el plazo de un año.

Asuntos Sociales, cuyo reto principal era el despliegue de la ambiciosa ley de Dependencia – ¿se podrá sufragar en los próximos años?-, tendrá nuevas y urgentes obligaciones. Y las comunidades autónomas, con competencias en este ámbito, también reclamarán más fondos. Un panorama complejo para Jesús Caldera, que parecía destinado a un superministerio de Bienestar Social. El futuro político de Caldera es hoy una gran incógnita. Casi nadie habla de él en los mentideros de Madrid. Se apuntan problemas de sintonía con Zapatero.

…Y EL MELÓN DE LA FINANCIACIÓN AUTONÓMICA ABIERTO EN CANAL

El Estatut de Catalunya acabará siendo la maldición de Tutankamon del zapaterismo, en sus dos fases: la experimental (2004-2008) y la afianzada (2008-2012). Por imperativo del nuevo Estatut -pendiente de sentencia del Tribunal Constitucional-, el Gobierno español salido de las urnas tendrá la obligación de definir un nuevo modelo de financiación de Catalunya, antes del mes de agosto. Este y no otro es el telón de fondo con el que empieza la legislatura: perspectiva de crisis económica y debate a pecho descubierto sobre el dinero que ha de recibir Catalunya en los próximos años. Perspectiva de empobrecimiento y cruce de espadas sobre la solidaridad interna española. La conjunción astral parece diseñada por la FAES y José María Aznar en persona.

Los barones territoriales del PSOE no han tardado ni un minuto en lanzar una dura ofensiva contra la publicación de las balanzas fiscales. Zapatero deberá tomar personalmente el mando de las negociaciones sobre el despliegue del Estatut o delegar esta difícil tarea en un ministro de Administraciones Públicas de su máxima confianza.

LOS PACTOS CON CiU DEBERÁN ESPERAR, AHORA LE TOCA AL PNV

La peculiar conjunción astral española coincide con una punta de confusión – una más- en la galaxia catalana. Hay veces en que el universo se pone tonto.

En julio puede conocerse el veredicto sobre el Estatut. Habrá recorte. Ese mes celebrarán congreso CDC y PSC. (ERC, en junio). Convertida Esquerra en la casa de la familia Adams, CDC tiene la tentación de lanzar una opa soberanista sobre su desorientada base electoral. Jordi Pujol aprieta fuerte en esta dirección. Artur Mas busca un punto intermedio y Josep Antoni Duran Lleida quisiera manos libres para tejer pactos en Madrid. Si el congreso de ERC acaba como el rosario de la aurora, la estabilidad del Govern d´Entesa se va al garete. Y Zapatero no quiere la continuidad del tripartito: la paralización del trasvase del Segre es una primera advertencia a José Montilla, que coloca al PSC ante la hipótesis de defenderse del acoso con sus 25 diputados en el Congreso.

Para pactar con CiU, Zapatero deberá esperar, al menos, hasta septiembre. Mientras tanto, la partida la deberá jugar con los vascos. Y, caray, los vascos son muy buenos jugando al mus.

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Sólo al enemigo se deja sin agua, de Jordi Barbeta en La Vanguardia

Posted in Política by reggio on 30 marzo, 2008

El conseller de Medi Ambient del Govern que preside José Montilla hace sonar todas las alarmas y, ante la pertinaz sequía, hace una declaración de «emergencia nacional». Justifica así el trasvase de agua del Segre, del que, por cierto, su partido hizo bandera electoral… en contra. Pero simultáneamente el Consejo de Ministros del Gobierno amigo que preside José Luis Rodríguez Zapatero prohíbe terminantemente sacar ni una gota del afluente del Ebro, que, según las leyes, es un río suyo. En la misma reunión, el Consejo de Ministros aprueba el trasvase Tajo-Guadiana. Olé. El president Montilla siempre ha utilizado la teoría del Gobierno amigo como la ecuación más beneficiosa para Catalunya -gobiernos socialistas en Madrid y en Barcelona-. Sin embargo, la cruda realidad señala que con estos amigos, al tripartito de Montilla no le hacen falta enemigos

Paradójicamente, la secuencia de decisiones y actitudes adoptadas recientemente por el Gobierno o por el PSOE no evidencia sintonía, sino más bien animadversión. Todo el mundo recordará las mil humillaciones de que fue objeto el Ejecutivo catalán con el despliegue del Estatut y el caos ferroviario justo antes de las elecciones. Pero bueno, pasó el 9-M, y el PSC ha suministrado al PSOE 25 diputados imprescindibles. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Que se ha designado candidato a presidir el Congreso al mejor amigo de los socialistas catalanes, don José Bono. Que varios presidentes autonómicos socialistas han proclamado su rechazo a la publicación de las balanzas fiscales, con lo que automáticamente el secretario de organización del PSOE, José Blanco, ha vuelto a dar largas al asunto. Y ha ocurrido también que los barones territoriales socialistas rechazaron en el comité federal un sistema de financiación que, tal como establece el Estatut, debe negociarse bilateral y específicamente con Catalunya antes del 9 de agosto. Sólo faltaba que se pasaran la emergencia nacional catalana por el forro.

Que mensajes tan precisos se concentren en tan breve periodo de tiempo, cuando ni siquiera se han constituido las Cortes y el presidente no ha superado el debate de investidura, confirma la tesis monclovita oficial: una cosa es el PSC y otra muy distinta el tripartito catalán, que no sólo no ha contribuido a la victoria socialista, sino que es el responsable del aumento de votos del PP en el resto de España y de que Zapatero no haya alcanzado la mayoría absoluta. Y encima impide al PSOE un pacto con CiU que le garantizaría al presidente tranquilidad absoluta durante cuatro años. Por todo eso, en Madrid no ven ni tratan al tripartito como a un amigo. Al revés. Se le aplica al pie de la letra una máxima guerrera: «Al enemigo, ni agua». ¿Acaso se han propuesto derribarlo?

jbarbeta@lavanguardia.es

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